La cuarta película de Sebastián Borensztein, debut en la producción de los Darín,"La odisea de los giles", es una popular propuesta con todas las herramientas para llegar al público masivo, aún a costa de recurrir a ciertas manipulaciones. La matemática se aplica a todo, también al cine; y a la hora de buscar el próximo taquillazo, parece que sólo es cuestión de sumar los elementos probados para conseguir un combo explosivo. Director que ya suma varios éxitos en el cine argentino, novela de Eduardo Sacheri (autor de la novela que inspiró "El secreto de sus ojos", y actual niño mimado de las adaptaciones cinematográficas), un elenco impactante repleto de figuras, un conflicto sensible como la crisis económica que afectó a todos hace 18 años y en medio de un contexto actual con ciertas reminiscencias, fibras emotivas que se palpa serán tocadas. El éxito está asegurado, y probablemente así sea, "La odisea de los giles" tiene todo para ser la película nacional más taquillera del año. Pero el cine no es sólo taquilla, y detrás de ese armado imbatible, la nueva película del director de "Un cuento chino" se reciente de ese armado que la hace ver menos genuina de lo que aparenta, y más débil de lo que pudo ser. En 2016, Eduardo Sacheri escribió la novela "La noche de las usinas", y como ya es costumbre en el también guionista de "Metegol", recurre a las venas más emotivas de la argentinidad. Era la oportunidad ideal para que Ricardo y El Chino Darín dieran puntapié inicial a su productora Kenya Films, esa novela era algo muy jugoso como para dejar pasar. Año 2001, un año que ningún argentino puede olvidar. El país atravesaba una de sus peores crisis económicas y sociales, a la cual pronto se le sumaría una crisis institucional, estallido social, incertidumbre, y Estado al borde de la quiebra. Dicen que en los pueblos las crisis se sienten menos, o que los pobladores poseen un temple diferente, y saben mejor cómo salir adelante. Es julio de 2001, y en Lezama, provincia de Buenos Aires, Fermín, el ídolo del pueblo – estatua incluida – por haber debutado en primera y haber hecho un gol -, y su esposa (Ricardo Darín y Verónica Llinás), tienen pensado crear una cooperativa agrícola que beneficie a todo el pueblo. Cuentan con el apoyo de otros vecinos emprendedores, y salen a recolectar aportes entre los vecinos que quieran formar parte. Pero acá comienzan los problemas, Fermín no es el Darín de "Nueve Reinas", y se va a dejar engañar por un empleado y el gerente del banco local para que deposite los dólares recaudados. ¿Les suena el corralito? Llega un día después que Fermín deposita los dólares. Lezama está incendiado, y algunos responsabilizan directo a Fermín, en especial él mismo, que ve manchado su honorable nombre. Claro que otros lo apoyan y lo van a ayudar aún cuando la tragedia termine por golpearlo. Varios meses después, les llega la noticia, de que aquel empleado bancario que lo convenció a depositar, y el gerente, retiraron los dólares que él depositó – junto con otra suma - justo antes de que llegue el corralito, con lo cual se hicieron de una importante fortuna. Si bien al principio Fermín duda, finalmente terminará uniéndose, y liderando, al plan de los vecinos para recuperar lo que les corresponde. Los dólares están en una bóveda que el gerente (Andrés Parra, el aporte extranjero al que le sale bastante bien el porteño) oculta en unos campos que alquila en Lezama. Sólo es cuestión de vulnerar la alarma de la bóveda y llegar a ella la noche indicada mediante una acción distractora. "La odisea de los giles" ofrece una gama muy variopinta de personajes con la que busca una identificación inmediata. Quizás no tanto en nosotros mismos, como en el vecino. Está el ideal anarquista, el peronista, el marginal, los ingenuos, el chico bien pensado, la esposa pilar, la empresaria con coraza, le chica que trabaja para los malos pero tiene corazón, y el joven buscavida algo vivillo, entre otros. Por supuesto, su mejor arma es el enorme elenco que le da vida a esos personajes, en los que también podemos ver una suerte de crisol. Comenzamos a notar la clara intención de "La odisea de los giles" de contentar a todos. Desde Luis Brandoni a Rita Cortese y Verónica Llinás, del Chino Darín a Marco Antonio Caponi, desde la mesura de Ricardo Darín a Daniel Aráoz y Carlos Belloso. Hay para todos. Más allá de cuestiones ideológicas, todos responden, y sacan lo mejor de cada personaje. En varios tramos se nota un trazo grueso en las descripciones, algunos clichés y lugares comunes, unidimensionalidad, para definir sus caracteres, pero todos los intérpretes ofrecen su enorme profesionalismo y enaltecen el resultado final. Sebastián Borensztein es un director exitoso, aunque algo impersonal. Puede pasar de La suerte está echada (por lejos, su mejor película) a "Koblic" sin demasiado conflicto. En esta oportunidad, vuelve a amoldarse a las circunstancias, sin grandes virtuosismos, ni espectacularidades que hagan recordar a La odisea de los giles por su magnifica dirección, cumple, entrega algo limpio, con mucha producción, y la mirada puesta en la llegada popular. Es un Borenzstein al servicio de los productores Darín, más Campanella (el de Pol-Ka, el de "El hijo de la novia" y "Luna de Avellaneda") que nunca. Se apuesta a una emotividad, que en los resultados no siempre se logra. Frases hechas, postulados declamatorios, personajes arquetípicos, una banda sonora plagada de rock nacional al estilo Sebastián Ortega, y una historia – y un autor – que, saben, iba a llegar al público; más en una época actual en la cual trazar paralelismos con el 2001 no es tan descabellado. "La odisea de los giles" es bien argentina y universal al mismo tiempo. La idea pareciera ser que el espectador se emocione. Pero algo sucede y todo se ve más forzado de lo esperado, no genera algo real. Quizás sea todo ese armado alrededor en el que se nota no hay nada librado al azar. "Luna de Avellaneda" – con la que comparte datos puntuales como el héroe del pueblo, los vecinos peleándola, o esa esposa que banca – era oportunista, maniquea, y su postura ideológica tenía algo cuestionable detrás; pero aun en sus lugares comunes, conseguía una emoción real, se la sentía cercana. "La odisea de los giles" es también oportunista, intenta manipular las emociones aunque sin llegar a las lágrimas, abundan los lugares comunes, tiene muchas referencias al film de Campanella emblema de la recuperación de 2004, y su postura ideológica también juego con ponerse del lado de los golpeados aunque con un extraño sesgo que nos pone alerta; pero lo que genera no es algo tan puro como lo de aquella. Es ágil, con un ritmo sostenido, tiene buen dosis de humor, y repetimos, talento sobra, pero se siente como si poseyese los elementos para ser un clásico instantáneo que difícilmente logre ser. Más allá de las frases sobre el vivo aprovechándose de los laburantes. Se vislumbra una cierta mirada reaccionaria, individualista, impura, con intenciones de una bajada de línea política encubierta en un supuesto mensaje de finalización de grietas, y sobre todo, se transparenta la clásica mirada de clase media y porteña sobre los pueblos y el humilde. Darín sigue siendo Darín pero como es de pueblo, se como todas las S, los personajes humildes malgastan el dinero que les dan como subsidio, y adquieren objetos que lejos están de ser de primera necesidad; y entre el (falso) anarquista – en realidad un reaccionario conservador, hablo del personaje no del actor – y el peronista (expuesto como fanático) se presenta una “simpática” rencilla que más allá de una supuesta objetividad tiene un claro triunfador. Todas estas son cuestiones ideológicas que no hacen al resultado final, más dignas de un análisis subyacente, con lo cual "La odisea de los giles" puede ser apreciada igual sin adentrarse en tanto puntillismo y disfrutársela. Pero algo de todo eso es lo que se cuela, y hace que la película respire menos sinceridad de la que pudo tener. Tal como sucede con las películas del dúo Cohn-Duprat ("El ciudadano ilustre", "Mi obra maestra", "4x4"), ese deseo de masividad no les permite mantener, defender, su postulado ideológico, quizás a sabiendas de no ser tan popular, y lo esconde como aquel que arroja la piedra en el descuido. Ese ser y no ser es lo que le resta autenticidad. Quizás del otro modo, animándose, hubiese sido más cuestionable, pero más honesta. "La odisea de los giles" es una película correctísima, entretenida, cercana, y con mucho talento. La apuesta al público amplio probablemente sea ganadora, aún a sabiendas que no resiste mayores análisis.
