Seis años después, Disney nos trae la secuela de la película que rinde homenaje a múltiples personajes históricos del mundo de los videojuegos. En esta nueva entrega, Phil Johnston, además de ser el guionista de ambas cintas, se suma a su realización audiovisual para formar un dúo con Rich Moore. A su vez, John C. Reilly y Sarah Silverman se mantienen como la dupla protagonista y se le suman, al elenco original, actrices como Gal Gadot e Idina Menzel, entre otros nombres. En pos del buen entendimiento, se debe explicar algo de la primera película y que es vital: la historia se da entre los personajes de los videojuegos que se encuentran en un arcade en el mundo real. Hay un lugar donde todos interactúan, que se podría pensar como la conexión en común de la cual cada máquina está enchufada. Aclarado eso, Ralph (Reilly) y su mejor amiga Vanellope (Silverman) tienen una vida rutinaria en sus respectivos videojuegos. La búsqueda de cambios dentro de esta cotidianeidad resulta en la rotura del volante con la cual la gente juega a Sugar Rush, en el arcade de Mr. Litwak (Ed O’Neill). Sumado a este suceso, Litwak decide colocar wifi en su local. Cuando enchufa el módem a la misma conexión donde se encuentran las máquinas, todos los personajes se confunden y creen que es un nuevo videojuego. Ralph y Vanellope ingresarán al Internet para conseguir un nuevo volante para Sugar Rush porque, caso contrario, Litwak eliminaría el juego y Vanellope se quedaría sin su casa. La historia se desarrolla de una manera inmejorable en sus casi dos horas de duración. Los homenajes a los videojuegos “retro” continúan y, aprovechando las nuevas adquisiciones de Disney en cuanto a derechos de marcas, fue posible la introducción de múltiples personajes de diferentes películas que, hacen de ésta, un producto óptimo. Además, se apoya en un sólido guion escrito por Johnston y Pamela Ribon. Dentro de la trama se introducen momentos de comedia y no abundan, sino que están distribuidos de forma sumamente estratégica. “WiFi Ralph” es una película animada apta para todo público y, a primera vista, apunta a ser compartida en familia. Sin embargo, y no es sorpresa, el mensaje es mucho más profundo y se funde en el corazón de todas las personas sin discriminar su edad. En un mundo donde las redes sociales rodean tanto a los nenes como a las nenas, es dificultoso lograr que entiendan lo dañinas que pueden llegar a ser éstas. Esta película logra expresarlo de una gran manera y, también, divulga un mensaje de amistad sana, donde una persona no es dueña de la otra, y que el mejor rol que se puede cumplir en este tipo de relaciones es una al lado de otra, y no una atando a la otra. Esto es lo que hace que esta película sea más que recomendable.
La vida del narcotraficante colombiano Pablo Escobar fue sumamente intensa, formándose como un personaje para la historia. Sus actividades delictivas, su ayuda a los sectores vulnerables y su incursión política crearon una historia que fue explotada hasta el hartazgo para crear múltiples productos de entretenimiento. Hay series, libros, documentales y películas donde se cuentan diversas aristas de su vida. Fernando León de Aranoa aporta su grano de arena con “Pablo Escobar: la traición”, adaptando un libro de Virginia Vallejo, la amante del narcotraficante. Javier Bardem encarna a Pablo Escobar, mientras que Penélope Cruz se pone en la piel de la periodista Virginia Vallejo, la mujer que seleccionó Escobar para hacer que ella contase, en un futuro, toda su historia. Es posible observar, entonces, cómo nace Pablo Escobar como figura y cómo es asesinado, siempre con foco en la relación amorosa de la que estas dos personas formaban parte. El guión es sumamente sólido y desde el comienzo se nos avisa que, si bien se basa en hechos reales y en el libro de Vallejo, se ficcionalizaron hechos en pos del film y, sin dudas, fue una gran decisión. Las dos horas de duración permiten un adecuado desarrollo de la trama, acompañado de una banda sonora en consonancia con las diferentes escenas del largometraje. Si bien Penélope Cruz se desenvuelve de forma excelente -aunque nadie duda de su capacidad, dada su prolífica carrera como actriz-, es Javier Bardem quien merece el reconocimiento en esta película. Entregó su físico al personaje, transformándolo para este papel y, además, su actuación es brillante. Sin dudas, este Pablo Escobar es uno para el recuerdo. “Pablo Escobar: la traición” es una gran película donde podemos observar la vida del narcotraficante, añadiéndole quizás un lado que no mucha gente sabía: quién es Virginia Vallejo y cómo influyó en su vida. Una gran Cruz, pero un mejor Bardem, quien nos entrega una de sus mejores actuaciones bajo la dirección de Aranoa.
