El sudafricano Roger Michel (Un lugar llamado Notting Hill) narra la historia de una productora televisiva ambiciosa y workaholic (Rachel McAdams) que intenta revivir un show matinal de variedades cuyo rating está por el subsuelo y corre un serio riesgo de ser levantado, llevando como co-conductor a un prestigioso y malhumorado periodista cansado del oficio y de la vida (Harrison Ford) para que comparta la pantalla con la no menos cínica Diane Keaton. El film -sin ser gran cosa y apelando a todo tipo de clisés- resulta bastante simpático en su presentación del universo televisivo, pero los convencionalismos de su desenlace le quitan algo de brillo. El trío protagónico y los aportes de secundarios como Jeff Goldblum (el mandamás de la cadena) y Patrick Wilson (el novio de ella) aportan cierta gracia y frescura para un producto a pura fórmula que se ve sin molestia, pero que se olvida demasiado rápido.
Que a los estudios de Hollywood los seducen las historias con extraterrestres es algo que se puede comprobar repasando su producción década por década. Las invasiones alienígenas pueden ser pacíficas y aleccionadoras (las menos) o decididamente hostiles y violentas (casi siempre). Así como hace poco lo hicieron Sector 9 o Skyline: la invasión , Invasión del mundo -Batalla: Los Angeles propone otro relato de tono apocalíptico con mejores resultados visuales que dramáticos. La trama -sencilla, contundente y previsible- no elude prácticamente ningún clisé de los géneros de acción y ciencia ficción. El protagonista de este film dirigido por el sudafricano Jonathan Liebesman ( La masacre de Texas: El inicio ) es el sargento Michael Nantz (Aaron Eckhart), un veterano marine que está a punto de retirarse luego de un confuso y trágico episodio en Irak que terminó con la muerte de varios subalternos. Sin embargo, pocos minutos después de recibir la notificación de su baja comienza la masiva y agresiva llegada de naves extraterrestres y todos los militares disponibles son llamados al campo de batalla: las propias calles de Los Angeles. Así, Nantz deberá luchar no sólo contra los poderosos alienígenas sino contra la mala reputación que tiene entre los miembros de su propio pelotón. Será un largo y tortuoso camino hacia la redención. El film -más allá de su apego a todo tipo de fórmulas (como la reivindicación del heroísmo de los civiles, que aquí en su mayoría son latinos)- arranca de forma bastante convincente con los soldados resistiendo el ataque de los invasores dentro de una comisaría, con una apuesta al western urbano que recuerda a Asalto al precinto 13 , de John Carpenter. Sin embargo, en su segunda mitad el relato opta por un tono mucho más grandilocuente y se desbarranca a partir de diálogos dominados por apelaciones al patriotismo que parecen escritos para un institucional para el enrolamiento de nuevos conscriptos de las fuerzas armadas estadounidenses y que -en la comparación- convierten a Día de la i ndependencia casi en un film intimista y de cámara. Si el espectador está dispuesto a obviar cualquier tipo de análisis del discurso y una lectura ideológica del film, Invasión del mundo? regala muy buenas escenas de acción rodadas con cámara en mano (con un estilo vertiginoso y urgente que por momentos recuerda a Vivir al límite , de Kathryn Bigelow) y, claro, con un amplio despliegue de sofisticados efectos visuales generados por computadora que permiten ver a la ciudad de Los Angeles en llamas y luego en ruinas. La vieja pero siempre eficaz atracción del apocalipsis? ahora.
