Luego de su controvertido estreno en Estados Unidos que ha desatado las críticas más duras por parte de los fanáticos y el periodismo especializado, Venomaterriza en Argentina. Comparada con desdichados films del género, como Catwoman (2004) de Halle Berry, la historia sobre el antagonista de Spider-Man no auguraba nada bueno. Finalmente, el proyecto de Sony de adaptar a la pantalla grande los orígenes de los villanos clásicos de la franquicia Marvel ha dado comienzo, haciendo retroceder a los amantes del cine superheroico unos cuantos pasos en el tiempo. Dirigida por Ruben Fleischer(Zombieland), Venom narra una historia diferente a la del villano creado por David Michelinie y Todd McFarlane en los ’80. En esta ocasión nos encontramos con Eddie Brock (Tom Hardy), un periodista de investigación que se propone desenmascar al magnate científico detrás de la Fundación Life, una organización de bioingeniería que experimenta con formas de vida extraterrestre. En su última misión especial, los astronautas han recogido algunas muestras de simbiotes alienígenas y el CEO Carlton Drake (Riz Ahmed) ha estado experimentando con ellas utilizando a vagabundos como sujetos de prueba. Cuando Eddie irrumpe a escondidas en los laboratorios de la fundación, el simbiote termina introduciéndose en su organismo, convirtiéndose en el huésped perfecto de este depredador conocido como Venom. A pesar de que los avances daban indicios de que podría tratarse de una película de acción un poco más oscura y adulta que lo habitual, lo cierto es que Venomtermina siendo una comedia absurda y sin gracia que nos recuerda a los films de la época previa del MCU (Marvel Cinematic Universe). La narración, floja y repleta de inverosimilitudes, se ve envuelta en un tono trivial que suaviza todas las escenas al más puro cuento infantil. La interpretación del inglés Tom Hardy termina cayendo en el ridículo, con pasos de comedia incómodos que intentan retratar el conflicto interno entre Eddie y su otro yo extraterrestre. Sus escenas junto a Michelle Williams, quien interpreta a la novia de Eddie, generan la misma pasión e interés que el ship entre Mark Ruffalo y Scarlett Johansson como Hulk y la Viuda Negra. Definitivamente, no hay química aquí. Por otro parte, las motivaciones del monstruoso ser espacial nunca parecen claras y más allá de su estilo visual llamativo, carece de chispa. Es más que lamentable que no se haya explotado lo suficiente en el trastorno de identidad y la faceta violenta y aterradora de Venom, algo que podría haber calado perfectamente con su tono sarcástico. Con respecto a la acción, son pocas realmente las escenas en las que el estudio cinematográfico ha demostrado su importante grado de inversión. Para ser una película superheroica de 2018, las muchas tomas en espacios pequeños y el abuso de CGI se hacen notar demasiado. En este sentido, el director trata de corregir estas penurias apuntando hacía otros géneros, como el horror, el suspenso y la comedia, sin sacar un buen provecho de ninguno. Si hay algo que no le falta a Venom es ritmo. Las casi dos horas de duración se hacen realmente ligeras y entretenidas, aunque esto sea logrado a cuestas de un guion ingenioso y atractivo. En cuanto a las escenas post-créditos, solo una de ellas será de interés para el fandom comiquero que ha tenido que ser testigo de la deformación del villano del universo de Peter Parker. En resumidas cuentas, podemos decir que Venom es una película olvidable, naif y con serios problemas de guion. No solo no añade nada innovador a la franquicia sino que expone todas aquellas sombras del género que habían sido superadas hace más de una década. Un film para ver directo desde el sillón de tu casa o simplemente, pasar de largo.
