Más que una película esta pseudo-continuación de Doctor Strange ofrece el material audiovisual de una atracción mecánica que podría pertenecer a cualquier parque temático de Disney. Recién en los 40 minutos finales, cuando el productor Kevin Feige le suelta la correa al perro, el dogo Sam Raimi tiene la oportunidad de correr libre por las praderas y apelar a toda su magia (la que no tiene Strange en esta historia) para regalarnos un poquito de cine y contenido comiquero. El resto es un pastiche insulso concebido por los ejecutivos de marketing de Marvel, destinado a complacer a sus feligreses radicales, más interesados a menudo en ver cameos de futuros personajes y situaciones de comedia que disfrutar una historia coherente y bien contada. No hay ninguna sorpresa en esta cuestión. Cuando el director Scott Derrickson, quien hizo un trabajo estupendo con la primera película de Strange, abandonó el proyecto porque el estudio le impidió desarrollar su visión del personaje se sabía la continuación iba a ser muy diferente. Hasta ese momento redentor en que Raimi tomas las riendas de la dirección, esta producción ofrece un Meet and Greet chapucero por el Multiverso y una especie de epílogo de WandaVision con el cierre del arco argumental de la Bruja Escarlata. Otro personaje femenino desperdiciado de la manera más estúpida posible porque las brujas siempre tienen que ser malas. El film le exige a los espectadores conocer de antemano las series de Wanda, Loki, la antología animada What If? y el largometraje de Shang Chi, ya que de otro modo hay escenas que no tienen el menor sentido. Un riesgo que toma el estudio y que a futuro le podría costar caro en el público general, debido a que no todo el mundo tiene la paciencia y el tiempo para sentarse a consumir cada producción que venden. Para aquellos herejes que tuvieron la impertinencia de evadir WandaVision lo más recomendable es repasar la ficha de Wikipedia del programa con el fin de tener una mínima noción del conflicto que atraviesa el personaje. De todos modos tampoco es muy difícil de seguir el argumento ya que se nota que lo armaron mientras se desarrollaba la filmación y en esta cuestión se centra mi problema con el film. Para tratarse de una propuesta que iba a combinar el fascinante mundo de fantasía de Strange con el concepto del Multiverso el resultado de lo que se ve es más insípido y genérico de lo esperado. No se puede negar que cumple en entretener pero ninguna de las situaciones que se presentan consigue tener un impacto emocional y todo se desarrolla de un modo acelerado. La idea más creativa que tuvieron para retratar una realidad alternativa es presentar una ciudad donde los semáforos funcionan al revés. Strange, como una especie de Mario Bros, anda a los saltos por diversos mundos que tienen la finalidad de presentar participaciones intrascendentes de personajes clásicos que no aportan nada relevante a la historia. Fan service pedorro en su peor expresión. Un tema que la última película de Spiderman trabajó de un modo más ameno al conseguir que ese contenido al menos fuera funcional al conflicto central. En materia de calidad este film va a de menor a mayor y cuando Raimi tomas las riendas de la narración la propuesta mejora en los aspectos artísticos. El director se mete de lleno dentro de esa fantasía oscura y psicodelia que rodean las aventuras de Strange y le aporta un poquito de arte al jugar con elementos del género de terror. Toma el riesgo de presentar escenas más violentas y nos regala guiños simpáticos al Dark Universe de Universal y la saga Evil Dead. La única objeción que se le podría hacer a Raimi y pasa por un tema de gustos personales es su elección de filmar con cámara digitales que tienden a abaratar el espectáculo visual. Sobre todo en las escenas de acción. Una minucia que no representa un mayor problema dentro del segmento que salva la película. En lo referido al reparto las actuaciones son parejas y se puede destacar el casting de Xochitl Gomez como la nueva heroína America Chavez y Rachel McAdams, quien esta vez tuvo un rol un poco más extendido. Elizabeth Olsen, estancada en el rol de la madre desesperada que nos recuerda cada cinco minutos que no es un monstruo, tampoco se come la película como venden algunas críticas apasionadas. Queda el consuelo que fue más entretenida que el bodrio de Eternals y la esperanza de poder ver en el futuro una verdadera película de Strange a cargo de Raimi. Un director que parece conectar de un modo efectivo con toda la riqueza que rodea al mundo de este personaje y que el nuevo film apena llegó a explorar. Como siempre la mejor recomendación para disfrutar esta clase de propuestas es llegar al cine con las expectativas moderadas, ya que la película después tiene poco que ver con las reacciones exageradas del fandom.
