"A marcha firme" El enorme desembarco cinematográfico de las distintas aventuras de los superhéroes más importantes del universo de Marvel consigue nuevamente de la mano de Joss Whedon su impresionante “punto y aparte”. Una vez más, llegó la hora de barajar y dar de nuevo. Con notables diferencias respectos a su antecesora directa, “La era de Ultrón” levanta la mira y apunta muchísimo más alto en materia convergencia de universos e historias, erigiéndose así como una propuesta casi exclusiva para los lectores de cómics y los seguidores acérrimos de las diferentes películas de estos personajes. Así que si tu idea es ingresar al mundo de los superhéroes recién con esta producción, estás completamente al horno y la única opción que te queda es ponerte al día. Si bien las comparaciones siempre son odiosas, a la hora de analizar “Los Vengadores: La era de Ultrón” es inevitable no hablar de la primera entrega de “Los Vengadores”. ¿Por qué? Porque definitivamente no existe nada que se asemeje a estas películas dentro del cine. Ambas películas siguen siendo las mejores representantes de un género que atraviesa su etapa dorada; el cine de superhéroes. Para diferenciarse del film del 2012, y no caer en la mera repetición de formulas exitosas, Whedon utilizó un enfoque más complejo, serio y ambicioso que su anterior trabajo. Es decir, “La era de Ultrón” es un film más complejo, con menos humor y muchísimo más arriesgado desde su argumento. En primer lugar, acá tenemos un villano mucho más cerebral, más organizado y menos impulsivo que Loki (Tom Hidleston). Ultrón (James Spader) no busca subirse desesperadamente al ring para enfrentar al poderoso grupo de superhéroes, sino que los desafía a una “partida de ajedrez” que incluye conspiraciones, traiciones y planes perfectamente ejecutados. En este sentido, “La era de Ultrón” es un producto mucho más complejo y presenta un ritmo que puede resultar lento para aquellos espectadores que solo buscan grandes escenas de acción. Igual, quédense tranquilos; Acá también hay escenas inolvidables. La apertura del film con la batalla en la montaña, la pelea entre Hulk y el Hulkbuster en África y obviamente la monstruosa y exagerada batalla final contra el ejército de robots de Ultrón (en un escenario impensado) te van a dejar con la mandíbula por el piso. Párrafo aparte para el as bajo la manga de Whedon en esta película: Visón (Paul Bettany). Si bien no llega para ocupar un lugar similar al que tenía Hulk en la primera película, todas las apariciones de este hipnótico personaje te sacan una sonrisa. Y no sería justo profundizar demasiado sobre cómo lo insertaron en la trama y hacía donde quieren llevarlo tan temprano. Solo déjenme decirles que con él Marvel se asegura un futuro fantástico. Con respecto al humor, Whedon levantó un poco el pie del acelerador y convirtió a “La era de Ultrón” en un film que lejos de festejarse como una “reunión de amigos” se consolida como un fuerte choque entre las distintas personalidades de los héroes que está también atravesado por una tormenta de emociones imprevistas. La decisión de ofrecer tan solo pequeños chistes (algunos muy buenos) en esta secuela va de la mano de la gran ambición que persigue el nuevo film de Marvel y que no es otra que transformarse en un producto más adulto, dramático y emotivo que todas sus producciones anteriores. ¿Será este el camino que recorrerán los nuevos films del universo cinematográfico? Yo espero que sí. Finalmente, en relación a la arriesgada línea argumental que presenta “La era de Ultrón”, si sos un fanático con los papeles al día solo basta con mencionar dos cosas; Tenés que tener sí o sí recuerdos frescos de “Iron Man 3” y “Capitán América y el Soldado de Invierno” para no llevarte sorpresas con la aparición de personajes y ciertas situaciones, mientras que en segundo tenés que estar atentos a los evidentes guiños hacia la fase 3 de Marvel, ya que “Black Panther”, “Civil War” y “Thor: Ragnarok” sientan sus bases en esta película. Mi párrafo final, cómo fanático de los cómics y de los superhéroes, no puede ser más que un agradecimiento; Gracias Josh Whedon por hacer que toda una generación disfrute una vez más en la pantalla grande algo tan épico, glorioso y entretenido. Gracias por reunir nuevamente a Los Vengadores.