De Polonia para el mundo, luego del éxito de “Ida” en 2013, Pawel Pawlikowski regresa con “Cold war” cinco años más tarde. El director busca repetir el triunfo en la categoría de Mejor película extranjera en la próxima edición de los Premios de la Academia, ya que fue seleccionada para participar en aquella terna. Ambientado en la Guerra Fría, Pawlikowski nos deleita con un romance imposible escrito con su pluma. Wiktor y Zula (Tomasz Kot y Joanna Kullig, respectivamente), forman una pareja de orígenes sumamente distintos. Él, por un lado, viene de una familia burguesa. Es un pianista aficionado al jazz y, junto con otra profesora, buscan personas para integrar un grupo folklórico a pedido de los dirigentes comunistas de Polonia que quieren ponerlo al servicio del régimen de Stalin. Es por este motivo que Wiktor se encuentra con Zula. Ella, por el otro lado, proviene de una familia humilde y tiene un sentido de supervivencia tan afilado por las circunstancias de la guerra, que usa todas sus artimañas para entrar en el grupo y sobrevivir. Las actuaciones son magistrales. Kot y Kullig se ponen al servicio de una historia marcada por un contexto sumamente complicado, donde el exilio y el miedo eran monedas corrientes. Por estas razones, la historia se da en Berlín, lo que fue el territorio de Yugoslavia y París. Más allá de eso, esta pareja se complementó sumamente bien y llevan adelante una película que, en otros casos, pudo resultar aburrida. En cuanto a la dirección, sin dudas Pawlikowski tiene un ojo propio bien marcado. Predominan los planos medios a, como mucho, tres personas por escena y la simetría con ayuda de espejos. Luego, la musicalización, con piezas bien elegidas, se fusiona muy bien con la película: no sólo al momento de la historia, sino que también se ajustan al contexto donde se encuadra la trama. Se puede escuchar desde el músico clásico polaco Friederich Chopin hasta el Himno Stalinista, con interpretaciones que se dan dentro de las escenas. Es decir, hay música cuando en la escena se interpreta alguna pieza. Dada su realización en escenas sumamente cortas, contando la historia como si fueran pequeños retazos de tela que se van uniendo con la imagen que sigue, “Cold war” tiembla dentro de la categoría de recomendable. Sin dudas es una trama atrapante y bella, pero es preferible admirarla ya sabiendo con qué te podés encontrar. Igualmente, “Cold war” merece ser vista.
Mark Wahlberg y la acción es una combinación bastante conocida. Lauren Cohan es, a su vez, familiar a este género o, siendo más específico, a los momentos donde necesita luchar. Por último, Ronda Rousey fue llamada para acoplarse como tercera integrante de este pequeño grupo de inteligencia americana que buscan trasladar un paquete especial y, así, evitar un desastre bélico. Li Noor, llevado a la vida por Iko Uwais, es aquel paquete que debe ser llevado hacia el aeropuerto para extraditarlo. Para eso, Sam Snow (Rousey), Alice Kerr (Cohan) y James Silva (Walhberg) tendrán que sobrepasar distintas dificultades donde necesitarán de sus habilidades de lucha para vencer a otro grupo que quiere atrapar a Noor. Walhberg encarna a James Silva, una persona que perdió a su familia durante la niñez y que desarrolló una inestabilidad mental bañada por violencia. Éste es un rol que le sienta muy bien al actor: dicción rápida y nerviosa, además de la típica personalidad egocéntrica a la cual ya nos tiene acostumbrados con sus múltiples papeles. Luego, Cohan se acopla muy bien a esta película y no hay palabras más que decir que su desempeño está aprobado. Las escenas de pelea protagonizadas por Uwais, en verdad, están muy bien. La pregunta se encuentra en otro lado: ¿eran necesarias tantas? Y, por último, Ronda Rousey casi que no habla, pero, al final, ese no es su rol. Ella se incorporó a este film dada las múltiples escenas de acción en las cuales formó parte y es notoria su comodidad en las mismas. En relación con el guion es donde se encuentran las críticas principales. Hay cosas sin sentido, ya que se les da cierta relevancia en algunas escenas pero que, al final, no cumplen ningún objetivo. Además, ciertos conflictos dentro de la película que hacen a su trama, quizás, se encuentran tan mal tratados hasta el punto en el que parecen ser problemas infantiles. El guion escrito por Lea Carpenter, debido a estos aspectos, se desarma a medida que se desarrolla. “Milla 22”, en resumen, es una película pasatista que entretiene y que, sin dudas, pudo ser un largometraje mucho más interesante con un mejor desarrollo del guion acompañado de una extensión en su duración. El final queda abierto para una secuela y que, ojalá, se lleve a cabo. El material, la historia y el elenco está. Es cuestión de manejar mejor una historia que al menos en esta parte, se quedó en una promesa.
