El gran atractivo de No dormirás pasa por el hecho que resultó ser una película mucho más compleja y dramática de lo que daban a entender los avances promocionales. El tráiler parecía presentar una típica historia de posesiones y fantasmas como las que llegan todos los meses a la cartelera. Sin embargo, el trabajo del director uruguayo Gustavo Hernández (La casa muda) desarrolla un relato intenso que se centró más en el suspenso psicológico con un misterio muy bien elaborado. Algo que solía ser cotidiano en el viejo cine de terror europeo de los años ´70 y que hoy se perdió con la tendencia de generar situaciones constantes de susto con trucos chapuceros. El film de Hernández logra escaparle con éxito a los clichés de las historias de hechos paranormales y enfoca su atención en las interpretaciones de Eva De Dominici y Belén Rueda que son las dos grandes figuras de esta producción. No dormirás mantiene el suspenso hasta el final y tiene sus momentos de terror efectivos, pero también consigue ser atractivo por su reparto que reúne muy buenos actores. Algo que no siempre suele ser el fuerte en los estrenos de este tipo. La trama establece una interesante relación entre los trastornos de sueños y la percepción de energías oscuras que está muy bien elaborado, junto con los métodos extremos de actuación que juegan un papel importante en el conflicto Entre los aspectos técnicos sobresale especialmente el fantástico diseño de producción, que convierte al hospital psiquiátrico del film en un protagonista más de la historia y la fotografía de Guillermo Nieto (frecuente colaborador de Pablo Trapero), quien creó muy buenas ambientaciones tétricas a través de la iluminación. La resolución de la historia podrá resultar más o menos satisfactoria a cada espectador, pero en términos generales No dormirás es una buena producción dentro del cine de género latinoamericano que se puede tener en cuenta.
En Pequeña gran vida se vuelve a repetir el mismo problema que tuvo Suburbicon, el film dirigido por George Clooney que también protagonizó Matt Damon el año pasado. Los trailers promocionales de esta propuesta venden una película diferente que no la es que después encontramos en el cine. Los avances parecían brindar una película interesante y divertida que luego resulta decepcionante cuando descubrimos el verdadero trabajo del director Alexander Payne. El concepto original de la historia era muy atractivo. Para solucionar la crisis de superpoblación, los científicos consiguen reducir a los humanos a cinco pulgadas de alto, algo que genera una revolución social en la humanidad. Los primeros cuarenta minutos, donde se presenta la idea de la historia y los personajes principales son muy buenos y Pequeña gran vida amaga con desarrollar otra comedia original del director Payne. Lamentablemente el film luego decae por completo en el tedio cuando el realizador pierde el foco del conflicto e intenta acaparar numerosos temas en un mismo argumento. En consecuencia, como ocurrió con Suburbicón, nos encontramos con una película donde no queda claro qué quería hacer el director con estos personajes y el concepto de la historia. Payne intenta desarrollar una sátira social y crea una ensalada extraña donde la crítica al consumismo, el sueño americano y el capitalismo se mezclan con la amenaza del calentamiento global de un modo desconcertante. Lo peor es que el director tampoco tiene nada interesante para expresar en ninguna de las temáticas que aborda y el film resulta bastante superficial en ese aspecto. Una lástima porque el elenco es muy bueno y la trama tenía un comienzo muy sólido, pero el gancho de la propuesta luego se desinfla para desarrollar una película aburrida que pierde su rumbo. Pequeña gran vida no es un film malo pero dentro de la filmografía de Alexander Payne, quien en el pasado brindo grandes películas como Entre copas, Los descendientes y Nebraska, resulta una historia olvidable.
Hace unos años el director Guillermo del Toro produjo para los estudios Fox una gran película de animación como fue El libro de la vida que pasó prácticamente desapercibida en los cines. Una comedia romántica centrada en la celebración mexicana del Día de los Muertos que presentó con mucha creatividad e imaginación un retrato original de la cultura de ese país. En Coco el estudio Pixar vuelve a trabajar la misma temática en un film más serio y emocional que robará algunas lágrimas a los espectadores. Si bien hay numerosos puntos en común entre las dos películas, la temática de los conflictos aborda temas diferentes. Mientras que El libro de la vida era una historia de amor centrada en un triángulo amoroso, Coco se enfoca más en los vínculos familiares y las tradiciones. La representación de la cultura mexicana en esta película es impecable y una de las grandes virtudes de esta producción es la claridad con la que traslada el concepto de esta festividad que podría resultar extraña para el público de otros países. La puesta en escena del mundo de los muertos y el manejo de los elementos espirituales es muy atractiva desde los aspectos visuales, donde se destacan los colores vibrantes de los detallados escenarios que ambientan la historia. Lamentablemente Coco no pudo escaparle a gran talón de Aquiles del estudio Pixar que es el constante refrito de las trilladas fórmulas argumentales. La aventura que en este caso emprende Miguel, el niño protagonista, vuelve a copiar un concepto que ya vimos en otros filmes del estudio numerosas veces. Algo que se convirtió en un patrón de Pixar del que los realizadores no pueden desprenderse. Al igual que en Toy Story, Intensa-mente y otras historias, otra vez tenemos a dos personajes que unen fuerzas para llegar a un destino puntual con el objetivo de resolver un conflicto en un tiempo limitado. Esto genera que Coco sea bastante predecible en la aventura que ofrece y el viaje del personaje principal por consiguiente resulta bastante convencional. No obstante, los realizadores compensan esta cuestión con los aspectos emocionales de las historias que son efectivos y hacen del visionado de Coco una experiencia muy amena y entretenida.
