Pasión por los clásicos Ya se puede afirmar, sin ningún tipo de dudas ni miedo a sonar exagerado: el cine de género argentino está atravesando, sino la mejor, una de las mejores etapas de su historia. Atrás quedaron los tiempos en los que se lo veía como un género menor, en los que “se podían dejar pasar determinados detalles” porque todo era más artesanal, y porque suponíamos que siempre se corría con desventaja y detrás de filmografías más fructuosas y géneros más favorecidos. A fuerza de grandes talentos en todos los rubros y también de un esfuerzo de producción mayor, se cuenta en los últimos años con títulos que pueden ser considerados bisagra para las realizaciones a venir. Los olvidados puede ser uno de ellos. Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, repartiéndose siempre la labor entre dirección y producción, considerándose un gran conjunto, vienen desde abajo hace años entregando una serie de películas que bien merecen mención. Mientras lo tradicional es que se traslade el estilo de terror actual o el clásico slasher de los ’80, ellos tienen una gran experiencia dentro del mundo del giallo. Sonno Profondo y Francesca son de los mejores exponentes del cine de género argentino de los últimos diez años. Es evidente que su estilo es único y hasta, acá entre nosotros, ambas pueden ser consideradas mejores que algunas de las producciones recientes de los más encumbrados del subgénero, como Darío Argento. Por eso sorprendió cuando para su tercer película, Los olvidados, eligieron apartarse del giallo para homenajear a otro estilo. Frente a los resultados podemos asegurar que los Onetti no perdieron ni su pasión por los clásicos del terror, ni menos su talento. Donde todo comenzó No, Los olvidados no es un film de terror del estilo de los ’80, con campamentos, un asesino enmascarado, adolescentes con las hormonas ardiendo y una lección moral encubierta. El slasher no nació con Halloween o Martes 13, y a esa época anterior se remonta la experiencia de Los olvidados pese a estar ubicada en tiempo y espacio en la actualidad. Mucho se habló desde la presentación de proyecto (es ganadora del primer concurso de cine género fantástico organizado por el INCAA) de su similitud con El loco de la Motosierra (conocida popularmente como La Masacre de Texas) de Tobe Hooper. Sin embargo, habrá que decir que Los olvidados bebe de muchos otros lados, más que de la mencionada: hay mucho del estilo de La colina de los ojos malditos de Wes Craven, o de la fundacional 2000 maníacos de Herschell Gordon Lewis. Sí, los Onetti viajaron hasta los ’70, a los orígenes. ¿Es este parecido con un puñado de clásicos un inconveniente? No, porque si bien las comparaciones son odiosas pero ineludibles, habrá que reconocer que aporta mucho gusto local, y en la contienda no sale mal parada. Carretera perdida La Villa Epecuén es quizás uno de los parajes argentinos más extraños y particulares. Poseedora de un balneario que la hacía muy popular durante el verano; en 1985 sufrió la crecida de su lago salado, con la consecuente inundación que arrasó con todo el lugar, haciendo que todos los habitantes deban abandonar sus casas, levantando y sumergiendo varias construcciones, dejando solo ruinas y un agua crecida aún muchos años después. Ahora Epecuén es un destino turístico pero fantasmagórico, para aquellos que opten por lo no tradicional. Cinco jóvenes de entre veinte y treinta años (Paula Brasca, Victorio D’Alessandro, Paula Sartor, Agustín Perdella y Victoria Maurette) más un director (Damián Dreizik) se dirigen a este pueblo para filmar un ambicioso documental sobre su historia y la tragedia, en boca de una ex habitante (Maurette). Todos transitan el desierto arriba de la típica combi, pero algo sucede. Deben hacer una parada y cargar nafta. Es allí cuando se cruzan con una particular familia. Lo que suceda de ahí en más será mejor apreciarlo en sala. Nada como ir juntos a la par A base de una estructura que lejos de huirle a los clichés los abraza y utiliza a su favor, Los olvidados es un gran homenaje a ese tipo de películas que hicieron grande al género. No hay que confundirse. Los olvidados homenajea a los clásicos, pero no corre detrás de ellos. El cine de género fuera de Hollywood suele correr en esa vorágine de realizar imitaciones, de querer hacer en ese país lo que se hizo con gran éxito en EE.UU. No, Los olvidados no es eso, básicamente porque una imitación siempre está a la sombra de lo que imita, y el film de los Onetti se pone a la par de ellos, tal como hacían a la hora de sus giallos. Luego de los hitos de El Loco de la motosierra y La colina de los ojos malditos, subsiguieron muchísimos films que beben de ese estilo de terror de carretera; aún hasta el día de hoy siguen llegando. Los Olvidados se ubica muy cómodamente entre ellos, sin quedar despareja ni en inferioridad de condiciones. Es más, pueden observarse algunos detalles que nos llevan a un admirado realizador actual como Alexandré Ajá en sus mejores películas. Más allá de algún problema de encuadre propio de una reconversión, y de algunos tramos en los que se dispersa, ningún detalle opaca la gran calidad técnica que presenta, ni al guion sencillo, directo al grano, sin inconvenientes. Los olvidados matiza con humor y algunas escenas de incómodo naturalismo para bajar el frenesí constante, pero sin jamás perder el ritmo. Cada personaje cumple su función y tiene su momento. A los mencionados habrá que agregar a Gustavo Garzón como otro visitante con algo que revelar. Rodada con tomas aéreas haciendo un gran aprovechamiento de la zona, y una fotografía de tonos verdes, azules y ocres sucios, el impacto visual es inmediato y podemos observar que estamos frente a algo mayor. Los intérpretes representan todos con soltura y frescura cada uno de sus roles, con especial atención a Victoria Maurette que logra desplegar varias capas sin sentirse forzado. Quienes se llevan las palmas serán Chucho Fernández (leé nuestra entrevista con él, ACA), Germán Baudino y Mirta Busnelli como esa familia que se negó a abandonar Epecuén y ahora persigue a cualquier visitante curioso. Sus villanos son crueles, sádicos, asquerosos, pero a la vez queribles. Tienen algo de mundanos, de infantiles e inmaduros, que los transforman en perfectos personajes para una saga que no debería terminar en esta película. Conclusión Los olvidados marca otro de esos momentos fundamentales dentro del cine de género en Argentina. La calidad de su realización, el compromiso de sus intérpretes y la solvencia con que presenta su narrativa sencilla de lugares comunes, la convierten en una propuesta que debería tener destino de clásico local inmediato.
