Linterna verde es mejor en el papel Aun en estos tiempos de presupuestos multimillonarios y efectos especiales de última generación, el guión sigue siendo la base a partir de la que se construye una película. «Linterna verde» tenía todo para ser una buena adaptación de un comic legendario, probablemente el que más esperaban ver convertido en film los fans de la historieta, y es una pena ver cómo un pobre equipo de guionistas lo arruinaron todo. Bueno, todo no. El personaje está razonablemente respetado y, la génesis a través de la que un temerario piloto de aviones caza se convierte en superhéroe está bastante bien resuelta, aun reconociendo que podrían haberle dado un poco más de ritmo al principio de la historia, que ya empieza mal con un prólogo cósmico digno de un film de animación infantil. Luego, el don de Linterna verde de materializar cualquier forma imaginándola y lanzándola con los rayos que surgen de su anillo extraterrestre está más o menos bien explicado, pero en vez de darle formas creativas a este superpoder, el protagonista Ryan Reynolds se limita a a lanzar rayitos y burbujas verdes a diestra y siniestra, muy por debajo de las elaboradas construcciones que formaban parte del comic original. Hay sólo una escena, el primer test de acción fantástica del superhéroe salvando un helicóptero de un desastre seguro arrojándole una especie de rampa de carreras de auto para que se deslice sin peligro hasta el suelo, que transmite algo de la diversión y la creatividad psicodélica de la historieta de culto de CD Comics. Luego, lamentablemente teniendo todo a su alcance, los guionistas limitan semejante superpoder a una serie de combates en laboratorios donde los dones de Linterna verde asumen su forma más elemental y poco atractiva. El uso permanente de montaje paralelo para contar dos cosas a la vez tampoco ayuda mucho, y el cast, si bien incluye buenos actores secundarios como Angela Basett y Tim Robbins, sólo hace buen uso de Mark Strong como Sinestro, el líder del cuerpo de Linternas verdes galácticos, que como todos los lectores del comic saben, termina siendo el gran archivillano de este superhéroe que debería haberse quedado tranquilo dentro de sus cuadritos de historieta.
Ingeniosa comedia del Tom Hanks director Mientras se derrumba el mundo, Tom Hanks vuelve a ubicarse detrás de la cámara para contar la historia de un tipo sin trabajo que puede volver a rehacer su vida. Es una película amable y pequeña que en realidad no tiene ninguna pretensión de cine testimonial, pero que en su contexto de comedia con matices románticos, da en el tono exacto para este momento que se vive en los Estados Unidos. Larry Crowne trabaja en una cadena de supermercados baratos haciendo de todo como un descosido. Le pagan muy mal, ya que cuando lo convocan para hablar con la gerencia, cree que es para que lo nombren empleado del mes por novena vez, pero en cambio es para despedirlo por ser el único empleado que no tiene el más mínimo background universitario. Divorciado, con una deuda terrible por la casa que compró y sin perspectivas laborales de ningún tipo, Crowne se anota en una universidad por primera vez en su vida,. El jefe de estudio le sugiere dos cursos: uno de economía y otro de oratoria. Este último se lo recomienda especialmente porque le va a encantar la profesora, que como el lector adivinará, es Julia Roberts. Aquí uno podría pensar que la película se va a volver un poco obvia, pero Hanks, también guionista, dispara para otro lado tan amable y simpático como original. Como ponerle nafta a su camioneta es un martirio, Crowne le ccambia un LCD por una motito vintage a su vecino (Cedric the Entertainer acentúa el tono cómico del film con todo su talento). y de golpe se ve convertido en un miembro de una banda de motoqueros universitarios liderados por la reina del cool Sarah Mahoney. Mientras el matrimonio de la profesora Julia Roberts se va al demonio, Larry Crowne adopta su personalidad más refinada de Lance Corona -así lo rebautiza su amiga- y hasta consigue trabajo de cocinero en un restaurant de barrio, pero en los tiempos que corren, parece que el trabajo es oro. Con todas las películas que protagoniza para directores tan famosos como el mismo Steven Spielberg, Tom Hanks no ha tenido todo el tiempo necesario para fortalecer la carrera de director y productor que empezó con la excelente comedia de rock sobre una banda con un solo hit «Eso que tú haces» (luego también dirigió un excelente episodio de la serie bélica «Band of Brothers»). Viendo los excelentes resultados, y la notalbe dirección de actores que logra en esta muy disfrutable «Larry Crowne», se podría afirmar que es hora de que Hanks se pase más tiempo sentado en su silla de director. Uno de los motivos de esta afirmación es el imperdible trabajo de George Takei, nada menos que el oficial Sulu de la versión original de la serie «Viaje a las estrellas», en el papel de un profesor de economía que termina sus caseses con una carcajada diabólica de villano de la película. La capacidad de Hanks de hacer un gran personaje con una figura de culto que uno pensaba debía seguir atrapado en la vieja Enterprise es uno de los detalles que lo convierten en un gran director.
