Una venganza ultraviolenta Siguiendo la tendencia de películas de acción de los años setenta como El Vengador Anónimo o la más reciente El justiciero, que protagonizó Denzel Washington, Sin Control encuentra a Keanu Reeves en la piel de John Wick, un peligroso ex mafioso que se ve obligado a volver al ruedo cuando destruyen todo lo que tiene. La ópera prima de Chad Stahelski (junto al director no acreditado David Leitch) no se destacará seguramente por sus diálogos pero sí por el clima vertiginoso que termina involucrando al espectador. En Sin control ocurre algo similar a lo visto en Búsqueda implacable: un hombre empujado a volver, por motivos diversos, al ojo de la tormenta. La trama tiene como intención generar una catarata de adrenalina en el público y lo consigue gracias a su impactante y ultraviolenta sucesión se escenas en las que Wick dispara contra aquellos que destruyeron su vida (la secuencia de la disco resulta exagerada pero eficaz), le robaron su auto de colección y lo más preciado que tenía luego de la muerte de su esposa. Entre los actores aparece Alfie Allen como un villano torpe, Michael Nyqvist, un padre poderoso y exasperante; Willem Dafoe en el rol de un viejo compañero que aparece en el momento oportuno y un siempre convincente John Leguizamo (visto en Chef: la receta de la felicidad). Con disparos por doquier y enemigos rusos que el relato coloca en primer plano, el film muestra también como cambian a lo largo de los años los grupos antagonistas en las nuevas producciones made ine Hollywood. Y la acción sigue.
Tercera y última parte de la comedia de tono fantástico impulsada por Ben Stiller en el papel del guardia de seguridad del museo que conoce el secreto que se esconde detrás de esas paredes. En esta ocasión, una maldición se desparrama y el protagonista debe viajar al Museo Británico de Londres para lidiar con un faraón que pondrá al mundo en peligro. Una noche en el museo 3 tiene al comienzo el espíritu de Indiana Jones, cuando un niño hace un terrible descubrimiento, para pasar luego a una trama que nunca se olvida del entretenimiento y parte de una nueva amenaza. La eficacia del relato, apuntado a un público familiar, reside en el doble rol que ocupa Stiller, acá visto también como un hombre prehistórico, y en la sucesión de gags y efectos que pueblan la pantalla. Resultan saludables las participaciones de Ben Kingsley como el Faraón, pasando por el destacado papel del desaparecido Robin Williams y de Ricky Gervais como el director, hasta los cameos de Dick Van Dyke, Mickey Rooney y del australiano Hugh Jackman haciendo de sí mismo cuando es interrumpido por Lancelot (Dan Stevens) en plena representación teatral. Como por arte de magia, los esqueletos de los dinosaurios cobran vida y regresan los personajes más conocidos y otros nuevos en una aventura eficaz que no deja de lado su fin didáctico (la ciudad de Pompeya arrasada por la lava). De este modo, desfilan Atila, el Huno (Patrick Gallagher); la indígena Sacajawea (Mizuo Peck), el clan prehistórico, el presidente Roosevelt (Williams) y los diminutos Octavio (Steve Coogan) y Jedediah (Owen Wilson). Al ritmo impreso por Shawn Levy se suma la siempre convincente actuación de Stiller que sabe jugar el juego mejor que nadie y despierta empatía inmediata con el público menudo. Cierra la historia y concluye el círculo de las criaturas que están destinadas a ser observados una y otra vez detrás de las vitrinas del museo.
