Aterrados: La dimensión desconocida. Llega un nuevo opus de terror nacional, y esta vez, es otro gran acierto en la escena de género autóctono. Si bien nuestro país tiene y tuvo joyas escondidas del género, nunca fueron algo mainstream para el espectador común, y en general las salas de cine nunca le dieron prioridad a estas producciones, dejando que valuartes sean relegados a simplemente “obras de culto”. A Dios gracias que en estos últimos lustros, esta situación cambió y el paradigma imperante del costumbrismo argentino en el cine dio paso a cintas que, con el apoyo de los festivales y nuevas distribuidoras que apuestan fuerte, con más regularidad en el año, no dejan de sorprendernos con tales temáticas que solo creíamos que en otros países podrían tener un tan logrado acabado. El nuevo caso es de “Aterrados (2018)” que, siguiendo el camino que van dejando films como “Resurrección (2016)”, “Ataúd Blanco (2016)” o la más reciente “Luciferina (2018)”; posiciona al cine de terror nacional y a su director, Demián Rugna, entre los mejores del mundo, sin lugar a dudas. Extraños sucesos paranormales comienzan a sucederse: muertes tan sangrientas como inexplicables, personas que desaparecen y muertos que parecen volver solos de la tumba, delinean una pesadilla de feroz contundencia. De la mano del Comisario Funes (Maxi Ghione) tres investigadores de fenómenos extraordinarios tratarán de desentrañar lo que se intuye como la intrusión de un mundo oscuro y siniestro en un barrio común y corriente del Gran Buenos Aires. El miedo atávico, eso que acecha desde la oscuridad, quizás desde tiempos inmemorables, reina. “Aterrados” no solo juega con la teoría de posibles universos alternos, o dimensiones paralelas, sino que nos posiciona en situaciones y lugares donde uno bien puede identificarse, un barrio como en el que podés vivir vos o yo. Esto no solo acerca el terror al espectador, sino que lo hace partícipe de un sinfín de situaciones en el que el suspenso da paso a situaciones más escalofriantes que muertes abruptas o los famosos screamers a los que el realizador no solo no tiene necesidad de recurrir, sino que los FX son, en su mayoría, artesanales y hay mu ses de ese cine que tanto nos gustaba como es el de los 80’s y al que seguramente verán referencias en esta cinta, pro que sew desprende totalmente en su historia, creando un clima y una mitología propia y autóctona. Sin lugar a dudas, “Aterrados” será otro hito del cine de género nacional y es otra gran oportunidad para ver que el cine nacional es más que romances, bañeros locos y comediantes venidos a menos.
“Avengers: Infinity War” (O cómo todo nos llevo a este momento). Finalmente el camino recorrido de diez años llega a un punto cúlmine. A un punto de inflexión. El Universo Cinemático Marvel nunca será el mismo. Muchas veces, como críticos, como responsables de un sitio que habla de producciones audiovisuales, se nos dificulta el realizar una crítica sobre algo que amamos. Precisamente esto, el cine, las series, todo elemento cultural que alguna vez prendió esa chispa por el que, hoy por hoy, nos lleva por este camino. Y más allá de toda la historia del cine, y del snobismo que tanto mal nos hace, debemos seguir creyendo y fascinándonos con esos cuentos que nos retrotraen a una época dorada como lo es la infancia, o el ser niño de nuevo. Pero como todo cuento, toda historia de fantasía que nos cuentan o leemos de jóvenes, la vida evoluciona, nosotros crecemos y nos vamos dando cuenta que no todos son finales felices, que no todos son cuentos alegres y que hay algo más allá que nos atrajo y que nos “movió” por dentro. Algo más que la historia en sí misma. Algo que no podemos explicar y que es el amor (si dicho adjetivo cabe en este contexto) por esos relatos donde los buenos ganan y los malos pierden. Pero, insisto, eso que amamos evoluciona, al igual que la vida y nosotros mismos. Desde el 2008 venimos con una tendencia in crescendo al cine mainstream de superhéroes, el cual