Bizarras aventuras de un escritor angustiado Un escritor de libros infantiles decide cambiar de género (literario), por lo que se queda sin trabajo, y luego sin novia. Cuatro años más tarde, intenta infructuosamente escribir una novela, mientras sobrevive como vendedor de drogas. Para salir del bloqueo creativo, viaja a Canadá, y de golpe descubre que la lista de cosas que debe hacer antes de sacar la visa podría ser la novela que hace tanto intenta escribir. "Ojalá vivas tiempos interesantes" es una comedia del absurdo que se vuelve más y más negra a medida que avanza la enroscada trama que, hacia la mitad, se enfoca en lo policial y macabro. En realidad, el director Santiago Van Dam no parece decidirse en hacer foco en nada en particular, salvo el personaje central, bien interpretado por Ezequiel Tronconi, casi el protagonista absoluto que prácticamente ocupa cada plano del film. Como no hay intención naturalista, el asunto funciona mejor cuando el desvarío fluye lejos de la trama principal dando lugar a escenas asombrosas, como una de baile flamenco que justifica por sí sola el precio de la entrada. Luego, si bien el conjunto tal vez no sea homogéneo, siempre está bien filmado y actuado, e incluye momentos visuales creativos, como un par de atractivas escenas de animación.
La muñeca maldita sigue en actividad La muñeca que ocupaba el prólogo de "El conjuro" sigue haciendo estragos en esta segunda precuela que mejora, un poco, el nivel de la película anterior. Esta vez, la historia va directamente al origen de la pesadilla, mostrando las penurias de unas chicas que, cuando cierra el orfanato donde viven, se mudan a la mansión de un fabricante de juguetes que perdió a su hija en un accidente doce años atrás. La película empieza más o menos tranquila dada las circunstancias, y hay que darle un poco tiempo antes de que los sucesos horripilantes empiecen a sucederse uno tras otro. El director David F. Sandberg intenta un clima de terror clásico que por momentos rinde, aunque también se torna un tanto repetitivo en las típicas escenas de heroínas deambulando por pasillos oscuros. Por suerte, el nivel de horror va creciendo en intensidad sobre todo cuando los hechos también empiezan a pasar a plena luz del día, lo que da lugar a algunas de las mejores escenas. La fotografía es excelente, igual que la dirección de arte que se luce especialmente con el diseño no sólo de la muñeca sino también de algunos de los juguetes de época que, por supuesto, siempre aparecen en las numerosas escenas sobrenaturales.
Luc Besson de regreso a un mundo futurista Luc Besson vuelve al terreno futurista e intergaláctico de una de sus mejores películas, "El quinto elemento", ahora adaptando un comic francés de culto, "Valerian y Laureline", de Pierre Christin y Jean-Claude Mezières, por lo que el asunto es más ambicioso, empezando por el concepto de una ciudad en la que conviven pacíficamente mil culturas y razas llegadas desde los más lejanos confines del universo. En el divertido prólogo que va demostrando cómo, desde una estación espacial internacional, se fue dando una larga serie de encuentros con culturas extraterrestres, hay más diseños de marcianos estrafalarios que en cualquiera de las películas de "Hombres de negro". Pero la variedad de criaturas y paisajes extraños puede llegar a ser abrumadora a lo largo de las mas de dos horas de película donde, por una cuestión lógica de adaptar una serie de comics en un solo argumento, pasan más cosas de lo que el sentido común aconsejaría. Los agentes de la confederación humana, Dane DeHaan y Cara Delevingne, deben descubrir un secreto oscuro en esa sociedad ecuménica, lo que deriva en un horrible caso de intolerancia relacionado con los terrícolas. Las imágenes alucinantes implican prodigios técnicos difíciles de apreciar del todo viendo una sola vez esta película, cuyo efecto visual redime sus desequilibrios argumentales. En el elenco la que realmente se luce es la cantante Rihanna como una alien con curiosas habilidades.
