Una pareja no puede concebir hijos y optan por la adopción de un niño. Sucede que este niño no tiene 8 años (como les habían dicho en la agencia de adopción) sino 9, y además tiene un pasado bastante turbulento para su edad. Los choques en la familia y en la comunidad no tardarán en llegar en este sólido paso de Carlos Sorín quien demuestra ser un director con tacto cinematográfico para la sensibilidad. Joel transcurre en Tierra del fuego, una zona alejada y con mucha nieve, tan fría y distante como el niño que bautiza al film. Es entonces allí, en el sur argentino donde ocurre el drama humano, el desencuentro y el egoísmo (el famoso cada uno por su lado). Sorín no hace más que diseccionar las relaciones humanas y la introspección ¿Cómo? Con escenas en las que el pueblo está en contra de la familia de Joel “porque es un villero” o dotando de fuerza a Cecilia (notable Victoria Almeida) como una madre dispuesta a todo con el correr del metraje. Una curiosidad: el niño protagonista se llama Joel Noguera. Si ahondamos en la filmografía de Sorín, ya podían verse sus dotes en Eversmile, New Jersey (1989) ese curioso drama en el que dirigió a Daniel Day Lewis o en su elogiada El perro (2004), por lo tanto hay pruebas y no es casualidad que no haya hecho un film de psicópatas o extraterrestres. Sorín hace films humanos por su “empatía fílmica” por así decirlo, sus personajes son solitarios tanto como esos vastos paisajes que parecen dar la sensación de una falsa tranquilidad. No será pasión de multitudes pero tiene material para entretener e incluso puede dejar a más de un espectador en reflexión por los temas que toca: familia atípica, discriminación y ausencia del estado.
Un productor musical tiene como encargo fabricar un boom comercial para su compañía y la propuesta es innovar con ropa interior femenina. ¡Así es! Las viejas bombachas ya fueron, esta es la nueva era y tenemos que renovarnos. De esta forma comienza el film francés “Dios los cría y ellos…” (Coexister; 2017) cuando Nicolas (Fabrice Eboué) -director/guionista/actor principal- el productor musical puesto a prueba no tiene mejor idea que organizar una banda conformada por 3 hombres de diferente religión después de una revelación obtenida casualmente en una fiesta de departamento. Para adentrarse mejor en la alocada lógica de esta comedia disparatada hay que saber que un rabino, un cura y un imán no tardarían en chocar por personalidad e ideologías, y es este el factor que alimenta los mejores momentos de Dios los cría y ellos. El rabino con traumas del pasado a causa de una trayectoria de ex-celebridad en el “arte” de la circunsición en los bar mitzva es el personaje más grandilocuente. Además como en toda película francesa hay una pequeña historia de amor entre las filas. Como análisis del film vamos a remarcar su irregularidad, tiene escenas muy logradas y baches narrativos, la mayoría de sus hits están relacionados con la parodia al ambiente de los videoclips musicales y la transgresión a las normas religiosas, y ya que tocamos el tópico “hits” podemos decir que Coexister, la canción que da nombre al film y los hace famosos en las radios, es tan ingenua como pegadiza. Entre las escenas cumbre vemos al cura entre dos culos de cabaret luchando contra la tentación o al rabino animando la fiesta por un polvo mágico que refuerza las noches de gira musical (?) Una mirada invasiva a la fragilidad del colectivo marketing musical que nos muestra el nivel de bizarrismo que puede tomar una gira en micro con tres personajes opuestos. Si estos tres pudieron coexistir ya está todo dicho…
Secreto a voces narra cuatro historias personales unidas por una misma temática, el tráfico y la apropiación de bebés en Argentina. Una problemática de varias caras que tiene como resultado final el trauma de la supresión de identidad biológica y de origen. Este conflicto habla de un estado ausente, de los vínculos con diferentes poderes y de una legitimación cultural (por ejemplo, presión por una paternidad forzada, estigmatización de la pobreza, trata de personas, naturalización de roles y procedimientos) que los invisibiliza, los torna tabú y los envuelve en un manto de silencio. Secreto a voces funciona más como informe aleccionador que como un documental en sí, sus historias están lejos de captar la total atención ya sea por casuales enfoques de cámara o por una narración cansina de actos que, pareciera, son normales en tierras nacionales pero que no llegan a hacer eco fuera de la pantalla. Sin ir muy lejos Una especie de familia, pelicula de Diego Lerman estrenada el año pasado, aborda esta temática desde la ficción y con una persepectiva mucho más interesante. Es un documental fallido difícilmente recomendable porque además de sus imperfecciones formales, no tiene en cuenta que el cine no solo son entrevistas, archivos y un desangelado montaje.