tuvo sus aciertos y fallidos y el que tuvo también su prehistoria. Pero si hablo del 2008 es porque fue el año donde se arriesgó y se ganó. Donde el Universo Cinemático de Marvel (MCU) nació y se forjó cual sólido hierro con “Iron Man” y su inoxidable Robert Downey Jr. a la cabeza. A partir de allí comenzaron a pulular hombres y mujeres (en menor medida) con superpoderes y conflictos en el cine y la TV, una marca registrada que Marvel Cómics a través de sus tantas décadas viene acuñando en las viñetas y que su par comiquero nunca pudo igualar por más que lo intentó, ya que aquellos personaje son más dioses griegos que humanos con los que nos podemos identificar. En gran parte ahí radica el éxito de Marvel/Disney: personajes con los cuales podemos identificarnos y no alejarnos. Por esto, más allá de altas y bajas, el UCM fue un cambio de paradigma no solo en el mundo del cine de superhéroes, sino del cine mismo. Entonces una década pasó como un pestañar de ojos. Pasaron invasiones aliénigenas, nazis megalómanos, elfos oscuros, robots asesinos, la vuelta de un querido y arácnido amigo y la gran pelea de la familia, esa que nos dejó a Los Héroes Más Poderosos de la Tierra desunidos por ideales y tragedias. También surgieron reyes y hechiceros, además de diminutos y grandes héroes que son uno mismo. Pero todo, absolutamente todo, nos llevó a este momento; el momento donde el destino de todo el Universo pende de un hilo y esta vez no hay más bandos, solo un claro objetivo: defender la vida. En este contexto Avengers: Infinity War nos termina de introducir el gran peligro que acechaba en las sombras desde el 2012: Thanos (Josh Brolin). Un villano tan temible e implacable que daba miedo no el pensar que sucedería con los héroes, sino su adaptación a la pantalla grande, ya que la falla que muchos recalcamos en este universo Marvel es la falta de un buen antagonista y éste requería de una complejidad pocas veces antes vista. Y debo decir que este film es casi, en su completa totalidad, una película de Thanos. A través de los diez años de Marvel Studios hemos visto la evolución e interacción de la mayoría de sus personajes. No necesitábamos eso. No se necesitaba una introducción a lo que ya sabemos, se necesitaba ir directamente a la acción, y los hermanos Russo supieron que también eso era necesario y no fallaron. Avengers: Infinity War no es una película para el neófito o el que esté ajeno al UCM. Lamentablemente es una película para sus seguidores. No hay medias tintas en esto. Los Avengers están desunidos: Capitán América actúa en las sombras y sigue la riña con Tony Stark, más profunda que nunca (quizás más que en Capitán América: Civil War). Hay todo tipo de personajes que aparecen y, si no se está al tanto de su background, es imposible seguir el ritmo del film. Es la culminación de todo un universo que, probablemente, cambie drásticamente luego de “Avengers 4 (2019)” y no sea el mismo nunca más. Por esto, también es la cinta más adulta hasta el momento (más allá de los chistes o el cómic relief que, aquí, es más medido pero sigue interrumpiendo ciertos climas) y Thanos el villano más complejo y, por lo tanto, el protagonista de su propia historia: llegamos a empatizar con sus propósitos que, si bien son extremos, tienen una razón de ser. No es el típico villano que quiere destruir el mundo “porque sí”. Lamentablemente, la fuerza opositora son Los Avengers, esta vez distribuidos en bandos, recurso que los Russo adoptaron y que sirve para no sobrecargar la trama de personajes y que no recaiga el peso en ninguno de ellos, además de hacerla más fluida. Mucho más no se puede agregar de Avengers: Infinity War sin caer en el spoiler y, aquí, no lo voy a hacer. El film promete con creces lo que cumple y hay muchas sorpresas que los dejará shockeados aún si han visto los avances. El film solo tiene una escena post-créditos esta vez y, quizás sea la mejor (también) de todos estos largos diez años que esperamos por este enfrentamiento.