El buen patrón representa la tercera colaboración de Javier Bardem con el director Fernando León de Aranoa, tras la excelente Los lunes al sol (2002) y la horrenda Loving Pablo (2017), inspirada en la vida del narco Pablo Escobar. La película fue aclamada por la prensa española y obtuvo un récord de 26 nominaciones este año en los Premios Goya, donde compitió en 26 categorías. Al igual que en la producción del 2002 el director vuelve a retomar la temática del mercado laboral, con la particularidad que en esta oportunidad la trama no se centra en los trabajadores explotados sino en los empresarios y el tono del film juega más con la sátira. Javier Bardem, quien aparece en casi todas las escenas, es el principal motivo para darle una oportunidad a esta propuesta que sin su presencia probablemente no hubiera llamado la atención. Conceptos como la demonización del mundo empresarial y las mujeres que se prostituyen para conseguir un ascenso se sienten anticuados y en ese sentido el film reúne todos los clichés imaginables que se podrían reunir en una historia de este tipo. No obstante, la carismática presencia del protagonista consigue que la experiencia resulte más amena y entretenida. Bardem aborda un personaje que tenía todas las condiciones para convertirse en una burda caricatura y le aporta una humanidad que le añade un perfil más interesante. Por momentos trae al recuerdo al Tony Soprano de James Ganfolfini que también resultaba muy atractivo por todas las contradicciones que presentaba su personalidad. El director construye la película a través de varias subtramas que confluyen en un desenlace que resulta un poco más turbio de lo esperado. Si bien El buen patrón no está a la altura de la aclamación exagerada de la prensa europea, al menos ofrece una propuesta decente que expresa una crítica incisiva del mercado laboral sin convertir el cuento en un burdo panfleto político.
Entre fines de la década de 1980 y hasta los primeros años del siglo 21 la filmografía de Philip Noyce atravesó su período más prospero con muy buenos títulos que tuvieron una gran recepción popular. Entre ellos se destacaron el excelente thriller psicológico Dead Calm (con Nicole Kidman), Juego de patriotas y Peligro inminente (basadas en las novelas de Tom Clancy), la adaptación de El santo con Val Kilmer, El coleccionista de huesos y el clásico Furia ciega, una de las mejores comedias de acción de los ´80 con un inolvidable Rutger Hauer. En el 2002 presentó su obra más aclamada en materia de premios, Rabbit-Proof Fence y luego en el 2010 llegó su última producción exitosa en Hollywood con Agente Salt (Angelina Jolie) que le hizo más justicia al cómic de Black Widow que el reciente fiasco oficial de Marvel. Entonces llegó la debacle. En el 2014 el desastre comercial de El dador de recuerdos, basada en la novela de Lois Lowry, lo desterró de los grandes estudios. La película no era mala y tenía un buen elenco pero se estrenó en un momento donde las propuestas sobre futuros distópicos con adolecentes habían saturado. Como le ocurrió a otros colegas de su generación, Noyce hoy se la rebusca filmando capítulos en series de televisión y películas malas de bajo presupuesto. Desesperada fue escrita por Chris Sparling responsable de Enterrado (con Ryan Reynolds) y presenta un concepto similar donde el conflicto se desarrolla en una franja de tiempo limitado. El problema es que presenta un concepto desafortunado que no termina de convencer. Noyce propone una propuesta pochoclera que se relaciona con el drama de los tiroteos en las escuelas de los Estados Unidos y sobresale por su falta de tacto y sensibilidad para tratar el tema. Naomi Watts encarna a una super madre, muy propia de las heroínas de los años ´90, que con la ayuda del mejor smartphone del mundo mueve cielo y tierra para salvar su hijo de un tiroteo en un instituto escolar. Si al menos la historia hiciera un esfuerzo para trabajar la temática con un mínimo de contenido que alentara algún tipo de reflexión se le podría perdonar su carencia de suspenso, sin embargo Deseperada se siente como una burda explotación comercial de una problemática que sigue vigente en la actualidad. Este es probablemente el trabajo más desapasionado de la carrera de Noyce, quien ofrece un pseudo thriller sin alma que falla por completo a la hora de crear situaciones de tensión y tras los primeros 30 minutos se convierte en un relato aburrido. Más allá de correr por los bosques y hablar por teléfonos con un rostro angustiado, Watts tampoco tiene la posibilidad de sobresalir con un personaje se limita a vivir situaciones inverosímiles. Cuesta creer que esta es una producción del mismo realizador que en el pasado hizo Dead Calm, que no en vano se convirtió en un clásico de los ´80. Una decepción. Frente a otros estrenos más prometedores que renuevan la cartelera no vale la pena perder el tiempo con esto.