Una bala por los muertos Quienes sean seguidores de la interminable serie televisa Supernatural tal vez ya lo sepan. Winchester es una de las marcas armamentísticas más famosas, en especial por sus rifles de repetición, junto a las Colt. Pero también ese nombre es célebre por otras razones: ser el apellido de una familia (y no, no nos referimos a Sam y Dean, hablamos de una familia real), la que acuño la fábrica original y cuya mansión es considerada la casa más embrujada en la historia de los Estados Unidos. La pregunta es, ¿cómo es que hasta ahora el cine se había perdido semejante historia? Está ubicada en San José, California. La esposa del creador de los rifles William la mantuvo permanentemente en construcción durante casi 40 años, debido a unos terremotos que asolaron la región. Los mitos alrededor del lugar abundan, y por eso hoy ya no es un hogar sino un atractivo turístico pintoresco, conocido como Winchester Mistery House. Todo ello nos sirve para decir que a los Winchester les llegó la hora (que no, que todavía no termina la serie) y La Maldición de la Casa Winchester es el film que cuenta parte de su mitología, con la obligada placa inicial de “Basada en hechos reales”. Los Hermanos sean unidos Se podría decir que los hermanos Michael y Peter Spierig comenzaron su aventura en la gran pantalla con el pie derecho. Su primer película, Undead, es de esas joyas a descubrir (quizás exagere un poquito), populares por el boca en boca más que por una gran producción o campaña de marketing. Le siguieron dos producciones más que los mantuvieron al borde del mainstream, pero acrecentando su prestigio: Daybreakers y Predestination, ambas con el protagónico del querido por la cinefilia Ethan Hawke. Claro, ¿cuánto tiempo iba a pasar hasta que las puertas de las grandes producciones se abrieran ante ellos? A fines del año pasado fueron los encargados de dirigir Jigsaw, la octava entrega de El juego del miedo, y si bien la taquilla sonrió, la cuestión del prestigio comenzó a ponerse en dudas… aunque siempre en estos casos queda la excusa de ser productos por encargo de los cuales no tienen el control creativo. Tres meses pasaron nada má, para que los Spierig jueguen su próxima carta en La Maldición de la Casa Winchester, que los coloca nuevamente no solo en la dirección, sino como responsables del guion –a diferencia de Jigsaw–, esta vez junto a Tom Vaughan. ¿Son los hermanos Spierig expertos en la materia con la capacidad inventiva y originalidad que demostraron en sus tres primeros films? Los vengadores del rifle Ambientada a inicios del Siglo XX, La Maldición de la Casa Winchester cuenta la historia del Dr. Eric Pierce (Jason Clarke), un médico atormentado por su pasado respecto a su difunta esposa, que es convocado a la mansión para analizar si Sarah Winchester (Helen Mirren) se encuentra en condiciones psiquiátricas y físicas óptimas como para continuar al mando de la empresa Winchester. Sarah es también una mujer atormentada por su pasado, recluida en su casa, siempre vestida de negro, con un velo que recubre su rostro. Convive con su sobrina Marion (Sarah Snook) y el hijo de esta, Henry (Finn Scicluna-O’Prey). Pero hay algo más: Sarah está convencida de que la casa es acechada por espíritus que la perturban y no la dejan en paz. Por esta razón construye una casa inmensa, llena de dormitorios y escaleras; para no tener que cruzarse con los espíritus. Ese “detalle” es lo que hace que varios (menos Marion) duden de su cordura, y ahí está Eric para descubrirlo. El Dr. Pierce deberá pasar unos días en esa casa para evaluara a la mujer y, por supuesto, su cordura también será puesta a prueba cuando él mismo comience a sentir las presencias de las que Sarah habla; hasta la presencia de su propio pasado. La Maldición de la Casa Winchester podría definirse como una apuesta a lo seguro. Sigue los lineamientos de las casas embrujadas y fenómenos paranormales trazados post El conjuro, y se reposa en varios jump scares obvios y terrores clásicos que, aunque los vea venir de lejos, pueden llegar a sobresaltar igual. Con una puesta en escena cuidada, aprovechando la época en la que se sitúa, y aprovechando más aún la presencia de una dama de la actuación como Helen Mirren, se nota un film a escala mayor, con cierta veta dramática clásica. De Jason Clarke sabemos que no podemos esperar mucho, su rostro no parece tener más de una expresión, ya lo conocemos. Quien sí se adapta mejor al género es Sarah Snook (la protagonista de Jessabelle): luce correcta y muestra pavor en su rostro. Los hermanos Spierig logran una labor acertada, no hay grandes fallas en la fotografía ni en el montaje, mantiene un ritmo lento pero constante típico, y hasta se hace notar su banda sonora ambiental. Pero es inevitable pensar que La Maldición de la Casa Winchester pudo ser más de lo que es: un producto de manual. No hay aquí originalidad ni innovación o diferenciación alguna, ni siquiera logra aprovechar bien su locación. A diferencia de un film como Havenhurst La Resurrección del mal, o Gente detrás de las paredes, aquí la casa no se siente como protagonista, no es una amenaza en sí misma con sus pasadizos y trampas, como si lo es la casa real. Es una gran mansión, lúgubre, pero nada inventiva ni distintiva. Conclusión La Maldición de la Casa Winchester es un producto medio, entretenido, que puede lograr algún susto. Sin grandes errores; tampoco fuertes aciertos. El desaprovecho de la locación y la posibilidad de ir adivinando mucho de lo que sucede, puede llegar (sobre todo en su segundo acto) a cierto tedio. Los hermanos Spierig demuestran tener mano para el género, pero ya no lucen tan sobresalientes.