Justo cuando creías que era seguro mudarse a una alejada casa de campo llena de horribles antiguas muñecas, insectos muertos y un delicado diseño floral de decoración llega Pesadilla en el infierno (Incident in a ghostland, 2018), un violento giro del director francés Pascal Laugier sobre una retorcida invasión a domicilio. Una madre y sus dos hijas (Beth y Vera, opuestas en cuanto a personalidad), se mudan a la casa heredada por una tía difunta. En su primer noche en la nueva casa, dos extraños intrusos irrumpen en el hogar y la madre los confronta en defensa de sus hijas. Esta noche deja traumas en las hermanas adolescentes y sus diferencias se acentúan aún más, Beth se convierte en una aclamada escritora de terror y tiene una familia perfecta en Los Angeles, en tanto Vera no pudo superar el mal rato y está sumergida en la locura. ¡Pero no! ¿Fue solo una pesadilla? Al menos eso nos hacen creer cuando Beth se despierta aproximadamente una década después en una cama confortable. No solo es que ella está felizmente casada y tiene un bebé, sino que es autora un libro, un macabro best-seller titulado “Incident in a ghostland” que aborda en detalle cada instante de lo ocurrido aquella violenta noche. Sucede que ella recibe una llamada urgente de su hermana Vera, quien sigue viviendo en esa alejada casa con su madre, que la lleva a regresar y visitar la fuente de su trauma de niñez. En tono con la filmografía de Laugier (no escuchen esas críticas de misoginia que está recibiendo el francés, esto es ficción y no un manual sobre como vivir), 2 mujeres son puestas a prueba y el límite es marcado por la destreza psicológica que estas posean o en caso extremo, hasta donde sus cuerpos resistan. Pesadilla en el infierno no es Martyrs en cuanto a gore y salvajismo, es verdad que estamos ante una película que coquetea con la porno-tortura y toma la violencia física como una parte importante del relato, pero en forma mucho más depurada, con otro estilo, del barroco, del gótico y de un Lovecraft que inspira a Beth en la escritura (hay cameo y mención del gran escritor); tomemos eso como un punto de partida para caracterizar a los grotescos villanos: un repugnante gordo que huele vaginas para saber si la víctima está en etapa de menstruación (si son muñecas o humanos, eso es secundario) y una oscura señora que parece salida de Van Helsing. Podríamos resumir Pesadilla en el infierno en un combo letal: Melanie Martinez + Rob Zombie + Lovecraft. Es verdad que a Pascal Laugier le encanta mostrar en detalle a mujeres sufriendo, esta vez redobla la apuesta con un ogro sádico y pedófilo… ya lo dijeron en las arenas del coliseo y he aquí la cuestión ¿no hay que darle al público lo que el público quiere?
Fabián y su hermana Alejandra enfrentan diversos problemas, por un lado, el joven mantiene su homosexualidad oculta; y por el otro, la chica debe sobrellevar un matrimonio en el que no es feliz; sin embargo, sus vidas darán un giro al conocer a Verónica (una enigmática Simone Bucio) quien los convencerá de que en una cabaña alejada encontrarán la solución a sus problemas, sólo tienen que confiar y dejarse llevar. Lo que encuentran en este lugar, al interior del bosque, los hará sentir tan bien que dejarán a un lado el odio y resentimiento. La región salvaje (2016) de Amat Escalante podría definirse como una película de ciencia ficción sexualizada; se presenta como una obra parca, apocalíptica y fantástica al mejor estilo Reygadas (de quien Escalante es un fiel discípulo). Se trata de un film personalísimo de un director que siempre aborda temas, por lo menos, inquietantes, que muta del salvajismo nihilista de Heli (2013) a un drama psicológico de las periferias de México, que escapa a las reglas del cine verosímil y realista para atravesar por simbolismos y metamorfosis que no tienen lógica alguna por fuera del séptimo arte. La sexualidad insatisfecha, la homosexualidad, la soledad y el placer son los ingredientes que utiliza Escalante para contar su versión de un México lejos del progreso por el machismo y la homofobia. Tiene mucho en común con Post tenebras lux de Carlos Reygadas, ambas transmiten la represión sexual como una problemática muy arraigada en la población mexicana, cabría preguntarse si sucede por una visión de la realidad o por pura ficción, aunque la primera parece ser la opción más indicada dada la óptica de estos analíticos autores. La región salvaje es sensual, sucia, dramática y desprolija, puede tener a más de un espectador atento debido a su excentricidad, pero hay un público que la verá de costado pues no es una película fácil.
