En un año en el que hay varios exponentes del cine de terror nacional, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, de buen desempeño en Francesca, claro homenaje al cine giallo que acuñó Darío Argento, afrontan ahora su nueva película, un slasher con todas las de la ley, que entretiene y suena como un "deja vú" de La masacre de Texas. Una ruta desolada, una chica corriendo y pidiendo ayuda marca el comienzo de una historia macabra que une a un grupo de amigos -compañeros de trabajo- que llegan a bordo de una camioneta a Epecuén para filmar un documental sobre la terrible inundación que barrió con toda la localidad bonaerense en 1987, y con una de las sobrevivientes -Victoria Maurette, un rostro conocido dentro del género- que regresa al pueblo de su infancia para dar su testimonio. Todo está servido para desatar una ola de terror vernáculo que se alimenta de los resortes conocidos por el público masivo y recrea un relato que fusiona momentos de humor y miedo sin concesiones. En ese sentido, los jóvenes -Victorio D´Àlessandro, Agustín Pardella-, el director del documental -Damián Dreizik, un cinéfilo con la obligada remera de Francesca- y las chicas de turno -Paula Brasca y Paula Sartor- se detienen en una estación de servicio para cargar combustible sin imaginar lo que les espera. "Hay cosas peores que la muerte" adelanta alguien en la trama y no es para menos. Tomas cenitales que muestran un lugar arrasado, un viejo cementerio y El Matadero, que también funciona como un personaje más, son claves en esta historia por la que también desfilan un cazador taciturno -Gustavo Garzón- y una familia sádica y peligrosa -liderada por -Mirta Busnelli Un filme de terror pensado para el público adolescente que no da treguas con sus dosis de violencia, destripe y sexo, y propone un giro sobre el final. La película funciona en sus rubros técnicos -fotografía, dirección de arte y música- y entrega lo que promete con su galería de villanos de turno -Chucho Fernandezentre ellos-, que con cuchillo y sierra en mano, hasta se permiten escuchar tangos. Un subgénero que tiene su público propio y fiel, amante de los crímenes y de las torturas, aún con sus reiteraciones y convencionalismos y los homenajes que los hermanos Onetti quisieron llevar adelante.
El segundo largometraje de Pablo Giorgelli, después de la premiada Las Acacias, es un drama sobre una adolescente de clase media que enfrenta la decisión de su vida en un entorno hostil que la coloca entre la espada y la pared. Invisible retrata los días de Ely -Mora Arenillas-, una chica de 17 años, de mirada triste y ausente, que está en la etapa final del colegio secundario mientras trabaja como empleada de una veterinaria y ayuda a su madre -Mara Bestelli- que atraviesa una crisis depresiva y permanece recluída en su departamento después de perder su trabajo. Entre viajes en colectivo, el deseo irrefrenable de las comidas y los silencios que cobran una dimensión dramática ante lo "no dicho", el director muestra la rutinaria existencia de Ely que cambia drásticamente cuando queda embarazada del hijo -Diego Cremonesi- del dueño de la veterinaria, un hombre casado. La historia está narrada de manera parsimoniosa, con ausencia de música y en la que prevalece la mirada de la joven protagonista ante las decisiones que deberá tomar en esta historia cuyo estreno coincide con el debate sobre la legalización del aborto. En el contraste del ambiente cotidiano y conocido -la casa, el colegio, su amiga- y otro que se muestra amenazante -la clínica donde es enviada por su compañero de la veterinaria y que concentra la tensión de la espera-, el relato transcurre de manera sutil, sin estridencias y con Arenillas como la joven intérprete sobre la que descansa el peso de esta historia cargada de soledad, angustia e inseguridades a flor de piel.
Otra incursión en el género de terror es trasladada a la pantalla por los Spierig Brothers, Michael y Peter, los mismos que entregaron la interesante Vampiros del día y también tuvieron el traspíé el año pasado con Jigsaw: El juego continúa. El filme toma un caso real sobre la mansión victoriana más embrujada de los Estados Unidos que tenía más de cien habitaciones. Situada en California y a cincuenta millas de San Francisco, la casona fue construída por la heredera del creador de los rifles Winchester, Sarah Winchester -Helen Mirren-, que diagramó más de 160 habitaciones y escaleras -que no llevaban a ninguna parte- para esquivar a los fantasmas que la perseguían. "Él viene por nosotros" se la escucha decir en esta historia inquietante que prometía entregar suspenso y terror en los diferentes recovecos del lugar. En La maldición de la casa Winchestertodo se derrumba en un convencional juego de fantasmas, salpicado por apariciones sorpresivas y llamados del "más alla". Una historia con fantasmas que buscan venganza, como en tantas otras realizaciones, pero que no tiene el encanto de los títulos clásicos y desaprovecha el magnífico marco escenográfico y a los personajes a pesar de contar en el elenco con la británica Helen Mirren y Jason Clarke, en la piel de Eric, el psiquiatra adicto al láudano que arrastra sus propios fantasmas y es enviado para evaluar el estado de salud mental de la anciana. Ni el esperado encuentro entre Sarah y Eric, ni el enigmático personal de servicio o de construcción que trabaja incansablemente para cumplir los delirios y exigencias de la dueña del lugar generan tensión, interés o intriga. Entre tomas cenitales, flashbacks, intercomunicadores internos, un niño sonámbulo y habitaciones selladas, el miedo nunca aparece y abre la puerta para una continuación.
