“La pata del mono”, en una adaptación muy sangrienta En su voluminosa "Antología del cuento extraño", Rodolfo Walsh le daba un lugar especial al relato de W. W. Jacobs "La pata del mono", uno de los más terroríficos y más imitados de la literatura fantástica. También Borges y Bioy Casares lo incluyeron en su "Antología del cuento fantástico". Justamente, una nueva copia de ese relato célebre es esta película del director de "Annabelle", John R. Leonetti, heredero de una tradicional familia de técnicos y directores de fotografía de Hollywood que aquí tiene una buena serie de situaciones cruentas para filmar. El mecanismo del cuento de Jacobs era un objeto al que desearle cosas, que se cumplían pero de una siniestra. Aquí cambian la cantidad de deseos y el objeto, una sofisticada caja de música que una nena de cinco años encuentra el dia del suicidio de su madre. La chica crece, ya que ésta es una típica película de terror adolescente que roba ideas de todos lados, y que al menos no deja de ser generosa en gore y en situaciones macabras. Hay que reconocer que el ritmo es veloz y que hay más de un un buen susto, alguno desarrollado con imaginación formal, pero al final da la sensación de que esto es más apropiado para ver en DVD o cuando lo pasen en el cable.
Más reflexión que épica Más que como una batalla perdida de los aliados, Dunkerque siempre fue recordado como un salvataje imposible de cientos de miles de soldados ingleses varados en unas playas del norte de Francia y rescatados, finalmente, por una flota de veleros, yates deportivos, barcos de pesca y cualquier tipo de embarcación disponible. Este episodio nada convencional es el tema de una película de guerra distinta, de clima desolador, en la que el director de la trilogía de Batman, Christopher Nolan, hace un trabajo totalmente personal, con algunos puntos formales en común como su último film de ciencia-ficción, "Interestelar". Más allá de lo imponente de esas largas columnas de soldados esperando algún barco que los rescate, el realismo no es exactamente el estilo elegido por Nolan, que busca un punto de vista poético, sobre todo en todo lo que tiene que ver con los combates aéreos, que si bien muestran los peligros de los pilotos de la RAF a punto de dejar sus Spitfires sin combustible, están filmados con una extraña estética casi apocalíptica. "Dunkerque" tiene una cantidad limitada de diálogos y, cuando los personajes hablan, en general tienden a expresar miserias y paranoias, aunque hay un protagonista esperanzador, el oficial a cargo de la evacuación a cargo de un eficaz Kenneth Branagh. Quizás a los fans del cine bélico este film les parezca anticlimático, ya que carece de la épica que se espera del género, y más que acción hay cine catástrofe. Pero es una obra personal, dotada de imágenes dignas de ver.
Un intenso policial de acción Uno de los mejores temas del cine policial es el del conductor especializado en huir de los patrulleros después de un golpe. El clásico del género es "Driver" de Walter Hill, director que no por nada aparece aquí haciendo un cameo. Es que Edgar Wright, director de estupendas comedias como "Shaun of the Dead", realiza en esta "Baby Driver" toda una gama de homenajes al cine negro y a muchas otras películas, sin dejar de elaborar un entretenimiento pensado a su medida. Baby, el personaje de Asel Elgort, es un muchacho que tal vez por sufrir un impedimento auditivo parcial no da un paso sin auriculares, y cada uno de sus movimientos, ya sea caminando o al volante, forma parte de una estudiada coreografía de la canción que esté escuchando. Gracias a este detalle, el film tiene una gran banda sonora, además de un alto nivel de locura en terribles tiroteos armados para un montaje sincopado con variados temas musicales, incluyendo "Hocus Pocus" del grupo holandés Focus. Kevin Spacey es el cerebro criminal que obliga a Baby a trabajar en golpes sangrientos, y Jamie Fox uno de los culpables de estos derramamientos de sangre. La película es divertida, intensa y bien filmada.