"El formato por sobre todas las cosas" Pasaron años ya del impensado suceso económico y artístico que produjo la primera entrega de “El Proyecto de la bruja de Blair”, sin embargo uno de sus responsables continua hasta la fecha repitiendo formulas en busca de un resultado similar. ¿Lo logró con “Terror en el bosque”? Sí y no a la vez. Es imposible que una película de este estilo y de un género tan popular y repetitivo como el terror logre un éxito similar al de aquel found footage de finales de los noventa. Sin embargo, desde hace ya varios años, hubo algunos exponentes interesantes que merecen ser destacados: “Rec” en España, la primera parte de la franquicia “Actividad Paranormal“, la británica “The Zombie Diaries“, la segunda entrega de la saga “V/H/S” (donde el director de “Terror el bosque” hizo su aporte), la terrorífica “The Poughkeepsie Tapes” y la impresionante “Cloverfield“, siendo esta última un verdadero batacazo económico. Ahora bien, ¿Qué hay de la calidad y la originalidad? Muchas veces ambos aspectos quedan completamente relegados y el formato es el único elemento atractivo de estas numerosas propuestas que se realizan con un bajísimo costo de producción y que además cuenta con un público casi asegurado en todas partes del mundo. El caso de “Terror en el bosque” me resultó bastante llamativo. El nuevo film de Eduardo Sanchez no es para nada una propuesta de mala calidad ni aburrida, sino que todo lo contrario; entretiene, asusta y mantiene al espectador enganchado hasta el final pese a contar con un personaje central no del todo popular en varias partes del mundo ni tampoco tan terrorífico como se lo intenta vender. Sí, estamos hablando de “Pie grande” o “Bigfoot”. Desde el arranque nomas, el film deja en claro en los títulos que la criatura en cuestión es un mito urbano muy importante dentro de los Estados Unidos, donde la cifra de avistamientos de este “Hombre gigante peludo” es exageradamente elevada para los tiempos que corren y lo curioso es que básicamente no hay registros documentados a través de cámaras u celulares que sirvan para probar sus existencia. Algo increíble por los tiempos que corren y que alimenta y mantiene vivo este mito desde hace ya varios años. Si “Terror en el bosque” llegaba a las salas hace 15 años, la innovación del formato, el respeto con el que se trata el tema (más que nada para no caer en el ridículo) y sobre todo el buen gusto que dejan algunas escenas puntuales dónde podemos ver a la criatura en acción a plena luz del día, la hubieran catalogado como una propuesta imperdible. Lamentablemente, por los tiempos que corren, “Terror en el bosque” se convertirá en una película más destinada a mantener vivo dos mitos: El found footage todavía puede darnos algunas alegrías y Pie Grande…existe. Seamos buenos.
