Green Book: Conduciendo al músico afroamericano. Llevándonos a los años 60, aparece una simple, clara y bien realizada road movie basada en una historia real para el deleite los espectadores y jurado de los Oscars. Los personajes a realizar el viaje son un italo-americano de clase trabajadora (Viggo Mortensen) que toma el trabajo de ser el conductor de un pianista afroamericano (Mahershala Ali) que van de gira por lugares en el sur estadounidense, en los años 60, dónde rebalsa la discriminación. Este género cinematográfico llamado Road Movie (Como Thelma & Louise, It Happened One Night, entre otras) es bastante directo, mostrando una metáfora clara sobre el viaje que realiza el personaje para desarrollarse. En este caso el vehículo en donde se transportan los protagonistas es un auto, viajando por gran parte de Estados Unidos. Teniendo en cuenta el contexto, que cada vez más al sur todo se vuelve más hostil para los afroamericanos, ya advertimos el tipo de progreso que tendrán los individuos. La relación entre ambos personajes rememora a film como Driving Miss Daisy (1989) entre otros. Aquí se destaca la mano e interés de Peter Farrelly al dirigir y escribir esta película, generando una dinámica digna de Lloyd y Harry de Tonto y Retonto (1994), con este film siendo mucho más serio. Las actuaciones estupendas de Viggo Mortensen, quien hace de Tony Lip, y Mahershala Ali el cual interpreta al pianista Dr. Don Shirley, llevan la dirección de la película sin ni siquiera morder banquina. Es prolija, divertida, y se palpa ese arco de transformación desde los primeros minutos, lo cual puede resultar contraproducente para los que esperan una película completamente original. Basada en personajes reales, comienza con la presentación de Tony Lip la cual es muy convencional, clásico italo-americano, competitivo, seguro de sí mismo, con un entorno que recuerda al de Tony Soprano. Él con algún que otro problema con “la gente de color” debe ir a una entrevista de trabajo de chófer para, justamente, un hombre de color. Obviamente lo haría por un buen precio. Lo acepta, tanto como nosotros aceptamos el trabajo de Viggo, con su simpleza y gran corazón. Él empieza a entablar la relación con el pianista Don Shirley, con un estupendo Mahershala Ali entregando un acento, predisposición y sensibilidad al personaje que emociona en muchos sentidos. Ambos deberán hospedarse en lugares que indique el “Green Book”, los cuales contienen hoteles solo para negros. Los dos sufrirán peripecias a resolver, intercalando charlas interesantes y vulgares en el auto, con una muy poderosa emocionalmente como sucede fuera del vehículo. El respeto entre ambos va a acrecentando como el cariño que nosotros les tendremos a los personajes. Con una gran banda de sonido, especialmente en una escena de un bar, se aprecian pequeños gestos humanitarios, de amigos, que resaltan siendo muy bien presentados por el guion de Farrelly, que quiere entregar entendimiento entre ambas partes de la sociedad. La segregación racial es un tema que siempre atrae el ojo de los premios Oscars. Pero no solo por eso sería una favorita de los premios. Green Book, de la mano de un magnífico Mahershala Ali, es un viaje hacia una porción de historia de aquel país del norte. Desde el italiano Tony hasta la cultura negra de Shirley que sufría inusitadas discriminaciones. A pesar que ya hemos visto films que generen estos sentimientos y situaciones, lo complaciente y categórica que resulta esta película no es para pasar de largo, es para darle un aventón.