La ciudad perdida representa el bautismo de fuego en el cine mainstream hollywoodense de los hermanos Dee, una dupla de realizadores jóvenes que surgieron hace unos años en el circuito independiente. En el 2015 llamaron la atención de los grandes estudios con su segunda película Band of Robbers, que presentó una original adaptación moderna de Tom Sawyer dentro del género policial (Ver link). Esta transición para muchos cineastas entre las producciones de bajo presupuesto y los grandes blockbusters no siempre terminan con buenos resultados y la verdad que los hermanos Nee dejan una muy buena impresión. Actualmente trabajan en el regreso live action de He-Man para Netflix y por lo que se pudo ver en este estreno se encuentran más que capacitados para ofrecer buenas secuencias de acción y un producto entretenido bien realizado. El guión que tenga la nueva Masters of the Universe es otra historia. A diferencia de Band of Robbers que tomaba su influencia del cine de Wes Anderson en La ciudad perdida los Nee evocan el tipo de comedia de aventuras que eran populares en los años ´80. Más allá del inevitable recuerdo de Indiana Jones, el film toma su inspiración de la obra de Robert Zemeckis, Tras la esmeralda perdida, donde el antagonismo de la pareja protagónica jugaba un papel clave en la comedia. En este caso los realizadores supieron aprovechar el dominio de Sandra Bullock dentro del género, quien consigue formar una dupla muy sólida con Channing Tatum. El actor ya había demostrado en otros filmes que con un guión decente podía desenvolverse bien dentro de la comedia y en esta producción se potencia gracias a la química que tiene con la protagonista. Daniel Radcliffe a cargo de un villano grotesco y una participación especial muy divertida de Brad Pitt contribuyen a ofrecer una película muy amena que presenta un producto cuidado en de los aspectos técnicos. Dentro de su género resultó mucho más eficiente y satisfactoria que Jungle Cruise con The Rock que decaía notablemente después del primer acto. Los Nee tuvieron claro la clase de espectáculo que buscaban desarrollar y el film sin ser un título memorable consigue ofrecer un entretenimiento decente que está para tener en cuenta si buscan una propuesta de este tipo.
Con una corta filmografía, constituida hasta la fecha por La bruja y The Lighthouse (que no pasó por los cines locales), Robert Eggers consiguió llamar la atención entre los realizadores más interesantes que surgieron en Hollywood en los últimos años. En El hombre del norte ofrece una propuesta diferente a sus filmes previos con una historia que se concentra más en género de aventuras y el apasionante folclore de la mitología nórdica. El argumento que escribió junto al compositor Sjón, frecuente colaborador de la cantante Bjork (quien tiene una breve participación como actriz), abraza la narrativa épica para construir un thriller de venganza que convierte a la serie Vikingos en una producción del Disney Channel. Eggers recrea la famosa leyenda del príncipe Amleth que William Shakespeare tomó como inspiración para crear la obra de Hamlet. Los amantes de estos temas probablemente recuerden el antecedente de 1994, Prince of Jutland, donde Chrsitian Bale encarnó al príncipe desterrado dentro de un gran elenco donde además sobresalían Helen Mirren, Gabriel Byrne y Kate Beckinsale. Si bien aquella fue una muy buena película, esta nueva versión la supera por completo por la intensidad que le aporta Eggers al conflicto y el predomino de los elementos esotéricos y fantásticos que se relacionan con la mitología nórdica. Aunque la premisa argumental es la misma en este caso encontramos una puesta en escena que toma elementos de la literatura pulp del Sword and Sorcery e inclusive el cómic. Me costaría mucho creer que Eggers no repasó algún tomo de Thorgal, el supeclásico de la historieta belga de Jean Van Hanne o Northanders, la serie de Brian Wood, a la