"Tres son multitud" Dentro de un escenario asfixiante, claustrofóbico y demasiado tenso por las relaciones que establecen sus protagonistas, el realizador Christoph Behl construye una interesante propuesta que reflexiona sobre la faceta oculta de la naturaleza humana. Esa que solo aflora en el peor de los contextos. Todas las mañanas son iguales para Ana, Axel y Jonathan, los tres únicos sobrevivientes de un holocausto zombie que destrozó una ciudad desconocida. Basados en una rutina por momentos demasiado exigente y por otros demasiado aburrida, nuestros protagonistas van sobrellevando sus días dentro de un refugio que de forma impensada se altera para convertirse en un peligroso infierno. Pero, ¿Qué es lo que pone sus vidas en riesgo?; ¿Convivir con un monstruo y utilizarlo como otro de los tantos juegos de mesa que hay en la casa? ¿O acaso descubrir que tras esas cuatro paredes existen secretos y sentimientos lo suficientemente fuertes para desmoronarlo todo? Con ciertos aires que recuerdan a “El Día de los Muertos” (George Romero, 1985) y a la más reciente “The Divide” (Xavier Gens, 2011), el primer largometraje de ficción realizado por Behl transita sin problemas varios estadios, ofreciendo todo el tiempo motivos suficientes para no despegar los ojos de la pantalla. Lo “llamativo”, por decirlo de algún modo, es que el director no recurre a la violencia ni a las grandes escenas de acción para lograr ese objetivo, siendo el guión y el trabajo de los actores sus únicos y principales aliados. “El Desierto” es un film de zombies, sí, pero es de aquellos que indagan y juegan con la idea de que no existe criatura más peligrosa en la tierra que el propio ser humano. Pero ojo; Tampoco estamos frente una propuesta que refleje la clase de barbarie humana que estamos acostumbrados a ver en otras producciones más recientes gracias al boom de este subgénero. Ni una ni otra, pero a su vez ambas; “El Desierto” habla de la mutación del espíritu humano a partir de situaciones cercanas a la realidad, ubicadas de forma milimétrica en un contexto apocalíptico. Las grandes actuaciones de Lautaro Delgado, Victoria Almeida y William Prociuk atraviesan la pantalla y transmiten desde “culposa incomodidad” hasta cansancio físico, producto de una rutina que con el correr de los días se vuelve más insostenible. Los pequeños detalles, cómo la pared repleta de nombres y las moscas tatuadas, retumban como las agujas del reloj de una bomba a la que no le queda mucho tiempo. Si lo que buscas es quedar entre la espada y la pared, dentro un clima opresivo donde a partir de determinado momento solo existen cambios radicales, acá tenés una propuesta que indudablemente no podés dejar pasar. Una de esas pequeñas joyas que, tarde o temprano, se cruza en el camino de todo (verdadero) amante del cine de zombies.
Un subgénero se encuentra completamente revitalizado cuando se expande hacia límites impensados y el resultado es gratificante. Por esa razón, ahora que los vampiros están más vivos que nunca (toda una paradoja), les llegó la hora de protagonizar una de las comedías más divertidas de los últimos tiempos. Luego de salir airosos de esa difícil batalla contra una de las enfermedades terminales más duras que les toco afrontar en toda su historia (la saga literaria “Crepúsculo” y sus patéticas películas) estos magníficos personajes finalmente recuperaron su privilegiado lugar dentro de la cultura popular y se revitalizaron gracias a muy buenas propuestas como “Let Me in”, “Livide”, “Chimieres” y hasta la mismísima “Dracula Untold”. Pero este 2014, en materia vampiros, se tenía guardado un as bajo la manga y dicha carta resultó ser una de las mejores películas jamás hechas con estos personajes. Y para delicia de todos aquellos que creen ciegamente en las combinaciones impensadas, “What We Do in the Shadows” se trata de una absurda y delirante comedia con chupasangres para toda clase de público. Los realizadores neozolandeses Jemaine Clement y Taika Waititi (responsables de la multipremiada serie “Flight of the Conchords”) se sacaron ingeniosamente de la galera una audaz comedia que se apoya en dos