El director de "La velocidad funda el olvido", Marcelo Schapces, prueba suerte en el género fantástico con "Necronomicón: El libro del infierno", una propuesta que convence desde lo ambicioso de su postulado. Se denomina McGuffin a un elemento, mayormente un objeto, que desencadena la acción en una película, funcionando como motor, motivador, o pretexto para que se desarrolle el actuar de los personajes. El Necronomicón no es cualquier McGuffin, quién más, quién menos, todos debemos haber oído hablar de él. Ideado por el cráneo maestro y oscuro de H. P. Lovecraft (pluma mayor a la hora de esto de narrar historias de terror) por primera vez en "El sabueso", se trata de un libro fantástico (o grimorio) supuestamente escrito por el árabe Abdul Alhazred en el que se explicita todo lo relativo a las leyes de los muertos. En definitiva, el Necronomicón es el libro de los muertos. No solo Lovecraft lo utilizó como material para varias de sus obras, infinidad de autores recurrieron a él. El cine, obviamente, tampoco fue esquivo, y además de la obvia referencia a la trilogía y remake de "Evil Dead", contamos con el film episódico homónimo de 1993 dirigido nada más ni nada menos que por Brian Yuzna, Christophe Gans, y Shusuke Kaneko; entre otros muchísimos ejemplos. Todo esto para arribar a suelo argentino, más precisamente al director Marcelo Schapces, quien emprende la osadía de apropiarse del elemento lovecraftniano y contar una historia de acá, sin olvidar los orígenes, ni del McGuffin, ni del cine de terror nacional. Cuenta el mito que el Necronomicón conduce a la locura y muerte a todo aquel que lo lea. Schapces podría haber optado por el camino simple. Sí, lo que están pensando, hacer una copia encubierta de Evil Dead, poner a un grupo de personajes que se topa con el libro, lo lee “sin querer” y que empiece el festín fenético y terrorífico. Pero no, Schapces, que proviene del cine independiente con la valiosa "La velocidad funda el olvido", y del documental, con ejemplos como "Che, un hombre de este mundo"; elije hacer algo distinto y rendirle un verdadero culto al libro y su creador. Distinto, ese es un buen término para "Necronomicón: El libro del infierno". Una película que toma al terror desde otro costado, que crea una atmósfera, pero juega al género del misterio fantástico antes que ir por el impacto inmediato. En ella, Diego Velázquez (ya toda una referencia para el cine de género e independiente en nuestro país) es Luis, un bibliotecario convocado por la Biblioteca Nacional ante un importante hallazgo. Hipólita (Cecilia Rosetto), encargada del sector, le cuenta que en medio de una refacción, encontraron un sector oculto de la biblioteca en el que se toparon con una serie de libros muy particulares, todos esotéricos, entre ellos, sí, el que se imaginan. Luís, que vive con su hermana postrada Judit (María Laura Cali), concurre ante el librero Baxter (Daniel Fanego) para comprobar la autenticidad de las piezas. Entre todos, terminarán por descubrir una historia mucho más grande e impensada por detrás, que incluye a un ser extraño como Dieter (una participación muy especial y particular de Federico Luppi poco antes de su fallecimiento), y una femme fatale con mucho para contar, Mara (Victoria Maurette, otra que viene pisando muy fuerte dentro del género en Argentina). En medio de estrenos argentinos dirigidos al terror como Resurrección, Necrofobia, Hipersomnia, Ataúd blanco, o las inminentes (y algunas ya vistas en festivales) "Luciferina", "Los olvidados", o "Aterrados"; con producciones que denotan una producción cada vez más notoria; "Necronomicón: El libro de los muertos" vuelve al más puro cine independiente y hasta estilo Clase B o de cine continuado. Pero ojo, lejos está esto de ser una apreciación desmerecedora o peyorativa. Dentro de una filmografía riquísima como la Argentina, con el género fantástico en constante evolución durante los últimos años, no solo es bueno, sino necesario, que convivan todo tipo de películas y estilos. gran escala, y más chicas, que demuestren que con talento y esmero se puede lograr un producto digno y hasta ambicioso en su concepto. "Necronomicón: El libro del infierno" posee la valiosa aptitud de convocar a la investigación. Los pasillos de la Biblioteca Nacional son un escenario fundamental, utilizado con precisión, y los personajes hablan permanentemente de libros, sus orígenes e historias, Allí conviven no sólo Lovecraft, sino Poe y Borges, entre otros. Un primer visionado de la película, invita a querer saber más sobre la historia y seguir descubriendo. Luis se embarca en una aventura literaria, que no es la de Nicolas Cage en "National Treasure" ni quiere serlo, es algo más oscuro, con un ritmo diferente. Cada paso que dé, cada avance, todo se tornará más extraño. También es cierto que Schapces desde el guion y el montaje optó por una narración algo cerrada, críptica, con algunas escenas que pueden descolocar. Pero todo esto, esta sensación de extrañeza, sumado a un ritmo que decide por no apurarse e ir introduciéndonos en la historia a medida que avanza, y una muy lograda utilización de locaciones reales (no solo de la Biblioteca Nacional) confluyen en la creación de una atmósfera inquietante exacta, que logra captar nuestra atención e interés. "Necronomicón: El libro de los muertos" gana cuando más terrenal es, cuando más se aleja de los elementos fantásticos puros (más allá de que una posesión “mostrada” puede considerarse lograda), y se avoca en la investigación del terrorífico libro. Algunos efectos, para aquellos que no comprendan que estamos frente a una producción independiente, pueden parecer menores. Lo satisfactorio es que el eje central no pasa por ellos. Velazquéz compone a otro de sus personajes calmos, de expresiones justas, adecuado para el personaje investigador. Maurette confirma una vez más por qué es tan convocada para el género, tanto como mujer con secretos extraños, sensual, como de armas tomar (atención a su toma cuasi de catch en un solo plano), siempre encuentra el tono correcto y convincente. Quizás el personaje más difícil sea el de María Laura Cali, por su inserción en la historia, y por lo que debe componer, sin embargo, la actriz logra sacarlo adelante con talento. Del resto del elenco citado no hay mucho que agregar, hacen notar sus nombres y trayectoria. Marcelo Schapces hace una apuesta riesgosa con "Necronomicón: El libro del infierno", y por esa audacia y el deseo de hacer algo diferente al camino simple y lograrlo, sale ganando.