La Favorita: Una atractiva competencia. Yorgos Lanthimos reunió un elenco de tres estupendas actrices para meterse en este enfermizo drama de época visualmente precioso. Pocos elementos narrativos como el uso de la cámara lenta en secuencias, habilidad en el emplazamiento de la cámara o la mismísima elección de las actrices, por parte de Yorgos Lanthimos, han caído como anillo al dedo al estilo de época de la película. En este caso nos vamos a principios del siglo XVIII. Mientras Inglaterra está en guerra con los franceses nosotros nos metemos en un palacio donde reside una frágil reina Anne (Olivia Colman) ocupa el trono y su íntima amiga Lady Sarah Churchill (Rachel Weisz) gobierna el país en su lugar mientras atiende la mala salud de Anne. Hasta que llega una nueva sirvienta, Abigail Masham (Emma Stone) y todo se empieza a complicar para Sarah. Con el guionista Tony McNamara y una guionista debutante como Deborah Davis la película logra armar personajes intrigantes, fuertes y malvados, con un arco de trasformación espectacular. Durante la película apreciamos a una Abigail hermosa, en decaimiento, la cual intenta mejorar su vida, por lo que aprovecha que Sarah le da trabajo. A la vez consigue armar su camino debido a que Sarah anda muy ocupada con la política de guerra del momento. La pieza clave es la reina en este partido de ajedrez competitivo entre estas mujeres. Ambas, Abigal y Sarah, intentan estar a su lado. Reina es interpretada por otra reina, la ganadora de un Golden Globe por esta interpretación, Olivia Colman, quien tuvo que aumentar de peso (Unos 16kg) para la caracterización. Mujer frágil, hilarante como afligida, generando momentos de dolor y risas como pocas veces un personaje lo logró. Emma Stone y Rachel Weisz hacen un enroque con sus respectivas importancias con sus protagónicos que le otorgan un ritmo interesante al film, con una rivalidad formidable. La carencia de héroe, o en este caso, heroína, le otorga por momentos un tono mórbido de escasa moral. Además de mostrar que en esta película no se humilla a las mujeres pretendiendo que sean inocentes, sino que la astuta maldad se sirve como un vino exquisito. Mientras Stone y Weisz se sacan chispas de forma genial como dos alfiles, torres o caballos en un partido de ajedrez, la reina, Olivia Colman, lleva la corona de manera magistral. Yorgos Lanthimos logra una de sus películas más accesibles y abismales, haciendo un gran trabajo sobre este tablero de ajedrez donde se disputan la devoción de la realeza. Filmada en Hatfield House en Hertfordshire y Hampton Court Palace, Lanthimos logra un estupendo trabajo entregando una visión extraordinaria mediante angulares y travellings, acercándonos o siguiendo al personaje, metiéndonos en esta excelentísima puesta en escena que recuerda a muchas películas, como Amadeus (1984) o The Draughtsman’s Contract (1982). La fotografía excelsa de Robbie Ryan (American Honey) otorga claroscuros magníficos y distorsiones de gran angular como si fueran cámaras ocultas en un maravilloso lugar, musicalizadas de forma espléndida, contribuyendo al clima que se logra en cada escena. La belleza e inteligencia nunca fue tan bien conciliada como en esta película. La responsable del diseño de vestuario, Sandy Powell hizo un alucinante trabajo con la mayoría de los trajes, vestidos y pelucas, ya que fueron hechos desde cero. El presupuesto era muy ajustado, por lo que no era posible alquilarlos. Los comienzos del siglo XVIII rara vez se representan en películas, por lo que pocas casas tenían mucho stock disponible. Casi cada encuadre es una obra de arte que toma vida gracias a los estupendos personajes que la componen, y por los movimientos y posicionamientos de la cámara que los acompañan por todo el palacio.
Suspiria: La Danza de la Muerte. Una escuela de danza, una bailarina, una impresionante muerte. Así es, llegó a nuestros cines la audaz remake de Luca Guadagnino de la Suspiria de 1977. Para los que son fanáticos de la Suspiria (1977) de Dario Argento, tienen justamente esa película para volver a verla. Aquí no hay el mismo terror, ni música ni tensión que en aquel film, algo que puede decepcionar al acérrimo fan. En este caso la Suspiria de Luca Guadagnino toma los nombres de los personajes, la escuela de danza de renombre mundial, y una bailarina protagonista de aquella obra maestra. Ella y las demás bailarinas se verán sometidas a una pesadilla llena de arte y sangre, mientras que otras finalmente se despertarán. De todas maneras está muy alejada de la distinguida Suspiria de 1977. Sorprende la dimensión del director Luca Guadagnino el cual es capaz de dirigir una película romántica como Call Me By Your Name, y esta locura llena de atrocidades e ingenio que es Suspiria, una película que no llegará a todas las personas por igual. En la mayor parte de la película el director juega con el doble montaje. En donde falla es en la utilización de una subtrama que a veces pasa desapercibida, hasta un momento del final, con un epílogo sin peso alguno. Sin embargo el montaje en general, gracias a Walter Fasano, especialmente en las danzas malditas, están muy bien coreografiadas unidas al movimiento de cámara. Hasta brillan en varias secuencias de sueños que otorgan ese elemento divino. Sin lugar a dudas con un buen acompañamiento de la música de Thom Yorke, sin generar un miedo o tensión correspondiente, sino más bien como una compañía durante el camino al infierno. Por momentos pareciera que el guionista David Kajganich, junto al director Guadagnino, toman a varios componentes del film de 1977 y lo exageran al máximo, lleno de gore y entregando una de las mejores escenas de muertes de los últimos años. La mortal contorsión. Increíble, incómoda, dolorosa y atractiva. Asimismo complican la forma de contar una historia que tranquilamente podría ser más simple. Eso lo hace interesante, pero quizá no apta para cierto público. Con esta Suspiria apreciamos otra forma de contar una trama reconocida, con un misterio no muy revelador y hasta llegando a acariciar lo bizarro por segundos. Lo hacen a su manera, y está bien. La belleza de la fotografía (Sayombhu Mukdeeprom), junto al maquillaje, enaltece las figuras de las protagonistas, manejando de forma precisa el ambiente terrorífico que a veces nos plantean. La expresión artística en esta danza contemporánea se complementa con las grandes actuaciones de principalmente Dakota Johnson como Suzie y Tilda Swinton como Madame Blanc, Dr. Josef Klemperer y Helena Markos. Sí, hace tres personajes y todos magníficos. Todas las demás actrices no desaprovechan sus momentos destacándose, siendo parte de un maravilloso elenco femenino del cual vale la pena revisar todos sus nombres. Hay escenas que quedarán en tu mente. Hay varias que pasarán desapercibidas. Un sobresaliente diseño de producción otorga un recipiente elegante a las atrocidades que estallan en la escuela de danza. El final es una mezcla de Cronenberg con algún artista plástico de renombre. Donde todo valientemente se va al averno, y en donde fue satisfactorio llegar luego de casi 2 horas y media de película. Será un viaje ligero o estoico, eso queda en el espectador. Sin embargo hay una escasez de sustos por el diferente uso de la tensión y la música. No, no se acerca a la de Dario Argento, pero lo que es seguro es que es una película embarazosamente intrépida, entretenida, elegante y bañada en sangre.
