"Sangre, furor y mates" Cuando Sam Raimi concretó en 1981 “Evil Dead” (“Diabólico” en nuestro país) jamás imaginó que el éxito desmedido de ese trabajo lo llevaría, no solo a ser considerado automáticamente uno de los realizadores más importantes del género, sino también a tener que realizar una secuela en 1987 (en la cual se vio obligado a contar casi la misma historia por haber perdido los derechos de la original) y una tercera parte en 1992, de la cual muchos fanáticos hasta la fecha todavía exigen una continuación. Luego vino el suceso la primera trilogía cinematográfica de “Spiderman” y la historia que ya casi todos conocemos: Durante todos esos años de éxito en el mainstream Raimi nunca se sacó de la cabeza la idea de retomar en algún momento el legado iniciado por “Evil Dead”. Mientras todos eso pasaba en el país del norte, aquí el vecino uruguayo Fede Álvarez se empezaba a hacerse conocido en el BARS gracias a sus dos primeros cortometrajes (“El Cojonudo” y “Ataque de Pánico”) llegando incluso a ganar el premio del público por el primero (2006) y una mención especial por el segundo (2009). Ese reconocimiento le dio un impulso enorme a “Ataque de Pánico” que, posteriormente, alcanzaría millones de visitas en Youtube y llegaría a las manos del mismísimo Raimi para que éste finalmente decidiera (no sin antes montar una pantalla de misterio alrededor) llevar a cabo una de las decisiones más injustas e innecesarias: Hacer una remake de “Evil Dead”. Pese a la negativa de los fans y la presión que ellos mismos impusieron, Álvarez y Raimi se metieron de lleno junto a los guionistas Rodo Sayagues Mendez y Diablo Cody para contar nuevamente un verdadero clásico. Y las pruebas son contundentes: “Posesión Infernal” es un ejemplo perfecto de que con respeto se puede obtener un producto decente que no busque superar a la original ni tampoco arruinarla. Por eso, repito, me parece que esta remake pese a ser una buena película es completamente innecesaria. Su principal problema es al mismo tiempo su mayor acierto: En ningún momento se propone ser superior a la obra homónima y ofrece una historia, con pequeños cambios insignificantes, que respeta las bases y las características de la misma. Hay ejemplos de remakes que terminaron siendo superiores a las obras originales, como “El despertar del Diablo” de Alexandre Ajá, y otras que directamente arruinaron por completo grandes clásicos como ser “La niebla” de Rupert Wainwright. Aquí en cambio quedamos varados en el medio de un dilema que nos puede arrastrar a ver nuevamente la obra original, o simplemente a disfrutar por medio de un producto más moderno las mismas sensaciones que aquella producía. “Posesión Infernal” es un espectáculo que por ser tan violento, brutal, asqueroso, repulsivo y burdo termina homenajeando en gran forma al trabajo de Raimi, pero bajo ningún aspecto estamos frente a una reinvención, ni a una propuesta superadora. Y es una lástima porque además de estar muy bien dirigida (es el primer largometraje de Álvarez), muy bien actuada (Jane Levy sobresale del resto), visualmente es apabullante (fotografía tremenda de Aaron Morton) y está musicalizada como los dioses (excelso trabajo de Roque Baños), esta remake difícilmente pueda dejarnos aplaudiendo de pie. Incluso todo el gran trabajo que hicieron con los efectos especiales (a la querida y entrañable vieja escuela) en cierto punto termina estando desaprovechado cuando se utiliza para contar algo que ya vimos. En definitiva, se disfruta bastante como fanático del terror, pero también te deja pensando: Si el talento de Álvarez y la experiencia de Raimi se hubieran puesto al servicio de una historia original, ¿No estaríamos frente a un nuevo y necesario clásico?