Si hay un director argentino que creó, a lo largo de su carrera, un fuerte respeto en el ámbito cinematográfico, sin dudas es Pablo Trapero. Luego de “El clan”, regresa tres años más tarde con “La quietud”. Este film llama la atención desde su afiche: el parecido entre Martina Gusmán (“Carancho”, “Elefante blanco”, “El marginal”) y Bérénice Bejó (fue nominada al Óscar por su protagónico en “El artista”) es sorprendente y, en cierto punto, perturbador. Además, el nombre no aparenta decir mucho y, si se observa el resto del elenco, podemos ver que Édgar Ramírez (encarnó a Gianni Versace en el documental de su asesinato), proveniente de Hollywood, Graciela Borges, la gran exponente del cine argentino y Joaquín Furriel, cuya trayectoria en este ámbito es sumamente extensa, el resultado de esta película debía ser más que aceptable. Así lo fue; “La quietud” supera cualquier expectativa. Eugenia (Bejó) regresa de París por motivos familiares y se reencuentra nuevamente con su hermana Mía (Gusmán) y su mamá Esmeralda (Borges) en la estancia “La Quietud”, donde vivían actualmente. Las hermanas tienen una relación muy especial entre sí que, lentamente, se va desarrollando a medida que aparecen Vincent (Ramírez), novio de Eugenia y Esteban (Furriel), el abogado de la familia. Ellos funcionarán como accesorios a la convivencia y del pasado de las hermanas, atravesando momentos incómodos y, sin lugar a duda, dramáticos. El guion de esta película, escrito por Trapero, es fantástico. No posee vacíos argumentales y toca distintas temáticas que, para aquella persona que mira la película, resultan incómodas. Por ejemplo, el film abarca desde cuestiones de la dictadura militar, hasta el aborto, pasando por el incesto y el Edipo, suavizándolo todo con una gota de humor negro. Además, la historia está contada desde el punto de vista femenino: todo gira en torno a Eugenia, Mía y Esmeralda. Los hombres participan de manera accesoria y son usados como intensificadores del dramatismo que reina la vida de las mujeres. La estancia donde se filmó la película (es la estancia “La república” en las cercanías de Luján) parece ser construida en base a las necesidades del largometraje. Las habitaciones y el diseño del lugar se complementan de manera excelente con la visión cinematográfica de Trapero, quien se destaca en esta labor de dirección. A esto se le suma la elección de la musicalización, que se acopla muy bien con el toque internacional brindado por Bejó y Ramírez. En cuanto a las actuaciones, la única que desentona un poco es la de Furriel. Quizás sea un tema de dicción (y por eso su personaje habla poco), pero, cada vez que interviene, es muy importante a la trama. Además, es para destacar lo realizado por Martina Gusman. Sin dudas, eleva a la película y genera una muy buena dupla con Bejó, pilares esenciales del film. Edgar Martínez cumple un rol algo enigmático, pero termina a la altura del producto. Graciela Borges, por su parte, alcanza con decir que acá demuestra por qué es una de las figuras más importantes del cine argentino. “La quietud” trabaja con una multiplicidad de temáticas que se unen de manera magistral gracias a un guion escrito de forma excelente, que genera una comodidad notoria en cada actor y actriz del largometraje. Es curioso, porque la incomodidad se planta en el interior de cada espectador mediante la inquietud de lo desconocido y, hacia el final, se puede observar cómo se resuelven todos los conflictos a un tiempo adecuado. Sin dudas, esta película es un logro más dentro de la obra de Pablo Trapero y, vale destacar lo siguiente: es una producción 100% argentina.
