Secuela del musical de 2008, "Mamma Mia!: Vamos otra vez!" de Ol Parker es todo lo que podíamos esperar que fuese; por esa sencilla razón sale ganando. Debe existir algún diccionario ilustrado de frases cotidianas en el que, al lado de placeres culposos encontramos una imagen ejemplificadora de "Mamma Mia!". El film que en 2008 dirigió Phyllida Lloyd, adaptando el famoso musical de Broadway, traspasó la barrera de las llamadas chick flicks como cualquier comedia romántica popular, para convertirse en una referencia inmediata de esas películas que todos vimos, aunque sea “de a cachitos” pero que no nos gusta admitir que lo hicimos, o la pasamos bien viéndola. Es más, originalmente su paso por la taquilla no fue un rotundo éxito. Pero siendo de esas películas que se eternizan en el cable, forman parte de la cultura pop actual. ¿Era un buen film "Mamma Mia!"? No, un simple análisis técnico le encontraría miles de problemas que van desde una historia pobre y torpe a los conocidos problemas de entonación de algunos de sus actores. ¿Entretiene? Sí, mucho. ¿Tenía otra función? No. ¿Era un buen film entonces? Sí. Diez años después, en secreto, queríamos más de las aventuras de Donna & The Dynamos, de su hija, y de los tres hombres que se disputaron su paternidad. Por eso, acá está "Mamma Mia!: Vamos otra vez!", un fan service absoluto e inimputable. Lloyd, que siempre fue más directora de teatro (de hecho, era la directora del musical en el teatro), dijo adiós y en su lugar llega Ol Parker, con una trayectoria no tan extensa en la dirección, dos películas previas, un melodrama ("Now is good") y una amable comedia romántica lésbica ("Imagine You & Me"). Eso sí, ambas son chick flicks natas, por eso era el director ideal para esta secuela. Un hombre con experiencia en “productos femeninos” que no le huyen al lugar común (es guionista también de ambas "Hotel Marigold"), y que no antepondría su nombre delante de la película. Parker también se encargó del guion, pero otro nombre puso acá su firma, Richard Curtis. Hombre detrás de "Realmente amor", "Cuestión de tiempo", y otras que no dirigió pero sí guionó y llevan su espíritu como "Notthing Hill", "Cuatro Bodas y un funeral", o "Bridget Jones". La presencia de Curtis es fundamental en "Mamma Mia!: Vamos otra vez". Todo comienza años después de los hechos de la primera película. Sophie (Amanda Seyfried) planea abrir el hotel Bella Donna en honor a su madre (Meryl Streep), en la misma isla griega. Tiene todo listo para la inauguración, sólo le falta algo, confirmar a varios invitados, entre ellos, los más importantes, dos de sus tres padres, Bill (Stellan Skarsgård), y Harry (Colin Firth); y sobre todo su marido Sky (Dominic Cooper), a quien le han ofrecido un tentador trabajo en Manhattan; lo que haría peligrar la relación. Sophie se siente sola, siente que podrá lograrlo sin la ayuda de los suyos; y es momento de preguntarse ¿Cómo hizo Donna en su momento? Partiendo de esa base, Mamma Mia!: Vamos otra vez es a su vez precuela y secuela. Veremos los hechos que en la primera película nos habían contado por arriba. Mientras volviendo al presente Sophie prepara todo para la inauguración. En 1979, Donna (Lyly James) termina la universidad y viaja a varios puntos europeos en busca de su lugar, y ya oyó de la isla Kalokairi y presiente que ese es su lugar en el mundo. Donna conocerá a Harry (Hugh Skinner) en París, un chico virgen que quiere debutar con ella. El playboy Bill (Josh Dylan) la ayuda a llegar a la isa. Una vez en Kalokairi conocerá al amor de su vida, Sam (Jeremy Irvine). Todos sabemos que de esos encuentros, nacerá Sophie, pero para para eso, habrá que esperar. A diferencia de la primera, "Mamma Mia!: Vamos otra vez" habla menos del romance que de la necesidad de estar rodeado de afectos que nos contengan; de encontrar su lugar en el mundo, y ahí establecerse con los suyos. Sí, es Richard Curtis, el hombre que entiende el progreso personal a través de crear una familia (en el sentido amplio de la palabra), y nos encanta. "Mamma Mia!" Se veía más como una gran fiesta. Era un solo escenario (no se olviden que era un musical de Broadway), y todos muy alegres y joviales en plan reviente liviano permanente. En esta secuela, se permite algo más de melodrama, presentar más escenarios, y crear cuadros musicales más coreográficos e imaginativos (irreales). En cuanto a las canciones, repite algunas del primer film, las inevitables, y explora en un repertorio de ABBA menos clásico que el anterior film. Aparecen canciones que quizás no estén en el oído inmediato de todo el mundo. Esto hará que no se salga tarareando tanto como en primer film, pero por otro lado, juega a favor de conocer más de la banda sueca en la que se inspira. Hay muchos más personajes que en la original. A Christine Baransky y Julie Walters - y sus respectivas versiones jóvenes Jessica Keenan Wynn y Alexa Davies, respectivamente – y Pierce Brosnan, del primer film se les suman Cher (la abuela de Sophie, madre de Donna, también cantante) y Andy García (el hombre que ayuda monetariamente a Sophie a instalar el hotel); entre varios más, como una aparición muy peculiar de Celia Imrie. No todos tienen el mismo espacio, pero tienen sus momentos para lucirse. Lily James no sólo se luce cantando (hasta lo hace mejor que su versión adulta), sino que despliega buena gama de carisma protagónico. Montaje algunas veces sucio, una fotografía colorida pero a veces plástica y hasta deliberadamente irreal – hay intenciones de mostrar un fondo puesto - , algunas inserciones de canciones funcionan mejor que otras, y otra vez, una historia de por más sencilla que ni siquiera se encarga de resolver todo estrictamente optando por métodos simplistas. "Mamma Mia!: Vamos otra vez", no resiste ninguna análisis fílmico sesudo. Pero es que ni lo intenta. Se acepta como un placer culposo, y su único propósito es divertir, y lo logra. Invita a mover el piecito, a querer cantar, y desparrama un optimismo como para dibujarnos una sonrisa de oreja a oreja. Ofrece más comedia que su predecesora. Las Tanya y Rosie jovenes son tan graciosas como las adultas, y hay otro personaje que nos sacará carcajadas directas – quédense hasta después de los créditos finales para reírse un poco más –. También, al ser secuela, sabe que su público fue amplio, y lo aprovecha. Habrá una aceptable celebración LGBTIQ sin necesidad de enrolar banderas (¡vamos, está Cher!). En definitiva, contagia el espíritu de ABBA. En el mundo real, los problemas no se solucionan cantando. Este es el universo de Mamma Mia! No el de la realidad.