Bruce Willis se ríe de sí mismo Tal vez este delirio policial plagado de incorrección política no sea lo mejor que haya filmado Bruce Willis, lo que no impide que pueda recomendarse por media docena de escenas divertidas y desaforadas. Por ejemplo, una en la que Willis anda desnudo en patineta tiroteándose contra un auto, u otra en la que una transexual psicópata lo convierte en drag queen como paso previo a asesinarlo. Hay más situaciones del mismo estilo, y básicamente lo sucede es que el protagonista, único detective privado en las playas de Venice, California, está buscando a su fiel perrito, secuestrado por un feroz pandillero y traficante de drogas, aunque luego va pasando de mano en mano de personajes entre sórdidos y lunáticos. La falta de conexión entre ellos, y de hilación entre los distintos episodios, es evidente, pero la película pasa rápido y como no se toma nada en serio, lo único que hay que hacer es disfrutar de sus buenos gags y del carisma de este Bruce Willis autoparódico. Lo único para lamentar es que John Goodman aparezca demasiado poco.
Curioso itinerariopara hacer en Iowa Aparentemente, una de las cosas más interesantes que se pueden hacer en Iowa es visitar el museo dedicado a la masacre de Villisca, legendaria e inexplicada serie de homicidios que no sólo fomenta el turismo local, sino que ahora también dio lugar a esta película de bajo costo y look mucho más digital de lo necesario, sobre todo dada la naturaleza del tema. Es que, hasta ahora, el director Tony E. Valenzuela nunca había salido de YouTube, donde ha logrado desarrollar su canal propio dedicado al genero fantástico, BlackboxTV. Justamente, este primer largometraje no sólo tiene un look de publicidad de internet, sino que además no logra darle mucha fluidez a su historia sobre dos amigos adolescentes que, justo antes de que uno de ellos vaya a vivir a otro pueblo, deciden ir a buscar espectros a Villisca. Y el plan varonil es perturbado por una intrusiva chica sexy de Chicago, que evidentemente no sabe bien qué se puede hacer en Iowa. La película demora mucho en arrancar. Cuando lo hace, ofrece más de un par de horrores interesantes, pero sólo de manera intermitente, como si todo hubiera estado pensado para ver de a ratos por YouTube.
Mirar emojis para no mirar el smartphone El concepto, ya desde el titulo, suena realmente mal. Pero, en la práctica, esta odisea emoticona al menos tiene un par de ideas argumentales divertidas, pensadas para dar rienda suelta a imágenes delirantes que se elevan por sobre las obvias limitaciones de los personajes. Justamente, para lidiar con la necesaria ausencia de matices de caritas sonrientes o lloronas destinadas a mantener esa actitud en toda situación, la historia se enfoca en un emoji problemático que no puede dejar de expresar la más amplia variedad de emociones incontenibles. El diseño de estos jeroglificos del mundo moderno se queda un poco corto en varios niveles, especialmente al dotar a las caritas y manitos con unas terribles patitas. Pero hay que reconocer que el demente universo en el que se mueven está lleno de detalles imaginativos, equilibrando lo desparejo del asunto. La dura vida del emoji, destinado a esperar estoicamente a ser elegido por el usuario, deriva en situaciones kafkianas, y la progresión pesadillesca siempre está acompañada por desaforadas explosiones multicolores que casi logran lo imposible: distraer al espectador de la pantalla de su smartphone.
Ahora su marido también esadicto al fútbol Un ejecutivo serio, casado y padre de familia es tan adicto a ver partidos de fútbol como para olvidar el mundo real, y terminar perdiendo su trabajo y destruir su familia. Como además es simpatiquísimo, carismático y canchero, aparece en el 90% de las escenas, y es Adrián Suar, claro. Lo cierto es que al espectador le costará mucho tomarse en serio el drama del "futbalcoholic" y así, sin creer una historia, es difícil que alguien pueda terminar riendo. La falta de buenos gags tampoco ayuda. Hay un momento gracioso a destacar, especie de modesto homenaje a Harold Lloyd, con Suar colgando de un balcón, con el guión aportando una resolución futboladicta a la altura del Tano Passman. No hay mucho más a destacar en este sentido. Si como comedia no hace reír, tal vez sea porque no aporta nada como sátira social relacionada con un asunto tan conflictivo como el fútbol y la corrupción, la influencia política, las barras bravas, la violencia todo el largo etcétera bien conocido por todos. Esos y otros asuntos son cosas que no aparecen en esta película que desperdicia mucho talento a todo nivel, empezando por Julieta Díaz, la esposa frustrada, que si tuviera un mínimo de diálogos o situaciones razonables podría sostener su exagerado maquillaje pálido, digno de una walking dead, pero mucho más light, como toda esta película. Por suerte, a mitad del asunto aparece Alfredo Casero en el papel del asesor del adicto estelar, y en cada una de sus escenas tiene algo divertido, aunque mucho menos de lo que uno querría.