La ópera prima de Joaquín Cambre, "Un viaje a la Luna" plantea una propuesta de fórmula alrededor de un coming of age más atractivo como propuesta que como resultado. Tomás es un adolescente incomprendido. Atraviesa esa difícil edad en la que todos nos creemos únicos, construimos nuestro mundo, y vivimos la indefinición entre ser un chico y ser un adulto. Sus padres no lo comprenden, su hermana lo desprecia, su amigo lo apoya, y hay un interés romántico que circula. Sí, la vida de Tomás es un cliché del coming of age tan popular dentro de Hollywood y el indie estadounidense. Eso podría haber sido "Un viaje a la Luna", uno de los tantos films nacionales que, al estilo Ariel Winograd (por citar un ejemplo rápido) toma una fórmula popular de la meca del cie y la extrapola a nuestra tierra, no tanto quizás a nuestra cultura. Sin embargo, Cambre y su co guionista Laura Farhi toman ciertas decisiones (más que nada en la segunda mitad del film) que la alejan de una propuesta de fórmula para llevarla por un camino particular aunque discutible. Tomás (Ángelo Mutti Spinetta) tiene 14 años y una meta bastante clara, sueña con viajar a la Luna. Sí, clara no significa posible. Tiene una hermana mayor que se debate entre no prestarle atención y despreciarlo, y un hermanito más chiquito, Coco, que cumplirá luego un rol importante en el desarrollo de la historia. Su padre (Germán Palacios) prácticamente no aporta en la familia, está pero no está, piensa en el trabajo y no parece muy responsable. Su madre (Leticia Bredice) también tiene un objetivo claro, algo más banal que el de Tomás, no perderse un viaje de vacaciones all inclusive. Todo lo demás, para ella, es menos importante. Tomás tiene que aprobar un examen (exigencia de su madre para no retrasar las vacaciones), con lo cual cuenta con la colaboración de un amigo que planea todo tipo de estrategias, menos estudiar. Pero su mente está puesta en otro foco, los astros, en especial, la Luna, y un momento que parece ideal un fenómeno que hará que la Luna se vea roja. Hay además, una vecina, Iris (Ángela Torres), que descubre a Tomás espiándola accidentalmente con el telescopio. Mayor que él, aparentemente liberal, con un novio abusón, y con la que inicia una amistad. "Una viaje a la Luna" puede ser la historia de amor adolescente entre Tomás e Iris. Pero hay un dato más, Tomás tiene una imaginación frondosa, o algo así, y algún problema psiquiátrico despertando que trata con psiquiatra (Luís Machín), tampoco demasiado responsable. Con un estilo videoclipero (en lo que Cambre cuenta con bastante experiencia, se nota) y una estética publicitaria (sin hablar de la amplia inserción publicitaria de una golosina en particular), "Un viaje a la Luna" pudo haber sido una modernísima versión loca de títulos como ABC del amor. Sin embargo, a medida que avanzan los minutos, la historia se corre hacia otro lado, el vínculo entre Tomás e Iris no parece progresar más allá de lo fundamental para el argumento, y gana espacio la psiquis de nuestro protagonista, y también su madre, bastante antipática. En esa indecisión, y con una escena clave para hacer un quiebre, Un viaje a la Luna pierde su eje, y ya para su segundo tramo, gana una suerte de surrealismo, un cuasi grotesco, y varios momentos exasperantes, que la convierten en algo irremontable. Como expresamos, el apartado técnico es llamativo, pero termina por ser repetitivo en su uso de planos amplios con el foco puesto en los ángulos, algo muy del indie norteamericano, aquí utilizado de forma aleatoria. También es llamativo el modo en que se recrea la imaginación de Tomás, con cierto esfuerzo de producción, alguna estética que recuerda al clásico de Melies, y bastante parfernalia. Principalmente, "Un viaje a la Luna" falla en la creación de personajes, salvando a Iris (y por pura obra de su intérprete, la destacada Ángela Torres), el resto no despierta empatía y es incapaz de salirse del corsé del cliché. Tomás es el centro, pero cuesta compenetrarse con él. Todo suena forzado. En determinado momento el argumento intentará bucear en u pasado para encontrarle una razón de ser, pero tampoco parece bien resuelto, aumentando considerablemente los agujeros en el guion. Sus padres son irritantes, ni siquiera bochornosamente simpáticos, son seres sin carisma. En definitiva, "Un viaje a la Luna" pareciera ser una propuesta con mejores intenciones que resultados. Que apuntó a una fórmula y darle su toque, pero se desenvuelve mejor cuando más tradicional es. La cantidad de incongruencias, su ritmo desparejo, sus personajes faltos de carismas, y para peor, escenas de risa involuntaria, promedian para abajo lo que pudo ser una película mucho más interesante.
El nuevo film de Yorgos Lanthimos, "El sacrificio del ciervo sagrado", es una contundente pieza sobre la culpa y el inherente deseo de venganza. El sacrificio del ciervo sagrado es el sexto film del griego Yorgos Lanthimos, pero en realidad, le alcanzó con dos films para convertirse en un realizador de culto con un nombre instalado dentro de la cinefilia global. En 2009, "Colmillos" fue la propuesta que lo puso en el candelero con la historia de ese padre que encerraba a su familia con la excusa de protegerlos del exterior, haciéndolos vivir una suerte de realidad paralela. Seis años después, llegaba la cosmopolita "Langosta", con producción poli europea y actores de Hollywood para narrar en forma de ¿comedia? cCómo un régimen tirano persigue a las personas solitarias. "El sacrificio del ciervo sagrado" podría resumirse como un decantado de ambas películas, y también como la más abierta a capturar un público (un poco) más amplio. Las protección del vínculo familiar de "Colmillo", y lo surreal de "Langosta" hacen pie en esta historia que le suma venganza y hasta se anima a coquetear con el terror. El Dr. Steven Murphy (Colin Farrell) es un cirujano con una vida que parecía perfecta. Tiene dos hijos, y está casado con Anna (Nicole Kidman), también médica. Steven comienza una relación de amistad con Martin (Barry Keoghan), un joven de dieciséis años, que en verdad esconde un oscuro secreto. Es el hijo de un paciente que Steven no pido salvar durante una cirugía, y ahora busca venganza. La sangre, con sangre se paga. Ojo por ojo. Martin quiere que Steven pase por el mismo sufrimiento familiar, y lo que hace es trabar una maldición sobre Anna y los hijos que los lleva a sufrir parálisis, hasta que Steven reconozca su mala praxis. Lanthimos y el co guionista Efthymis Filippou nos hablan de todo. De los vínculos familiares y la obsesión por protegerlos, de la venganza ciega, del orgullo del ser humano que imposibilita reconocer un error sobre su pericia, de la dificultad de la ciencia en reconocer un hecho sobrenatural, y de las actitudes inconscientes ante actos desesperados, entre otras temáticas. Como dice el dicho, el que mucho abarca… "El sacrificio del ciervo sagrado" es una propuesta dispersa. Si bien su premisa pareciera abocarse a un film de género Lanthimos pareciera tener que cumplir con los seguidores del culto que se formó a su alrededor por los dos films citados anteriores, y entrega un esquema ampuloso, que discurre entre dilemas filosóficos y planteos para un análisis superior. La intriga de "El sacrificio del ciervo sagrado" no correrá tanto por su historia, como por su puesta apoyada en golpes de sonido, imágenes crípticas, y un ritmo lento pero que en determinados momentos aprieta las perillas para crear tensión. El método de dirección actoral de Lanthimos pareciera ser el de realizadores como Kubrick y Hitchcock, llevar al extremo a sus colaboradores. Se desprende un nerviosismo entre las interpretaciones que se contagia al espectador que no da respiro, pero también agobia." El sacrificio del ciervo sagrado" pareciera ser esos films de transición, casi como una carta de (nueva) presentación. Por un lado apuesta por lo artístico, por no seguir los caminos fáciles, ni construir un relato tradicional. Pero en comparación a sus dos propuestas anteriores más conocidas, se trata de algo más tradicional, sin tantas sublecturas, entramados, ni escenas incómodas. ¿Un film para para las premiaciones? Quizás. Yorgos Lanthimos satisface a sus fans, permite que su culto siga creciendo, y también pareciera dispuesto a que nuevos seguidores ingresen en su mundo. Sin dudas, aunque "El sacrificio del ciervo sagrado" no sea su mejor film, se trata de un realizador con mirada propia y un universo muy interesante para contar.