Hablemos del amor Años, varias décadas atrás, la cinematografía italiana supo traer lo mejor y más vanguardista de la filmografía europea, sino mundial. Ya hace un tiempo largo que esos años en los que los grandes realizadores caían como frutas de los árboles en el país de Fellini dejaron lugar a un panorama más incierto. Salvo casos específicos (que se encuentran alejados de la gran esfera de visualización), el cine italiano languidece entre comedias de (muy) bajo nivel, melodramas lacrimógenos, y productos como Amores frágiles con una pretendida cáscara intelectual que disimula un contenido vacío. Se habrá leído por ahí: el amor se vive, se siente, no se dialoga. Eso habría que decirles también a la pareja protagónica de Amores frágiles, o mejor aún, a su realizadora Francesca Comencini. Se entiende, Comencini se basó en su propia novela escrita en 2013 para llevar a cabo su nuevo film; y lo que está escrito no siempre es fácil adaptarlo a una acción real. Sus personajes hablan y hablan, filosofan, expresan en palabras todo lo que les pasa por dentro; y de tanto hablar se olvidan de llevarlo a la práctica. Atención, no es la primera vez que se presenta un film sobre el amor, o el desamor, en el que priman las palabras. Es más, una de las trilogías románticas más famosas de la actualidad Antes del amanecer/atardecer/de la medianoche también propone a una pareja discurriendo diálogos. Pero hay un detalle que hace la diferencia: hay sobreabundancia de palabras, sí, pero también había carisma, personajes con los que uno podía llegar a reflejarse, y en definitiva un real interés en lo que decían y en el devenir de la pareja. Todo lo que falta en Amores Frágiles. Del tiempo que pasó, palabras quedaron Claudia (Lucia Mascino) y Flavio (Thomas Trabacchi), son una pareja de profesores universitarios que llevan siete años sólidos, pero con varios devenires en el medio. Lo suyo es una pasión fuerte (por lo menos es lo que dicen), pero también algo inestable. En realidad ese desenfreno pasa más por la atracción intelectual entre ambos. Se desean cuando hablan, utilizan psicofármacos para estimularse, se enciende el fuego mientras más superior parece uno y otro. Así pasaron ya siete años, pero un día todo termina, de golpe. ¿Cómo se sale de ese pozo? Por supuesto ¡hablando e intelectualizando más y más! Amores Frágiles se juega en varios tiempos. Del actual en el que la pareja rota se siente incomunicada por no poder cruzarse por avatares del destino (una analogía de lo más ramplona), pasamos a sucesivos flashbacks de distintos momentos de la pareja con todos los lugares comunes de las parejas que fueron y vinieron. No es tampoco lo más original del mundo la propuesta de Amores Frágiles, historia de parejas a través de los años hay para contar de a cientos. Rápidamente, Escena de la vida conyugal es una, y Nuestro Amor otra. Pero en una está Bergman y Ullman detrás, en la otra (además de Reiner, Bruce Willis y Michelle Pfeiffer) imperaba una calidez que inundaba la escena. En Amores Frágiles lo único que hizo Comencini pareciera ser poner a la pareja protagónica a leer tramos de su novela, como sea, en diálogos, monólogos, o voz en off. Todo con una intelectualidad que se presupone superior al espectador que debe callar para aprender. En realidad, las conclusiones a las que arriban no son mucho más elevadas que las de cualquier manual de autoayuda barato, que por lo menos le habla de igual a igual el lector/espectador. Claudia y Flavio son dos personajes, ¿cómo decirlo? francamente insoportables. Histéricos, caprichosos, pedantes, ególatras, carentes de cualquier atractivo social para con el otro. En parte se entiende por qué se tienen el uno para el otro. Ambos son la típica contrafigura que la/el protagonista descarta para irse con el amor verdadero. El tema es que acá los dos son los protagonistas y no sabemos con cuál de los dos quedarnos o desechar primero. Conclusión Amores frágiles desaprovecha dos buenas interpretaciones protagónicas para centrarse en diálogos que se creen más profundos de lo que son. La falta de empatía y la acumulación de palabras frías, la convierten en una película tan ajena como impenetrable. Quizás quienes sientan la necesidad de verbalizar sobre el amor básico le hallen su atractivo.
En el interior de la Argentina existen lugares ocultos, zonas recónditas en las que suceden hechos extraños y en el que la lógica de la urbanidad pareciera no aplicarse. El Dorado es uno de esos lugares y en El Espanto, Martín Benchimol y Pablo Aparo, deciden posar su ojo curioso sobre él. Adrenalina ¿Qué es lo que pasa en El Dorado? En realidad, pasa poco, o eso es lo que entienden Pablo Aparo y Martín Benchimol. Sin embargo, algo les llama la atención, aunque sea más común de lo que creen/creemos. En El Dorado la mayoría (por no decir la totalidad) de sus habitantes son “curanderos”, creen y practican distintos métodos de curación que escapan a la medicina tradicional, es más rehúsan de ella, por ser cara, por proporcionar demasiados medicamentos, porque los hospitales quedan demasiado lejos. Todo puede ser curado mediante estos métodos no convencionales, cada uno sabe curar una cosa distinta (o varias), y jamás compartirían cuál es ese método. Aún dentro de esa realidad en la que atar una cinta roja a un sapo es válido para que sea curativo, hay un mal que nadie sabe cómo curar… o casi nadie. El espanto es una “dolencia” que aqueja a algunos habitantes, que se debe, creen, a un hecho fortuito, y que acarrea todo tipo de males que solo tienen un final, la desgracia. No saben cómo curarlo, es un gran misterio, y él único que puede hacerlo utiliza un método tan poco convencional que pareciera producir más rechazo que gratitud. El antídoto que este hombre misterioso tiene contra el espanto es, en realidad, bastante simple, mantener un encuentro sexual con quien padece el mal. El Espanto parte de un hecho que rápidamente abandona y fugazmente retoma para volver a abandonar. Una ambulancia llega al pueblo para tratar a las víctimas de un accidente, un hecho que preocupa a los pocos habitantes de El Dorado porque nadie sabe muy bien cómo sucedió. La presencia de esa ambulancia, símbolo de la medicina tradicional los incomoda. Ese punto de partida sirve para una serie de entrevistas símil cabezas parlantes, en las que los habitantes sin demasiada acción cuentan sus vivencias respecto a la curandería, propia y de los demás vecinos. Así, además nos vamos introduciendo en la rutina de ese pueblo. Vale decir que la proximidad de una boda también rondará El Espanto. Hasta aquí podríamos hablar de un documental curioso, con un extraño dinamismo impreso no tanto por la acción de lo que se ve (repetimos, la gran mayoría son entrevistas a cámara frente a un interlocutor mudo e invisible) como por el ritmo del montaje y un uso inteligente de la fotografía con precisión en los encuadres y un juego de luces para que haya un segundo lenguaje desde lo visual. Existe un halo de misterio, que se acrecienta cuando hablan del accidente, y cierto magnetismo que despiertan los propios pobladores que logra nunca hacer decaer el interés. Sin embargo, la utilización del tono general de El Espanto puede jugarle en contra. Pareciera existir una “modalidad” dentro del género documental que consiste en mirar con supuesta superioridad al entrevistado u objeto de análisis, un método que en los últimos años pareciera ir en sospechoso aumento. Desde los dos documentales dirigidos por Pablo Racioppi y Carolina Azzi El Olimpo Vacío y El Diálogo, a la muy reciente Todo sobre el asado de Gastón Duprat y Mariano Cohn ( o Yo, Presidente de