El director M. Night Shyamalan -"Sexto Sentido"- regresa al terror con una historia que concentra tensión y sobresaltos a partir de un formato de narración explotado en varias oportunidades. Nuevamente el registro de imágenes a partir de una cámara que tienen los personajes se adueña de un relato de terror, pero quien ahora está detrás es el director hindú M. Night Shyamalan, de quien aún se recuerda Sexto sentido. El realizador tuvo una carrera despareja al combinar el cine de géneros con una mirada personal y sólo bastan recordar títulos como El protegido, La aldea, La dama del agua, El fin de los tiempos, El último maestro del aire y Después de la Tierra. En Los huéspedes -The visit- Shyamalan vuelve a sus raíces con la historia de dos hermanos -Olivia DeJonge y Ed Oxenbould- que hacen un viaje de una semana a la casa de sus abuelos en una granja en Pennsylvania y, lo que en principio significaba un encuentro placentero y de dispersión, se transforma en una pesadilla para los pequeños con el correr de los días. Alejados de su madre, con quien se contactan vía Skype, los chicos irán descubriendo extraños comportamientos de los ancianos en una trama que también juega con la intriga, el pasado de la familia y la conexión que se establece entre los diferentes personajes. En los filmes de Shyamalan lo cotidiano se vuelve amenazante y aterrador, y Los huéspedes no es la excepción. Con una narración sencilla articulada en días, la trama concentra tensión, algunos sobredaltos y parece una reversión de cuentos clásicos como Hansel & Gretel. La presencia de una abuela que deambula por las noches y de un abuelo con incontinencia va generando un clima de incertidumbre, temor y desesperación en los recién llegados que tendrá también una sorpresa y vuelta de tuerca sobre los minutos finales. Shyamalan sabe crear atmósferas para incomodar al espectador, pero quizás sus seguidores esperen más de un cineasta que contó con mayores presupuestos para rodar en otras ocasiones. El terror acá está servido en bandeja y se mete en un horno que va cocinando lentamente lo que vendrá...
Vin Diesel abandona el universo de los automóviles para viajar en el tiempo en la piel de Kaulder, un guerrero condenado a la inmortalidad luego de enfrentar a una poderosa bruja. Chisporroteo visual en una historia que no se luce. La nueva película de Breck Eisner -La epidemia- intenta revivir el espíritu de las viejas producciones que mezclaban aventura, terror y un tono fantástico, y trae a la memoria títulos más interesantes como El aprendiz de brujo -2010-. Vin Diesel abandona el universo de los automóviles para viajar en el tiempo en la piel de Kaulder, un guerrero condenado a la inmortalidad luego de enfrentar a una poderosa bruja -Julie Engelbrecht-. De este modo, la acción de El último cazador de brujas comienza en la época medieval, en pleno combate entre humanos y estas criaturas sobrenaturales que deciden desparramar la Peste Negra alrededor del mundo. Kaulder es "hechizado" y en la actualidad es un ser sufriente que ve morir a su familia -cosa que la pelìcula recuerda una y otra vez a través de flashbacks- y que deambula por la ciudad para derrotar, junto a la joven bruja Chloe -Rose Leslie, de la serie Juego de Tronos-, al malvado hechicero Belial -Ólafur Darri Ólafsson-. En su triste peregrinaje por la tierra forma parte de una Orden secreta en la que aparecen unos deslucidos y desaprovechados Michael Caine y Elijah Wood. El film concentra su poderío visual en la época pasada pero esto dura muy poco y cuando traslada el andamiaje fantástico a la actualidad pierde fuerza y los personajes carecen de interés y dramatismo. El guión de Cory Goodman, Matt Sazama y Burk Sharpless acumula los clichés propios del género -como lo hicieran en Priest- en esta suerte de batido entre Conan, Blade y Highlander, pero sin la intensidad ni la adrenalina que tenían esas realizaciones. Con espada en mano, entre llamaradas, traiciones y chisporroteo visual, Vin Diesel intenta alzar su espada desafilada en una historia que no termina de convencer y a través de un personaje que se luce poco y sólo encuentra sus buenos momentos en las escenas de enfrentamientos.