Verdad o Reto: Otra tonta película de miedo. Blumhouse se destaca por producir grandes films de género, pero también, cuando la pifia, lo hace de manera monumental. este es uno de esos casos. ¿Se acuerdan de “Scream (1996)”, la saga creada por Wes Craven que reinventó el género slasher e incluso los films de terror? O, por qué no, esa saga casi interminable que comenzó con “Destino Final (Final Destination, 2000)”. Estos exponentes del género en el nuevo milenio no solo se supieron adaptar y crear una nueva forma de autoconciencia, sino que también, a sabiendas de ésto, no tuvieron pruritos en reirse de sí mismos. Incluso el opus dirigido por Drew Goddard, y producido y coescrito por Joss Whedon, “The Cabin in the Woods (2012)”, casi una enciclopedia autorreferencial del slasher que no se toma nada en serio, pero que precisamente por esto, es una obra de culto moderna. En este milenio, además, apareció la productora Blumhouse, que con la saga de “Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2008)” comenzó a tener un nombre propio en lo que se refiere a calidad y bajo presupuesto; produciendo los últimos films de M. Night Shymalan o la reciente “¡Huye! (Get Out, 2017)”. Pero no todas son rosas en la industria, y sí, Blumhouse ha tenido varios traspiés, pero no tanto como “Verdad o Reto (Truth or Dare, 2018)”, la cinta que nos compete en esta ocasión: Olivia (Lucy Hale) junto a su grupo de amigos van de vacaciones a México y allí pasan los días como cualquier grupo de adolescentes. Sin embargo se encuentran con un extraño que los invita a realizar un juego del cual un demonio los perseguirá y no podrán escapar. La premisa es interesante, pero ¿en qué falla Verdad o Reto? Principalmente en un conflicto que se reduce a interminables sucesiones de muertes (no explícitas) que no son originales, y más bien parecen sacadas de la saga Destino Final, de la que ya hablé anteriormente: cada participante que jugó en primera instancia el juego, lo seguirá jugando en el mismo orden ad infinitum, excepto que se niegue (algunos lo hacen) y entonces mueren (algunos lo hacen). Y no solo ahí permanece la falla, también hay sub-tramas que no se desarrollan, malas decisiones a las que ya estamos acostumbrados y ni siquiera los scarejumps funcionan!! Las actuaciones no destacan para nada en una obra simple, donde ni siquiera la fotografía o banda sonora es algo rutilante. El director Jeff Wadlow (“Kick-Ass 2”) hizo lo que pudo con un guión flojísimo. Verdad o Reto resulta un entretenimiento vacío que, si se hubiese tomado menos en serio su premisa, quizás hoy estaríamos hablando de otra manera de esta cinta que no pasa de ser otra paja en un pajar.
Un lugar en silencio: El sonido del miedo. John Krasinski, actor y director, se despacha con su nuevo opus en el que el thriller, el drama familiar y el terror se combinan para dar un producto novedoso y aterrador. “Hay veces que el amor más intenso se oculta en el silencio más profundo” Quizás lo conozcan más como Jim Halpert en la serie The Office, o por ser el marido de Emily Blunt, pero John Krasinski ya tiene dos films en su haber como realizador (The Hollars y Brief Interviews with Hideous Men) además de varios episodios para la serie que lo hizo popular. En esta oportunidad, apadrinado por Michael Bay como productor (no se asusten, es solo productor), Krasinski apuesta al thriller familiar con tintes de género post-apocalíptico, y déjenme decirles que sale más que exitoso en un terreno donde muchos expertos varias veces fallan. Un lugar en silencio nos mete de lleno en un mundo devastado por una amenaza desconocida. Los seres humanos solo pueden sobrevivir en absoluto silencio, ya que el sonido atrae de alguna manera a dicho peligro y no hay forma de pararlos. En este contexto abrumador, una familia de cuatro integrantes(el padre, Krasinski; la madre, Emily Blunt; un hijo, Noah Jupe; y su hija sordomuda, Millicent Simmonds quien tiene esta discapacidad en la vida real) deben sobrellevar una reciente pérdida, aunque el drama atravesado golpeó fuerte a la familia, y la llegada de un nuevo integrante solo hace más que dificultar el futuro que parece desesperanzador. Es difícil hablar de Un lugar en silencio sin que se escape algún que otro spoiler; por esta razón hablaré de el excelente manejo que tiene Krasinski con la cámara, el manejo de tensión y con la historia que co-escribió y que no le tiene miedo a “desaparecer” de la pantalla a nadie. Pero no hay escenas violentas o gore, sino que el film se maneja con el fuera de campo, con lo que no se ve, con lo que se insinúa y temen los protagonistas trasladando el mismo miedo al espectador: el miedo a hablar. Esta influencia bien podría haberla bebido de “Alien: El octavo pasajero (Alien, 1979)”. Pocas películas en la actualidad pueden manejar un clima silenciosos con tanta eficacia sin caer en la música incidental que, si bien está, no opaca el protagonismo de lo no hablado. Una censura autoimpuesta que se asemeja a la cruenta realidad del “no digas esto”/”no te metas” por el cual el viejo dicho que reza “Para que triunfe el Mal solamente hace falta que la gente buena no haga nada” hace que estemos viviendo en una sociedad donde prevalece la maldad cada vez más. También, el silencio predomina en el luto, cuando no se habla y se guardan las tristezas, los temores, cuando no se puede describir con palabras el dolor de un ser querido arrebatado; momentos en los cuales los personajes atraviesan constantemente este sufrimiento. Volviendo a Un lugar en silencio, por momentos una película chica, un drama familiar, pero el tempo que le impone el realizador y las brillantes actuaciones de, no solo él mismo, sino de su esposa en la vida real Emily Blunt y los dos pequeños, hacen que la trama y la tensión contínuamente traspasen la pantalla, como si en cualquier momento una bomba de tiempo estuviese por explotar. Y, si bien hay algún que otro agujero o decisión que no comparto (y los scarejump…), la cinta termina siendo una experiencia increiblemente catártica y liberadora solamente al final. Tanto para los personajes como para el espectador. Y si desde el vamos empatizamos con los personajes de la pantalla, Un lugar en silencio tiene mitad del partido ganado.