Luc Besson vuelve a las fuentes con "Anna: El peligro tiene nombre", una de espionaje y modelaje que parece un homenaje a su propia filmografía. Pocos europeos más hollywoodizados (¿?) que Luc Besson. Desde sus inicios franceses en la década del ’80 se presintió que rápidamente pegaría el salto hacia la meca mundial del cine industrial. Su cine de tono ágil, videoclipero, amante de las fórmulas de género, y estilizado, pedía ser convocado por los grandes estudios. Lo cual sucedió una década después, luego del boom de "La Femme Nikita". Desde entonces, Besson lleva poco más de dos décadas desarrollando un sistema de dirección y producción (es uno de los productores franceses más reconocidos de cine de género) con un pie en Hollywood y un pie en Europa, Francia para ser precisos. ¿Cambió el estilo desde aquel arribo a EE.UU. con "El perfecto asesino" a su última megaproducción. "Valerian"? Sí, digamos que se fue amoldando. Ahora, a más de treinta años de su primera película ("Subway"), y más de veinte de su arribo a Hollywood, Besson parece querer homenajearse a sí mismo con el estreno de "Anna: El peligro" tiene nombre, una producción con elenco de Hollywood, aire europeo industrial, y mucho del cine de su icónico director. Aquel film ("La Femme...") con Anne Parrillaud mostraba a una marginal regenerada como una refinada asesina a sueldo empleada por una peligrosa agencia, que se revelaba a los suyos, y terminaba vengándose por haberle arruinado su vida durante el entrenamiento. Bueno, "Anna: El peligro tiene nombre", es casi un remake de eso. Con varios cambios, cuenta la misma premisa; y para más regodeo Bessoniano, de protagonista puso a una émula de su musa (y ex pareja) más famosa Milla Jovovich. Ambientada a inicios de la década del ’90 – años de Nikita – Anna (la modelo Sasha Luss que debutó en el cine con Valerian) vende mamushkas en una feria en Rusia. Pronto capta la atención de un scouter que le propone trabajar como modelo. De un día para el otro (y de un efecto de montaje) la vida de Anna cambia radicalmente, realiza una carrera meteórica a partir de platinarle su cabello, convirtiéndola en una top model sin mucho esfuerzo. Pero claro, pronto se revela que hay gato encerrado, Anna es algo más, es una asesina a sueldo de la KGB, y hay una agencia británica y la CIA dispuesta a cazarla. A partir de entonces, se desarrolla un juego de espionaje con muchas aristas, cambios, manipulaciones (entre los personajes, y al espectador), y algo fundamental, idas y venidas en el tiempo. Besson, que también firmó el guion, en realidad creó una historia de espionaje básica. Si bien hay muchos giros y vueltas todos son bastante típicos, y se ven venir desde lejos. Pero engaña al espectador haciéndole creer que está frente a algo complejo gracias a un juego temporal con un uso del montaje entrecortado. La historia va y viene en el tiempo, abusa de los flashbacks, de la flexión de la línea temporal, a veces poniendo una placa para ubicarnos, a veces no. Aunque siempre se entienda en que momento de la historia estamos, este recurso cansa rápidamente, y no permite que el asunto avance con la fluidez necesaria. Comienza, y a los cinco minutos avanza tres años, al poco tiempo retrocede cinco, luego avanza tres, para luego ir dos meses atrás, y luego ir otros seis meses atrás, y luego avanzar cinco años más, y… en fin, digamos que es una película inquieta, o que parece el live action del juego de mesa "Serpientes y escaleras". Como si esto no fuese suficiente, varios flashbacks son repetidos, y hasta hay unos recuerdos de la niñez de Anna que no aportan nada. ¿Por qué recurre en flashbacks a escenas que ya vimos? Porque Besson comete el peor de los pecados de un cineasta, subestimar a su público. Convencido de haber creado algo complejo, piensa que el espectador puede no entenderla, por lo cual le recuerda escenas, y trata de explicar y sobre explicar todo, con diálogos expositivos, con indicaciones, con subrayados, con clichés, todo lo que tenga a mano. Con este juego maniqueo de idas y vueltas y explicaciones innecesarias, se alcanzan unas extremas dos horas que se sienten. Con media hora menos, como mínimo, "Anna: El peligro tiene nombre", hubiese ganado en agilidad y timing. Besson apuesta más al diálogo y a las vueltas que a la acción. No hay muchas escenas de acción. Eso sí, cuando las hay se agradece su tono correctísimo, no son las piruetas acrobáticas videocliperas de "Atomic Blonde" o "John Wick", es cine de género clásico, coreografiado, pero comprensible. Esto último nos hace arribar a un punto fundamental. Si Anna: El peligro tiene nombre no se derrumba frente a los evidentes problemas que tiene, es porque lo que hace bien, lo hace muy bien. Estéricamente es clásica y seductora (aunque su ambientación de los ’90 es genérica y pareciera más de mediados, que de inicios de los ’90); la banda sonora es un lujo; las escenas de acción, como dijimos, si bien son pocas, están muy bien; y Besson vuelve a sacar chapa de ser un buen director de actores y lograr buena química en el elenco. Sasha Luss no es una gran actriz, Anne Parrillaud tampoco lo era, Milla Jovovich menos, pero les sabe encontrar el punto para que rindan, para que esas mujeres que se disfrazan de femme fatale y esconden figuras frágiles, sean creíbles. A Luss la acompaña un elenco sólido, Luke Evans y Cillian Murphy son los polos opuestos que se disputan a Anna, el agente ruso y el británico; entre los tres crean un trío con química, y se los nota divertidos en lo que hicieron. Pero quien más se divierte, quien realmente la pasa bomba, es esa todo terreno llamada Helen Mirren, como una líder de la KGB muy caricaturesca, que desarrollará una relación muy particular con Anna. Mirren está perfecta en su actuación, es divertida y talentosa, y es por lejos, lo mejor que tiene la película. Hay algunos apuntes de feminismo, que se chocan con el clásico sexismo de la historia en el que una mujer es usada como arma por su belleza, y va a hacer uso fálico de mucha artillería. Por último, si nos detenemos a analizar su historia y sus vueltas, no, no todo cierra, quizás por eso Besson prefirió confundirnos, para ocultar alguna incongruencia. "Anna: El peligro" tiene nombre intenta traer al Besson de "La Femme Nikita", a la Milla Jovovich de "El quinto elemento", y hasta calca alguna escena de "El perfecto asesino". Pero por más que se autohomenajeé, el tiempo no le pasó en vano; y esta versión del realizador es más tramposa y mañera que aquella que sabía cómo manejarse bien en las aguas transcontinentales. Esta cinta termina cumpliendo su misión, no decepciona, pero en el camino trastabilla más de lo debido, y se pone en riesgo más de lo necesario. Con más de treinta años de profesión, Luc Besson ya debería saber que, a veces, recurrir hacia lo simple, puede ser una apuesta ganadora.