"El apellido te queda grande" A partir de la 4° película de esta saga (que habrá que analizar si merecía seguir siendo explotada) el paso del tiempo y las nuevas modas del cine obligaron a reacomodar algunas piezas del tablero para que las aventuras de John McClane calaran hondo en el nuevo público al cual se dirigían. Por eso aparecieron los tan mencionados hijos de McClane, quienes azotan con problemas más modernos al policía más capo de los Estados Unidos para hacerlo pasar por situaciones más complicadas que los mismos villanos de turno a los que se enfrenta. En esta 5° entrega sin embargo la pifiaron bastante feo, ya que la relación padre-hijo (interpretado por Jai Courtney) que intentaron construir entre los personajes centrales del film no funciona como tal y cuando el relato atraviesa los recientemente agregados e innecesarios pasajes emotivos y reflexivos termina haciendo agua por todos lados. Hay varios de esos momentos en donde Bruce Willis y Jai Courtney tienen diálogos que intentan reflejar una relación familiar conflictiva pero no pegan ni encajan con el ritmo de una saga que se caracterizó por no tenerlos. A diferencia de Lucy (la hija interpretada por Mary Elizabeth Winstead) quien en la película anterior cumplía el rol de “la dama a salvar” y su función pasaba a ser similar a la de su madre en los dos primeros films, Jack McClane Jr más que un hijo parece un policía colega de su padre que esta igual de loco que él. También es una falla de esta producción haber elegido a un actor sin carisma, ni el talento necesario (tampoco es demasiado) para darle vida al hijo de John McClane. Otro desacierto de esta nueva entrega “Duro de Matar” es que el guión de Skip Woods le quiso dar peso a dos protagonistas, convirtiéndola en una falsa buddy movie y rompiendo la regla básica de esta saga: McClane hace todo lo imposible completamente solo. Tener a padre e hijo corriendo de aquí para allá, en medio de una fría y alborotada Rusia (¿Era necesario sacarlo de NY?) para hacer absolutamente lo mismo llegado el caso (tiroteo, persecución, etc) resulta, sinceramente, bastante aburrido. Sin embargo hay dos aspectos que me parece vale la pena destacar de este regreso a la pantalla grande de uno de los grandes ídolos del genero y es el increíble apartado visual y técnico que presenta esta película. Nunca habíamos visto tanta espectacularidad en alguna de las entregas anteriores de esta saga: Desde la impecable y frenética introducción al conflicto, pasando por la monstruosa persecución en pleno centro de Rusia, hasta llegar a ese explosivo y destructivo final, “Duro de Matar: Un buen día para morir” no solo cumple con las dosis de acción necesarias para ser un producto entretenido sino que sorprende visualmente de gran forma. El otro es punto a su favor es la edición a manos de Dan Zimmerman, quien junto al director John Moore, logró contar en tan solo 98 minutos una historia de McClane, lo cual es llamativo ya que todas sus películas anteriores rondaban por las dos horas y monedas. Un ritmo entretenido y dinámico, sumado a la espectacularidad visual impensada hace unos años dentro de esta saga convierten a esta quinta entrega de “Duro de Matar” en un producto aceptable y bastante disfrutable pero que está lejos de todas sus antecesoras y completamente descolocado dentro de la gran tradición creada y defendida a balazos por ese icono de la acción que es John McClane.
"La violencia de todos los días" El efecto “Tropa de Elite” de Jose Padilha se nota bastante en este film israelí que pese a esto no cae en plagio o el burdo homenaje de aquella película brasileña sino que ofrece un relato crudo y objetivo de como la violencia atraviesa todos los niveles sociales sin importar las diferencias. Nadav Lapid construye un relato de suspenso con dos caras opuestas y enemigas de la realidad de su país: por un lado tenemos a un grupo de policías anti-terroristas cuyo estilo de vida plagado de violencia para imponer poder y respeto trasciende de forma abrupta los horarios de trabajo y se impone en la vida cotidiana y en la familia, mientras que en la vereda del frente tenemos a un grupo de jóvenes anarquistas que cansados del presente que los abruma deciden tomar cartas en el asunto de forma violenta, despectiva y organizada. Durante la primera parte del relato todo gira alrededor del grupo de policías ofreciendo de forma objetiva un claro reflejo de su estilo de vida condicionado por las experiencias que inevitablemente se viven en esa profesión. Al principio durante esta parte el film parece no haber dirección alguna y todo se resume a mostrar las vivencias de los integrantes de este grupo. Sin embargo, en la segunda parte, cuando tenemos a los jóvenes anarquistas al mando de las riendas del film, el relato toma más peso y se constituye como un thriller interesante con final difícil de anticipar y a su vez polémico. De hecho, durante gran parte de la peli no vamos a tener grandes momentos que podamos recordar una vez que salgamos de la sala, pero los minutos finales realmente logran ese objetivo y por lejos se convierten en lo mejor de esta propuesta. Lapid no toma partida por ninguno de los dos bandos de los cuales se vale para armar su film, ofreciendo en ese clímax final un resultado bastante acertado de algo que lamentablemente todos sabemos: la violencia no tiene límites ni fronteras. Lo peor que le puede pasar a “Policeman” es que se la confunda con una película de acción que repita los esquemas hollywoodenses. Al contrario, el trabajo de Lapid hace más énfasis en lo que sucede en la cotidianidad de esas personas que en algún momento de su vida deciden (o deben porque es su trabajo) utilizar la violencia para hacerse ver en un mundo que no es ciego, pero al que le cuesta ver.
