La ópera prima de Alejandro Gallo Bermúdez, "Encandilan luces: viaje psicotrópico con Los Síquicos Litoraleños", es un documental muy a tono con las figuras homenajeadas, un grupo musical que destaca por llevar el estandarte de la experimental. Siempre que se habla de música en el interior de país, lo primero que surge es referirse al folclore tradicional de cada zona. Los sonidos más autóctonos de nuestra tierra en un género que siempre mira con desconfianza los atisbos de renovación. Sin embargo, siempre el arte ofrece una mirada alternativa, subterránea, por afuera de lo más vistoso o conocido. El arte experimental existe en el cine, en el teatro, en la pintura, en todas las artes, también en la música. Nada define mejor a Los Síquicos Litoraleños que el término experimental. Realmente son algo inclasificable, diferente a lo establecido, que busca nuevos rumbos, y se maneja dentro de una corriente que nada tiene que ver con lo comercial. Es chamamé, el sonido clásico del litoral, pero un chamamé diferente a lo que conocemos como tal. Mezclan el chamamé con eso que se conoce como noise, sonido experimental si los hay, y el resultado es lo más parecido a un viaje sonoro. Oriundos de Curuzú Cuatiá, a 400 kilómetros de Corrientes Capital, esta banda formada por tres músicos son un mito, un enigma del que poco se conoce. Hay que buscarlos, indagar y descubrirlos para saber dónde se presentan ¿Quiénes son? Ese mismo interrogante se planteó Alejandro Gallo Bermúdez, quienes se lo cruzó en algún festival, los conoció y quiso dar con su huella. Una búsqueda que desencadenó en "Encandilan luces: viaje psicotrópico con Los Síquicos Litoraleños", entre otras cosas, una documentación durante nueve años en el recorrido de esta banda. Si en algo destaca aquí, es en encontrar el tono justo para adecuarse a ser un trabajo digno de la banda que homenajea. No, no es el típico documental musical en el que se conoce a una figura, se la entrevista, se repasa su vida, vemos fragmentos de shows y grabaciones, a otro músicos hablando de la relevancia o lo buena gente que son, etc. De hecho, les adelanto, saldremos de "Encandilan luces: viaje psicotrópico con Los Síquicos Litoraleños" sin saber demasiado bien quiénes son en realidad, Los Síquicos Litoraleños. En primer lugar, no hay entrevista a ningún miembro, apenas si se les puede ver la cara fugazmente, y algo se conoce de su figura. Se preserva esa figura de mito, de una entidad que va más allá de las personas. El film se divide en ocho capítulos y un epílogo, en los que cada uno presenta una temática. Temática que aborda los primeros minutos de cada capítulo para luego ir más allá, saltar, usar como un trampolín para hablar de otra anécdota que no guarda una relación directa con lo anterior. Hay una idea de caos, caos en el que el documental halla su forma y se siente cómodo. Nunca nos perdemos dentro del entramado que arma. No es solamente un documental sobre la banda, está plagado de figuras dignas del mito. Descubre el corazón de un pueblo con leyendas y viajes astrofísicos; respira de la cultura under a la que mira con respeto. Hay mucho de comedia, de no abordarse seriamente, pero siempre lo hace con respeto, nunca trata a los presentes como ridículos, sí como curiosidades. Estéticamente también absorbe de la cultura experimental. Utiliza diferentes métodos y formatos. Hay cultura de VHS, de cámara en mano y videocámara familiar. Hay fundidos, hay intertítulos. Hay imágenes oníricas, La sicodelia, con algo de vintage, expresada dentro de lo fílmico. En medio de todo esto queda una propuesta muy atractiva, llamativa, con muchísimos momentos destacables, y sobre todo, que consigue el objetivo. Dan ganas de descubrir más de ese mito. Dentro de la historia hay de todo, el surgimiento local, el despegue en festivales europeos, la vida privada del músico, las anécdotas risueñas, la banda rival con el típico aprovechador (que curiosamente después se presenta también brindando testimonio), periodistas de música que más que ser entrevistados leen notas a cámara – algo obviamente deliberado –; y una guía sobre cómo y qué hongos consumir. "Encandilan luces: viaje psicotrópico con Los Síquicos Litoraleños" es como un buffet en el que hay de todo para servirse. Alejandro Gallo Bermúdez más que capturar a las figurar, logró capturar el espíritu de esos artistas en su esencia. Una propuesta tradicional hubiese sido injusta con esta banda que eligió moverse por caminos que nada tiene que ver con lo masivo. Los Síquicos Litoraleños hacen la suya, "Encandilan luces..." claramente también.
La nueva película de Marco Berger, "Un rubio", no sólo lo reafirma como uno de los de realizadores actuales con mayor sensibilidad, significa un paso madurativo sobre su visión y su propia filmografía. Allá por 2009 cuando se estrenaba "Plan B", sin saberlo, estábamos asistiendo a una apertura temática dentro de nuestro cine. El cine LGBT+ en Argentina había tenido una suerte marginal hasta ese momento, con dos títulos icónicos ya avejentados como "Adiós Roberto" (muy cuestionable), y "Otra historia de amor "(anticuada, aunque revalorizada por la nostalgia), y algunos títulos sueltos como "Solos" de José Glusman, o "Un año sin amor". Aún era fuerte la presencia del gay estigmatizado, la caricatura de "Trolos, sordos y locas", "Apariencias", o "Atracción peculiar"; y el “de eso no se habla” de varias películas que disimulaban el tratamiento de un amor homosexual enmascarado como algo más (Safó). Con su tono de comedia amable canchera, y ese aire a BAFICI desclasado, "Plan B" fue disruptiva. No hacía un escándalo, ni intentaba hablar de una polémica con respecto a dos hombres que a través de un juego de engaños se descubrían enamorados. El cine LGBT+ había definitivamente llegado a nuestro cine, pisando fuerte, y para quedarse. A partir de entonces, no sólo aumentó considerablemente el número de películas con esta temática – y estilo similar más de una vez –, sino que se alzó con una figura emblemática, su realizador, Marco Berger; un tímido referente, personaje humilde que habla a través de su obra, y que, a partir de esta ópera prima, construyó una sólida carrera con permanente aciertos (vale mencionar que su cortometraje "El reloj", ya lo había puesto en la mira). Berger creó un estilo propio, películas sobre el deseo, sobre los juegos y las pulsiones, un erotismo implícito, y la cuestión de género para envolver algo más. Ahora, a diez años de aquel momento, el realizador de Mariposa da un paso más allá sin apartarse de su temática. Evoluciona y madura. Juan (Alfonso Barón) debe encontrar un nuevo compañero con quien compartir su departamento cuando su hermano debe irse. Inmediatamente encuentra a Gabriel (Gastón Re), un compañero de trabajo en la obra en la que trabaja. Gabriel se muda con Juan y entre ambos surge un compañerismo que pronto comienza con aquellos roces confusos a los que Berger nos tiene acostumbrados. Juan es mujeriego, anda con varias mujeres a la vez, tiene una relación no demasiado vinculante con una chica que deambula tranquilamente en el departamento, y expresa su virilidad junto a otros compañeros de trabajo y amigos que lo visitan. Gabriel es más centrado. Tiene una hija (Malena Irusta) que vive con la madre de él, está separado de su mujer que vive en el exterior, y también hay una chica (Ailín Salas) con la que mantiene algo no muy comprometido. Pareciera que Juan lo busca a Gabriel. Pero todo es raro, se exhibe desnudo, lo toca, se desinhibe, pero expresa tanta masculinidad heteronormada que es difícil saber qué le sucede. Tampoco está claro para Gabriel. Hasta acá podríamos hablo de otra Estilo Berger. Sin embargo, pasados los primeros veinte minutos se produce un quiebre, Como si se tratase de un cortometraje, lo que siempre veíamos en sus films llega ahí. Todas sus películas hablaban de ese deseo, del manejo de