Luego de su paso por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, estrena "El llanto", de Hernán Fernández, una desconcertante propuesta que desafía la tolerancia del espectador. El tiempo se había detenido, y no nos habíamos dado cuenta. Promediando los cuarenta minutos de "El llanto", más o menos la mitad del metraje, habrá que parar y recapitular lo que estábamos viendo. No, no es que el segundo largometraje de Hernán Fernández, presente una historia compleja y difícil de entender. Por el contrario, su tendencia a la parsimonia, al estancamiento y estatismo, generan una suerte de pronto olvido y extravío. Nos automatizamos, pasamos a apreciar una serie de imágenes correlativas, pero corremos el riesgo de ya no recordar su origen. Es probable que esta sensación sea algo buscado por Fernández, intentar traspasarnos la quietud que sienten los protagonistas de su historia, expresarnos el modo en que se vive en un pueblo olvidado del interior de nuestro país. Demasiado poco aliciente para una experiencia que en su poco más de 70 minutos crea la sensación de eternidad vacía. Hernán Fernández debutó hace cuatro años con La piel marcada, un trabajo documental que retrataba la vida y resurgimiento del boxeador Sergio Víctor Palma. "El llanto" es su primer trabajo ficcional ¿pero es realmente una ficción? En palabras del propio realizador “Me formé cuando la discusión entre las barreras documental/ficción ya estaba saldada. Entonces, a la hora de pensar una película no logro ubicarme en un lugar u otro”. En efecto, "El llanto" logra una palpable sensación documental, pese a tener un claro armado ficcional, los límites entre uno y otro son borrosos. Lo cierto es que aún en un documental observacional, aquellos que siguen un acontecimiento o un instante de vida(s) bajo una cámara imperceptible, hay un lineamiento, algo que vaya guiando al espectador, ya sea una voz en off, placas, o cruces de estilo con entrevistas, algo. "El llanto" es realidad. Es verdad, la mayoría de nosotros no hablamos cuando estamos solos, no nos resuena música alrededor, y en este film abunda la soledad. Filmada en Primer Ingenio Correntino, en el municipio de Santa Ana de los Guácaras, a 20Km de Corrientes capital, sigue la vida de Sonia (Sonia Ortíz) embarazada de Elías (Elías Aguirre). Ambos son una pareja joven de Primer Ingenio un pueblo de escasísimos habitantes, alejado, olvidado, en donde el estilo de vida no tiene nada que ver con el que conocemos los que habitamos las urbes. Elías es peón de campo, y viaja hacia Buenos Aires para trabajar en una construcción. Sonia no lo puede acompañar, se queda en Primer Ingenio, y apenas tendrán alguna comunicación telefónica. Sonia espera, se prepara para tener a su hijo, y espera que su pareja vuelva. De mientras, sigue con su rutina en la que se exponen los quehaceres diarios, la tranquilidad de la nada, y una marcada religiosidad junto a unas compañeras de oración que también parece ayudan con el embarazo, a su modo. Elías no viaja por placer, no desea alejarse de Sonia y su futuro primer hijo, pero debe hacerlo para traer el dinero necesario para comer. Entre Sonia y Elías hay amor, y no habrá distancia que rompa eso. "El llanto" es una historia de amor, y de denuncia social sobre los olvidados, pero ese no ritmo impuesto desde el inicio hasta la última toma, atenta contra la concreción de estos dos objetivos. Todo se sobre entiende, no está remarcado, e imaginamos que esa será la voluntad del realizador, querer retratar dos vidas (bajo la visión de una de las partes principalmente) que deben afrontar una situación inimaginable para cualquiera de nosotros. Lo que vemos es a una mujer que afronta una rutina en soledad, que sólo tiene la esporádica visitas de estas mujeres de oración, y el resto es mirar hacia la espera y pasar el tiempo rebuscándose para sobrevivir con los escasos recursos con los que cuenta. Casi no hay diálogos ni palabras, y los que hay son circunstanciales, podrían no estar; no hay música; y Fernández la remata con una obsesión sobre los planos estáticos. El realizador intenta plasmar la idea de un tiempo que no pasa en Primer Ingenio, de esa espera eterna de la Penélope de Corrientes, y para el espectador el tiempo tampoco pasa, y la ¿historia? se pierde, termina siendo confusa por el simple extravío sobre lo que vemos; y sí, tristemente se cae en el desinterés. Más de una vez rondará por nuestras cabezas la idea de que alguien se olvidó de cortar en el montaje. Largos minutos de Sonia mirando por una ventana, otros largos minutos de un foco a kerosene que se va quemando; otros largos minutos de una vela que se derrite lentamente y una llama que se mueve despacio con el viento. Mujeres alrededor de una mesa susurrando palabras imperceptibles mientras oran, Sonia yendo a un almacén, un teléfono que suena durante un largo tiempo sin que nadie atienda. Hasta algunas escenas, como esta última del teléfono, que en realidad tienen sentido, terminan perdiéndolo en el conjunto de esta planicie. La poética visual termina diluyéndose en medio de tomas oscuras, y un desafío a nuestra paciencia, que sabemos a lo que nos exponemos, queremos aguantar, pero termina venciéndonos. Fernández filma con no actores, y la naturalidad de estos frente a cámara quizás sea lo más rescatable de "El llanto", una producción demasiado desconcertante y exasperante como para llegar a buen destino. El llanto propone una espera, pero hay esperas que se hacen muy cuesta arriba.
Adaptación del best seller de Garth Stein, "Mi amigo Enzo", de Simon Curtis, se esfuerza tanto en buscar la emoción que termina dificultando su propio destino. Hay fórmulas para todo. Si queremos que el público llore, ya sabemos lo que tenemos que exponer sin preocuparnos demasiado en buscarle la vuelta. Pongamos una enfermedad terminal, si es degenerativa mejor, y si es en medio de un romance melodramático más todavía; una tragedia histórica que afecte a un individuo o grupo particular (acá es fundamental que por lo menos un personaje sea un niño inocente); o hagamos una película sobre mascotas. La verdad, no sé bien por qué, pero si hacen películas centradas en un animal, sobre todo es un perro, el 90 o 99% de las chances es que se termine muriendo antes del The End, y nada de dejarlo fuera de escena o darlo a entender, cuanto más subrayado esté mejor. Sí, es cierto que la vida de perros y gatos es más corta que la humana en promedio, pero aunque sea podrían ahorrarse la agonía expositiva. "Mi amigo Enzo" lejos está de ser una propuesta original, ni siquiera lo intenta. Como un perro se revuelca en la tierra en el verano, "Mi amigo Enzo" se revuelca de placer en los lugares comunes, repasando los clichés como un listado, de uno por uno, como el mejor estudiante aplicado incapaz de saltearse o romper la norma. Obviamente, esto incluye lo lacrimógeno como efecto principal. Nobleza obliga, no les estaría spoileando. Desde literalmente la primera escena, sabemos que el perro protagonista, el Enzo del título local, se va a morir; y nada de que sea algo repentino, no, ya nos adelantan que vamos a sufrir. Lo que sigue a continuación es un largo flashback, casi una invitación a revivir la historia de cómo llegar a ese momento de dolorosa agonía. Lo que no nos adelanta la historia, es que en el viaje habrá más y más motivos para llorar… o no. Otra cosa que se nota en "Mi amigo Enzo" es cierta intención de emular el éxito de "La razón de estar contigo" (que casualmente hace poco más de dos meses tuvo su secuela). Si bien acá no nos cuentan la historia de un perro que va pasando de vida perruna en vida perruna a través de la reencarnación, algo de eso hay, y la muerte y el volver a empezar después de las caídas son algo permanentemente presente. También “imita” el tono cálido y algo melancólico y edificante de aquella, plagado de personajes humanos con buenas intenciones, similar a lo Hachiko. Finalmente, en ambas tenemos al perro con voz de conciencia humana que revive su historia como un diario, y también al veterano sesenton ¿ex? galán engalanando el elenco; aunque con una diferencia, en aquella Denis Quaid es uno de los dueños, acá Kevin Costner (y esa voz de Wiski y habano tan seductora) es la voz de Enzo (por favor, véanla en idioma original, estoy seguro que doblada le baja uno o dos puntos). Danny Swift (Milo Ventimiglia) es un mecánico y piloto de autos de carrera con más ambición que suerte. Su deseo es entrar en el torneo de Daytona, triunfar, y de ahí pegar el salto hacia la Fórmula 1 patrocinado por su ídolo Ferrari (es una publicidad – no muy – encubierta). Luego de esa visión al futuro que ya dijimos, veremos como un día, al pasar por una veterinaria, o una guardería animal, se hace con un cachorro de golden retriever (si, es hasta la misma raza que la principal de La razón de estar conmigo) al que obviamente llamará Enzo en honor a su ídolo. A partir de entonces, iremos conociendo el trayecto de vida de Enzo, que cree en una leyenda mongol sobre la reencarnación humana después de una vida perruna perfecta; y a través de Enzo viviremos la historia de superación de Danny. Danny conoce a una chica, Eve (Amanda Seyfried) que es pura dulzura y se terminará ganando el cariño de Enzo también, se casan, tienen un hija, y comienzan las tragedias. Ya desde el comienzo vemos que uno de los desencadenantes es el tiempo que Danny le dedica a su sueño de triunfar como piloto, en detrimento de pasar tiempo con Eve y Zoe (la hija). Así, Mi amigo Enzo circula por dos carriles, por un lado, la historia familiar, y por otro el deseo de triunfo deportivo profesional; ambos carriles