A través de la historia del cine, el lenguaje de los sueños ha sabido ocupar un lugar destacado. Ya sea como realidad paralela o como método para simbolizar los temores y anhelos de los personajes , la oniria suele ser representada frecuentemente dentro de esta gran máquina de sueños que constituye el cine. En esta ocasión, la pantalla grande nos introduce en las fantasías lúcidas de Pesadilla al Amanecer(Quiet Comes the Dawn, 2019), una nueva película de terror rusa que no hace más que hacerle honor a su nombre, presentando una historia desprolija y sosa que sin duda se convertirá en una tortuosa pesadilla para los espectadores despistados que la hayan elegido sin mucha información. La ópera prima de Pavel Sidorov sigue a Sveta (Alexandra Drozdova), una joven atormentada por vívidas pesadillas que en su cumpleaños número 20 descubre que su hermano se ha suicidado. Con el apoyo de su mejor amiga, la adolescente comienza a investigar las posibles razones que llevaron a Anton a tomar terrible decisión, topándose con una misteriosa obsesión por el mundo de los sueños. En busca de respuestas, Sveta asiste a un instituto de somnología donde junto a otros tres pacientes se somete a un experimento de sueño lúcido colectivo. Pronto, los temores más profundos de cada integrante del grupo comienzan a salir a la luz. El filme de terror ruso no solo arrastra todos los clichés del género habidos y por haber, sino que resulta amorfo y vago en elementos esenciales de la obra cinematográfica, como la construcción de un guion inteligente y una dirección que se atreva a hallar un estilo propio, más allá de “cumplir” con cierta fórmula. El cineasta principiante intenta compensar la falta de creatividad con alguna que otra escena onírica tétrica y un diseño de producción aceptable que por momentos nos trae a la memoria los años ’80 y las historias surgidas a partir de los diversos estudios sobre el comportamiento del sueño que tuvieron lugar en aquella década. Sin embargo, es imposible tapar el sol con las manos: Pesadilla al Amanecer no tiene una estructura sólida en donde apoyarse. La exploración del universo de los sueños, sus usos e interpretaciones según las diferentes épocas, culturas y religiones, es un tema fascinante que Sidorov no hace más que desperdiciar a cada paso en esta trama redundante y predecible. Podemos decir sin temor a exagerar que Pesadilla al Amanecer se alza como una de las peores películas de terror de los últimos años. Está claro que este ejemplar no se corresponde con el buen momento que se encuentra atravesando género a nivel internacional, tanto en la escena mainstream como independiente, con filmes que evitan ajustarse a la norma. Una pérdida de tiempo que no hará más que provocar el disgusto y el hartazgo de todos aquellos amantes del cine de terror, surrealista y del séptimo arte en general.
A fines del año pasado, la pantalla chica sumergió a los fans en un nuevo evento crossover del llamado Arrowverse– el universo que comparten algunos de los superhéroes de DC Comics dentro de las series de la cadena The CW- en el que personajes como The Flash, Supergirl y Arrow se enfrentaron a una típica historia de “que pasaría si…”, que transcurre por fuera del canon del sello editorial. El cruce televisivo se título Elseworlds, mismo nombre que recibe la publicación de DC que nuclea los relatos alternativos del multiverso, y al igual que su homónimo de los cómics también introdujo a unSuperman muy distinto al que todos conocemos. Si bien, gracias a las historias de Elesworlds los lectores pudieron disfrutar de extrañas reinvenciones sobre el origen del Hombre de Acero, como el famoso cómic Hijo Rojo, que imagina que hubiese sucedido con el superhéroe emblema del American Way si la nave kryptoniana hubiera caído en las antiguas tierras de la URSS, hasta el momento ninguno de estos interesantes relatos ha tenido el honor de ser retratado en la gran pantalla. Pero mientras Warner Bros y DC Films se encuentran experimentando lejos del DCEU (el Universo Extendido de DC) con filmes como Joker, el cine superheroico acaba de dar un giro sorprendente hacía lo terrorífico con una nueva historia escrita por Brian y Mark Gunn (hermano y primo del talentoso director James Gunn de Guardianes de la Galaxia) que propone una versión sádica y destructiva de aquel extraterrestre altruista que lucha por el bien y la justicia. Brightburn: Hijo de la Oscuridad presenta a Tori y Kyle Breyer (Elizabeth Banks y David Denman), un joven matrimonio de granjeros de un pueblo de Kansas que padece dificultades para concebir su primer hijo. Una noche, sus vidas cambian radicalmente cuando una nave espacial en forma de meteoro cae estrepitosamente en el granero conteniendo un bebé dentro. La pareja decide adoptar al pequeño y criarlo como a un niño normal, procurando mantener en secreto su misterioso origen. Pero una vez que Brandon (Jackson A. Dunn) comienza a entrar en el periodo de pre-adolescencia, el comportamiento del joven se ve alterado de forma siniestra, al punto en que no parece mostrar signos de empatía ni remordimiento al causar daños sobre los demás. En el momento en que este enigmático ser toma conciencia de sus poderes y su destino en la Tierra, decide vengarse de todo aquel que se atreva a interponerse en su sangriento plan de destrucción. Dirigida por David Yarovesky (The Hive) y con James Gunn también en la producción, el filme se asemeja a las típicas historias de origen de superhéroe, tal como hemos podido ver en El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013) pero en clave subversiva y terrorífica que ineludiblemente nos trae a la memoria al diabólico