aspectos claves: los excelentes trabajos de los miembros de su amplio reparto y un estilo visual dinámico y eficaz que le otorga un ritmo glorioso a la película. Sí, “What We Do in the Shadows” es una de esas comedias que no levantan nunca el pie del acelerador y busca siempre la manera más honesta y original de sacarle una carcajada al espectador. Ese esfuerzo y su resultado tremendamente positivo deben agradecerse con aplausos de pie ya que últimamente no es fácil encontrar algo así dentro del género. Su premisa es simple: Cinco vampiros (interpretados por Clement, Waititi, Jonathan Brugh, Ben Fransham y Cori Gonzalez-Macuer) conviven bajo el mismo techo y son los protagonistas de un documental filmado por un grupo de realizadores que decide mostrar el “día a día” de estos peculiares personajes que habitan entre nosotros en la actualidad. Por eso, a modo de documental, seguiremos los pasos de Vladislav (un homenaje al vampiro interpretado por Gary Oldman en la peli de Coppola y a Vlad el Empalador), Viago (un chupasangres clásico y medio afeminado), Deacon (el joven canchero y rebelde), Petyr (una parodia al “Nosferatu” de Murnau) y Nick (el vampiro boludo al mejor estilo “Crepúsculo”), quienes ayudados por Stu (un humano común que por momentos se roba la película), llevan adelante su vida cotidiana mientras sortean todos los problemas que los afectan: su enemistad con los hombres lobos, los típicos problemas de convivencia, la siempre complicada búsqueda de alimento y su pésima relación con la tecnología. El resultado final de “What We Do in the Shadows” es más que alentador, no solo porque posiciona en lo más alto del podio de este 2014 a dos realizadores con muchísimo pulso y talento a la hora de generar risas en el espectador (a los cuales hay que seguirle los pasos de cerca a partir de este momento), sino porque también deja en evidencia que con respeto y pleno conocimiento sobre los temas con los que se trabaja se pueden lograr resultados gratificantes y efusivos sin importar demasiado el género. Una cosa es ser original (buscar aquella faceta desconocida u poco explotada dentro de una historia recontra conocida) y otra cosa es ser irrespetuoso y apoyarse en la distorsión de los hechos para llamar la atención tratando de vender algo como lo que no es. Si “Crepúsculo” prendió las luces de emergencia y sentenció a estos personajes a un coma inducido con pronóstico reservado por tiempo indeterminado, “What We do in the Shadows” es el alta médica de nuestro paciente favorito con excelentes augurios para un futuro cada vez más auspicioso. Ahora sí; Habemus vampiros (de verdad) para rato.
"Esto no es un adiós" Superando todas las adversidades, y sin caer en la utilización de golpes bajos, la última entrega de una de las sagas más exitosas de los últimos tiempos se consolida como el cierre perfecto para una etapa dorada del cine de acción. Aunque desprende un aroma de nostalgia y tristeza desde el primer minuto, la séptima entrega de “Rápidos y Furiosos” no deja atrás su más reciente pasado y continúa con la tradición de ofrecer una excelente propuesta para los amantes del cine pochoclero. Porque no hay que olvidarse que aquí, sin importar lo que pase, lo más importante siguen siendo los autos increíbles, las misiones imposibles y las peleas “mano a mano” entre verdaderos pesos pesados del género. Todo eso dice presente, posicionando a este capítulo como uno de los más logrados y eficaces de esta franquicia de más de 15 años de vida. Con Vin Diesel llevando las riendas de la trama, “Furious 7” no se olvida de la tentadora premisa deslizada al final de la sexta entrega y desarrolla con un ritmo frenético que no da respiro una tremenda lucha entre la familia Toretto y el villano de turno que, vamos a hacer honestos, hace méritos para quedarse por un buen rato: Deckard Shaw, interpretado por el siempre eficiente Jason Statham. Sin lugar a dudas, todas las escenas que involucran a estas dos bestias, son impagables y terminan erigiéndose como lo mejor de la película. James Wan (aunque no lo crean, el mismo director de “La noche del demonio” y “El Conjuro”) sorprende