tratan sobre la superación ante las adversidades, una tras otra. Uno de los problemas de "Mi amigo Enzo" es que, no solo todo lo que sucede puede adivinarse con sólo haber visto cualquier drama con mascotas (a La razón de estar contigo chóquenle Marley y yo, y ya tienen todo lo que necesitan), sino que además remarca, subraya, y adelanta todo eso que va a suceder, no dejando lugar a expectativa alguna. Cada tramo de la película está marcado por algún hecho conflictivo o doloroso, y cuando no, las profundas reflexiones de un perro que en sus ratos libros debe devorarse libros de autoayuda, o la utilización de metáforas en frases obvias como la que le da título original a la película. Esta acumulación trasluce una necesidad desesperada por hacer que el público se enternezca, y obviamente llore. Sin embargo, tanto esfuerzo resulta fatigoso y resulta en detrimento. Finalmente, probablemente terminemos llorando menos de lo esperado, o no llorando en absoluto, dado que la manipulación es tan obvia, poco natural y fluída, y repetimos, además de ser demasiado adelantada. Sin spoilear todo el resto, si desde el minuto uno sabemos que el perro va a morir, y sabemos cómo, tenemos casi una hora cincuenta para asimilarlo; así con todo. El efecto llanto también debe tener un elemento de impacto, precisamente de golpe de efecto, que acá no se logra; es como si antes de una golpiza (de golpe bajo) nos dijeran de muchas formas que nos van a pegar, y podemos hacer todo para cubrirnos y evitar el dolor. Entre los actores, Milo Ventimiglia es un ideal para estos personajes de bonachón a ultranza, desde la serie Héroes que los viene haciendo y le salen de taquito. Lo mismo podemos decir de todos. Amanda Seyfried es tan dulce e ilumina con su sonrisa dorada como siempre; con Ventimiglia tiene buena química. Gary Cole compone al jefe que suple una figura paterna que ya le vimos hacer mil veces. Kathy Baker es la madre/abuela de suburbio, buena y sufrida; también, sabemos que ese personaje le sale bien. A Martin Donovan ya lo vimos hacer de ese padre conservador que quiere otra cosa para su hija y le hará la vida imposible a su yerno, tampoco defrauda. Por último, lo dicho, escucharlo a Kevin Costner le suma mucho. Simon Curtis tiene ya experiencia en historias que buscan llegar al corazón a través de espíritus edificantes (Christopher Robin), parece ser un todo terreno ("Mi semana con Marilyn"). No es un realizador de grandes marcas personales, pero cumple en llevar el producto a buen puerto. Con calidez, buenas performances, un ritmo parejo que logra que nunca aburra y su duración (algo excesiva) parezca menos de la que es, y mensajes de meritocracía y esfuerzo individual incluido, "Mi amigo Enzo" aprueba si no se espera más que la media de cualquier otra película con un perro en el medio. No sorprende, y hasta emociona genuinamente menos de lo esperado – la última escena hasta puede causar algo de gracia involuntaria –, pero ofrece un producto tan digno como probablemente algo olvidable.
Directo desde Misiones, la postergada producción "Cara Sucia", de Gastón Gularte, es una cálida bienvenida al cine infantil más autóctono e inocente, sin dejar de lado, un profundo mensaje. En una cartelera infantil plagada de títulos provenientes del mainstream hollywoodense, encontrarse con películas como "Cara Sucia: Con la magia de la naturaleza", debería ser un orgullo para todos nosotros. Que no se mal entienda. "Toy Story 4" es una maravilla a la altura de toda la saga; "El rey león" es un prodigio visual sin precedentes; y "La vida secreta de tus mascotas 2" tendrá un público al que le guste. Pero todas están pensadas para un público universal, y si se quiere, con una idiosincrasia que no es la nuestra. Por el contrario, nadie puede negar que "Cara Sucia" es una nena 100% argentina, y que todo lo que sucede alrededor suyo, respira aire bien autóctono. El segundo largometraje de Gastón Gularte, director de “Detrás del sol, más cielo”, vuelve a apostar por un relato sencillo y directo, que apunta al corazón, y a las metáforas simples para un público amplio. En aquella oportunidad no necesariamente se trataba de un film infantil, presentaba un retrato juvenil adulto, haciendo pie en el drama, con mucha calidez, y consciencia de hacer un cine para el público al que se apunta; constante que se repite en "Cara Sucia: Con la magia de la naturaleza". Vamos a aclárarlo de una. Probablemente una película como esta sea mejor apreciada por los niños (y adultos con corazón de inocencia) alejados de la urbe capitalina de Buenos Aires, que por aquellos más acostumbrados a la vorágine de la jungla de cemento; pero esto para nada va en detrimento con el resultado final, por el contrario, hablamos de una película que define perfectamente su target. Detrás de esa pátina de inocencia y simpleza mágica, se esconden profundos valores que no son tan comunes de encontrar en una propuesta orientada a un público menudo. Amor por la naturaleza pero desde la tierra, alejado de toda superficialidad, con consciencia de lo que se habla; respeto a los adultos sin condescendencia, valorizando la infancia sin la presión de hacer que salten etapas; y una interesante crítica al consumismo, el capitalismo, las grandes corporaciones, la crisis laboral, y el vivir para lo material. Todo transcurre en Misiones, con la selva misionera como escenario predominante. La actividad predominante es el aserradero, que los trabajadores locales explotan a consciencia, reforestando todo lo que extraen. Pero eso está a punto de cambiar. Los hijos de los trabajadores juegan en la selva y se divierten sana e inocentemente, respiran de un aire puro que difícilmente encuentren en otro lugar. Entre ellos está Mariel (Isabella Caminos Bragatto), a la que todos llaman Cara Sucia por su afán de jugar hasta altas horas en la selva y estar siempre con la cara sucia signo de la desprejuiciada diversión sana. Junto con un amiguito forman un dúo al que ocasionalmente se les unirá un tercero, un niño turista español que se hospeda con su madre en un hotel cabaña de la zona. El trío pasa sus días en la selva, juega, se entretienen, y aprenden a amar la sabiduría de la naturaleza, de la mano de un chamán que le confía a Mariel unas piedras mágicas que ella utilizará para ayudar a todo el que puede. Los problemas comienzan cuando a la zona llega una vil empresaria (Laura Novoa) que desea llevar a cabo un emprendimiento inmobiliario a costa de la selva, y a cambio promete emplear a los trabajadores del aserradero. Claro que todo trato tiene su costado negativo, y acá la víctima directa será la naturaleza, y a la (no tan) larga serán los propios lugareños, ya que el trabajo será sólo temporal – después se remplazará por maquinaria – y ya no tendrán a su amada selva. En realidad, esta mujer es una suerte de bruja o hechicera con poderes oscuros, un opuesto a los poderes de las piedras otorgados a Mariel. Llegado el momento, el chamán, junto con un ser mitológico de la selva, ayudará a los chicos a convertirse en criaturas del bosque con poderes para combatir los funestos planes de la hechicera, y liderar una rebelión para salvar el lugar. La historia no presenta grandes sorpresas y no lo necesita. Gularte antepone los valores, las enseñanzas, y la simpleza e inocencia de los elementos. No intenta eludir lugares comunes, subrayados, ni varios tramos declamatorios; todo será válido para llegar a la calidez de una historia con alma y corazón. La mezcla de acción real con animación (para las criaturas) es fluida, y se nota un esmero de producción tratándose de una producción chica imposible de comparar con un tanque de Hollywood. "Cara Sucia: Con la magia de la naturaleza" demandó muchos años de producción, y es todo un logro que finalmente arribe a su estreno comercial. Acostumbrados a un cine industrial que proviene de la urbe, esta es una producción que respira puro aire del interior, y eso sólo ya la convierte en una realización notable. Sí, algunos podrán decir que es una película que atrasa, tiene cierta estructura similar al cine infantil nuestro de los años ’80, hasta a alguna producción de Manuel García Ferré. En todo caso, habría que analizar, por qué una producción que responde a códigos aplicados años antes es vista con malos ojos. No trata a los chicos como personajes adultos (sin significar esto que los subestima o trata como estúpidos, respeta su inocencia), transita un camino contrario a todo el consumismo, y antepone la nobleza de su mensaje por sobre cualquier artilugio que la haga ver más grande. Las dos protagonistas de esta historia son el gran hallazgo. Isabella Caminos Bragatto es pura sencillez y frescura. Salida de un casting multitudinario realizado entre chicos de la provincia, la niña expresa todo lo que Cara Sucia tiene que ser, dulzura, inocencia, y espíritu de amor. No es una nena que quiere ser grande, quiere seguir siendo lo que es, y esparciendo bondad entre los suyos. En la vereda opuesta, Laura Novoa es una villana de lujo. La actriz se divierte componiendo a un personaje que parece Lady Gaga. Con vestuarios armados, estrafalarios, llena de gesticulación, una sobre actuación buscada y lograda. Es graciosa y a la vez atemorizante. Una suerte de Cruella DeVille 2.0, mala por ser mala, nacida del peor infierno capitalista. Cada aparición suya es digna de festejo. Colorida, alegre, pura, con un bello leit motiv, "Cara Sucia: Con la magia de la naturaleza" es una propuesta de nobles intenciones, que responde a un mercado que necesita de más producciones como está con más corazón y consciencia, que grandes armados vacíos.
