Polanski y la condición humana La nueva película de Roman Polanski Un Dios Salvaje (Carnage, 2011), está basada en la obra del mismo nombre presentada en Brodway –del cuál surge esta versión-, Londres y el año pasado en Argentina con Gabriel Goity y Florencia Peña en el elenco. El film de financiación europea, sigue la forma de la puesta teatral de la obra, con algún que otro recurso cinematográfico como la utilización de los diferentes tamaños de plano y leves movimientos de cámara. La historia de Un Dios Salvaje se centra en los padres de dos niños. Los pequeños se pelean y uno de ellos le rompe dos dientes a otro. Los padres del golpeado reciben a los padres del golpeador en su casa, con el fin de encontrar una salida “civilizada” al conflicto. Lejos de entenderse, demuestran ser más “salvajes” que sus hijos. Vayamos ahora a los temas que la obra, al igual que el film, desarrollan como subtramas que son lo más interesante de la propuesta que transcurre en un mismo decorado y en tiempo real. Los padres de familia, magistralmente interpretados por un elenco de lujo –Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz y John C. Reilly- pasan de la cordialidad a la violencia, del cuidado de las formas a la brutalidad en el trato, de ser correctos y reprimidos a estar completamente relajados, exponiendo todas sus falencias sociales. En definitiva, hacen catarsis en escena producto de no poder manejar una situación tensa desembocada por el enfrentamiento de sus hijos. La (in) comunicación, las relaciones de pareja y las formas sociales, sobrevienen en el instinto humano, al que un personaje denomina “Un Dios salvaje”. Temas que se manejan como subtexto en la trama y funcionan de metáfora social. Sin embargo Polanski no logra llevar a sus personajes a los extremos absolutos de la crisis de personalidad. Se muestra un quiebre en su carácter y actitud producido por la curva dramática que representan (hecho que le encanta personificar a cualquier actor pues le impone un reto y expone su oficio en todas sus dimensiones). Un Dios Salvaje se presenta entonces, como una pequeña película del realizador de El escritor oculto (The ghost writer, 2010) y Barrio Chino (Chinatown, 1974), correcta y atractiva, cuyos fuerte está en las temáticas que desarrolla paralelamente. Al igual que la obra.
Vuelve el cine de espionaje Si El Artista (The Artist) (The Artist, 2011) obligaba un viaje en el tiempo para ver una película como si estuviéramos en el período mudo, El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy, 2011) hace lo propio con el cine de espionaje de los años 60, como si estuviéramos en la Guerra Fría. Mismo ritmo, misma ausencia de acción, con la tensión agregada del director de Criatura de la noche (Let the Right One in, 2008). Basada en una de las novelas de John le Carré, que supo ser espía en su época y conoce a la perfección el mundo del espionaje, El topo es el primer texto de la trilogía “Karla”, nombre clave que representa al servicio secreto soviético para el cual hay un espía británico pasándoles información. El conflicto se produce cuando Smiley (Gary Oldman), un agente retirado, debe atrapar al espía en cuestión en un trabajo de inteligencia minucioso. La novela El topo ya tuvo su adaptación en su momento para la BBC en formato de miniserie, que supo protagonizar Alec Guinness. La pregunta que viene a colación es ¿Por qué motivos hacer un film atemporal? Y la primera respuesta que viene a la mente es el tratamiento de la lealtad, la traición y la violencia humana resignificados hoy en día. Tal vez ése sea el recurso más contemporáneo del film. Y su director Tomas Alfredson tiene mucho que ver en ello. Si había algo que destacaba a Criatura de la noche por sobre las demás películas de vampiros, era que no hay en la producción sueca un terror generado por lo monstruoso, todo es demasiado humano, y por ello siniestro y desde ahí se construía el miedo, maginificado por la densidad de los climas tensos, por cierto muy bien generados. En El topo sucede algo similar pero con el género de espionaje. No hay espectacularidad, ni persecuciones, es una construcción realista de las tramas de espías. Pero si hay una violencia que emerge de las entrañas de los personajes. La densidad de los climas plantea una sensación de instabilidad en todo el film que, aunque nada suceda o todo esté por suceder, da igual para generar intriga. Decíamos que hay un tratamiento realista, y es porque los personajes así como en Criatura de la noche son humanos, o sea, capaces de reaccionar de cualquier manera ante el miedo o la ambición de poder. He aquí el punto más atractivo de una película que bien pudo ser filmada hace cincuenta años. Aunque la fragilidad humana siga siendo hoy un tema muy contemporáneo.