hora de inspirarse en la estética visual que presenta su obra. Una característica para resaltar de esta producción es que cuenta con un ritmo narrativo mucho más dinámico de lo que fueron los trabajos previos del cineasta. El hombre del norte prácticamente no tiene momentos pausados y enseguida va al grano en la presentación de los personajes y el conflicto. Pese a su duración de 137 minutos no le sobra una escena y ya desde la introducción del origen del protagonista el cuento se vuelve apasionante. Sobre todo por el hecho que Eggers también le aporta su propia identidad a esta recreación de la leyenda. La adaptación no se apega a ninguna versión literaria específica y aunque conozcas la trama hay algunos giros sorpresivos que trabajan de un modo diferente el vínculo de los personajes. Dentro del reparto Alexander Skarsgård es la gran figura de este film con una gran composición del príncipe Amleth y conforma una muy buena dupla junto a Anya Taylor Joy, cuyo personaje aporta la simbología esotérica que contiene esta mitología. En roles secundarios Nicole Kidman e Ethan Hawke también llegan a tener sus escenas destacadas. Eggers además sorprende con muy buenas secuencias de acción que siguen la escuelita de brutalidad extrema de Ridley Scott y retrata muy bien la cultura de violencia asociada al período histórico que se trabaja. Más allá de sus virtudes técnicas y las interpretaciones lo mejor de la esta producción es que ofrece una experiencia audiovisual alucinante que es imposible de emular en otro lugar que no sea una sala de cine. Algo que no encontramos en todos los estrenos semanales, motivo por el cual resalto su recomendación.
Jack in the Box es un tradicional juguete inglés cuyo origen se remonta al siglo 13 y se relaciona con una popular leyenda urbana. La primera representación del objeto era una bota que contenía un diablo en su interior y evocaba la hazaña de un clérigo que había atrapado a un demonio en una aldea de Buckinghamshire. Con el paso del tiempo la figura macabra fue reemplazada por la de un payaso y el juguete se volvió popular entre los niños. Dentro de la ficción Jack tuvo su encarnación más famosa en la saga de culto de Charles Band, Demonic Toys, que todavía sigue vigente en la actualidad, además de una simpática participación en el clásico slasher de los ´80' April Fool's Day. Esta producción independiente del cine europeo se cuelga de la popularidad que tuvo hace poco Pennywise en It para aprovechar la figura de los payasos macabros en los cuentos de terror. El director Lawrence Fowler tuvo la noble intención de evitar la clásica fórmula del cine hollywoodense actual donde la atención se centra en el uso excesivo de los jumpscare para entretener al público. Su relato intenta construir una mitología en torno al juguete y juega con la leyenda urbana que lo originó, a través de un film que parece emular el tipo de cine que suele hacer Ti West (The House of the Devil). El problema es que en este caso la narración pausada ofrece numerosas escenas de diálogo que no conducen a nada y Jack se limita a tener una presencia testimonial en la película que supuestamente lo tiene como protagonista. Tras una sólida introducción del personaje, Fowler después lo deja de lado y desaprovecha un villano que tiene su atractivo. Lo mejor del film se encuentra en la caracterización del payaso que es muy efectiva y apuesta a establecer una nueva figura dentro la galería de muñecos diabólicos. Lamentablemente la película se queda muy corta en materia de terror y el concepto argumental que tenía su potencial resulta desaprovechado. El resultado es una propuesta aburrida que carece de momentos decentes de suspenso y decepciona en materia de entretenimiento. Hace poco el mismo director estrenó una continuación de esta historia para la plataforma de streaming de Movistar. Después de ver la primera entrega la verdad que cuesta darle otra oportunidad.
