Si nos habremos fumado a mediados de los años ´80 los insufribles sermones de Tammy Faye y su esposo Jim Bakker en El club 700, por Canal 9, antes que empezara G.I.Joe. Por entonces no existían los canales de dibujos animados y antes que empezara la programación infantil venían los evangelistas norteamericanos con ese recordado programa donde todo el tiempo le pedían plata al público. La participaciones mediáticas de Bakker fueron muy controversiales en su momento por la manera en que se explotaba la fe de la gente y fue durante ese período en el que surgieron algunas expresiones culturales de protesta. Una de las más emblemáticas fue la canción del grupo Génesis de 1991, Jesus He Know Me, cuyo video clip presentaba una sátira de las actividades de Bakker y un año después se estrenó esa joya de Steve Martin que fue Leap of Faith, que iba a fondo con el tema de los pastores truchos. Los escándalos sexuales y las prácticas fraudulentas de la organización que manejaba el matrimonio eventualmente pusieron fin al negocio de El club 700 que afectó la imagen de las iglesias evangélicas. En el 2010 se estrenó el documental Los ojos de Tammy Faye donde la predicadora ofreció su versión de los hechos y terminó redimida ante la opinión pública. En parte porque el verdadero delincuente había sido su marido y ella se enfrentó durante los años ´80 a los círculos más conservadores de la sociedad estadounidense para apoyar los derechos de la comunidad LGTB y la asistencia a los enfermos de SIDA. La película dirigida por Michael Showalker (Kissing Jessica Stein) en esencia es una recreación de los hechos que se narraron en el documental homónimo donde el foco de la trama se centra en la perspectiva de Faye. Aunque ya conozcas el caso y como terminaron los protagonistas el placer de esta película pasa por disfrutar a Jessica Chastain y Andrew Garfield, quienes hacen un gran trabajo con la composición del matrimonio Bakker. Chastain especialmente se pierde por completo en el rol de esta mujer que en su momento llevó las aplicaciones de maquillaje de los ´80 a otro nivel. El film sigue la fórmula de la tradicional biopic que suelen estrenarse para está época del año y que por lo general consigue algunas nominaciones al Oscar. La trama rescata la figura de Faye como una mujer inocente que fue víctima de un estafador que no tenía ninguna convicción religiosa y sólo buscaba hacerse rico a través del engaño y una estafa muy bien organizada. Aunque la protagonista tiene merecida toda la atención que recibió por este papel, cabe resaltar la sutil labor de Garfield, quien nunca convierte a Bakker en un villano de caricatura y también cuenta con una presencia destacado dentro de la historia. Dentro de los aspectos técnicos el film de Showalker sobresale por la representación sobre la cultura de los evangelistas mediáticos de los ´80 y los efectos de maquillaje que retratan con detalles el paso del tiempo en la vida de la protagonista. Para quienes les interese el caso del infame Club 700 esta producción es una muy buena opción para tener en cuenta.
Terror en el estudio 666 es una propuesta que probablemente resultará satisfactoria para el nicho de fans más acérrimo del músico David Grohl que busque ver a su ídolo en el cine. Caso contrario cuesta bastante encontrarle algún valor notable a esta producción que resulta decepcionante como sátira del cine de terror clase B. Más que una película de los Foo Fighters el proyecto parece un capricho vanidoso de Grohl que tranquilamente se podría haber exhibido como un corto de media hora en You Tube o en alguna plataforma de streaming. A diferencia de la banda Kiss, donde sus integrantes le ponen onda a todo, inclusive a un largometraje animado con Scooby Doo, en este caso es David quien acapara el protagonismo mientras que el resto de sus compañeros, en piloto automático, tienen participaciones limitadas para