filmando con el mejor de los pulsos, y alguna que otra puesta en escena ingeniosa, las espectaculares escenas de acción que nos regala “Rápidos y Furiosos 7” entre las que se incluyen la soberbia secuencia de los autos paracaidistas y un cierre a todo trapo en las calles de California, donde la saga rompe sus propios límites además de otras tantas cosas. Quizás el punto más flojo de la película sea la participación mínima de Dwayne “The Rock” Johnson, quien parece estar relegado a ocupar el mismo lugar que Hulk en “Los Vengadores”. Es decir, el de la fuerza bruta indispensable solo en los momentos en los que no quedan más recursos. Salvo por ese pequeño detalle, no quedan dudas de que “Rápidos y Furiosos 7” es la más ambiciosa de todas las entregas que componen esta nueva faceta de la saga. Obviamente, no hay manera de cerrar estas palabras sin hacer mención al descomunal trabajo que llevaron adelante todos los que estuvieron involucrados en la realización del film, quienes lograron que finalmente Paul Walker fuera de la partida y pudiera así despedirse a lo grande de una franquicia que lo extrañará por siempre, recordándolo con la mejor de las sonrisas y al mismo tiempo con gran tristeza. Las escenas de Walker están cuidadísimas, pero dejan en evidencia que el actor fallecido en Noviembre del 2013 tras un terrible accidente automovilísticono llegó a filmar ese porcentaje tan alto del film del que se hablaba previamente. Una puesta correcta de cámaras, menos diálogos y muchísimas escenas con poca luz y bastante movimiento terminaron siendo los principales aliados para que Wan y sus muchachos pudieran contar con el personaje de Brian O’Conner por última vez. No obstante, esos minutos finales a plena luz del día, donde la película se toma su tiempo y establece una mágica relación con el espectador para dejar en claro que ambas partes ya no podrán disfrutar más de la compañía de Paul Walker, son lo suficientemente emotivos para confirmar lo que hasta hace unos meses era un secreto a voces; en la actualidad, no existen superhéroes más humanos que los de la saga de “Rápidos y Furiosos”.
"Nos invaden los pequeños" Una de las invasiones extraterrestres más coloridas y pacificas del cine es el puntapié inicial de esta tierna y divertida historia de humor centrada en la inesperada amistad que entablan un pequeño marciano y una niña. Oh es un simpático alienígena que, luego de desembarcar en la tierra junto a todos los de su especie (denominados Boovs), decide organizar una fiesta de bienvenida en su nuevo hogar. Ese simple y aparentemente plan es el detonante de varios problemas, que van desde el rechazo por parte del resto de los miembros de su raza, una inminente invasión de sus enemigos acérrimos y la irrupción de una niña (y su gato) que está dispuesta a todo con tal de reencontrarse con su madre. Después de varias idas y vueltas, finalmente fue el experimentado realizador Tim Johnson (“Vecinos Invasores”, “Antz”) el encargado de recoger el guante y dirigir esta entretenida producción basada en el cuento “The True Meaning of Smekday” del ilustrador y guionista Adam Rex. El resultado es más que una recomendable propuesta animada que apunta casi de forma exclusiva a los más pequeños, tanto por su humor como por su diseño de producción y el nivel de la animación. Secuencias cargadas de colores, una utilización perfecta del 3-D y una banda sonora eficaz con una marcada presencia femenina (Rihanna, Jennifer Lopez y Lana Del Rey aportan lo suyo) son los pilares técnicos de “Home”. El guión por su parte ofrece un humor muy sencillo, básico e infantil, casi imperceptible para los más adultos, lo que deja en evidencia desde el primer minuto la clase de público a la que apunta esta propuesta. Habrá que esperar algún tiempo para poder disfrutar de este film con las voces originales, algo a priori llamativo, ya que dentro del elenco se encuentran ni más ni menos que el genial Jim Parsons (“The Big Bang Theory”) y el inoxidable Steve Martin. Por el momento, “Home” es una oferta original, de gran ritmo y con mucho humor que ningún niño pequeño de este planeta podría rechazar.