Con la tabla entre las manos Con la producción de Michael Bay y la compañía de juguetes Hasbro (dueña del juego de mesa en el que se basa la historia), el director Stiles White debuta en el género de terror luego de su paso por el cine como encargado de efectos especiales y guionista de Cuenta Regresiva (2009) y Posesión Satánica (2012). Ouija explota los recursos ya conocidos de relatos como Witchboard (1986) y el famoso´juego de la copa`tal como se lo conoce por estas latitudes para despertar el miedo más profundo: el contacto con entidades del Más Allá. El film acierta en la construcciòn de atmósferas pero peca de ingenuo a la hora de concretar las muertes que se van sucediendo a lo largo de la trama. La joven Debbie (Shelley Hennig) muere en extrañas circunstancias (escucha ruidos y siente presencias pero deambula como si nada por la casa con las luces apagadas) y su mejor amiga Laine (Olivia Cooke), su novio Pete (Douglas Smith) y su hermana (Ana Coto) y otros persinajes deciden usar el tablero para invocarl a Debbie y despedirse de ella para siempre.Sin embargo, el espíritu con el que hacen contacto no es quien realmente dice ser. Más allá de lo inquietante que resulta una historia sobrenatural de fantasmas que claman por venganza o guían a los vivos para que se resuelva el misterio (al igual que en Ecos Mortales), la pelicula no ofrece nada nuevo, impactante ni sobrecogedor. A esto se suman clichés del género como las apariciones sorpresivas, la anciana recluida en un centro psiquiátrico que ayuda a la protagonista y una latina que predice el peligro que se avecina. Entre un funeral y un señalador enloquecido que construye respuestas, Stiles White invoca espíritus sin demasiada inspiraciòn y de una manera que hemos visto unas cuantas veces.
La lucha final Para los amantes de los libros esta tercera parte es, quizas, un cierre innecesario, pero para los productores es el paso final y obligado de una serie de películas que han dejado fortunas en las boleterías. Llega el último eslabón de la épica fantástica imaginada y plasmada con acierto por Peter Jackson luego de la trilogía de El Señor de los Anillos. Ya en el comienzo se ve al temible dragón Smaug destruyendo una aldea y sembrando el terror en una trama que juega con varias puntas y una terrible guerra que obliga a los enanos, elfos y humanos a decidir si luchar juntos o ver como son destruídos. Mientras el Rey Thorin (Richard Armitage) se debate entre el Bien, el Mal y un tesoro de oro, Bard (Luke Evans ) protege -arco y flecha mediante- a su familia de varios peligros ante una invasión orca que se prepara para expandir sus fuerzas. Y en medio de tanta acción, Bilbo (Martin Freeman), junto con Gandalf y el ejército de enanos (acá con menos protagonismo que en el film anterior) , deberá usar el anillo robado para volver a la Comarca y vivir tranquilamente. El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos es un vertiginoso espectáculo que no decae a lo largo de sus 144 minutos, entregando secuencias de acción bien resueltas como la invasión Orca en todas sus formas y los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, al mejor estilo 300. Y lo interesante de la propuesta es que además de monstruos de todo tipo, aves enfurecidas y una pelea en pleno hielo, nunca descuida la adrenalina: un puente de piedra queda suspendido sobre un precipicio y comienza a destruírse bajo los pies de un ágil Legolas. Jackson restaura el orden de un mundo que se mueve por sus ambiciones desmedidas y deja la sangre de lado para arribar a un desenlace nostálgico donde la emoción del personaje central se adueña de la platea. En el elenco aparecen nuevamente Ian McKellen, Cate Blanchett, Hugo Weaving y Christopher Lee, rostros reconocibles de esta nueva entrega inspirada en el best-seller de J.R.R. Tolkien.