Pasión de multitudes Es un ágil relato en el que confluyen la animación con plastilina, el humor y el fútbol. La técnica de animación realizada “cuadro por cuadro” y acuñada por Ray Harryhausen (Jason y los argonautas) se ha perfeccionado y perdurado con muy buenos resultados. El realizador inglés Nick Park, ganador de cuatro Oscar y de quien se recuerdan Pollitos en fuga y Wallace & Gromit ambienta la nueva película en la Edad de Piedra, tomándose sus licencias creativas. Luego de la caída de un meteorito, la tribu del joven cavernícola Dug junto a Cerdog sobrevive cazando conejos y algún día se animará a hacerlo con los temidos mamuts. Sin embargo, la tranquilidad de su clan se ve alterada cuando son invadidos por Lord Nooth, el hombre más rico de la Edad de Bronce. Ese choque constante entre la Edad de Piedra y lo “nuevo y desconocido” se traslada a las Arenas del Juego Sagrado, una suerte de circo romano donde los cavernícolas se disputan su hogar y su futuro en un partido de fútbol. La película hace gala de su técnica a través de personajes que cautivan por sus movimientos y simpatía en un relato sencillo que quizá no ostenta el ingenio de las realizaciones anteriores, pero sí coloca al fútbol en primer plano (resulta un hallazgo las repeticiones de las jugadas representadas con títeres) recordando a Metegol, el filme de animación de Juan José Campanella. La propuesta pondera el juego limpio, la competencia sana y el trabajo en equipo como sinónimos de salvación en arenas donde las fieras del circo son reemplazadas por jugadores diferenciados y con acentos característicos en la versión doblada que se estrena en nuestro país: el alemán, el argentino y el árbitro brasileño. Por su parte, la Reina española engañada por la ambición desmedida de Nooth también entrega momentos logrados. El trabajo artesanal suma puntos a este filme dirigido al público infantil que no decepcionará a los adultos y hace que la magia siga intacta con una pelota que gira endemoniadamente, entre lanzas, gags y ancestros con experiencia en este deporte.
Un relato de acción y suspenso que marca el debut en la dirección de Christian Gudegast, quien antes trabajó en el guión de Ataque a la Casa blanca, también protagonizada por el actor escocés Gerard Butler. Acostumbrado a moverse en el terreno de la acción, desde 300 y hasta Londres bajo fuego, Butleres el Gran Nick, el policía fumador, violento y alcohólico a cargo de la división de delitos mayores de Los Angeles que evita el papeleo y va directo al grano. Y ahora se lanza tras los pasos de Merrimen -Pablo Schreiber-, el líder de unabanda que planifica el robo de 30 millones de dólares en efectivo que diariamente se sacan de circulación en la Reserva Federal, luego de haber cometido otro sangriento delito contra un camión blindado. El robo perfecto es la típica película de policías y ladrones pero con el interesante agregado de un barman y experto chofer, Donnie -el rapero Curtis “50 Cent” Jackson- que trabaja para Merrimen en un plan meticulosamente orquestado para no dejar detalles librados al azar. El filme funciona gracias a sus estridentes secuencias de acción -sobre todo al comienzo y al final- y persecuciones que colocan a los dos personajes centrales en el ojo de la tormenta, paralizando la tensión y la intriga con el encuentro entre el policía y el villano de turno o desarrollando el costado afectivo y familiar de Nick, cuyo matrimonio se derrumba. Estructurado con el nombre de personajes y lugares donde se desarrolla la acción, El robo perfecto orquesta de manera efectiva el factor distracción - al igual que la banda de ladrones- en una historia con líneas narrativas paralelas que encamina al enfrentamiento final en una suerte de western urbano, en el que los billetes impulsan el accionar del antagonista. Con un giro en los últimos minutos, la película se potencia con la descripción de dos hombres que están en diferentes lados de la ley y borronea los límites entre el policía bueno y el criminal violento, en medio de informantes, strippers y custodios asesinados a balazos.
