El que mucho abarca poco aprieta el gatillo Si hay un subgénero del policial al que uno pensaría que no se le puede agregar nada original es el de los gangsters de la época de la Ley Seca. Por eso, la gran cualidad de "Vivir de noche" es aportar algún giro nuevo a la mafia de fines de los "roaring twenties", vinculando a su antihéroe con los contrabandistas cubanos de ron de Tampa, Florida, e inclusive enfrentándolo con el Ku Klux Klan. Justamente, igual que en aquel film con Humphrey Bogart y James Cagney dirigido por Raoul Walsh (en la Argentina se llamó "Héroes olvidados"), Ben Affleck va a la Primera Guerra Mundial como soldado y vuelve como un forajido, aunque trata de cometer sus atracos de manera independiente, sin participar de la Cosa Nostra italoamericana ni de la mafia irlandesa, lo que obviamente es imposible. El problema es que Affleck, director y protagonista, está lejos de Cagney y Walsh. Adaptando él mismo una novela de Dennis Lehane (autor de "Río místico", de quien Affleck ya había adaptado un libro en su opera prima, "Desapareció una noche"), el film tiene una brillante media hora cuando describe el ascenso y caída del antihéroe del hampa de Boston -hay una persecución automovilística que paga por sí sola el precio de la entrada-, pero luego se distiende demasiado cuando la acción se traslada a Florida y se vuelve permeable a múltiples factores étnicos, sociales, románticos y hasta teológicos. Es que la historia, por momentos, le escapa al cine de gangsters para convertirse en un melodrama que relaciona al protagonista con tres mujeres muy distintas, incluyendo sus dos grandes amores y una predicadora ex drogadicta que complica la instalación de un casino. Gracias a estas múltiples subtramas, la película tiene muy atractivas actores de reparto, empezando por el trío femenino formado por Elle Fanning, Sienna Miller y Zoe Saldana, además de incluir un gran trabajo de Chris Cooper como un jefe de policía que trata de encontrar algún equilibrio entre la corrupción y su ética personal. El que mucha abarca, poco aprieta el gatillo, y si bien aquí hay dos o tres fuertes escenas de acción, falta suspenso y cohesión dramática. La música ofrece todo tipo de ritmos relacionados con el jazz, el blues y la salsa, y otro punto fuerte es la notable fotografía del maestro Robert Richardson.
“Línea de cuatro”: el Tano Pasman era más divertido Tal vez la inspiración para esta película haya sido los videos virales del "Tano" Pasman. En todo caso, por más deprimente que parezcan, esos videos eran más entretenidos que este largometraje dedicado a armar un melodrama sobre cuatro amigos que descubren amargas verdades de su pasado mientras miran por TV la no menos amarga final del último Mundial de fútbol. La película empieza con los casi únicos exteriores, los balcones con las típicas banderas argentinas del Mundial, y luego los amigos se preparan silbando la ya olvidada canción de Credence Clearwater Revival con la letra cambiada y dedicada a los brasileños. Pronto hay tres de los amigos ya reunidos mientras empieza el partido, y la tensión (que no iguala a la de un poster de una película de Hitchcock que cuelga en la pared del departamento), se relaciona con las empanadas que aún no llegan y el cuarto amigo, aparentemente el más conflictivo del grupo, que tampoco llega. Una película que transcurre encerrada en un interior, con cuatro personajes muy poco carismáticos -al lado de Pasman, son unos auténticos pecho fríos del insulto futbolístico- necesita, como mínimo, un guión con muchas ideas y una puesta con un montaje imaginativo. Nada de eso hay aquí. Por supuesto, el drama evoluciona, y hasta hay un sobre con una especie de testamento de un quinto amigo que se suicidó en el último encuentro de la banda (en realidad no tan amistosa, empezando por el detalle de que no se reúnen desde el Mundial anterior). Esto podría pasar como un mediano entretenimiento televisivo, pero no da como cine.