Relaciones telares Pablo y Diego Levy nos adentran en el universo de una sedería del porteño barrio de Once en Novias - Madrinas - 15 años (2011), pero no para retratar la historia de los telares y su multiplicidad de texturas, sino la relación de cada uno de los personajes que conviven diariamente en ése hábitat tan particular. Los directores ubican la cámara en la sedería de su padre “El Negro” Levy, un comerciante del Once especializado en el rubro de las telas para vestidos de fiestas, que cuenta con cinco empleados, todos unos personajes en sí mismos. La película se basará en la descripción de cada uno de ellos y la relación que se fomenta entre ambos. Con mucho sentido del humor, los directores estructuran su documental poniendo el acento allí donde lo particular de cada personaje sale a la luz. Y es en esa suerte de espacio común, donde estos personajes comparten diez horas diarias de su vida formando una extraña familia. Relaciones de hermanos, de abuelo-nieto, de padre-hijo, de compadrazgo, se fomentan cotidianamente casi sin proponérselo y el documental se regodea de ello. Los directores no hacen más que presentar a cada uno de los personajes, inclusive su padre, con sus dones, sus dramas y su sentido del humor, siempre sobre una tela especial de fondo, dándole la textura y el color a la personalidad de cada uno de ellos. Novias - Madrinas - 15 años se sostiene en la figura de cada uno de los protagonistas. El jefe, el loco, el jugador, el abuelo, el asistente, el compañero, son algunas de las tantas tipologías que adquieren los personajes en el arte de la venta de telas al convivir mutuamente. Como diría Moisés Khabie: “Acá soy Ricardo, es mi nombre artístico, en la vida real soy Moisés”.
Un lenguaje de gestos Cuando uno ve El Artista (The artist, 2011), enseguida le vienen a la mente clásicos como Cantando bajo la lluvia (Singing in the rain, 1952) o El ocaso de una vida (Sunset Boulevard, 1950), películas que retrataron el traspaso del cine mudo al sonoro. ¿En qué se diferencia entonces El Artista de aquellas películas? La respuesta salta a la vista (y al oído) porque la distinción es formal. La historia nos trae a George Valentin (alusión a Rodolfo Valentino, interpretado por Jean Dujardin), una estrella del período mudo que se encuentra olvidado con la llegada del sonido. La película comienza en su época de esplendor, luego de un estreno donde permite a una fan (Bérénice Bejo) posar delante de los flashes. La chica cobrará relevancia y se convertirá en una de las nuevas caras de Hollywood del nuevo cine sonoro. El Artista sigue el formato del cine mudo, también llamado silente: Pantalla cuadrada, nada de sonido -sólo alusiones al mismo-, cuadros con los diálogos y música extradiegética, y ése es su valor agregado. Hasta las actuaciones en un principio responden al cine mudo, siendo más efusivas y teatrales. Aunque luego el film desarrolle un drama formalmente más contemporáneo, en las actuaciones y los encuadres. Pero si algo se destaca en El Artista es la relevancia de un lenguaje. Un lenguaje universal, el gestual, del que prácticamente no se necesita sonido para entenderlo, de allí que el perro tenga una actuación casi tan conmovedora como los demás personajes. Y a la vez un lenguaje en constante cambio, con sus consecuencias terribles para quienes no se adapten a sus nuevas reglas. Una búsqueda formal del lenguaje intrínsecamente cinematográfico. La película de Michel Hazanavicius habla del lenguaje del cine, aquel que se edifica sobre la base de los gestos. Por tal motivo es un film mudo en su forma, por más que el contenido (las consecuencias de la llegada del sonido al cine) ya haya sido narrado en otras oportunidades. Gestos que son la base a la hora de trasmitir sensaciones en las películas. De esta forma, valga la redundancia, El Artista conmueve y rinde homenaje al lenguaje cinematográfico desde la representación misma.