Un débil homenaje al cine de terror es el que propone "Cuentos de Halloween", un compilado de cortos que combinan horror, humor y sátira e incluyen desde niños enmascarados y peligrosos, un demonio y hasta una delirante mirada al Jason de "Martes 13". Cuando el espectador se encuentra con cortos que conforman un largometraje casi siempre se trata de un producto con desniveles que tiene buenos y también momentos olvidables. Quedan en la memoria Los cuentos de la cripta o incluso el documental Érase una vez el terror -Terror in the aísles-, realizado con fragmentos de películas dedicadas al género fantástico. En Cuentos de Halloween diez historias terroríficas son filmadas por diferentes directores y se interconectan durante la Noche de Brujas en un suburbio americano, donde demonios, extraterrestres, espectros y asesinos con hacha aparecen para aterrorizar a los residentes desprevenidos. Narrrada por Adrienne Barbeau -la actriz de La Niebla de John Carpenter- repitiendo su rol de locutora radial, la película pasa del terror bizarro a la sátira y al humor de acuerdo al contenido y estética de cada una de las propuestas, pero muy pocas veces dan en el blanco. Darren Lynn Bousman , el realizador más cononcido por títulos como El juego del miedo II, III y IV entrega The Night Billy Raised Hell y en Sweet Tooth, Dave Parker juega con una historia que combina pasado, presente y canibalismo. El "leit motiv" de todos los relatos es el "Dulce o Truco", la frase por excelencia que dicen los niños durante la celebración al pasar por las casas de vecinos para recibir caramelos. El film acumula referencias a La noche de los muertos vivientes, que se ve en un televisor, pasando por un diablo que hace de la suyas, payasos siniestros, vecinos inmersos en una guerra sangrienta, enanos y hasta una evocación a los clásicos Hansel y Gretel y La invasión de los tomates asesinos, acá con calabazas glotonas y monstruosas. Todo está salpicado por sangre, entrañas y criaturas propias del cine clase B. Quizas el cuento que mejor funciona es el de los ladrones que secuestran al hijo de un poderoso -con el cameo de John Landis- y la mirada delirante que se imprime al Jason, de la saga Martes 13, sorprendido acá por la aparición de una nave extraterrestre. Y hasta la medium de la saga La noche del demonio, Lin Shaye, se da el gusto de seguir asustando. Desde el comienzo la envolvente música de Lalo Schifrin hace de las suyas e invita a un viaje por un libro troquelado que tiene un aire nostálgico y añejo para los tiempos que corren.
La película número 24 de la saga coloca nuevamente la acción, el despliegue visual en escenarios internacionales y la intriga en primer plano. Elegancia, sofisticación y villanos "retro" reaparecen de la mano de Daniel Craig. Y llegó la película número 24 de la saga Bond, una marca registrada dentro del mundo cinematográfico del espionaje. Con gran despliegue de escenarios, la acción salta desde México con la celebración del Día de los muertos -filmada en un impactante plano secuencia- pasando por Londres, Roma, Tokyo, Austria y hasta Tanger. La nueva aventura del agente 007 gira alrededor de un mensaje críptico que trae el pasado de Bond -Daniel Craig quizás en su última intervención en la serie después de cuatro pelìculas- y lo coloca en pista para descubrir a la siniestra organización que da título al film. El Servicio Secreto corre peligro y el mismo Bond es suspendido de sus actividades por el nuevo líder M -Ralph Fiennes- tras la muerte del personaje encarnado por Judi Dench en la entrega anterior, mientras los tentáculos de Spectre se sacuden rápidamente hacia diferentes direcciones y actúan a nivel global. El villano de turno, Oberhauser, encarnado por Christoph Waltz resulta una vuelta a los malvados más clásicos del cine y somete al protagonista a siniestras torturas. Está secundado, claro está, por su ejército de secuaces, como Mr Hinx, el papel jugado por el ex luchador de la WWE, Dave Bautista -Guardianes de la Galaxia-, un gigante que recuerda al papel de "Mandíbula" de Richard Kiel en Moonraker y La espía que me amó. El costado femenino pisa fuerte en esta aventura: Monica Belucci aparece como la seductora y misteriosa Lucia Sciarra en un papel corto pero contundente y la fría Lea Seydoux, en el rol de Madeleine Swann, es la nueva adquisición del agente para vivir el vértigo y la aventura. Agentes asesinados, derrumbes de edificios, persecuciones en autos, lanchas, aviones, trenes y helicópteros -no falta nada, muy del estilo de los filmes iniciales-, el relato de Sam Mendes también aprovecha los resortes del laberíntico guión escrito por el mismo equipo de Operación Skyfall -John Logan, Neal Purvis y Robert Wade- y las conexiones con las historias anteriores, pero nunca olvida el clima que se concentra en la pantalla gracias a una trama eficaz que trae entretenimiento a gran escala en sus dos horas y media de duración. Párrafo aparte para la presentación de los títulos, siguiendo la tradición del videoclip, con la canción interpretada por Sam Smith, "Writing's On The Wall", en una suerte de collage policromático donde los tentáculos atrapan cuerpos y enroscan armas en un logrado juego de edición que también seduce como la misma máscara de la muerte.