algo deseado, y no concretado; culminando en esa celebrada concreción. En Un rubio, esto sucede rápidamente, ¿y ahora qué? Si bien el cine de Berger es abiertamente de temática LGBT+, cada película se adentra en un género diferente. La comedia de enredos, el thriller, el drama social, el fantástico o existencial, la comedia situacional. "Un rubio" maneja los hilos del melodrama. Berger se adentra en la intimidad de esta relación que no sabemos en qué deparará. El punto de vista pareciera ser siempre el de Gastón, pero no descuida a Juan. A ambos personajes los muestra con matices, gamas, capas; nos plantea su psicología y las emociones que lo atraviesan. Esa pulsión entre lo deseado y complicado de concretar estará presente reconfigurado, en otro plano, más maduro. Quizás sea el mismo realizador que en su momento nos dijo YA hablemos de esto sin hacer tanto escombro, el que ahora nos plantea hablar de lo que sucede después, no quedarnos en el romance inicial y ver si realmente es sólo un romance, o si ese romance puede plantearse dentro de los códigos que impone Juan. Berger nos vuelve a cuestionar en "Un rubio", y lo hace desde la emotividad, la sensibilidad a flor de piel, presentándose nuevamente como uno de los realizadores que mejor sabe contar historias sensibles. No necesita de pesadas historias, de grandes acontecimientos, ni de un ritmo apabullante. Hace de la intimidad un mundo, del silencio el sonido más encantador, y de las oscuridades internas la luz más penetrante. Un rubio exuda erotismo, no solo en algunos planos explícitos que ya son marca registrada; en cada accionar, en cada gesto, hay naturalidad, hay provocación, un permanente juego desafiante. Esos primerísimos planos, los detalles, los juegos de luces, la respiración como diálogo; todo tiene algo para decir. Un rubio logra que nos metamos dentro de la historia de estos compañeros y sintamos con ellos, atravesemos su historia. Es un director sabiendo de lo que habla. Quizás por eso, su único punto no tan redondo, sean las contadas escenas en las que se expresan los compañeros de trabajo demostrando una masculinidad exacerbada algo remarcada. Un detalle menor que no afecta, y hasta puede ser interpretada como un simpático código interno. Gastón Re es pura emoción, actúa con su miradas, con sus poses, con su forma de decir, es imposible no sentir empatía por Gabriel, su excelente performance completa un trabajo de descripción de personajes presentado desde el guion. La química con Alfonso Barón es perfecta, y este actor logra hacer creíble un personaje difícil, conflictuado, con más capas subcutáneas de lo que a simple vista se ve. El descubrimiento del film es la pequeña Malena Irusta, suelta, simpática, y con un gran espíritu que logra plasmar en todas las escenas con Re. Berger es un excelente director de actores, y ahí vuelve a estar el principal acierto y pilar de su película. "Un rubio" presenta a un Berger maduro, que ya no quiere sólo jugar y seducir, busca algo más, se adapta a los nuevos códigos y les aplica su código para decirnos de ahora en más, quizás tengamos que hablar de esto. Drama, coyuntura, sensibilidad, pasión, y amor por el cine, "Un rubio" es otra gran propuesta de un director al que siempre hay que estarle agradecido.
Para su tercer largometraje, Gaspar Scheuer cambia su eje conocido, y nos presenta "Delfín", una historia sobre la marginalidad y los deseos de salir adelante, retratados desde una óptica cálida, sin golpes bajos. El Nuevo Cine Argentino nacido a fines de los ’90 tuvo su base en historias de la marginalidad, principalmente urbana, del Conurbano Bonaerense, pero también algunas en el interior del país. Un retrato crudo, descarnado, sin maquillaje, de una generación joven perdida, presa de la situación creada por las políticas de esos años. Gaspar Scheuer pertenece a una generación posterior a aquella del NCA, por lo menos en cuanto a dirección se refiere. En 2007 estrenaba su ópera prima, "El desierto negro"; y en 2012 el segundo opus, "Samurai"; ambos excelentes films con algo de western criollo, con una fuerte impronta estética. Ahora, es el turno de "Defín", una propuesta diferente a sus dos primeros films, una historia sobre la pobreza, sobre el sector de la población que no miramos, sobre sueños imposibles, y las dificultades de la rutina. Podría ser un guiño hacia aquel NCA; desde su premisa podía pensarse eso. Pero no, Scheuer traza su propio camino, quizás con reminicencias a la generación del ’60, y un cine relativo de los ’80. No, esto no es Liberen a Willy, Flipper, o Winter; Delfín es sólo un sobrenombre, no hay ningún animalito digno de Mundo marino. Delfín es un niño de 11 años que vive en un pueblo muy chico, cercano a Junín. Ahí vive con su padre al que ayuda económicamente haciendo la entrega de una panadería. La madre está ausente, y Delfín más de una vez se carga la situación al hombro. Su padre apenas puede mantenerlos con un trabajo muy mal pago, y la ayuda de Delfín es esencial. También hay un cobrador que quiere desalojarlos, y al que Delfín enfrenta debidamente. Pero claro, por más que se vea obligado a tomar actitudes adultas, Delfín es un niño, y como tal tiene deseos púberes, es aventurero (a su modo y alcance), y soñador. ntre ir a pescar con sus amigos, y espiar a una maestra por la que siente una naciente curiosidad; tiene también la afición por la música. Un maestro de música le enseño a tocar un instrumento. Lo lógico sería una guitarra, una flauta, o algo más accesible; no, el corno francés ¿Cómo hace un chico en su estado para desarrollar ese placer por el corno francés? Se entera que pronto harán audiciones para la orquesta infantil local. Local es un decir, porque están alejados de todo, y poder audicionar para esa orquesta le lleva una larga e imposible travesía. Claro que para alguien acostumbrado a pelear por cada cosa mínima que quiere, imposible es relativo. Delfín planea una estrategia para llegar, y eso arrastrará a su padre en algo que terminará cambiando el destino para siempre. El planteo de una infancia en el interior del país, con códigos tradicionales, calmos, simples, alejados de la vorágine y el desapego urbano. Al igual que la reciente y también muy satisfactoria Hojas verdes de otoño, Delfín elige la óptica de la inocencia infantil. Aquella capaz de ver luz aún en la oscuridad más penetrante. Si bien no hablamos de un relato fácil, ni de una situación plácida; Scheuer elude cualquier tipo de golpe bajo y plantea siempre una postura esperanzadora sin convertirla en inverosímil. Es deudora de algún Favio, también de algún Miguel Pereira. Pequeñas historias de los olvidados retratados desde la base, con simpleza, cercanía, y muchísimo corazón y espíritu. En varios planos, en algunas puestas de luces, sigue notándose la presencia del director de "Samurai" y "El desierto negro". También en el cuidado trabajo de sonido. Rubros en los que Scheuer es más que experto y sabe trabajar con recursos medidos al máximo. Al contrario de lo que podríamos pensar, de la angustia pasamos a una sonrisa, y lágrimas emotivas; hay mucha ternura y vida detrás y delante de Delfín. Cristian Salguero, conocido por la serie "Un gallo para Esculapio", hace un gran trabajo como ese padre que parece hosco, pero guarda un gran cariño hacia su hijo. Pero acá la estrella es Valentino Catania, el niño que le pone el alma a Delfín; y logra un trabajo increíble. La química entre padre e hijo, en realidad de Valentino con todo el elenco, es un aporte inmenso para que Delfín cale hondo. No esperen sobresaltos, no busquen un ritmo apresurado, ni sucesos que vayan a asombrarnos por su grandilocuencia. Delfín es una propuesta de pequeños, y gigantes emotivamente, momentos. Una semana en la vida de un chico que derriba uno a uno todos esos abominables conceptos de meritocracia. Delfín, niño y película, merecen toda la suerte del mundo.