no dejarlo solo al baterista. La idea conceptual no era mala pero lamentablemente no le encontraron la vuelta en la realización y la ejecución resultó fallida. La película busca rendirle homenaje a través de la sátira al cine de terror clásico de los años ´70 Y ´80 y toda la era de los efectos especiales prácticos, como los que solía ofrecer Tom Savini. La secuencia inicial, ambientada en 1993, evoca el subgénero slasher de aquellos días con una introducción efectiva del gore que más adelante cobra protagonismo. El problema es que la historia enseguida se desinfla con la introducción de Grohl, quien hace un esfuerzo sobrehumano por intentar ser gracioso y termina saboteado por un guión deplorable. El resto de los Foo Fighters salen mejor parados al tener una presencia testimonial, donde queda claro que no tenían ganas de trabajar en un largometraje de este tipo. Las situaciones graciosas son desastrosas y parecen escritos por los guionistas de la franquicia Marvel, campeones mundiales del humor forzado. Con el correr del tiempo este aspecto del film se vuelve tedioso y como la música de banda tampoco tiene relevancia en la trama, Terror en el estudio 666 se hunde por el peso de su propia estupidez. La dirección corrió por cuenta de B. J.Michaels, quien había hecho un trabajo decente hace unos años en Hatchett 3, con Danielle Harris, y en esta labor presenta una obra incoherente que nunca define lo que desea hacer con el género. Queda la sensación que la película la fueron armando mientras la filmaban sin tener claro el rumbo que le querían dar a la historia. Por momentos intentan centrarse en la parodia del thriller sobrenatural, con referencias a Evil Dead y El exorcista, después se mete con el slasher y luego con los misterios de Scooby Doo y no consigue ser efectiva en ninguno de esos campos Lo único rescatable se encuentra en la música incidental, que contó con la colaboración de John Carpenter (quien aparece en un breve cameo) y un par de escenas que juega con los efectos prácticos de los ´80 y están bien realizadas. El resto es para el olvido. David Grohl hubiera quedado mejor parado si liberaba esto en You Tube para los fans en lugar de lucrar comercialmente con una comedia de terror mala que ni siquiera difunde la música de la banda. Comparada con esta producción Kiss Meets the Phantom of the Park parece una obra de David Lynch.
A ciegas es una propuesta canadiense inspirada en el clásico Wait Until Dark (1967), con Audrey Hepburn, que en el último tiempo tuvo una influencia notable en varios filmes similares. El mismo concepto se trabajó con diversas variaciones en No respires, de Fede Álvarez y Hush, de Mike Flanagan (Doctor Sleep). En esta oportunidad le añadieron a la premisa argumental un complemento millennial, con la aplicación de un celular que ayuda a la protagonista ciega de la amenaza de unos criminales. Los productores claramente desarrollaron el film para un público pre-adolescente que podría considerar a La habitación del pánico, de David Fincher, un entretenimiento antiguo que disfrutaban sus padres cuando eran jóvenes. Me cuesta creer que existan espectadores de más de 18 años que consideren esta labor del director Randall Okita un thriller apasionante. En parte porque probablemente ya vieron la misma idea trabajada en otras películas superiores. A este film le juega en contra que la narración se quede muy corta en materia de intensidad y los villanos parezcan descendientes de Marv y Harry de Mi pobre angelito. Entre los aspectos positivos se puede mencionar que el reparto al menos es decente y la protagonista, Skyler Davenport, consigue sacar adelante a una heroína complicada que no despierta ninguna simpatía. Dentro del género A ciegas ofrece una película liviana y genérica que no hace nada interesante con la historia que propone, motivo por el cual su visionado se puede relegar a la televisión.