En el fondo del mar nadie te oirá gritar Desde el clásico atemporal Tiburón hasta el éxito reciente de Miedo profundo, los espacio abiertos y desolados con agua, y los peligros que la asolan, incluyendo buena presencia de escualos, han sido un clima ideal para crear películas muy efectivas en transmitirle al espectador la desesperación de los protagonistas. A 47 metros se inscribe dentro de ese rubro, pero intentando darle una vuelta de tuerca bastante original. En realidad, es más equitativo comparar A 47 metros con el recordado film de 2003 Mar abierto, o el film alemán A la deriva que intentó hacerse pasar como primera secuela de esta. Gente que por determinadas circunstancias queda varada en medio del océano, sin ningún barco cerca ni lugar para ampararse, y con algunos tiburones circulando por la zona. Es más, la tercera entrega de esa “saga” Cage Dive tiene un argumento bastante similar al de A 47 metros. ¿Cuál es esa vuelta de turca que diferencia a A 47 metros de otras propuestas similares? La posibilidad de crear una atmósfera de claustrofobia aún dentro de algo tan abierto como la inmensidad del mar. Ah, y por supuesto, el hecho de que en vez de estar flotando están sumergidos en el fondo. Estas diferencias hacen que la desesperación para el espectador sea mayor, y se presenten una serie de alternativas nuevas que el film aprovecha. El lado profundo del océano Lisa y Kate (la cantante/actriz Mandy Moore y Claire Holt, respectivamente) son dos hermanas que se encuentran de vacaciones en las playas de México. Como propuesta exótica deciden probar la experiencia de explorar el fondo del mar en la zona de tiburones, por supuesto estando ellas dentro de una jaula “impenetrable” para los peces, siendo guiadas desde un barco. Todo hubiese sido una linda experiencia para sacar fotos de no haber sido porque ocurre un accidente: la jaula o cabina se atasca, el cable que la sostiene en la superficie se corta, quedando ambas hermanas atrapadas dentro y sin la posibilidad inmediata de ser rescatadas. Desde arriba del barco, el marino interpretado por Matthew Modine parte en busca de un rescate; mientras, ambas hermanas deben aguantar. Claro que una cosa es decirlo, o escribirlo, y otra es vivirlo. Ambas chicas deberán soportar no solo la posibilidad de que el tiburón las visite, sino la escasez de oxígeno, otras amenazas marinas y, como si fuese poco, la posibilidad muy latente de que pasado determinado tiempo la presión del agua provoque en sus cerebros daños irreparables. Con todo esto, la tensión en A 47 metros está asegurada. El mar en frasco chico En realidad, este décimo film del hasta ahora ignoto Johannes Roberts, tiene una génesis bastante particular. Financiado de forma totalmente independiente en 2016, tuvo en su momento un estreno online con el título de In the Deep. Simultáneamente a ser lanzado en streaming y DVD, otra compañía se hacía con los derechos de distribución y se decidía a guardarlo para su estreno en salas al año siguiente, el cual resultó todo un batacazo de éxito, cambio de título mediante a 47 Meters Down. Este detalle que parece anecdótico y hasta creó el objeto de culto de algunas pocas copias en DVD con el título original, en realidad nos habla también de que A 47 metros fue concebido como un film de plataforma de video. Claramente se nota que estamos frente a una propuesta chica, que hace uso de la cámara en mano (las turísticas que permiten filmar bajo el agua), con pocos actores y casi una única locación estática, Sin embargo, el logro de Roberts es transformar estas limitaciones a su favor, haciendo que esa estructura colabore en la sensación claustrofóbica correctamente lograda. A 47 metros tiene picos de tensión y nerviosismo, y permite que el espectador se ponga nervioso junto a las protagonistas (dos actrices con bastante química entre sí). También es justo decir que el guion se toma ciertas libertades, que no todo cierra perfectamente y hay varias inverosimilitudes, pero todas soportables dentro del juego que se propone, escapando a un rigor documentalista, abrazando el mero entretenimiento. Roberts, que viene de films de video bastante pobres y de la impresentable El otro lado de la puerta, logra aquí un trabajo correcto, sabiendo dosificar bien las escenas para crear un ritmo nervioso pero que no agobie. El futuro lo encontrará dirigiendo la ya anunciada secuela de esta, y la por fin concretada secuela de Los Extraños, pareciera ser un nombre que comienza a notarse. Conclusión A 47 metros no pretende ser un nuevo clásico del cine de altas profundidades, pero con su vuelta de tuerca y su nerviosismo bien dosificado dentro de una propuesta chica, consigue el entretenimiento buscado que nos mantendrá aferrados a la butaca. Bastante para esta propuesta.