los mismos), hasta la ópera prima de los propios Benchimol y Aparo, La Gente del Río; todos recurrieron a una mirada socarrona, casi burlona, y de superioridad desde el ojo detrás de cámara para las personas que se ubican delante de ella, o las personas de las cuales toman como centro de debate. En uno u otro caso, la no complicidad para con la persona tomada en solfa no les estaría otorgando un derecho a réplica. Pareciera ser todo válido en ese propósito de mostrar “lo ridículo”. Se sabe, el corte final lo tienen el montajista y los directores, ellos son los que eligen qué mostrar y qué no, cuando cortar y cuándo seguir. Como en los otros ejemplos, en El Espantose hace uso de respuestas de las que nunca escuchamos la pregunta, de dejar la cámara encendida más tiempo del debido/necesario, de hacer énfasis en cuestiones que, desde la “creída” mirada urbana (el destinatario obvio del film), van a sonar graciosas, aunque sea por la falta de cotidianeidad. Los habitantes de El Dorado se muestran sueltos y se ríen, hablan sin tapujos; pero creen en lo que dicen, no hay dudas en ellos, no así con la mirada que opta el film, más aún cuando hable precisamente del espanto. Más de una vez ellos parecieran ser objeto de algo que no saben muy bien qué destino tendrán. No necesitan una misericordiosa, pero tampoco una cargada de altanería. Conclusión El Espanto tiene los suficientes méritos para presentar un documental atractivo sobre las vivencias de un pueblo chico con costumbres más común de lo que creemos, aun así, llamativas. Un correcto apartado técnico, el ritmo del misterio y el carisma de los entrevistados podrían haberlo apuntalado como una gran propuesta. La mirada totalmente subjetiva y el tono que no hace participativo precisamente a sus participantes, terminan por lograr un promedio hacia abajo.
Tercera película de Dwayne “La Roca” Johnson en el año, "Rascacielos", de Rawson Marshall Thurber, es un entretenimiento de acción pura que cumple con lo que promete. Se podrán escribir muchas líneas sobre ella, pero nada la definirá mejor que una sola frase, “Es una película de La Roca”. El actor que ha iniciado su carrera como luchador de lucha libre en la famosa WWF se consolidó como uno de los héroes de acción más populares e indiscutidos de la actualidad. Tanto que este año nos regaló tres tanques protagonizados por él; y dos de ellos hasta la fecha han sido exitazos de taquilla con buena respuesta de críticas. ¿Cómo será este tercer Dwayne Johnson 2018? Dwayne aquí es Will Sawyer, un ex marine que sufre una accidente durante una misión en la primera escena de la película. Gracias a ese accidente, por un lado pierde una pierna (por lo que debe retirarse de su función); por el otro, gana a su esposa, la enfermera militar que lo atiende durante el hecho, Sarah (Neve Campbell, que sigue teniendo dificultades con los teléfonos a veintidós años de la primera "Scream"). Will ahora se desempeña como seguridad en un mega rascacielos de Hong Kong, no solo el más alto, sino con una altísima tecnología. El edificio está a punto de inaugurarse, por eso se mantiene una reunión de empresarios, y la familia de Will (Sarah con los dos hijos) se hospedan en el mismo como prueba. ¿Qué podría salir mal? ¿Dijimos que estamos en una película de acción, no? ¡Terroristas! Un grupo comando terrorista pretende hacerse con una tablet que sirve como control de seguridad de edificio en el que se halla toda su tecnología de avanzada. El arquitecto que posee ese control se encuentra dentro del edificio, Sarah e hijos también. Los terroristas deciden iniciar fuego (con un material ignífugo al agua, atenti) en uno de los pisos superiores de la torre para obligar a evacuar, y justo la familia Sawyer se encuentra en los pisos superiores al incendio (como siempre, hay un contratiempo, y se suponía que no iban a estar). Obviamente, Will deberá penetrar al edificio para salvar a los suyos; y de paso, cargarse a los terroristas. Rawson Marshall Thurber, que dirige y escribe, es más conocido en el mundo de la comedia con títulos como "Pelotas en juego", y "¿Quién *&$%! son los Miller?". Vuelve a trabajar con La Roca luego de la fallida "Un espía y medio", y esta vez debuta en el mundo de la acción con un guion de manual. Todos los lugares comunes de las películas de rescates, catástrofe, y hasta algo de héroe solitario, los podemos encontrar en "Rascacielos". Sin embargo, esos puntos, se vuelven a favor. Desde que la misma publicidad se encargó de mostrarnos afiches promocionales parodiando a "Duro de Matar" e "Infierno en la torre", sabemos que "Rascacielos", lejos de esconder, se vanagloria en “homenajear” a estos clásicos. Pero hay otra película, no tan conocida como estas dos, aún más parecida a la propuesta de este film. Justamente una con la que comparte título "Skyscraper/Rascacielos" del terror, película directo a video, de la mítica productora PM, que si por algo es recordada es por el protagónico de la conejita Anna Nicole Smith como una agente de seguridad que debía salvar un torre de la mano de unos terroristas. En ambas hay helicópteros, edificios en llamas, y agentes de seguridad ex oficiales. Pero en lo que más se asemeja "Skyscraper 2018" a "Skyscraper 1996" es en su estilo Clase B deliberado, eso sí, esta vez con presupuesto. "Rascacielos" no pretende tomarse en serio en ningún momento, su idea y su guion es básico, los malos son malos y los buenos son buenos (más allá de algún traidor, obvio). Hay inverosimilitudes, y escenas de acción que se burlan de la física y la lógica. Pero la película es consciente de ello y va hacia adelante, asumiéndolo, y utilizándolo a favor del entretenimiento. Si nos reímos, nos reímos juntos. Will Sawyer puede pasar como un MacGyver, hasta llegará a utilizar su pierna ortopédica (aunque no como nos hubiese gustado desafiando a la corrección política); y su as bajo la manga es el actor que lo interpreta. Dwayne Johnson es un ejemplo de perseverancia, luego de que su carrera en el futbol americano se truncara rápido, se reinventó y triunfó como luchador, triunfado y pasando al cine, como muchos otros. Pero lo que lo diferencia, además del éxito indiscutido, es su “necesidad” de probar distintos roles. Todos son héroes de acción, pero con características diferentes. No es lo mismo "Hércules", "Jumanji: En la Selva", "Rampage", o "The Rundown"; a cada uno le da características diferentes, con el carisma como marca registrada. Algo que lo acerca mucho a Arnold Schwarzenegger. "Rascacielos" puede parecerse mucho a "San Andreas", hasta podría ser una secuela; pero Will Sawyer es un tipo de héroe diferente. Él protege a su familia, y “viaja” hasta el lugar del peligro para hacerlo, pero no se pone en el lugar de mando. Los chicos, y sobre todo Sarah, también tendrán su participación y su cuota de intervención y acción. Los Sawyer son una familia del Siglo XXI con los roles en pleno cambio asumidos. Sarah no es la típica mujer en peligro que se limitaba a gritar para que la vengan a salvar, no es Bonnie Bedelia en "Duro de Matar". Acepta la ayuda externa de su esposo, pero ella se hace cargo mientras tanto. Que la interprete Neve “la aguerrida Sidney Prescott” Campbell ayuda perfectamente. Mucho vértigo, más acción de escenario que cuerpo a cuerpo (lo cual nos recuerda a la grandiosa "Riesgo Total"), personajes que cumplen lo que tienen que hacer, y héroes y colaboradores que aportan mucha empatía. Todo eso, sumado a la capacidad de burlarse de sus limitaciones, ubican a "Rascacielos" de Rawson Marshall Thurber por encima de la media. La Roca suma otro poroto este año y ya se ganó nuestros corazones.