Una entretenida propuesta que combina comedia juvenil con terror y hace referencia a títulos famosos del género. Jack Black regresa en la piel de un escritor en cuya mente se esconden varios monstruos. Una lograda combinación de comedia juvenil y terror es el motor de la nueva propuesta encabezada por Jack Black y dirigida por Rob Letterman, la mimsa dulpla de la fallida Los viajes de Gulliver. En esta ocasión, el tono fantástico de la película y la buenas ideas aplicadas a un guión que recuerda a Jumanji conducen a un vertiginoso relato que no da respiro y muestra además la desprotección de adolescentes intrépidos ante el mundo de los adultos. En ese sentido, Zack -Dylan Minnette, el actor de Déjame entrar- es un joven que llega junto a su madre al pueblo de Greendale, en Maryland, para iniciar una nueva vida después de la pérdida paterna. Nueva casa, nuevo colegio y también unos vecinos misteriosos: Hannah -Odeya Rush-, la chica que vive recluída y a merced de su padre, R.L. Stine -Jack Black en una buena composición-, el autor de historias de monstruos que asegura que sus libros venden más que el propio Stephen King. Con ese tono que se mueve entre la ingenuidad de los chicos, la irrupción a un mundo desconocido y la presencia del autor en cuya mente se encierran monstruosidades varias, es sólo cuestión de esperar que las criaturas se liberen, salten del papel a la realidad y alteren la vida de la pequeña comunidad. Escalofríos es, además de un homenaje a los títulos clásicos del género fantástico, un atrapante viaje a escenarios lúgubres, a un colegio con cambia de autoridades y a un parque de diversiones abandonado. La aparición y multiplicación de criaturas varias hacen que el espectador disfrute del relato como si se tratara de un divertido "tren fantasma". Enanos de jardón que emulan a los Gremlins; un payaso y un auto poseìdo similares a los creados por King en It! o Christine; el hombre lobo; un ejército de zombies y un muñéco maldito , son algunas de las tantas sorpresas que depara el film. La mención de The Blob, el clásico de ciencia-ficciòn protagonizado por Steve Mc Queen también da en el blanco en el momento indicado. El realizador tiene entre manos una bomba que sabe manejar y explotar en su medida justa, atrapando tanto a adolescentes como al público adulto, y ofreciendo algunos sobresaltos pero sin olvidar que la risa y la diversión también forman parte del juego.
La conexión con el prójimo a partir de la creación musical sirve como excusa para plasmar una comedia con ritmo tecno sobre la amistad y los excesos. El actor Zac Efron, el mismo de High School Musical, Las novias de mis amigos y Buenos vecinos, entre otras, protagoniza esta nueva comedia dirigida por el especialista en cortos documentales Max Joseph, quien entrega un relato fresco y joven sobre la música, la amistad y las oportunidades laborales en el Valle de San Fernando. "¿Algún día seremos mejor que esto?" se pregunta Cole -Efron- junto a su grupo de amigos mientras busca su lugar en el mundo. El es un DJ que está alerta frente a su gran oportunidad de su vida mientras crea música para poder conectarse con el prójimo en esta historia que se mueve al ritmo del tecno, los tragos, la noche y las conquistas amorosas. Mientras comparte una casa con un chico que viene de clase trabajadora, un buscavidas que no le teme a los excesos y un nerd, que termina siendo su mejor amigo, Cole también enfrenta la competencia con un DJ profesional -Wes Bentley- que sale con la chica de "sus sueños" y sucumbe frente a la tentación del dinero que le ofrece un trabajo poco feliz en bienes raíces. Música, Amigos y Fiesta no pretende otra cosa que entretener y mostrar el periplo de los chicos desde Los Angeles hasta Las Vegas con un tono más amargo en los minutos finales y con toques de animación que muestran los efectos del consumo de alguna droga en medio de un baile nocturno. En ese camino incansable de búsquedas, errores, traiciones y excesos, Cole tendrá que encontrar su propio sonido y su propia historia para dar con el tema justo.