Somos una familia: La historia de un peculiar clan. La película nominada a mejor película extranjera en los Oscars 2019, llega a los cines argentinos mostrando una sensibilidad, criminalidad y belleza sobre una particular familia japonesa. Cuando una familia se encuentra con una niña afuera en el frío y se la llevan, nosotros también entramos en la vida de esta familia. Las peripecias que deben surcar en sus respectivos hábitos arman una película sincera y entrañable. Nominada a mejor película extranjera, Shoplifters, Manbiki Kazoku o “Somos Una Familia” nos trae a esta familia disfuncional para emocionarnos y encariñarnos entendiendo parte del moderno Japón. Con la habitual simpleza oriental nos presentan a los personajes que deducimos son padre e hijo, la hermana, la madre y la abuela. Todo este marco familiar esconde algo más clandestino, como el trabajo de uno de los integrantes. O más ilegal, como las acciones de otros. O más devastador y triste, como los padres de la niña encontrada. Lo que sobresale del film son las interpretaciones individuales que tienen mucho más peso cuando se contemplan en conjunto, como una verdadera familia. Desde Lily Franky y una brillante Sakura Andô, interpretando a los “padres” de la familia, como la mismísima abuela que presenta esos gestos tan gentiles como directos. Muchos de estos ademanes de cada personaje recordarán a algún familiar que tengamos, por lo más simple que sea, demostrando lo universal de lo hogareño. El director y guionista Hirokazu Koreeda logra mostrar postales familiares gracias una bien lograda fotografía y a la representación de simples y comunes acciones, como conocer bichos en árboles, o bañarse, o comprarse ropa. Eso descubre la niña, una buena familia. Pero también existe la delincuencia. La película robará algo más que nuestra atención. Las buenas actuaciones, junto a una destacable dirección y guion nos entregan este film simple, profundo y devastador de lo que viven ciertas familias en Japón. Todo se une hacia el final. Cada personaje finalmente despliega su pesar como una hoja de papel se despliega arrastrada por el viento. Las simples metáforas y mensajes, no son distraídas por movimientos de cámara exhaustivos. Solo hay gestos que dicen la verdad, en este drama sin ningún engaño. Con personajes memorables, posibles doble moral y planos fijos donde la mirada nos dice todo.