Un oso suelto en la ciudad En 1958, el inglés Michael Bond publicaba el libro infantil A bear called Paddington, y de esa manera entregaba al mundo el legado de una criatura que, sobre todo en ese país, ganaría muchísima popularidad en base a una estructura sencilla y personajes entrañables. El oso proveniente del más recóndito y oscuro Perú (sic) era adoptado por la familia Brown y pasaba a ser uno de los más corteses ciudadanos de esa ciudad bastante apática y “a las apuradas”. Paddington se convirtió en ícono popular presentando una inmensa cantidad de series de libros, tres exitosas series animadas, una famosa tienda de obsequios londinense fundada en 1972, una realización en stop motion, y hasta cuenta con apariciones en canciones, y promociones de productos varios, como la conocida mermelada Robertson, la preferida del personaje. Con toda esta popularidad era inexplicable cómo aún no había sido llevado a la gran pantalla. Esta omisión se remendó en 2014 cuando Paddington de Paul King finalmente se estrenó, con un elenco de maravilla que incluía una villana Nicole Kidman entregando uno de sus mejores roles en los últimos años. Los típicos prejuicios que perduran sobre el arte dedicado al público infantil, hicieron que las expectativas sobre Paddington fueran más bien medidas. Expectativas ampliamente superadas: Paddington no solo es un encantador film infantil, es una comedia brillante y -sin titubear- una de las mejores películas de aquel año. El éxito fue inmediato, la palabra secuela era evidente. Brown, Paddington Brown Quizás la fórmula del éxito de Paddington sea su realizador, Paul King. Un hombre que viene del mundo de las mejores comedias televisivas inglesas (y ya se sabe del prestigio que estas tienen), además de haber dirigido previamente la también brillante Bunny and the bull. Afortunadamente todo el equipo está presente en Paddington 2. Resumidamente, si para la primera se veía algo de Stuart Little, Paddington 2 cambia y se afianza en la mejor tradición paródica del cine de espionaje y robos inglés. Esta vez el disparador ya no será encontrar su lugar en el mundo, la familia ideal ya la tiene en el hogar de los Brown. Ahora desea encontrar un regalo de cumpleaños para la tía Lucy que justo cumple un siglo de vida. Esa búsqueda lo llevará a una tienda de antigüedades en la que se encuentra un libro muy particular con pistas de un tesoro. Cuando el libro desaparezca, nuestro querido Paddington se convertirá en el sospechoso número uno del robo. Como una suerte de sub-trama, previamente Paddington va a realizar todo tipo de tareas para poder comprar ese libro troquelado que quería para su tía. Los Brown deberán trabajar en equipo para ayudar a Paddington, quien debe afrontar una vida en prisión, desbaratando los planes del nuevo villano interpretado por Hugh Grant. Me das cada día más Paddington 2 habla del trabajo de equipo, de la importancia de ser noble y hacer el bien, y por supuesto de mantener la contención de la familia. Pero a diferencia de otras propuestas infantiles que machacan sus mensajes como si fuesen mantras para niños, Paddington 2 apuesta a la inteligencia, a dejar caer qué es lo que quiere decir pero arropándolo en un marco muy atractivo. No hay una apuesta a las referencias pop, al montaje rabioso, el ritmo furioso, o el humor de doble sentido, como se viene marcando tendencia en los últimos años. Paddington 2 sigue la tradición de la comedia inglesa, apuesta al mejor humor físico, a la comedia de enredos y al diálogo de respuesta rápida e inteligente. No entiende al cine infantil como algo menor, equipara de igual a igual, y es ahí donde gana en todas las edades. Este “cambio” hacia la comedia de misterio, permite que Paddington 2 evolucione de su primera parte y hasta pueda superar lo que ya parecía perfecto. Al contrario de seguir la regla de la secuela por obligación de ofrecer más de lo mismo, amplia el espectro con algo distinto y superador. La interacción con los personajes CGI es perfectamente natural. Cada aspecto de los rubros técnicos, desde el detalle de la fotografía al montaje de comedia clásica, y la banda sonora, se destacan. Sally Hawkins, Hugh Bonneville, Julie Walters, Jim Broadbent, Peter Capaldi, Hugh Grant: la crema de la crema del seleccionado interpretativo inglés se encuentra en Paddington 2, y todos están acordes a la excelencia de la propuesta. Si a esto le sumamos la posibilidad de verla en idioma original, nos topamos con las voces de Ben Wisham, Imelda Staunton, Michael Gambon. Como dato, el doblaje al español, con la colaboración de Nicolás Vázquez, también resulta muy creativo, como para tener dos opciones diferentes. Conclusión Paddington 2 de Paul King refuerza las ideas del primer film y mejora la propuesta aún más, ofreciendo un film de calidad que atrapa al público infantil tanto como a los adultos. Cuando algo se hace en equipo, con pasión y deseos de dar lo mejor, todo sale bien.