El mundo de la mafia aparece reflejado en este retrato de Whitey Bulger, el criminal más peligroso de Boston en los años setenta. El film cuenta con una magnífica composición y transformación física de Johnny Depp. "Todos necesitamos amigos, incluso a Jimmy" asegura uno de los personajes de esta película que muestra la brutalidad del mundo de la mafia liderado por Whitey Bulger -Johnny Depp-, hermano de un senador norteamericano, y reconocido como el criminal violento más famoso en la historia del sur de Boston. Con la dirección de Scott Cooper -Loco corazón, La ley del más fuerte-, la película basada en el best seller ganador del Pullitzer, Black Mass, de los periodistas Dick Lehr y Gerard O'Neill, es un fiel retrato del hampón que fue padre de familia y no dudó en apretar el gatillo cuando la situación lo podía comprometer. La trama sigue los pasos de este líder violento que se ve empujado a aceptar un pacto con el FBI como informante cuando los hijos de la Cosa Nostra empiezan a ganar terreno criminal y todos corren peligro. Entre locales nocturnos donde la violencia es moneda corriente y cadáveres sepulados debajo de un puente, aparece un cálido ambiente familiar con tragedia incluida. Con la frase "Si nadie lo ve, no pasó" que el mismo Whitey se encarga de grabar a fuego en la cabeza de su pequeño hijo, el relato equilibra de manera sólida la información que manejan los personajes, los ajustes de cuentas y los estallidos de violencia de Whitey cuyo accionar llega a Miami, entre charcos de sangre y música disco. Párrafo aparte para la recreación de época y vestuario, y la utilización de la banda sonora que potencia las escenas de mayor tensión. La película cuenta además con un sólido elenco: Joel Edgerton -El Gran Gatsby- como el agente del FBI, John Connolly? Benedict Cumberbatch -El Código Enigma- en el papel de Billy Bulger, el hermano de Whitey? Jesse Plemons como el socio del crimen y Kevin Bacon, en la piel de otro agente del FBI. La magnífica composición y transformación física de Johnny Depp lo aleja de sus estrafalarias y exitosas creaciones festejadas por el público y lo convierten aquí en un enemigo implacable, decidido y cotidianamente monstruoso.
Owen Wilson, siempre ligado a la comedia, protagoniza esta película de acción en la que encarna a un padre desesperado por salvar a su familia en un país asiático atravesado por un alzamiento ultra violento. Ligado siempre a la comedia, Owen Wilson se paseó cómodamente por Zoolander, Los rompebodas, La familia de mi novia y transitó además el cine de Woody Allen en Una noche en París y, junto a Wes Anderson, en Los excéntricos Tenenbaums. En Sin escape protagoniza una película de acción y resulta atractivo verlo en otro registro, como un padre de familia envuelto en un conflicto que lo sorprende en un país asiático quebrado por un alzamiento armado. La película dirigida por John Erick Dowdle -Cuarentena, la versión norteamericana de Rec; Así en la tierra como en el infierno- coloca a los personajes en el ojo de la tormenta. Jack Dwyer -Wilson- y su esposa Anne -Lake Bell- viajan junto a sus dos hijas a un país ubicado al sur de Asia y cuya identidad no se menciona. Al llegar al hotel se encuentran con situaciones confusas que avecinan lo peor. El film comienza con el asesinato de un dictador y la acción sigue los acontecimientos previos, treinta y seis horas antes, a ese crimen. Acá el tema es la xenofobia y el objetivo de erradicar sin piedad a los "extranjeros" en una sucesión de escenas violentas -la irrupción de un grupo armado en el hotel o los tiroteos y masacres en las calles- que recuerdan al film La noche de la expiación. Teniendo en cuenta que el realizador viene del género de terror, su intención no fue profundizar en las cuestiones políticas, sino más bien crear un clima de escape permanente y vertiginoso logrado gracias al buen uso de la cámara en mano y de las situaciones que afronta el clan desde su llegada al aeropuerto. Acá no hay sólo un villano, sino un ejército que sigue sus objetivos al pie de la letra, en medio de secuencias más forzadas y menos creíbles como la que se desarrolla en una azotea cuando las niñas son arrojadas como paquetes entre edificio y edificio. Salvo ese momento que desentona, el resto funciona como una película de acción que no decae en su intento por mostrar a una familia común enfrentada a una situación extraordinaria. Por su parte, la participación de Pierce Brosnan es episódica, y el espectador sabe que su personaje aparecerá en los momentos de mayor tensión, cuando las papas queman.