Terror rutinario y poco efectivo Continuación de El Pacto, la pelìcula de terror estrenada en julio de este año, que intenta nuevamente sorprender al espectador con una historia que combina investigaciòn policial, crímenes y un asesino que viene del màs allà. La vida de June (Camilla Luddington), una joven que acepta limpiar escenas de crímenes, se ve alterada por pesadillas sobre las víctimas de Judas, el asesino serial del film anterior. Acà aparece un perverso imitador del criminal, dibujos que se conectan con la realidad y la protagonista anterior, Annie (Caity Lotz), en una trama que une los caminos de un agente del FBI (Patrick Fischler) y de un policìa novato dispuestos a todo. June intentará resolver el misterio que viene con aires fantasmales. Entre decapitaciones y cuchillos, y bajo el extraño y poco oportuno título local Regreso al infierno, el film se debate entre el policial sin nervio y el terror sin recursos efectivos que, a estas alturas de los acontecimientos, pueda al menos movilizar al público màs desprevenido. Con un comienzo prometedor -lo mismo ocurrió en El Pacto- el desarrollo de la historia se limita a jugar con una figura fantasmagórica que se mueve entre las sombras. Pero el mayor error es mostrar al asesino Judas en varias ocasiones. Esta pelìcula se apoya en la creación de climas alimentados por apariencias engañosas pero todo se vuelve rutinario. La escena final abre un capítulo que vaya a saber uno que título tendrá.
Un Brosnan afilado Pierce Brosnan regresa al cine que mejor le sienta luego de encarnar al agente secreto 007 en esta película que combina acción, intriga y a una larga fila de villanos. Todo aparece enhebrado por la mano segura del australiano Roger Donaldson (quien en los años ochenta filmó Sin Salida, junto a Kevin Costner) que, con astucia, imprime vértigo a una trama que bien podría haber protagonizado el agente Bourne. Peter Devereaux (Brosnan) es un ex agente de la CIA peligroso y entrenado que tiene como misión proteger a la testigo Alice Fournier (Olga Kurylenko), que podría exponer la verdad detrás de décadas de conspiración y terminar con la carrera de un aspirante a candidato presidencial. El aprendiz también coloca al protagonista en el ojo de la tormenta: se convierte en el blanco de su antiguo protegido, David Mason (Luke Bracey). Con un guión de Michael Finch y Karl Gajdusek, basada en la novela There are no spies, de Bill Granger, de la serie November man, la película construye el eterno juego del gato y el ratón en un mundo de espionaje internacional. Sin un argumento complicado, con logradas escenas de acción y una testigo que sabe más de lo que cuenta -además es madre de la única hija de Peter- el film incursiona también en crímenes de guerras durante el conflicto checheno, violaciones y una villana que parece salida de una película de Luc Besson. Todo eso le alcanza a Donaldson para construir una atmósfera de peligro constante, que sucumbe ante la sucesión de falsos finales para llegar al esperado enfrentamiento del desenlace, con un Brosnan aún afilado para los requisitos del género.
Un romance de otro tiempo El film retrata una historia de amor que se mueve entre el deseo y la locura. Julia (Irene Visedo, la actriz de El Espinazo del diablo) es una cuidadora del Museo del Prado que está convencida que aparece en una pintura flamenca, junto a un hombre (Eduard Fernández, visto en Alatriste y La piel que habito) que asegura es su amante. Con este interesante planteo el director Beda Docampo Feijoó construye un relato rico en detalles que parece pertenecer a otra época. El film transcurre en dos tiempos diferentes y el protagonista, un prestigioso psiquiatra, comienza a tratar Julia, la mujer que supo amarlo cuatro siglos antes. Con el marco escenográfico de Brujas, la película se mueve entre diálogos que por momentos resultan excesivos y no dejan fluír la imágen por sí sola, que tiene peso propio. Una mujer y un hombre, un pasado que golpea fuerte en el presente, el enfrentamiento entre la fe y la razón y algún secreto que será revelado sobre el desenlace, forman parte de esta propuesta que no deja de ser interesante en manos del cineasta de El mundo contra mí y Buenos Aires me mata, inclinado siempre por las historias dramáticas. Amores locos llega con un retraso de cuatro años, quizás como reflotando un romance de antaño.