Una película que desafina El concierto es del tipo de películas que odio: obvia, burda, maniquea... El tono elegido (cercano al grotesco), la total inverosimilitud de su trama (quién se puede creer este tipo de enredos en tiempos de Internet), su propuesta demagógica, su estereotipada y oportunista mirada sociopolítica (vean si no cómo se representa a los viejos comunistas, a los gitanos, a los oligarcas), su permanente exageración, sus personajes sin vuelo ni carnadura... todo se conjuga para resultar de lo más irritante. Radu Mihaileanu (una verdadera deshonra para el excelente cine rumano) es el mismo de El tren de la vida y Ser digno de ser, pero aquí se "supera" con la historia de Andrei Filipov (Alexei Guskov), un director de orquesta del Bolshoi que 30 años atrás fue víctima de una purga antisemita por parte de la adminitración Brezhnev. En la actualidad, degradado a... ¡limpiar los baños! del teatro, descubre un ¡fax! que pide que la filarmónica rusa viaje a París para reemplazar de urgencia a la de Los Angeles para un concierto en el Thâatre du Châtelet en París. Andrei no tiene mejor idea que robarse la información y buscar a los viejos integrantes de su orquesta para rearmarla y viajar al evento. Luego de tan torpe premisa, vienen los mil y un contratiempos (cuando todo parece perdido surge siempre el golpe de suerte) hasta llegar al gran concierto final con la gente de pie y tirando flores al escenario. Sí, conté el desenlace ¿Esta claro que no la recomiendo?
Nunca es tarde... Gianni Di Gregorio debutó en la dirección (y prácticamente también en la actuación) a los 58 años con una encantadora comedia que recupera la mejor tradición y el espíritu de ese género fundamental del cine italiano, pero que le agrega una frescura y una pintura social (en medio del imperio del dinero y del individualismo que caracterizan a la era berlusconiana) que resultan bien contemporáneas. Así, este reconocido guionista de directores como Matteo Garrone (el realizador de El embalsamador y Gomorra ofició de productor de esta opera prima), se consagró en el Festival de Venecia 2008 al ganar allí varios premios por un film sencillo que, en apenas 75 minutos, ofrece un querible, entrañable relato sobre los "desclasados", los prescindibles, pero sin caer en bajadas de línea discursivas ni en subrayados que hubiesen arruinado el profundo humanismo de la propuesta. Gianni (el propio Di Gregorio) es un hombre maduro que vive con su madre despótica en una casa del Trastevere acuciado por las deudas. Estamos en pleno ferragosto, cuando "todos" se van de vacaciones y Roma se convierte en una ciudad casi fantasma. El administrador del consorcio al que Gianni le debe una fortuna llega con una propuesta que el protagonista no está en condiciones de rechazar: condonar parte de las expensas adeudadas a cambio de que se quede un par de días al cuidado de su madre y de su tía. Algo similar le pedirá un amigo médico. Así, nuestro antihéroe tendrá que lidiar con cuatro veteranísimas mujeres, todas con sus manías, sus achaques, pero también con sus ganas de vivir (al menos alguna experiencia regocijante). Gianni, entonces, se ocupará de ellas y las agasajará con ricas comidas. El resto... habrá que verlo. Si Di Gregorio no tenía casi experiencia delante y detrás de cámara, tampoco las tenían las viejitas (actrices no profesionales) que lo acompañaron en este pequeño y noble proyecto. Estamos ante un crowd-pleaser hecho y derecho, que no apuesta a la manipulación y que -más allá de algunos acordes musicales un poco estridentes y algún que otro momento un poco over the top- es irresistible. Si les gustan el (buen) cine italiano, vayan a ver Un feriado particular. La van a pasar muy bien.
Está lleno de documentales familares (y sobre todo de cineastas rastreando el pasado de sus antepasados) y está lleno de registros sobre las huellas que dejó -a ambos márgenes del Atlántico la inmigración europea y las secuelas, las heridas aún abiertas de la Guerra Civil Española. Pues bien, este trabajo autobiográfico de Cecilia Priego aborda todos esos tópicos y, sin embargo, a fuerza de rigor y sensibilidad -dos características que no suelen ir de la mano- consigue un retrato valioso, abarcador e íntimo al mismo tiempo. La directora reconstruye la historia -marcada por la tragedia- de sus abuelos y de su padre. Es una historia de muertes, exilios, abandonos, niños huérfanos e intentos no muy sanos por tapar, por clausurar, por olvidar. La realizadora -nieta, hija, hermana y también madre- va por el camino contrario al de ese sino familiar: busca (en una tarea casi detectivesca que por momentos remite a Yo no sé qué me han hecho sus ojos, de Sergio Wolf y Lorena Muñoz), prueba, intenta, no siempre con suerte, pero sí con tesón y ahinco. Con un interesante uso de viejas home-movies, materiales de archivo y muchas fotos provistas por sus seres queridos, apelando a textos que aparecen como subtítulos y ofreciendo imágenes de los (re)encuentros con sus parientes, Priego concibe un film áspero e incómodo por momentos, pero que nunca deja de ser honesto y conmovedor. Con las mejores intenciones y con sólidos recursos.