C´Mon C´ Mon es un gran cliché cinematográfico que consigue ser llevadero gracias a una cuidada realización y la presencia de Joaquin Phoenix. Si sos fan del actor en esta producción lo vas a disfrutar en una curiosa rareza donde compone al tipo más normal de su filmografía. Tiene sentido que escogiera este proyecto luego de interpretar un rol complejo como el Joker que demandaba un enorme desgaste emocional. En esta producción se relajó con el rol de un periodista afable que produce un programa de radio y se dedica a entrevistar adolescentes a lo largo de los Estados Unidos. A raíz de una crisis personal que enfrenta su hermana el reportero debe hacerse cargo de su sobrino de nueve años, cuya relación se vuelve más estrecha a través de una larga travesía que emprenden de Oakland a Nueva York. El viaje como catalizador de la exploración de la condición humana y las dinámicas de la relaciones representa uno de los clásicos caballitos de batalla del cine independiente y en esta cuestión reside la mayor debilidad del film. El director Mike Mills (responsable de 20th Century Women) no aporta nada nuevo e interesante que no se haya visto en centenares de producciones similares de diversas partes del mundo. Más allá de algunas virtudes técnicas, como la calidad de la fotografía en blanco y negro su labor se siente como un refrito de películas que vimos en el pasado, donde no falta el inevitable momento "siempre recordamos a Terrence Malick". De un modo similar a lo que hizo Chloe Zhao en Nomadland la trillada dirección de Mills abraza también la veta documental durante los fragmentos que el protagonista entrevista a un grupo de adolescentes. Los testimonios de los chicos no son monólogos de ficción sino que comparten sus visiones reales del futuro y los temas que los inquietan. El vínculo que establece Phoenix con el personaje del sobrino es simpático y se desarrolla dentro del universo del drama indi donde todo tiende a ser relevante y profundo. Gabby Hoffman, la recordada hija de Kevin Costner en El campo de los sueños, aporta algunos buenos momentos con lo más cercano a una trama argumental que se puede registar en esta película. El resto es un collage de fragmentos de la vida cotidiana y las tribulaciones humanas con las que lidian los dos protagonistas a lo largo del viaje. Probablemente para Phoenix esto fue un recreo ameno antes de concentrarse en la composición de Napoleón Bonaparte en la biografía que actualmente filma Ridley Scott. C´Mon C´Mon no es para nada una mala película pero volvés a repasar Una historia sencilla, de David Lynch, con el viejito que cruzaba los Estados Unidos en tractor para ver a su hermano, y la pasás mejor aunque conozcas el argumento de memoria.
Antes de la irrupción de la pandemia la película de Sonic sobresalió entre los estrenos más taquilleros del 2020 y debido a los buenos resultados la compañía Sega optó por desarrollar la continuación con el mismo equipo técnico y reparto de actores. Más allá de la incorporación de nuevos personajes que pertenecen a esta franquicia el espectáculo que ofrece la película no presenta cambios notables frente a lo que se hizo en la entrega previa. La característica que tal vez marca la diferencia es que el tono de la historia es más infantil y se concentra principalmente en entretener a los chicos. Si bien el primer film también era una propuesta familiar contaba con más guiños al público gamer adulto que descubrió el juego en los años ´90. No obstante, el director Jeff Fowler no se olvida del fandom veterano y combina con un buen equilibrio la aventura de Sonic orientada a los niños con chistes y referencias humorísticas para los adultos. De hecho, la comedia es mucho más efectiva que la reciente película de los Foo Fighters que se estrenó hace poco. En teoría esta producción representa la despedida de Jim Carrey del cine quien hace poco anunció su retiro, si bien dejó la puerta abierta a un regreso en el caso que encuentre algún guión que lo motive a retomar la actuación. Para un artista de su nivel la verdad este film no aporta el cierre que se merecía su filmografía, sin embargo no abordó al villano Doctor Robotnic en piloto automático y despliega una vez más todo su histrionismo para robarse cada escena que cuenta con su presencia. En más de una ocasión Carrey levanta por completo el relato de Fowler, quien tal vez por contar con un mayor presupuesto en esta oportunidad optó por presentar una película más larga de lo necesario. A esta continuación, que llega a los 122 minutos, le sobra con facilidad media hora que se extiende sin necesidad debido a una subtrama que tiene la finalidad de justificar la presencia del reparto humano que en esta continuación quedó un poco desdibujado. En términos generales Sonic 2 es una propuesta muy amena que seguramente enganchará a los más chicos con este nuevo universo de ficción que Sega desarrolló en el cine.