Cuando cae el sol Adrián y Ramiro García Bogliano vienen realizando films de suspenso made in Argentina desde hace varios años. Un género desprestigiado por los distribuidores locales que recién el año pasado con Sudor Frío (2010) pudo llegar a las salas comerciales. Este año es el turno de Penumbra (2011), una película que tiene más puntos en común con aquello que los identifica y distingue como realizadores: la generación de climas claustrofóbicos. Marga es una agente inmobiliaria española a punto de partir a su país natal. Pero antes de hacerlo algo la detiene más que su deseo de volver: el dinero. Le ofrecen una gran suma por vender una última propiedad, hecho que acepta de mala gana. Lo que no imagina es que el comprador y sus socios son una secta dedicada a extraños rituales. Penumbra expone lo mejor del universo Bogliano: una situación tensa que construye suspenso a partir de un clima claustrofóbico. El buen manejo de los tiempos de los directores es una virtud que presenta su oficio para este tipo de producciones. En la película, sin embargo, el comienzo se dilata demasiado perdiendo un poco el nerviosismo generado. Sobre el final, la tensión reencauza su curso para no soltar jamás al espectador. Si uno disfruta del buen cine de género, es porque le gusta dejarse llevar por la narración y ser sorprendido por la trama. En ese nivel, Penumbra consigue su requisito rodeando con recursos cinematográficos propios del suspenso al espectador. Movimientos de cámara, edición de sonido, la utilización del fuera de campo y las actuaciones (los gestos de los actores son todo un elemento tenebroso para generar miedo), son elementos que resaltan la cara del miedo que Adrián y Ramiro García Bogliano muestran con el film. En esta co-producción con España, es válido destacar las actuaciones de la actriz española Cristina Brondo, protagonista del film, Sebastián Muñiz, todo un habitué del género, y el no menos tenebroso Arnaldo André, nunca tan adecuado para el papel. Penumbra no es la mejor película de los incansables cineastas –realizan una por año al menos- pero es una grata muestra del manejo profesional que tienen del género. Esperemos que sea la confirmación de los realizadores como autores y del auge del suspenso-terror argentino en los cines locales.
La mejor película de la Historia del Cine Para quien sea amante del cine, de su historia y sus creadores, La invención de Hugo Cabret (Hugo, 2011) será un placer sin igual. La nueva película de Martin Scorsese es un sentido homenaje a George Méliès -precursor del cine espectáculo- y al séptimo arte en general: su poder, su magia y sobre todo, su pasión. Presten especial atención a los engranajes de la historia –de la película y del cine- para entender más aún la pasión que el film transmite. Hugo (Asa Butterfield ) mira como un voyeur lo que sucede en la estación central de París de la primera mitad del siglo XX. Oculto detrás de los relojes, busca engranajes que le ayuden a reparar un “autómata”, robot que su padre también relojero, no llegó a recomponer antes de morir. En la París de ensueño –o de película- Hugo dará con George Méliès (Ben Kingsley), un juguetero de la estación de tren, que esconde un secreto de su pasado ligado al cine. La mirada de Hugo es la de un niño ingenuo ante el descubrimiento y la fascinación del cine (¿un juvenil Scorsese?). De un chico que busca desesperadamente el engranaje a ese otro universo, donde todo es posible, donde la magia cobra fuerza, en fin, al mundo del cine. Un mecanismo con forma de corazón es el elemento más importante para hacer funcionar al autómata en la película, y para comprender a la historia del cine en sus inicios. Historia basada en leyendas, fábulas, cuentos cargados de tintes mágicos que mitifican los acontecimientos reales. Todo lo que se sabe del George Méliès verdadero es tal cual sucede en la película. Pero no importa demasiado para Scorsese, que en una entrevista una vez dijo “El cine son 24 mentiras por segundo” retomando una frase de Jean-Luc Godard. Y es así porque no importa la representación real