El espectador adulto se encontrará con una parafernalia visual que atraerá a los más pequeños pero que, en escasas ocasiones, despierta adrenalina y emoción, más allá del cuidado estético y del abuso de las técnicas del CGI. Después del clásico animado de Disney de 1953, y de las películas de acción en vivo como Hook y Descubriendo el país del Nunca Jamás llega esta precuela titulada en inglés Pan, que aborda el universo mágico de la historia y se remonta a tiempos de la Segunda Guerra Mundial, donde unas monjas malvadas entregan a sus niños huérfanos a Barbanegra -Hugh Jackman- que los utiliza a su vez para trabajar en una mina. Con este comienzo, el director británico Joe Wright explora los confines de mundos fantásticos pero se encuentra alejado de la efectividad de sus anteriores trabajos. Sólo basta recordar Orgullo y Prejuicio; Expiación, Deseo y Pecado e incluso su vertiginosa Hanna. En Peter Pan el interés principal pasa por conocer el origen de Peter -Levi Miller-, el niño que fuera abandonado y que descubrirá que es fruto de la relación entre un hada y un príncipe. En su camino lleno de obstáculos -desde pájaros parecidos a dinosaurios y aguas que esconden a un gigantesco cocodrilo-, el pequeño "elegido", capaz de volar, es acompañado por Garfio -Garrett Hedlund-, una suerte de Indiana Jones con poco carisma y la guerrera Tiger Lilly -Rooney Mara-, todos inmersos -y suspendidos- en tierras desconocidas que encierran misterio y sorpresas. El espectador adulto se encontrará con una parafernalia visual que atraerá a los más pequeños pero que, en escasas ocasiones, despierta adrenalina y emoción, más allá del cuidado estético plasmado en hallazgos policromáticos y del abuso de las técnicas del CGI, entre barcos que surcan cielos, aviones de guerra en pleno combate y una aldea que rinde culto a su ídolo Barbanegra como si se tratara de una estrella de rock o de un emperador romano. La inocencia y la capacidad de soñar para combatir el horror de la realidad aparece opacada en los momentos en los que la historia necesitaba mayor corazón y tensión dramática en lugar de tanto chisporroteo. De todas formas, puede ser que el público menudo disfrute con estos piratas, seres mágicos, sirenas y acrobacias circenses que hacen añorar otros tiempos, mientras se intenta emular el espíritu de los clásicos.
El film de terror utiliza la tecnología y las redes sociales para contar una historia de venganza sobre un grupo de adolescentes que chatean y reciben mensajes de una compañera muerta un año atrás. El cine de terror no está exento del uso de las nuevas tecnologías y de las redes sociales en esta nueva incursión del género, Eliminar amigo, que no recurre ni a "cámaras de seguridad" ni a "archivos encontrados" como los últimos exponentes estrenados para contar una historia protagonizada por adolescentes y apuntada a un mercado ávido de sustos. El film, de bajo presupuesto, parte de un planteo curioso y diferente al de otras películas: el espectador se encuentra frente a la pantalla de una computadora y su punto de vista no saldrá de allí a lo largo de noventa minutos. La excusa es simple: cinco amigos de la secundaria, liderados por Blaire Lily -Shelley Hennig- chatean tranquilos hasta que reciben un mensaje por Skype de Laura Barnes -Heather Sossaman-, una compañera del colegio que se suicidó después que se difundiera un escandaloso video suyo en Internet y que causó la burla de toda la comunidad. Al comienzo, los chicos piensan que se trata de una broma, pero las cosas se complican cuando esta aparición fantasmal empieza a revelar los secretos de cada uno, sacando a la luz miserias, mentiras y relaciones cruzadas, a partir de un juego mortal en el que cada uno irá desapareciendo. No hay mucho más para contar de esta película dirigida por Levan Gabriadze y que cuenta con un guión de Nelson Greaves. El film acumula sustos vistos por skype, desesperación y primeros planos de los ojos llorosos de los protagonistas -al mejor estilo El proyecto Blair Witch-. Y nuevamente se enciende la eterna discusión entre el relato clásico enfrentado con la modernidad y los nuevos recursos como pantallas que se despliegan, el Facebook en uso paralelo y las webcam con problemas de imagen que avecinan lo peor. En tanto, los fantasmas son los mismos pero llaman la atención de manera diferente...