Un film que no alcanza la emoción del videojuego El truco de esta adaptación de un popular videogame es que permite entrelazar una historia de ciencia ficción moderna bastante cruenta con una serie de aventuras épicas que transcurren en la España de fines del siglo XV. Que estas secuencias sean más atractivas que las contemporáneas, ya es otro asunto. Hace poco el mismo director, Justin Kurzel, hizo una versión de Shakespeare con la misma pareja protagónica de este videojuego convertido en película, Michael Fassbender y Marion Cotillard. Él es un asesino condenado a muerte en Texas, pero que mágicamente aparece en un extraño instituto científico en Madrid regenteado por Marion Cotillard junto a su padre, Jeremy Irons. Ellos buscan una reliquia sagrada que permitiría terminar con la violencia en el mundo, nada menos que el Fruto del Pecado Original, con el que se descifraría todo lo relacionado con el libre albedrío. Como esta búsqueda del Fruto obsesionaba al Inquisidor Torquemada, los científicos inventaron una especie de máquina del tiempo que puede llevar a una persona a experimentar lo que vivió algún antepasado. Y justamente, el asesino que interpreta Fassbender es descendiente del último miembro de una secta que cuidaba la Manzana en la España de 1492, por lo que su regresión permitiría ubicar la reliquia. Esto, evidentemente, es un poco confuso y tirado de los pelos, pero permite un puñado de escenas de aventuras de acción en lugares como la vieja Andalucía de cinco siglos atrás, con momentos formidables como una vertiginosa fuga por los techos de la ciudad escapando de una quema de brujas ordenada por el mismo Torquemada. La direccion de arte y una serie de tomas aéreas, efectos especiales y escenas de acción de estas cuatro secuencias son lo que justifican una película que, por otro lado, desaprovecha excelentes actores (Jeremy Irons hace de él mismo y Brendan Gleeson tiene una sola escena interesante) y que, sobre todo, pierde ritmo cada vez que va de una época a otra.
Una aventurera polinesia pasteurizada por Disney Una niña de las islas polinésicas, Moana, es la nueva heroína de Disney, un estudio que película tras película demuestra una clara evolución formal, a la que no acompaña el piloto automático del guión. Dada la tradición marinera de la cultura polinésica, llama la atención que esta nueva producción animada de los estudios Disney se centre justo en una rama de esa civilización que no se atreve a pescar más allá del arrecife que rodea la isla donde vive. El titulo hace referencia no sólo a una famosa estrella porno italiana (lo que provocó que en ese país le tuvieran que cambiar el nombre a la protagonista y al film), sino también a una película filmada en locaciones reales en 1926 por el genio de los documentales étnicos, Robert Flaherty. Pero las tradiciones de los films de Disney son otra cosa, sobre todo si están concebidos al estilo exitoso pero menos jugado de musicales como "La sirenita" y "Aladdin", algunos de cuyos creadores están involucrados en esta producción. Al empezar el film, Moana es una chiquita con unos ojos enormes e increíbles que, por suerte, no pierde en las escenas donde se la ve más crecidita. A ella, igual que a todos los niños de su isla, les repiten historias terroríficas que explican por qué no deben navegar más allá del arrecife (este tipo de imágenes seudomitológicas, que abundan en la película, son lo mejor tanto en animación como en dirección de arte). El problema es que cuando por alguna crisis ecológica los cocos se ponen feos, la pesca desaparece, y los habitantes de la isla se quedan sin comida, no queda más remedio que pensar en aventurarse en el mar, y la única que se atreve, apoyada por su abuela, es la protagonista, acompañada solamente por dos personajes, incluyendo un gallo medio loco y multicolor que pica piedras y le teme al agua. La historia está contada en piloto automático, sin mucha fluidez debido al exceso de canciones que, más allá de que puedan sonar un poco insípidas en su monocorde estilo polinésico revisado por Disney, atentan contra la fluidez narrativa. Eso si, el personaje de Moana es encantador, y hay lindas y coloridas imágenes.
Para exorcismos, mejor ver en DVD la película original A esta altura, la cantidad de subproductos del clásico "El exorcista", de Wiliam Friedkin (1973), es apabullante. Tanto film con mínimas variaciones de exorcismos, salvo que aparezca algún genio con una idea brillante, desemboca forzosamente en una repetición tediosa, además de satánica. Y este caso de "La reencarnación", sin ser el menos original de los refritos, tampoco ofrece nada demasiado novedoso, aunque por lo menos acarrea una idea que, aunque ya se ha usado, le da a la película un ángulo diferente. El asunto consiste en que el exorcista no es un sacerdote de alguna religión sino un científico paralizado por un antiguo accidente, que tiene el don de poder meterse en los subconcientes ajenos. De alguna manera un poco atravesada eso también le podría permitir salvar a un chico poseído por un demonio malísimo. Todo este film de presupuesto mediano depende de este truco y del talento de un buen actor, Aaron Eckhart (el copiloto de Tom Hanks en la reciente "Sully", de Clint Eastwood), que hace un cambio de look radical cuando se lo ve en el mundo real y cuando deambula en una especie de limbo del subconciente para ayudar al niño endemoniado. Esta especie de limbo parece salido de algún viejo capítulo de la serie "Dimensión desconocida" y no ofrece nada distinto en lo visual, aunque tal vez para algunos de los espectadores mas jóvenes que vayan al cine les parecerá novedoso. El guión también ofrece la posibilidad de que el científico enfrente los fantasmas del pasado, cosa que casi siempre ocurre en estas películas. Hay algunos sustos bien pensados, pero no muchos, por lo que no hay demasiados elementos para poder recomendar esta repetida reencarnación.