Disparatada comedia de aventuras, "En busca del muñeco perdido", ópera prima de Facundo Baigorri y Hernán Biasotti, es una más que agradable sorpresa para el panorama del cine argentino. El barrio, el grupo de amigos. Pocas cosas resultan tan identificativas de la juventud como esa barra de amigos del barrio con la que perdíamos horas fuera de casa. El cine argentino tiene una cierta deuda de abordar esta temática desde un costado liviano sin el peso de la melancolía o la tragedia. Facundo Baigorri y Hernán Biasotti, quizás sin proponérselos, lograron con su ópera prima, "En busca del muñeco perdido", llenar ese hueco. Todo a través de una comedia que nunca pretende ser tomada en serio. “Esta película busca reflejar de la manera más fiel posible, el espíritu de las fiestas de fin de año en la Ciudad de La Plata. Un retrato respetuoso de su gente y tradiciones”. Reza una placa al inicio de la película a modo de los clásicos documentales que retratan la rutina de una comunidad. Corte, un caballero medieval irrumpe en medio de la pantalla. “Igual, en un momento medio que la flasheamos”. Son veinte segundos que definen a la perfección la propuesta de esta película. La Plata es una comunidad mixta, sin bien por un lado tiene toda la infraestructura y el funcionamiento de una gran ciudad, hasta mucho más ágil que varias del Conurbano más cercano a la Ciudad de Buenos Aires; también maneja algunas costumbres propias de pueblo. Podría decirse que conserva la magia. Parte de esa magia la encontramos en la tradición de la quema de muñecos para fin de año. La gente se agrupa y crea grandes muñecos de papel maché, que llevan un tiempo considerable de planificación y construcción, todo para que en la medianoche del 1/1 se haga una gran fogata y se incinere. Fito (el propio Baigorri), su Primo (José Saralegui), Santi (Juan Martín Cabana), Pedro (Pedro Saieg), El aguatero (Mateo Rodríguez Rámos), y Rodolfo (Ignacio Saralegui) son un grupo de amigos adolescentes – bueno, quizás El aguatero no tanto – que llevan el estigma de nunca haber jugado un solo partido en la liga infantil de futbol. Por eso se los conoce como "Los suplentes". La cosa va de pandillas, y cada una de ellas lleva como estandarte la realización de un muñeco para la quema de fin de año. Los suplentes tienen el suyo para esta noche, la del 31. Mejor dicho tenían, porque alguien se los robó. "En busca del muñeco perdido" es un coming of age, un film generacional, enmarcado alrededor de un viaje de aventura que se desarrolla durante un día. Si no se dieron cuenta que hay algo de "Los Goonies", miren el afiche. Los seis amigos van a unir pistas y visitar diferentes grupos para saber cual de todos es el que perpetró el crimen; y a cada paso que den la cosa se pondrá más y más disparatada. El guion, escrito a doce manos entre Mauricio Aché, Jorge Alonso, Matías Fabro, Cristian Ponce, y ambos Saralegui escapa a cualquier atisbo de realismo. "En busca del muñeco" bucea dentro de su propio universo, uno plagado de guiños, homenajes, y gags permanentes. El clima y la tónica con la que se presenta huele a película hecha entre amigos. Un mal que suelen tener este tipo de propuestas y al que esta película escapa, es el de ser también una cinta “exclusiva” para los amigos. Jamás se subestima al público, maneja códigos internos, pero los abre para que todo sea disfrutable por el público más amplio. Desde la anécdota del Mono Burgos y Tapia, a Mortal Kombat, Daniel el travieso, Seven, o mitos populares; no alcanzan estas líneas para enumerar la cantidad de referencias insertadas en "En busca del muñeco perdido". Plus, no suenan a referencias forzadas, siempre son en función de un guion que se estructura correctamente y por más parodia permanente – inteligentísima, de momentos muy avispados y originales –, nunca pierde el eje de su historia. El humor que maneja es lo más cercano a una caricatura. Con diálogos absurdos, comedia física, ruptura de la cuarta pared, y personajes de lo más pintorescos; "En busca del muñeco perdido" no para un segundo hasta hacernos llorar de risa. Algo que suele suceder con comedias de este calibre, es que comienzan con timing acelerado, y no logran mantener el mismo ritmo parejo, alrededor de los tres actos. Otro logro para la dupla de directores y sexteto de guionistas, En Busca del muñeco perdido jamás decae. Cuando creemos que la cosa ya se tranquilizará, aparece un nuevo grupo, nuevos chistes, y el chispeante ingenio continúa. ¿Más aciertos? Correctísima creación de personajes principales con características diferenciales, e inserción de secundarios. Una presentación de los mismos que es un deleite. Estilo Clase B deliberado y bien entendido que no engaña al público sino que lo usa a su favor en clave de humor. Actores con química que se divierten y nos divierten. Y el sumun de una resolución simplemente maravillosa. Pocas veces una comedia se sostiene tan bien desde la primera escena hasta el último cuadro. "En busca del muñeco perdido", de Facundo Baigorri y Hernán Biasotti, encuentra la fórmula, y en el camino nos hace recordar por qué ser joven es la mejor etapa de la vida. Bravo.