Reunión cumbre de varias leyendas del rock argentino Los músicos reflexionan sobre la industria musical, la tiranía del mercado y se refieren a cómo la tecnología digital influye en sus creaciones. Este rockumental es interesante tanto en el tema como en la forma. El director Sergio "Cucho" Costantino se propuso juntar en una película a varios rockeros maduros, incluyendo algunas auténticas leyendas vivientes del rock argentino, para que no sólo hagan escuchar su música sino también y sobre todo para que cuenten sus historias y sus definiciones sobre su arte y el mundo en general. Y por otro lado el marco de estos encuentros con gente talentosa como Willy Crook, la cantante Claudia Puyo o el mítico guitarrista virtuoso Gustavo Bazterrica, el de Charly García y la Máquina de Hacer Pájaros, se logra a través de unos atractivas escenografías minimalistas de animación que ayudan a separar el decorado de cada una de las figuras que son entrevistadas. Hay otros personajes coprotagónicos que dan puntos de vista interesantes, por ejemplo el guitarrista y periodista Claudio Kleiman, y las charlas giran en torno a un sinfín de cosas, muchas veces vinculadas con la tiranía del mercado o cómo la tecnología digital influye en la música. Obviamente algunas de estas charlas son mas sustanciosas que otras, pero el montaje logra una síntesis razonable entre lo que es realmente interesante y lo que es puro colorido rockero estilo Capusotto, por decirlo de alguna manera. Y por supuesto, lo que más se destaca al final es la música, dado que hay mucha y buena.
Superacción y robodrones en la nueva “Transformers” El mejor personaje es el de Antony Hopkins acompañado de un robot anticuado. Luego de cuatro películas, las batallas interminables de robots gigantes se estaban volviendo un tanto repetitivas, pero por suerte en esta "El último caballero" el director Michael Bay decidió hacer algo distinto, lo que queda claro desde el vamos con un impactante prólogo medieval en el que los Caballeros del Rey Arturo y el mago Merlín reciben el apoyo extraterrestre para ganar una batalla. Luego la acción vuelve al mundo futuro en el que los humanos conviven con robots para presentar a Anthony Hopkins, guardián de los secretos de los Transformers a lo largo de la humanidad incluyendo la lucha de los robots contra los nazis- y le explica a un desconcertado Mark Wahlberg que él es el elegido para salvar el mundo. La película tiene mucha super acción robótica, por supuesto, pero el énfasis esta puesto en los matices, lo que redunda en mucha diversión de tono mas original, con escenas tan impactantes como divertidas incluyendo una vertiginosa persecución de robodrones voladores o una asombrosa carrera submarina. Este tipo de ideas logran que un film quizá demasiado largo (dos horas y media) nunca deje de resultar entretenido. Y claro, el personaje que más aporta es el de Hopkins, acompañado de un robot anticuado que habla con acento inglés y que siempre está dispuesto a luchar por el honor de una damisela.
Más cursilería que drama Cada tanto llegan a la cartelera tanto peliculas israelíes como palestinas. Por cierto, bastante pocas; en general, las palestinas enfocan mejor historias que podrían ser de un policial o cualquier otro género, pero fatalmente el asunto va a dirigirse siempre al conflicto interminable de Medio Oriente. En cambio, las peliculas israelíes suelen tener una aproximación un tanto más corrosiva, a veces provista de un humor negro que funciona con un visión critica. No es este el caso de "Entre dos mundos", que utiliza una no especialmente elaborada trama de melodrama para plantear una relación conciliatoria entre una chica árabe y una mujer judía profundamente ortodoxa en sus creencias, con la típica idiosincrasia de esa parte de la población nada interesada en integrarse con sus vecinos árabes, ni mucho menos aceptarlos en su familia. Y es que justamente hay un lazo de sangre que une a las dos protagonistas, eso gracias a que una de ellas oculta su auténtica identidad. Todo esto podria haber salido de una telenovela, y en realidad se parece a un típico drama televisivo que se toma todo con una seriedad terrible, como si el tono de tragedia solemne le diera automáticamente calidad a un film. "Entre dos mundos" interesa por el tema, tiene buenas actuaciones y una fotografía interesante, su puesta en escena es lenta y un ritmo moroso capaz de provocar un coma como el que sufre el hombre que une a estas dos mujeres.
La melancólica decadencia deun circo chileno Dicen que el Timoteo era un circo rasca como cualquier otro, hasta que faltó una bailarina y un partiquino aceptó reemplazarla, envuelto en plumas y lentejuelas. Así surgió el más famoso (y el único) circo de transformistas de Chile. Rasca, pero famoso. Y como era cómico, más o menos pudo sortear los prejuicios de la sociedad, el control de la dictadura y la evolución del público. Pero no el paso del tiempo. Lorena Giachino Llorens muestra esa decadencia teñida de alegría. En el prólogo, René Valdés (el cómico Timoteo) recuerda a la Fabiola (su socio Darío Zúñiga). "Linda muerte tuvo, porque actuó, la aplaudieron a rabiar, lo único que le faltó tiempo para salir a saludar". Siguen algunas bromas sobre la vejez y la dudosa belleza de la troupe ("parecen 'Titanes en el Ring' las señoritas"), fragmentos de números de calidad artística también dudosa, momentos de rutina y de incertidumbre, y varios perros, pero no amaestrados, sino perros nomás. Detalles singulares, un artista que se va desvistiendo mientras hace el playback de "Soy lo que soy", una misa en la carpa, a cargo del joven párroco Marcelo Catril, de la pastoral circense, y los soliloquios de Timoteo, que canturrea "rosas y claveles blancos, blancos de ilusión", del tango "Pregonera", ese que termina diciendo "un cariñito y un clavel, solo el clavel, lo que quedó". Bueno, a éste no le queda ni el clavel, pero al final lo vemos interesado en un local chico para seguir de alguna manera con el show.