"Caricias cantadas" Si alguien me decía que el director de esta película era el mismo de la cinta de terror “The Cottage” (2008) y del poco conocido, pero interesante, thriller “Cherry Tree Line” (2010) seguramente no hubiera entrado a ver “La esencia del amor” tan tranquilo y relajado como lo hice hace un par de semanas. De todos modos la experiencia sirve, y lo que uno debe transmitir en primer lugar al hablar de esta producción inglesa es que como película ofrece todo lo que uno busca a la hora de pagar una entrada para pasar un buen momento dentro del cine. Es decir; Una buena historia, grandes actuaciones, un guión que entretenga y emocione y una dirección que sepa mezclar todos los elementos anteriores para redondear un producto que te deje una sonrisa de oreja a oreja al salir de la sala. La versatilidad de Paul Andrew Williams como realizador sorprende gratamente gracias a un film como “La esencia del amor” en donde el humor y el drama se combinan de forma perfecta, convirtiendo un relato simple de la vida de dos ancianos en una invitación a la reflexión sobre algunos de los aspectos más interesantes de la vida adulta. Creo que también es necesario decir que esta película apunta a un público más adulto que el habitual, ese que a veces se queja de la falta de ofertas interesantes que puedan divertir y movilizar sensaciones y sentimientos sin la necesidad de demasiado despliegue audiovisual. Ojo: “La esencia del amor” es un film redondito, de esos que se pueden disfrutar un domingo al mediodía con un público todas las edades, pero creo que la ventaja a la hora de pasarla muy bien con esta producción la llevan aquellos espectadores que, con un poco más de años, tuvieron que atravesar situaciones familiares y personales que no son agradables pero si motivadoras de grandes cambios. La historia del matrimonio entre Arthur (excelente Terrence Stamp) y Marion (destacadísima Vanessa Redgrave) logra un grado increíble de complicidad con el público y pese a que a medida que avanza el relato el drama va tomando más protagonismo, “La esencia del amor” no pierde nunca en el camino su espíritu alegre y melancólico gracias al personaje de Elizabeth (la hermosa Gemma Arterton) y a un par de secundarios increíbles. El amor, aunque suene paradójico, termina convirtiéndose en el verdadero motor e impulso de esta película, la cual se esfuerza notablemente por reflejar a través de su historia que no existen fronteras, distancias ni tiempos para poder disfrutar de la vida, reconstruirnos frente a sus adversidades y alcanzar la felicidad plena gracias a valores tan nobles y esenciales como la amistad y la familia. Poder reírse sin culpa sobre la cotidianeidad que atraviesa la vida de las personas de la tercera edad, emocionarse con algunas de las dolorosas circunstancias que también marcan a estas personas y alegrarse por el impulso que motiva a esos espíritus llenos de experiencia a seguir dando batalla en pequeñas aventuras es algo que afortunadamente nos conmueve y nos llena de alegría. “La esencia del amor” no será perfecta, pero las sensaciones que a uno como espectador le dejan esta clase de películas se asemejan bastante a esa palabra. Un verdadero mimo al alma, de esos que en el cine a veces faltan.