Y todo puede salir mal Divertida comedia que acumula complicaciones de último momento; buenas actuaciones. Preparar una fiesta de gran despliegue tiene su encanto y también sus riesgos y decepciones. Y bien lo sabe Max (Jean-Pierre Bacri, el actor de El gusto de los otros), el dueño de una empresa de catering y planificador de eventos de la clase alta, quien cree tener todo bajo control durante su último trabajo: una boda que se celebra en un lujoso castillo del siglo XVII. Este es el punto de partida de la comedia francesa dirigida por Oliver Nakache y Eric Toledano (responsables de la exitosa Amigos intocables que conoció una versión local), que presenta una galería de personajes que están en crisis por diversos motivos, y todo estalla en medio de un casamiento que también se las trae. Lo más interesante de la propuesta reside en los afilados diálogos y en el personaje central que funciona como hilo conductor de una historia que esconde ribetes dramáticos dentro de la misma comedia, expuestos de manera efectiva por los realizadores a pesar de la extensa duración del filme. La vida personal de Max comienza a mezclarse con su metódica rutina profesional: debe consolidar su postergada simpatía hacia una joven asistente (Suzanne Clément) y realizar cambios de último momento para que todo sea inolvidable mientras lidia con su amigo fotógrafo, el DJ de turno, los arreglos florales y los cocineros. Todo por el mismo precio. La logística del evento parece no estar a la altura de las circunstancias que se van desencadenando de manera imprevista y pesadillesca con los empleados de su empresa en esta trama de tono crepuscular que también pone de manifiesto el complicado mercado laboral de la clase media trabajadora francesa. Las carencias de Max, un hombre que piensa en todo menos en sí mismo, quedan al descubierto cuando durante la jornada salen a relucir pasiones, peleas, caprichos de los novios (Benjamin Lavernhe y Judith Chemla) y hasta un número acrobático en globo para sorprender a los comensales. Estamos todos invitados y… advertidos.
Con un comienzo inquietante y vertiginoso, La bóveda intenta fusionar dos historias que parecen irreconciliables: un relato de acción con el ambicioso robo al banco Centurion Trust que arrastra un pasado sangriento y fantasmagórico ocurrido en 1982, y otro con fantasmas vengativos. Dos hermanas Leah -Francesca Eastwood, hija de Clint- y Vee -Taryn Manning- deciden robar un banco para salvar la vida de su hermano que debe dinero en esta historia que pone al descubierto ambiciones, necesidades y enfrentamientos entre los personajes cuando no encuentran el dinero deseado. Siguiendo la sugerencia del Gerente del Banco Ed Mass -James Franco-, la banda se dirige entonces a la bóveda ubicada en el sótano sin saber que algo malvado se esconde ahí. En una entidad en la que los cajeros no duran demasiado y escuchan ruidos extraños, el ingreso del grupo comando encapuchado -lo más destacado de la película- está dispuesto a todo sin imaginar que lo sobrenatural los espera escalones abajo. En La bóveda, el clima de suspenso del inicio deja lugar a los clichés del género de terror, entre figuras enmascaradas que se deslizan en el subsuelo causando sobresaltos y borrando la atmósfera conseguida en la primera parte del relato. Son como dos películas en una que comete el peor de los pecados: se adivina el final, entre pasillos lúgubres, bolsas de dinero y un pasado fantasmagórico que vuelve para quedarse.
¿Encanto burgués? Bien actuada, aborda con desparpajo las relaciones de pareja y la incomunicación. Las reuniones de amigos cercanos a las cuatro décadas son tentadoras porque funcionan como disparadoras de conflictos que estallan en varias direcciones. Y eso ocurre con gracia y desgracia en Recreo, la película de Hernán Guerschuny (El crítico) y Jazmín Stuart (Pistas para volver a casa, y acá también en su destacado rol de actriz), exponiendo vínculos amistosos y familiares alterados. Un fin de semana en una casa de campo une a tres parejas de amigos con sus hijos y la bomba está a punto de estallar cuando quedan al descubierto viejas rivalidades, secretos y relaciones con un rutinario mecanismo de supervivencia en la contradictoria vida burguesa. Leo (Fernán Mirás) y Andrea (Carla Peterson) conforman un matrimonio de arquitectos con un hijo de 12 años, abiertos a las nuevas experiencias, viajes y parecen tener la vida solucionada. A su casa llegan Mariano (Juan Minujín) y Guadalupe (Jazmín Stuart ), quienes acaban de tener su primer hijo y atraviesan una crisis: él dejó su trabajo en una agencia publicitaria y ella escapa a la rutina como puede, aún con el riesgo de olvidarse hasta de su bebé. A ellos se suman Nacho (un Martín Slipak gratamente transformado) y Sol (Pilar Gamboa), padres de trillizos. No todo es lo que parece ni como se lo presenta en esta historia que combina comedia y drama bajo un perspicaz punto de vista sobre las relaciones. La fantasía de una adolescencia lejana, las cuentas pendientes, las frustraciones y el reloj biológico que avanza implacable son algunos de los tópicos que el relato condensa con soltura y enfrentamientos a lo largo de cien minutos. Muchos ingredientes se van sumando en este filme ambientado en un espacio pensado a priori para la distensión que es el epicentro de varias discusiones sobre sexo entre estos “perfectos desconocidos”, viajes en un globo aerostático; un perro sometido a un inexplicable experimento adolescente y una cacería como reafirmante del rol masculino dentro de la familia. La película acierta en su tono de apariencias plasmado por los directores, que pasa de la risa a la lágrima con comodidad, permitiendo a cada uno de los intérpretes su lucimiento -todos muy bien en sus papeles- y planteando interrogantes que no siempre tienen respuestas. El contraste entre la clase trabajadora y los “nuevos ricos” dice presente desde el comienzo y las tomas aéreas muestran a personajes diminutos frente a grandes obstáculos que se avecinan con miradas cruzadas y silencios cómplices. La rivalidad estalla en el aire y no se toma un recreo.