niño protagonista de La Profecía (The Omen, 1976). En este caso, se trata de un joven que, al parecer, posee todas las habilidades del último sobreviviente de Krypton, como la superfuerza, la visión de rayos de x y la capacidad de vuelo, y cuya inteligencia y personalidad introvertida lo convierte en blanco fácil del acoso de sus compañeros de colegio. Al igual que Superman, éste también debe lidiar con el trauma de ser de una naturaleza distinta a la humana y aprender a controlar sus poderes. Sin embargo, las voces en la cabeza de Brandon le advierten que su misión en la Tierra no tiene absolutamente nada que ver con una función heroica y que aquellos que lo rodean solo son obstáculos para lograr su cometido: la dominación de su raza. A pesar del exceso de recursos baratos dentro del género, como los clásicos jump scares, y la notable falta de desarrollo que se evidencia en la transformación del protagonista que pasa de ser un niño cariñoso y ejemplar a competir cabeza a cabeza con el anticristo de la película de Richard Donner, la invención de los Gunn consigue generar la intriga y el ritmo necesario en el transcurso de sus 90 minutos de duración. Escenas como el “descubrimiento” por parte de Brandon de su finalidad en este mundo o la serie de crudos asesinatos que el joven se carga al hombro, constituyen lo más destacado y sin duda los amantes del terror sabrán apreciarlo. El filme concluye con una especie de guiño a las producciones de Marvel, con escenas pre-créditos que además de incluir un simpático cameo auguran que este podría ser apenas el comienzo de la historia del “Superman maligno”, como ya lo han bautizado los portales de noticias. Más allá de la simpleza del guion, la premisa de Brightburn: Hijo de la Oscuridad resulta bastante interesante e indudablemente abre toda una nueva faceta dentro del amplio espectro del terror y los tradicionales relatos superheroicos que han copado las salas del mundo en los últimos 10 años. Un buen ejercicio de reinvención que promete tener mucho más para ofrecer.
El universo pesadillesco de Stephen Kingvuelve a colmar de tensión la gran pantalla con una nueva versión que absolutamente nadie pidió. Hablamos deCementerio de Animales, la exitosa novela que fue llevada al cine en 1989 de la mano de Mary Lambert y que hoy se suma a este afán de la industria por los reboots que en los últimos años supo también apoderarse de la influencia delRey del Terror con cintas como la olvidable Carrie (2013) y la versión ochentera de It (2017) del argentino Andy Muschietti. Si bien es poco probable que el filme de Lambert se encuentre en el top 5 de las mejores adaptaciones deKing, lo cierto es que ha sabido consagrarse como una de las más populares y recordadas por los amantes del género, entre otras cosas, gracias a sus desgarradoras escenas, su ominosa atmósfera, el peculiar cameo del prolífico escritor de Maine y el hecho de contar nada menos que con los temas de Los Ramones, banda idolatrada por King, como cortina musical de la película. A pocos días de cumplirse 30 años de su debut, el dúo de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer (ambos directores de la cinta de terror Starry Eyes) han decidido hacer caso omiso a las advertencias del libro trayendo de vuelta a la vida a este clásico que, al igual que sus desgraciados personajes, también ha regresado un tanto cambiado. La historia comienza con la llegada del doctor Louis Creed (Jason Clarke) y su familia a una casona rural de Maine, donde el patriarca planea despejarse de su atareada vida en Boston y pasar más tiempo junto a su esposa Rachel (Amy Seimetz) y sus dos pequeños hijos Ellie(Jeté Laurence) y Gage (Hugo y Lucas Lavoie). Pero no todo parece ser tan armonioso en su nuevo hogar: los camiones que se desplazan por la carretera a toda velocidad representan un grave peligro para las mascotas de la zona, quienes una vez muertos son enterrados por los niños en un cementerio del bosque cercano a la propiedad de los Creed. Cuando el gato de Ellie aparece sin vida a un costado de la autopista, Louis intenta evitar el sufrimiento de la niña y con la ayuda de su veterano vecino Jud (John Lithgow) decide sepultar el cadáver en un misterioso lugar más allá del cementerio de mascotas. Sin embargo, el remedio resulta ser peor que la enfermedad: ahora el felino ha resucitado y su extraño y bestial comportamiento revela que ya nada podrá ser como antes. En principio, es menester referirnos al cambio más notable dentro de la narrativa y que ya se han encargado de dejar en evidencia los avances. En esta versión, Ellie es la víctima del accidente de carretera en lugar del bebé que personificó la escena más shokeante del filme original. Por supuesto, para los fanáticos de King esto puede que no sea bien recibido, aunque debemos decir que los directores se la han rebuscado para hacer de este momento clave en la vida de los Creed un escenario totalmente desesperante que pone los pelos de punta. Cabe destacar también que la pequeña Laurence hace un papel fantástico en el rol de Ellie y su regreso del más allá ha sido bastante explotado gracias a que se trata de una niña de 9años con cierta comprensión sobre la muerte, a la que vemos burlarse de las imágenes celestiales y amigables que le proyectaban sus padres de forma aterradora. El tabú alrededor de la muerte de los seres queridos, con el que tanto Louis como Rachel no saben como lidiar, es fracturado por la presencia de esta nueva y sádica Ellie que afirma que una vez cruzada la linea solo puede esperarse oscuridad. La ambientación es otro de los puntos a favor que merece ser mencionado. Kölsch y Widmyer crean una