Sword Art Online (SAO) es una exitosa franquicia que lleva 20 años de vigencia en el campo del animé y la animación japonesa. Cuando surgió en el 2002 en su formato literario la obra de Reiki Kawahara fue pionera en adentrarse en el mundo de metaverso, los videojuegos con multijugadores en línea y la realidad virtual, a través de un concepto que en ese momento parecía pura ciencia ficción. Dos décadas después todas esas alternativas de entretenimiento forman parte de la sociedad de estos días. En la trama original, que curiosamente se desarrollaba en el 2022, un grupo de jugadores quedaban atrapados con sus avatares en el mundo virtual de una plataforma llamada Sword Art Online. Aquellos que morían en el juego también lo hacían en a vida real y para salir de ese mundo la única opción era superar los 100 niveles que había creado el diseñador Akihiko Kayaba. La premisa era muy atractiva y SAO desde entonces cosechó una importante base fan alrededor del mundo con las series de animé y películas que se estrenaron en los últimos años. En esta nueva producción los realizadores acudieron a un recurso que se hizo habitual en otras franquicias japonesas en el último tiempo. SAO Progressive plantea un reboot de la historia que le permite a los fans volver a explorar el conflicto original desde una perspectiva diferente, al mismo tiempo que busca atraer nuevos seguidores. Si jamás viste nada de la saga o desconocías su existencia y te atrae el concepto argumental, la película es un muy buen punto de partida para comenzar a explorar la obra de Kawahara. No es necesario haber visto las producciones previas para entender la historia y en ese sentido el film es muy accesible para todos los públicos. En el caso de los fans veteranos podrán repasar la trama con una mayor exploración y desarrollo de Asuna Yuuki, una de las heroínas y principales protagonistas de esta propuesta. Tras un primer acto algo lento (al menos para mi gusto) el relato luego cobra fuerza cuando el director Ayako Kawano le da un descanso a las tribulaciones juveniles para concentrarse más en la acción. El tema con esta película es que como propuesta cinematográfica carece de ambición creativa en términos de realización y eso afecta un poco su valoración. Salvo por la secuencia del clímax donde le pusieron un poco más dedicación desde los aspectos visuales, el resto del film parce un capítulo extendido de la serie de televisión. Motivo por el cual salvo que seas fan de esta franquicia el visionado de SAO Progressive es una propuesta que llega a ser entretenida pero se olvida enseguida. Pese a todos los productores le tuvieron fe ya que la trama deja la puerta abierta para una continuación que se estrenará este año.
Esta producción independiente de Tailandia presenta una crónica detallada de la operación internacional de rescate en la cueva de Tham Luang, ubicada en el norte de ese país, donde los integrantes de un equipo de fútbol infantil quedaron atrapados juntos a su entrenador en junio de 2018. En su momento el caso obtuvo la cobertura de medios de prensa de todo el mundo por la carrera contra el tiempo que enfrentaban los rescatistas ante situaciones climáticas muy adversas. La película del director Tom Waller desarrolla la narración de los hechos con un estilo muy similar al que presentaron hace unos años Paul Greengrass en Vuelo 93 y Clint Eastwood en 15:17 Tren a París. En ambas producciones el reparto incluía a los protagonistas reales que fueron partes de esos eventos donde se interpretaban a sí mismos. El film tailandés hace algo parecido donde participaron los rescatistas que sacaron de la cueva a los chicos y los especialistas que contribuyeron a organizar la operación. Esta característica le aportó un realismo cercano al documental conde reconstruye con veracidad una tarea que parecía imposible. La película de Waller también elabora una crítica a la insufrible burocracia del gobierno de su país que puso en jaque la vida de las víctimas al complicar con impedimentos absurdos la tarea de los expertos. Si la operación no se hubiera convertido en una cooperación de fuerza internacionales el accidente de la cueva hubiera terminado en una tragedia. Un detalle interesante de la labor del director es que consigue mantener el suspenso y la tensión a lo largo del film pese a que es de público conocimiento como terminaron los hechos. Este se debe a que su narración representa con mucho realismo las diversas perspectivas del caso con la labor de los rescatistas y la aterradora experiencia de los niños que quedaron atrapados. La película le escapa al sensacionalismo hollwyoodense e inclusive se la puede percibir un poco seca en el terreno emocional, sin embargo consigue reconstruir los hechos con veracidad y sin exageraciones dramáticas. Para quienes les interese esta historia resulta una muy buena recomendación para tener en cuenta.
Hace unos años, en el 2015, se estrenó un excelente documental titulado Chuck Norris vs El comunismo que exploraba la importación ilegal de filmes hollywoodenses pochocleros durante el régimen de la Unión Soviética. En la década de 1980 el comercio pirata de las videocaseteras dio lugar a una actividad muy particular que fue el doblaje clandestino de las producciones americanas. A través una tarea que también representaba cierta rebeldía contra el gobierno, muchos artistas se dedicaron a doblar las voces de los grandes héroes de acción de aquellos días. Para el momento en que la Unión soviética llegó a su fin, a comienzos de los ´90 existían dos generaciones de espectadores rusos que asociaban a Sylvester Stallone, Bruce Willis y Schwarzenegger con las voces de los doblajistas locales que luego se convirtieron en celebridades populares. En Voces doradas el director Evgeny Ruman toma ese contexto histórico para construir una divertida comedia de enredos que se relaciona con esta temática. En la trama un matrimonio ruso emigra a Israel tras el colapso del comunismo y en el nuevo hogar donde se establecen terminan vinculados con las viejas actividades que les dieron notoriedad. Gran parte del tratamiento del humor se centra en el choque de culturas donde siempre está presente el contexto de político de la época. A través de esa premisa el director Runan explora los altibajos y conflictos que se relacionan con las experiencias de los inmigrantes. Sin embargo la película va más allá de tema y también elabora un reconocimiento afectuoso al arte del doblaje y los especialistas que ejercen esa profesión. No recuerdo haber visto otro film sobre este tema y Voces doradas representa uno de los aspectos más interesantes de la trama, más allá de las situaciones humorísticas. Motivo por el cual es una gran recomendación para quienes tengan interés por estos temas.