Más costumbrista que policial negro Un aprendiz de cocina en un restaurante de una ciudad del interior comete algunos delitos con la idea de ahorrar para abrir su propio boliche. La idea es mínima, y el concepto general es aun más minimalista, tendiendo a describir el panorama social general antes que un auténtico submundo criminal propio del cine policial. Por eso, "El aprendiz" se queda a mitad de camino entre el auténtico film noir y el drama costumbrista. De suspenso, ni hablar; de hecho, el conflicto entre los mismos miembros de la banda de maleantes, con un capanga que estafa al resto, es un asunto que se adivina que explotará en cualquier momento, y el director ni intenta dibujar argumentalmente este tipo de obviedades. A favor del film se puede decir que técnicamente esta bien hecho, con una fotografía buena en lo que tiene que ver con los paisajes sobre todo en los planos generales descriptivos- y que las actuaciones son creíbles. Pero al final da la sensación de que más que para un largo, tanto minimalismo podría haber quedado a medida en un cortometraje.
Un regreso al terror de los 80 Esta película canadiense se vale con astucia de un bajo presupuesto para llevar al espectador al terror bien gore y lleno de látex de la década del 80, aquellos años de efectos especiales de maquillaje y truculencias nunca vistas. Hay elementos de "Reanimator" y "Hellraiser" y, sobre todo, mucho del Lucio Fulci de "L'Aldila", que también, igual que ésta, tiene que ver con un hospital que sirve como umbral a otra dimensión infernal. Pero lo bueno de "The Void" es su ritmo, y al menos durante la primera mitad realmente sorprende por cómo intensifica el clima de suspenso hasta un terror sobrenatural. Hay un sheriff de pueblo con una noche complicada; primero salva a un hombre que se arrastra herido en medio de un bosque, y lo lleva a un hospital donde los pacientes empiezan a enloquecer y se matan entre sí, para luego ver cómo el lugar es rodeado por integrantes de una secta al estilo Klu Klux Klan. Todo sigue de mal en peor, con monstruos tentaculados, médicos locos y zombies deformes. La fotografía es excelente, las actuaciones correctas y algunos efectos especiales vintage son eficaces. "The Void" puede hacer 90 minutos llenos de alegría a los fans del viejo y buen terror analógico.
Los simios, con metáforas Como casi toda distopía literaria, la novela de Pierre Boulle, "El planeta de los simios", tenía una fuerte dosis de sátira y crítica social, algo que el guionista Rod Serling transportó inteligentemente a la legendaria película de 1968 dirigida por Franklin J. Schaffner, con Charlton Heston, y que luego estuvo presente en las secuelas de los '70, las series de TV, y por supuesto la nueva serie comenzada en 2011 con "Planet of the Apes - Revolution". Tampoco falta en esta flamante "La Guerra". Esta es la primera de la franquicia en la que aparece en los créditos el nombre de Boulle (quien también escribió "El puente sobre el río Kwai", y terminó su carrera con una novela fantástica sobre la interacción de las ballenas en la guerra de las Malvinas), y la que tiene un mensaje ideológico un tanto obvio sobre un militar fascista que esclaviza a los monos para que construyan un muro. No es el único detalle en contra; también la duración de casi dos horas y media, y varios actos un poco tediosos en los que los simios sólo hablan entre ellos a través del lenguaje de señas. A su favor hay una serie de minuciosas señales para los fans de la serie original que recrean el universo de la película de 1968, como una niña humana muda llamada Nova (como la novia de Heston en aquel film), más algunos tonos de western futurista y excelentes escenas de acción lamentablemente desperdigadas. El film se toma demasiado en serio el duelo entre el simio Cesar y el exagerado militar Woody Harrelson, pero presenta un nuevo personaje, Simio Malo, un mono que habla y que anda con campera, que en cada aparición hace reír al publico con ganas. Lo irónico es que, en medio de tanto drama simiesco, al final lo que rinde de verdad sean esas monerías.