Una vez más, la cartelera nos invita a continuar recorriendo la popular franquicia sobre las investigaciones del famoso matrimonio de cazafantasmas del siglo XX. Con un slogan que predica que estamos ante el relato “más oscuro” dentro del universo de El Conjuro, la cinta dirigida por Corin Hardy (Los Hijos del Diablo) se propone hacer un festín con los resabios de lo que en algún momento fue considerada la gallina de los huevos de oro. La acción se encuentra ambientada en 1952 en una abadía de Rumania, donde misteriosamente una monja se ha suicidado. Tal suceso alarma a las autoridades del vaticano, al punto que deciden enviar al Padre Burke (Demián Bichir) a investigar las causas de tamaña ofensa contra Dios . El sacerdote no irá solo, sino que contará con la ayuda de la novicia Irene (Taissa Farmiga), quien aún no ha resuelto tomar los votos. Ambos serán guiados en carruaje hasta el lugar por un rumano apodado Franchute (Jonas Bloquet), el joven que halló el cuerpo sin vida de la monja y que parece más interesado en conquistar a la novicia que en descubrir los extraños fenómenos que ocurren en el pueblo. El nuevo (que de novedoso no tiene nada) spin-off de El Conjurose sirve del espíritu endemoniado en forma de monja que aterroriza al matrimonio Warren en la secuela del film. Pero la trama se encuentra tan repleta de lugares comunes que el suspenso, la tensión y la intriga que caracterizaba a la creación del productor James Wan, se deshace apenas pasados unos minutos. Taissa Farmiga- la hermana de Vera, quien encarna a Lorraine Warren en la saga- es totalmente desaprovechada por un guion sin alma, donde la construcción de personajes brilla por su ausencia. Lo mismo podemos decir del mexicano Demian Bichir, quien hasta ahora había hecho un recorrido respetable, siendo incluso nominado al Oscar por su papel en A Better Life (2011). Las inverosimilitudes y elementos tirados de los pelos (como la propia sangre de Cristo) se hacen lugar a la fuerza con el fin de darle sentido a la historia, algo que ocurre de forma atolondrada en la última media hora. Infaltables los cansinos jump scares, que intentan rellenar con efectos baratos las propias limitaciones narrativas de este refrito. Los fanáticos acérrimos de El Conjuro quizás terminen perdonando nuevamente la falta de ideas, en pos de un spin-off o secuela que logre revivir la espeluznante experiencia psicológica que nos regaló James Wan y compañía. Para todos los demás, queda claro que La Monjaes la perfecta razón para dejar de reciclar una saga que ineludiblemente ya está agotada.
La cartelera argentina de esta semana abre paso a una nueva cinta de terror que de novedosa no tiene absolutamente nada. En esta ocasión, la temática de la maternidad vuelve a repetirse para entregarnos un historia hiperpredecible y colmada de clichés que se hunde en su propia mediocridad. El Demonio Quiere a tu Hijo(Still/Born) sigue a Mary (Christie Burke) una joven ama de casa que acaba de dar a luz a su primer hijo. Mary esperaba gemelos, pero en el parto uno de ellos falleció, originando en la protagonista los síntomas de una depresión post-parto. Mientras cuida del pequeño Adam, Mary percibe como una fuerza sobrenatural maligna asecha al bebé. Su neurosis la llevará a descubrir una perturbadora historia sobre un demonio que se alimenta de los recién nacidos. La película del debutante Brandon Christensen ahonda en una de las cuestiones favoritas del cine de género de finales del siglo XIX: los temores y traumas del embarazo y la maternidad. Desde clásicos como El Bebé de Rosmary (1968), hasta la sátira independiente Prevenge (2016) donde un embrión incita a la protagonista a cometer sangrientos asesinos por doquier, el terror se ha animado a mostrar como ningún otro el lado oscuro de aquella edulcorada experiencia de ser madre. En tiempos donde el debate feminista ha logrado instalarse en todas los hogares, programas de TV, series y entregas de premios, resultar más que oportuno una ficción que, de una manera metafórica, invite a la reflexión acerca de la maternidad impuesta y los avatares de ser madre en una sociedad moderna atravesada por la cultura machista. Esta película claramente no es el caso. Durante los casi 90 minutos que dura esta cansina historia, asistimos a un sin fin de lugares comunes condimentados por los aborrecibles jump scare y efectos musicales dignos de una generación de cineastas y espectadores crecidos bajo el velo de películas como Actividad Paranormal. Situaciones inverosímiles- como escapar de un hospital psiquiátrico y llegar a tu casa lo más campante antes de que suceda una tragedia- aquí obviamente dicen presente. Infaltable la atractiva vecina y amiga de la protagonista que no duda en exponer su abierta vida sexual, motivo suficiente para que la paranoia de Mary desbloquee otro nivel y la mujer se convenza de que su marido está engañándola. Por que claro, la amistad femenina siempre será ese vinculo endeble repleto de celos y mentiras. El Demonio Quiere a tu Hijo es una fotocopia de la mayoría de las película de terror sobre espíritus demoníacos post 2000. Un desperdicio de una temática fuerte y sugestiva, que podría haberse enriquecido gracias a todos aquellos mitos alrededor de los hermanos gemelos y una exploración profunda e innovadora sobre los trastornos mentales.