Deslucido regreso al cine de Los pitufos Para utilizar el lenguaje pitufo, esta adaptación de los famosos personajes del comic europeo es una pitufeada que logra hacer descender a estos duendes azules a los niveles más standards del cine infantil hollywoodense. Una pena, ya que el universo creado por el belga Peyo a fines de la década de 1950, además de ser tan simpático como irónico tenía todos los detalles de una cosmogonía propia y original, totalmente disfrutable por adultos, aunque obviamente enfocada a los chicos. Las historietas de Peyo ya habían tenido una versión animada para cine en 1975 («La flauta mágica de los pitufos») codirigida por el mismo autor de las historietas, y con los años, estos gnomos que utilizan la palabra pitufo para todo) tuvieron su serie animada de TV, videojuegos y merchandising de todo tipo. Pero esta versión, que mezcla pitufos digitales con actores de carne y hueso, parece enfocada solamente a vender juguetes pitufos. Tal vez Raja Gosnell, director de «Mi pobre angelito 3» (la que ni siquiera incluía a Macaulay Culkin) no era la persona indicada para ocuparse de los pitufos, pero el principal problema está en el guión, que no sólo está mal elaborado aun en términos elementales, sino que aporta el concepto totalmente errado y facilista de separar a los pitufos de su inconfundible y riquísimo mundo propio, para llevarlos a Nueva York y depositarlos en la casa de un ejecutivo de marketing que obviamente se enternecerá y humanizará ante la presencia pitufa (para colmo apenas un puñado, incluyendo a Papa Pitufo, La Pitufina, Tontín, el Filósofo, Valiente y Gruñón, dejando afuera la amplia gama pitufa de la aldea del bosque mágico imaginado por Peyo). Para los más chicos la película puede funcionar como pasatiempo poco memorable, pero está casi garantizado que sus acompañantes adultos quedarán sumidos en la desesperación. Entre las sobreactuaciones de Hank Azaria como el malvado Gargamel, los pasajes melosos del argumento y la pasmosamente pegadiza canción de los pitufos, la experiencia puede ser atroz. En fin, una pitufeada tremenda.