En la previa del lanzamiento de alguna película de terror, siempre se generan determinadas expectativas. Es un género que atrae a mucha gente, pero muy pocos largometrajes se mantuvieron a la altura de aquel deseo de deleitarse con un buen film de este estilo. “El demonio quiere a tu hijo”, dirigido por Brandon Christensen y escrito a la par con Colin Minihan, es un producto más que falla en este mundo donde es increíblemente difícil buscar originalidad alguna. Mary (Christie Burke) y Jack (Jesse Moss) son padres primerizos. En el parto, uno de sus hijos salió al mundo sin vida y ésta será una carga con la que tendrán que lidiar desde el inicio de la película. Esta pareja se muda a un barrio de clase alta, donde se ubican en una casa lujosa. Rachel (Rebecca Olson) es su nueva vecina y entabla una relación con los recién llegados, vinculándose por el hecho de que ella también es madre primeriza. Ella se presenta ante Mary, transformándose en amigas, ya que Jack pasa sus horas en el trabajo. En ese lapso, entonces, es cuando una presencia satánica empieza a perseguir al bebé de la pareja protagonista. La música contribuye al misterio y a la creación de momentos donde el objetivo principal es el susto. La fotografía también está en tono con la película y la apariencia de este demonio genera ciertos escalofríos. Igualmente, el film se derrumba con su guion. Hay un vacío argumental clarísimo en el medio y, además, el final deja mucho que desear. No logra comprenderse cómo concluye la trama y, en este género, no aplica aquel recurso. El final abierto, sin dudas, no tiene sentido ni utilidad en una película de terror. Sin embargo, no todas son pálidas. La actuación de Jesse Moss es aceptable, pero el trabajo de Christie Burke, en un largometraje débil, debe rescatarse. Su actuación es lo único que hace liviana la película, ya que a veces se siente algo lenta y carente de avance. Además, el vestuario y sus gestos coinciden de manera muy acertada según el estado psicológico que debe representar. Es notorio y satisfactorio cómo puede verse aquel desarrollo mental (o deterioro) en su personaje. Con cámaras estacionarias (léase: las cámaras de “Actividad paranormal”) y argumentos reciclados, “El demonio quiere a tu hijo” es una película que retoma cosas de otros largometrajes que marcaron una época en el género de terror. Con sus flaquezas en el argumento, y a pesar de la buena actuación de la pareja protagonista, éste es otro producto fallido que, si bien logra asustar, decepciona.
Generalmente, y para la decepción de mucha gente, los títulos de películas se traducen al castellano de manera errónea. No es el caso de “Marrowbone” o, mejor dicho, “Secretos ocultos”; si bien su relación no es evidente, se puede descubrir su significado al ver la película dirigida y escrita por Sergio Sánchez. Es al final del film cuando se devela el por qué de un cambio tan drástico en su nombre, aunque para nada errado. La familia Marrowbone decide recluirse en una casa alejada de un pueblo para evitar múltiples problemas que los acechan. Rose (Nicola Harrison) fallece y, en consecuencia, los tres hijos y su única niña deben protegerse por su cuenta. Jack Marrowbone (George MacKay), Sam (Matthew Stagg), Billy (Charlie Heathon) y Jane (Mia Goth) deciden, entonces, enfrentar su futuro que amenaza con separarlos y, además, defender su vida. La música de la película, en un punto, no es funcional: genera el ambiente de una conclusión habiendo transcurrido media hora del largometraje. Luego, igualmente, encaja mejor con el contexto y el aumento de la tensión dentro de cada escena. Es costumbre hacer comentarios, en primer lugar, acerca de la dirección o el guion de la película. En este caso, ante la simplicidad y la aprobación de ambos trabajos, es la musicalización aquello que genera mayores dudas en esta cinta. En cuanto a las actuaciones, curiosamente es Charlie Heathon quien se desempeña mejor entre todo el elenco. Aparenta ser un comentario simple, pero él no es el protagonista. La duda está en por qué no fue elegido él como personaje principal, ya que George MacKay se queda por detrás de su compañero, a pesar de tener el primer rol. Si bien no fue mencionada previamente, también participa Anya Taylor-Joy en esta película. Su actuación se mantiene a la altura de lo que se demanda. Igualmente, no es una observación en cuanto a su actuación, sino a una parte del guion que es innecesaria. La actriz es conocida por su papel en “Fragmentado”; cualquier conexión posible entre “Secretos ocultos” y esta película es una coincidencia innecesaria. Para concluir, el producto de Sergio Sánchez se mantiene de pie. A pesar de cualquier objeción realizada, la idea se desarrolla a un ritmo particular y su desenlace se maneja de forma clara e interesante. Quizás desperdicia mucho tiempo en su presentación, pero resulta en una historia que va a entretenerte desde la mitad de la película hasta el final.