La segunda película de Claire Burger, "El verdadero amor", es un cálido y equilibrado relato sobre un hombre respondiendo al mandato de encargarse él solo de sacar a su familia adelante. En épocas en los que las cuestiones de género y feminismo están en la coyuntura mundial, no sólo los roles femeninos, sino también los masculinos son revisados y adaptados a la actualidad en la gran pantalla. En 1979 "Kramer Vs Kramer" hizo historia por varios sentidos. Por un lado algunos la consideran una injusta ganadora del Oscar. También fue el film que vio despegar la carrera de Meryl Streep. Pero lo que más revuelo causó fue precisamente ese rol interpretado por la actriz de "La decisión de Sophie". Una mujer que abandona a su marido con su hijo pequeño para desarrollar su vida en libertad, y que años después regresa reclamando la custodia del menor. En el film de Robert Benton, la mujer era condenada, claramente era la villana ¿Hoy en día podría contarse una historia así? En "El verdadero amor", Claire Burger nos cuanta algo que tiene algún (lejano) punto de contacto con aquella película, claro, desde otro ángulo. Mario (Bouli Lanners) fue abandonado por su esposa Armelle (Cécile Rémy-Boutang). Al dolor por el abandono, le suma tener que lidiar con dos adolescentes hijas que quedaron a su cargo. Frida (Justine Lacroix), tiene 14 años, y permanentemente lo culpa por el abandono de la madre. Niki (Sarah Henochsberg) es algo mayor, tiene 17 años, apoya a su padre; pero vive la transición a la adultez, y le quema el deseo de marcharse del seno familiar. Mario hace lo que puede, intenta seguir adelante, pero le cuesta, quiere lidiar con todo, y está sobrepasado. Aún tiene la esperanza de que Armelle se arrepienta y regrese. Pronto le llegarán nuevas noticias que caerán como un balde de agua fría, ella ha conocido a otro hombre ¿Qué va a hacer Mario? ¿Será el detonante para finalmente dejar ir? No, seguirá esperando. Burger se aparta del estilo francés frío y distante. Tampoco cae en la liviandad de la comedia de enredos que también formó el país de Francis Veber. "El verdadero amor" se inclina por un tono ameno, por la comedia dramática, por posar la mirada sobre los personajes más que sobre la historia misma. A diferencia de "Kramer Vs Kramer", "El verdadero amor" no juzga, no se detiene a juzgar a Armelle por su decisión, y si lo hace, será sutil y abierta, dejará que sea el espectador quien saque las conclusiones. La mirada está puesta sobre otras cuestiones. Mario debe hacerse cargo de un mundo nuevo. No sólo el de la “soltería”, no solo aprender a no aferrarse a lo que se terminó; debe aprender a lidiar con dos adolescentes mujeres, que le plantean problemáticas propias de una mujer a esa edad. Mario es lo que tienen Frida y Niki, y entre los tres deben aprender a decodificarse. Burger irá planteando diferentes puntos de vista, y en este sentido, si bien el ritmo es tranquilo, aunque no lento, puede sentirse abrupta en determinados tramos, o falta de algo de profundidad. Quitando esta liviandad deliberada, buscada dentro de un foco de ternura y calidez, "El verdadero amor" presenta una historia muy humana, que intenta hacernos comprender el accionar de todos sus personajes. La decisión de correrla de París, también es acertada, y permite una mayor empatía y verosimilitud con lo presentado. Burger se luce también como directora de actores. Bouli Lanners hace un gran trabajo como Mario, este hombre rígido, quebrado, que debe reconstruirse para comenzar de nuevo, y darse cuenta que mucho de lo que creía no era tal. Burger muestra todo su recorrido desde su esquematismo inicial, hasta su renacer frente a nuevos paradigmas. También permite una gran química con Lacroix y Henochsberg, dos jóvenes actrices que llenan de color a sus personajes, y están siempre en sintonía con quien hace de su padre. La directora de "Party Girl" logra otra propuesta que penetra no tanto por su peso narrativo, ni por la contundencia de sus planos. Nos entrega una película chica, humana, identificable, con una mirada actual, y para un público amplio. Probablemente no trascienda históricamente, ni deje una huella imborrable; pero logra lo que se propone, hacer que el público al que va dirigida tenga un momento de cine como la vida misma.
Las Facultades: hora de la verdad Todos los que pasamos por una carrera universitaria sabemos lo que se siente. Es diferente a las pruebas en un colegio donde pareciera haber un grado más de libertad, y nuestra propia irresponsabilidad le quitaba (algo) de puja al asunto. Por más que hayamos estudiado mucho, por más que conozcamos el temario completo como la palma de nuestras manos, llega la hora de rendir un parcial y la cosa se pone difícil. Más si es un examen oral. El papel pareciera darnos algo de impunidad. Pero estar ahí, cara a cara frente al profesor, haciendo uso de nuestra espontaneidad, exponiendo nuestros temores en vivo y directo, lleva a valernos de nuestra presencia para que además de conocimiento expresemos confianza, y por qué no, la existencia de un posible pánico escénico. Un parcial/final oral, puede ser una experiencia traumatizante para cualquier alumno facultativo. Algunos lo llevan hasta el extremo de no pensar en un futuro ante la eventual posibilidad de “fallar”. Sabiendo que el cine puede ser reflejo de muchas realidades, más si hablamos de cine documental, resulta una experiencia particular de la que se vale Eloísa Solaas para encarar su ópera prima Las Facultades. Vos, yo, (una cámara) y un salón vacío; pensalo Nadie puede negar la originalidad temática de Las facultades. Ahí cuando el género documental puede “repetirse” en denuncias sociales, homenajes a vidas particulares o sucesos extraordinarios, Eloísa Solaas opta por posar su mirada frente a un hecho puntual, casi rutinario, hasta naturalizado. Un puñado de alumnos y un puñado de profesores. De algunos vemos cómo se preparan previamente estudiando, y a otros ya los vemos directamente frente al momento decisivo del examen. Universidades públicas y privadas, de alto rango o de acceso más popular. Medicina, Derecho, Agronomía, Arquitectura, Filosofía, Cine, Música, entre otras. Diferentes facultades, diferentes carreras, y diferentes profesores ¿La reacción de los alumnos es ecuánime? Una vez que asimilamos la temática de Las facultades podemos pensar que su premisa podría ser el disparador para múltiples planteos que vayan más allá de ese momento crucial de rendir un examen. Lo que habrá que ver es si Solaas focaliza en esta apertura de planteos. La oferta es amplia. Hay alumnos más notoriamente preparados que otros, así como también profesores más abiertos que otros. Las facultades va trazando un mosaico con diferentes muestras y ejemplos. Primero nos da un pantallazo general de cada uno, y ahí ya podremos ir viendo, o adivinando, el futuro de ellos, si aprobarán o no. Luego (en algunos) ahondará. Hay una estudiante de botánica muy nerviosa, que ante el olvido de alguna/s palabra/s se desmorona como un castillo de naipes, y si bien la profesora tratará de ser comprensiva, cada vez se hunde más y más. Un alumno de anatomía que surfea diferentes preguntas frente a un profesor que parece buscarle su punto débil. Una alumna de historia del cine que viene a rendir libre luego de un par de años, y ya eso pareciera mal predisponer a un profesor algo absolutista. Veremos a la conocida actriz María Alché, también alumna de filosofía, confiada, canchereando su conocimiento frente a un profesor con el que termina teniendo