"No quiero ser historia" Apoyada completamente en la gran interpretación de la última ganadora del Oscar, “Siempre Alice” ofrece una historia sencilla y dramática sobre la lucha personal de una mujer contra una inesperada enfermedad. Julianne Moore, la talentosa y reconocida actriz que el año pasado ya nos había regalado una actuación impresionante en el último trabajo del siempre celebrado realizador David Cronenberg, vuelve a desplegar toda su profesionalidad en esta emotiva película donde su personaje es diagnosticada de Alzheimer pese a su joven (y hasta ahí nomas) edad. Junto a Moore hay un elenco de lujo que, si bien no brilla, acompaña de la mejor manera mientras le da vida a los integrantes de la familia de la protagonista. La versatilidad de Alec Baldwin (a quien hace poco lo vimos en la última película de “Torrente”) no nos sorprende demasiado, pero resulta agradable verlo trabajar nuevamente junto a Moore tras compartir pantalla en la serie televisiva “30 Rock”. Si de actuaciones inesperadas hablamos, es Kristen Stewart quien se lleva todas las miradas con su correctísima interpretación. Un pequeño papel que sirve para dejar en evidencia un talento que se mantiene vigente pero sigue volando bastante bajo. Escapando de golpes bajos innecesarios (y a los que el género parece haberse acostumbrado), “Still Alice” se consolida como una propuesta inteligente por recrear de forma realista la batalla de una mujer contra una enfermedad que la afecta en todos los ámbitos de su vida desde el primer momento. Sin embargo, lejos de dormirse en los laureles, la película arremete con fuerza también durante su segunda parte ya que muestra como la familia intenta lidiar no solo con lo dramático de la situación sino también con la necesidad de seguir desarrollando sus vidas de la mejor forma que sea posible mientras convive con las consecuencias de la enfermedad. Ahí, en esa arista que la dupla de realizadores/guionistas del film sabe explotar de forma precisa, es donde reposa la riqueza que convierte al relato en una historia atrapante. Para ser un drama, “Siempre Alice” es muy llevadera (no confundir esto con liviano) y el transcurso del film apenas se siente y gran parte de eso se debe a que los personajes secundarios son interesantes (no confundir con grandes interpretaciones de todos ellos). En definitiva, Richard Glatzer y Wash Westmoreland pulieron sin grandes aspiraciones y de forma original una piedra complicada que, sin dudas, de haber caído en otras manos hubiera resultado una lacrimógena propuesta digna de llevarse más de un premio Oscar según el paladar de la academia. Y ese hipotético panorama, no la harían una mejor película.
"Yo, mi mamá y mi otro yo" Más impulsiva que ordenada, la nueva película del realizador Jean-Marc Vallée se queda a mitad de camino y no logra cumplir el objetivo de emocionarnos con la recreación de los hechos reales que vivió la protagonista de esta verídica historia. En 1995 Cheryl Strayed no tuvo mejor idea que recorrer el sendero denominado “Macizo del Pacífico” en búsqueda de un nuevo sentido para su complicada y tormentosa vida. Este recorrido, de una extensión de más de 4000 kilómetros bajo inesperadas condiciones climáticas, representa en la actualidad una verdadera odisea para los amantes del senderismo ya que implica cruzar la costa oeste de los Estados Unidos partiendo de México y finalizando la enorme travesía en Canadá. “Alma Salvaje” es una adaptación cinematográfica bastante descafeinada de la novela “Wild: From Lost to Found on the Pacific Crest” escita por la mismísima Strayed años después de concretar este desafío personal. Si bien al momento de su publicación “Wild” se convirtió en un best seller dentro de los Estados Unidos, las similitudes que presentaba la novela con “Into the Wild” de Jon Krakauer no tardaron en aparecer y le jugaron una mala pasada. Esos mismos problemas con los que tuvo que sortear la autora del libro en aquel momento son con los que lamentablemente tropiezan Vallée y su nueva película. “Into the Wild”, como era de esperarse, también tuvo su adaptación a la