A “Cars 3” le falta más combustible Los primeros 15 minutos de la tercera entrega de la serie de "Cars" son como un film en sí mismo, separado por una división que la aleja tanto de lo más convencional en cine de animación digital como de la animación de las carreras de autos típicas de la pantalla grande, ya sea en la década del '60 como del '70. En ese comienzo fuerte, el famoso corredor de autos de los dos films anteriores es aclamado por todos, hasta que un novato en las pistas demuestra, en los hechos y aun ante las cámaras de los medios de comunicación, quién es el nuevo ídolo del automovilismo. Las imágenes del momento en el que el antiguo campeón descubre, de la peor manera, que hay otro rey del autódromo, no sólo son formidables sino que también atrapan por su exacta tensión narrativa. Tensión que, poco a poco, va desapareciendo casi totalmente de un film con demasiados momentos dialogados que no están a la altura de las circunstancias, ni mucho menos del nivel de diversión de las dos peliculas anteriores, especialmente de la segunda parte de esta franquicia de los estudios Pixar que ahora no cuenta con la mano experta de John Lasseter, ni del talento vocal de leyendas vivientes como como Michael Caine (en la versión sin doblar). Claro, cada tanto el letargo general explota a toda acción, sobre todo en las secuencias relacionadas con las carreras, pero la falta de inspiración del argumento es evidente.
Drama sobre la paternidad perocon poco pulso Aquellos que siempre tuvieron la curiosidad de saber cómo se fabrican los globos de colores de los cumpleaños infantiles y algunos meetings políticos seguramente apreciarán las escenas de este largometraje, un drama sobre paternidad que aunque se queda a mitad de camino no deja de tener sus puntos de interés. Mariano González, factótum del film como escritor, director y protagonista, encarna a un hombre que luego de una forzada ausencia de dos años no sabe bien qué hacer con su pequeño hijo, cuya madre también está ausente. La fabricación de globos, además de resultar didáctica sobre esa industria, también funciona como espejo agridulce de la triste situación y culpa de este personaje que, pese a su angustia, cree que lo mejor es entregar al chico en adopción. Mientras lo decide bebe, fuma mucho y sale con mujeres, lo que redunda en una escena erótica imaginativa y lograda, y otra más perturbadora por la presencia del niño. Durante la primera mitad el film mantiene el interés y crea un clima de hermetismo que provoca intriga, pero de a poco el globo se pincha básicamente por falta de pulso narrativo y atractivo de las imágenes. Las actuaciones no están mal, especialmente la del chico, que sostiene dos de las mejores escenas.
Con buenas armas y recursos regresó El Hombre Araña La mixtura de superhéroes que viene desarrollando Marvel en sus últimas películas rinde frutos en la nueva entrega de Spider-Man, que esta vez interactúa con Iron Man,es decir el traje robótico que contiene al millonario interpretado por Robert Downey Jr. en su propia serie de películas, además de las de Los Vengadores. Está claro que Iron Man se ha convertido en el nexo de estos films, sin por eso dejar que cada personaje tenga un argumento adaptado a su personalidad. En el caso del adolescente de clase baja Peter Parker, la trama es en principio la de una estudiantina, con un romance adolescente en puertas, un poco de bullying y un baile de fin de año, pero aunque todo empiece con un tono ñoño de a poco el asunto se va volviendo intenso y espectacular, al punto que dos de las secuencias más logradas casi parecen de cine catástrofe, con un ferry partido al medio y un grupo de jóvenes atrapados en el ascensor del obelisco de Washington D.C. Sin arrojarle mucha sombra a la trilogía del Hombre Araña de Sam Raimi, al menos esta "Spider-Man: Homecoming" es mejor que la entrega anterior, con un crescendo narrativo, excelentes efectos, muy buen 3 D, y un gran villano de la clase trabajadora interpretado por Michael Keaton. También hay gags divertidos, varios de ellos surgidos de los distintos trajes que aquí luce este legendario superhéroe adolescente.