efectiva atmósfera de suspenso y terror clásico en este pueblo sin edad que parece haber quedado atrapado en el tiempo. Los matorrales impenetrables y la niebla forman parte del paisaje habitual que adquiere un sentimiento aún más tormentoso e intrigante gracias a una acertada fotografía en tono azul pálido. Al igual que su antecesora, el reboot transmite constantemente la sensación de que lo inevitable está punto de suceder y el espectador es arrastrado sin resistencia por los caminos pedregosos de esta pesadilla sin fin. Una cuestión tristemente desperdiciada tiene que ver con la mitología detrás del cementerio indio que devuelve la vida a todo aquel que sea enterrado allí. La antigua tierra sagrada de la tribu nativa Micmac, que en la cinta original era representada como un campo delineado por circunferencias hechas con montículos de piedras, aquí apenas es exhibido y poco se sabe acerca de su origen. Teniendo en cuenta que la película de Lambert tampoco había ahondado demasiado en aquel trasfondo siniestro que incluye espíritus demoníacos y canibalismo, quizás no hubiera estado mal introducir este elemento a través de los vívidos sueños y alucinaciones que atormentan a la familia Creed. Lo mismo podríamos decir respecto a los perturbadores niños con máscaras de animales que ocupan un llamativo lugar en las publicidad, pero cuya presencia es limitada a una breve aparición inicial. La versión de Kölsch y Widmye funciona bien siempre y cuando se la vaya a ver con las expectativas controladas. No es la gran obra maestra de la que tanto ha hablado la crítica internacional ni tampoco la peor adaptación que se haya hecho sobre las espeluznantes historias del autor norteamericano. Cementerio de Animales es un digno reboot que sabe como manejar el suspenso con un ritmo pausado, tomándose el tiempo necesario para desarrollar a los personajes, sus miedos más profundos y su relación con la muerte. Las notables actuaciones, en especial la de Laurence y el maravilloso Lithgow en un rol secundario que quedará para el recuerdo, junto con la puesta en escena, constituyen lo más acertado de este filme que como toda obra basada en el mundo Kingno tardará en dividir al público y a los fans.
Las invasiones extraterrestres quizás sean uno de los temas más explotados dentro de la cinematografía de ciencia ficción. Por supuesto, Hollywood es quien siempre lleva la batuta a razón del enorme despliegue técnico que requieren los filmes de esta naturaleza y no es de extrañar que la actual crisis narrativa de la industria se traduzca en historias insulsas y repetitivas apoyadas en el peso dramático de algún que otro actor o actriz del momento. A pesar de que gemas de culto como They Live(1988) han sabido utilizado a la perfección los ingredientes políticos que ofrece la temática extraterrestre, el resurgimiento de este subgénero en el cine parece ir más por la linea de La Guerra de los Mundos (1953) o Día de la Independencia (1996), esto es, todos los humanos sin distinción de clase unidos en pos de expulsar a las cucarachas galácticas de su bendita tierra estadounidense. Con muy poca publicidad y un modesto presupuesto de 20 millones de dólares, aterriza en la cartelera argentina una nueva apuesta post-apocalíptica tituladaLa Rebelión, que no solo llama la atención por poseer reconocidos y talentosos actores entre sus filas sino que se trata de un relato que hace uso de la invasión extraterrestre como excusa para plasmar una alegoría de la colonización bajo el sistema capitalista. Una idea por demás interesante que la película no hace más que desperdiciar desde un primer momento. La historia tiene lugar en un distópico Chicago gobernado por una raza alienígena que maneja los hilos de la nación desde un bunker subterráneo. Tras casi una década de haber invadido y colonizado la Tierra, estos monstruosos extraterrestres-denominados sencillamente Legisladores-han logrado restablecer la economía y reducir el crimen a través de una estricta vigilancia llevada a cabo gracias a sus colaboracionistas humanos, entre ellos el policía local William Mulligan (John Goodman). Sin embargo, un grupo de rebeldes que el gobierno creía haber neutralizado tras el asesinato de su líder continúa actuando desde las sombras, preparando el gran golpe que llevará a su especie a recuperar la libertad. Dirigida por Rupert Wyatt (El planeta de los simios: (R)Evolución), este thriller de ciencia ficción resulta excesivamente caótico y deja tantas preguntas sin responder que el espectador nunca logra conectar con lo que está sucediendo en pantalla. El metraje presenta una seguidilla de escenas cortas y sin ninguna cohesión donde personajes sin nombre, cuyos propósitos no son claros, aparecen y desaparecen de cuadro generando confusión e impidiendo todo vago intento de suspenso. En el caso del joven llamado Gabriel Drummond (Ashton Sanders de Moonlight), el hermano del líder rebelde fallecido, éste surge desde un comienzo como un personaje clave, aunque a medida que pasan los minutos uno siente que tranquilamente la historia podría haber funcionado sin él. Y de hecho lo hace, ya que pasa mucho tiempo fuera de la trama mientras La Resistencia lleva a cabo su magistral plan, del cual tampoco se ofrecen muchas explicaciones. Más allá de que Goodman, quien ya nos había sorprendido con su trabajo dentro del subgenero extraterrestre y el suspense en Avenida Cloverfield 10 (2016), luce soberbio en la piel de un melancólico policía que se mueve con soltura entre ambos bandos, su personaje queda atrapado en un guion que no parece tener idea hacia donde ir. Ninguno de los protagonistas tiene el desarrollo que merece y la