Amores, excesos y un Hoffman memorable Después de «Pequeño gran hombre», «El graduado», «Los perros de paja», «Tootsie» y tantos otros clásicos, se podría pensar que Dustin Hoffman, por más que se esfuerce, no puede volver a sorprender. Pero este gran actor se supera a sí mismo, y en «La vida según Barney» ofrece un trabajo memorable, tanto en caracterización como en profundidad, al interpretar al ex policía judío de alta incorrección política que se desvive por aportar algún tipo de guía espiritual a la desequilibrada y excesiva existencia de su hijo, especie de hippie descarriado convertido en famoso productor de la TV canadiense. Claro, este personaje es el Barney del título, e interpretado por Paul Giamatti es el protagonista del film, no Hoffman, que tampoco juega a robarse la película cada vez que aparece, sino que se integra perfectamente al elenco en cada escena (también actúa Jake, el hijo de Hoffman, personificando a su nieto, pero por razones argumentales los dos nunca aparecen juntos en una misma escena). Basado en una novela de Mordecai Richler (legendario escritor canadiense) «Barneys version» cuenta con todo detalle las terribles desventuras afectivas del personaje de Giamatti, por suerte mitigadas con algunos logros esporádicos pero gloriosos. No se sabe quién es más desbordado, si el talentoso actor o su excesivo personaje, pero de todos modos esta comedia dramática, con momentos de humor negrísimo, narra con notable pulso los tres casamientos de este productor televisivo metido en líos de todo calibre, incluyendo una acusación de homicidio. Básicamente, la película es una historia de amores y desamores, condimentados con chistes de drogas, dramas con drogas, borracheras descomunales y un riquísimo retrato de la sociedad judía de Montreal de mediados de la década de 1970. El punto culminante del film es el momento en el que el productor que encarna Giamatti conoce al gran amor de su vida, exactamente en su segunda fiesta de casamiento. Esta larga escena de una boda judía no tiene desperdicio -y es una de los ocasiones en las que Hoffman se luce asustando a la esposa del Gran Rabino con cuentos obscenos-, con un gran momento de comicidad musical y ambientación de época: la banda de música tradicional judía, impecablemente vestida con trajes y kipá, va evolucionando con los excesos de la fiesta y de golpe está tocando clásicos funky de James Brown. «La vida según Barney» tiene muchas cualidades y un par de defectos graves. Es demasiado larga (135 minutos) y al final le cuesta mantener el tono corrosivo propio del autor de la novela original. Una pena, ya que durante la primera hora y media se sostiene brillantemente, pero se puede suponer que el director encaró el proyecto con el mismo espíritu excesivo de su protagonista. Todo no se puede, pero esto no impide que se pueda recomendarla, y no sólo por el trabajo increíble de Dustin Hoffman.
Ciencia ficción al nivel de los clásicos Más allá de lo formidable que es como película de ciencia ficción, gracias al guión y la dirección del creador de «Lost» J.J.Abrams, esta antológica «Super 8» nos trae de regreso al Spielberg productor que, a mediados de los 80, potenciaba a su máximo nivel el trabajo de directores como Joe Dante o Tobe Hooper en éxitos de taquilla de la época, hoy considerados clásicos, como «Poltergeist» o «Gremlins». Es que desde el título, esta película remite a los primeros años de la carrera de Spielberg, cuando no era el cineasta ganador del Oscar prestigioso de «La lista de Schindler», sino un nuevo Rey Midas que, a partir de precarios films caseros rodados en su infancia en super 8, había cambiado la manera de hacer películas en Hollywood, dominando luego la taquilla mundial ya sea con films propios como «Tiburón» o con obras de otros producidas por él, como las ya mencionadas, o con otras similares como «Al filo de la realidad» (Twilight Zone: The Movie) que codirigió él mismo junto a John Landis, Joe Dante y George Miller. Justamente en «Super 8» hay unos chicos pueblerinos tratando de filmar su gran opus de zombies en aquel paso hogareño que murió con la aparición de las cámaras de video familiares. Pero «Super 8» no es sólo un homenaje a la génesis de Spielberg como director -además de estar estrechamente vinculado temática y formalmente con dos films esenciales en su carrera, «E.T.» y, sobre todo, «Encuentros cercanos del tercer tipo»-. es un film con entidad propia que se ubica entre lo mejor del cine de ciencia ficción de lo que va del siglo. El guión de Abrams se acerca al género fantástico con gran astucia, dándole al espectador la información y los climas en dosis sumamente medidas como para abordar viejos temas y referecnias clásicas con una aproximación nueva, que permite que esta película tenga algo para ofrecer en varias direcciones distintas. En esto se parece un poco a algunas historias de Stephen King cuando se aleja del terror sin abandonar del todo la atmósfera del género, como por