Novena entrega, y segundo spin-off de la saga iniciada en 2002, "Rápidos y Furiosos: Hobbs y Shaw", de David Leitch es ante todo una comedia con la positiva capacidad de jamás tomarse en serio. La historia de "Rápido y Furioso" en el mundo del cine es lo más parecido al famoso camino del héroe. Quienes bancaron aquella primera película allá por 2002, hoy deben estar mirando con cierta mirada socarrona triunfalista. El film del menospreciado Rob Cohen recibió todo tipo de críticas pese a ser un taquillazo. Casi que era un placer culposo masculino. Hecho que se mantuvo hasta la tercera entrega que tocó fondo, y tras una cuarta que pasó desapercibida, a partir de la quinta resurgió cuál Ave Fénix como una gran saga de acción ahora con el apoyo hasta de la crítica especializada. Hay una clave de ese éxito, "Rápido y Furioso" es una saga que supo mutar, que fue aprendiendo, y así mantenerse siempre vigente. De ser películas fierreras básicas con carreras clandestinas, pasó a las acrobacias improbables como las de "Misión:Imposible", a los grandes robos, a la hermandad de grupo masculino, fue sumando cada vez más un elenco de figuras importantes; y hoy suma una nueva mutación, las buddy movies. "Rápidos y Furiosos: Hobbs & Shaw", no sólo es la novena entrega de la franquicia, es el segundo spin off de la rama troncal de la historia. Recuerden que la tercera, (Reto Tokio) comenzó como un spin off individual, y posteriormente – y gracias a una escena final – se unió su historia al conjunto para que fuese canon. En esta oportunidad, no es una historia completamente individual, sino que toma a dos personajes (uno que se convirtió en protagonista en las últimas entregas, y otro secundario) del conjunto, y los lleva a vivir una aventura aparte. Hablamos de quienes le dan título al asunto, el agente de la CIA Hobbs (Dwayne Johnson) y el redimido ladrón británico Shaw (Jason Statham). El asunto se dispara mediante un objeto preciado, una cápsula de un virus letal capaz de destruir todo un cuerpo desde adentro. Este virus es disputado entre dos bandos, y termina siendo inyectado en el cuerpo de Hattie (Vanessa Kirby), frente a la frustración de los terroristas ambientalistas liderados por Brixton (Idris Elba). Hattie, una peligrosa femme de armas tomar, huye con el virus en su interior, y la CIA debe recuperarlo. Hasta ahora, un argumento muy similar al de Misión:Imposible II. El responsable de la CIA (una participación sorpresa de peso) busca a su antigua compañero Hobbs para asignarle la búsqueda, y deberá trabajar en conjunto con Shaw ¿Por qué? Habrá que descubrirlo viéndola en la pantalla más grande que puedan. Son varias las novedades respecto de este spin off con las ocho entregas anteriores. Pasamos ya de las piruetas imposibles, y las persecuciones complejas y destructivas, a una suerte de película de super héroes. Brixton es un villano prácticamente indestructible; hay un jefe superior, el verdadero líder al que nuca le veremos su rostro ni su voz sin distorsión, que lo salvó de la muerte y lo transformó en un androide similar a los de Upgrade. Resiste balas, tiene una visión de precisión tecnológica, y una fuerza sobrehumana. Después, claro, la elección de David Leitch como director no es aleatoria, las escenas de acción coreografiadas hasta el detalle están a la orden del día, y tal como sucede en "John Wick", el verosímil es lo que menos importa. Los autos y sus persecuciones ya no son tan importante como las complejas escenas de puños, patadas, y pistolas. La testosterona vuelve a estar en los músculos antes que en el combustible. Fundamental, "Rápidos y furiosos: Hobbs & Shaw" es más allá de una película de acción, una buddy movie, y una comedia en clave buddy movie. En las anteriores podía notarse algo de camaradería y comicidad. Aquí todo pasa por la unión de la pareja dispareja en la aventura, y ya no hay comicidad en pinceladas sino que hablamos de una abierta comedia que no intenta nunca ser tomada como otra cosa. Hay intertítulos graciosos, secuencias de parodia, personajes sorpresa que se burlan de sí mismo, y los diálogos que buscan permanentemente arrojar chistes, para fortuna nuestra, la mayoría efectivos y siempre funcional a la historia. Por supuesto, tal como sucede en "Deadpool" o "Shazam", en la comicidad el que sale perdiendo es el villano que carece de un mayor peso que pudo tener. Dwayne Johnson ya no caben dudas que es la estrella de acción del momento. Su carisma es arrollador, se sabe burlar de sí mismo, tiene encanto, tiene gracia y comicidad, y de alguna manera logra atraer a hombres, a mujeres, y hasta a un público más menudo. No importa si es un gran actor, es una gran estrella. Statham palidece frente a su figura, de todos modos, logra buenos momentos individuales, despunta ese tono de tosco y elegante hombre inglés, es una buena contrafigura socia, y tiene muchísima química con Johnson. Kirby también se acopla muy bien al dúo. Repetimos a Elba le falta peso como personaje, y también su composición que debió ser más de temer. En sus dos horas y cuarto de duración, el ritmo no siempre es parejo, y si bien nunca aburre, se siente innecesariamente larga, con algunos tramos en donde el asunto parece no avanzar, o dar vueltas de más. Una duración más corta hubiese favorecido su aglutinamiento, algo que parece ser el problema del director de "John Wick" y "Atómica". "Rápidos y Furiosos: Hobbs & Shaw" no engaña, no pretende ser más de lo que es. Es una propuesta en donde todos se divierten y divierten al público. Hay alguna deconstrucción de mensaje machista, y mucho que aún persiste; hay humor; hay acción inverosímil y muy efectiva; y personajes que nos meten a todos en sus bolsillos. Novena entrega o spin off, vuelve a demostrar que a esta saga hay que respetarla.