larga lista de secundarios tampoco logra aportar algo de interés a este enmarañado relato. El elenco de caras conocidas y totalmente desperdiciadas se completa con Kevin Dunn (Veep) en el rol de un político servil a los intereses de los aliens, Madeline Brewer (The Handmaid’s Tale) como la novia de Gabriel, y la gran Vera Farmiga(El Conjuro), quien tampoco puede hacer mucho con sus breves apariciones como una prostituta cuyo papel solo cobra sentido una vez llegado al final del filme. La cinta deja claro que aquí los enemigos del pueblo estadounidense no son otros que la burguesía política que decidió llegar a un acuerdo con los colonizadores, controlando y eliminando a todo aquel que decida rebelarse ante el nuevo orden totalitario. No es de extrañar entonces que los alienígenas, representados como una especie de puercoespines enormes, apenas aparezcan en pantalla, o que desconozcamos completamente sus intenciones y su forma de pensar. A fin de cuentas, estos invasores espaciales no distan mucho de aquellos del primer mundo que controlan la economía de los países subdesarrollados con la complicidad de sus gobernantes. En su acto final, La Rebelión introduce un plot twist que une algunos de los puntos sueltos, pero que de ninguna manera llega a compensar la hora y media de puro desconcierto que los espectadores han debido soportar. Nuevamente, las buenas ideas se quedan en el camino a la hora de ser ejecutadas con solvencia en la gran pantalla. Lamentable para una película que, a simple vista, tenía todas las de ganar.
La figura del doppelgänger ya es considerada todo un clásico dentro del vasto universo del terror. Originarios de las leyendas del folclore nórdico, estos gemelos malvados han sabido protagonizar reconocidos relatos de autores clásicos como Edgar Allan Poehasta José Saramago. Por supuesto, la narrativa audiovisual también se ha encargado de sacarle el juego a los doppelgängers tanto en el cine como en la TV, siendo el director David Lynch y su apodada “madre de todas las series”, Twin Peaks, uno de sus mejores exponentes, aunque la temática de desdoblamiento y el dualismo de la condición humana se encuentran plasmados en casi toda su obra. Tras varios años en los que el género dejó notablemente de apostar por el amplio abanico de reflexiones y alegorías que ofrece el mundo de las sombras, el galardonado cineasta neoyorkino Jordan Peele, la nueva gallina de los huevos de oro de la industria, ha decidido tomar el guante y lanzarse de lleno con Nosotros, su segunda película que introduce a los dobles malignos con el fin de desnudar la cara invisible de un sistema inhumano. La historia comienza en 1986 en la ciudad balnearia de Santa Cruz, California, donde vemos como la cámara sigue a una pequeña niña mientras se divierte en un parque de diversiones costero junto a sus padres. En un momento dado, la niña con camiseta de Thriller y manzana confitada en mano se aleja de sus tutores y termina en la desértica Casa de los Espejos, resultando victima de una experiencia traumatizante que se funde en su inconsciente por décadas. El film da un salto temporal hasta nuestros días para presentarnos a una Adelaide (Lupita Nyong’o) ya adulta que parece haber superado con creces aquel misterioso suceso. Ahora, ella y su familia, su esposo Gabe Wilson (Winston Duke) y sus dos hijos Zora (Shahadi Wright Joseph) y Jason (Evan Alex), se dirigen a la casa de la infancia de Adelaide para pasar sus vacaciones y desconectarse de los problemas junto a una pareja amiga, el matrimonio Tyler (Tim Heidecker y Elisabeth Moss) y sus dos hijas gemelas. Sin embargo, la alegría y la paz veraniega se ve alterada cuando unos visitantes no deseados irrumpen en lo profundo de la noche, dando rienda suelta a una demencial pesadilla que hará que la familia se enfrente a su peor enemigo: ellos mismos. Mientras que en su inquietante opera prima, ¡Huye! (2017), el director dejaba plasmado el conflicto racial oculto que subsiste en la sociedad estadounidense post progresismo, esta nueva sátira social de terror juega con los conceptos de unidad, otredad y alteridad con el objetivo de reflejar la cruda realidad de un sistema y una nación salvaje, que excluye y condena a los menos favorecidos a la marginalidad al mismo tiempo que intenta eclipsar a su clase media bajo los ideales utópicos delAmerican Dream. En Nosotros, el Otro es aquel que ha crecido a nuestra sombra, en un submundo repleto de carencias. Es un Otro que se ha construido por oposición a lo que somos y lo que tenemos, dos cuestiones indivisibles bajo una sociedad consumista capitalista. Incitados por un descarnado resentimiento y el eterno anhelo de reconocimiento como ciudadanos norteamericanos, aquellos doppelgängers han decidido emerger de sus túneles para ocupar aquella tierra de oportunidades que les ha sido negada desde un principio. La película de Peele logra un prometedor arranque creando toda una atmósfera asfixiante de tensión y terror psicológico que homenajea a clásicos como Night of the living dead (1968), Jaws (1975), The Shining (1980) e incluso al famoso videoclip de Thriller de Michael Jackson. Sin embargo, una vez que los dobles de los Wilson consiguen usurpar la propiedad y someter a la familia, la profundidad narrativa y visual se ve empañada por un largo y banal enfrentamiento que combina el género home invasión con una suerte de apocalipsis zombie. Entre sobreexplicaciones, recursos narrativos para nada sutiles y situaciones ilógicas que los personajes llevan a cabo sin ningún motivo, el suspenso se va desinflando y el interés decae rápidamente. No es hasta su tercer acto que las metáforas y las