ejemplo en «Cuenta conmigo». La historia empieza de a poco, lentamente, se toma su tiempo en presentar los personajes y su ambiente, y de golpe comienza a ofrecer la acción y el suspenso en dosis cada vez más fuertes, y a medida que avanza la proyección el asunto sólo mejora y mejora. El público más exigente y conocedor del género y del toque Spielberg puede empezar a ver el film algo preocupado por lo conocida que le pueda resultar esta historia. Pero en cada giro del relato, Abrams se encarga de soslayar los típicos lugares comunes para que se amolden a la trama sobre un pequeño pueblo de Ohio asediado por una fuerza militar conspirativa que quiere tapar un incidente relacionado de alguna manera con lo paranormal, con ovnis o con extraterrestres. Lamentablemente los chicos, mientras filmaban su película de zombies en super 8, se convierten en los únicos testigos del extraño accidente de un tren militar que detona todo tipo de cosas raras, algunas realmente ominosas y terroríficas, que empiezan a suceder a su alrededor. Hay humor, suspenso y hasta toques de melodrama preadolescente perfectamente integrados a un hilo común. Finalmente todo confluye en algo que podríamos denominar una película de monstruos, con una criatura realmente amenazadora que tiene más de Alien que de E.T., aunque, por raro que parezca, podría ubicarse en el medio de estos dos seres tan opuestos. Ni hay que decir que «Super 8» está fabulosamente filmada (no por nada Spielberg visitó asiduamente el rodaje). Pero lo que realmente llama la atención son las extraordinarias actuaciones que Abrams le arranca al grupo de chicos protagonistas. Si hay que agregar algo, basta señalar que al círculo mayor de marcianos de películas clásicas como algunas ya citadas, y a otros como «El día que paralizaron la tierra» o «El enigma de otro mundo» hay que sumar ahora a «Super 8». Para un fan del buen cine no hay casi nada mejor que disfrutar en pantalla grande de un hito como éste en el momento de su estreno original.
Sorpresivos enredos romántico-familiares Más allá de sus tonos agridulces, «Loco y estúpido amor» es una mezcla curiosa de distintos tipos de comedias, al punto de que se la podría definir como una comedia de enredos romántico-familiares. La película comienza en un restaurant donde la cámara se mete debajo de las mesas para mostrar las caricias de los pies entrelazados de la mayoría de las parejas comensales, excepto los del dúo protagónico, Steve Carell y Julianne Moore. El está quejandose de haber quedado demasiado lleno, mientras elige el postre, y se queda totalmente petrificado cuando ella le pide el divorcio. Luego de 25 años en pareja, el desolado marido, ya divorciado y mudado a su propio departamento, no tiene la menor idea de cómo comportarse con las mujeres. Totalmente perdido en un bar lleno de chicas ansiosas de que alguien las lleve a su casa, el pobre hombre encuentra una extraña ayuda, probablemente surgida de la lástima. Un desconocido (gran papel de Ryan Gosling) que aparentemente tiene gran éxito con las chicas, le invita un trago y se compromete a darle lecciones de cómo recuperar su masculinidad perdida décadas atrás. Por momentos parece imposible que el recién divorciado, que habla solo en bares repitiéndole a cualquier desconocido el nombre del compañero de trabajo de su ex mujer que provocó el divorcio, pueda llegar a convertirse en un seductor exitoso. Pero, además de las excelentes actuaciones de todo el elenco, lo mejor de «Loco, estupido amor» son las vueltas sorpresivas de una historia en general muy bien narrada por el dúo de directores (está escrita por Dan Fogelman, el mismo guionista de las dos «Cars», entre muchos otros flms). Aparte de la pareja divociada, el amigo misterioso depredador de bares con solteras, y del compañero de oficina que hizo detonar la ruptura (un Kevin Bacon que podría haber estado mejor aprovechado) hay toda una gama de personajes que mezclan sus pasiones del modo más torpe y desventurado posible, incluyendo al hijo de 13 años con tendencias romántico-onanistas de los protagonistas, una babysitter enamorada del padre de los chicos que cuida, una profesora ex alcohólica lista para cualquier cosa y una futura abogada conforme con un novio que alguien definió como un «valium humano», a pesar de tener propuestas más fogosas. Con esta descripción, casi todo en esta película pinta bien: hay buenos actores y una historia original bien contada. El problema es que faltan gags, algo que llama la atención siendo éste un film de los directores de la salvaje historia de amor gay «Una pareja despareja», en la que Jim Carrey se enamoraba en la cárcel de Ewan McGregor. Esa película no tenía la cohesión de ésta, pero sus gags eran terriblemente eficaces, mientras que los de «Loco y estupido amor», en general, sólo hacen sonreír. El final meloso y un poco patético tampoco ayuda a equilibrar un conjunto que, de todos modos, tiene bastantes cualidades como para poder recomendarse.