Contrariamente a lo que su título sugiere Lady Macbeth (2016, estreno que llega con cierto retraso) no es un título shakespereano, está basada en la obra Lady Macbeth de Mtsensk del escritor ruso Nikolái Leskov y tuvo adaptaciones teatrales. La historia nos remite a un matrimonio acordado en el viejo Reino Unido de 1865, ella es inmensamente infeliz y él le dobla en edad y le brinda más órdenes/mandatos que cariño. Él es un hombre importante que suele estar de viaje y ella habita la enorme casa como si fuese una especie de florero. La verdadera protagonista de este cuento gótico y rural es Katherine, una excepcional Florence Pugh que transmite ambivalencia con una facilidad llamativa. Lady Macbeth funciona porque se trata de una disección de época que tiende a bucear en la psiquis de la protagonista femenina, quien está oprimida como lo están casi todas las mujeres en el relato, no es casualidad que llegue el affaire con Sebastián (Cosmo Jarvis), un tosco peón que hace valer su masculinidad y se planta a la par e incluso desafía la posición de poder que Katherine ostenta. Alexander (Paul Hilton), quien oficia del esposo prepotente, es asesinado en complicidad con su consecuente amante tras descubrir la infidelidad, escalando así en la espiral de la psicopatía. En Lady Macbeth no hay grotescos, sino más bien insatisfacción sexual y ambición por el poder. Las sirvientas tienen menos derechos que los gatos y la estética arquitectónica acompaña/aprisiona a Katherine. Los campos son silenciosos y solitarios y siempre hay una sensación de pesadez atmosférica. No se ve la luz del sol a menudo y cuando se la ve es en la antesala de un acto nada agradable (un niño le pregunta a Katherine por qué es tan bonita). Las visitas son por compromiso (totalmente acartonadas y carentes de empatía humana, vale recordar la vieja idiosincrasia de la postura corporal y el té inglés) y no hay a quien acudir, ni siquiera al amor de una pareja (Sebastián parece más una vía de escape ante este conflicto interior que una relación significativa). Esta adaptación dirigida por William Oldroyd es acertada porque no se casa con nadie; es decir, filma un cuento amoral, implacablemente malsano y no busca justificar la postura de los personajes pues son como son por imposición de las clases sociales a las que pertenecen. Se trata de una muy interesante propuesta para quienes busquen un cuento de época bien ambientado y sin mayores vaivenes fuera de la narrativa tradicional, y no hay que obviar la presencia de Florence Pugh que seguramente dará buenos papeles en un futuro.
Una adinerada pareja norteamericana (Toni Collete y Harvey Keitel) que reside en París organiza una cena de 12 personas para establecer lazos con la alta sociedad. Todo se complica cuando aparece el hijo escritor de una relación pasada de Bob (Keitel), por simple superstición y para evitar los 13 platos en la mesa, es llamada la mucama María (Rossy De Palma) para ocupar el lugar n° 14. Madame se presenta como una comedia dramática de enredos que desnuda las falencias humanas y con conciencia de clase. María no es más que una sirvienta, María no puede soñar, María no puede volar. El film coquetea con la idea del desprecio con la misma cadencia que muestra las bellas calles de París. María se enamora -una Rossy de Palma magistralmente teatral- de un mercante inglés que conoce en la cena y surge el conflicto cuando su empleadora no permite el desarrollo de ese amor. Suena a film sencillo, y lo sería de no ser por las justas dosis de humor que se permite. Madame es dirigida por Amanda Sthers, una novelista francesa con varios títulos literarios en su haber, esta película está basada en una historia escrita por ella misma. Es su segunda incursión en el cine y sale bien parada porque si bien no ha tomado grandes riesgos cinematográficos la película es fiel a su prosa. A pesar de ser atacada por su desenlace (que no dejará indiferente a nadie porque Madame es de esos films que puede cambiar tu perspectiva sobre ella con la estocada final), es llevadera y vale la pena verla por la actuación de una notable “chica Almodovar”, por su puesta en escena y porque soñar no cuesta nada, la mayoría de las veces.