Creed 2: Let’s get ready to rumble! La pelea entre Creed y Drago regresa a los cines pero ahora de la mano de los hijos, y con un Rocky que sigue golpeando fuerte nuestra sensibilidad y deseos de triunfo. Llegó el momento. Se prenden las luces, la gente enloquece. El ring iluminado espera la llegada de sus dos estrellas: Adonis Creed y Viktor Drago. Los hijos de Apollo e Ivan lanzarán sus golpes vitoreados por la multitud, ambos con sus respectivas motivaciones. Recordemos, como lo hará el film, que Ivan mató a Apollo, el padre de Adonis, en el ring. Ese pasado es un uppercut al mentón que te puede dejar noqueado. Algo tan clásico como esto necesita a Rocky Balboa, el cual está ahí como ayudante tanto para Creed como para la película, entregando como siempre momentos emocionantes. Veníamos de la derrota de Adonis en la anterior película, pero se pasa de lado y ya comenzamos con una pelea por el título. Sigue teniendo esa postura de la cámara detrás del hombro atractivo para la dinámica de este deporte. El director Steven Caple Jr. ocupa el lugar que dejó un Ryan Coogler muy dedicado a Black Panther. Caple Jr. con su experiencia en películas independientes, logra mostrar pequeños momentos dramáticos bien íntimos que resaltan en este film entrañable. La pelea estelar aparece bastante temprano, lo que ayuda mucho al ritmo de la trama. Algo bien pensado por los guionistas Juel Taylor y Sylvester Stallone algo esperable debido a que no se podía mantener el drama durante todo el film sobre Adonis “Creed” Johnson y su pareja Bianca, a la par de Rocky y su siempre afectuosa forma de ser, siguiendo su vida a pesar de los golpes que sufrió. Los tres pilares del film son interpretados de manera correcta por Tessa Thompson (Bianca), Michael B. Jordan y el histórico Sylvester Stallone. Muestran los corazones de los personajes, que a la vez son los que mueven las pequeñas desventuras que cada uno sufre. Es imposible no encariñarse con la simpleza de Rocky. Como siempre, es difícil no sentir lo que él siente. A pesar de que a Adonis lo conviertan en alguien bastante insoportable en ciertos momentos, al final los giros y pequeñas acciones nos hace entenderlo mucho más. Además de la siempre correcta actuación de Jordan. Sin embargo hay alguien que los motiva, que hace que el suelo del ring tiemble todo por su envergadura y por lo que genera emocionalmente en los personajes. Hablamos de Viktor Drago y su padre. Ellos son a lo que hay que vencer. Dolph Lundgren solo está puesto por su impronta, por lo que representa para el que vio todos los films de Rocky. Él, resentido por la derrota ante el boxeador italiano, vuelve para destruir a Adonis. Y no solo, trae a su hijo, Viktor, interpretado por Florian Munteanu y una magnitud de persona que impresiona. Ambos tienen una escena emocional, y los pequeños gestos de Viktor expresan más de lo que uno cree. Ninguno de los personajes descoloca en la historia. Es todo bien prolijo, hasta la fotografía entregando lindas postales, más aun en la presentación de los boxeadores antes de ingresar al ring, y pequeños marcos sentimentales que enaltecen el momento vivido. Como también la música, algo vital en todas las películas de Rocky, que incrementa el volumen para aumentar la adrenalina que corre en nuestras venas. En la primera teníamos la preparación de él ante una pelea. En este caso como ya estaba preparado, hay un hecho que genera que se vuelva a moldear su ser, mostrando un gran físico y otras capas emocionales del personaje, más allá de dejar a la vista músculos que muchos no sabíamos que existían. No sabemos si es la música, lo bien filmado, las actuaciones, y el esfuerzo físico, pero el film te hace creer que estás ahí con Creed, peleando, sudando y emocionándote. Te mete de lleno en esa última pelea, que no está cerca a las míticas de Rocky porque ya la vimos. Ya hemos experimentado estas cosas, no hay mucha sorpresa. Pero hay pocos films que repiten la fórmula y salen bien paradas. Existen pocas obras cinematográficas que pueden soportar golpes tales como revividas desventuras, monólogos de Balboa similares, redenciones y caídas ya toleradas y que pueden levantarse antes de la cuenta de 10 segundos y seguir golpeándolos. Una de esas es cualquier película que involucre al mundo de Rocky.
La Mula: Ya no es lo que era, ya no es lo que era… El 38º film del señor Clint Eastwood se enfoca en un personaje de la vida real, sacado de un artículo de la revista New York Times de Sam Dolnick titulado “La mula de la droga de 90 años del Cartel de Sinaloa”. Sin embargo está muy lejos de ser una biopic, solo es una adaptación de dicha historia que sirve para expresar ciertos temas populares como la pérdida y el paso del tiempo, arrepentimientos, entre otros asuntos que parecen catárticos para el director. El hombre de casi 90 años Earl Stone, está en quiebra, enfrentándose a una ejecución hipotecaria de su negocio y solo debido a su mala relación familiar. Debido a su buena conocida forma de conducir, sin multas ni nada por el estilo, se le ofrece un trabajo que simplemente le exige conducir. ¿Fácil no? Pero él no sabía que acababa de ingresar a un servicio de mensajería de drogas para un cartel mexicano. Toda esta primera mitad con