Nada menos que 46 años tuvieron que pasar para que el asesino serial más famoso de nuestro país finalmente fuera retratado en la pantalla grande. Aún así, podemos decirlo con total seguridad: la espera valió la pena. El monstruo con cara de ángel que ilustró la tapa de todos los periódicos de la década del ’70 está de regreso y promete cautivar a todos. La iniciativa resulta más que oportuna si tenemos en cuenta la curiosidad que generan este tipo de relatos en los espectadores. El público argentino suele fanatizarse con las historias criminales y ello ha quedado más que demostrado luego del éxito de El Clan (2015), la película sobre el perturbador clan Puccio, seguida de la aclamada miniserie de televisión Historia de un Clan, escrita y realizada por Luis Ortega, director y mente creativa detrás de este nuevo thriller policial. La historia transcurre en la tranquila localidad bonaerense de Vicente López, en una época turbia de la Argentina que avecinaba la llegada de la sangrienta dictadura militar comandada por Jorge Rafael Videla. Para ponernos en contexto, hablamos de un periodo donde el General Perón vivía sus últimos años en el poder, estrechando lazos con lo más oscuro de la política como el ministro López Rega, quien tiempo después y durante ésta última presidencia del líder popular, daría nacimiento a la Triple A. Con el ejército y la policía militarizando las calles, los adolescentes rebeldes, y sobretodo aquellos que agrupaban las organizaciones de izquierda, constituían las víctimas predilectas de la fuerzas represivas que, muy en sintonía con el panorama actual, gozaban de total impunidad. En este escenario, un joven de clase media, pelirrojo de ojos azules y mirada angelical, se encuentra terminando el colegio secundario. Nada insinúa algo anormal en aquel adolescente tímido de ascendencia alemana, tan solo parece ser un niño atravesando el duro camino de transformación adulta. Un extraño de pelo largoque no puede dejar de cuestionarse el sentido de la libertad. El es Carlos Eduardo Robledo Puch, “Carlitos“, y pronto será conocido por el mundo como el Angel de la Muerte. Durante sus últimos días de secundaria, Carlitos (Lorenzo Ferro) conoce a Ramón Peralta (Chino Darín), un matón que se encuentra dando sus primeros pasos en el mundo criminal junto a su familia. Los padres del joven, Ana María (Mercedés Morán) y José Peralta (Daniel Fanego), aceptan introducir al angelical Carlitos en el clan. No pasará mucho tiempo para que Carlos y Ramón se conviertan en una bestial dupla criminal, dedicándose a asaltar jugosos negocios como supermercados, joyerías y concesionarias. Sin que le tiemble la mano, Carlos asesina a todo aquel que se encuentre en su camino, siempre por la espalda o mientras duermen serenamente. Entre golpes criminales y huidas, la relación del dúo irá develando una fantasía sexual reprimida. La película de los Ortega (con Luis en la dirección mientras que su hermano Sebastián toma el mando de la producción junto a Underground), presenta una libre interpretación de la historia del tristemente célebre Robledo Puch. No es un biopic ni intenta serlo y aquello constituye, sin dudas, una de las mejores decisiones. Lejos de explorar un supuesto origen de la sociopatía del personaje, el relato se sumerge en el día a día de un delincuente juvenil que parece vivir una vida de ensueño. Cabe decir que El Ángel jamás juzga los actos de Carlos, sino que busca retratarlos con elegancia, ritmo, cinismo y varios toques de humor para nada desencajados. El debutante Lorenzo “Toto” Ferro representa