La Paz es una búsqueda, un intento de encontrar un lugar en el mundo que pacifique los pensamientos bélicos y atormentadores de Liso (vaya nombre si los hay); un joven treintañero que sale de una internación psiquiátrica y busca estabilizarse en la lujosa casa de sus padres. Liso ya no tiene amigos, perdió a su ex y le es imposible armar lazos con mujeres de su pasado. Los únicos vínculos que lo sostienen un poco, son su adorable abuela y la empleada doméstica, Sonia, un inmigrante boliviana que sigue preservando su cultura y extrañando bastante su país. El gran trabajo de Santiago Loza es la construcción de sus personajes, que si bien cumplen con todos los estereotipos, a medida que transcurre el relato, estas imágenes se van desvaneciendo y vemos que hay dentro de las cáscaras de estos seres humanos. Liso no es solo un chico rico que tiene tristeza, su madre tampoco es únicamente una veterana estirada frívola que se dedica a la pintura, Sonia es mucho más que ese personaje introvertido, típica de los estereotipos prejuiciosos que tenemos de la comunidad boliviana.
El título del film juega con el presente que atraviesa su protagonista y con la localidad turística de Córdoba, donde supuestamente una pareja está pasando sus vacaciones. Carmen (Mara Santucho), se encuentra en una encerrona, víctima de la violencia de género, a través de su desagradable marido, Rafa (Marcelo Arbach). En el comienzo del films observamos gráficamente esta cuestión, Carmen encerrada en el auto, no queriendo salir pero con un rostro que expresa la necesidad de huir. Lamentablemente todo queda a mitad de camino, esto que nos intenta narrar se diluye a través de numerosos e interminables encuadres estáticos del paisaje cordobés, uno uso abusivo de los primeros planos, y una narrativa poco fluida y empobrecida. Mariana Brisky hace de la madre de Carmen, detalle muy peculiar, porque ni siquiera hay un buen trabajo de maquillaje para disimular la cercanía de edad de ambas actrices. Este era el comentario general al salir de la sala...
Solo se trata de vivir. ¿Por dónde encarar una película que contiene tantos disparadores de análisis por la multiplicidad de impresiones emocionales, sociales y morales que despierta? El film del tunecino Abdellatif Kechiche no plantea un eje tradicional de conflicto, sino que se centra en algo tan vital y descarnado como lo es la vida misma. De eso va La Vida de Adèle, de la experiencia de vivir con todo lo que ello conlleva, por eso estamos ante una obra puramente emocional, entrañable, cruda y honesta. El realismo es absoluto, sin ningún condimento o agregado; hay ausencia de música extradiegética, flashbacks, montajes que agilicen la trama o voz en off. Kechiche nos cuenta esta historia visceral valiéndose de un magnífico uso de los primeros planos y sumergiendo la cámara en los poros de la piel de sus protagonistas. Ningún rasgo facial -por más imperceptible que sea- es pasado por alto, el rostro de Adèle funciona como un espejo del nuestro, su mirada, sonrisa, lágrimas, encías, pupilas, todo es capturado con tal intensidad que conduce a una empatía inevitable...
Un film que retrata dos visiones opuestas de la misma realidad social tan violenta y militarizada como lo es la isarelí. Por un lado tenemos a un comando de policía super profesional y especializado en antiterrorismo, en especial la proveniente de las amenazas árabes, ellos están orgullosos de su país: es el más hermoso del mundo; por el otro un grupo de jóvenes revolucionarios compatriotas con un plan de estratégico para que los ricos mueran y los pobres y oprimidos venzan, ellos están avergonzados de su país: el más injusto y desigual del mundo. Los primeros son una especie de Tropa de Elite, los segundos nos remiten a Los Edukadores pero más fanatizados. La propuesta resulta más que interesante, pero el resultado está bastante alejado del nivel de estos dos films mencionados. No llega a tener ni la acción adrenalínica de la película brasilera, ni la profundad ideológica del largometraje alemán. Dividida en partes, primero muestra a través de su policía protagonista, Yalom, como es vivir en la fuerzas de seguridad de unos de los lugares más combativos del mundo, pero a medida que avanzan los minutos la narración se queda un poco estancada y se pierde en ciertos conflictos relacionales, la segunda parte del film te presenta la historia de estos jóvenes utópicos y también se pierde en los diferentes vínculos que se establecen entre los miembros del grupo. Recién en la última media hora el relato levanta vuelo y adquiere su momento de mayor intensidad cuando el plan de los revolucionarios se lleva a cabo y la policía debe interceder con sus modalidades más violentas y combativas...