Los desechos de la sociedad ¿A dónde va a parar todo aquello que tiramos a la basura? Nosotros lo ponemos en bolsa, lo dejamos en el canasto y nos desligamos del tema. Pero a partir de ahí se inicia un nuevo recorrido y una nueva problemática. Ulises de la Orden es un destacado documentalista con más de diez años de trayectoria y casi una decena de películas en su haber, siempre en el formato documental, y más precisamente el género del documental social. Su foco siempre está puesto en las causas de las minorías, en observar a los que otros prefieren no ver, escucharlos, comprenderlos, y llegar a su corazón de una manera comprometida. Nueva Mente no es la excepción, y esta vez el objeto serán las cooperativas de tratamientos residuales. Ya se sabe: el capitalismo es voraz y encuentra un negocio en lo que sea. La basura también es un negocio, y la intervención de cooperativas manejadas por los propios trabajadores organizados puede ser toda una molestia para estos objetivos. Trabajadores que hacen un trabajo que nadie quiere hacer, que cargan con miles de prejuicios; marginados, llevados hasta el extremo, encontraron una salida a sus dificultades uniéndose, nucleándose, y a la vez ofrecen una solución para un problema ambiental latente. Reutilizables Entre 1977 y 1978, se llevó a cabo un plan de erradicación de villas y basurales de la Ciudad de Buenos Aires, ubicándose en la localidad bonarense de José León Suárez en donde se creó el CEAMSE, y a su alrededor los barrios de emergencia a orillas del Río Reconquista. Por día, la cantidad de basura arrojada allí supera las 15000 toneladas, con la cual se rellena el parque. Actualmente, hay diez cooperativas integradas por cartoneros, cirujas, recuperadores urbanos, que se encargan de la tarea de reciclaje. De este modo colaboran inconmensurablemente con el medio ambiente y le encontraron una salida a la marginación a la que fueron relegados socialmente ¿Le encontraron una salida? La cooperativa Bella Flor es una de esas diez cooperativas, y este es el caso que nos presenta Nueva Mente. A través de los testimonios de los propios trabajadores, material de archivo, una cámara atenta e información brindada, conocemos sus historias y sus opiniones, las que van de lo macro a lo micro y viceversa. Ayudando a la sociedad, se ayudan a ellos mismos. Estas cooperativas necesitan de nuestra colaboración. Nueva Mentebusca en una primera instancia que tomemos consciencia acerca de la importancia de reciclar y separar nuestros residuos entre orgánicos y reciclables. La información que presenta al respecto es insoslayable, irrefutable. Pero, por supuesto, Ulises de la Orden no se queda en lo ecológico y aborda a las personas. Bella Flor, así como las otras cooperativas, logró emplear a trabajadores que no tenían ninguna oportunidad: ex presidiarios, madres solteras, desocupados fuera de las búsquedas laborales. Esa gente que posee un estigma desde el vientre, y es un estigma que aún mantienen, porque ¿cuál es la consideración que tenemos sobre alguien que trabaja como recuperador urbano? Es más, ¿cuántos de nosotros los llamamos así? Nueva Mente es un documental esperanzador pero a la vez realista sobre los desposeídos y marginados. Sobre esa gente que sabe mejor que nadie lo que es luchar toda su vida por un plato de comida y una muda de ropa; y a los que algunos consideran que no hacen mérito suficiente para poder vivir mejor. Son historias de vida, de fuerza y garra, y en definitiva de amor. Sin necesidad de golpes bajos de ningún tipo, sin recurrir a manipulaciones, De la Orden logra emotividad pura desde la realidad. Esa realidad que le tapa la boca a todos nuestros prejuicios. ¿Quién come de lo que no comemos? Hay otra arista fundamental y latente en Nueva Mente: la política; que no necesariamente estará expuesta directamente, es algo omnipresente. Hay un negocio enorme detrás de la recolección de la basura, claro, negocios no del todo limpios… y no hablamos de los basureros que se ensucian trabajando. Cooperativas como Bella Flor significan una pérdida de ese negociado, y es ahí en donde se les suma otro conflicto. Deben pelear contra políticas adversas. Un Estado que no toma políticas ecológicas reales, que no les ofrece una solución a los trabajadores, pero que hace todo lo posible por complicar el trabajo de estas uniones laborales. Hay un trazado histórico con épocas bravas, mejores, y las actuales en las cuales desde los mismos entes estatales se desprenden conceptos marginadores y estigmatizantes. Nueva Mente adquiere una contundencia narrativa que no necesita de mayores articulados para demostrar todas sus posturas. Claro, no es objetiva, es imposible ser objetivo, hay que estar del lado de los trabajadores, siempre. Como en sus anteriores trabajos, De la Orden no va a hacer uso de despliegues visuales o narrativos que hagan lucir técnicamente su trabajo. Sabe otorgar el protagonismo a los testimonios y a las historias, y con eso alcanza para mantener la atención constante sobre el foco de lo importante. Gente que pudo estudiar, que aprendió a leer y escribir, actuales profesionales que lograron darle un posible futuro a sus hijos y también a ellos mismos. Historias de vida con humanismo a flor de piel. Si alguna lágrima emotiva ronda por nuestra mejilla, está bien. Desde la simpleza, desde la emoción y la contundencia de una denuncia que no necesita ser declamatoria, Nueva Mente penetra en nuestra consciencia y en nuestros corazones. Hay mucho que podemos hacer desde nuestro lugar: separar residuos adecuadamente, facilitarles el trabajo y ayudar a nuestro medio ambiente; y también ampliar nuestra miradas, despejarlas de la basura y lograr crear una nueva mente. Documentales como Nueva Mente son de un valor fundamental que exceden a lo puramente cinematográfico.
Dirigida por el experto Alexandre Ajá, "Infierno en la tormenta", parte de una premisa prometedora que no llega a explotar del todo. Una historia que va al grano sin vueltas, pocos personajes, escenario cerrado, una tempestad, y un par de animales salvajes al acecho. Hay premisas que se venden por sí solas. El trailer de "Infierno en la tormenta" prometía eso, un sótano inundado, unos cocodrilos, y dos personajes intentando sobrevivir a ese delirio; más la dirección de Alexandre Ajá, y la producción de Sam Raimi. Todo se encaminaba para ser una de las sorpresas de género del año. Sin embargo, como diría Phil Collins, algo pasó en el camino al cielo. Las películas de supervivencias con animales salvajes, pueden tener un alto contenido de divertimento desenfrenado en el que nada más importa las formas creativas en las que el bicho va ir cazando a sus presas ("Alerta en lo profundo", "Anaconda", "Terror a bordo", "Razorback", "Agua viva"); o concentrarse en el drama de sus protagonistas humanos y hacernos sufrir y sentir empatía ante la supervivencia ("Miedo profundo", "Garras", "El gran rugido"); la gloria es cuando logran conjugar ambas experiencias. "Infierno en la tormenta" se ubica un poco en el medio de ambos polos, lo cual no significa que nos de ambos ítems. Más bien resulta un híbrido que en plena puja entre una idea muy delirante, y una realización demasiado seria, no termina siendo ni una ni la otra; eso sí, mantiene la tensión constante y siempre consigue entretenernos. Casi sin preámbulos se nos presenta a Haley (Kaya Scodelario, de la trilogía "Maze Runner"), una estudiante universitaria deportista nadadora, que recibe una llamada de su hermana advirtiéndole de su padre, Dave (Barry Pepper, el protagonista de la inefable Battlefield: Earth), el cual hace días no contesta el teléfono. Dave se divorció, y desde entonces su vida ha ido cuesta abajo, lo cual hizo que sus hijas se apartaran. Pero la sangre tira, y Haley va hasta la casa del hombre para despejar dudas. Un dato, se informa del advenimiento de un huracán grado cinco que hará base y colisionará en Florida, por lo que hay que evacuar la zona. Haley se dirige contra la corriente evacuadora a la casa familiar y allí lo va a encontrar a Dave herido e inconsciente; también va a encontrar un conjunto de caimanes y cocodrilos que aprovecharon la inundación para salir a cazar. Encerrados en esa casa, Haley, Dave, y el perrito de Dave, van a tener que sobrevivir al torrente de agua y a las fieras hambrientas. El guion de Michael y Shawn Rasmussen (los mismos de "The Ward", la última película de John Carpenter, y siguen las firmas relacionadas al género) no se caracteriza por su complejidad, pone a los personajes en situación, los encierra, y que comience la acción en no más de quince minutos de iniciada. Hay un planteo respecto a la historia de la familia, y la relación entre padre e hija, en el que la hija parece más responsable. Pero nunca llega a explotar del todo y se siente más bien como un relleno y utilización para algunas analogías sobre la superación de las diferencias frente a las adversidades, lo típico. No hay muchas películas sobre cocodrilos encerrados junto a un grupo de humanos