la gran sorpresa del thriller. Aunque nunca ha incursionado en el teatro, la naturalidad y frescura con la que se desenvuelve dejan más que claro que lleva el arte en la sangre. Tengamos en cuenta que el hecho de colocar a un joven sin experiencia como protagonista absoluto y en un papel tan desafiante como el de un famoso asesino serial, implicaba todo un riesgo para la producción. Pero Ferro demostró no solo estar a la altura de las circunstancias, sino que posee todas las condiciones para integrar una nueva generación de futuros referentes de nuestro cine nacional. La banda sonora es quizá uno de los aspectos más formidables del film. Compuesta de temas clásicos de artistas como Palito Ortega, Pappo, Billy Bond, La Joven Guardia, entre otros, la música, al igual que la meticulosa estética, logra trasladarnos a aquella época clave del rock nacional. La personalidad del protagonista, sus emociones y creencias, son simbolizadas de forma casi poética por las letras de nuestra música. Podemos afirmar que El Angel es la película argentina del año por excelencia. Quienes vayan a verla se encontrarán ante un relato seductor, atrapante y armónico. Una mirada lírica de la brutalidad que sigue pincelando nuestros tiempos.
Secretos Ocultos (Marrowbone) es la opera prima del español Sergio G. Sánchez, guionista de la exitosa El Orfanato (2007). Ambientada en la década de 1960 en un pueblo rural y desconocido de los Estados Unidos, la historia sigue a cuatro jóvenes hermanos que se mudan a una granja dejando atrás un perturbador y misterioso pasado en Gran Bretaña. Al poco tiempo de instalarse en aquella casona, la matriarca del clan fallece y los hermanos deben mantenerse ocultos hasta que el más grande ellos cumpla la mayoría de edad y ya no puedan separarlos. Pero la Justicia no será la única de la que tengan que protegerse cuando las sombras del pasado vuelvan clamando venganza. La familia unida Protagonizada por nuevos y reconocidos talentos como Anya Taylor-Joy (The Witch), George MacKay (Capitán Fantástico), Charlie Heaton (Stranger Things), Mia Goth (Nymphomaniac) y el pequeño Matthew Stagg, la película nos ofrece un relato mucho más dramático que terrorífico. Aunque el misterio siempre está presente, son pocos los momentos que generan verdadera tensión. La amenaza a la que temen los hermanos y que cobra vida en esta gran morada, se vuelve una excusa para ahondar en los conflictos familiares, los legados, el desarraigo y la culpa. Los aspectos técnicos representan lo más logrado del filme. La cuidada fotografía de Xavi Giménez realza el paisaje natural de este pequeño pueblo cuya localización no se encuentra en Estados Unidos sino en Asturias. Por otro lado, la música a cargo de Fernando Velázquez nos ofrece partituras clásicas nostálgicas y a tono con aquella fibra sensible que expone la trama . Esta ópera prima tiene el lujo de contar también con el cineasta Juan Antonio Bayona como productor, con quien Sánchez trabajó anteriormente El Orfanatoy Lo imposible (2012). Anya – Taylor Joy, como siempre, muy bien El final bastante apresurado contiene un giro sorpresivo que seguramente deje divida a la audiencia, aunque no se puede negar su efectividad. Secretos Ocultos no es una película innovadora ni memorable y puede que los amantes del género de terror se sientan un poco estafados. Sobretodo, teniendo en cuenta la forma en que la han vendido los tráilers. Quienes vayan al cine sin muchas expectativas podrán disfrutar de una película visualmente imponente con un intenso drama tan ligero como atrapante.