algo más parecido a un debate entre eruditos que un examen. Pluralidad y puntualidad Un poco de todo ¿Y mucho de nada? Entre otros ejemplos, hay dos testimonios que destacan, en los que Las facultades se pudo concentrar para haberse enriquecido como un contrapunto. Justamente los dos testimonios son sobre derecho, más precisamente derecho penal (aunque uno sería procesal penal). Por un lado, un profesor muy sobrador, en rol estrella (consciente de la cámara), que examina un rol playing sobre un juicio penal en el que dos grupos de alumnos hacen las veces de defensa y fiscalía. Un detalle: el grupo de defensa son de tez morena, notoriamente humildes; y la fiscalía la integran chicos rubios, probablemente de mejor posición económico social. El profesor se pondrá puntilloso con la defensa hasta hacerlos entrar en nervios y casi ridiculizarlos; y será más laxo y amable con los fiscales. Por otra parte, una profesora toma examen a un alumno que estudia derecho en una cárcel y está a punto de obtener su libertad. Entre los dos arman un diálogo social muy potente y humano sobre la situación carcelaria y la posibilidad de cambiar el sistema. No se sabe quién es el profesor y quién el alumno, los roles se desdibujan porque el alumno le aporta la experiencia y la profesora está dispuesta a intercambiar con él de igual a igual. Cada vez que Las facultades se centra en estos dos casos, la experiencia crece y enriquece en detalles. Por el resto, nunca termina de explotar o focalizar lo suficiente como para lograr trascendencia. La cámara es más bien estática, apenas si captura algunos gestos, siempre atenta al alumno (hay profesores a los que ni los vemos). Salvo algunos momentos en los pasillos (para mostrar las banderas de centro de estudiantes, pero sin decir nada puntual al respecto) o de preparación previa (Alché ya la cancherea desde antes de entrar al salón), lo que se ve es un foco puesto en esa intimidad alumno y profesor. Pensemos algo, si la idea es mostrar la tensión a la que es expuesto el alumno, ¿la presencia de una cámara y la consciencia de que su posible momento de trastabilleo o frustración será expuesto frente a miles de espectadores, no lo pone más nervioso? Curiosamente, por esa no presencia física de casi todos los profesores, pareciera cuidarlos más. Se nota también cierta manipulación en Solaas a la hora de elegir qué mostrar y qué no, qué momentos del examen presentar, y cuál dejar fuera de cámara. Un examen de piano aportará solo a modo de música incidental. Las facultades parte de una idea original y promete más de lo que termina entregando. Su premisa de una situación por la que muchos de nosotros pasamos, podía servir para hablar de las presiones sociales, de la exigencia universitaria y la posterior aplicación práctica, de las diferencias en escalas sociales, de la competencia entre alumnos, hasta para tratar cuestiones de género, entre otros puntos. Lamentablemente, salvo en algunos casos (no estoy tan seguro que lo conseguido con el rol playing haya sido buscado), termina siendo una propuesta más superficial que lo esperado.
El nuevo capítulo del superhéroe adolescente dentro del MCU, "Spider-Man: Lejos de casa", de Jon Watts, apela nuevamente a la comedia para contar una historia impropia y plagada de baches. 2016: después de muchas negociaciones y amagues, finalmente se concretaba el desafío de incorporar a Spider-Man dentro de la ligas de los Avengers. Es que en el universo comiquero, Spidey es de las cabezas del grupo y era una ausencia importante en las películas. Para los fans fue una alegría esa aparición en "Capitán América: Civil War", más teniendo en cuenta que de este modo se cerraba la saga del arácnido interpretado por Andrew Garfield que no había contentado demasiado. Lo que no se esperaba, es que, de este modo, Spider-Man comenzara a perder no sólo su autonomía, sino su protagonismo y personalidad, en las películas del grupo, y en las propias. Para el año siguiente a esa aparición llegaba "Spider-Man: De regreso a casa", y no sólo se cambió mucho de los elementos clásicos del personaje; sino que, como mínimo, tenía que compartir protagonismo con Tony Stark. La película establecía un vínculo paterno entre ambos, el hombre araña se apoyaba por todo en Tony, y estéticamente estaba más cerca de las películas de Iron Man. Además, el villano, si bien era un clásico de The Amazing SpiderMan, acá tenía un origen relacionado a las empresas Stark. Spidey era el Robin de Iron Man que War Machine nunca fue. En las siguientes dos Avengers, otra vez, su participación estuvo ligada a la relación con su mentor. Ahora, con Tony ya ausente, hay una nueva oportunidad, pero nos olvidamos de algo, hay que velarlo. "Spider-Man: Lejos de casa" vuelve con la dirección de Jon Watts y un estilo muy similar al de "De regreso a casa". Dentro del Universo Marvel en el que cada héroe tiene un rol asignado, el del arácnido es el del adolescente en clave comedia naïf. En aquella oportunidad, se aprovechaba la iconografía ochentosa de moda para encuadrarla como un homenaje a los films de estudiantinas estilo John Hughes ("Breakfast Club", "Ferry’s Bueller Day Off", "Sixteen Candles", "Weird Science", etc.). Ahora, el homenaje parece suceder en la otra vertiente de los films de Hughes, la saga "National Lampoon’s Vacation". Sí, Peter Parker (Tom Holland) se va de viaje. En algún punto entre la anterior película y esta descubrió que Mary Jane (Zendaya) es su gran amor, y se le quiere declarar ¿Qué mejor que hacerlo en el viaje escolar a Europa que van a hacer con todo el curso? Claro, Peter no es un adolescente común, y su deber como superhéroe terminará interviniendo en el viaje, aunque él no lo quiera. En "El hombre araña 2 y 3 (saga Raimi)", el personaje ya se planteaba la dificultad o imposibilidad de balancear una vida personal tradicional, con su alter ego super heroico, sin poner en riesgo a los que más quiere. Lejos de casa vuelve sobre el mismo dilema. Podríamos decir que es una constante del personaje, lo cierto es que en las oportunidades anteriores fue mucho mejor tratado. Nick Fury (Samuel L. Jackson), y Maria Hill (Cobey Smulders) contactan a Peter por intermedio de Happy (Jon Favreau) el asistente de Tony Stark; lo necesitan para frenar la amenaza de unos monstruos que arrasan con poblaciones enteras representando a los cuatro elementos esenciales (aire, agua, fuego, y tierra). En esa reunión, Peter conocerá a Quentin Beck (Jack Gyllenhaal) un representante de un universo paralelo, al que a través de los medios se conocerá como Misterio, y que colaborará en frenar a "Los esenciales". Claro, Parker sólo piensa en irse de vacaciones, duda en asumir su rol de héroe, y recibe una presión extra al sentirse heredero del lugar vacante que dejó Iron Man. Pero Nick Fury tiene planeado de alguna forma sumarse a ese viaje a Europa. En sus 130 minutos, "Spider-Man: Lejos de casa" se toma su buen tiempo para plantear una comedia de vacaciones con dos profesores tontines, clima de "Eurotrip" sin lo zafado, un viaje en avión que parece un homenaje al inicio de "Destino final", los compañeros con hormonas ardientes, Peter tropezando en cada intento por hablarle a Mary Jane, y hasta un tercero en discordia bien cliché. Fury, Happy, la Tía May, Hill, y otros, también se prestarán a la comedia. Una comedia que más de una vez corta el clima, y que rara vez resulta muy efectiva. Cuando finalmente la película de superhéroes comience a tomar cuerpo, mediante una vuelta de tuerca que intenta generar