El atentado de la maratón de Boston fue un acto terrorista que ocurrió el 15 de abril de 2013. En el lugar de los hechos detonaron artefactos explosivos (ollas a presión rellenas de metralla) que estaban estratégicamente colocados justo antes de la línea de meta final. La tragedia dejó un saldo de 3 personas fallecidas y 282 heridos. Más fuerte que el destino (Stronger; 2017) relata la vida de Jeff (Jake Gillenhaal), un hombre común y corriente que estuvo en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Su vida da un giro de 180 grados, tras ser una de las víctimas del terrorismo ese día en Boston logra sobrevivir pero pierde ambas piernas. Más fuerte que el destino demuestra con lujo de detalles la debacle, el sinsentido de la vida y la depresión de un individuo que, a pesar de su presente negro, es vitoreado como héroe nacional, pues claro Jeff ha burlado a la muerte pero lo que le queda en vida no es un camino sencillo. Es admirado por sus compatriotas y lo invitan a juegos deportivos y eventos como a una especie de speaker positivista, muy a pesar suyo (remarcando el patriotismo y la camaradería estadounidenses con luces y bombos). Es interesante la química entre Jake Gillenhaal y Tatiana Maslany como pareja en una situación nada romántica. En contrapunto hay una situación que deja un gusto amargo, más allá de su temática, la complacencia y la corrección política no permiten que el film tome vuelo y se afirme como una obra sustancial. Es una película con buenas intenciones, de superación y hasta algunos podrán ver un canto a la vida. Si afirmo que no hay nada acá que no se haya visto antes y a eso le sumo un héroe nacional de propaganda es probable que el espectro de público que la encuentre novedosa sea muy acotado.
Gamba es un personaje animado de origen japonés basado en una novela animé de 1972, cuenta con varios títulos en su haber, desde series hasta películas. La gran aventura de Gamba (Gamba to Nakama-tachi, 2015) es un estreno tardío. Se trata de un grupo de roedores en busca de aventuras -sin concesiones así como se lee- que viajan a una isla donde una malvada comadreja llamada Noroi ostenta un reinado de terror sobre los demás animales. Estos nobles ratoncitos deciden enfrentar a las comadrejas y van a luchar a costa de la vida misma bajo el lema “la unión hace la fuerza”. Acá se pueden encontrar las características del colectivo nipón: lealtad, fidelidad, tradición, familia. Gamba está lleno de estos conceptos y los buenos no pueden rendirse. Ver un film animado de este estilo, que bien podría ser una película de samuráis (como ejemplo “Los 7 samuraís” de Akira Kurosawa), tiene su peculiaridad pues a simple vista es para niños, ese es su público predilecto, sin embargo tiene una faceta amarga que no apunta al entretenimiento únicamente infantil. La mayor parte del film el mal tiene la carta ganadora, se ensalza la maldad con mayor virtud cinematográfica (visualmente Noroi es una especie de semi-dios) y un dato que quizá ayude a comprender mejor el universo Gamba: en el pasado era un dibujo con mucha sangre (los tiempos y el mercado actual políticamente correcto han cambiado esto). No deja de ser un film interesante, técnicamente modesto pero hecho con esmero y con moraleja incluida. A los niños les gustará y a los que tienen un niño interior también.
Los co-directores y guionistas Eric Toledano y Olivier Nakache (responsables de “Intouchables”, 2011) sacan otro truco de la galera con esta implacable brisa de humor de ensamble francés. La fiesta de la vida (C’est la vie, 2017; alejándose de su título anodino y excesivamente esperanzador en Latinoamérica) es la historia de un evento de boda en unas circunstancias felizmente cómicas pues nada sale como estaba planeado. La película tuvo un paso importante por el festival de San Sebastián y recibió la nominación a mejor película en los premios Goya y César. Liderando esta comedia está Max Angeli (un notable Jean Pierre Bacri) quien tiene a cargo una compañía de catering especializada en bodas. Visto a distancia Max parece no ser el indicado para este tipo de trabajo y todo confabula para que pierda la cabeza, por citar algo: malos electricistas, un cantante temperamental, un novio ególatra y una comida en mal estado que intoxica a los invitados convirtiendo el evento en un desfile cuasi-caricaturesco. Una vez más Toledano y Nakache demuestran su habilidad para introducir al gran público en una comedia clásica y sofisticada a la vez, con destino multi-generacional y con aires new-age. Además viendo La fiesta de la vida es difícil imaginar un reparto –multicultural como ya es costumbre en la filmografía de los directores- que la haya pasado mal dada la particularidad y heterogeneidad de los actores, tenemos al novio (Benjamin Lavernhe), Guy un histriónico fotógrafo (Jean Paul Rouve), la manager Adele (Eye Haidara) y Julien, un pedante que no puede superar a su ex (el physique-du-rol para la comedia, Vincent Macaigne). El choque de egos tiene la frutilla del postre con James, el cantante que anima la boda reemplazando a último momento al DJ Fab, nada podía salir bien… La fiesta de la vida es fresca, mantiene el listón alto de los directores y hace uno de los mejores usos de Can’t take my eyes off you en el cine, no es un dato menor.