Mazinger Z Infinity: Los clásicos nunca mueren. El animé creado por Go Nagai regresa renovado pero con la misma esencia, a 45 años de su estreno. La gente con más de 40 años aún lo recuerda como su primer animé visto. Otros quizás no vieron todos sus capítulos sino décadas después, como en una exploración arqueológica de cultura pop en la que busca nutrirse y encontrar las referencias en otros productos similares. Mazinger Z fue, en su momento, un quiebre. Una ruptura de lo tradicional en animación al presentar un personaje heroico, al establecerle fama mundial al término “Mecha”, al mostrar una violencia exagerada y monumentales peleas con monstruos gigantes y genios megalómanos. Mazinger y Koji Kabuto. Dos nombre propios que, en el imaginario popular, no pueden ser nombrados el uno sin el otro. Ese joven rebelde y heroico que todos quisimos ser. Pero así como el mundo no para de dar vueltas, como las manecillas del reloj, nosotros crecimos y Koji también: Tras 10 años de haber vencido al Dr. Hell, Kabuto sigue los pasos de su abuelo. Durante una investigación científica en el monte Fiji, Koji descubre en un yacimiento arqueológico algo que podría anunciar el regreso de su más grande enemigo. Y no es un descubrimiento cualquiera: luego de haber utilizado la energía fotónica para que el mundo por fín fuera libre de utilizar recursos naturales no sustentables, un nuevo Mazinger más grande es descubierto, junto a una joven que parece ser una Inteligencia Artificial (bastante más humana que nuestros protagonistas) y la clave para que el mundo siga en Paz o regrese al Infierno del que se había librado. Mazinger Z Infinity es un deleite para los más fanáticos (público al que va directamente destinado el film) pero también para los neófitos, o no tanto; porque es imposible no saber quiénes son los personajes, o que trama tuvo el animé, o lo que fue y significó Mazinger Z para el mundo de la animación mundial y cultura popular. Asimismo, este nuevo regreso se ve y se siente fresco, renovado, pero con el mismo espíritu; a su vez referenciando a animés que, posteriormente, bebieron de su influencia como Sailor Moon, Evangelion, Ghost In the Sheel o, incluso, Dragon Ball Z. No hay fallas en un film así, solo la nostalgia bien llevada por su propio creador que, no solo nos saca una que otra emoción por volver a ver a Koji Kabuto y su gran robot juntos de nuevo, sino que deja varios mensajes implícitos y filosóficos que, quizás, antaño no veíamos, pero que hoy en día es imprescindible planteárnoslos día a día. Por eso Mazinger Z Infinity es un gran y ansiado regreso. Quizás el mejor de todos.
Un viaje en el tiempo: Un viaje que es una pérdida de tiempo. ¡Ay, Disney! Lamentablemente los fallidos se ven en estas adaptaciones que quiere hacer el monopolio que tiene Marvel Studios y la saga Star Wars y, esperamos, que los mismos no se trasladen hacia esas franquicias. Como principal adjetivo debería decir que esta película NO ES PARA PÚBLICO ADULTO. Ni siquiera para un público púber, sino para niños. Lisa y llanamente podría caber en la categoría telefilm y nadie se daría por enterado de lo desastroso que la experimentada directora Ava DuVernay (“Selma”) intentó hacer con esta novela que, dicen, es “inadaptable” (pero de cuantos libros lo han dicho…). La historia sigue a Meg Murry (Storm Reid) que, cuatro años atrás, perdió a su padre (Chris Pine) ya que éste era un científico que aseguraba viajar a través del espacio-tiempo con la mente (¿?) y, claro, desapareció de un momento a otro. Nadie sabe que le sucedió, y a esto se le suma el bullying que recibe en el colegio, una madre que no la comprende y un pequeño hermano (¿adoptado?) que es super inteligente llamado Charles Wallace (Deric McCabe), tan insoportable como su nombre mismo. Misteriosamente, en la casa y sin previo aviso, una noche aparece en la casa de la familia una extraña mujer llamada Sra. Qué (Reese Whiterspoon) que parece no solo haber sido invitada por el pequeño Charles Wallace, sino que directamente es una loca trastornada. A esto se le suma que, al día siguiente, el insoportable pequeño, en un paseo con su hermana y, ahora, el joven Calvin O’Keefe (Levi Miller) que oficiará de “príncipe azul” y que nada tiene que ver con el tremendo personaje que interpreta en la recomendadísima “Better watch out (2016)” porque acá solo sirve para poner “cara