un ritmo irregular, manteniendo la ignorancia del protagonista y el humor irónico en ciertos momentos, parece realizada para que disfrute Eastwood interpretando al anciano. Debido a que solo conduce escuchando música, siendo raro creer por momentos que no sabía lo que llevaba, o estando con mujeres con poca ropa festejando. Sin embargo todo con un dejo de autocrítica ante como ve él, y la mayoría de los estadounidenses, a los mexicanos. Aun así lo muestran a Earl como un “amable” anciano con un racismo informal y sin filtro, que puede caer bien por momentos o entendible debido a su edad. Esa mirada social que revolotea en los Estados Unidos aquí no logra profundizarse. No existen muchos momentos arriesgados en la película vinculados con la identidad social. Parece que el trayecto de la película se queda en el camino como un auto en mal funcionamiento queda varado en la ruta. No es ni un policial completo y atrapante, ni una historia profundamente dramática. Solamente aparecen escenas o secuencias interesantes en cada uno de los géneros mencionados que sirven como una grúa de dicho automóvil parado, para que siga su camino como puede. Está muy lejos de ser el Gran Torino (2008). Aun teniendo al guionista Nick Schenk de la serie Narcos y la mencionada Gran Torino, por momentos falta dinámica en términos de diálogos. Hay divertidos encuentros entre los delincuentes mexicanos, nada fuera de lugar. Pero los actores secundarios parecen desperdiciados con Bradley Cooper y Michael Peña, como dos detectives lineales. Hasta parecen que no tienen idea de lo que hacen o quiénes son sus personajes, básicamente porque tienen menos dimensión que una línea recta. Hay muchas caras conocidas que no tienen ningún peso, pero aparece uno que sorprende. Hablamos de un casi irreconocible Andy Garcia como jefe de la banda criminal mexicana. Las mujeres como Taissa Farmiga como la nieta de Earl, Ginny, y la gran actriz Diane Wiest son las que se destacan. Farmiga demuestra su carisma rebosante, mientras que Wiest haciendo de la ex esposa de Earl deja en claro por qué ganó dos premios Oscars. Todas las escenas entre ella y Eastwood son reflexivas y emocionales, con un final discretamente efectivo. La primera hora sirve como preparación de la segunda mitad de la película dónde todo se orienta hacia un clima más tenso, serio, dejando salir los recónditos sentimientos tapados por la ironía y la delincuencia. Ese giro es de lo mejor del film, llegando un poco tarde. Las metáforas algo predecibles, por fin toman papel importante. Los mensajes de aprovechar el tiempo ya las hemos visto, pero de todas maneras está provechosamente representado en pantalla. Mayoritariamente en los últimos minutos. La musicalización de Arturo Sandoval abraza el arrugado cuerpo del protagonista, acompañándolo hasta el final de manera brillante. Como también la fotografía del canadiense Yves Bélanger (Dallas Buyers Club, Brooklyn) de gran carrera, muestra paisajes precisos y acordes a la situación vivida. Este film puede ser visto como entretenido, algo atrapante, con una pizca de autocrítica por parte de Eastwood. La película se siente mucho más personal que otros films. Eastwood hace que Earl se fusione con su persona. No habiendo tantos personajes para ancianos, este es uno muy rescatable. Seguramente La Mula sea una película que pase algo desapercibida en términos narrativos y temáticos, a pesar de ser de los mejores estrenos de Eastwood allá en su país del norte americano. Entretiene a su manera, pero decepciona también a la suya. Como expresa el film: Hay que disfrutar la vida, no desperdiciar el tiempo. Así que quizá al terminar de ver este film saquen sus propias conclusiones con respecto a la hora y 56 minutos que dura la película.
El Primer Hombre En La Luna: El lado oscuro del astronauta. Llega una nueva película del galardonado Damien Chazelle con Ryan Gosling y Claire Foy contando la vida de Neil Amstrong. Damien Chazelle en este caso se mete por primera vez a dirigir una película basada en otra obra. Hablamos del libro de James R. Hansen (Co-productor) sobre la vida de Neil A. Amstrong fallecido el 25 de agosto del 2012. Ambos siendo muy amigos hasta entonces. Chazelle en Whiplash (2014) y La La Land (2016) se encargó del guion además de la dirección, pero en este caso con First Man el guionista fue Josh Singer con experiencia en películas basadas en hechos reales como Spotlight (2015) y The Post (2017). Este film es sobre el recorrido de Neil Amstrong (Ryan Gosling) hasta llegar a ser el hombre que pisó la Luna el 20 de Julio de 1969. La trama que apreciamos con nuestros ojos y oídos es sobre lo que fue antes de ese suceso, y todo lo que tuvo que pasar para llegar a serlo. Desde un esfuerzo mental ante pérdidas muy fuertes, hasta el esfuerzo físico de años de entrenamiento. La llegada a la luna cobra un significado completamente distinto hacia el final de la película. Lo importante es el punto de vista que nos entrega Chazelle con enfoques en primera persona dentro del traje de Amstrong, de la cápsula, y lo que vemos junto a él, con reflejos preciosos e iluminación precisa. Linus Sandgren, director de fotografía de La La Land, realiza un trabajo correcto ayudado con buenos efectos visuales