topologías vuelven a llenar de sentido de la cinta, aunque nuevamente los dispositivos resultan demasiado previsibles al igual que su giro final. Si hay algo que no se le puede objetar aNosotros es el inmejorable talento actoral. Nyong’o es la protagonista absoluta de esta cinta de terror y quien trasciende la pantalla gracias a su performance soberbia y cautivadora. Su doble papel se alza como el más relevante de la historia, puesto que Red, como ha sido bautizada su doppelgänger, es la única de estas criaturas subterráneas que puede hablar y la encargada de contar a la familia y a los espectadores la historia de su grupo. La diversa filmografía de Lupita da cuenta de la versatilidad que posee esta actriz y aquí lo deja claro una vez más, dotando a ambos personajes de sentimientos tan maternales y frágiles como de una personalidad aguerrida, siniestra y grotesca. Por otro lado tenemos a Duke, quien ejerce un excelente trabajo como el padre hacedor de bromas, brindando al público los mejores momentos de comedia. En cuanto a Moss y Heidecker, sus roles como el matrimonio adinerado y superficial que genera la envidia de Gabe no es quizás de los mejores secundarios, aunque hay que admitir que la actriz de The Handmaid’s Taleconsigue una brillante y maníaca actuación en la piel de su doble maligno. La adecuada fotografía en tonos rojos y oscuros, los planos minuciosos y la música envolvente y siniestra a cargo deMichael Abels, con quien Peele ya había trabajado en su anterior film, son de lo más destacado dentro del género y justifican enteramente su visionado en la gran pantalla. Cabe resaltar también como el director logra imponer su estética personal a través de diversos elementos, como los característicos overoles colorados y las tijeras que lucen los villanos del film, los conejos del mundo subalterno y otras figuras que aquí son utilizadas a modo de simbolismo. Nosotros no es la obra maestra del terror moderno que tanto se ha empeñado en publicitar la crítica norteamericana. Es evidente que Peele posee ideas inteligentes y un discurso político insurrecto y crítico que por momentos nos hace fantasear con un John Carpenter de las nuevas generaciones, sin embargo, las buenas intensiones se ven frustradas por una representación que lamentablemente resulta mucho más trivial que lo que en realidad se pretende contar.
El subgénero found-footage o metraje encontrado tuvo su momento de mayor explosión tras la aparición de The Blair Witch Project (1999), aquella cinta independiente cuyo estreno generó todo un revuelo en el país del Norte gracias al ingenio de sus creadores, quienes utilizaron la incipiente aparición de Internet como entretenimiento hogareño para hacer creer a los espectadores que se trataba de una historia real. Por supuesto, esta popular película no fue la primera en utilizar esta técnica y los amantes del género lo saben muy bien, puesto que la italiana Cannibal Holocaust ya había logrado horrorizar al público casi dos décadas antes, cuando hizo su escandaloso debut en 1980, ocasionando una serie de controversias que continúan hasta nuestros días. Lo cierto es que, más allá de sus detractores, la Bruja de Blair logró no solo el impacto que buscaba sino que fue responsable de todo el boom de películas posteriores que intentaron replicar aquel éxito, algunas con producciones destacadas como REC(2007) y Cloverfield (2008), mientras que otras se han empeñado en llevar el género al fango, exacerbando sus peores clichés y apostando por efectos que no hacen más que evidenciar su debilidad narrativa y su falta de ingenio (teléfono para Paranormal Activity). En una época en la que el found-footageya provoca reticencia dado el nivel de la mayorías de los films que se han servido de este género, llega a las salas nacionales una nueva película alemana que de novedosa no tiene nada. Partiendo de una premisa muy similar al del film coreano Gonjiam: Hospital Maldito (2018), esta penosa cinta sigue a un grupo de influencers y youtubers que se adentran en un antiguo asilo para enfermos de tuberculosis de Berlín con el objetivo de compartir con su audiencia una experiencia paranormal. Equipados con sofisticados aparatos tecnológicos, estos adolescentes insufribles intentan buscar señales de supuestos espíritus demoníacos que habitan el edificio, cuya leyenda urbana cuenta que una mujer murió allí tras ser víctima de un experimento nazi. Fuente: © Schmerbeck Filmproduktion / 20th Century Fox El Manicomio de Michael David Paterepresenta a la perfección la tendencia hollywoodense de los últimos años en materia de terror: películas efectistas con argumentos vetustos protagonizadas por personajes estereotipados que no logran proporcionar ni una pizca de empatía. Lamentable que una cinta alemana aspire a reproducir este modelo de puro entretenimiento barato, cuyas únicas herramientas constituyen los clásicos jump-scares y alguna que otra escena morbosa innecesaria. Todo ello para que luego el espectador se retire del cine sin siquiera poder recordar los nombre de los protagonistas, porque claramente nunca importaron. Una clara subestimación al público juvenil que se apoya en su giro final y su simplona reflexión acerca de la cultura de las redes sociales para intentar compensar más de una hora de vaguedad narrativa. En resumidas cuentas, se trata de una cinta fácilmente olvidable que será consumida y descartada a modo de fast food por aquellos que todavía pueden darse el lujo de seguir gastando dinero en estas producciones en serie que no hacen más que bastardear a un género que sigue sobreviviendo a pulmón y gracias a la inventiva y la voluntad de un puñado de cineastas.