de situación”; van a una casa abandonada a hablar con la Sra. Quién (Mindy Kaling), otro personaje perturbador que solo sabe hablar con frases de famosos. Este hermoso grupete se junta inesperadamente de un momento a otro con el último ser interdimensional-no-se-que-carajos llamado Sra. Cual (Oprah Winfrey) quien vendría a ser la líder de las otras dos y que, en un momento es gigante, y al otro no. Así de simple. Todos juntos irán en busca del padre de Meg, que parece “Tesereó” (Sí, así es el término) tan gloriosamente (¡!) que se fue hasta un lugar de oscuridad del cual no puede salir. ¿Cuál es la situación del “Tesereo” y el Teseracto (que, para que entiendan, es un Hipercubo o un cubo desfasado en el tiempo. Un término aculado por la ciencia para hablar de viajes en el tiempo)? En primer lugar, se usa mal, horriblemente mal, ya que lo que el supuesto mensaje New Age que nos quiere vender Un viaje en el tiempo (que en el original sería “Un pliegue en el tiempo”, pero no hay ni “Viaje” ni “Pliegue” en todo el filme) no llega a entenderse por lo mal editada que está, las elipsis que hacen a la historia parca y aburrida, y finalmente, a un desenlace sumamente edulcorado en el que no cuaja nada. No digo que la idea sea mala. Ni siquiera negaría que Disney, o estas grandes corporaciones, últimamente nos están preparando para algo que todavía no llegamos a entender y que se desencadenará pronto. Pero Un viaje en el tiempo tiene tantos huecos que lo de “vibrar y conectarse con el prójimo a una misma frecuencia” no se llega a entender. No se entiende quién ni qué hace Charles Wallace ahí. No se entiende que la niña mala que hace bullying de repente se hace buena. No se entiende por qué al entrar a un lugar oscuro está todo iluminado. No se entiende nada y aburre. Next.
Luciferina: El que busca, encuentra. La nueva película de Gonzalo Calzada será un nuevo hito en el cine de género nacional, tanto por el atractivo de su historia como por sus elementos subyacentes. “Cada cual tiene el Diablo que se merece” Arturo Pérez-Reverte El cine de género (fantástico o de terror) nacional ha tenido pocos y variopintos exponentes a través de los años. El mayor, quizás, lo tuvimos con Leonardo Favio y su “Nazareno Cruz y el Lobo (1975)”, un melodrama fantástico con tintes de épica que fue ganando adeptos y se convirtió en obra de culto. Por problemas de financiación o porque las historias costumbristas nos hacen sentir más identificados, este apartado cinematográfico no llega a la calidad de grandes producciones como las que nos brindan en el exterior, y muchas veces se prejuzga ante la nueva salida de un filme de estas características de factoría nacional, también por las mismas razones. Pero no todas son lo mismo. Luciferina (La bautizada por el Demonio), primera parte de una trilogía llamada “La Trinidad de las Vírgenes”, es el claro exponente de que cuando hay una gran idea, apoyo financiero, tiempo y trabajo, se puede realizar un producto que nada tiene que envidiar a las grande producciones de “afuera”. Y si, además, tenemos a Gonzalo Calzada como realizador e ideólogo del producto, mejor todavía. Recordemos brevemente que su máximo opus fue “Resurrección (2016)”, una cinta de terror gótico donde la razón competía contra la fe en el marco de una Argentina asediada por la peste en el siglo XIX y por elementos sobrenaturales, además del culto a San La Muerte, del cual vemos el génesis en nuestro país. Luciferina es más una búsqueda constante de los protagonistas, o la protagonista. Su búsqueda de un lugar en un mundo que no se siente propio. Una búsqueda de la identidad. Una búsqueda que la llevará a encontrar algo más peligroso de lo que imagina: Natalia (Sofía del Tuffo) es una joven recluida en un convento cuya madre muere en un confuso enfrentamiento con su padre, quien queda en una especie de coma en el altillo de la casa familiar donde la madre realizaba perturbadoras pinturas sobre un útero demoníaco que cobraba vida. Tras regresar a su casa y ver las secuelas del arrebato de su fallecida madre, su hermana, Ángela (Malena Sánchez) la invita a un ritual espiritual de ayahuasca con un Chamán peruano (Tomás Lipán) a realizarse en un convento abandonado en las islas del Tigre con su violento novio Mauro (Francisco Donovan) y tres amigos de la facultad de psicología: Abel (Pedro Merlo), Osvaldo (Gastón Cocchiarale) y