La mayor virtud del nuevo trabajo de Matt Reeves (El planeta de los simios) reside en el esfuerzo de acercar a Batman a sus orígenes policiales con el fin de aportar una representación diferente de las historias del héroe. Un dato que no es menor si se tiene en cuenta la extensa filmografía del personaje, tanto en propuestas live action como en la animación, donde este perfil del justiciero no tenía precedentes. Será muy interesante ver en las próximas semanas como la recibe el público general que no consume historietas y todavía no se desapegó de la trilogía de Christopher Nolan. Esta producción se desarrolla en un universo de ficción independiente que tiene un enorme potencial para brindar futuras entregas con estos personajes en la plataforma HBO Max, donde se quitaría de encima las restricciones que demanda la calificación PG-13. En esta versión para cines esa oscuridad temática que intenta plasmar Reeves se ve afectada por el hecho de tener que ofrecer una espectáculo que pueda ser consumido por chicos de 14 años. Pese a todo a hay varias cuestiones positivas para destacar. En principio el tono del film busca evocar la saga de cómics de mediados de los años ´90 que realizaron Jeph Loeb y Tim Sale, donde primaba el género policial sobre la fantasía. Hace poco DC hizo lo mismo con la adaptación animada de The Long Halloween, una historia que también es homenajeada por Reeves en esta película. El perfil Neo-noir que abraza el conflicto, con una influencia demasiado obvia del cine de David Fincher, tiene un peso importante y los procedimientos policiales adquieren una notoriedad que no tenían antecedentes en las producciones previas de Batman. Una de las grandes novedades de la película es que restaura en términos visuales la Gotham comiquera que había brillado por su ausencia en la saga de Nolan, debido su obsesión demente con el realismo. Gracias a una estupenda e inspirada labor del director de fotografía Greig Fraser se puede disfrutar otra vez esa localidad lúgubre, sucia y peligrosa que Reeves convierte en un personaje más de la trama. Desde los aspectos técnicos no se le puede objetar nada y recupera el espíritu de la historieta que se había perdido en la saga previa. En materia de acción si bien para mi gusto se queda un poco corta (sobre todo al tener una duración de 176 minutos) cuenta al menos con algunas secuencias formidables. Sobresale especialmente el afectuoso homenaje que le rinde el director a Peter Yates (Bullit), el cineasta que revolucionó la manera de filmar las persecuciones automovilísticas en los años ´70. El Batimóvil que en este caso es representado a través de un muscle car Dodge Charge protagoniza una secuencia sublime (la mejor de la película) donde se reverencia el cine de acción de la vieja escuela. Dentro del reparto Paul Dano le restaura la dignidad perdida al Acertijo con una interesante representación moderna del villano mientras que un irreconocible Colin Farrell sorprende con la encarnación más fiel del Pinguino que se registró hasta la fecha. Sin embargo es Zoe Kravitz, por lejos lo mejor del film, quien se roba esta producción con una carismática interpretación de Gatúbela, que abre la oportunidad dorada e irrepetible para que la antiheroína finalmente tenga la película que se merece. El problema es que esta encarnación del personaje con las limitaciones de la calificación PG-13 tendría los mismos inconvenientes que Black Widow. No obstante, Reeves aporta una gran introducción de Selina Kyle que debería continuar en la plataforma de streaming. En cuanto a Robert Pattinson, su labor como Batman representa uno de los aspectos más decepcionantes del film. Si tenemos en cuenta la enorme evolución que tuvo el actor en los últimos años se esperaba mucho más de su trabajo que se siente limitado, como si le hubieran restringido la posibilidad de componer un personaje. Su versión de Batman termina siendo sosa y aburrida y más allá de mostrarlo como un ser miserable y atormentado que vio demasiadas veces El gabinete del Doctor Caligari, la interpretación que ofrece carece de matices. La dualidad entre el justiciero y Bruce Wayne directamente no existe porque el rol se desenvuelve con el mismo rostro inexpresivo en todas sus apariciones. Sí, Batman es violento y reparte muchas piñas como un hooligan inglés, pero dentro del reparto que presenta la historia termina siendo el personaje menos interesante. Inclusive