El director de Piratas del Caribe apuesta a un western protagonizado por un camaleón, con la voz de Johnny Depp El exitoso director Gore Verbinski sorprendió a Hollywood cuando hace algunos meses anunció que renunciaba a dirigir la cuarta entrega de Piratas del Caribe (había filmado con honores las tres primeras) para incursionar por primera vez en el universo de la animación. Si bien las peripecias del capitán Jack Sparrow ya tenían bastante del espíritu delirante y exagerado del cómic, el realizador arriesgó mucho al abandonar una de las sagas más populares de la historia para filmar un western protagonizado por. un camaleón. El resultado de esta audaz apuesta no pudo ser mejor: Rango es una joya tanto en lo estético como en lo narrativo, una comedia no sólo muy entretenida sino también con la inteligencia suficiente como para seducir a públicos muy diversos. Claro que Verbinski no se tiró solo a la pileta. Lo hizo acompañado por (la voz de) Johnny Depp y un impresionante elenco; por un guionista de fuste como John Logan (Gladiador, El aviador); por los geniales artistas y el soporte tecnológico de la Industrial Light & Magic, que lidera George Lucas; por el gran fotógrafo Roger Deakins como consultor visual, y por un combo musical que incluye una furiosa banda sonora compuesta por Hans Zimmer y el ritmo de Los Lobos. Casi nada. El film arranca en la actualidad (el antihéroe protagonista es una mascota que se cae de un automóvil en plena ruta) y luego se sumerge en el mitológico universo del western para describir las desventuras de la patética comunidad de un pueblo perdido en medio del desierto de Mojave. Desesperados ante la falta de agua y sometidos por un alcalde corrupto y por violentos villanos, los animalitos encuentran en el recién llegado Rango -un fabulador con ínfulas y bastante suerte que se convierte en sheriff- su única esperanza frente a tan aciaga coyuntura. Comenzará entonces una verdadera épica que incluye vertiginosas (y muy creativas) escenas de acción dignas de los cortos animados de Chuck Jones para la Warner, gags físicos y punzantes líneas de diálogos, duelos al mejor estilo del cine de Sergio Leone y una gran inventiva visual. Si bien en la mayoría de las salas se verá la versión doblada al castellano, quienes puedan acercarse a aquellos cines que exhibirán la versión subtitulada podrán disfrutar de las voces de Depp (quien aquí evita su tendencia al "unipersonal" para complementarse a la perfección con el resto del elenco) y de otros conocidos intérpretes, como Isla Fisher, Abigail Breslin, Ned Beatty, Alfred Molina, Bill Nighy, Harry Dean Stanton, Timothy Olyphant y Ray Winstone. Cuando parecía que sólo Pixar estaba en condiciones de construir relatos originales, universos con reglas propias, look moderno y espíritu clásico, personajes entrañables con hondura psicológica y distintos niveles de lectura tanto para niños como para grandes, aparece Verbinski con esta gema. Una bienvenida sorpresa para celebrar.