Hollywood le hace justicia al emblemático “Capitán América” Despues del mitológico semidios Thor, finalmente llegó a la pantalla como se debe el gran héroe de Marvel Comics, el Capitán América, cuya idiosincrasia belicosa lo alejaba de cualquier emprendimiento hollywoodense, especialmente en los tiempos bélicos de Bush. Ahora, aun en la era del Premio Nobel de la Paz Obama, hubo que tomar recaudos a la hora de adaptar a este superhéroe vestido -y armado- con su traje y escudo con los colores de la bandera estadounidense, que al menos dentro de los cuadritos de historieta, se la pasó exterminando villanos comunistas a diestra y siniestra. La corrección política impide al Capitán América combatir ejércitos vietnamitas. Desde el prólogo contemporáneo con el hallazgo de su escudo congelado en una nave de apariencia desconocida enterrada en el hielo, ésta es la historia de su génesis y primeras luchas a muerte contra los nazis de la espeluznante división Hydra, cuyo demente jefe Schmidt es capaz de traicionar al mismo Hitler en su afán por destruir al mundo. Lo mejor de «Capitán América» es su look genuino de simple historieta a la antigua, algo perfecto para el director Joe Johnston, experto en cine fantástico, como demostró hace años en su excelente «The Rocketeer», especie de comic art deco que parece sentar las bases y el concepto general de esta nueva y más que sólida adaptación del emblemático superhéroe. La dirección de arte que combina la típica estética del comic con la de la propaganda bélica de la Segunda Guerra Mundial no tiene desperdicio, y es un hallazgo formal y narrativo a la vez, ya que uno de los pasajes más entretenidos del film es el que muestra al Capitán América como héroe de varieté en espectáculos dedicados a la venta de bonos patrióticos. Tampoco tiene desperdicio el muy bien contado comienzo del film que narra la desesperación del debilucho y enfermizo Steve Rogers, apaleado desde chico por bravucones, y que sin embargo siempre se negaba a huir de una pelea. Ya con los Estados Unidos en guerra, el sufrido alfeñique se esfuerza cinco veces seguidas, sin éxito,para entrar en el ejército, si fuera posible en el mismo batallón 107 en el que murió su padre durante la Guerra del 14. Un científico de origen alemán del lado de los Aliados (Stanley Tucci en una actuación soberbia) lo elige como candidato para un experimento que lo convertirá en un superhombre. Todas estas primeras escenas, contadas con formidable clasicismo por Johnston, culminan en una secuencia de antología en la que el ex raquítico pero tenaz luchador, ahora con su nuevo físico apenas descubierto, se enfrenta con una banda de espías nazis por las calles de Brooklyn. En realidad, toda la primera mitad de los 124 minutos de proyección podrían formar parte de una auténtica obra maestra, con una combinación exacta entre estética, humor, narrativa y acción a granel, sobre todo una vez que el Capitán abandona la venta de bonos y se dirige al frente de batalla. Lamentablemente luego el humor empieza a decaer, la relación entre Rogers y su chica (la muy sexy pero poco aprovechada Hayley Atwell) no prospera, un gran actor como Tommy Lee Jones apenas contribuye con algunos bocadillos, y las escenas de combate fantásticos contra las tropas de Hydra y el horrible Schmidt (todo un archivillano cuando empieza a lucir su roja calavera) son un poco repetitivas, a pesar de la generosa producción y el excelente uso del 3D digital (el escudo arrojado a cámara es imperdible). El resultado es una película buenísima, aunque al final el espectador quizá tenga la sensación de que podría haber sido aún mejor. Obviamente los fans del comic y del cine fantástico no deberían perdérsela de ninguna manera, y ellos son los primeros en saber que no hay que irse del cine hasta el final de los créditos debido a que hay una escena que adelanta el futuro de los superhéroes de Marvel en la pantalla grande.