Otra vez los escualos son los verdaderos protagonistas de una historia que genera suspenso y que anualmente alimentan este subgénero tan popular que iniciara con éxito Steven Spielberg en el clásico Tiburón -1975-El director Jaume Collet Serra también jugó con el temor en la superficie de Miedo Profundo -2016- y ahora la claustrofobia y la tensión se generan debajo del agua en A 47 metros, donde dos hermanas quedan atrapadas en una jaula a merced de peligrosos tiburones blancos. El punto del conflicto está puesto en la falta de oxígeno cuando el cable de seguridad de la jaula que las protege de las temibles criaturas se corta y quedan a la espera de la ayuda que les pueda brindar el barco que las llevó a esa riesgosa excursión. Casi toda la película se desarrolla debajo del agua, con pocos personajes y un escenario natural muy bien registrado por la cámara, donde las protagonistas tienen colocadas sus máscaras de buceo durante casi toda el metraje. Después de dudas y fracasos amorosos, las hermanas encarnadas por Mandy Moore y Claire Holt, deberá poner a prueba su instinto de supervivencia en este relato de visión rápida al que se le puede cuestionar el desenlace brusco pero no las eficaces escenas de peligro que plasmó el director Johannes Roberts, quien viene del género de terror, y que expone los miedos más profundos de las dos protagonistas. Arriba del barco se puede ver al capitán interpretado por Matthew Modine -quien brilló en Alas de libertad de Alan Parker- en un personaje desdibujado. Los convencionalismos -como la presión del agua- de la historia hacen olvidar rápidamente los detalles para instalar la desesperación en el fondo del mar habitado por criaturas voraces y las decisiones que transmiten ansiedad por alcanzar la superficie como sea. Sin el ingenio del film de Spielberg ni de la eficacia visual de Alerta en lo profundo (1999), pero con nervio y adrenalina asegurados como su secuela.
Apenas ecos de una risa contagiosa El legendario personaje animado convive con actores en esta película sin el brillo de los cortos originales. Como no podía ser de otra manera, El Pájaro Loco, el célebre personaje creado por Walter Lantz y el dibujante Ben Hardaway en los años cuarenta que alcanzó su pico de popularidad en los setenta, es ahora objeto de un relanzamiento para que lo conozcan nuevas generaciones. La película combina acción real con animación digital y no escapa al formato televisivo en esta historia de corte familiar que resalta el tono ecológico. El exitoso abogado Lance Walters (Timothy Omundson) decide instalarse en el bosque junto a su novia para construír una lujosa casa justo cerca del árbol que habita cómodamente El Pájaro Loco. Sin embargo, las cosas se complican cuando la ex esposa le deja al cuidado a su hijo adolescente (Graham Verchere), quien se aliará con el ave que se creía extinta. La trama se apoya en el constante choque de costumbres entre la ciudad y la ley del bosque y en la preservación de los parques naturales cuando se desata una verdadera batalla territorial en este relato que no logra por momentos la interacción ideal entre la acción con actores y la única figura animada del filme, el pájaro irreverente, hiperkinético y extrovertido. Cazadores furtivos, una guardabosques de buen corazón y los amigos del hijo que compiten con su banda en un certamen musical, se cruzan en medio de una serie de gags físicos (y otros escatológicos) donde las travesuras quedan desdibujadas. Adicto a la mantequilla de maní, famoso por su risa característica y fan de las películas de Jackie Chan (se jacta además de no usar dobles en sus escenas de riesgo), Loquillo se ve envuelto en una historia que no termina de rendirle un justo homenaje a su extensa trayectoria. Reiterativa y sin el ingenio que ofrecen otras realizaciones del género, El Pájaro Loco: La película puede resultar un entretenimiento efectivo para un público de corta edad, pero el adulto buscará el brillo de los cortos originales de la televisión.