La inseguridad en la Argentina no es una sensación, sino una realidad que puede percibirse en las calles. No hace falta aventurar en calles desconocidas para encontrarse con algún tipo de asalto. En “El motoarrebatador” se refleja claramente esta situación cotidiana. Agustín Toscano, director y escritor de la película, nos trae un muy buen producto de tierras tucumanas. Como bien se expresa en el título, se cuenta la historia de un motoarrebatador llamado Miguel Ángel (Sergio Prina) que, en compañía con El Colorado (Daniel Elías), asaltan a Helena (Liliana Suárez) a la salida de un cajero automático. Luego de consumado el robo, la mujer termina internada por múltiples lesiones y Miguel se siente culpable por lo cometido. Por esta razón, intenta redimirse no sólo con ella, sino que busca enderezar su vida, esquivando el camino del delito. La fotografía de este largometraje es sumamente cuidada y acertada para representar una historia triste, teñida por momentos de humor. La dirección de Agustín Toscano puede atrapar por completo al espectador en la película o directamente repelerlo. En ese sentido, el film es una experiencia interesante. Sin embargo, el guion no es convincente. No existen huecos en el mismo, pero las resoluciones de los conflictos en cuanto a motivos en la trama no atraen, ya que se sienten poco realista; en una cinta donde la verosimilitud es vital, aquel aspecto disminuye el resultado logrado. Las actuaciones principales de Sergio Prina y Liliana Suárez son sumamente dignas y para respetar. Ambos logran imprimirle a sus respectivos personajes un carácter que los forma como gente que puede encontrarse en las calles. En otras palabras, sus actuaciones están al nivel de lo cotidiano y, en una película donde la inseguridad y la realidad son las vértebras argumentales, significa mucho. De Tucumán al Festival de Cannes de este año, “El motoarrebatador” se alza como una película que sorprende. Con actores poco conocidos, el film es sumamente respetable y una buena recomendación para aquellas personas que no están familiarizadas con el cine argentino por cualquier motivo existente. Agustín Toscano, en su primera prueba como director solitario de cine (nota: dirigió “Los dueños” con Ezequiel Radusky en 2013), sin dudas, sale airoso de tal aventura.
No hay mejor género para encuadrar la película de este bandido Han Solo (Alden Ehrenreich) que un western espacial. Ron Howard nos trae un producto que tuvo que terminar en poco tiempo, ya que hubo una pareja de directores previo a él: Phil Lord y Christopher Miller. Más allá de esto, este film se mantiene a la altura de las expectativas de los fanáticos del mundo de “Star Wars”. La historia narra las primeras aventuras de este forajido y, también, su relación amorosa con Qi’ra (Emilia Clarke). En su camino, Solo se encontrará con Thomas Beckett (Woody Harrelson), quien será su compañero en diversos atracos que se llevan a cabo para conseguir dinero por múltiples deudas a pagar porque, caso contrario, morirán. Además, se dará el primer encuentro con Lando Calrissian (Donald Glover), personaje que aparece en otros episodios de “Star Wars”. Si bien es una misión difícil de lograr hablar de la película sin adelantar nada de la trama, es un objetivo que se puede cumplir al enfocarse en el diálogo, en las actuaciones y en la dirección del film. Como fue mencionado previamente, Ron Howard no fue el director desde el principio del proyecto. Se puede notar cómo fue perseguido por las fechas límites impuestas, ya que hay momentos donde los planos cambian rápidamente. Al no estar durante los momentos importantes de la película, se desliza que el realizador quiso enfocarse en aquellas escenas vitales de la misma. Igualmente, es innegable que Ron Howard hizo un buen trabajo. Además, apostó por la simetría y los tonos negros para generar un ambiente oscuro ideal para esta historia y, sin dudas, salió victorioso en ese aspecto. Escrito por Jon y Lawrence Kasdan, el guion es muy bueno. Es notorio el