“Aliados”: el romance, con fondo de guerra Robert Zemeckis vuelve al pasado con un gozoso film en el que Brad Pitt y Marion Cotillard deben fingir ser esposos. Arrojado en paracaídas sobre el desierto marroquí por el servicio secreto inglés, Brad Pitt regresa a la Segunda Guerra Mundial para ejecutar una misión suicida junto a la agente de la Resistencia que encarna Marion Cotillard. Como el plan para asesinar al embajador nazi en Casablanca requiere que ambos héroes simulen estar felizmente casados, obviamente la preparación del atentado se va desarrollando dentro de un creciente clima de tensión erótico-romántica, lo que podría terminar llevando las cosas demasiado lejos. Con "Aliados", Robert Zemeckis le da un giro moderno al más anticuado estilo de películas hollywoodenses que combinaban el cine bélico con intrigas de espías llenas de suspenso, acción y romance que podían culminar en melodramas desaforados. Justamente, la gracia de "Aliados" es atreverse a narrar ese tipo de historias que ya nadie filma. Más allá de la obvia referencia a "Casablanca", Zemeckis despliega su veta mas hitchcockiana para encerrar a sus personajes en un laberinto pesadillesco que se vuelve progresivamente más retorcido y paranoico. La primera mitad del film dedicado al atentado en Marruecos enfatiza la estética de los años '40, estilizando al máximo los detalles de la dirección de arte y la estética exótica de esas situaciones románticas y también violentas. Cuando la acción lleva a los protagonistas a Inglaterra, el film acentúa aun más su mezcla de géneros acompañando el desesperante melodrama y sus implicaciones conspirativas con decorados kafkianos y toques de humor negro. Está claro que la película no tiene ni intenta tener demasiado rigor histórico en lo que respecta a la ambientación de época, algo que permite que la guerra sirva de marco para desarrollar a fondo el melodrama que en sus momentos culminantes genera un ritmo vertiginoso. En estas escenas Brad Pitt resulta más convincente que cuando la trama exige emotividad, pero si el film funciona es gracias al talento de Marion Cotillard, cuya actuación no sólo genera química con su coprotagonista sino también el enigma permanente que debe provocar su personaje. "Aliados" a veces puede parecer mas extraña que auténticamente eficaz, pero incluye hallazgos visuales y argumentales en los que el director de "Volver al futuro" explora su lado más oscuro y personal.
El riesgo de tomar trenes con zombies “Invasión zombie”, producida en Corea del Sur, posee un ingenioso guión que bromea con la interacción entre muertos vivientes y tecnología. Los trenes surcoreanos serán muy modernos pero tienen un gran problema: están llenos de zombies. Además, los zombies surcoreanos tienen múltiples problemas, empezando por ser los muertos vivientes mas livianos de todo el planeta. Provocados por una fuga de gases de una empresa de biotecnología, estos zombies no terminan de definir del todo su idisoncrasia, salvo que sus mordidas contagian a aquellos seres humanos que se descuiden por prestarle mas atención a sus smartphones que a los peligros que los rodean. Justamente uno de los puntos interesantes de esta película de terror, "Invasión Zombie" que en otros países se llamó "Estación zombie" o "Tren a Busan"- es la interacción entre los muertos vivientes y la tecnología, con una gran escena en la que los zombies reaccionan con extrema sensibilidad a un determinado tipo de ringtone. Más allá de estos detalles, la película empieza un poco lentamente y luego tiene unos 45 minutos formidables en el medio, cuando sus personajes (vivientes) descubren que ha ocurrido algún tipo de catástrofe en su país y que no están seguros ni dentro ni fuera del tren que tomaron a la ciudad de Busan. El director logra un creciente clima de suspenso que va dirigiéndose de lleno a la acción, lamentablemente eludiendo un elemento que por la propia naturaleza del tema es muy importante en este género, y es el gore, que aquí está bastante limitado, algo que tal vez se deba a que dos de las protagonistas son una nena y una chica embarazada. Otro punto débil es la duración demasiado extensa, casi dos horas, con un desenalce que no termina nunca y algunos toques sociales un poco obvos, en los que se enfatiza la falta de solidaridad de algunos villanos corporativos.