Cuando se dio a conocer la noticia de que se estaba desarrollando una nueva versión de la obra maestra de Darío Argento, la más popular y la primera de la llamada Trilogía de las Brujas, muchos amantes del género ya comenzaban a preparase para lo que sin lugar a dudas sería un cataclismo en la historia de los remakes cinematográficos. Pero si hay alguien que comprende como ningún otro cómo construir adaptaciones y reversiones respetando el espíritu de lo original y añadiendo su propia impronta, ese es el italiano Luca Guadagnino. Luego de dirigir destacados filmes como A Bigger Splash (2015), basada en la película La Piscine de Jacques Deray, y la popular Call Me by Your Name(2017), inspirada en el libro homónimo de André Aciman, el cineasta emprende la difícil tarea de llevar la psicodélica y brutalmente elegante historia de las brujas de vuelta a la gran pantalla. En la superficie, la sinopsis de Suspiria(2018) resulta idéntica al giallo de Argento, aunque el guion a cargo de Dave Kajganich(The Terror) presenta varios aportes enmarcados en el contexto político postSegunda Guerra Mundial y la sexualidad de la mujer. Todo comienza cuando la joven norteamericana de familia menonita, Susie Bannion (Dakota Johnson), recibe una beca para estudiar danza en una prestigiosa academia ubicada en Berlín y dirigida por Madame Blanc (Tilda Swinton). Al llegar, Susie descubre que la bailarina principal del elenco, Patricia (Chloë Grace Moretz), ha desaparecido misteriosamente y algo indica que la academia podría estar involucrada en este suceso. Las cosas se tornan aún más misteriosas cuando una compañera le confiesa que Pat había hallado un terrible secreto. La Suspiria deGuadagnino logra destacarse gracias a sus acertada distinción de la original, tanto en el aspecto estético como narrativo. Si el clásico italiano lograba introducir al espectador en una versión tétrica y sangrienta de Caperucita Roja, este nuevo film intenta correrse un poco de esta fantasía impregnando de realismo el relato a través de una subtrama histórica y diversas alusiones al terrorismo alemán de los ’70 encabezado por la Fracción del Ejército Rojo. En sintonía con esta decisión, aquí los colores hiperdilatados característicos del expresionismo de Argento son reemplazados por distintas tonalidades de grises, junto con las sombras que le otorgan ese pertinente aura misterioso y lúgubre de época. Las secuencias más sugestivas de esta nueva entrega se desarrollan durante las coreografías de las jóvenes estudiantes de la academia. A través de electrizantes danzas acompañadas por sutiles juegos de cámaras, las bailarinas se entregan inconscientemente a sus deseos sexuales y agresivos más profundos, haciendo de este espectáculo un siniestro ritual de brujería. En cuanto al elenco, cabe mencionar que aquí se ha optado por una reparto coral con una perspectiva mucho más amplia. Mientras que en la cinta original todo el peso dramático recaía en la joven protagonista (interpretada porJessica Harper, quien aquí tiene una pequeña participación), en este film los personajes secundarios ejercen un rol clave. Si bien Dakota hace un excelente trabajo como esta mujer ingenua, pero ambiciosa, que descubre su propia fuerza indomable y carnal luego de años sumida en una familia conservadora, la performance de Swinton interpretando a tres personajes distintos resulta impetuosa y logra robarse gran parte de las escenas. Podemos decir con total seguridad que el acto final del remake de Suspiria representa una de las escenas más bellas, surrealistas y memorables que nos ha brindado la pantalla grande en los últimos años. Y cuando nos referimos a los bello hablamos de aquel encanto que produce lo oculto, lo irracional, aquello que solo podemos comprender a través de los sentidos. Todo esto acompañado de las melodías melancólicas de Thom Yorke, vocalista de Radiohead, logrando así una perfecta armonía entre lo perturbador y lo hechizante, una síntesis que tan magníficamente había plasmado el cineasta italiano en 1977. La versión de Guadagnino y Kajganich es un relato majestuoso e inquietante, cuya mayor virtud radica en la creatividad y el empeño por intentar añadir otros aspectos a esta poderosa historia. Una experiencia sensitiva como pocas, que fascinará a todos aquellos fanáticos del terror dispuestos a sumergirse en esta pesadilla con ecos de realidad.