que lucha por no ser comido. Así como "Terror a bordo" ya era descabellado por poner serpientes en el hermético ambiente de un avión; "Infierno en la tormenta" hace lo suyo al llevar cocodrilos y caimanes a las zonas urbanas y dejarlos encerrados en una casa. Partiendo de ahí, cualquier cosa podía pasar. Mucho de ese “cualquier cosa” quedará en las promesas, La primera advertencia la tendremos antes de iniciar la película al ver que estamos frente a una película Apta para mayores de 13 años. Ajá es un director que se hizo conocido por sus escenas gore, exponer torturas y hectolitros de sangre sin miramientos, su "Alta Tensión" inauguró la última tendencia del gore francés; verlo en algo APM13 nos hace dudar sobre lo que puede hacer, aún la decepcionante "Espejos siniestros" tenía una calificación de edad más alta. El director de "El despertar del diablo", afortunadamente, no puede con su genio y se las ingenia para ubicarse al límite, saber mostrar sin mostrar, sugestionar sin exponer. Hay sangre, pero pasada por agua, u oscura (cosas de las normativas que solo consideran imágenes sangrientas si es sangre pura); y logra crear varias escenas que causan dolor físico, muy sugestionables, pero sin exponer más de lo necesario, corriendo el lente justo justo cuando la cosa pasa a castaño oscuro. Si la dirección de Ajá beneficia a Infierno en la tormenta a la hora de ser un producto apto para consumo adolescente pero con la suficiente sangre; por otro lado la perjudica. Sus 107 minutos son de permanente tensión, es como ver "Hard Rain" con cocodrilos, pero Ajá se lo toma demasiado en serio y le quita diversión y delirio. Permanentemente busca un verosímil innecesario e intenta encontrarle lógica a lo que no importa si no lo tiene; de hecho, varias circunstancias son difíciles de creer, y no nos afectaría si el tono general fuese más relajado. Tampoco logra crear empatía real con los personajes, el drama personal nunca es profundizado, y la supervivencia termina siendo la de un padre y una hija (y el perro), como la de cualquier otro; sufrimos por las escenas de dolor físico, pero no vibramos frente a los avatares de la supervivencia. Los cocodrilos y caimanes son en CGI, los hubiésemos preferido animatronics, pero tampoco es algo que perjudique el resultado. Se sabe, el fuerte de Ajá no son las películas divertidas, de hecho, ese era el problema de "Piraña 3D", querer ser una comedia de terror burdo y lograr un tono impostado que nunca llegamos a aceptar. Infierno en la tormenta tenía todo para ser una gran película en estilo clase B, pero proviniendo de un estudio major, y con un director adepto al terror más serio, eso nunca llega a ocurrir, por más producción de Raimi que haya. "Infierno en la tormenta" se ve, se disfruta, se hace un poco larga, y nos deja una sensación satisfecha; pero a la vez hay ruido, eso que fuimos buscando ver, esa cuota de locura, o esa cuota de emoción que no están y nos queda dando vueltas en la cabeza. Cumple, pero pudo haber sobresalido.
La adaptación live action del clásico de Disney, "El rey león", de Jon Favreau, apuesta todo al fotorrealismo para presentar la copia fiel de una película que entiende no necesitaba ningún cambio. ¿Para qué modificar algo que funcionaba a la perfección? En 1989 Disney salía de un largo período de fracasos e inactividad gracias al éxito de "La sirenita" que marcó una nueva etapa creativa para la casa del ratón. Musicales animados de gran escala, ritmo acelerado, y un tono moderno que dejaba parcialmente atrás la inocencia blanquecina de otrora. De esa nueva etapa dorada de Disney, que casualmente abarca toda la década del ’90; sin dudas, la más importante es "El rey león". La película de 1994 que adaptaba libremente a "Hamlet", no sólo fue un éxito de taquilla, se convirtió en el evento cinematográfico animado de la década. La que une a crítica y público en consideración de ser “la mejor”; guion complejo, personajes queribles, grandes canciones, salida del clásico cuento de hadas con princesa. Desde que Disney emprendió este camino de realizar adaptaciones live action de sus más grandes clásicos de la animación, sabíamos que tarde o temprano llegaría este día... ¿Pero cómo hacerlo? No es lo mismo adaptar una historia con humanos como La cenicienta, que esta película que no tiene ni un personaje antropomorfo, y lleva a animales tradicionales de la Sabana africana a actuar como los personajes de la obra de Shakespeare de un modo realista. La respuesta está en la palabra clave, realista. Para saber qué se pueden encontrar en "El rey león 2019", piensen en "Las aventuras de Chatrán" jugando a ser "El rey león"; y sí, con algo – mucho – de CGI. Jon Favreau, que toma las riendas de la dirección en lugar de los clásicos de la animación Disney Rob Minkoff y Roger Allers, pone el acento en algo que ya le salió bien en "El libro de la selva"; aprovechar al máximo la tecnología del CGI para poder hacer que personajes que se vean como animales reales, actúen como humanos. Pero en la génesis entre ambos proyectos hay una diferencia, no solamente "El libro de la selva" cuenta también con personajes humanos, es más libre y paródica en su forma, sus animales podían ser más antropomorfos(como un gorila con lentes) sin que influyese demasiado. El rey león exigía un rigor máximo, algo que intentara capturar ese espíritu de 1994 que nada tenía que ver con lo caricaturesco. Dentro de las adaptaciones live action de Disney las hay más fieles y más libres a la película. Pero hasta ahora, ninguna había sido tan fiel como El rey león. Si la opinión unánime es que el original es un producto tan perfecto e impoluto ¿para qué modificarlo? Casi como lo que hizo Gus Van Sant con su "Psicosis" de 1998, Jon Favreau copia plano por plano a aquella propuesta original, tratando de imitar con animales reales (o que se ven reales), lo visto en animación. El resultado es realmente asombroso. ¿No conocen la historia? Vamos rápido. Simba es el cachorro de león del Rey Mufasa, próximo en la línea sucesoria en el reinado a la Sabana africana. Esto despierta los celos de Scar, el hermano menor de Mufasa, que traza un plan junto a las hienas para hacerse con lo que él cree le correspondía antes de la llegada del nuevo miembro real. Muertes, traiciones, venganza, legados, romance, y el camino del héroe. Todo atraviesa la historia de "El rey león" en un relato emocionante. Quienes hayan visto la película original tendrán el placer de comparar los planos. Permanentemente se juega al desafío de los espejos, y lo supera con creces. Es complicado despertar la misma simpatía y empatía. El cine de animación permite un colorido, y una gracia vivaz que es imposible capturar en live action sino se lo lleva hacia la caricatura. "El rey león 2019" juega con tonos más pálidos, oscuros, quizás algo más secos, pero lo que consigue es un mejor traslado del desierto, y hacer que realmente se vean a animales creíbles contando esta historia. No se sienten como animales de CGI, aún cuando cantan (y mucho), siempre es verosímil, realista al 100%. Cada personaje mantiene su personalidad intacta, sin necesidad de recurrir a la exageración. Podemos ver en sus rostros la sabiduría de Mufasa, el resentimiento de Scar, la inocencia pícara del Simba niño, la juventud heroica del Simba más adulto, la clase de Nala, y la gracia y de Timon y Pumbaa. El nivel de detalle y la puesta en el arte y la imagen es simplemente perfecto. Quizás los únicos personajes que se lucen un poco menos que en su original sean las hienas, pero muy poco. La historia es la misma. Puede que su ritmo sea más lento porque hay algunos planos más largos, y porque la animación siempre posee una agilidad que las “películas tradicionales” no consiguen. De todos modos, sus casi dos horas (media hora más que la original por esos planos más largos y algún detalle nimio) pasan volando y se disfrutan de principio a fin. Poder verla con sus voces originales (ojalá llegue con las suficientes copias subtituladas) implica apreciar un talento vocal logrado. Tanto en otorgarle personalidad, en el canto, y en respetar el espíritu original, Daniel Glover, Chiwetel Ejiofor, Alfre Woodard, Beyoncé Knowles- Carter, Seth Rogen, John Oliver, Billy Eichner, y compañía, hacen un gran trabajo. Y volver a escucha a James Earl Jones como Mufasa es todo un regalo. Favreau ya dio sobrada muestras de ser un director prolijo en películas familiares y de aventuras. Quizás no sea de los que cuentan con marcas propias, pero su labor la cumple con mucha corrección. El rey león nunca flaquea ni pierde su rumbo. Los más exigentes dirán que esta adaptación no se juega, que va a lo seguro, que hacer un traspaso lineal era el camino fácil del éxito probado. Para los grandes y chicos que no vieron aquella película, para quienes gustan de las películas con animales y los musicales, o para quienes quieran revivirla en un formato de realismo vívido, esta "El rey león" ofrece un gran espectáculo que respeta al espectador. El legado sigue vivo.