la relación con Alfred nunca se llega a explorar y queda limitada a una participación fugaz de Andy Serkis en el rol del mayordomo. Otra debilidad notable del film es su inexplicable duración de casi tres horas que no tiene razón de ser para el conflicto que se presenta y se justifica por el simple hecho que el justiciero de Gotham tiene un tratamiento especial en Warner y DC. Si se trataba de cualquier otro personaje de la misma franquicia le hubieran editado los 40 minutos que le sobran al metraje de esta propuesta, que por momentos encuentra algunos baches narrativos. Si bien nunca llega a ser aburrida hacia el final se vuelve un poco pesada al estirar demasiado la llegada del clímax. En la intención de introducir tantos personajes y subtramas (con el fin comercial de vender futuras continuaciones) el misterio policial se alarga más de lo necesario. Salvo por esas mínimas objeciones después el balance es más que positivo. En lo personal no me voló la cabeza ni creo que sea el Santo Grial del cine de superhéroes, sin embargo la nueva Batman le aporta a la sufrida franquicia de DC la oportunidad de construir a futuro una saga interesante con el universo de ficción que se introduce en este relato.
En 1989 Kenneth Branagh debutó como director con Henry V, una película que trascendió entre las más sobresalientes adaptaciones de Shakespeare y tuvo a enorme virtud de acercar las obras del dramaturgo inglés a una nueva generación de espectadores. En su momento fue un film muy popular que impulsó la carrera del artista como cineasta, quien luego sorprendió con otras grandes adaptaciones como Mucho ruido y pocas nueces, Como gustéis y la épica versión de Hamlet de cuatro horas que jamás podrás ser superada. Desde entonces su filmografía como realizador combinó películas independientes como el thriller Sleuth y La flauta mágica (basada en la ópera de Mozart) con proyectos hollywoodenses más comerciales que tuvieron diversos resultados. Algunas buenas películas como Cenicienta, Thor y Asesinato en el Oriente Express, otras olvidables como el fallido reboot de Jack Ryan y más recientemente la bochornosa Artemis Fowl. Por lejos, la peor obra de su carrera que filmó en piloto automático y sin ganas para los estudios Disney. Tras ese desastre Kenneth se redimió con Belfast, un proyecto que representa su obra más personal como director al tratarse de un relato autobiográfico. La trama está inspirada por las experiencias que vivió en su ciudad natal, durante la irrupción del conflicto norirlandés entre católicos y protestantes en 1969. El director nos transporta en el tiempo a los orígenes de esta disputa que es narrada desde la perspectiva de un niño que intenta llevar una existencia normal en un contexto social y político complejo. A través del personaje de Buddy (el alter-ego de Brannagh) la trama describe las trágicas consecuencias que generó en las familias de Belfast el incremento de la violencia. Algunos se vieron obligados a emprender un exilio forzado alejados de sus seres querido y otros optaron por quedarse y convivir con una realidad muy dura que en la décadas siguientes generaría la muerte de 3524 civiles. Branagh toma el género del coming-age para desarrollar una historia donde el contexto político se equilibra con la mirada inocente del protagonista. El film lejos de ser un drama depresivo encuentra su lugar para incluir también situaciones humorísticas y guiños a la cultura popular de aquellos años. Una rareza de Belfast es que el clásico colaborador de Branagh en la música, Patrick Doyle, esta vez no fue parte del proyecto y esa tarea quedó a cargo del cantante Van Morrison, quien también es un famoso nativo de esa ciudad. La película incluye varios clásicos de su repertorio y un nuevo tema que compuso especialmente para el film, Down to Joy, que obtuvo una nominación al Oscar. Dentro del reparto hay un muy buen ensamble de artistas veteranos como Judi Dench y Ciarán Hinds (Munich) y figuras que en los últimos años trascendieron en la televisión, como Jamie Dornan (The Fall) Caítriona Balfe (Outlander) y Colin Morgan, el recordado protagonista de la serie Merlín. El rol principal quedó a cargo de Jude Hill, un gran hallazgo de Branagh que sorprende con su carisma y empatía que trasmite con el personaje. En resumen, un gran retorno inspirado del director con un film que no se puede ignorar si disfrutaste sus obras previas.