Desde que el adolescente Miles Morales (interpretado por la voz de Shameik Moore) fue picado por una araña y adquirió superpoderes, pasa sus días patrullando la ciudad y persiguiendo al villano Merodeador. Para aprender los gajes del oficio, contará con un un gran maestro: el mismísimo Peter Parker. Juntos tendrán que hacer equipo con los Spider-Man de diferentes universos para poder enfrentar el peligro de una amenaza inminente. La séptima adaptación cinematográfica de Spider-Manrepresenta todo lo que una buena comedia de aventuras de superhéroes debería tener. La recientemente ganadora del Globo de Oro a Mejor Película Animada no sólo mantiene la emoción y el humor clásico de los filmes de la franquicia y todas aquellas enseñanzas morales detrás del “gran poder, gran responsabilidad”, sino que combina de manera innovadora el universo del cómic y el cine con un guión interesante y fresco que no decae en ningún momento. Escrita por Phil Lord (The Lego Movie) y Rodney Rothman (22 Jump Street), la primera película animada de Sony es una historia alternativa basada en la serie limitada de Spider-Verse (2014-2015), donde asistimos a las más de 40 versiones que el superhéroe arácnido ha protagonizado a través de los años. La cinta presenta a 5 de ellos: Spider-Man Noir, la versión de Peter Parker de los años ’30 en blanco y negro, Spider Ham, una parodia que ve a Peter convertido en un cerdo, Peni Parker, una niña que representa la versión animé de la historia, Spider-Gwen, la clásica Gwen Stacy pero con poderes arácnidos y, por último, Peter B. Parker, una versión adulta y desganada de nuestro querido vecino amistoso. Todos estos superhéroes forman un equipo para ayudar al joven e inexperto Miles a evitar que el poderoso villano Kingpin cree una catástrofe multidimensional con el único fin de traer de regreso a su familia fallecida. Spider-Man: Un nuevo Universose diferencia de otros films del superhéroe principalmente por su inventiva al crear un híbrido entre la novela gráfica y la película, luciendo una estética y una narrativa muy similar, donde cada personaje es presentado de forma ocurrente y sintética, como si estuviésemos ante un cómic en 3D. Por otro lado, la cinta intenta despojarse de aquellos lugares comunes dentro de la historia de Peter Parker, para sumergirse en las tribulaciones y los conflictos internos de este joven protagonista que tiene en sus manos un importante legado. Resulta sumamente fácil empatizar con un personaje como el de Miles Morales, un chico agradable, sencillo y con aptitudes de artista que se siente desencajado y desanimado en su nuevo colegio para los hijos de las familias privilegiadas. Gracias a su tío Aaron (sí, otra vez los tíos marcando el camino), Milesencuentra la confianza en sí mismo para darle rienda suelta a su pasión por el arte callejero, una actividad que sus padres no aprueban, ya que esperan que el joven se enfoque en su educación formal y no termine desviándose del camino como los chicos de su barrio o su propio tío. En el momento en que, a pesar de los miedos e inseguridades, este adolescente comprende que es el único que puede cambiar el curso catastrófico de la historia, la máxima del arácnido toma una dimensión más amplia. No solo un gran poder conlleva una gran responsabilidad, sino que también es necesario una importante fuerza de voluntad. Por supuesto, no faltan las innumerables referencias al mundo Spider-Man, incluyendo simpáticos guiños a la trilogía de Sam Raimi y el clásico cameo al fallecido Stan Lee, nuestro eterno padre de los superhéroes. Además, cuenta con una escena post-créditos que le hace honor a uno de los memes favoritos de las redes sociales. Spider-Man: Un Nuevo Universoes una experiencia visual inigualable, que logra contar una historia tan emotiva como esperanzadora, con personajes secundarios excelentemente construidos y un protagonista que ya se perfila como el gran heredero del superhéroe arácnido en el cine.
El cine de temática LGBTIQcontinúa tomando cada vez más presencia tanto en festivales como en los circuitos comerciales y en esta ocasión llega a la taquilla un film argentino destinado al público adolescente. Sencilla, fresca y enternecedora, la ópera prima del platense Martín Deusse sumerge en aquellos complicados años del despertar sexual, donde las dudas, la incomodidad y los miedos se mezclan con los deseos de abrirse al mundo y comenzar a descubrir (se). Mi Mejor Amigo narra la historia de Lorenzo (Angelo Mutti Spinetta), un joven estudiante secundario que vive con sus padres y su pequeño hermano en la Patagonia. “Lolo” posee una personalidad un tanto retraída, es muy responsable y un apasionado por la lectura y la música. Un día, sus padres (Moro Anghileri y Guillermo Pfening) le comunican la noticia de que el hijo adolescente de un viejo amigo de Buenos Aires se instalará un tiempo en el hogar, ya que su familia se encuentra sobrellevando un grave problema de salud. A pesar de sus diferencias, Lolo y el rebelde Caíto(Lautaro Rodríguez) comienzan a establecer un particular lazo de amistad que los lleva a aprender uno del otro y a confiarse sus secretos más profundos. La cinta ganadora del Gran Premio Écran Junior en la 71ª edición del Festival Internacional de Cine de Cannes, nos invita a acompañar el crecimiento de una relación muy parecida al amor. La confianza y esa necesidad urgente de compartir lo que parece ser un eterno presente, resultan temas fundamentales para esta historia protagonizada por dos personajes muy disimiles, pero tan vulnerables y repletos de incertidumbres. El joven Angelo Mutti Spinetta(Un Viaje a la Luna) plasma aquí toda su sensibilidad y simpleza, en un rol que parece hecho a su medida. En el caso de Lautaro Rodríguez, el actor de Acusada que fue descubierto por Deus, se luce como un joven versado con los códigos de la calle, que al fin y al cabo está buscando un lugar donde pertenecer. Ambos interpretes logran conectar ante la pantalla, generando la química necesaria entre miradas sutiles y silencios que expresan mucho más que lo que podrían decir los diálogos. La fotografía representa, quizás, el aspecto más distintivo de este film, que se ve beneficiado gracias a la belleza de los bosques y lagos patagónicos de Santa Cruz. En cuanto al componente musical, las melodías de Bersuit terminan por crear el clima perfecto, entre la calma armonía y una angustia adolescente por no saber que es lo que vendrá. Mi Mejor Amigo es un coming of age que juega con la ambigüedad entre el romance y la amistad, invitando al espectador a zambullirse en un viaje emocional y sobre todo humano, alejado de los encasillamientos y cerca del autoconocimiento.