Hacia mares salvajes. En los años 40, el investigador Thor Heyerdahl plantea que la Polinesia en realidad fue habitada primeramente por los Incas y no por los asiáticos como creía la comunidad científica. Frente a la negativa de publicación, por ser considerada una hipótesis falsa, el obstinado aventurero se propone realizar el mismo viaje que hubiesen hechos los pre- colombinos, bajo condiciones de navegación similares (desprovistos de casi todo material tecnológico, solo con una balsa hecha de troncos para cruzar el Océano Pacífico desde Perú hasta la Polinesia). Esta expedición se llamó Kon Tiki, en honor al Dios solar Inca, que supuestamente adoraban los polinesios. A pesar de las refutaciones antropológicas a la teoría de Thor, la travesía es considerada como unas de las hazañas más grandes de la humanidad. En Noruega hay un museo dedicado a Kon Tiki, además existe un libro de viaje que fue traducido a montones de idiomas, vendiendo millones de copias, y el documental de la travesía ganó un Oscar en la década del 50...
Ladrón de esquís. Además de ganar el Oso de Plata en el Festival de Berlín, el segundo largometraje de Ursula Meier fue casi nominado al Oscar, ya que estuvo entre los nueve finalistas para formar parte de los cinco competidores por el premio al mejor filme extranjero otorgado por la Academia de Hollywood. Es que la cineasta suiza ha construido otro film de notable calidad dramática, similar a su ópera prima Home, donde abordaba una crisis familiar a partir de un agente externo amenazante. Ahora nuevamente analiza los vínculos consanguíneos aunque esta vez el peligro es interno. El eje del relato es una familia diezmada que se reduce a Louise (Léa Seydoux), la hermana mayor, y el hermano preadolescente Simon (Kacey Mottet Klein). El vínculo es por demás disfuncional: ella se encuentra perdida y confundida, vagando sin rumbo fijo, por lo que continuamente se expone a situaciones que la degradan. Simon, por su parte, arrastra la responsabilidad de solventar los gastos del hogar...
Una singular mezcla de neorrealismo, con poesía operística, tragedia griega y altas cuotas de misticismo, define la última y más ambiciosa obra del cineasta independiente, Raúl Perrone. Es que P3ND3JO5, es todo eso y mucho más. Estrenada en la Competencia Argentina del BAFICI 2013, la película aborda la adolescencia desde su raíz semántica: adolecer. Esa etapa de la vida donde las pulsiones fluyen a borbotones y en cada vivencia se juega la misma vida. Hipnóticamente melancólico, este extenso largometraje se divide en tres actos y una coda, filmado en blanco y negro, con formato 4:3, hace que sea imprescindible verlo sí o sí en una sala de cine. Porque Perrone hace uso del lenguaje cinematográfico con una admirable variedad de recursos, que apuntan a volver a la raíz misma del cine. Es una película muda con algunos intertítulos y en otros momentos los diálogos los debe inferir el espectador. Pero esto que puede hacerlo pesado y denso, es lo más atrapante del largometraje. Narrativamente es notable como el director logra que en un filme de estas características, la tensión hipnótica vaya incrementando a medida que nos internalizamos en la vida y conflictos de estos pibes...
Resistiré. El 20 de marzo de 2003, Estados Unidos iniciaba los bombardeos sobre Irák, esa misma noche en París, Romeo y Juliette estaban en vela. A la mañana siguiente, Adam, el bebé de ambos, iba a ser examinado por continuas anormalidades en su desarrollo esperable. Mientras el mundo entraba en guerra, la joven pareja iniciaba la propia, pero esta no era para matar, sino al contrario, se trataba de salvar una vida, la de su hijo. Una temática tan sensible, como lo es la de un pequeño niño con una enfermedad muy grave, podría ser presa fácil de un melodrama sentimental repleto de golpes bajos, o por el contrario un exceso de optimismo naif que se asemeje a un best seller new age. Pero Declaración de Vida es otra cosa, una propuesta fresca, novedosa, y saludable para filmes que relatan temas de enfermedades. Sin dejar de ser dura, evita caer en clisés y nos da un relato ágil, entretenido, agradable, aunque tan adrenalínico como demoledor y desesperante por momentos...
Algún lugar encontraré. ¿Quién no ha fantaseado alguna vez, con irse a un lugar lejano, donde se es completamente desconocido, cambiar la identidad, y hacer borrón y cuenta nueva? Esta búsqueda permanente de identificaciones imaginarias, es la que viven los adolescentes, y no tanto, en un intento constante de construir su subjetividad. La ópera prima de María Florencia Álvarez, aborda el tema, pero desde una historia absolutamente peculiar, y da cuenta como la búsqueda de identidad logra transitar caminos que para otros nos pueden resultar muy insólitos...
Inocencia Interrumpida En épocas donde el abuso sexual infantil en las instituciones escolares, es noticia recurrente en los diversos medios de comunicación. Thomas Vinterberg, aquel que creó unos de los films de culto más trascendentes de los noventa (La Celebración), y uno de los fundadores de ese proyecto llamado Dogma 95. Ahora, vuelve a tocar el tema de la pederastia, pero desde un lugar mucho más incómodo, sobre todo para padres que tienen hijos en edad escolar, no depositando el monstruo en un sujeto pervertido que está a cargo de la educación de los hijos, sino en la sociedad misma, y en el núcleo psicótico paranoico de toda cultura...