Pobre Jared Leto, una vez que no derrapa con sus sobreactuaciones termina saboteado por un estudio que no da pie con bola en el género de superhéroes, salvo que se trate de una película de Spiderman. Al ver este film es evidente que tomó nota de las críticas negativas que recibió por su encarnación del Joker y en esta oportunidad evitó que el vampiro Morbius fuera percibido como un personaje ridículo. Lamentablemente, pese a que su labor es decente y de hecho representa uno de los pocos aspectos rescatables de esta producción, el proyecto resultó fallido. Una vez más, al igual que ocurrió con los horrendos filmes de Venom, Sony desperdició una gran oportunidad para trabajar el género desde una perspectiva diferente. Morbius es un personaje interesante que habilitaba la posibilidad de romper con las fórmulas argumentales familiares al centrarse en la figura del anti-héroe. Un concepto que el mediocre film del director Daniel Espinosa (Life) desperdició por completo con el fin de ofrecer una propuesta genérica e insulsa que encima resulta anticuada. Por momentos parece una producción filmada a fines de los años ´90 antes que llegaran los X-Men de Brian Singer y frente al standard de las propuestas actuales la calidad de su contenido es muy inferior. El personaje contaba con un enorme potencial para sorprender con algo diferente, sobre todo por su vínculo con el género de terror. Sin embargo, la obra de Espinosa toma la figura del vampiro para desarrollar un producto desapasionado que podrían haber sido un capítulo mundano de series de televisión como Grimm, Supernatural o cualquiera que contenga elementos fantásticos. El primer acto que introduce el drama que vive el protagonista consigue despertar cierto interés gracias a la interpretación equilibrada de Jared que evita arruinar al superhéroe con sus clásicas "leteadas" y la participación de Matt Smith (Doctor Who), quien compone un villano con una motivación interesante. Hay un concepto con potencial en la figura de Morbius, sin embargo el espectáculo enseguida se desinfla con la paupérrima ejecución del director, donde sobresale una notable falta de creatividad inclusive en la presentación de la acción. Pese a que la gran mayoría de los efectos especiales son decentes y el personaje principal tiene el aspecto del cómic, las secuencias de peleas luego resultan redundantes debido a la pereza de la realización. Morbius cuenta con dos bochornosas escenas post- créditos donde el director saca un conejo de la galera que no tiene el menor sentido. Se trata de una situación forzada que no tiene coherencia con el perfil que tuvo el vampiro hasta ese momento y resulta un burdo manotazo de ahogado para intentar vender una futura continuación. Si bien la ausencia del humor estúpido de Venom le otorga un poco más de dignidad a este personaje, en términos generales Sony ofrece un film pobre cuyo visionado se puede relegar para la televisión.
Éxodo es una película que se presentaba como un thriller de ciencia ficción y podría haber ofrecido un gran espectáculo si tan solo el director se hubiera interesado en trabajar el género. La premisa de la historia se desarrolla dentro de una temática post-apocalíptica familiar que ya vimos en otras películas del pasado, como Waterwold, Avatar y Nausicaa del Valle del Viento, de Hayao Miyazaki. El cambio climático, las epidemias y guerras diezmaron a la población de la Tierra y una astronauta termina varada en el planeta con la misión de averiguar si el mundo todavía puede ser habitado por los humanos. Roland Emmerich (Día de la independencia), productor ejecutivo de este proyecto, en esta oportunidad delegó la dirección en Tim Fhelbaun, quien desperdicia un contexto argumental interesante en un ejercicio snob de cine pretencioso. Su tratamiento minimalista en la dirección de la historia genera una experiencia muy frustrante porque el relato se ambienta en un contexto atractivo, con un enorme potencial argumental. El problema es que el relato es narrado por un cineasta que nunca se interesa en desarrollar los conceptos de ciencia ficción que presenta el argumento, al margen de presentar una ineptitud notable a la hora de crear situaciones de suspenso. Más allá de hacer caminar a la protagonista en escenas interminables que pretenden ser introspectivas y consiguen más bostezos que reflexiones profundas, el film resulta soporífero y nunca consigue construir un espectáculo atractivo. Requiere un esfuerzo notable completar su visionado y cuando llegó al clímax te encontrás con un final desarrollado a las apuradas, como si lo productores se hubieran quedado sin planta en la mitad del rodaje. Queda la sensación que a Éxodo le falta por lo menos 20 minutos de escenas editadas que le hubiera dado una mayor coherencia a la conclusión. Una pena porque el mundo de ficción que la trama introduce al público es realmente interesante e inclusive tiene sus virtudes en lo referido a la puesta en escena. Sin embargo el modo que escogió Fhelbaun para desarrollar la narración consigue que su film quede enseguida en el más completo olvido.