Un argelino con la vaca atada Esta comedia simple pero bastante disparatada consigue hacer pasar un buen rato al espectador a partir de una premisa más que sencilla. Un campesino argelino, orgulloso de su vaca Jacqueline, cree tocar el cielo cuando es invitado a participar a la Feria de Agricultura de París. Y ahí le queda el asunto de llegar con la vaca a la capital francesa, lo que se convierte en un periplo gracioso. La película de Mohamed Hamidi tiene todo tipo de vericuetos que surgen de la trama básica del hombre cruzando media Francia con su vaca, y las subtramas van desde las burlas de los que ven transitar al extraño dúo hasta los conflictos familiares, e inclusive en un momento el personaje, muy bien interpretado por Fatsah Bouyahmed, se transforma en una especie de celebridad al estilo Forrest Gump. A pesar de que en "No se metan con mi vaca" también aparece una figura tan conocida como Lambert Wilson, el protagonista absoluto es Bouyahmed, que protagoniza varios gags hilarantes junto a la estoica Jacqueline, excelente partenaire de una comedia que devuelve un poco el aire del viejo cine cómico francés que en una época reinó entre las comedias del cine mundial. Sin embargo, el director no pretende demasiado, sólo hacer pasar un rato divertido, algo que sin dudas consigue.
Una fórmula que se repite mucho John Hamburg, el director de "¿Por qué él?", ya había escrito una comedia de un padre que no se llevaba bien con el novio de su hija, "La familia de mi novia", con Robert De Niro y Ben Stiller, que no por nada es una de las películas más repetidas en la TV abierta y en el cable. Ahora lleva la misma idea a un terreno más exagerado y guarro. Esta vez el padre es el moderado, y el descontrolado es el novio de su hija. Zoey Dutch es la adolescente, la mayor de una familia de clase media tradicional, que está en una relación con un hombre mayor que ella, el treinteañero James Franco, millonario gracias a sus negocios de internet. Es malhablado, tatuado y mal vestido, además de poseedor de un pésimo gusto que exhibe en la mansión adonde ha invitado a la familia de su novia a pasar un fin de semana festivo. Bryan Cranston ("Breaking Bad") es el padre que no soporta a su posible futuro yerno, por razones que en parte están a la vista pero que también tienen que ver con la indigestión de reconocer que a ese payaso le haya ido mucho mejor en los negocios que a un tipo como él. Con dos buenos actores como Franco y Cranston en los protagónicos la película no puede ser mala del todo, y lo cierto es que en algunas ocasiones hace reír. Lamentablemente, más allá de lo desaforado de los chistes sexuales y escatológicos, muchos no funcionan nada bien, lo que hace que las casi dos horas de metraje se vuelvan bastante cuesta arriba. Mejor volver a veren la pantalla chica "La familia de mi novia".
Miedo a la criolla con sustos garantizados • "TERROR 5", DE LOS HERMANOS ROTSTEIN, ES UN BUEN APORTE AL GÉNERO El film está narrado a través de diferentes episodios (de buen nivel), pero la tensión se daña un tanto al estar entrelazados y demorarse el arranque. Las películas compuestas por varios relatos suelen tener el problema de que no todos tienen el mismo nivel. Esto no sucede con "Terror 5", donde casi todos los segmentos son de un mismo buen nivel. Aquí el problema es que en vez de narrar linealmente cada relato utilizando alguno como nexo, tal como hacían las películas de culto de la productora británica Amicus (famosa por títulos como "Dr. Terror's House of Horrors"), los hermanos Rotstein decidieron entrelazar casi todos los cuentos, lo que genera mucho prolegómeno previo a un gran desenlace general. Los cuentos van desde unos alumnos que toman su colegio por la noche para vengarse de sus profesores, una fiesta de disfraces que se desmadra, una pareja en un hotel alojamiento donde se filman películas snuff (es decir pornografía con crímenes reales) y un nexo con el juicio a funcionarios responsables un accidente donde murieron varias personas que volverán a vengarse como extraños zombies con ojos luminosos. Justamente, esta última imagen justifica por si sola una película despareja pero que, más allá de que demore demasiado en arrancar con el auténtico terror que propone el título, cuando lo hace entrega lo que promete. Y cuando se demora un poco con diálogos picantes y fuertes situaciones sexuales, nunca deja de resultar entretenida. Técnicamente la película está bien hecha, cuidada sin caer en esteticismos, y el vasto elenco incluye talento de lo mas variado, a veces metido debajo de efectos especiales y maquillaje como el de un personaje que se pasa todo el film con la cara pintada como Gene Simmons de Kiss.