El viaje de la troupe monstruosa Vacaciones de invierno (de verano en el norte), hay que entretener a los chicos como sea. Este parece ser el lema de producción cuando se realizan películas como Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones, la nueva entrega de una franquicia que si por algo se salvaba hasta ahora era por el gran desparpajo que llevaba como insignia. Si bien pertenecen al mundo del terror, los monstruos son un indiscutible punto de atracción para los chicos. En 2012 Hotel Transylvaniautilizaba a los clásicos para presentar una historia de camaradería. Drácula, Frankenstein, La Momia, El Hombre lobo, entre otros, se encontraban todos en un hotel que les servía de refugio para descansar de los humanos… hasta que aparecía un humano y lo complicaba todo. Un argumento sencillo con una acción que bien podía ser la de cualquiera de los actores que le ponían la voz a los personajes: Adam Sandler y su costumbre de rodearse de amigos para actuar. La primera secuela redobló la apuesta en base a mucho humor de diálogo picante, rápido, e inventiva para hablar de quiénes son los verdaderos perseguidos y del paso del tiempo. Una película superadora de la original e hilarante. Se tira un poco más de la cuerda, y lo primero que se advierte en Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones es la falta de fuerza para hacerlo. La anterior prolongaba la historia original, pero no se quedaba con la simple anécdota del casamiento y la maternidad de la hija de Drácula, sino que a partir de ahí disparaba muchísimas aristas. Esta nueva entrega se queda en la cáscara: hagamos que los personajes se vayan de vacaciones, y ya que está sumemos una historia de amor; nada más. El crucero del amor Sin darse demasiado tiempo, Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones pone a los personajes en la necesidad de tomarse unas vacaciones. Drácula (Sandler) está agobiado, no se permite un descaso en su trabajo y descuida su vida personal. Por eso Mavis (Selena Gomez) le regala un viaje en un crucero, al que por supuesto terminará yendo toda la pandilla: la propia Mavis, su esposo e hijo Johnny (Andy Samberg) y Dennis (Asher Blinkoff); Frank-enstein (Kevin James), la momia Murray (Keegan Michael Key), el hombre lobo Wayne (Steve Buscemi), el hombre invisible Griffin (David Spade), y el gelatinoso Blandi; todos junto a sus parejas e hijos. Una vez en el crucero, como para no poner el The End a los diez minutos, conocerán a Ericka (Kathryn Hahn), la capitana del barco, de quien Drácula contra todos los pronósticos terminará haciendo zing a primera vista. El problema es que Ericka es la hija del nuevo antagonista de la película, Van Helsing (Jim Gaffingam), y esta en verdad utiliza a Drácula para elucubrar un plan para matarlo. Claro, el zing ¿será más fuerte? Los muchachos y el muchacho La saga de Hotel Transylvaniaperfectamente podría ser otra película dentro de la saga Son como niños. El grupo de amigos que se reúnen y viven aventuras junto a sus familias, mientras se van sumando nuevos integrantes a las mismas. Tiene todos los códigos Sandlerianos, empezando por el mencionado elenco de amigos del actor. Pero lo que las diferencia es la mano de su director detrás, Genndy Tartakovsky, creador de las clásicas series El laboratorio de Dexter y Samurai Jack. Tartakovsky hasta ahora había podido interponer su estilo de caricatura en las dos películas anteriores, otorgaándoles un gran ritmo sin respiro para la carcajada. Un humor que sin dejar de lado a los niños cargaba de ironía para los adultos y se las ingeniaba para introducir todo tipo de referencias. Esa tónica es lo que se extraña en Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones. Los personajes nuevos Van Helsing y Éricka son planos y tiran todo su encanto en los primeros minutos, se ven como meras excusas. Y dentro de los ya conocidos hay poco para ofrecer. Johny, que antes fue un personaje principal, ahora quedó relegado a escazas intervenciones sin sentido. Extrañamente, esta es la primera de las tres en que Genndy Tartakovsky participa en el guion. No hay ni de parte de Sandler y los suyos, ni de parte de Tartakovsky, intenciones de ir por más; todo lo contrario. Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones huele a fórmula genérica de cualquier secuela. Conclusión Subestimando al público infantil como consumidor de productos menores, y contradiciendo una fórmula de caricatura que hasta ahora había funcionado muy bien, Hotel Transylvania 3: Monstruos en Vacaciones es una propuesta infantil que ni siquiera desagrada, simplemente aburre.