"Circulo mortal" Contar una buena historia en el cine no es fácil. Hacer reflexionar con ella, es mucho más difícil aún. Por eso quiero destacar el trabajo del venezolano Joel Novoa en su opera prima, ya que hizo un esfuerzo muy grande no solo por tratar de cumplir los dos aspectos anteriormente mencionados sino también por intentar hacerlo a través de un relato basado en hechos reales que, todavía, no escapan de generar polémica en nuestro país. La historia de “Esclavo de Dios” está situada en el difícil contexto social que vivió Argentina antes, durante y después del atentado contra la AMIA, ocurrido en 1994, el cual dejó como saldo 85 víctimas fatales y que, hasta el día de hoy, todavía sigue siendo un hecho impune frente los ojos de la justicia de los países involucrados. Moviéndose de lleno en el plano ficticio, Novoa nos cuenta un muy buen thriller policial que sigue los pasos de Ahmed (Mohammed Alkhaldi), un terrorista islámico que está involucrado en la célula que llevó adelante el ataque a la AMIA, y de David (Vando Villamil), un agente del Mossad que busca desesperadamente a los responsables de dicho acto para evitar también la organización de otras acciones similares. Con un ritmo que va incrementando a medida que avanzan los hechos, “Esclavo de Dios” es una gran propuesta que logra reunir todos los requisitos necesarios para erigirse como el interesante thriller policial que es, lo cual no es poca cosa, ya que no estamos habituados a ver esta clase de producciones dentro del cine nacional. La producción cuidada del film (el cual se filmó en España, Venezuela, Argentina y Uruguay) que incluye una correcta recreación de esos años (algo que no es fácil ni barato), escenas de acción muy bien logradas y una edición que te sumerge de lleno en su intrigante trama, es un aspecto clave ya que te mantiene enganchado de principio a fin como espectador. Párrafo aparte para la musicalización de parte del gran Emilio Kauderer (“El secreto de sus ojos”, “Metegol”) que aporta la dosis clave de suspenso necesaria en esta clase de películas. Sin embargo, repito, quiero remarcar que “Esclavo de Dios” lejos de ser un producto que busca ser polémico, o meramente abocado al entretenimiento, intenta hacernos reflexionar sobre las consecuencias de tomar posiciones extremas en base a ideologías, religiones u otros aspectos que construyen la vida social. La escena de apertura y el cierre de este film logran crear un ejemplo correcto que te deja reflexionando sobre el denominado “circulo mortal”, tema del que suele hablarse constantemente en películas y otros medios. La búsqueda de venganza, la violencia y sobre todo el rencor son casi siempre el puntapié inicial histórico de los conflictos más graves y dramáticos que los seres humanos han tenido que soportar. Reflexionar sobre eso a través de una película se agradece, por eso “Esclavo de Dios” es una muy buena propuesta para aprovechar en la cartelera local.
Podemos decir que pasaron 10 años de la última vez que vimos al gran Arnold haciendo de las suyas en la pantalla grande, ya que “Terminator 3: La rebelión de las maquinas” de Jonathan Mostow (2003) fue su última producción importante dentro del cine. Después vinieron los cameos, una aparición polémica en “Terminator 4: La salvación”, idas y vueltas alrededor de su retorno a la actuación y finalmente sus pequeñas participaciones en “Los Indestructibles” que fueron, al menos para quien les escribe, claves para que uno de los iconos del cine de acción quisiera volver a trabajar en la pantalla grande. Schwarzenegger se terminó contagiando de esa alegría que transmiten bestias como Stallone (con quien no tenía hasta el momento buena relación) y Bruce Willis y por esa razón decidió volver para hacer lo que mejor sabe: Pararse frente a una pantalla, imponer su presencia y disparar las armas más grandes que uno pueda imaginar. El tipo a los 66 años ya se dio cuenta que el público lo que busca en sus películas no es una gran actuación, sino su mera presencia, su particular tonada y sus indestructibles músculos repartiendo golpes y pólvora por todos lados. Por ese motivo podemos decir que “El último desafío” es una fiesta que apela a la nostalgia de todos los amantes del cine de acción de la vieja escuela que son reacios a las nuevas formas y giros que tomo el género en los últimos años, donde los efectos especiales por computadora, los protagonismos absolutos y la continuidad de una historia hasta el hartazgo coparon la parada. De la mano del director coreano Kim Jee-Woon (quien desembarca en tierras hollywoodenses por primera vez) y de un guión pequeño escrito por el debutante Andrew Knauer, Arnold