sorpresa torpemente (porque los fans ya conocen la historia, y porque la película lo adelanta demasiado), "Spider-Man: Lejos de casa" empezará a acumular cabos sueltos que nunca intenta atar, deja agujeros indisimulables, e intenta excusarlos bajo el lema “no importa, es una comedia”. Todo el tiempo que no se toma en resolver sus incongruencias (internas, y en relación a la película anterior), se lo toma en escenas expositivas, sobre explicativas, homenajes muy subrayados, y repeticiones hasta el cansancio. Pareciera que nunca confía en la capacidad de su espectador para comprender cuestiones básicas. Holland, Jackson, Zendaya, Favreau, y compañía parecieran divertirse, tienen química, se los ve sueltos, y haciendo lo suyo de taquito. Pero el contexto no los ayuda en nada. Misterio tiene todo para ser un gran personaje. Es importante en los comics, y en la película tiene un buen material que nunca desarrolla. Su arco termina pareciéndose a "Batman Forever", y otra vez, se lo modifica de modo tal de atarlo a Stark. "Spider-Man: Lejos de casa" es un funeral de más de horas para el personaje de Robert Downey Jr., es omnipresente, se lo referencia permanentemente, y se habla más de él que de la propia historia de Peter Parker. No importa los traumas de Parker, todo el dramatismo y la emoción pasan por si él ocupará el legado Stark. Héroes y villanos, todos unidos bajo el manto de una figura que le vuelve a arrebatar el protagonismo al que le da título a la película. Para remate, una de las dos escenas post créditos, terminan de configurar a Spider-Man como el hijo bobo de Iron Man. "Spider-Man: Lejos de casa" es molesta porque hay un potencial para ser una mejor película de lo que es. Un film sin peso propio, de transición, irrelevante, y consciente de su propia insignificancia al querer presentarse como una simple comedia.
Vida animal En 2010, Illumination Studios llegó para agregar algo de color y vivacidad al mercado de cine infantil animado en grandes ligas. Con Disney/Pixar reinando en cuanto a solidez de guion y avance en tecnología de animación, y Dreamworks liderando una vereda opositora marcada por el humor moderno (con las que perfectamente podían ser comedias live actions de la Nueva Comedia Americana), el trazo más simple, las referencias pop, y el montaje animado vertiginoso y videoclipero. Con Mi villano favorito, que justamente competía con la similar Megamente, lograron pisar fuerte, devolviendo el slasptick clásico y trayendo algo del espíritu de las caricaturas de los Looney Tunes y similares. Entre lo refinado y lo alocado. Nueve años pasaron. La empresa del ratón y la lámpara siguieron evolucionando en complejidad tanto técnica como narrativa; los del cielo con globos y el nene pescador lograron traspasar el interminable post/copia de Shrekhacia apuestas más contundentes, pero los creadores de los Minions parecieran haberse quedado en el molde, o no haber podido estar a la altura de las expectativas. En 2016 aterrizó uno de sus últimos éxitos, La vida secreta de tus mascotas, una descarada copia de Toy Story, que robaba todo de la película original de Woody y Buzz, y algo más de las dos secuelas, pero con animales en lugar de muñecos. No obstante, la fórmula rindió, y si bien no se convirtió en un clásico ni mucho menos, en taquilla los números cerraron permitiendo el estreno de esta secuela, La vida secreta de tus mascotas 2, justo la misma temporada en que estamos celebrando el arribo de Toy Story 4¿Cómo siguieron con sus vidas estos simpáticos animalitos “a espaldas” de sus dueños que los ven como simples mascotas? Veamos. Historias en la gran ciudad… y algo más allá ¿Se acuerdan del capítulo de Los Simpson, 22 short films about Springfield (22 películas cortas sobre Sprinfield)? Bart y Millhouse asomados en el puente, observando la rutina de la ciudad mientras varias historias transcurren alrededor de forma intermitente. La vida secreta de tus mascotas 2pareciera tener una estructura similar de mostrar varias historias en simultáneo, sin hacer pie en ninguna, quedando como una sumatoria de cortos. La diferencia es que en la serie es un efecto deliberado a modo de presentar un mosaico urbano, y hasta de alguna forma homenajear a Pulp Fiction, entre otras. En La vida secreta de tus mascotas 2pareciera ser más un efecto logrado por la imposibilidad de plantear algo concreto que justifique el largometraje. La vida secreta de tus mascotastenía la excusa de mostrar qué hacían nuestros animales domésticos cuando los dejamos solos, llevando una vida alocada a nuestras espaldas mientras buscamos otras explicaciones lógicas para justificar el desmán posterior. Para La vida secreta de tus mascotas 2 esa mirada por la cerradura a la intimidad de la soledad mascotera ya fue planteada, y no ofrecía novedades para seguir hurgando, por lo que había que ir más allá. En primer paso, olvídense de eso de hacerlo a espaldas nuestras: acá las mascotas se comportan de modo humano delante de nuestros ingenuos ojos ¿Borra eso el planteo del film original? Y sí, pero ese no será su mayor inconveniente. Mil intentos y… Los perros Max y Duke ahora viven juntos porque sus dueños se enamoraron y tuvieron un hijo. Al principio Max rechaza al bebé, pero al instante se encariña al punto tal de obsesionarse con él y querer protegerlo de cualquier peligro, ocasionándole urticaria. Esto solo ya hubiese alcanzado para contar una historia. Pero no, después la familia se va a un viaje de campo, y conoce a Rooster, un perro anciano más curtido que él. A todo esto, Duke fue relegado a menos que un segundo plano. El conejo Snowball ya no es un capo mafia, es más, nada sabemos de su pandilla, ahora es un dulce conejito hogareño que -cual Buzz Lightyear- juega con su dueña a los superhéroes y cree que realmente es uno. Toy Story nos demostró que con esto se puede hacer una película excelente. Pero no, después aparece una perrita, Daisy, que contacta para ir a rescatar un tigre blanco de las manos de un siniestro dueño de circo, y después no saben dónde ubicar al tigre, y después… etcétera. Por último, tenemos a la consentida perrita Gidget, que ya no es más alocada y ahora solo es una nena mimada; su amor imposible Max le encarga cuidar de una pelotita de goma, y esta, casi al instante la pierde. Para rescatarla acudirá a la gorda y desanimada gata Chloe para que la ayude a comportarse como un felino; esto es solo la primera parte de sus aventuras. Tres aristas que (casi) no se tocan, y que cada una irá cambiando de eje permanentemente. El resultado: un caos narrativo que no habla de nada en concreto, deja mensajes difusos, y se refugia en un humor repetitivo y muy poco efectivo. El carisma de los personajes está diluido respecto a la primera película, algunos cambiaron su personalidad antojadizamente. Lo único que se agradece es que, pese a tener un planteo tan variante, el montaje es menos vertiginoso y convulsivo que en la anterior. La animación, si bien es correcta y hay algunos fondos realistas, no presenta nada que la destaque de la media, o la ubique aunque sea a la par de sus competidoras más avanzadas. Chris Renaud y Jonathan del Valtienen poco para ofrecer en La vida secreta de tus mascotas 2, una secuela solo apta para quienes fueron a buscar más de lo mismo, sin ningún intento de superarse o variar en algo la propuesta. La sensación de excusa, de tratar de copiar el éxito, y no tener el ímpetu creativo para aunque sea crear un argumento sólido, es demasiado fuerte como para considerar que esto vale la pena.