Remake del film chileno "Sin filtro", "Re loca", de Martino Zaidelis, tiene un elenco probado, con una protagonista de lujo, como mejor arma para la comedia, frente a un guion con ciertos problemas. ¿Quién no soñó alguna vez con poder decirle al mundo lo primero que se nos viene a la cabeza sin ningún tipo de represión? A Pilar ese sueño se le está por hacer realidad. La ópera prima de Martino Zaidelis (mano derecha de Juan José Campanella en su productora "100 Bares", director televisivo del genial "Recordando el Show" de Alejandro Molina) es en realidad la tercera remake de una comedia de mucha popularidad en Chile. Tiempos de globalización también cultural, del entretenimiento. Así como nuestras "Corazón de León", "Un novio para mi mujer", y "No sos vos, soy yo" (entre otras) tuvieron sus versiones para otras latitudes; Telefé se anima a su segunda versión de un éxito extranjero, luego del taquillazo que resultó Inseparables. Esta vez, la elegida fue la comedia trasandina "Sin filtro" de Nicolás López, mejor conocido en estas tierras por sus films de géneros moneda corriente en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre. Luego de su estreno en 2016, llegó su versión mexicana "Una mujer sin filtro", y la versión española "Sin rodeos" (estrenada en nuestro país hace semanas bajo el título "Sin filtros") dirigida nada más y nada menos que por Santiago Segura. ¿Qué tienen en común las cuatro versiones? – más allá de se la misma historia con ligerísimos cambios – que las cuatro cuentan en sus protagónicos con actrices de éxito seguro en la comedia. Sí, "Re loca" puede ser una remake, un film ya visto tres veces, pero acá lo que cuenta es ver la nueva película de Natalia Oreiro. Una actriz que en televisión brilló más de una vez en la comedia, aunque en cine ha experimentado más dentro del drama con excelentes resultados. Natalia es Pilar, una mujer con una vida plena. Una publicista exitosa, al borde de los 40, en pareja con Javier (Fernán Miras), artista plástico. Sin embargo, hay varios alertas. Javier la desatiende, a ella y al hogar; Pilar cumple más un rol de madre que de pareja. De remate, Javier tiene un hijo con ínfulas de triunfar mediáticamente, que no la respeta para nada. En su trabajo las cosas tampoco parecen marchar sobre ruedas, le encargan relanzar una vieja campaña otrora exitosa. Pero esta vez debe trabajar en conjunto con una estrellita de la nueva era, Maia (Malena Sánchez); una it girl con millones de seguidores en las redes, que documenta toda su vida, y tratará de imponer su estilo. También está Pablo (Diego Torres), amigo y ex pareja de Pilar. Una de esas amistades que no se entiende por qué no están en pareja. Pablo está a punto de casarse con Sofía (Gimena Accardi) una mujer que – con algo de razón – ve a Pilar como una amenaza, y no hace más que despreciarla abiertamente. Sumémosle que su amiga Valeria (Pilar Gamboa) sólo la busca para contarle sus problemas amorosos, pero se dedica a revisar su celular cuando Pilar habla; más problemas con las instalaciones en el hogar; y la vida misma; y la nueva década; y ¡pum!. Pilar es una mujer sobrepasada al borde del colapso, que vive reprimiendo la furia que quisiera exteriorizar. Destino del guion, casualidad, lo que sea. Hasta que se cruza con un hombre que, cree, quiere arrojarse de un puente. Resulta ser Salaberry (Hugo Arana), un gurú emocional que inmediatamente interpreta los problemas internos de Pilar y le enseña un conjuro para poder solucionarlos. Cuando ella lleve a cabo todas las indicaciones, al día siguiente amanecerá renovada, sin ningún tipo de represión para mandar al diablo a todo aquel que se anime a cruzarla. Pilar se liberó y va a carajear sin pelos en la lengua. Tiempos de feminismo, de nueva liberación femenina. "Re loca" parece una comedia adecuada para estos momentos. Quizás esa sea su mayor diferencia respecto a sus otras versiones (eso que todas son contemporáneas): abiertamente habla de la liberación femenina, del empoderamiento frente al patriarcado. Ese es el arma de doble filo de" Re loca". Si bien resulta ser una versión de un film que en todas sus versiones fue un éxito, también se encuentra atada a un guion que la encorseta y que más de una vez le resulta ajeno. Originalmente, más allá de ser dirigida por López,"Sin Filtro" es un producto de su protagonista Paz Bascuñán, con toda su idiosincrasia. Por estas razones, las versiones mexicanas y españolas resultaron bastante fallidas en calidad. "Re loca" la tiene a Natalia Oreiro con diálogos difíciles de remontar, esquemáticos, con frases no demasiado realistas como “¿Me regalás un abrazo?”, y algunas situaciones que quedan en un perjudicial limbo entre lo paródico, el cuasi grotesco, y la comedia de situación, y hasta la comedia dramática. La estética es más bien televisiva, publicitaria, de un costumbrismo de clase acomodada; y las inserciones de enfrentamiento a patriarcado que se le agregan a veces resultan contradictorias, confundiendo feminismo con una personalidad clasista. Por suerte, el elenco se impone, y Oreiro ilumina todos los cuadros y nos saca varias sonrisas. Fernán Mirás ya se sabe que es un gran comediante, y aquí repite felizmente. Diego Torres, Pilar Gamboa (que ya se está volviendo un comodín/Droopy D) y Gimena Accardi también cumplen correctamente. Finalmente, la película tiene un as secreto bajo la manga, si bien toda la atención lógicamente se la llevarán Oreiro y sus jocosas puteadas; si miramos más allá, descubriremos quién es el verdadero diamante de la película. Malena Sánchez es una Maia sencillamente perfecta. Es graciosa y odiosa (como el personaje debe ser) en partes iguales, y la joven actriz la compone con el decir, con el cuerpo, y con su actitud. "Re loca" debería ser una carta de descubrimiento para futuros protagónicos de esta actriz que ya deja de ser promesa para convertirse en realidad. Martino Zaidelis debuta entonces con, una comedia possedora de mucho de fórmula, más reprimida de lo que debió ser; pero que gracias al talento de sus actores, y a un traslado a la coyuntura actual - más allá de algunas confusiones puntuales vale sobre todo el intento –, culmina como un producto popular que la taquilla puede abrazar sin analizarlo demasiado.