para nada forzados. También tenemos la perspectiva de la esposa del astronauta, Janet Amstrong, con una estupenda Claire Foy en el papel de una fiel compañera de vida, siendo parte de las escenas más conmovedoras del film, con ella, él y los hijos. Ambos con sutiles aspectos logran estremecer al espectador, y envolverlo en los momentos que viven. Y otra vez la música a cargo de Justin Hurwitz (La La Land, Whiplash) distingue los momentos dramáticos, sin lograr su mejor trabajo vuelve todo más conmovedor y épico de lo que sería sin ese bello sonido. Presentado gracias a varios instrumentos poco comunes que utilizó, como el theremin (que Hurwitz había aprendido a tocar y sus interpretaciones se encuentran en la partitura final), el sintetizador Moog y un Echoplex que dan una singularidad a todo lo que escuchamos. Aun así a pesar de toda la belleza visual y una trama correcta, esta es la película más comercial entregada por Damien Chazelle. Será del gusto de los jurados de los Oscars, como mínimo recibiendo nominaciones al sonido. Con golpes emocionales clásicos, y una alabanza a uno de los iconos de la cultura estadounidense. Con una variedad de actores que conocemos de algún lado, como Jason Clarke, Corey Stoll, Kyle Chandler, entre muchos otros, que solo entregan momentos y ninguno memorable. La duración del film podría sentirse larga por momentos, sin mucho más que decir frente a lo psicológico que por momentos resulta insignificante, con un héroe bastante reservado, con el cual para algunos puede ser difícil empatizar. Este hecho histórico conocido por todos la podemos ver desde el punto de vista humano, de ser padre y madre gracias a la mirada íntima de Chazelle. Se logra apreciar la mano del director en varias secuencias y encuadres. Con transiciones de sonido espectaculares, e imágenes impactantes tanto de aspecto sereno como desesperantes. Dentro y fuera de la cápsula lanzada al espacio. Siendo difícil encuadra en este aspecto debido a que detalle se mantuvo, hasta que llegó a la reproducción de las cápsulas espaciales. Él y el diseñador en jefe Nathan Crowley acordaron que ninguna nave se ampliaría en más del 10%, incluso si sacrificaba la comodidad de los actores. También como algo interesante y con gran peso al final, es el uso de algunas grabaciones reales del programa espacial. Por ejemplo, cuando el Apolo 11 cae en la luna, la respuesta de Houston es la original. Para los escépticos de la llegada a la Luna resulta que ésta es una película, hecha para que la veas y te emociones, donde no importa si es verdad o no, sólo si te emociona el largo padecimiento que muchos tuvieron que soportar para alcanzar el objetivo máximo. Es sentir esa serenidad cuando los sueños no están más flotando en el espacio, sino que se hacen realidad.
Demonio de Medianoche: Un Jumanji sangriento. Un juego predecible, quizá una película olvidable, pero con un ente maligno interesante, algunos buenos efectos y con las leyendas Lin Shaye y Robert Englund. Comienza con un niño y dos niñas jugando un juego tenebroso que involucra a un ente y algunas reglas. Como todas las reglas, éstas se rompen, lo cual genera que solo una niña, Anna, sobreviva. Muchos años más tarde, en la actualidad, esa niña se convierte en la abuela Anna interpretada por la super conocida Lin Shaye (Insidious, Dead End) quién está excelente demostrando que deja todo para el papel que tenga, generando sobresaltos tremendos. También conocemos a Alex (Gabrielle Haugh) su nieta que la debe cuidar. Junto a su amigo Miles (Grayson Gabriel) que la va a visitar, ella encuentra ese juego tenebroso del pasado. Entonces conocemos más a fondo las reglas. Desde escribir tú nombre en un papel, que el juego comience a la medianoche, otra es que hay que apagar las luces y prender una vela. Entre otros detalles bastante interesantes. Ellos deberán enfrentar a su miedos y esperar hasta cierta hora para saber quién ganará, si ellos o El Hombre de la Medianoche. El director Travis Zariwny, quien trabajó en muchas películas como diseñador de producción, o en el departamento de cámaras, entrega una película predecible, con algunos sustos y buenos efectos sangrientos. Con un guion de él para nada destacado, basado en otro film de Rob Kennedy. Lo más interesante es el malvado “Midnight Man”, hombre de medianoche, que atormenta a los jóvenes. Lo malogrado es la forma en que estos dos personajes, Alex y Miles, se involucran al juego sin ningún cuestionamiento, luego de ver a la abuela Anna asustadísima porque lo abrieron. Teniendo solo como excusa que están aburridos y sin televisión. Ellos básicamente son el punto más flojo de la película. Las actuaciones parecen tiesas, como dos jóvenes sin mucha inteligencia, que ni siquiera conocen las Creepypastas pero no tienen ningún problema de jugar a algo que involucra sangre y una serie de extraños pasos a seguir. Hasta que llega la tercera, Kelly (Emily Haine, quizá la tengan de la serie de Fargo), la chica más informada sobre el asunto que intentará ayudarlos tanto a ellos como al avance de la película. El guion, que parece un primer borrador sin pulir, no ayuda para nada con las acciones de Alex y Miles que retrasan la urgencia que debería tener la historia en ciertos