Mara (Stefanía Koessl). El ritual que pretendía develar la verdad que subyacía a la historia de ambas jóvenes se convierte de pronto en una pesadilla que será la clave para la salvación de las almas poseídas que el demonio ha venido a reclamar. Hay varios punto a recalcar en el filme de Calzada que son importantes ante una visión de “Iniciado” como pretendo ser, ya que he estudiado el ocultismo (que nada tiene que ver con “Magia Negra”, sino con el método del discurso y el develado de las “fallas” del psiquismo): para comenzar un ritual como el que los chicos quieren hacer, bebiendo un brebaje sagrado, se tiene que estar en buenas o perfectas condiciones mentales. Un camino de Iniciación no es tomar ayahuasca y “ver que pasa”. Se necesita preparación previa, y esto es “sacarnos el Diablo de adentro”; no un Diablo como entidad física, sino el que todos los días desune las fuerzas del psiquismo a través de la lucha constante entre nuestros miedos, decisiones, vicisitudes. El Diablo es la pelea eterna en nuestro interior por intentar hacer lo correcto. Literalmente la etimología de Diablo es “el que separa/divide”. Y esta división constante hace que nuestras ideas y pensamientos no nos dejen ir hacia donde verdaderamente queremos, por ende, los automatismos de la psique (ayudados por los traumas del pasado) son los que rigen nuestra vidas. Volviendo a Luciferina, la trama gira en torno a Natalia (etimológicamente, “Natalis dies”-El día que nació Cristo) y su búsqueda de la verdad, esa verdad que le fue arrebatada y de por qué tiene este “don” de ver la luminosidad u oscuridad en las personas. ¿Para qué sirve? ¿Es un don o una maldición? Junto a su hermana y amigos emprenden esta odisea en la ciudad del Tigre. Mística y visiones de por medio, Natalia parece encontrar el amor; pero todo es pasajero entre personas rotas, donde quien parece ser una cosa, no lo es tanto. “La Trinidad de las Vírgenes” es una saga de tono fantástico escrita por Gonzalo Calzada y que narra las historias de tres jóvenes vírgenes que, en la misma noche y en extremos opuestos de la ciudad de Buenos Aires, son víctimas de un estado de posesión. Luciferina es la primera historia, a la que le sigue Inmaculada y finalmente Gótica. La saga tiene prevista una versión cinematográfica y una versión novelizada que complementa y amplía el universo de la Trinidad de las Vírgenes. El filme bebe influencias arquetípicas religiosas como también de clásicos del género, donde los más fanáticos identificarán homenajes a “EL Más Allá (The Beyond, 1981)” de Lucio Fulci, “El Resplandor (The Shinning, 1980)” de Stanley Kubrick e incluso el personaje de Marta Lubos nos hace recordar a “La Lechiguana” de la mencionada “Nazareno Cruz y El Lobo”. Pero en esta historia, como buena cinta de género, subyace un mensaje más profundo, el de la identidad robada, la oligarquia sectaria y la tan afamada y muchas veces ignorada “Elite Demoníaca” que controla cada uno de nuestros pasos y la tenemos tan arraigada que las teorías conspiranoicas no hacen más que ridiculizar el tema y terminamos por seguir nuestras vidas como corderitos al matadero. Gonzalo Calzada y Cludio Beiza hacen un magnífico apartado visual con la fotografía y el manejo de luces y sombras, creando una atmósfera gótica en el medio de los bosques del Tigre y sus catedrales abandonadas, sobre todo en ese soberbio clímax final del que no voy a contarles absolutamente nada y es, no solo el mejor exorcismo visto en cines, sino el más original y coherente con la trama. Pero además del apartado técnico y la dirección, las actuaciones destacan al no ser los típicos chicos cancheros del campus a los que querés ver muertos desde el principio, sino que son seres con una vida que es casi palpable, sufrimientos y afrentas que deben superar. Claro que Sofía del Tuffo y su “Luciferina” son una gran revelación de la que queremos tener más noticias en el cine de genero nacional. Y si de cine de género nacional hablamos, la leyenda Chucho Fernández, alguien que no debe faltar nunca en estas producciones, también hace una participación especial en el filme…pero no vamos a develar el misterio. Luciferina (La Bautizada por el Demonio) será seguramente un hito en la realización de producciones de género en nuestro país, ya que pocas veces se ha visto este tipo de películas y es, de seguro, la mejor en años.