pantalla grande y lo hizo de forma exitosa de la mano del director Sean Penn y el actor Emile Hirsch. “Hacia rutas salvajes” (como se conoció el film en nuestro país) tuvo un reconocimiento y un éxito inesperado gracias a un público que la sigue manteniendo vigente. Esa enorme sombra es con la que “Wild” no puede lidiar pese a ofrecer una estructura narrativa más dinámica y entretenida que la de aquella lacrimógena propuesta. Los puntos más altos de “Alma salvaje” sin dudas son las muy buenas actuaciones de Reese Witherspoon y Laura Dern (ambas nominadas al Oscar por sus respectivos trabajos de hija y madre en el film) y un apartado técnico donde la edición y la fotografía jugaron un rol clave. La primera, recurriendo a flashbacks y desordenando de forma amena el relato, hace más que llevaderas las dos extensas horas de metraje. La segunda ofrece algunas bellas imágenes que, sumadas a la buena música que ofrece por momentos el irregular soundtrack, logra despertar en varias ocasiones emociones genuinas en el espectador. Ahora bien, el principal problema de la película de Vallée es que en esa búsqueda de consolidarse como una propuesta más amena y más original que su competidora directa pierde toda intensidad dramática y los hechos no logran generar empatía ni traspasar la pantalla. “Alma salvaje” es un producto vacío y estilizado, carente de grandes emociones, en el que sus personajes no atraviesan grandes situaciones y tampoco se despeinan a la hora de superar sus graves problemas que van desde adicciones, violencia y perdidas familiares trascendentes. De hecho, la resolución del film con lo abrupta que es resulta irrisoria ya que ni siquiera el más avezado de los espectadores puede llegar a sentirse cómodo con ella. Lejos de ser un final “abierto” o “reflexivo” termina pareciendo vago e insulso. La búsqueda de nuevos horizontes y el renacimiento espiritual de una persona supo reflejarse de mejor forma anteriormente en la pantalla grande. “Alma salvaje” es apenas un videoclip que se encarga de retratar formas sencillas e idílicas de superar grandes problemas dentro de un mundo irreal de color rosa.
"La vida es un destino a cumplir" Con una crudeza que logra incomodar durante todo el relato, el director Sebastián Schindel ofrece en su primera ficción cinematográfica una historia de alto impacto que se sostiene, entre otras cosas, por el magnífico trabajo de su reparto. Basada en el libro homónimo escrito por el criminólogo Elias Neuman, “El patrón radiografía de un crimen” narra con un marcado e intencional realismo la historia de Hermógenes Saldivar (Joaquín Furriel), un peón rural que, acompañado de su esposa, decide probar mejor suerte en la gran ciudad aprovechando la falsa solidaridad de un comerciante que de inocente no tiene nada ya que se encarga de regentar de forma extremadamente corrupta un conjunto de carnicerías. A partir de esta premisa (real por cierto, ya que se trató de un caso en el que trabajó el mismísimo Neuman), Schindel construye un drama solido e impactante que aprovecha muy bien una serie de recursos interesantes y poco habituales dentro del cine comercial argentino. Sin lugar a dudas lo más sorprendente de “El patrón…” es la gran actuación que ofrece Joaquín Furriel seguido muy de cerca por Luis Ziembrowski y Germán de Silva. Lo de Furriel, irreconocible bajo mascara, prótesis y maquillaje, es tremendo ya que construye un personaje capaz de generar enorme empatía desde el primer minuto pese al papel crucial que juega en la historia y que no tardaremos demasiado en conocer. Ziembrowski por su parte compone un villano de antología que, aplicando los términos y modismos argentinos, retrata de forma brutal al “garca argentino”. Párrafo aparte para Germán de Silva (que también hizo de las suyas en “Relatos Salvajes”), quién aporta cuotas de humor en momentos impensados y dentro de situaciones que en la vida real no serian para nada graciosas. En segundo lugar la falta de linealidad que presenta la película de Schindel la convierte en una propuesta atrapante que, a modo de rompecabezas, obliga al espectador a ir