¿Es o se hace? (Creer o reventar) John Curran, director de films no demasiado trascendentes como Adulterio y Al otro lado del mundo, consiguió para este drama carcelario con envoltorio erótico y sustrato religioso sobre la manipulación, el deseo, la culpa y la redención a tres prominentes intérpretes: el veterano Robert De Niro (un oficial responsable de elevar los informes para decretar la libertad condicional en una cárcel de Detroit, que está a punto de jubilarse), Edward Norton (un preso que ya lleva 8 años encerrado por un crimen que terminó en la muerte de sus abuelos y que pretende obtener su permiso de salida) y Milla Jovovich (pareja del interno y vértice necesario para el triángulo sexual). El Jack Mabry de De Niro es un tipo tímido, reprimido y bastante ppatético que lleva 43 años casado con la ultra religiosa Madylyn (Frances Conroy). Sin embargo, a la hora de concretar su trabajo, es un tipo metódico, obsesivo, implacable, orgulloso de su pequeño lugar de poder en medio de una gris maquinaria burocrática. Su situación cambia por completo cuando tiene que lidiar con el cas de Gerald “Stone” Creeson (Norton) y, claro, con la insinuante, provocadora presencia de Lucetta (Jovovich). Lo que sigue es un thriller psicológico que alcanza sus mejores momentos cuando apuesta al “duelo” actoral y cae por debajo de la media cuando apela a momentos a-la-Atracción fatal o se regodea (y exagera) con las dimensiones morales/filosóficas/religiosas del dilema ético que plantea. Al fin de cuentas, La revelación es una película de gato y ratón, en la que no se sabe a ciencia cierta quién es el gato y quién el ratón, quién miente y quién dice la verdad, quién manipula a quién. El film logra sostener el suspenso y el interés más allá de algunos subrayados y de ciertos montajes paralelos y flashbacks un poco torpes. Es una película que no pasará a la historia grande del cine, pero que sus intérpretes la convierten en una digna propuesta.
La ópera prima de Iván Fund, rodada en un pueblo entrerriano, constituye un tour-de-force (para actores y público): transcurre dentro de un auto con cuatro jóvenes que durante una madrugada dan rienda suelta a su costado más primitivo y vulgar. El director filma casi todo en expresivos primeros planos y describe con diálogos muchas veces banales e intrascendentes algunos códigos masculinos. El relato de Fund, inspirado en el cine de John Casavettes, puede verse como una proeza en la puesta en escena, pero el resultado -al mismo tiempo- no es más estimulante que el de presenciar a un grupo de amigos que se insultan y se burlan entre sí. Si bien este film no llegó a convencerme, al poco tiempo Fund se "redimió" con la notable Los labios, codirigida con Santiago Loza, y ya tiene un tríptico listo como para ratificar su indudable talento.
En este documental del codirector de 8 semanas y Las hermanas L. estaba todo servido para la burla, el patetismo y la mirada satírica hacia los veteranos afiliados al PAMI que pasan unos días de vacaciones en el Complejo Turístico Chapadmalal. Las primeras imágenes parecen certificar esa presunción. Sin embargo, Montiel se concentra luego en los testimonios de una veintena de abuelos que cuentan a cámara sus historias de vida (graciosas o emotivas) y el resultado es de una diversidad e intensidad bastante convincente.
El director de Clon regresa, después de una larga ausencia, con un más que interesante documental que expone en toda su dimensión (social, urbanística, política, económica, histórica) el caso de la autopista que nunca se hizo, pero que marcó la vida de las últimas tres décadas en un corredor que incluye una cotizada zona de Belgrano. El gobierno militar que en Buenos Aires lideraba el trístemente célebre intendente Osvaldo Cacciatore inició en 1977 un ambicioso plan para trazar tres autopistas que cruzaran la ciudad. La AU3 nunca se hizo, pero los efectos del proyecto continúan hasta hoy. Tras una serie de expropiaciones y desalojos, cientos de terrenos y edificios fueron ocupados por gente de bajos recursos, generándose un enfrentamiento (virtual y de hecho) entre la gente de clase alta que vive en Belgrano R y los okupas. Hartmann recoge testimonios contundentes (de funcionarios y vecinos de ambos "lados"), reconstruye la génesis, registra las negociaciones y desvela el negocio inmobiliario detrás de las topadoras que todo lo arrasan y los subsidios con los que se intenta expulsar a los "indeseables" de la zona. Un sólido relato que, además, es impecable desde su acabado técnico y con algunas imágenes de gran valor cinematográfico.