Schwarzenegger vuelve al cine para cargarse sobre sus hombros la responsabilidad de ofrecer un entretenimiento pochoclero que está a la altura de los que supo realizar en sus viejos tiempos de gloria. Basta del abuso de efectos especiales; Aquí en “El ultimo desafío” todo está filmado como mandan los libros, con escenas de acción impresionantes que incluyen tiroteos interminables gracias a pistolas de munición ilimitada, persecuciones impresionantes a bordo de toda clase de autos (incluyendo un hermoso Corvette ZR1) y una pelea final a puño limpio donde todos los golpes duelen menos de lo que tienen que doler y las frases épicas abundan. Basta de protagonismos absolutos; Si bien el gran Arnold es la razón principal por la que todos vamos a terminar viendo esta película, cuando empieces a ver caras muy conocidas en el relato como las de Foresth Withaker, Eduardo Noriega, Rodrigo Santoro, Luís Guzmán, Peter Stormare y las hermosas Jaimie Alexander y Génesis Rodríguez vas darte cuenta que los realizadores de “El último desafío” no quisieron dejar cabos sueltos y formaron un elenco coral como a los que nos tenían acostumbrados las grandes pelis de acción para que la pases de maravillas en el cine. Párrafo aparte para Johnny Knoxville que de su estupidez hizo toda una carrera en base a los mismos personajes y terminan funcionando siempre como en este caso. Y por favor basta de historias eternas; Basta de secuelas, reboots, remakes, precuelas e historias contadas desde otro punto de vista. Volvamos a lo clásico, a los 100 minutos en donde toda la carne se tira al asador sabiendo que el espectador se merece disfrutar de un espectáculo completo y no recortado en mil partes. “The Last Stand” desde que arranca no para más con su ritmo frenético hasta el final, ofreciéndote todo lo que buscas (en grandes medidas) dentro de una película de este género. Gracias por cumplir tu vieja y antigua promesa querido Arnold: “El último desafío” es una gran dosis de entretenimiento que te deja aplaudiendo con una sonrisa de oreja a oreja una vez que termina la función
"Encadenen a Tarantino" Después de años de meditarlo seriamente finalmente me atrevo a decirlo: Tengo un problema con Tarantino y es que me está cayendo tremendamente pesado en sus últimas producciones. Luego de la magnífica “Kill Bill” y de las mejores películas de su filmografía “Perros de la calle” (para mí la mejor de todas), “Pulp Fiction” y “Jackie Brown” el realizador más original, violento y políticamente incorrecto del cine norteamericano se convirtió en una caricatura de sí mismo. Desde que hizo la somnífera y aburrida “Death Proof” y consiguió un éxito desmedido por la correcta (pero lejos de ser perfecta) “Bastardos sin Gloria”, Tarantino tiene los humos subidos hasta la cabeza y se cree lo suficientemente grande para hacer lo que se le cante en el cine, sabiendo que el público y la prensa van a seguir alabando sus producciones pase lo que pase. La verdadera y tangible realidad de esto último es que el público más fiel que Tarantino viene acumulando gracias a sus más recientes trabajos es un grupo de adolescentes y jóvenes que tienen desconocimiento total de la obra a la que hace referencia el realizador y por lo tanto no pasan a conocerla gracias a él, sino que directamente se la atribuyen como si fuera completamente suya. Por eso que haya espectadores que salgan de ver “Django Desencadenado” y hablen maravillas, por ejemplo, de la banda sonora del film sin saber quiénes son Luis Bacalov, Riz Ortolani, Jerry Goldsmith y Ennio Morricone es algo que como cinéfilo te altera por completo. Ni hablar cuando estas mismas personas piensan que Django es un personaje salido de la cabeza de Tarantino y omiten sus más de 45 años de existencia y los más de 12 grandes actores que lo interpretaron a lo largo de ese tiempo, entre los que se encuentran iconos del verdadero Spaghetti Western como Franco Nero, Terrence Hill y Antonio de Teffe. Que pase esto a Tarantino le encanta, como así también que gran parte de la prensa lo siga tildando como “original”,” atrevido” y “autor clásico”, cuando en realidad ya es un realizador que viene hablando de lo mismo (la venganza) desde hace 21 años y no tiene intención de cambiarlo. Ojo: Hay directores que supieron hacer una excelente carrera por hablar siempre de lo mismo, pero en el caso de Tarantino resulta absurdo e irónico que un director al que se lo considera tan talentoso (y en cierto punto el sabe que lo es) se quede estancado en ese círculo de “falsa” seguridad para mostrar cada vez menos destellos de su calidad. Por eso hasta aquí llegue: Yo no compro más bajo ningún punto de vista ver 165 minutos