Jackass fue un programa que a comienzos del nuevo milenio consolidó la decadencia de MTV, un canal que venía en picada desde fines de los ´90 con su apuesta a los reality shows. Los idiotas liderados por Johnny Knoxville cosecharon su fandom con el paso de los años y también algunas controversias, cuando algunos espectadores intentaron copiarlos con resultados fatales. Curiosamente la misma prensa norteamericana que siempre los denostó con las propuestas para el cine ahora los aprueba y elogia con muy buenas reseñas. El nuevo film representa la despedida de Knoxville en la franquicia, quien no terminó muerto durante el rodaje de este proyecto porque tiene un dios aparte. La secuencia con el toro que lo dejó internado en un hospital quedará en el recuerdo entre los momentos más escalofriantes de la saga. Después hay por supuesto situaciones graciosas y más tontas relacionadas con la comedia física y la escatología pero el gran momento de Johnny es algo perturbador por las reacciones de sus compañeros que se pegaron un susto importante. Jackass para siempre cuenta con el placer culposo que genera ver a estos tipo que alcanzaron los 50 años someterse a castigos físicos demenciales para obtener una carcajada del público. Algo que logran con creces. Aunque nunca haya sido fan del programa vas a encontrar en esta película algún momento que te haga reír. Esta entrega en particular presenta probablemente un récord mundial de secuencias con golpes en los testículos y aunque algunos stunts son más graciosos que otros, los protagonistas no defraudan a su seguidores. Como ocurrió con las producciones previas, Jackass se disfruta más si la ves en un cine con público o entre amigos donde la risa colectiva levanta muchísimo el contenido.
A esta altura prácticamente ya no existen hechos reveladores sobre la vida de Lady Di que el público desconozca y su biografÍa se trabajó en numerosas producciones del cine y la televisión. Una de las recreaciones más logradas fue la que presentó recientemente la serie The Crown con las interpretaciones de Emma Corrin y Elizabeth Debick en las distintas facetas de la vida de la princesa de Gales. Frente a este contexto el director chileno Pablo Larraín optó por evadir la biografía de manual para elaborar una exploración más psicológica de la experiencia que vivió la protagonista como parte de la realeza inglesa. Un concepto que el cineasta ya había trabajado en Jackie, con Natalie Portman, que presentaba un perfil similar y que de hecho cuenta con algunos en puntos común con este film. Spencer cubre apenas tres días en la vida de la protagonista, durante las fiestas de fin de año de 1991, que representó un período de enorme tensión entre Diana y la familia real, a raíz de la crisis matrimonial con el Príncipe Carlos. Larraín utiliza ese fragmento de tiempo para construir una especie de radiografía emocional de una mujer que atravesaba problemas de salud mental y buscaba recuperar su sentido de identidad e independencia. Más allá de la cuidada puesta en escena y toda la reconstrucción que presenta de las internas de la realeza, el principal atractivo de este estreno se encuentra en la composición que ofrece Kristen Stewart sobre Diana. Pese a que el relato no le permite desarrollar demasiado el personaje porque se concentra en un tiempo limitado, la actriz encuentra el espacio para capturar la crisis emocional que atravesó la princesa en ese momento. Toda la labor que presenta con expresión corporal y el tono de voz es muy correcta y resulta natural que la tomaran en cuentan en la nominaciones al Oscar. El inconveniente de Spencer, que también acarreó Jackie, es que más allá de la labor de su figura principal como película ofrece un melodrama genérico que después del primer visionado se olvida enseguida. Larraín presenta una mirada bastante simplista de la salud mental de la princesa que podría haber contado con un tratamiento más elaborado. El argumento ofrece pinceladas de un momento de crisis de la protagonista pero no profundiza en ninguna de las temáticas que aborda. Motivo por el cual no llama la atención que en la temporada de premios el film cobre notoriedad por la labor de Stewart más que por el apático trabajo del director.