El cine independiente en Argentina sigue demostrando su identidad a la hora de escenificar la cruda realidad socioeconómica que golpea a los sectores más marginados de nuestro país. Y si de visibilizar se trata, esta película no se queda atrás. El Azote sigue la historia de Carlos (Kiran Sharbis), un asistente social que trabaja en un instituto de menores de Barilochey que, en poco tiempo, debe enfrentarse a la ruptura de su pareja, el cuidado en solitario de su madre inválida y la llegada de dos nuevos menores al centro que ponen en evidencia los vacíos administrativos. Escrita y dirigida por el prolífico cineasta José Celestino Campusano (Vikingo; El sacrificio de Nehuén Puyell), esta cinta ganadora de la Competencia Argentina en el 32° Festival de Cine de Mar del Plata, nos muestra el lado B de aquella ciudad turística tan recurrida por sus paisajes idílicos y su apacible e histórico pueblo. Marginalidad, violencia institucional y familias sumidas en la descomposición social, impregnan estas tierras sureñas invisibles a los ojos de los turistas. El protagonista de la película es un hombre de mediana edad y una notable empatía que intenta proteger a los jóvenes del flagelo de las drogas, la violencia policial y los abusos intrafamiliares que se encuentran a la orden del día. Con su cabellera larga y vestido siempre de negro y cuero como si fuera un integrante de una banda heavy metal (característica recurrente en los filmes de Campusano), Carlos-a quien los chicos apodan Murciélago-lucha constantemente para encauzar la vida de estos adolescentes a quienes el sistema les ha arrebatado todos sus derechos. Mientras pretende hacerle frente a la corrupción del instituto y las trabas económicas y burocráticas, los vínculos personales de este asistente social se van desintegrando poco a poco. Su esposa, cansada de los desaires de Carlos y de cuidar de su intolerante madre enferma, decide separarse en busca de un mejor futuro. Ahora el hombre debe hacerse cargo de aquella madre cuya afección le provoca unos terribles delirios místicos. La décima película de Campusanono es de esas historias que detentan un suspenso y una violencia in crescendo hasta culminar con un final arrollador. De hecho, podríamos decir que el desenlace de la película ocurre justo cuando está por librarse un intenso combate, uno no menos espinoso que los que Carlos debe enfrentar día a día. Se trata, más bien, de un drama analítico y contemplativo, que por momentos roza el cine documental y que invita a la reflexión y el debate por parte de los espectadores. El elenco presenta a varios actores no profesionales y esto seguramente se deba a una insistente búsqueda de naturalidad. Sin embargo, por momentos los diálogos parecen muy forzados y, si no fuera por los recursos actorales del protagonista, la performance de los otros personajes caerían en el ridículo. El Azote es un filme hiperrealista, denunciante y audaz, que no intenta dulcificar la violencia y la sordidez que las clases poderosas pretenden ocultar bajo la alfombra.