trabajo detrás del mismo y cómo están construidos cada uno de los personajes es algo logrado de forma sobria. Con momentos de humor (esperables, sabiendo el tipo de personaje que es Han Solo), se le añade una gota agradable que se redondea en líneas que mantienen su interés por sí mismas y que son explotadas al máximo por las actuaciones. En cuanto a las interpretaciones, cada integrante de este reparto estuvo a la altura de las circunstancias. Emilia Clarke, Woody Harrelson y Donald Glover se complementan realmente bien y son un valor agregado de esta película. Individualmente se destacan en las actuaciones realizadas previamente por ella y cada uno de los hombres. Hay veces que sucede que cada persona sobresale por sí misma dentro de un elenco, pero, al juntarlas en la película, la química no es buena; esta cinta es todo lo contrario. Aquel trío funcionó perfectamente. Párrafo aparte para Alden Ehrenreich. Tuvo la pesada tarea de ponerse en un personaje inmortalizado por Harrison Ford y, la verdad, no hay nada que recriminarle. Creó a un Han Solo con un estilo diferente al anterior, pero con sus gestos faciales lo homenajea: mantiene su sonrisa característica. Quizás no sea un actor reconocido, pero realizó una muy buena labor en esta película y, con 28 años, apunta a establecer un nombre propio en el mundo del cine. Gran sorpresa y mejor actuación dado el papel que llevó a cabo. “Han Solo: una historia de Star Wars” es una buena película que sirve para preparar el terreno hacia el estreno, en el 2019, del Episodio IX. Con un gran trabajo general, desde dirección hasta actuación, este es un film entretenido donde predomina la acción desde el principio hasta el final. Así que, si estabas en la duda de verla o no, recomendamos es que vayas al cine porque esta historia no te va a decepcionar.
Lo que entablamos bajo el título de “vida moderna” se podría traducir en una vida acelerada donde se vive para el trabajo sumido en un mundo de negocios. Sumado a esto, se cree que el hombre es aquel que debe trabajar para sostener a las personas que integran un grupo familiar, quienes deben ser criadas por la mujer de la casa. En la formación de una familia, en la velocidad de lo cotidiano y su inmediatez es donde se sitúa “Tully”, producto dirigido por Jason Reitman y escrito por Diablo Cody, quienes ya trabajaron juntos en “Juno” (2007), película con características similares a ésta, ya que ambas tratan de embarazos. Charlize Theron encarna a Marlo, quien está casada con Drew (Ron Livingston). El inicio de la película encuentra a la pareja con un hijo pequeño y una hija de edad similar. Marlo está embarazada y tuvo que pedirse licencia, mientras que Drew continuaba trabajando arduamente. Jonah (Asher Miles Fallica), su hijo, demostraba signos de un desarrollo tardío de sus capacidades mentales y esto le causa, específicamente a Marlo, múltiples problemas y dolores de cabeza. Mientras tanto, al llegar de trabajar, Drew se dedicaba a jugar videojuegos y restarle atención a su mujer. Es en este punto cuando Marlo decide contratar a una niñera nocturna y poder descansar. La dirección de Reitman es sobria y con tomas sumamente adecuadas y significativas en ciertos momentos. La música se utiliza de manera muy sutil: suele estar ubicada suavemente en el fondo de la escena, hasta que toma el protagonismo en otros instantes. Es una interesante maniobra que permite mayor compenetración en la trama en situaciones clave. El guion, por su lado, se estanca al principio, pero después se desarrolla fluidamente y es rescatado por un tono humorístico crudo y sin tapujos que genera la risa del espectador. La actuación de Charlize Theron es extremadamente intensa e ideal para un rol tan complejo en cuanto a lo psicológico. Lo lleva a cabo increíblemente y hace que “Tully” sea una película para ver porque, al final, no tiene desperdicio: un reflejo del ritmo de vida moderno y de los roles familiares que deben dejar de ser desigualitarios y transformarse en equitativos.