Unos pingüinos le roban la película a desaforado Carrey Jim Carrey acaba de inventar un nuevo subgénero de la comedia boba, el de los gags escatológicos con pingüinos que hacen sus necesidades en los lugares menos indicados y hasta hacen surf en el inodoro. El histrionismo desencadenado del actor de «Tonto y Retonto» y «The Truman Show» puede ser un problema para los espectadores adultos que lleven a sus chicos a ver «Los pingüinos de papá», pero las aves animadas digitalmente en la mayoría de las tomas (también hay algunos pingüinos auténticos muy bien adiestrados), sin duda tienen más gracia que los intérpretes humanos y son lo suficientemente buenos comediantes para hacer reír a toda la familia. Más allá de lo graciosas que puedan ser las aves protagónicas, la trama, basada en un libro infantil de la década de 1930 probablemente adaptado con poca fidelidad, no ayuda demasiado. Carrey es un frío y bastante desalmado hombre de negocios, divorciado y con una pésima relación con sus hijos (especialmente la adolescente Madeline Carroll, que directamente no lo aguanta) y que por otro lado nunca tuvo nada parecido a una relación seria con su propio padre, quien de repente le deja como herencia una bandada de pingüinos que le desorganizan completamente la vida, pero que como es de prever, terminan humanizándolo y volviéndolo un personaje encantador. Es dificil saber si Carrey es más insoportable cuando es frío y cerebral o cuando se vuelve simpatiquísimo gracias a los pingüinos. Pero hay que reconocer que las escenas con los pajarracos están muy bien filmadas, especialmente en todo lo que tiene que ver con la elaboración de los gags, que no por elementales son menos eficaces a la hora de hacer reír y mantener entretenido un buen rato al público infantil, lo que los padres apreciarán especialmente en estas vacaciones de invierno.
Con “Atrapada” regresa el mejor Carpenter Siendo el mejor director de films de terror de finales del siglo XX, John Carpenter terminó tan aburrido de la mediocridad de los estudios de Holywood como para pasarse casi todo lo que va del siglo XXI recibiendo las pingües ganancias por las remakes de sus viejas películas, y sólo fue convencido para filmar dos episodios de la serie «Master of Horror» y esta «The Ward», que en principio también tenía origen televisisivo (parece que fue concebido como telefilm, pero dado el nivel de la producción y la firma de John Carpenter, la película tuvo un estreno limitado en los cines de las principales ciudades norteamericanas). Al lado de las dos últimas películas ferozmente épicas del director (las excelentes «Vampiros» y «Fantasmas de Marte») «Atrapada» sin duda es un Carpenter decididamente intimista. Luego de un acto piromaníaco, una chica es encerrada en un manicomio donde las pacientes van muriendo una por una de muertes espantosas. Las internas ocultan un horrible secreto que aparentemente es el causante de los asesinatos progresivamente de corte más y más sobrenatural, y la recién llegada podría descubirr ese secreto y detener las muertes. La trama funciona en principio como una variación más claustrofóbica de «La niebla» («The Fog»), una historia clásica de fantasmas donde los espectros vuelven de la tumba a reclamar por alguna injusticia pasada. Sólo que Carpenter ya filmó esa historia, por lo que ahora, luego de establecer la estructura del film y convencer al espectador de estar ante una historia típicamente fantasmal, le da una vuelta de tuerca imprevisible al guión y lleva la película en una dirección totalmente distinta, que por supuesto no convendría adelantar. El film se toma su tiempo en generar climas ominosos, y juega con el espectador asustándolo cuando menos lo espera. En este sentido, el lenguaje formal de Carpenter es implacable, eso a pesar de que no utiliza especialmente la música (es una de las pocas veces en su carrera que no es el compositor del score musical de un film, que aquí está a cargo de Mark Killian). Es un film chico, sin estrellas, con apenas un muy buen actor de reparto como Jared Harris, y prácticamente un único decorado que es esa siniestra clínica psiquiátrica. Pero es una excelente película de terror, con momentos realmente fuertes, y con el formidable estilo visual de Carpenter. Dado que hace ya muchos años no se estrena una de Carpenter en los cines argentinos («Fantasmas de Marte» salió directo al dvd) es un lujo poder ver «Atrapada» en pantalla grande.