El remake del clásico de terror de los años ’80, "El muñeco diabólico", de Lars Klevberg, no sólo se distancia lo suficiente como para hacer su propio camino, nos recuerda por qué este género sigue siendo de los más populares entre el público. Si hay una palabra temida dentro del mundo del cine, esa es remake. La idea de una nueva versión de un film clásico o una película popular despierta todo tipo de dudas y comentarios. Más si entra dentro del canon “arruinan mi infancia/juventud”. Desde que la renacida Orion Pictures anunció que haría un remake de la primer película de la saga de "Chucky: El muñeco diabólico", el recorrido fue como una montaña rusa. Dudas, tranquilidad al saber que la saga original continuaría en paralelo, rechazo general al ver la imagen del muñeco, y parcial aceptación gracias a una de las mejores campañas publicitarias de cine de los últimos tiempos (trailers prometedores, preciosos afiches) y la promesa de poder disfrutar de uno de los mejores talentos en actores de voces. Finalmente, con expectativas de un lado y del otro, podemos decir que esta "El muñeco diabólico" no sólo se sostiene como un film independiente, diferente al “original”; sino que es una de las mejores películas de terror de los últimos tiempos. Es que más que traer de regreso al clásico muñeco, El muñeco diabólico es un gran homenaje a la forma de hacer terror en la década en la que el género brilló. El Chucky original había llegado en 1988, cuando ya el género, por lo menos el slasher, comenzaba su caída; y probablemente haya sido la última gran saga iniciada en ese período. También dejando atrás a los slasher adolescentes para centrarse en algo más adulto; algo que esta “nueva versión” respeta. Olvídense del vudú, y el asesino serial reencarnado. Acá la cosa viene más terrenal. La multifacética y tecnológica empresa Kaslan creó una línea de muñecos interactivos que no sólo sirven como juguetes, sino que permiten la conexión con otros dispositivos del hogar para ser controlados mediante su accionar. Los Buddy (curiosamente, el titulo de rodaje del film de 1988 fue Blood Buddy) tienen autonomía, están programados para relacionarse amistosamente con su dueño, y ofrecen un cuidado y entretenimiento completo al poder conectarse ya sea a internet o con cualquier dispositivo que haya (si es un dispositivo Kaslan, mejor). Hace un año que los Buddy (exitazo de ventas) están en el mercado, y ya se encuentran a la víspera de una renovación con los Buddy 2. Karen Barclay (Aubrey Plaza) que trabaja como cejara en un supermercado, logra hacerse con un Buddy de la primera camada que es devuelto por presuntas fallas y porque su comprador prefiere esperar a la nueva generación que trae más variantes (un rubio, un osito, etc.). El destinatario es Andy (Gabriel Bateman), su hijo con el que acaban de mudarse a un avejentado departamento. Las cosas no están bien para ellos, y Karen quiere contentarse con él, aunque ella ya está podrida de ver Buddys por todos lados, y Andy ya tenga 13 años. Pero bueno, si Gerardo Sofovich jugaba con un TV Teddy, alguien de 13 puede tener su propio muñeco interactivo. Hay algo que ni Karen, ni Andy, ni nadie sabe. En Vietnam, donde se fabrican los Buddy, hace un año uno de los empleados de la fábrica Kaslan se suicidó por las constantes humillaciones de su jefe; pero antes programó uno de los muñecos quitándole de la programación las inhibiciones de violencia, abuso, y obsesión, entre otras cosas. El principal acierto de" El muñeco diabólico" son sus personajes. En sus exactos 90 minutos, la película se toma su tiempo para presentárnoslos, contarnos su historia, hacer que sintamos empatía por ellos, ir introduciéndonos en clima, marcar un peligro latente, y prepararnos para un gran estallido. Hablamos de una película con corazón. La relación entre madre e hijo se ve y se siente en la pantalla, es creíble, y podemos presenciar el drama entre ellos sin necesidad de ser melodramática. En toda "El muñeco diabólico" hay una marcada crítica social, a la globalización, al capitalismo, al consumismo, a la explotación laboral, y a la situación de crisis en la que se encuentra un sector trabajador/obrero en los Estados Unidos. Otro dato fundamental es el regreso del cine de terror protagonizado por chicos, más precisamente, por una pandilla de chicos. Casi paralelamente a Buddy, al que apoda Chucky, Andy se hace amigo de dos vecinos Falyn (Beatrice Kitsos) y Pugg (Ty Consiglio), a los que después se unirá Omar (Marlos Kazadi); en los momentos rudos, ellos formarán una divertida cofradía. Chucky sólo quiere ser el mejor amigo de Andy, protegerlo de todo aquellos que le haga mal, y al no tener inhibiciones, no repara ante nada. Por lo tanto, Chucky también es un personaje complejo que plantea los límites de la obsesión y la protección. La relación entre estos amigos también tendrá su desarrollo. Todos estos elementos nos llevan a una época en la cual el terror, lejos de recurrir al susto fácil y rápido, se tomaba su tiempo para entrar en clima, aferrarnos a la butaca, crear muy buen suspenso, y una vez que nos tiene en el juego, nos da la estocada final. Podríamos decir que esta nueva "El muñeco diabólico" tiene algo de la película original, de "Atracción Cibernética", de "Matilda", y de algunos capítulos de Los Simpsons; grandes bases. Pero no sólo eso, su director Lars Klevberg (un nombre a tener en cuenta, que viene de dirigir la muy interesante Polaroid), se regodea con homenajes directos a "Texas Chainsaw Massacre 2", a la propia "Childs Play", y a otros films de terror sin necesidad de ser sólo un gancho para atrapar a nostálgicos. A la hora de los bifes, Klevberg no se ahorra sangre con escenas de muerte muy inventivas para aplaudir en la sala. Dueña de un humor negro corrosivo, Esta película es, ante todo una propuesta muy divertida. Incluso Aubrey Plaza como Karen logra una muy buena composiciónUna madre joven, desbordada, tapada de responsabilidades que quizás no quería asumir; pero nunca se duda del amor que siente por su hijo. La relación entre ambos es el corazón la película. Brian Tyree Henry como el vecino, policía, y personaje más carismático de la película, Mike, se mete al público en el bolsillo. Lo dicho, los cuatro chicos son una celebración, por supuesto, la atención se la lleva Gabriel Bateman que logra tener gran química con todos en el elenco. Por último, el muñeco. Su extraño diseño es totalmente funcional a la propuesta, y la voz de Mark Hammil es sencillamente perfecta. Este Chucky es un gran personaje, perverso, intimidante, ambiguo, que puede convivir perfectamente con la criatura de Brad Dourif sin tocarse. Cuando un género como el terror ya parece no tener nada nuevo, y sólo repetir modas cansinas, películas como "El muñeco diabólico" nos recuerda por qué lo amamos tanto. 90 minutos de pura cine celebración para los amantes del género. No tengan dudas estamos frente a una de las películas del año.