de los acontecimientos en la historia del cine, sino su legado, su poder, capaz de hacer los sueños realidad. Así lo entendió Méliès a principios del siglo XX, y así lo entiende Scorsese a principios del XXI. Por ello, Scorsese incursiona por primera vez con la tecnología 3D con un homenaje a Méliès, el padre de la magia en el cine. Pero también recupera un trozo de la historia del cine, un fragmento olvidado al cual rendirle homenaje, y la clave para hacerlo es una llave con forma de corazón, o mejor, la pasión necesaria para materializar los sueños. La invención de Hugo Cabret es una delicia para los amantes del cine, pues rememora el placer del espectador ante el espectáculo. La fascinación por dejarse llevar dentro de una sala de cine por los acontecimientos fantásticos que suceden en la pantalla. Pero también, es una demostración de la pasión de Martin Scorsese -uno de los mejores directores contemporáneos- por el séptimo arte, su historia y sus inventores.
Camisas floreadas hablando de la muerte Si hay que pensar un punto característico en la filmografía de Alexander Payne, responsable de las geniales Entre copas (Sideways, 2004) y Las confesiones del Sr. Schmidt (About Schmidt, 2002), es la construcción del patetismo. En Los descendientes (The Descendants, 2011), el patetismo está dado a partir de los contrastes. Basada en la novela de Kaui Hart Hemmings, Los descendientes comienza con una frase de su protagonista Matt King (George Clooney) contraponiendo el paraíso donde vive, las islas Hawaianas, con los problemas terrenales de sus habitantes, entre ellos el de él. Al sufrir un accidente, su esposa queda en coma abriendo un abanico de secretos que disparará bruscamente en su entorno, sobre todo en Matt que deberá reconectarse con sus dos hijas, con quienes nunca tuvo buena relación, y encarar literalmente al amante de su mujer. Y si de problemas familiares se trata (de ahí “los descendientes” del título) tendrá que resolver un negocio inmobiliario que afecta directamente a sus familiares. Parece un chiste pero no lo es. Alexander Payne presenta las relaciones humanas desde la incomodidad. Lo hizo siempre y lo eleva a un nivel más en Los descendientes. Sus personajes son patéticos desde los estereotipos, personas mediocres que deberán reencontrar su humanidad en situaciones límites. Por ello ante la crisis que prevé un accidente casi fatal, la reacción que dispara instantáneamente es ridícula. Motivo de risa o no, el límite es representado por los contrastes. A los ya mencionados, se suma George Clooney. El actor es portador de una presencia y un carisma distintivo. No es de los actores que se suelen transformar en sus personajes, sino que suelen interpretar papeles de acuerdo a su personalidad. En Los descendientes, Payne utiliza sus características actorales como contraste. Vemos a un George Clooney abatido durante toda la película. O al menos hasta el final. Su Matt King es un personaje encogido de hombros, incapaz de mirar a los ojos a sus dos hijas. La escena en que pide consejo al amigo adolescente de su hija mayor grafica lo dicho. Hawaianos por descendencia, todos visten camisas de manga corta floreadas y bermudas. Sea ante la situación que sea. Van a hospitales y reuniones de negocios con la misma ropa. Otro contraste. Pero la perfección del paisaje -distintos planos paradisíacos de la ciudad, su mar y montañas- se contraponen con la presencia de sus personajes tratando de sobrellevar sus crisis personales. Es recurrente el plano de Clooney abatido en la playa de arena blanca y agua trasparente. El lugar sinónimo de felicidad, contrapuesto al sentir de sus seres. Los descendientes tiene sus lapsos innecesarios también. Algunos momentos que el film trata de conmover, casi rompiendo con la deconstrucción del estereotipo que plantea mediante el contraste. Sin embargo la película se destaca por explorar la condición humana pero no desde el drama lacrimógeno, sino desde la incomodidad -y por momentos la risa- que producen las situaciones límite. De ésas que la familia tanto nos obliga a transitar.