Sólido final para la saga de Potter La segunda parte de «Las reliquias de la muerte», es decir la última película de Harry Potter, es un sólido final para la saga, ya que a diferencia del film anterior, vuelve a ubicar a los personajes en la escuela de magia donde transcurrieron las entregas anteriores y les da un desenlace apropiado a cada uno. «Las reliquias de la muerte parte 1» estiraba cada situación -y sobre todo cada diálogo- hasta lo imposible; en su afán de convertir un solo libro en dos películas se volvía uno de esos casos de adaptación literaria absolutamente literal que, lejos de lograr fidelidad a una novela, simplmente tratan de calcarla a la pantalla grande, lo que es algo tan absurdo como imposible. Viendo esta segunda parte, da la sensación de que casi todo lo mejor del libro quedó para esta nueva película que resulta realmente contundente en cuanto a su dosis de super acción sobrenatural. La película también aprovecha mejor a John Hurt (aunque también demasiado brevemente dado el talento del actor) en el rol clave de un viejo mago que sabe como nadie el secreto de la vida propia que tiene cada varita. Esto permite que Harry y sus amigos tengan otras herramientas para luchar contra el temible Valdemort, que igual que en el film anterior tiene todas las de ganar. Pero en su lucha desesperada, el clan de aprendices de brujo ya bastantes crecidos comete un robo espectacular durante una secuencia increíble en la que terminan montando un dragón, lo que da lugar a ese tipo de imágenes que aprovechan al máximo el 3D digital con que el director David Yates despide a Potter. Y por supuesto, el asedio a la escuela de magia por parte de Valdemort y sus esbirros propicia una especie de catálogo donde se describen todos los duelos sobrenaturales posibles, ese tipo de situaciones únicas que convirtieron a la saga de Potter en el inédito mega éxito de taquilla que todos conocemos. En este sentido, los efectos especiales son alucinantes, y algunos están entre lo mejor de toda esta serie de películas. También hay todo tipo de revelaciones melodramáticas sobre los oscuros secretos de la infancia de Harry que justamene le dieron ese lugar tan importante en esa realidad paralela de magos, y algunos de esos secretos develados implican momentos de gran intensidad muy bien resueltos actoralmente por el actor Daniel Radcliffe, que también asume el reto de caracterizarse como Potter en distintas edades La historia es compleja, e igual que en la últimas películas de la saga, al espectador que no sea fan a muerte le puede llegar a costar un poco seguir todos los hilos de la trama, aunque como aquí se resuelven, las dudas se van disipando a medida que avanzan las más de dos horas de proyección. El tono es realmente dramático, pero por suerte hay algunos toques de humor para que esta despedida no sea del todo solemne, detalle que es el punto débil de este recomendable final de una saga que en un momento parecía interminable.