La tercera entrega de esta saga spin off de "El conjuro", "Annabelle 3: Viene a casa", tiene para ofrecer lo que muchos se venían preguntando desde la primer película de los Warren ¿Qué pasaría si ese sótano plagado de objetos poseídos se liberase? No esperen mucho de la respuesta. No es tan común que las grandes productoras se jueguen por una película de terror a todo trapo, con un presupuesto considerable, y una maquinaria dispuesta a posicionarla como una película fuerte en la taquilla. Si lo hacen suele ser en base a un remake, adaptación, o un personaje ya probado (el caso de It que este año tiene a su secuela como una de las películas más esperadas y promocionadas). En 2013 James Wan lo logró, si bien se basa en personajes reales, "El conjuro" es una película de terror con argumento original, que se convirtió en un éxito rotundo, gozó de una fuerte campaña publicitaria, y se posicionó como un clásico moderno instantáneo del género. Antes de su secuela, llegó al año siguiente el primer spin off, basado en un personaje al que "El conjuro" le había dedicado su secuencia pre títulos, "Annabelle", una muñeca de porcelana (en la historia real es una muñeca de trapo estilo pepona) que sirve como conducto para un demonio que busca el alma de un niño. Con este spin off, comenzó lo que parece ser regla en el universo de "El conjuro". Cuando la historia es sobre el matrimonio Warren, las películas son buenas, cuando son spin off… Seis años después de esa apertura del universo, y a cinco de la primera película en solitario de la muñeca, llega "Annabelle 3: Viene a casa", la película que finalmente prometía lo que se esperaba desde el principio. Contar la historia, o una historia, de la muñeca, una vez que ya está en casa de los Warren. Como plus, nos dan otro caramelo, en el tagline del poster nos adelantan que todo lo que hay en la casa, todo lo que mora en ese sótano al que van a parar los objetos maldecidos recuperados por el matrimonio, será poseído ¿Qué podría salir mal de esta ecuación que nos ofrece lo que tanto queremos? Todo. En primer lugar porque Lorraine y Ed Warren (Vera Fármiga y Patrick Wilson, sí, son lo mejor y único bueno de la película) no son los protagonistas de la película, rápidamente dirán adiós, y de un modo bastante sonso. Volvamos a esa escena del inicio de "El conjuro" – podrían no verse ninguna de las anteriores películas de la muñeca –, Ed y Lorraine se llevan a Annabelle de la casa de esas estudiantes de enfermería. En el medio del viaje, sufren un altercado muy antojadizo, que los hará notar que Annabelle es una canalizadora de espíritus y demonios, despierta a todo ser sobrenatural que hay a su alrededor ¿No sabían ya eso cuando se llevaron la muñeca? En fin, no será algo que aporte mucho, pero nos alargará la presencia de estos dos queridos personajes. Ya en la casa, Annabelle es puesta dentro de una vitrina con un conjuro para mantener atrapado a su demonio. Podrían haberla puesto en algún otro lugar sin peligro de demonios alrededor, pero no importa. Pasa un año (detalle, en el medio ocurren los hechos de "El conjuro", mejor no indaguen mucho en la línea de tiempo), y los Warren se van de viaje, y dejan en la casa a Judy (que en la primera era interpretada por Sterling Jerins, y ahora rejuveneció en McKeena Grace; no importa) junto a su niñera Mary Ellen (Madison Iseman). Judy sufre de bullyng en el colegio porque se dio a conocer la actividad parapsicológica de sus padres (mejor dicho, de su madre, y de su padre acompañante), y además, ella también presenta pruebas de estar desarrollando los mismos poderes de Lorraine. La semana siguiente cumplirá años, y aparentemente nadie vendrá a su fiesta de cumpleaños. Mary Ellen, que es más buena y candorosa que un cachorrito indefenso, decide hacerle una torta y festejarle el cumpleaños por adelantado. En ese momento cae Daniela (Katie Sarife), una entrometida amiga de Mary Ellen, que perdió a su padre en un accidente, y quiere entrar al sótano con la esperanza de poder contactarlo en el más allá (La lógica de esto se la piden al guionista, no a quien escribe). Daniela logra quedarse sola en la casa aun siendo evidente que quiere entrar al sótano; entra, y sí, un par de situaciones arbitrarias más, y saca a Annabelle de la vitrina para dejarla ahí, tirada y libre para poseerlo todo. Fin del argumento y que empiecen los jump scares. Gary Dauberman debuta en la dirección con "Annabelle 3: Viene a casa"; pero es el responsable de los guiones de las anteriores "Annabelle" y de "La monja". Sus créditos no eran los mejores. También es quien adaptó la muy satisfactoria "It", pero se ve que el universo Warren no le sienta bien. Obviamente, el guion de esta entrega también lleva su firma. No sólo su impericia para resolver cuestiones simples de guion se repite, sino que se traslada también a una dirección de lo más rutinaria. Hay algún intento por imitar iconográficamente al terror de comienzos de los ’70 y los ’60; pero todo se reduce a ese juego de referencias sin alma como lo que hace "Stranger Things" con los ’80. Objeto, más no espíritu. Sumémosle que hay una catarata de efectos CGI, quizás más que en las anteriores, y su calidad es mediocre. "Annabelle 3: Viene a casa" es apta para mayores de 13 años. Olvídense de ver sangre, o escenas realmente cruentas. Todo se reduce a un susto por aquí, otro por allá, varios sustos falsos, unos grititos, una luz apagada, y los clásicos veinte minutos finales que son una montaña rusa rutinaria de jump scares que ya son marca registrada de los spin off de "El Conjuro" (si te conoceremos Dauberman). Antes de esa montaña rusa, hay varios sustos, pero abunda el aburrimiento. Las historias personales no interesan, no aportan nada. Hay algo de humor, no muy efectivo. Los personajes, sobre todo Daniela, son altamente odiosos, y no generan la menor empatía. Acá es donde el gancho del terror sesenta/setentoso se cae, aquel era terror de identificación con el personaje, acá todo nos importa nada. Las endebles actuaciones del conjunto (no cuenten en esto a Fármiga y Wilson, ellos son buenos, pero huyen) no ayudan. Hay un claro intento desesperado por encontrar al nuevo monstruo/objeto para un spin off, y hasta probablemente una descarada venta de un juego de mesa (que no les llame la atención si dentro de unos años tenemos "Feeley Meeley- La película"). También hay una búsqueda de gancho para una nueva generación de investigadores. Todo sea porque la cosa no se termine. Del aburrimiento general nos rescatan un par de escenas que ya traspasan lo inverosímil para entrar al terreno de lo gracioso involuntario; pero no, no alcanza un nivel para ser considerado consumo irónico. "Annabelle 3: Viene a casa" es todo lo que no debe ser una película; no una de la franquicia, ni siquiera una de terror, ninguna película; ser incoherente, aburrida, e insípida. Sus 106 minutos (no hay post créditos, pueden salir corriendo rápido) se hacen eternos, y con suerte es una experiencia olvidable. El tiempo dirá si con esta entrega se cierra una malograda trilogía sin ningún episodio efectivo, o si seguirán insistiendo aunque la muñeca ya encontró su recinto final.