Las limitaciones de la conservadora industria y las complicaciones que llevó adelante esta biopic, con despido de director incluido, auguraban que esta no sería precisamente la fascinante y esperada historia que tamaña leyenda musical merecía. Aquello sumado al ojo supervisor de los músicos Brian May y Roger Taylor-guitarrista y baterista de la icónica banda-encargados de evitar que el relato se introdujera en terrenos no deseados. Esto es Bohemian Rhapsody, una fábula trivial, superficial y absolutamente convencional sobre el ascenso de Queen y la vida de Freddie Mercury, la voz inconmensurable que revolucionó el rock. Todo comienza cuando un joven maletero de origen tanzanés llamado Farrokh “Freddie” Bulsara (Rami Malek) decide probar suerte con una banda local de universitarios bautizada Smile, que recién acababa de perder a su cantante principal. Impresionados por el alcance de la voz de Bulsara, el astrofísico Bryan May (Gwilym Lee) y el estudiante de medicina Roger Taylor (Ben Hardy) no dudan en sumarlo al proyecto, cambiando el viejo nombre de la banda por el de Queen. La destreza técnica, la fusión de diversos ritmos inconcebibles para la época y los asombrosos shows en vivo que desafiaban todo estereotipo machista, convierten rápidamente a esta banda oriunda de Londres en una de las más populares e inspiracionales de la década de los ‘70. Mientras tanto, la vida del extravagante Freddie-ahora renacido como Freddie Mercury-parece salirse de control. Entre fiestas, excesos, giras interminables, discos platinos y el acoso de los prensa, la Reina toca fondo y el futuro de la imponente banda comienza a desquebrajarse. La principal deficiencia del film se encuentra en el guion, insustancial y totalmente desprovisto de vuelo poético. El relato de como este talentoso grupo de amigos londinenses llegan a la cima de la industria musical resulta tan esquemático y saturado de lugares comunes que podría ser aplicable a la de cualquier banda del momento. La mayoría de la escenas lucen una llamativa falta de matices y profundidad psicológica, sobre todo en relación con el aspecto artístico de la banda. La cinta pasa de una pieza a la otra como si se tratase de un trámite administrativo, sin intenciones de reflexionar acerca del crecimiento del grupo, las personalidades cambiantes de sus integrantes o la transformación de Freddie en aquel electrizante showman que hacía vibrar los estadios del mundo. Si algo queda claro es que ni el director despedido Bryan Singer(X-Men) ni su posterior reemplazo Dexter Fletcher (Eddie the Eagle) logran otorgarle algo de identidad propia a esta fallida biografía. El poco ingenio y desarrollo dramático se ve compensado por largas y esplendorosas secuencias de shows en vivo, donde vemos al Mercury de Malek desplegar toda su magia. Sin duda, el momento más destacable de la cinta llega en el final, con la presentación de Queen en el recital Live Aid de 1985, considerado el mejor concierto de todos los tiempos. La banda, que compartió escenario con otros enormes monstruos del rock como David Bowie, Paul McCartney y The Who, brilló con un repertorio repleto de éxitos tales como Radio Ga Ga, Hammer to Fall y la mítica canción que da nombre a esta película. A pesar de las numerosas imperfecciones que manifiesta el film, cabe reconocer que Rami Malek hace un gran esfuerzo por introducirse en la piel de este difícil personaje poseedor toda una mística aparte. El actor conocido por su protagónico en la serie Mr. Robot luce perfectamente caracterizado, algo que ya habíamos podido apreciar en los avances, y tanto sus gesticulaciones, como sus movimientos arriba del escenario y la impecable mímica de las canciones le juegan varios puntos a favor. Es una pena que el talento de Malek no se haya explotado más que para una suerte de caricatura del cantante, que apenas se atreve a rozar, casi con miedo y bajo una atmósfera conservadora constante, los lugares menos conocidos de su vida. Al final de cuentas, lo más probable es que espectador sienta que no ha llegado a conocer al hombre detrás del artista. Para aquellos que busquen deleitarse con los clásicos temas de una de las bandas más importantes de la historia, Bohemian Rhapsody resulta una buena y entretenida opción. Sin embargo, los que vayan al cine con altas expectativas, esperando ver una crónica apasionante, que rinda honor al gigantesco paso de Queen y Freddie Mercury por la música, seguramente acabaran por desilusionarse. Esta vez, la espera no valió la pena.