Alessandro (Andrea Carpenzano) es un veinteañero romano, inmaduro y alborotado; Giorgio(Giuliano Montaldo) un poeta olvidado de 85 años que sufre de Alzheimer. Ambos viven a pocos pasos el uno del otro pero nunca se han cruzado, hasta que Alessandro acepta de mala gana un trabajo como acompañante de este elegante señor en sus paseos de la tarde. Con el correr de los días, de la mente un tanto perdida del anciano poeta y de sus versos, aflora poco a poco un recuerdo de su pasado lejano. Siguiendo la linea del exitoso filme francés Intouchables (2011), la nueva película de Francesco Bruni (Noi 4) une a dos improbables amigos en la búsqueda de un “tesoro” escondido que lleva a los protagonistas a sumergirse en un profundo viaje de autodescubrimiento. La figura del poeta perturbado toma un nuevo color en esta representación del veterano cineasta Montaldo, quien le imprime sabiduría pero, al mismo tiempo, unas buenas dosis de inocencia, gracia y ternura. Alessandro y Giorgio forjan una relación creíble y alejada de los clichés y los golpes bajos que suelen acompañar a estos relatos donde el siempre joven perdido encuentra su rumbo gracias a un extraordinario mentor que se sale de la norma. A través de los poemas escritos en las paredes de la casa de Giorgi y de sus confusos recuerdos como soldado de la Segunda Guerra Mundial, Alessandro comienza a reconstruir el doloroso pasado de su amigo. A la dupla protagonista se le suman los cuatro amigos de Alessandro, unos jóvenes inadaptados que a pesar de parecer los típicos matones del barrio, terminan encariñándose con Giorgio y sus historias. El papel del grupo resulta un tanto forzado dado el objetivo del director de exhibirlos como unos muchachos de pocas luces cuyo pasatiempo consiste en fumar, emborracharse y jugar videojuegos. Sin lugar a duda, la disparidad generacional y académica entre estos chicos y el poeta se podría haber escenificado sin llegar a la exageración grotesca. Más allá de las excelentes actuaciones de Montaldo y Carpenzano, la trama es altamente previsible y el guion peca de poca originalidad. Una complaciente historia sobre dos personalidades antagónicas que hemos visto decenas de veces y que, en este caso, no cuenta con los elementos narrativos necesarios para proporcionar alguna vuelta de tuerca óptima.
Los cultos satánicos y las retorcidas historias de linaje regresan a la pantalla grande de la mano de El Legado del Diablo(Hereditary), el premiado filme de terror sobrenatural con ecos de drama familiar. Escrita y dirigida por el joven cineasta Ari Aster, esta ópera prima que debutó en el Festival de Sundance a principios de año invita al espectador a internarse dentro del tenso y desequilibrado hogar de una familia poseedora de un legado siniestro. La historia comienza con la muerte de la anciana Ellen Graham, la reservada matriarca de la familia que fallece luego de una dura enfermedad. Su hija, la talentosa escultura Annie (Toni Collette), intenta llevar tranquilidad a sus hijos adolescentes mientras lucha con sus propios demonios internos del pasado. La inestable atmósfera familiar alcanza su pico máximo de dramatismo cuando una tragedia impacta en la vida de los Graham. La nena creepy La actriz Toni Collette, quien tomo popularidad en 1998 gracias a su trabajo en Sexto Sentido y a la que pudimos ver también desplegando sus dotes cómicos como protagonista de la serie United States of Tara (2009-2011), lleva el papel más difícil dentro de este oscuro relato. Su personaje es una madre atormentada por los recuerdos de su infancia y la repulsiva relación con su dominante progenitora. Ella intenta sublevar sus traumas por medio del arte, diseñando miniaturas realistas que representan cada momento desgraciado de su vida. A pesar de que Annie ha hecho todo lo posible por proteger a sus hijos, Steve y Charlie (Alex Wolff y Milly Shapiro), de las miserias de su familia, no puede evitar que el estigma termine arrastrando a todos hacía el abismo. Cargada de situaciones angustiantes y con algunos toques de humor negro, El Legado del Diablo se aleja de las clásicos sustos efectistas para introducirnos en un drama desgarrador sobre las relaciones humanas sostenido por un clima de terror psicológico. Aunque lejos está de otros impecables filmes contemporáneos como The Babadook (2014) o la iraní Under the Shadow (2016), hay que reconocer que el director se esmera por marcar una diferencia dentro de la reiterada temática de las posesiones