El cuarto film de Xavier Gens, "La crucifixión", toma un supuesto caso real para plantear una típica película de exorcismos más solemne que en otras ocasiones. El director galo Xavier Gens tomó fama cuando en 2007, su ópera prima La frontera del miedo se convirtió en uno de los emblemas del nuevo terror francés; aquel que apostaba al gore, las escenas de alto impacto, y un ritmo/montaje rabioso. Tres films después, algo pendulares, nunca alcanzando el nivel de aquella, pasando por la acción, presenta "La Crucifixión" con la que se anunciaba su vuelta al terror más puro. Una película de exorcismos. Si tenemos en cuenta que, la que para un amplio sector, es la mejor película de terror de todos los tiempos – "El exorcista" – pertenece a este género, y cuenta con el mito de que varios espectadores huyeron despavoridos y aterrados de sus proyecciones; "La crucifixión" tenía una buena base para crear el clima de sugestión correcto. Por otro lado, también sabemos que los exorcismos y las posesiones son caldo de cultivo para el cine más estilo clase B, con bajo presupuesto, hectolitros de sangre, y cierta incoherencia que para los fanáticos puede resultar entretenida. Ni una cosa, ni la otra. "La crucifixión", un poco como la recordada "El exorcismo de Emily Rose", se planta en la solemnidad del rótulo incierto de "Basada en hechos reales", para intentar crear una historia verosímil, casi documentada, sobre un caso que, pudo o no haber incluido sucesos paranormales. Así como la historia real de Anneliese Michel insipiró "El Exorcismo de Emily Rose" y la alemana "Requiem" (que buscaba darle una explicación más lógica y racional), el conocido como Exorcismo de Tanacu, o la historia de la monja Maricica Irina Cornici, también tiene dos versiones fílmicas. En 2012 el rumano (lugar en el que ocurrió el caso) Cristian Mungiú presentaba "După dealuri", lógicamente más dramática y terrenal, como podría esperarse del director de "Cuatro meses, tres semanas y dos días", y de un film en competencia del festival de Cannes. "La Crucifixión" retoma ese hecho desde una postura más de género, pero también como si fuese una crónica. Los guionistas Chad y Carey Hayes (mismos de ambas "El conjuro", entre otras) le otorgan el punto de vista a Nicole Rawlins (Sophie Cookson), algo así como el paralelismo de la abogada que encarnaba Laura Linney en Emily Rose, la mirada externa, incrédula, que vivirá la experiencia para creer o reventar. Nicole es una periodista, típica ávida en conseguir una noticia que le permita ascender, que deberá investigar el caso de un sacerdote que fue encarcelado en Rumania, acusado de haber crucificado y asesinado a la monja Adelina Marinescu (la Maricica Cornici ficcional) durante un proceso de exorcismo rara vez permitido por la Iglesia Católica. Ella viaja a Rumania y comienza a relacionarse con el hecho, a recolectar información, manteniendo su postura de periodista profesional que busca la racionalidad de los sucesos. Lógicamente, a medida que Nicole se involucre más y más en la historia de Adelina, comenzará a sentir ella misma la posesión de la que tanto mencionan. Los Hayes y Gens estructuran el relato a través de flashbacks continuos, que nos llevan a la historia de la monja, su posesión demoníaca y su exorcismo; y la investigación de Nicole, y los acontecimientos que ella misma vivenciará. Este ir y venir en el tiempo, Gens lo utilizará para ir creando clima a través de los clásicos jump scares, en su mayoría falsos. La mayor cantidad de escenas de “miedos reales” las encontraremos en los flashbacks de Adelina, apuntando a cierta adrenalina escénica de crear impacto con gritos, sonidos fuertes, y una cámara sucia; pero nunca eleva al juego a un temor fuerte. La historia de Nicole por sí misma nunca termina despegar y generar un interés real, como sí lo hacía Emily Rose con su protagonista que se debatía entre la moral de su profesión y lo que veían sus ojos. Nicole es una simple reportera, casi una guía turística de lo que "La crucifixión" nos quiere contar. El ritmo impreso tanto desde el montaje, su banda sonora, como desde lo argumental, es más bien solemne; buscando que el espectador crea en la realidad o veracidad de lo que ve. Al tener a una periodista como eje movilizador y punto de vista, más de una vez pareciéramos asistir a un largo informe sensacionalista, o a esos programas de canales documentales que manipulan ciertos hechos para causar algún impacto. Siempre manteniendo una visión religiosa en primer plano. No obstante, pese a cierta quietud, y a no generar la suficiente cercanía con sus personajes (en lo cual, las interpretaciones no ayudan), "La crucifixión" no llega a aburrir, y si no se busca saltar de la butaca ni estar aferrado a puro nerviosismo de tensión, es un producto que puede llegar a resultar satisfactorio. El subgénero de exorcismos ha dado mucha tela para cortar de toda clase. "La crucifixión" es una prueba de algo ya visto y conocido, que intenta buscar nuevas formas, aunque quizás no sean las correctas. Queda el plus para nosotros espectadores argentinos de observar los momentos en que aparezcan los locales Javier Botet (y otra de sus creaciones monstruosas) e Iván González.
Indiana España No es ninguna novedad que el cine de animación más comercial suele basarse en grandes éxitos del cine live action o en íconos de la cultura popular, tomarlos en solfa y llevarlos al punto de una adaptación paródica para el público infantil. En 2012, Tadeo el explorador perdido fue un claro ejemplo de esto. Una película que tomaba la saga de Indiana Jones como referencia y realizaba todo tipo de humoradas alrededor de ella, de modo eficaz, chispeante, y divertido. (En realidad, llevó al largo dos eficaces cortometrajes previos con el mismo personaje). El asunto con aquella Tadeo el explorador perdido es que en verdad su título original era Las aventuras de Tadeo Jones, haciendo una clara referencia a la criatura de Steven Spielberg y George Lucas desde el vamos. ¿Cuál fue el problema? Que junto con la omisión del apellido Jones en el título, la copia que se presentó en varias partes fuera de España (su país de origen), y en particular en Latinoamérica, se “comía” muchas de las referencias directas que se hacían a las aventuras de Indiana. Además se remplazaba su audio original por otras voces y otros diálogos, con modismos latinos y plagados de referencias impostadas a una cultura latinoamericana totalmente ajena al espíritu de la película. Sí, Tadeo el explorador perdido fue un extrañísimo caso de un original muy valioso y una copia extranjera bastante mediocre. Ante el acercamiento de la parte 2, la duda era lógica: ¿sucedería otra vez lo mismo? La respuesta, tristemente, es un sí rotundo. El albañil y el llamado a la aventura Tadeo es un albañil con una vida bastante monótona; sus sueños de ser un gran arqueólogo nunca pudieron concretarse. Sin embargo, a partir de lo sucedido en la película anterior algo comenzó a cambiar, aunque sea por accidente. Ahora, Sara Lavroff, la arqueóloga y geóloga de la cual está enamorado, lo convoca a Las Vegas para ser uno de los asistentes a la presentación del nuevo descubrimiento realizado por ella: ni más, ni menos que el mítico collar del Rey Midas, el cual -por si lo desconocen- poseía la capacidad de convertir todo lo que tocaba en oro. La gema que permitía a Midas “orificar” lo que entraba en contacto suyo, fue dividida en tres partes luego de que accidentalmente tocara a su hija. Sara encuentra el papiro con el mapa para localizar esas tres partes, pero el maloso Jack Rackham y sus secuaces secuestran a Sara para hacerse con el collar. ¿Qué puede hacer Tadeo junto a Jeff (el perro) y Belzoni (el loro) sino ir en busca de su amada y defender la gema de las manos de los malvados? El argumento es válido y casi una excusa para poner a los personajes nuevamente en acción, frente a otra aventura con más riesgos que la primera. Tadeo Jones 2: El secreto del Rey Midas respeta las reglas básicas de las secuelas: más y más espectacularidad, sin perder el tiempo en tener que hacer una presentación de personajes. A este hecho que le otorga mayor ligereza y ritmo más frenético, sumémosle la incorporación de un nuevo aliado de Tadeo, Momia, el típico ayudante loco, torpe y gracioso, clásico de la animación de estilo estadounidense (en definitiva, eso intenta ser Tadeo desde el inicio). La animación es simple, colorida, redondeada, nada maravillosa pero correcta para un estándar que no se propone innovar ni mucho menos. El tono ofrece mucha comedia y quizás se apunta más a un público infantil que en la primera entrega. Pero ahí está lo que es en un principio, y lo que podemos ver nosotros en sala. Esta vez con menos escenas eliminadas: el asunto se limita más que nada al doblaje, que no traspasa la gracia del original español, sino que adapta al latinoamericanismo del caso, algo bastante irritante en varios tramos. Conclusión Tadeo Jones 2: El secreto del Rey Midas de Enrique Gato y David Alonso, es una secuela ágil, divertida, apuntada a un público más infantil, y con menos sorpresa que su original. La copia que se estrena en nuestro país con algunos cambios for export, termina inclinando -como ya había sucedido- la balanza hacia abajo.