Perfectos Desconocidos: La amistad en tiempos de Whatsapp. Alex de la Iglesia. Solamente este nombre es marca registrada de calidad. Y, una vez más, nos entrega una fábula sobre la miseria humana; esta vez, en tiempos donde la tecnología nos invade por todas partes. “En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber” William Shakespeare La intimidad, ese bonito y preciado tesoro. Nunca antes estuvimos tan expuestos como en esta época tecnológica: Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp. Redes sociales que nos “insociabilizan” constantemente. Acercándonos a personas que no conocemos y alejándonos de las que tenemos al lado. Una cena de amigos cualquiera puede ser el detonante de las miserias humanas, así como las cenas familiares porque, ¿que son los amigos sino la familia que cada uno elige? Alex de la Iglesia logra, una vez más, reflejar el comportamiento humano mediante una fábula que refleja lo primitivo que puede ser el humano en la era donde la tecnolo´gia evoluciona pero no así las personas. Perfectos Desconocidos es la remake del filme italiano homónimo del 2016. No voy a contar la premisa de aquella película ni compararla ya que el “esqueleto” es el mismo pero hay varias diferencias con la versión original, pero tampoco me compete analizar esa y sí ésta: siete amigos, tres parejas. Ellos se reúnen como habitualmente hacen en una cena. Con el marco de la “Luna de Sangre”, un eclipse lunar que pocas veces tenemos la oportunidad de apreciar, se da este meeting en el que un “inocente” juego librará la Caja de Pandora con destino incierto hacia los comensales. La cámara inquieta de de la Iglesia nos sumerge como espectadores voyeour de esta fatídica noche, donde los mensajes de los teléfonos celulares van cobrando dramática importancia a medida que avanza la trama; sin embargo el contexto del filme es una comedia, porque no podemos dejar de reírnos (quizás de forma incómoda porque nos reflejamos en algún personaje) de lo absurdo de las excusas, los diálogos, las tretas que cada uno debe decir o hacer para no ser descubierto. No hay un momento en el que no haya una carcajada nerviosa, o cómplice, porque estamos ante seres humanos con los que nos rodeamos día a día. Amigos, parientes. Perfectos Desconocidos logra enmarcar la acción con ese toque místico que el director español le imprime a sus obras, esta vez, la tan mentada “Luna de Sangre”, que según los antiguos volvía salvaje a las personas. Pura superstición irónica, ya que las propias acciones de los personajes del filme son las que traen consecuencias reales y nefastas a sus vínculos. Quizás Perfectos Desconocidos no sea la mejor película de Alex de la Iglesia, pero de seguro que es un retrato exacto a la relaciones interpersonales de hoy en día, atravesadas por la tecnología y las redes sociales tan drásticamente que, un simple mensaje de Whatsapp, puede destruir al matrimonio mejor consolidado.
Operación Red Sparrow: Guerra Fría, Película Helada. Si alguien pensó que este filme podría llegar a ser algo similar al origen de del personaje femenino de Los Vengadores, Black Widow, desde ya les digo que no. Y no solo no es un filme de espías trepidante, sino que Operación Red Sparrow se toma su tiempo para declarar su cometido. Y cuando digo “se toma su tiempo”, es literal, ya que la cinta tiene una increíblemente extensa duración de 2:20 hs. Comenzar así una review quizás me eche los perros en contra, pero para ser francos y objetivos, ¿qué tiene de interesante la variopinta carrera del realizador Francis Lawrence? ¿La saga de “Los Juegos del Hambre (The Hunger Games)”? Vamos, que ni siquiera pudo adaptar bien un cómic como el gran Hellblazer en esa bazofia llamada “Constantine (2005)”. Sin más preámbulos les voy a contar de qué va Operación Red Sparrow (¿por qué razón las distribuidoras se empeñarán en ponerle como prefacio el término “Operación” a cualquier filme de espías?): Dominika Egorova (Jennifer Lawrence) es una bailarina destacada del Ballet Bolshoi ruso. Durante una función, su compañero de baile “accidentalmente” quiebra una de sus piernas, y también sus sueños. Embargada por la tristeza y por no poder mantener a su madre enferma, Dominika acepta el trato que le propone su tío, un alto mando del servicio secreto de Rusia, como si esto fuese un buen trabajo. Dicho esto, ese “trabajito” sale mal (en realidad era una prueba para para determinar si era capaz de someterse al riguroso entrenamiento) y nuestra rubia rusa comienza las clases para ser una “Sparrow (Gorrión)”, que vendría a ser un agente secreto que usa su seducción, fuerza y manipulación psicológica para extraer información y completar misiones para su país. En este contexto, el agente de la CIA Nate Nash (Joel Edgerton) estuvo varios años “secreteando” con un topo ruso, pero en un último intercambio de información algo salió mal y