Las dos caras del FBI John Edgar Hoover fue un personaje controversial de la historia reciente norteamericana. Fundador del FBI, incansable perseguidor de comunistas y responsable de cambiarle la imagen a la policía estadounidense, hoy tiene su película dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Leonardo DiCaprio. El film J. Edgar (2011) trata con tono ambigüo su figura lejos del mito y la leyenda. J. Edgar está en el ocaso de su carrera -y vida- y pide registrar sus memorias. La película da un salto a 1920 y trata las dos temporalidades: el joven ambicioso y el adulto obsesivo, ambos interpretados por Di Caprio de gran actuación, con y sin maquillaje. Sus comienzos, la fundación del FBI, su relación con los distintos presidentes norteamericanos, su influencia en las decisiones de estado, su homosexualidad reprimida, etc. Un personaje muy norteamericano que carece de interés de este lado del hemisferio. Por suerte Eastwood no hace una biopic del personaje, sino que trata de darle un corte realista a su figura. Lejos de la leyenda y el mito instalado en torno a su persona, el film se apoya en el dicho “odiado por muchos, valorado por pocos”. Aunque alguien tan influente en la política norteamericana merece un tratamiento particular, una toma de postura, el viejo Clint hace lo que muchos con personajes controversiales de la vida real -vean el tratamiento inglés de Margaret Tachet interpretada por Meryl Streep en La dama de hierro (The Iron Lady, 2011)- no toma partido, ni a foavor ni en contra del personaje, lo muestran como un ser humano con contradicciones, haya lo que haya hecho. Para tal acción Eastwood se recuesta en su habitual colaborador en la fotografía Tom Stern. Stern ocatgenario al igual que él, realiza unos claroscuros sobre el personaje en más de una ocasión, para enfatizar cinematográficamente la ambigüedad de su comportamiento. Lo mismo sucede a nivel argumentativo, los distintos traumas de J.E.Hoover en su juventud no parecen ser la causa de su obsesión con las distintas persecuciones a enemigos políticos, ya que la película se interna en ellos sólo un instante para luego alejarse y sobrevolar otro conflicto personal. No hay un motivo, sino muchos, parece decirnos Eastwood, dejando como conclusión las mismas dudas sobre el personaje que había en un principio. Sin embargo, y dicho esto, la película muestra hechos míticos de la historia norteamericana relacionados con J.Edgar como su presunta homosexualidad, declarada en el film, la existencia real de archivos secretos del FBI sobre funcionarios políticos, su relación con el asesinato de J.F.Kennedy, su ego desmedido para adjudicarse los arrestos policiales, etc. Situaciones interesantes para los norteamericanos, ya que aclara su historia reciente, pero intracendente para el resto del mundo, a no ser que se sienta interesado por la temática. La nueva película de Clint Eastwood puede compararse con los films de presidentes norteamericanos que realizó Oliver Stone, no mete el dedo en la llaga, simplemente hace un retrato superficial de su figura. Aunque J. Edgar tiene un tratamiento menos patriota y más responsable cinematográficamente hablando que los films de Stone.