Stand Up Love El estilo de espectáculo de comedia Stand Up es algo que en Argentina ya lleva un par de años de mucho éxito, y que está viendo nacer a toda una nueva generación de especialistas en el arte del hacer reír (eso si no contamos a su antecedente directo del Café Concert, con mucho más trayectoria aquí). Pero en Estados Unidos, el Stand Up Comedy sí es una verdadera tradición antiquísima. La inmensa mayoría de los comediantes actuales y de los últimos 30 años salieron de esa disciplina: el mítico Saturday Night Live tiene su origen en el stand up que -al igual que ocurre acá- permite a artistas/actores más o menos aficionados tener una oportunidad en el off para ser vistos y quizás dar el gran salto. Kumail Nanjiani es un actor de origen pakistaní, residente en Estados Unidos, salido del stand up. Allí cosechó la suficiente popularidad como para saltar a la comedia de HBO Silicon Valley y a prestar su voz para Adventure Time. Como la mayoría de esos espectáculos, el show de Kumail Nanjiani tiene mucho de autobiográfico, de satirizar con humor anécdotas de su vida. Un amor inseparable (The Big Sick), precisamente cuenta la historia de Kumail, mejor dicho su historia de amor con su esposa y escritora Emily V. Gordon. Amor vs. Tradición Lo narrado en Un amor inseparable es en realidad bastante simple. Kumail (el propio Nanjiani) nació en Pakistan, pero emigró con su familia a Estados Unidos. Una vez en “el país de las oportunidades”, decide hacer su propio camino, romper con el mandato familiar que lo llevaría a ser abogado y a mantener un matrimonio arreglado con alguien de la misma comunidad. Kumail no quiere ni una cosa, ni la otra. Él es “standapero”, realiza shows en bares, y junto a otros compañeros espera su oportunidad para ganar el concurso anual de esa disciplina y así obtener la ansiada popularidad. También quiere conocer una chica por sus propios medios. Claro, su familia no sabe nada de ello: el muchacho mantiene todo en secreto, respetando las leyes de la tradicionalidad. Emily (Zoe Kazan) va con sus amigas a presenciar el show y termina en una noche con Kumail. Lo que empieza siendo algo casual, comienza a ser frecuente. Pero, nuevamente, el tipo recurre a ocultar y no será del todo sincero con Emily. En medio del conflicto entre ambos y con Kumail decidiendo por cuál de los dos polos tomar partido, un hecho súbito lo cambiará todo; también variará el ritmo de Un amor inseparable. Como la vida misma Si algo destaca a Un amor inseparable de otro tipo de comedias románticas similares (más allá de un guion que no depara grandes sorpresas), es la naturalidad con la que todo es narrado y presentado. Por una vez el “Basado en una historial real” será no solo cierto, sino fundamental a la hora del resultado final. Kumail Nanjiani y la Emily V. Gordon reales son los encargados del guion de Un amor inseparable, ambos están narrando su historia y eso se nota en los diálogos, en la presentación de hechos y en la construcción de personajes. Todo resulta lo suficientemente realista, más sumado el quiebre que el film tiene en el medio, y que en otras circunstancias hubiese hecho a la propuesta mucho más edulcorada e inverosímil. Michael Showalter se ubica detrás de cámara, pero sin dudas Un amor inseparable es una película de Kumail Nanjiani. Al director pareciera sentarle bien las historias cálidas con personajes humanos que bordean el límite entre el drama y la comedia, como lo demostró en la aceptable Heelo, my name is Dorys. Su labor es correcta en mantener un ritmo constante y hacer que el film no se desoriente cuando abruptamente cambie el tono. Tampoco es un film de su productor Judd Apatow: el director de Ligeramente Embarazada suele recurrir a un contenido más áspero, a personajes que parecen adolescentes eternos, y a un humor -si bien no escatológico como el de los Hermanos Farelly- de trazo algo grueso o vulgar. Nada de eso hay en Un amor inseparable. Kumail Nanjiani se interpreta a sí mismo, por lo cual es lógico que “saque bien a su personaje”. Zoe Kazan es una contrafigura muy simpática, alejada de la típica enamorada de comedia romántica. Entre ambos nace una química que no hace pensar que la Emily real estuvo cerca en todo momento. Entre los secundarios, no podemos dejar de destacar a Ray Romano y a la siempre excelente Holly Hunter como los padres de Emily, quienes juntos o separados se roban unas cuantas escenas. Conclusión Un amor inseparable no sorprende por su originalidad ni por entregar una comedia de amplias carcajadas o momentos chispeantes. Quizás, como el arte del Stand Up, se trata de reflejar la realidad con cierta ironía y algo de nostalgia. Amena, realista, simpática, y correcta en su fluidez de tonos, es bueno que finalmente podamos ver este éxito en nuestra cartelera.