Las siete plagas según Scott Después de conocer Noé, de Darren Aronofsky, el director Ridley Scott se anima con otro relato bíblico y le imprime una visión violenta y apocalíptica a partir de una maldición que se extiende como una plaga. En ese sentido, la relacion con otra de sus grandes películas, Alien, el octavo pasajero, no parece tan lejana, Éxodo: Dioses y Reyes, cuenta la historia de Moisés (Christian Bale), un hebreo rescatado de las aguas que vivió como un príncipe hasta que descubrió la verdad sobre su origen y sacrificó todo por su pueblo al comandar una rebelión contra el faraón Ramsés (Joel Edgerton). La película expone con la violencia de Gladiador el enfrentamientos de cuádrigas en pleno campo de combate, la feroz lucha contra Ramsés y la proliferación de las Siete Plagas de Egipto seguidas por la liberación de los 600.000 esclavos en una épica huida. Con estos elementos Scott se las ingenia para entregar un relato que combina acción, aventuras y cine catástrofe del mejor cuño en una historia que condena al hombre que se creyó un Dios. El film acumula secuencias espectaculares y sangrientas, no se ahorra truculencias y exhibe a un elenco sin fisuras: desde el protagónico de Bale, escondido detrás de una espesa barba; el villano encarnado por Edgerton y la participación de John Turtutto y Sigourney Weaver.
Un plato bien servido Jon Favreau (responsable de las dos primeras entregas de Iron Man) es el guionista, realizador y protagonista de esta comedia hábilmente condimentada con conflictos laborales, familiares y un viaje transformador que tiene a la cocina como verdadera estrella. Carl Casper es un chef que pierde su trabajo en un restaurante luego de su enfrentamiento con el crítico gastronómico on line Ramsey Michel (Oliver Platt) que destruye uno de sus platos. A partir de ese instante, Carl emprende un proyecto propio de venta de comida rápida a bordo de un camión que recorre desde Miami hasta Las Vegas mientras acumula seguidores y dólares. En su kilométrico periplo culinario lo acompaña su mejor compañero (John Leguizamo) y su hijo (Emjay Anthony) con el que aprenderá a fortalecer los vínculos mientras intenta recuperar a su esposa (Sofía Vergara). La película tienta al público con sabrosos platos desde el comienzo y se acomoda a los tiempos que corren con el uso de las redes sociales y los intentos del protagonista por reorganizar su vida. Con la participación de Dustin Hoffman y breves papeles a cargo de Robert Downey Jr. y Scarlett Johansson, el film apuesta a una receta sencilla y previsible que mantiene el apetito abierto durante casi dos horas. El duelo verbal entre Carl y Ramsey no tiene desperdicio en esta historia que se mueve al ritmo de la música cubana, entre sandwiches ricos en grasas, una ex en buena posición económica (gracias al nuevo marido), el amigo que nunca falla (un Leguizamo siempre convincente en roles secundarios) y el hijo que aprende a recuperar el tiempo perdido. Un plato bien servido y cocinado en la medida justa.
La chispa que provoca el infierno Otra pelìcula protagonizada por Jason Statham, el mismo de la saga de El transportador. Figura clave dentro del cine de acción de los últimos años, el film explota una vez más la destreza física del actor para los momentos de lucha y la tensión que propone la trama. Un ambiente rural, refugio ideal para un ex-agente de la DEA, viudo y con una hija de diez años por criar, se convierte en el ojo de la tormenta cuando un problema menor generado entre los padres de hijos que se pelean en el colegio deriva en una feroz venganza manejada para terminar con la vida del ahora apacible protagonista. El pasado que vuelve... Línea de Fuego es un relato convencional que sigue los clichés del género sin importarle demasiado los tópicos comunes de la historia, pero enfocando el peligro que se avecina con ritmo seguro, clima bucólico alterado y un elenco que cumple con las expectativas. Desde James Franco en el rol del villano junto a un ejército de secuaces que incluyen a una reaparecida Winona Ryder y hasta Kate Bosworth como la hermana del matón de turno. Sin ser la película del año, el guión de Sylvester Stallone -sobre la novela de Chuck Logan- acumula golpes, una misión del pasado que trae sus inconvenientes, llamados desde la cárcel y recursos al mejorl estilo Mc Gyver para el lucimiento del intérprete de Los indestructibles.