Secuela del éxito de 2015, "Ant Man and The Wasp" de Peyton Reed perfecciona la fórmula que ya había funcionado anteriormente. ¿Una moda? Que nunca se acaba. Los films de superhéroes manejan un universo aparte. Hay enfrentamiento entre dos grupos, reglas y estilos propios, y hasta actores y técnicos que se pasan de un bando al otro. Marvel Studio viene ganando la batalla en la taquilla holgadamente, y no parece estar en sus planes dejar de sacudir el limonero de los frutos de oro. El MCU (ese hilo común que une a todas las películas del estudio como una sola franquicia, y que marcó un estilo de producción que luego otros imitaron) es acusado por sus detractores (entre ellos quien escribe, más de una vez) de tener demasiada comedia moderna en detrimento de la épica que uno esperaría de un film con héroes capaces de salvar el mundo. "Ant-Man and The Wasp" probablemente sea el paroxismo de esa fórmula, y sin embargo es una de sus películas que mejor funciona (sino la mejor) . ¿Cuál es el secreto? Dejar las cosas bien en claro. Está claro que Scott Lang/Ant Man no es asumido como uno de los superhéroes más importantes, o de la primera línea, dentro del MCU. Prueba es su inserción (o exclusión) dentro de las dos películas que hasta ahora se decidieron a aunar a todos los personajes. Es, digamos, casi un personaje lateral. Bienvenido sea si eso le sirve para diferenciarse. Tal como había sucedido con el primer film estrenado en 2015, "Ant Man and The Wasp" es claramente una comedia. No un film de superhéroes con comedia, es una comedia de superhéroes. No necesariamente una parodia al estilo de la olvidable "Superhero Movie". Está bien, Edgar Wright, guionista principal de la primera entrega, gran realizador de comedias, dijo adiós y no firma esta secuela. Pero acertadamente sí sigue colaborando en el guion su protagonista, Paul Rudd, actor que encontró en este personaje el protagónico que tanto reclamábamos. Quien también sigue es Peyton Reed, señor que merece una urgente revisión de su filmografía, comodísimo en la comedia, con muchos títulos subvalorados como Abajo el amor y Triunfos robados. Reed y Rudd son los caballitos de batalla para llevar esta historia a buen puerto, entendieron todo. La ya típica escena previa al logo de Marvel Studio que nos recuerda dónde nos dejó el film anterior da inicio a todo. "Ant and The Wasp" tiene un objetivo principal en su historia, traer del limbo de la energía cuántica a la "The Wasp" original. Luego de que Scott Lang (paul Rudd) pudiese ir y regresar, al final del film anterior, de ese (hasta el momento) punto de no retorno que significaba encogerse tanto para integrarse a la energía cuántica; las esperanzas de, Hank Pym (Michael Douglas), el Ant Man original, se renuevan. ¿Estará su esposa Janet, perdida hace mucho años en esa zona, aún con vida? Mientras tanto, están a punto de pasar los dos años de arresto domiciliario que cumple Scott tras los hechos de Civil War, y a pesar de querer hacer buena letra, Hank, y su hija Hope (Evangelin Lilly) – la actual Wasp – lo necesitan para traer de regreso a Janet (Michelle Pfeiffer). Alrededor de esto, se desatan las otras historias que presentarán a los nuevos personajes (además de Janet, por supuesto). Aquí, el otro problema recurrente de la factoría Marvel, los villanos. Walton Goggins compone a Sonny Burch, un traficante de alta tecnología, con el que Hank y Hope se ven obligados a negociar, que luego querrá hacerse del laboratorio “portátil” Pym. ¿Es un villano fuerte? No, para nada. ¿Está a la altura de las circunstancias? Podría decirse que sí, porque Ant Man and The Wasp nunca se asume como un film enorme, lo cual termina siendo perfectamente beneficioso. Los seguidores del MCU sabrán que paralelamente a esta historia, los hechos más trascendentales están sucediendo en otro lado (quédense durante los créditos finales, como siempre). De mientras, Scott y los suyos se preparan para ingresar. También aparece otra contrafigura, El Fantasma/Ava (Hannah John Kamen), que necesita de la misma energía de Janet, y el Dr. Bill Forest (Lewrence Fishburne), colega de Pym. Ambos son personajes interesantes pero que en el film no terminan de despegar con toda la fuerza. "Ant Man and The Wasp" es una comedia, tampoco al estilo de "Deadpool" – incapaz de tomarse en serio- es un estilo propio. La historia es liviana, divertida, el propio Scott es un burlón, y todo los personajes entran en la misma tónica. Los amigos de Scott (Luis/Michael Peña a la cabeza) siguen siendo buenos comic relief, y Jimmy Woo (Randall Park) es verdaderamente desopilante. Reed entiende el tipo de film que tiene en sus manos, y todo lo maneja en el mismo sentido. Le otorga un ritmo constante, que no aturde, siempre se mantiene arriba. La química entre Rudd y Lilly funciona muy bien, y el director sabe otorgarle sus momentos. También Douglas y Pfeiffer (que celebraremos verla otra vez en un film de este tipo). Los momentos de acción también son un acierto. El uso de hacer chiquito/gigante, cualquier cosa, es perfecto. Ant Man and The Wasp parece querer ser un flm estilo Clase B con presupuesto en este rubro. Podemos ver desde un mini edificio con manija, a un pastillero de juguete gigante. Hay homenajes a "Godzilla", a los "Micro Machines", y hasta al mismísimo Roger Corman. Prepárense, porque la clásica escena de "Buscando a Stan Lee", es una de las mejores que hayamos visto. "Ant Man and The Wasp" funciona muy bien por no querer ser más de lo que es, por simplemente mejorar lo que ya funcionó bien en el primer film, y asumirse como un entretenimiento liviano que no subestima. Los grandes nombres en el elenco y detrás de cámara hac
Cuarta entrega de la saga "The Purge, 12 horas para Sobrevivir", de Gerard McMurray, define mejor su artillería aun presentando varias flaquezas. En 2013, James DeMonaco estrenaba "La noche de la expiación", dando pie a uno de los caballitos de batalla de Blumhouse (productora especializada en cine de género), e iniciando una saga que tenía más para contar de lo que parecía. Aquel film con Ethan Hawke y Lena Headey se ubicaba dentro del terror de home wrecking instalando la idea en un futuro cercano y realista en el que un día al año, todos los crímenes estarían permitidos para que la ciudadanía libere su ira reprimida y así bajar la taza de delincuencia en los 364 días restantes. El sorpresivo éxito trajo una primer secuela al año siguiente. "12 horas para sobrevivir" cambió el registro de la saga, que a partir de ahora se ubicaría en el thriller de acción (con algún tinte ocasional de terror), con escenarios más abiertos, y un estilo más cercano al de John Carpenter o Walter Hill. "12 horas para sobrevivir: El inicio" es la cuarta entrega de la franquicia, que vuelve a ubicarse en el estilo de las dos anteriores, aunque retrotrae su historia al principio. Como lo adelanta su título, veremos cómo se inició todo. James DeMonaco se despide de la dirección (aunque sigue como guionista y productor) y en su lugar ingresa Gerard McMurray (conocido como productor de Fruitvale Station) que debuta como director en la pantalla grande, luego del film parra Netflix Burning Sand (que guarda alguna correlación con esta historia). Lo cierto es que, DeMonaco o McMurray, las cosas no parecen cambiar demasiado, más allá de que McMurray agregue algún clima similar a los films de Spike Lee. Tampoco cambia demasiado el hecho de que esto sea una precuela. Futuro cercano, aún más cercano que el del primer film (lógicamente), casi que hasta pareciera una realidad actual alternativa. Estados Unidos atraviesa una de las peores crisis económicas y sociales, peor que la de 2008/09. En las elecciones gana un partido, muy similar a los republicanos, conocido como los Nuevos Padres Fundadores de la Patria. El presidente impone un experimento social que acarrea tanta controversia como promoción mediática. En Staten Island (lugar cercano a la filmografía de DeMonaco y McMurray) se llevará a cabo un día de liberación de criminalidad conocido popularmente como La purga. Durante 12 horas, todos los crímenes serán impunes, y a quienes quieran participar del experimento se les pagará, más un plus por cuanto más “purguen”. Por supuesto, el incentivo está en que se anoten los ciudadanos de clase baja, afroamericanos o latinos todos. mientras, los creadores del experimento, junto con una socióloga que ideó este experimento con buenas intenciones (Marisa