satánicas. Sin lugar a duda, las actuaciones son el punto fuerte de la película. La gran Toni Collette demuestra su versatilidad a la hora de hacernos emocionar, temblar y reír con la misma potencia. La manera en la que el personaje de Annie lleva al límite sus emociones reprimidas le otorga profundidad al relato. En el caso de Milly Shapiro, la pequeña es una verdadera revelación y logra robarse la atención del público en el poco tiempo que permanece en pantalla. El actor Alex Wolff también hace lo suyo como un joven gravemente afectado por su relación materna. Quien quizá queda un poco desdibujado en toda esta historia es el marido de Annie, Steve, interpretado por el irlandés Gabriel Byrne. El funeral El problema principal de la película radica en la poca utilización de los recursos a través de sus más de 120 minutos de duración. El paisaje frio y boscoso donde sucede la acción resulta bastante desperdiciado y gran parte de las escenas en la casa de la familia detentan varios minutos de sobra. Lo mismo ocurre con la niña que interpreta a Charlie. La espeluznante protagonista del afiche de la película no obtiene el lugar que se merece y esto es una verdadera pena, dado que las perturbaciones de este extraño personaje podrían haber sido mejor explotadas. En cuanto a la banda sonora a cargo de Colin Stetson, también deja mucho que desear. El final viene acompañado de un giro sorpresivo que seguramente deje a la audiencia con algunas preguntas durante los créditos. Y quien dice, tal vez coseche la oportunidad de una segunda parte. En resumidas cuentas, podemos decir que El Legado del Diablo es una cinta profunda e inquietante que resulta empañado por un hype desmedido. Quienes vayan con las expectativas controladas podrán disfrutar de una excelente demostración de como el terror independiente continúa firme y varios pasos adelante de aquellos refritos en forma de megaproducciones hollywoodenses.
El comienzo del fin A 10 años del inicio del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU), finalmente los legendarios héroes de La Casa de las Ideas han unido fuerzas en un filme que marca un antes y un después para la historia de la franquicia. Todo el recorrido que los fanáticos de los relatos superheroicos venimos haciendo desde aquella inolvidable película del 2008 donde Robert Downey Jr. se colocaba el traje de hierro por primera vez, tenía un destino: llegar a este momento. Avengers Infinity War ya es una realidad y nuestro niño eterno no podría estar más agradecido por tanta magia. Dirigida por los hermanos Russo (si, aquella dupla que nos ha regalado una gema imprescindible para los amantes del género como fue Capitán América: Soldado de Invierno en 2014), la cinta tiene lugar luego de los eventos sucedidos en la Guerra Civil que terminó con la división de los Avengers. Mientras los Héroes Más Poderosos de la Tierra se enfrentaban por sus ideales, otros aliados fueron surgiendo en el camino con el fin de defender a nuestro planeta y todas las civilizaciones de este infinito y misterioso universo de las amenazas de seres abominables. Sin embargo, ningún otro villano ha desafiado la continuidad del espacio-tiempo de tal manera como esta indestructible deidad que se presenta ante nuestro ojos. Hablamos de Thanos, el poderoso hijo de Los Eternos, a quien ya habíamos conocido en otros filmes del MCU como Guardianes de la Galaxia (2014) y que se ha convertido en una peligrosa sombra para todos los superhéroes de Marvel. Su meta es hallar las seis Gemas del Infinito– la del espacio, la mente, el alma, la realidad, el tiempo, el poder y ego-y así poder hacerse con el control absoluto del universo. Sabemos que tanto el personaje de Vision como Doctor Strange protegen una de ellas y el ejército de Thanos está dispuesto a derribar con todo lo que este a su alcance para obtenerlas. Es importante aclarar que un crossover de tal magnitud requiere de haber visto las anteriores películas de la franquicia. El espectador que vaya a la sala sin haber seguido la evolución de las historias y los nuevos personajes, probablemente se sentirá más que desorientado, puesto que el filme no pierde tiempo en explicaciones, sino que se propone ir directo a la acción. Y si de acción hablamos, en esta guerra hay de sobra. Las asombrosas batallas tienen lugar en diferentes escenarios claves del universo marveliano, algunos ya conocidos como Wakanda, el territorio gobernado por Black Panther y otros bastante más alejados de esta