La nueva comedia de Marcos Carnevale, "No soy tu mami", intenta sumarse a la ola de empoderamiento femenino sin entender demasiado de qué va el asunto. Una película tan falaz y arbitraria, como anticuada. La solvencia de sus protagonistas logra rescatar algunos momentos. Una periodista empoderada, libre e independiente, que escribe para una revista femenina, pero reniega de los artículos banales, y aspira a tratar temas de actualidad. Ante la caída de ventas de la revista, es obligada a presentar una serie de notas que sean del tópico regular de la revista. Basándose en un personaje femenino que expresa todo lo que ella no es, decide escribir una columna en la que expondrá teorías reafirmando su postura feminista, la cual resultará un éxito que la pondrá en boca de todos. Para esto, utilizará a un hombre al que engañará, sin darse cuenta que en el trayecto se enamorará y pondrá a prueba todos sus preceptos de coraza, y el amor de ese hombre que la conquistó. ¿Esto es la premisa de "No soy tu mami"? No, es la premisa de "Cómo perder un hombre en 10 días", simpática comedia romántica de Donald Petrie con Kate Hudson y Mathew McConaughey, un clásico de las rom com de principios del Siglo XXI. Aunque también podría ser la premisa de la nueva comedia de Marcos Carnevale, hombre que ya tuvo algún problema de plagio en su anterior película "El futbol o yo". “Tomar prestada” una idea no sería tan grave, de no ser porque ya pasaron dieciséis años de "Cómo perder un hombre en 10 días", y supuestamente, "No soy tu mami" se venda como una comedia romántica de vanguardia, deconstruida a la luz de la coyuntura actual. Lo dicho, estamos hablando de la nueva película del mismo director – y la misma protagonista – de "El fútbol o yo", una de las comedia más recalcitrantemente retrógradas de los últimos tiempos, en la cual Julieta Diaz componía a una hierática, enajenada, esposa y madre que berrincheaba frente al fanatismo de su esposo por el futbol, que hacía que no le preste atención a ella, y no la incluya en algún aspecto de su vida social. Una mujer que dependía tanto de su marido que hasta tenía como anhelo principal que aquel le ponga un local de pastelería. Cualquier parecido con la Coti Nosiglia (Boluda total) de Fabio Alberti y Ethel y Gogó Rojo en "Hay que romper con la rutina" (1974), ¿era coincidencia? Bueno, no, Paula (otra vez Julieta Diaz, en plan le bajé un cambio a los gritos pelados) no necesita de que un marido le ponga un localcito para que no lo moleste; tiene un trabajo propio. Es más, ni siquiera está casada, tiene una relación de sexo sin compromiso con un compañero de trabajo (Sebastián Wainraich), y no quiere quedar embarazada ni ser madre. Vive la vida abocada a su profesión. Tiene a su hermana, Eva (Celina Font, que colaboró en el guion), que representa a esas mujeres que viven su embarazo y su maternidad como lo más especial del mundo; y por lo tanto, será el blanco para que Paula nos pueda arrojar toda su diatriba respecto al rol de la mujer de hoy en la sociedad. Frente a la mirada socarrona, típica de un “no sabe de lo que hablás” de la interlocutora (¿representación del público?) Paula es periodista en una revista femenina que no está atravesando un buen momento, por lo que necesita de un nuevo enfoque. Su editora (Valeria Lois haciendo ese personaje exasperado que le hacen hacer siempre en cine comercial a esta gran actriz) le pide que cambie su enfoque de noticias de actualidad y se dedique a escribir artículos de interés femenino, para lo cual Paula pensará en una columna sobre “razones para no ser madre”. Paralelamente, Paula conoce a Rafael (Pablo Echarri) el vecino de al lado, con una hija, con los cuales inmediatamente crea un vínculo de amistad que deparará en romance. Por una confusión, la niña le dirá al resto de las madres del colegio que Paula es su mamá, y esta, lejos de desmentirlo, lo utilizará para sacar jugo a su columna que se convierte en todo un éxito. Bueno, no, "No soy tu mami" no es un dechado de originalidad. Toma bastante de "Cómo perder un hombre en 10 días", y es un cliché de varias comedias románticas familiares conocidas; hasta la local y más lograda "Sin hijos". Podríamos decir que mucho, por no decir (casi) todo el cine comercial se basa en ideas ya conocidas y perpetradas. Obviemos también que se sube al colectivo feminista y no sabe cómo manejarlo, que crea un personaje femenino sin ataduras masculinas, patriarcales, y lo va derribando al momento de enamorarse de un hombre a primera vista, y relacionarse con su hija del modo más tradicional. "Re loca" también entendió mal al feminismo, por lo menos démosle el beneficio de no ser la única. En "No soy tu mami" el asunto es que no sólo hace un falso planteo feminista, sino que su “humor” atrasa tanto, tanto, que termina siendo exactamente el polo opuesto de ese feminismo. No derrapa al nivel de "El fútbol o yo", pero la mira con cariño. Los personajes son todos estereotipos de la peor clase, con preconceptos anticuados, vetustos. Tal cual sucedía en la ya añeja en su momento "Dos más dos" (2012), la relación de sexo sin compromiso es duramente cuestionada, Wainraich no sólo aparece muy poco en la película sino que cada aparición suya es para remarcar la imbecilidad de su personaje. Hay otro personaje masculina sexualizado interpretado por un Cristian Sancho tan chongo de manual que hasta va en musculosa a su trabajo de oficinista, y no puede evitar ser stripper aún en el lugar menos apropiado. Eva no es la única mujer supuestamente opuesta a Paula, descartemos a la editora que apenas si tiene algún diálogo sobre un hijo consentido. El grupo de mamis del colegio son el comic relief de la película en base a ser mujeres reprimidas, que se encargan de todo lo relacionado a sus hijes pese a estar en pareja, predadoras del papi, contrincantes entre sí, mal histriónicas ¿Se podría decir que los chat de mamis son así? La remetan en una cena “de chicas” en la que el humor será mujeres hablando libremente de sexo (tuppersex incluido), porque mujeres liberadas es una carcajada de sólo pensarlo. El único personaje femenino no reprimido sexualmente, aparte de Paula que tampoco es tan liberal, es una niñera, o empleada doméstica, presentada de la peor forma, el viejo y odiado “marimacho” mal hablado. El guion es antojadizo, abrupto, tiene varios baches argumentales, y situaciones que tienen que ocurrir sólo para que la cosa avance en el cauce que todos esperamos, no importa cómo. Carnevale abraza el estilo televisivo, no es ninguna novedad. Los planos, el montaje, el uso de la música incidental, y la construcción de los diálogos, responden a un espíritu de telecomedia para el horario en el que la familia se reúne a cenar. En el medio de todo esto, se encuentra la pareja protagónica. Julieta Díaz y Pablo Echarri son frescos, luminosos, y le ponen todo el carisma que el resto de la película no tiene. La reman, construyen química, y hacen verosímil su relación. Echarri logra sacar del cliché de galán a su personaje de padre, lo impregna con esa cosa barrial que tanto nos gusta, tan suya. Díaz sonríe y hace que no nos importe más nada. Ambos merecían un mejor contexto, pero hacen lo suyo con solvencia; son capaces hasta de lucir simpáticos con disfraces de fruta. Es justo decirlo, "No soy tu mami" tendrá a su público fiel. Carnevale es un director que sabe cómo capturar la atención de una taquilla sin exigencias, y a ellos va dirigida esta comedia que se viste de empoderada para debajo seguir teniendo los mismos paradigmas de siempre. No le pidan otra cosa.