de verborragia repetida, personajes calcados de otras películas suyas, violencia desmedida que se utiliza como elemento de humor y el mismo esquema argumental que solo cambia de personajes y de época película tras película. “Django Desencadenado” es innecesariamente larga, lo cual le hace perder ritmo y deja a la vista sus dos grandes errores: en primer lugar el hecho de tener un personaje secundario (Chris Waltz) más interesante que su protagonista (Jamie Foxx) y sus patéticos villanos (Samuel L. Jackson y Leonardo Di Caprio). En segundo lugar su guión, que también gira una y mil veces sobre diferentes situaciones (algunas muy divertidas, es cierto) pero ninguna de estas terminan siendo necesarias para convertir al producto final en algo interesante. Las últimas películas de Tarantino perdieron esa dosis de suspenso que solían ser clave y caracterizaban a sus primeras producciones. Nuevamente la fotografía de Robert Richardson, la dirección de arte de David Klassen y los vestuarios de Sharen Davis son puntos altos en una película se infla y se desinfla constantemente a medida que avanza el relato, dejando en evidencia que Tarantino perdió por completo el buen pulso que lo definía. Proba ir al baño mientras ves esta peli y vas a ver que cuando vuelvas no pasó nada significativo e impredecible en el relato, lo cual habla brutalmente de la calidad del mismo. Pensé que Tarantino no podía caer más bajo después de “Death Proof”, pero se esmeró bastante y aquí está su trabajo más aburrido e insignificante hasta la fecha.
¿Generación perdida? A veces asusta la facilidad con las que algunas películas dejan al descubierto su cara más absurda desde el minuto cero y después tratan de seguir contando una historia como si el espectador fuera estúpido. El nuevo trabajo de Harmony Korine propone desde el arranque lo siguiente: Un grupo de adolescentes universitarias, de las cuales no sabemos absolutamente nada, decide que la única forma de cambiar su vida (las cuales consideran desastrosas y aburridas, pero nunca sabremos por qué) es irse de vacaciones a Florida. Como su vida es demasiado complicada para trabajar y conseguir plata para financiar el viaje (las pobres chicas ricas viven de fiesta y gastan su plata en cocaína y otras drogas) deciden robar un restaurant. Una vez que logran su objetivo, viajan todas juntas a la ciudad primaveral que más adolescentes idiotas junta en una estación del año para cumplir su sueño. ¿Cuál es esa meta con la que soñaron toda su vida? Consumir cocaína, fumar marihuana, alcoholizarse todo el día y bailar al lado de la playa. Lo de “Spring Breakers” es completamente llamativo: Un guión estúpido, muchos personajes desarrollados de forma paupérrima, pésimas actuaciones y una dirección lenta y completamente aburrida que terminan por ofrecer un producto que solo puede destacarse en tres puntos: Edición, fotografía y música. Douglas Crise (nominado a un Óscar por mejor edición gracias a su trabajo en “Babel”), Benoit Debie (habitual colaborador de Gaspar Noé) y Cliff Martinez (“Traffic” y “Drive”) junto a Skrillex son los únicos artífices de que esta película no sea un bodrio absoluto para el espectador. El resto es penosamente lamentable. Si juntamos todas las líneas de dialogo que tienen los personajes de Selena Gomez, Vanessa Hudgens, Ashley Benson y Rachel Korine difícilmente lleguemos a las dos páginas, incluso contando la repetición de frases imbéciles que apuntan a ser “reflexivas” y que se deslizan por momentos, como “quisiera congelar el tiempo y vivir así siempre” cuando lo único que hacen en toda la película es consumir drogas y bailar en bikinis. Repito eso porque realmente es así: “Spring Breakers” son 94 minutos de chicas en bikini consumiendo drogas y sosteniendo armas sin que todo esto logre transmitir un mensaje de fondo realmente serio. La aparición del personaje interpretado por James Franco promete en un momento del film levantar un poco más alto los niveles de calidad del mismo, pero su excesiva verborragia (también, sin sentido) y algunas escenas completamente ridículas terminan por convertirlo en un dolor de cabeza cada vez que abre la boca y aparece en la pantalla. Las chicas de “Spring Breakers” se pasean toda la película hablando de la necesidad de cumplir el sueño norteamericano, el cual incluye drogas, sexo y dinero fácil, pero en ningún momento vemos reflejada la razón de dicha búsqueda. ¿Una justificación avalaría toda la película? No lo creo, porque además de una dirección pobre y actuaciones lamentables, la historia de 4 adolescentes universitarias dispuestas a robar para conseguir drogas carece de profundidad desde el momento en el que