Tomei, tomándose un descanso de las buenas películas en las que suele intervenir – aunque ya con SpiderMan HomeComing la cosa empieza a preocuparnos –) observan todo desde los monitores. Para ponerle más pimienta a la cosa, hay un par de personajes que guía esta historia: un grupo de pandilleros que ve peligrar su reinado del crimen, y teme que aprovechen este día para vengarse; un psicópata y drogadicto apodado Skeletor que sólo desea tener este día para cargarse un par de víctimas porque sí; una activista en contra de la purga, relacionada con los pandilleros; y el hermano de ella, que decide participar de la purga con el sólo propósito de vengarse de Skeletor porque le hizo un tajo en el cuello. "12 horas para sobrevivir: El inicio", tiene dos tramos diferenciados al igual que la primera; pero a la inversa; su segundo tramo será más interesante que el inicio. La saga no esconde una intención de bajada de línea anti republicanista, con el segregacionismo como primer blanco al que apuntar los dardos. Con un Donald Trump dispuesto a crear muros, abandonando niños inmigrantes enjaulados, y proclive a los pronunciamientos polémicos; la coyuntura parece ideal para este tipo de películas. Película tras película esa idea se ha endureciendo y quedado más clara, por lo que esta cuarta entrega es la más evidente y mejor enfilada de todas (principalmente en su segunda mitad). De todos modos, hay en sus ideas, y en su puesta, algunos puntos contradictorios. Pareciera no haber gente humilde caucásica, todos son extranjeros afroamericanos, latinos, y algún asiático anda por ahí. En el primer tramo hasta parece avalar cierta idea de la bestialidad de la clase humilde, aquello de civilización y barbarie. Luego, muy pasados los cuarenta minutos, intentará remediarlo perfeccionando la idea de los conservadores con un plan que llamaría mucho la atención del Thanos de "Avengers: Infinity War". Su menos de hora cuarenta, no posee un ritmo parejo, sintiéndose más larga de lo que es. La estética sucia, marginal, es correcta, pero repetida de los dos films anteriores; y en esta oportunidad se lo contrapone de modo muy obvio a la pulcritud (y luces rojas infernales) de los observadores. Donde más se reciente es en la creación de personajes, ninguno genera empatía, todos están en función de un guion plagado de lugares comunes e inverosimilitudes convenientes. La socióloga, personaje que prometía ser muy interesante, está desaprovechado (ni hablar de su excelente actriz), y resulta ser el más incoherente de todos. Con todo "12 horas para sobrevivir: El inicio", pertenece a una saga probada, exitosa, con seguidores fieles; este público sabrá apreciarla en su medida. Mejora respecto de sus anteriores, pero no se desprende de sus fallas.
La nueva película de José Celestino Campusano, "El azote", se mantiene fiel a su estilo para hablar de los jóvenes desamparados. Difícilmente encontremos en nuestra filmografía un director tan personal como José Celestino Campusano. El hombre que respira/ba Conurbano Bonaerense en cada toma vino a reformular el modo de ubicarse dentro de las zonas bajas; dejando atras al Nuevo Cine Argentino, a Carlos Sorín, y hasta al mismísimo Raúl Perrone. Lo suyo es rock hecho cine. No solo por la música, lo cual lo emparenta mucho con el metal local; es el rock desprejuiciado que rompe reglas, y se anima a ser sucio sin artilugios, en serio. Un hombre capaz de filmar hasta dos películas por año, un artesano del cine de guerrilla, bien entendido; los recursos nunca son una limitación. Allá por "Placer y martirio", en 2015, comenzó a romper sus propios moldes al aportarnos su mirada de las clases sociales más acomodadas. "El azote", al igual que la anterior "El sacrificio de Nahuel Puyelli", se aleja de Buenos Aires y nos lleva hasta la Patagonia, esta vez Bariloche; en uno de esos barrios marginales que el director de "Vil romance" sabe retratar. El protagonista es Carlos (Kiran Sharbis), o como algunos apodan maliciosamente, El murciélago, ex integrante de una banda de rock metal, retirado; que dedica su tiempo a realizar esculturas de arcilla, y colaborar como asistente social en un colegio y centro asistencial para la recuperación de jóvenes en situación de desamparo. Carlos es un hombre con códigos, eso es lo que lo define, no transa, no se vende, cueste lo que cueste, y tenga que enfrentarse a quien tenga que enfrentarse. Campusano adora a estos personajes, sabe que el mundillo del rock, más el del metal, es estigmatizado, y en sus films más emblemáticos (como lo es "El azote") tendrá siempre un lugar para revalorizarlos. Ni hace falta verlo a Carlos escuchar V8, Almafuerte, o Riff, sabemos que pertenece a ese palo, y una sola línea de diálogo nos confirma que integró una banda. El metal no te traiciona. La vida golpea a Carlos, su pareja lo abandona, intenta mantener una amante que cuando se descontrola tendrá planes de humillarlo mancillando su hombría, tiene una madre enferma con la que vive y lo maltrata (pero la vieja es la vieja, y no se toca), y se enfrenta a los que andan en cosas raras, a quienes van por atrás (sean autoridades del Estado, policías corruptos, transas, o mujeres de mala vida). El estilo en que Campusano trata a sus criaturas tiene algo de mito gauchesco, se podrían trazar varios paralelismos. El honor, la familia, y las costumbres, son sagradas. Quizás algunos encuentren ideas algo anticuadas (y hasta una escena que años atrás hubiese traído muchísima polémica, de hecho una similar llevó al caso de censura más emblemático de nuestro país, y hoy pasa disimulada), pero en su esquema, funcionan. Carlos vive para ayudar a los demás, a los desprotegidos, y aun cuando una vidente le avecina tormentas en su vida, él debe ocuparse de los otros. "El azote" no sigue una historia lineal. Hay dos jóvenes a los que Carlos intentara sacar del barro, y eso lo llevará a enfrentarse a otro compañero que transa, ingresa droga al establecimiento. En sí, lo que Campusano hace es seguir el derrotero de este personaje, que no mira desde arriba, pertenece a la misma marginalidad a la que protege. El cine del realizador de "Fango" nunca fue adepto a las sutilezas. Campusano trabaja con actores aficionados y la ductilidad de los mismos puede no ser la mejor, pero son naturales, frescos, y sobre todo, verosímiles en su planteo. Más allá de que la estructura de diálogos sea algo teatral (algo recurrente y buscado por el director), y no parezca real que alguien hable así, la forma en que es presentado resulta convincente. No hay preciosismo visual, tampoco suciedad artística. Campusano no filma para agradar visualmente, busca el mensaje directo, y no le teme a ser (muy) declamatorio. Sus personajes exponen sus ideas y sus mensajes como emblemas, con bajada de línea sin reparo. Ese es el estilo del director, para tomarlo o dejarlo, pero nadie puede decir que no es fiel a sí mismo. Kiran Sharbis, quien ya participó con Campusano en "El arrullo de la araña", es músico real, neuquino. Su Carlos es auténtico, sin disimulo, y genera una empatía en la cual queremos verlo triunfar. "El azote" es un Campusano 100%; no es el último film de un director que filma a pulsión, ya tiene dos películas posteriores que estrenó en festivales. Campusano tiene mucho para decir y exponer, y son pocos los que lo hacen con tanta naturalidad.