atando cabos y buscando respuestas mucho más allá de los límites de la pantalla. Precisamente ahí radica otro de los puntos altos de esta producción y es que funciona como una solida denuncia de una tristísima e innegable realidad social. “El patrón, radiografía de un crimen” es cine y del bueno, pero también es un grito desesperado y justificado por instalar en las discusiones cotidianas tópicos tan preocupantes como lo son los delitos de reducción a la servidumbre, la esclavitud y el maltrato laboral. Todos y cada uno ellos, ejecutados paradójicamente bajo el amparo de un tergiversado sistema de control y un conjunto de instituciones que se autodenominan incapaces de actuar cuando en realidad, muchas veces, funcionan como cómplices directos. No hay que ir demasiado lejos en el tiempo, sino que solo basta con buscar profundamente dentro de las noticias actuales, para encontrar historias similares a las que viven Hermógenes y su esposa Gladys. Algunas incluso, con desenlaces iguales o más drásticos que el relato en cuestión. La riqueza que le otorga el contexto de la historia al film es aprovechada al máximo por Schindel y compañía al ofrecer un final que seguramente resultará polémico y conmovedor en partes iguales. “El patrón, radiografía de un crimen” hace honor a su nombre y refleja de forma nítida y concreta el primer diagnostico de una enfermedad que como sociedad debemos curar sí o sí.
"Espíritu americano" Lo que comienza como un film motivador y estimulante para el espíritu competitivo Bennett Miller lo transforma en un atrapante y oscuro drama humano que retrata una peligrosa lucha de egos y poder. Basada en hechos reales (que distan bastante de lo que veremos en la ficción), “Foxcatcher” nos sumerge en la historia del multimillonario John du Pont (Steve Carrell), el heredero de una aristocrática familia de Pennsylvania que decidió brindar su apoyo durante la década de los ochenta a un grupo de deportistas profesionales entre los que se encontraba Mark Schultz (Channing Tatum), un luchador que no soportaba vivir tras la exitosa sombra de su hermano David (Mark Ruffalo), un reconocido medallista olímpico. De menor a mayor, con un ritmo que puede sentirse lento pero que viene acompañado de una intensidad aplastante, Miller se encarga de ir construyendo un drama donde las relaciones humanas juegan un rol clave. El vinculo entre du Pont y Mark Schultz se roba gran parte de la primera mitad del film, ofreciendo quizás las escenas más logradas y emotivas de la propuesta, mientras que de menor a mayor empezamos a vislumbrar el gran detonante que tendrá esta historia que es ni más ni menos la relación entre ambos hermanos. Con excelsas actuaciones por parte de Carrell, Tatum y Ruffalo, “Foxcatcher” inmoviliza al espectador durante todo el metraje y consigue acongojar en más de una ocasión. Ya sea por el maquillaje que lleva encima Carrell, la vehemencia que Tatum le brinda a su personaje y el cuidadísimo lenguaje corporal con el Ruffalo nos convence de que él es un verdadero luchador, “Foxcatcher” logra concretar un objetivo al que pocos dramas aspiran: generar empatía y desconsuelo por el destino de sus distintos personajes. Acompañado de un excelente apartado técnico donde se destacan la grisácea fotografía de Greig Fraser y la melancólica banda sonora compuesta por Rob Simonsen, Mychael Danna y West Dylan Thordson, el último trabajo de Miller sorprende gratamente al ofrecer una potente historia donde además de un logrado reflejo sobre los riesgos del egocentrismo también encontramos una marcada crítica hacia los antiguos e inoxidables ideales de las estirpes más poderosas y, por qué no, también del sueño americano. “Foxcatcher” se suma a ese batallón selecto de producciones cinematográficas que sin miedo al rechazo ni a las criticas despiadadas se encarga de traducir en la pantalla lo retorcido, ambicioso y amenazante que puede ser un hombre cuando su mayor deseo es enaltecer a su país a su imagen y semejanza. Ideales, poder y paranoia. Tres matices del sueño americano que “Foxcatcher” desarrolla de forma contundente y convincente.