La cuarta entrega de la saga animada más popular, "Toy Story 4", de Josh Cooley, es un emotivo regreso de los queridos personajes con la perspectiva puesta en dar vuelta la página hacia lo que vendrá. Como siempre, el resultado es brillante. En 1995 se estrenaba "Toy Story", y con ella no sólo se estrenaba el primer largometraje animado por computadora, o de animación digital; era el primer largo de un productora que inmediatamente se convertiría en tendencia junto al gigante Disney; y también, y a la larga más importante, se le daba puntapié inicial a una saga que se convertiría en la más popular del cine de animación, y en una referencia cultural absoluta. ¿Hay alguien que no conozca aunque sea a Woody y a Buzz Lightyear? ¿Alguien que no pueda completar la frase “Al infinito y más allá”? ¿Alguien que no sepa que Andy es el mejor dueño de juguetes del mudo? ¿Alguien que puede decir “yo soy tu amigo fiel” sin tararearlo? Toy Story es parte nuestra, como todas las cosas buenas, y no hablo sólo de buenas de calidad cinematográfica. Las secuelas fueron iguales, o aún mejores que la original; y para 2010 todos nos despedimos con muchísimas lágrimas en los ojos en lo que parecía un cierre final perfecto para la posteridad. Pero no, ya sabemos que para Hollywood, nunca es nunca, siempre hay chances de más, que cuando nos dicen “El último…” habrá que esperar unos años para poder ver “El regreso de…” Nueve años se tomaron, pero "Toy Story 4" está entre nosotros y una duda nos invadió ¿era necesario? ¿no estaba todo bien así como estaba? Déjenme decirles una cosita, si, no lo sabíamos hasta que la vimos, pero necesitábamos una película como "Toy Story 4". ¿En qué andan las cosas? Woody, Buzz, y el resto de los chicos fueron legados por Andy a Bonnie, una nueva dueña que los trata con amor, y con el que volvieron a sentir ese afecto, esa necesidad de un niño. Pero nuevamente, el tiempo pasa, y nos ubicamos algunos años después de los hechos de "Toy Story 3" (aunque no exactamente los nueve años reales). Bonnie comienza el colegio, el curso de adaptación, y ante la presión de no ser acompañada por ninguno de sus muñecos en el aula, termina creando un muñeco propio con elementos de la basura. Cuerpo de tenedor, brazos de limpiador de bombilla, ojitos de plástico desiguales, y pies de masilla y palitos de helado; conozcamos a Forky, el nuevo muñeco de Bonnie. Un problema, Forky no se acepta como muñeco, se sigue considerando basura. ¿Es acaso esto una recreación de "Toy Story 1" con Buzz no se aceptando su realidad? No, porque prontamente se nos presenta otro escenario. Bonnie y sus padres quieren ir a un parque de diversiones, y los muñecos se suman. Cerca del parque hay una casa de antigüedades. Persiguiendo los intentos casi suicidas de Forky, él y Woody terminarán encontrando en la tienda a Bo Beep (la pastorcita con ovejas que no había estado en la tercera entrega, y es interés romántico de Woody); y también a una serie de nuevos muñecos/personajes. Hasta ahora, la trilogía de "Toy Story" había rondado en la idea de cuál era el destino de un juguete, cuál era su función; siempre el pertenecer a un niño, y ser amado por él, así sea como juguete preferido, o como parte del grupo, así sea el niño de siempre, o uno nuevo ¿Pero hasta cuándo? ¿Por qué es necesaria esta cuarta entrega? Porque sin que nos diéramos cuenta, habían quedado asuntos sin resolver. El primero, el más obvio, y acorde a la coyuntura actual, re ubicar al rol femenino. "Toy Story" venía siendo una película de camaradería. Jessie, la vaquerita, era el rol femenino más fuerte, pero pese a tener la canción más emotiva de la saga, quedaba un poco afuera de esa camaradería. Ahora, re aparece Bo Beep, y no es sólo el interés romántico, es una co-equiper de Woody, una que se saca la pollera acampanada y se la pone como capa, y que usa su bastón como barreta. Es una mujer decidida, con cicatrices, que se repuso a la adversidad, y que expresamente, se hizo sola, no necesitó del hombre al lado, menos al frente. Es feminismo ¿oportunista? Quizás, pero muy bien interpretado, y no tan remarcado. El segundo asunto nos lleva a la primera película ¿Se acuerdan de Sid y sus deformes juguetes? Hasta ahora, esa era la imagen que teníamos de juguetes extraños, o rechazados, casi parias. Eran atemorizantes. "Toy Story 4" no sólo lo tiene a Forky que se siente un extraño, alguien hecho de la basura; en la tienda de antigüedades conocen a Gabby Gabby, una muñeca antigua con un problema en su caja de voz y un trauma de rechazo continuo; a Ducky y Bunny, dos peluches de la tienda de obsequios del parque a los que nunca eligen; a Giggle McDimples una muñequita pequeña que debe ser histriónica e hiper expresiva para agradar; y a Duke Caboom, un motociclista similar a Evel Knievel, rechazado por su canadiense dueño Rejean por no poder hacer las peripecias que la publicidad prometía. Sí, "Toy Story 4" habla del bullyng, de los rechazados, de los diferentes, y de aceptarte como sos; y lo hace del mejor modo posible, fabuloso. Son varios los tópicos que toca, la cual no se resiente por el cambio de director por el novel Josh Cooley, la magia está intacta. Siempre maneja una emotividad suprema, pero elude de un modo sobresaliente todos los golpes bajos. Menos lacrimógena que la tercera entrega, si lloramos será porque la emotividad propia de la historia y de la saga nos supera. El humor es actual, pero no se regodea en referencias pop, ni en un ritmo vertiginoso, es pura aventura, y comicidad graciosísima, de la buena. Verla en inglés les sumará talentos vocales formidables, como el Christina Hendricks como Gabby Gabby, Keegan Michael Ray y Jordan Peele como Ducky y Bunny, Ally Macky como Gigles; y sobre todo Tony Hale y Keanu Reeves como Forky y Duke. Gabby Gabby es el personaje mejor construido dramáticamente, pero Forky y Duke son un show del humor aparte. Súmenle por supuesto a los viejos conocidos Tom Hanks y Tim Allen. Pero si la ven con doblaje, la potencia del film igual se mantendrá. Lamentablemente, lo único que nos hará un poco de ruido, es que salvo Woody, Be Boop, y un poco menos Buzz, el resto de la troupe original (y los sumados en las secuelas), tendrán más bien una participación escaza. Los nuevos personajes son geniales, pero los de siempre, son los de siempre. ¿Es "Toy Story 4" un final definitivo? Más bien se siente como el epílogo de un final; el final de un volumen hacia una nueva aventura. Cuando nos prometían el infinito hablaban en serio, esto no tiene final, y va más allá.