se nombran como influencias (o generadores de tal cambio) “Scarface” de Brian De Palma, los videojuegos modernos y músicos (de dudosa calidad) como Britney Spears. Si estas influencias son generadoras de semejante cambio en estos personajes (los cuales supuestamente reflejan al adolescente moderno), “Spring Breakers” en la vida real vendría a ocupar ese mismo lugar pero de la peor forma: Siendo una desmedida y evidente alegoría a las drogas y a la violencia como modo de hacer entretenida la vida, razones de las cuales solo se pueden agarrar verdaderos infradotados. En definitiva, “Spring Breakers: Viviendo al límite” no es solo una de las peores películas del año, sino también un tiro por la culata que deja a Harmony Korine fuera de toda discusión racional sobre temas sociales relevantes.
"Fantasmas del pasado" Guillermo del Toro como productor tiene estas cosas que uno como espectador entiende, pero acepta y celebra hasta ahí nomas. En el 2007 le dio el empujón necesario a Bayona para que filmara su primer proyecto (“El Orfanato”), después fue artífice del fallido regreso de Vicenzo Natali al cine (“Splice”), estuvo involucrado en el spin-off de uno de los personajes más divertidos de “Shrek” (“El Gato con Botas”), fracasó rotundamente con su incursión al mundo de las remakes (“No temas a la oscuridad”), volvió a ser clave para desarrollar una gran película de animación (“El Origen de los Guardianes”) y ahora fue el padrino artístico de la sobrevalorada opera prima del argentino Andrés Muschietti conocida como “Mamá”. Basada en un corto, que él mismo filmó en el 2009 con un presupuesto inferior a los 40.000 euros, el largometraje de “Mamá” cuenta obligadamente la misma historia del peculiar fantasma que persigue a sus hijas, solo que en un contexto más amplio en donde las niñas huérfanas (luego de un raid de locura de su padre) quedan bajo la tutela de su tío (Nikolaj Coster-Waldau) y su novia (la hermosa Jessica Chastain). El primer gran problema que tenemos a la hora de hablar de “Mamá” es que su impresionante éxito económico en los Estados Unidos, avalado por criticas y opiniones dispares, la posicionan como una de las películas de terror del año cuando en realidad el primer trabajo de Muschietti está a años luz de provocar sustos en la audiencia o quitarle el sueño a los más chicos. “Mamá” comete un grave error al caer en el mismo esquema de las ya para nada entrañables historias de fantasmas rencorosos que caracterizaron al “Horrror-J” en su momento, convirtiéndose así en un producto tedioso, lento y aburrido que intenta emular lo mejor de “The Ring”, “The Grudge” y cualquier otra producción de ese sub-genero que gracias al cielo ya se extinguió. El segundo gran problema de esta producción es que intenta copiar esas líneas (repito, no lo suficientemente aterradoras para mantenerse en el tiempo) pero insertando un personaje fantástico que parece salido de algún cuento para adolescentes y que no genera miedo ni siquiera en los propios personajes del film. Solo Annabel (Chastain) sufre por las apariciones de este bizarro personaje, cuyo accionar está justificado y avalado desde el minuto cero (lo que convierte a la película en algo predecible). El resto de nuestros protagonistas ve las apariciones de Mama como algo divertido, por lo que el espectador termina tomando esta postura hacia el final de la película ya que es la única salida viable para hacer llevaderos los casi 100 minutos que dura el relato. Visualmente el trabajo en la fotografía de Antonio Riestra (Amores perros) y los efectos visuales de la vieja escuela que convirtieron a Javier Botet en el excéntrico fantasma que le da título a la película son dignos de aplausos, al igual que la correcta banda sonora a cargo de Fernando Velázquez y las actuaciones de Jessica Chanstain y las niñas Megan Charpentier y Isabelle Nélisse. El resto de los elementos que componen a “Mamá” me parecen completamente sobrevalorados, ya que en definitiva estamos frente a una película que en su afán de asustar a medida que avanza el relato, ser innovadora, contar una historia con una gran factura técnica y estar bien actuada termina pecando gravemente y se convierte en un plagio, mal hecho y aburrido, de otros productos que hace varios años atrás asustaron a una generación pero hoy nadie los recuerda. Si te comiste todos los slogans publicitarios de “la mejor película de terror del año” y las críticas de personas que se quedaron con los esquemas antiguos y aburridos de este género, vas a entrar con las expectativas muy altas a ver “Mamá” y el golpe va a ser durísimo: Estamos frente a una de las producciones más infantiles y aburridas del año.