galaxia. Además de las escenas visualmente espectaculares que todo buen fanático del género espera ver, la emoción resurge cada vez que los personajes se presentan ante la pantalla y se dan la bienvenida entre ellos. Por supuesto, el humor característico de los Estudios Marvel decora todos estos encuentros, aunque por momentos se sienta un poco exacerbado. Cabe destacar el excelente trabajo de los guionistas que han hecho de este team un verdadero reparto coral, otorgando diálogos frescos y el dramatismo necesario para que todos los personajes puedan lucirse por igual. Es menester hacer un punto aparte para hablar del ansiado antagonista del filme, el conquistador de mundos. Una de las deudas pendientes que el público afín al MCU había estado exigiendo desde hacía años era la incorporación de un villano poderoso y digno de los enfrentamientos más descomunales. Finalmente, podemos decir que hemos hallado a nuestro personaje predilecto. El Titán es un personaje complejo, ambicioso y despiadado, pero con emociones profundas. Eso es, en parte, lo que lo transforma en un ser impredecible y fascinante para la platea. El final abierto da lugar a varias especulaciones que los fanáticos no tardarán en sacar a luz. Seguramente, a más de uno le costará recuperarse de esos últimos minutos épicos y desconcertante que llevan el dramatismo hasta niveles nunca antes vistos. En este caso, la única escena post créditos resulta elemental para comprender lo que se avecina. Avengers: Infinity War es, sin duda, el evento superheroico que merecíamos ver. Un momento bisagra para todos aquellos lectores que crecieron sintiéndose parte de estas aventuras. Marvel ha hecho historia y ahora solo resta contener la ansiedad hasta mayo del 2019, cuando aterrice la secuela y con ella el inicio de una nueva era.
Castillos de papel La última película del director independiente Sean Baker (Tangerine, 2015) narra desde la perspectiva de un grupo de niños el lado gris de la ciudad de Florida. Conocida internacionalmente por sus atractivos parques de diversiones, el hogar de Mickey Mouse también representa un sitio de subsistencia para cientos de familias estadounidenses que conviven en los hoteles más marginales del distrito. Moonee (Brooklynn Prince) es una niña de 6 años que junto a sus amigos del hotel Magic Castle pasa las vacaciones de verano molestando a los turistas y haciendo desmanes por doquier. Su madre, Halley (Bria Vinaite), es una veinteañera desocupada que apenas puede pagar el alquiler de una minúscula habitación para ambas con el dinero que gana mediante la venta ambulante y demás changas. En uno de los hoteles vecinos, una abuela con sus pequeñas nietas acaba de llegar y para Moonee será la oportunidad de conocer a una nueva amiga y sumarla a su pandilla. A través del juego y la complicidad, los niños son los únicos que logran desconectarse un poco de aquella situación de vulnerabilidad socioeconómica que los envuelve, creando así su propio microcosmos. El encargado del hotel, Bobby (Willem Dafoe), es un tipo comprensible que tiene total conciencia de los infiernos que atraviesan las personas que llegan allí y por eso intenta de alguna manera proteger a los chicos de las sombras que bordean la miseria. El drama de Baker se siente tan natural en la forma en que la cámara sigue a los pequeños y nos muestra a partir de su mirada cómo es vivir bajo la penumbra de un lugar pensado para albergar la magia del cine y los sueños imposibles que podría decirse que roza el género documental. La interpretación de los niños, sobre todo la de Prince con ese descaro y carisma que la caracteriza, resulta sumamente realista y conmovedora. Uno de los aspectos a destacar dentro de la filmografía del director neoyorkino es que bajo ningún término pretende ser complaciente, vendiéndole al espectador un sentimentalismo barato y ultra enfatizado que constantemente es usado en la ficción para retratar a personajes excluidos por el sistema. Baker se sirve de la crudeza de la cotidianeidad y la ironía del sueño americano para entregarnos una mínima muestra de la realidad, cuyo impacto dramático radica en la simpleza narrativa. “Este es mi árbol favorito, porque se cayó y sigue creciendo” le confiesa Moonee a su nueva amiga Jancey (Valeria Cotto). Una analogía que cala perfecto en la vida de estas niñas que a pesar de la tormenta continúan firmes, quizás mucho más que aquel castillo forjado a base de las falsas ilusiones de un régimen salvaje.