momentos. Incomodan y entorpecen el desarrollo de una trama atrapante, pero no descollante. El diálogo con su ritmo apaciguado hace que los jump scares sean bastante efectivos con ese cambio de ritmo. Pero a veces resulta tedioso al tratar de otorgar información sobre el ente maligno en medio de una situación riesgosa, como cuando aparece Robert Englund interpretando al Dr. Harding. Fallando la estructura del guion, con muy poco interés en el desarrollo de personajes y que parece servir solo para posibles futuras entregas de este monstruo aterrorizando a jóvenes. Lo mejor son las muertes, las trampas que realiza y la forma de comunicarse y usar los miedos de sus víctimas, que recuerdan obviamente a Freddy Krueger, hasta niveles bizarros. Pero agradezcamos que las leyendas Englund y Shaye, estos dos alumnos de A Nightmare On Elm Street estuvieron en la película manteniéndola entretenida cuando ellos estaban en pantalla. Una película olvidable pero en el fondo, ¿querible?.
La Chica en la Telaraña: Enmarañados en persecuciones y escapes. La nueva adaptación de la saga Millenium llegó al cine de la mano del uruguayo Fede Álvarez, con crímenes cibernéticos, huidas, persecuciones y la siempre inteligente Lisbeth Salander. Cuando se juntan dos factores interesantes, esto genera un atractivo al espectador. En este caso son el director uruguayo Fede Álvarez y Millenium, la famosa saga de Stieg Larsson, con Lisbeth Salander y compañía. Aunque esta película se basa en la novela “Lo Que No Te Mata Te Hace Más Fuerte” (2015) de David Lagercrantz, quien es el autor que prosiguió con los personajes creados por Larsson, fallecido en 2004. Pese a que el libro fue de los más vendidos en Estados Unidos, este parece ser sobre un crimen estereotipado. Y esto se ve claramente en este film. Ya hemos visto adaptaciones al cine de esta saga, siendo las más fieles las versiones suecas con Noomi Rapace como Lisbeth que se basaban en los primeros libros de Larsson. Aunque quizás fue mundialmente conocida por la versión dirigida por David Fincher (con varias nominaciones al Oscar, ganando a mejor edición), mientras Rooney Mara sobresalía como la protagonista. Aquella, con lo meticulosidad del director, logró entregar un film atrapante, policial, e intrigante. En este caso Álvarez realizó una película enteramente de acción, con algunos toques de espías, que recuerda más a 007. La simple historia trata sobre Lisbeth tomando un trabajo que la lleva a obtener una información sobre un importante proyecto que involucra bombas nucleares. Entonces será perseguida por varias personas, desde la inteligencia de Estados Unidos, y otros delincuentes peligrosos, siendo ayudada por el periodista Mikael Blomkvist. Con una subtrama familiar que ayuda a entretejer esta telaraña de “ciberdelicuentes” y funcionarios corruptos del Gobierno. La película cuenta con muchos clichés del género de acción. Desde movimientos de escapes que recuerdan a Jason Bourne, o secuencias de acción que refieren a Mission: Impossible, rozando lo inverosímil para esta heroína y el lugar base de las aventuras que otorgó Larsson en sus libros. Los tres guionistas, Jay Basu (quién tiene bastante trabajo últimamente, desde Metal Gear Solid hasta Los Ángeles de Charlie), el mismísimo Fede Álvarez, o el querido Steven Knight de Peaky Blinders, no se arriesgan en nada entregando secuencias de persecución y escape bastante similares a algo que ya hemos visto. Además contiene diálogos que en ocasiones resultan muy explicativos: desde decir “voy a hacer esto” hasta dando la explicación de porqué lo hace. La trama es la clásica “enfrentar a tu pasado”, en donde la demente familia de Lisbeth (que quizá los lectores conozcan más) forma parte de esta telaraña de locura. Se predicen en que locación será el final, o hasta ciertas resoluciones de problemas que a veces salvan la poca originalidad con explosiones o la inteligencia de la heroína. A pesar de las secuencias de acción (que el o la amante de la acción y espionaje ya ha visto), las actuaciones y la mano de Álvarez rescatan un poco a una introvertida película. La actuación de la reina Claire Foy otorga una Lisbeth Salander que muestra más lágrimas que su antecesora, pero con matices antes vistos, y sin el ímpetu que expresaba Rooney Mara con sus cambios físicos, además de la actuación. Esto quizá haya sucedido por los cambios a último momento en el elenco (no se sabía si seguía Rooney Mara o estaría Alicia Vikander o Felicity Jones, hasta que en 2017 se informó que Foy obtuvo el papel). Sin embargo, es muy difícil dejar mal parado al personaje principal, aún sin mostrar su memoria fotográfica en ningún momento, pero con peleas realistas, y con amigos como Mikael que la ayudan a resolver algunos problemas. Por su parte, Fede Álvarez ayuda con un lindo plano secuencia que no muestra demasiado dramáticamente y nos brinda momentos crudos y perversos, agregados a un uso de la iluminación (DF: Pedro Luque) dignos de su pasados en el terror (nos referimos a a Don’t Breathe y su versión de Evil Dead). Sinceramente pareciera que el cineasta se mueve mejor en ese ámbito, pero no queda mal parado con esta película de acción, drama y thriller que revive a una heroína icónica como Lisbeth.