"The Blue Brothers" Una persecución automovilística por los barrios bajos del sur de Los Ángeles, un monologo del oficial Brian Taylor que acompaña la acción y reflexiona sobre lo que significa ser policía, una reunión entre todos sus pares en la central minutos antes de salir a cumplir su jornada laboral y unos planos perfectos que retratan la rutina de custodiar las calles que llevan delante nuestros protagonistas son los elementos con los que David Ayer comienza a contar su mejor película hasta la fecha. “En la mira” no da muchas vueltas. Con ese arranque impresionante que te atornilla a la butaca y no deja que le quites los ojos de encima en ningún momento, Ayer (guionista de “Día de Entrenamiento” y “Rápido y Furioso”) te propone seguir los pasos de los oficiales Mike Zavala (Michael Peña) y Brian Taylor (Jake Gyllenhaal) a través de un formato visual que ira variando según las ocasiones y el contexto en el que se ubiquen los protagonistas. Es decir, saltamos constantemente de la cámara en mano (que le aporta un realismo salvaje y brutal a esta película) a planos bastante dinámicos y fugaces, sin demasiada elaboración, que lo único que intentan es seguir manteniendo ese aire de realismo que el director trató de impregnarle a este film. ¿Cumple ese objetivo? Sí, y con creces. Y eso es para destacar ya que uno como espectador logra crear una empatía genuina con los personajes que no depende de los actores que los interpretan, pese a que sus trabajos son impecables. Lo grandioso de “End of Watch” es que, si bien la química entre Peña y Gyllenhaal traspasa en medidas muy grandes la pantalla a medida a que avanza el relato, vas a estar siempre convencido de que lo que estás viendo es el verdadero accionar de dos policías en sus jornadas de trabajo y no una película. Por eso ahí empezamos a vislumbrar que la verdadera base del film es, además de su correctísimo y atrapante aspecto visual, su aceitado guión que mueve los vaivenes del relato y los conduce por el humor, la acción, el drama y el suspenso de forma tal que ofrece un producto compacto y preciso que logra retratar de gran forma la realidad de estas personas que arriesgan su vida para mantener el orden en una sociedad. “En la mira” no tiene grandes escenas de acción pero las pocas que hay están cargadas de suspenso lo que las hace mucho más interesantes y eso ayuda a consolidar el drama como género que atraviesa todo el relato de principio a fin. Sin embargo el final del nuevo trabajo de Ayer te deja completamente satisfecho con un tiroteo impresionante, filmado de modo tan realista y en tiempo real que recuerda mucho al impecable cierre de “Miami Vice” de Michael Mann (2006). De hecho, las similitudes entre esta propuesta y aquella producción del gran Michael Mann son varias, por lo que si te gustó esa adaptación cinematográfica de la serie televisiva que fue un furor en los 80, seguramente “En la mira” se convertirá en una de tus películas favoritas de este año. “End of Watch” es una excelente historia, que cuenta con grandes actuaciones, está filmada y musicalizada como los dioses y se ubica de forma contundente en el podio de las mejores películas que brindó este gran género en los últimos años. Esas que, en su afán de entretener, también buscan ofrecer el retrato más cercano y realista que nos ayuda a entender la motivación de estos héroes urbanos que, tarde o temprano, terminan cuidándose unos a otros como lo que son: verdaderos hermanos.