Entretenimiento subversivo ¿Qué es Peter Capusotto y sus 3 Dimensiones (2012)? ¿Lo mismo que hacían Diego Capusotto y Pedro Saborido por la TV Pública en Peter Capusotto y sus videos? Pues no, es más que eso. Es una reflexión filosófica marxista -así la denominan- acerca del lugar que ocupa el entretenimiento en nuestra sociedad. Si, leyeron bien, entretenimiento anarquista made in Peter Capusotto. Peter Capusotto y sus 3 Dimensiones es una suerte de especial que se desprende del programa de TV, hecho para ser visto en 3D y hasta parodiar el formato. En esta oportunidad, no es el Rock & Roll el denominador común que hilvana los sketch, sino el entretenimiento como ensayo conducido nada menos que por Violencia Rivas. La dupla Pedro Saborido-Diego Capusotto –de allí el nombre “Peter” (de Pedro) “Capusotto”- sigue fiel a sus fans y a su estilo: hacer humor inteligente, autoconsciente y paródico del medio con el cual trabajan: Parodian el formato 3D, las redes sociales, las doctrinas ideológicas, el entretenimiento, pero siempre desde el uso consciente de ellas: la película es en 3D, el programa terminó de hacerse popular en las redes sociales, tienen una posición ideológica definida y hacen entretenimiento. En todo caso, la gran diferencia con otros espectáculos es el absurdo: el absurdo de inducir la reflexión al reirnos de nosotros mismos. Pero quien lea esta nota seguramente querrá saber quiénes son los personajes que acompañan a Violencia Rivas. No falta Bombita Rodriguez y la reconstrucción de la masacre de Ezeiza, contra la derecha “gorila” del justicialismo compuesta por el Oso Yogui, apodado “El ortodoxo Yogui” y Los tres pesados, tres personajes muy parecidos a Los Tres Chiflados. También está Jesús de Laferrere, Micky Vainilla y Pomelo, entre otros. Aunque lo mejor está en los separadores que van desde comerciales de yogures para combatir el tránsito lento –con dibujos incluido- hasta el nuevo cine en 3D del grupo económico de “Pizzería los Hijos de Puta”. Ah, la sección de los amigos que chatean es imperdible. Y quién disfrute del contenido subversivo atención al bloque “El entretenimiento como propaganda política”. Peter Capusotto y sus 3 Dimensiones será sumamente disfrutable para los seguidores del programa claro está. Pero también es la reivindicación de un entretenimiento no pasatista, que se pelea con la sociedad de consumo aunque sepa ser parte de ella. Algo tiene en claro Peter Capusotto, y es que la revolución se hace desde adentro.
Detrás de los ideales La cuarta incursión de George Clooney en la dirección, Secretos de estado (The Ides of March, 2011), es un thriller político que denuncia los inevitables caminos de corrupción en época electoral. Clooney, siempre comprometido con la realidad detrás de cámaras, vuelve a darle un duro golpe ideológico al sistema político con este film. Elecciones primarias en Ohio del partido demócrata. Dos candidatos se disputan la cabeza de partido: Pullman (Michael Mantell) y Morris (George Clooney). Los sucios vericuetos detrás de las campañas quedan expuestos en escena. El jefe de campaña del primero es Tom (Paul Giamatti), el del segundo Paul (Philip Seymour Hoffman) y su asesor Stephen (Ryan Gosling). La trama se centra en el joven asesor que pone en jaque sus ideales para ascender en el mundillo de la política. La situación se torna aún mas interesante cuando el juego se vuelve personal para Stephen. Como en la genial Buenas noches, y buena suerte (Good Night, and Good Luck, 2005), Clooney se escuda en hechos muy semejantes a la realidad (aunque estén basados en la obra Farragut North de Beau Willimon, son situaciones que pasan cotidianamente en política) para meter el dedo en la llaga al sistema eleccionario norteamericano y hacer una defensa de los ideales. Un gran elenco preside Secretos de estado, todos de formidables actuaciones sumándose a los ya mencionados anteriormente, Marisa Tomei como una periodista implacable, y Evan Rachel Wood como “la pasante” del conflicto que disparará la venganza final en el film. La película viene cosechando premios en el exterior, cuenta con cuatro nominaciones a los Globos de Oro y tiene muchas posibilidades de candidatearse al Oscar. Pero lo más importante es que recupera un cine norteamericano de denuncia que hacía mucho no se estrenaba en nuestro país.