Matar o Morir: Elijo morir por favor. Delante de cámara la sólida Jennifer Garner lleva a cabo una venganza que ya hemos visto, pero con fragilidades detrás de cámara; tanto en la dirección como en el guion. Es una simple historia de venganza. Queda bastante claro al tipo de espectador que está dirigida esta película. Más allá del evidente ensañamiento contra los mexicanos que no ayudaría a la actualidad del país productor, aunque probablemente siendo del agrado para gran parte de Estados Unidos, solo entrega drama por momentos con secuencias de acción bastante básicas. La película empieza con la heroína golpeando a un sujeto en el auto. Para luego irse a una camioneta y curar sus heridas a lo Rambo. Es entonces cuando llega el flashback para entender porque mató a ese hombre. Sigue con un detonante imponente, pero durante el transcurso de los hechos, cuando comienza a efectuarse la venganza, la fuerza de aquel golpe disminuye convirtiéndose en una mala copia de los films de acción en los cuales se está basando. Quizá muchos estén esperanzados de ver una buena película debido a que es del mismo director de Búsqueda Implacable (Taken-2008), el señor Pierre Morel. Pero esto sirve para aprender a que las obras cinematográficas no dependen de solo una persona. En aquel caso del 2008 uno los guionistas eran Luc Besson y Robert Mark Kamen (El Quinto Elemento, El Transportador, etc.) los cuales aunque sea entregaban coherencia en su acción. En este caso con Matar o Morir, Chad St. John es el guionista (London Has Fallen – 2016) que nos trae una trama rústica. Solo empieza con un golpe dramático que se evapora como agua durante el transcurso de la historia clásica como es el de una mujer que sufre una tragedia, y empieza a vengarse de quienes lo hicieron. Aunque el comienzo parece prometedor con respecto a la empatía que podemos sentir con Riley North (Una Jennifer Garner que recuerda a Elektra) esto no se sostiene, siendo intervenido por secuencias de acción simples y sin corazón. Teniendo a mano películas como John Wick, o Atomic Blonde, que le otorgaron estilo a las películas de acción clásicas, este film parece quedarse atrás en ciertos aspectos. El director no puede mantener la adrenalina en momentos de acción como lo hizo con Taken. No entrega credibilidad en situaciones tales como escapes de algún lugar a punto de explotar, cortes de cámara para generar la huida de un personaje, además de ni siquiera mostrar las primeras muertes propias de la venganza del personaje. Decepciona a los pocos minutos de entrar al segundo acto. Jennifer Garner hace lo posible para entregarnos una madre desesperada y vengativa que por momentos funciona. Sin embargo la caracterización del personaje Riley, desde el punto de vista del guion, es muy pobre. Desde el comienzo esperas la razón por la cual ella puede golpear y tener el conocimiento de armas. Con un salto de tiempo en el medio solo recibimos la excusa de que estuvo peleando artes marciales mixtas. Ni siquiera un indicio de lo que pudo haber sido. Aun así ella, Garner, quizá sea de las pocas razones para ver la película. Es muy probable que a algún espectador le resulte intrigante esta película. No es aburrida, sino más bien mal elaborada en ciertos componentes. Tiene el clásico giro dramático sobre el policía corrupto que funciona, pero el último acto parece durar innecesariamente, forzando el enfrentamiento entre la heroína y el malvado mexicano. Sin olvidar los errores graves mencionados anteriormente, que dejan la verosimilitud de lado, resultando absurda e incoherente. La película hacia el final se da por vencida en intentar dar algo original, llenando de clichés cada espacio de pantalla, dejando la posibilidad de ¿otra película? Por favor, no.