casi se va todo al tacho. Ahora, Dominika deberá probar su lealtad a la patria que le dio todo, pero también exige total sumisión y, sobre todo, ser una esclava del Gobierno y no tener nunca más la libertad que, paradójicamente, es inherente en las aves. Como anticipé, Operación Red Sparrow es un filme que se toma su tiempo. Si bien la narración es sólida, peca de demasiada solemnidad en el trato de la acción, llevándola al campo más realista. Esto quiere decir que hay 3 o 4 escenas en las que las peleas y lo gore son en extremo, pero en una cinta de espías que se precie, debe haber un balance entre narración y acción. Sino, no se puede hacer tan larga la historia; y no lo digo por las actuaciones que son soberbias (a pesar de los acentos rusos forzados), ni por la fotografía, o el enrome uso de la iluminación, sino que parece que el realizador falla de nuevo en la adaptación: Operación Red Sparrow está basada en la novela del mismo nombre de Jason Matthews, que se publicó en 2013. En ella, Matthews (el cual su estilo de narración, dicen, se acerca más a John le Carré que a Ian Fleming) acompaña el desenlace de cada capítulo con una receta de cocina. No es casual ni arbitrario, ya que Dominika es una persona Sinestésica: nuestra protagonista femenina tiene una capacidad especial para “ver” la música, absorbiéndola como si fuera un flujo de colores que le permiten aumentar su desempeño en el escenario y le aportan una memoria prodigiosa. Una vez impedida para el ballet, comenzará a explotar esta cualidad para comprender las verdaderas intenciones de quienes la rodean, ir más allá de sus palabras y casi escanear sus pensamientos. Un poco de género fantástico no hubiese estado de más para una narración que no solo se hace pesada, sino que en mucho momentos parece que se metió en un laberinto sin salida, dando vueltas a un mismo tema con diferentes visiones. Lamentablemente, y pese a ser un gran filme en la parte técnica, Operación Red Sparrow no logra entretener como esta clase de filmes necesitan que lo hagan. En cambio, no dista de ser otra propaganda contra el sistema ruso (por más que haya una mención obligatoriamente crítica al sistema capitalista), el trato hacia las personas y, sobre todo, hacia sus mujeres. No hay nada nuevo bajo el sol.
Mala Vida: Violencia Pulp. Llega el nuevo opus de Mad Crampi y es todo lo que esperamos y más. Miguel Moliterno, más conocido por su nombre artístico, Mad Crampi es de esos directores arriesgados, que no le temen a nada. Quizás como los personajes de sus filmes: seres que destilan violencia, inocencia, que son llevados por la avaricia o los más bajos instintos. Ya desde su primer largometraje “RUN RUN, BUNNY! (2003)” sentó las bases de lo que sería su cine, mayormente influenciado por el descontrol y la atmósfera de Russ Meyer y Quentin Tarantino. En el año 2009 gana con “TODOS MIS MUERTOS (2009)” el concurso de largometraje digital del INCAA, un Spaghetti Western mezclado con muertos vivientes, una verdadera obra maestra del género que tanto nos gusta. Ahora llega Mala Vida, un filme que explota literalmente con personajes totalmente sacados, aprovechadores y criminales de poca monta en situaciones delirantes al 100 %: En un Buenos Aires salvaje, posmoderno, de colores intensos y pasiones urgentes, Heidi, la estrella pop del momento, desaparece sin dejar rastros. Tres oscuros mal vivientes planean aprovecharse de esa situación y urden un insólito plan para cobrar un millonario rescate y resolver este tema que tiene en vilo a todo el país. Pero nada resulta como ellos habían esperado y tras confusos incidentes y grandes casualidades, todos los protagonistas confluyen armados en un bar dispuestos a matar o morir. En Mala Vida, Mad Crampi ahora acompañado en la dirección por Fernando Díaz (Aterrados, 2018) nos lleva de excursión en un colectivo lleno de psicodelia donde hay un claro homenaje y crítica a la música pop basura de niñas ricas y cosentidas, de criminales que no saben más que hacer para conseguir dinero, de jóvenes que están “en babia” y se encuentran con un destino mejor al que aspiraban, con una violencia estilizada al más puro estilo tarantinesco, todo esto llevado al máximo exponente con el rock-surf de la banda argentina The Tormentos. Lo que hacen Díaz y Crampi en Mala Vida es un Pulp Fiction nacional y popular, con personajes grotescos pero que podemos cruzarnos todos los días y hasta podrían ser nuestros vecinos. La historia es simple, pero efectiva y no para un segundo. En todo momento hay una escena que te hace reír, saltar de la emoción y hasta aplaudir. El clímax final es de lo mejor que se vio en el cine de género nacional en años. Mala Vida es una propuesta de culto, solo para aquellos paladares exquisitos que nos gusta la adrenalina, la cafeína y las buenas pistolas humeantes (sí, también hay guiños al cine de Guy Ritchie).