Hasta el momento el actor James Franco hizo 14 películas como director y tiene otro cincos proyectos terminados para estrenar el año que viene. Sin embargo The Disaster Artist es la única producción que logró conseguir distribución internacional en las carteleras comerciarles, ya que sus obras como cineasta se exhiben por lo general en festivales. En esta nueva producción, que le podría valer un premio Oscar como actor el año que vine (y sería muy merecido), presenta una historia muy especial. La crónica de los hechos que generaron una de las más grandes obras maestras entre las películas malas que divierten. Cuando la humanidad creía que no podría ver filmes peores que Plan 9 del espacio sideral (Ed Wood), la filmografía completa de Uwe Boll y Santa Claus conquista a los marcianos (Nicholas Webster), Tommy Wiseau apareció de la nada con The Room (2003). Wiseau es un millonario excéntrico y muy carismático que estaba convencido que era el sucesor de James Dean en Hollywood y tenía las condiciones para triunfar en el cine. Cuando fue rechazado por todas las agencias de casting en Los Ángeles decidió hacer con un amigo su propia película que se convirtió en uno de los grandes fenómenos de culto de las últimas décadas. El film describe en detalle el insólito rodaje de The Room que fue liderado por un individuo que no tenía ningún conocimiento sobre dirección. Más allá de la recreación de estos hechos disparatados, el gran atractivo que tiene The Disaster Artist se centra en la interpretación que brinda Franco de Tommy Wiseau. La composición del personaje es impecable y tienen momentos memorables. El reparto presenta cameos de varias figuras famosas pero quienes se destacan especialmente con sus trabajos son el hermano del director, Dave Franco, quien encarna al sufrido compinche de Wiseau y Seth Rogen en uno de los mejores roles que tuvo en mucho tiempo. Nunca fui seguidor de Rogen como comediante pero debo reconocer que acá tiene momentos estupendos como el supervisor de guión de The Room. No es necesario haber visto la bizarra película de Wiseau para disfrutar The Disaster Artist. De hecho, creo que mientras menos información tengas sobre los hechos reales el trabajo de Franco se aprecia con mayor intensidad debido a las increíbles situaciones que se describen. Una de las grandes sorpresas de este 2017que pasa a destacarse entre las mejores opciones de la cartelera a partir de esta semana.
El 23 de mayo de 1992 la familia Corleonesi de la Mafia siciliana asesinó al juez Giovanni Falcone, quien ese año procesó a 475 gángsters en un proceso judicial histórico. Uno de los criminales que participó de ese crimen fue Santino Di Matteo, quien tras su arresto se convirtió en un informante de la policía y reveló todos los detalles del atentado al magistrado. En un acto de venganza la familia Corleonesi en noviembre de´´92 secuestró al hijo del gángster arrepentido, Giuseppe Di Matteo, de 11 años. El chico estuvo prisionero 779 días y el trágico final de esta historia eventualmente derivó en la caída del capo mafioso Giavanni Brusca, quien se estima habría asesinado cerca de 200 personas a lo largo de su carrera criminal. En Luna, una fábula siciliana, los directores Fabio Grassadonia y Antonio Piaza toman la premisa del caso Di Matteo para narrar una historia de amor desarrollada a través del realismo mágico. El experimento que propone el film es raro pero resulta muy interesante. La trama se centra en el punto de vista de Luna, una joven adolecente enamorada de su mejor amigo, quien un día desaparece misteriosamente de la escuela. El chico se llama Giuseppe y al igual que el joven de la vida real es un aficionado a la equitación. Luna entonces inicia su propia investigación para tratar de averiguar qué pasó con su novio en un pueblo donde nadie se inquieta por la desaparición de personas. La particularidad del relato es que los realizadores utilizan alegorías fantásticas que toma elementos de los cuentos clásicos de los hermanos Grimm y hasta el mito de Perséfone de la mitología griega. El lirismo del film y el modo en que aborda el realismo mágico resulta muy interesante y es inevitable establecer una comparación con El laberinto del Fauno de Guillermo del Toro, ya que ofrecía una propuesta similar. Lamentablemente los directores de Luna carecen de la imaginación del cineasta mexicano y en especial su talento como narrador. Un inconveniente de esta película es que cuenta con una narración extremadamente lenta que pone a prueba la paciencia del espectador. Grassadonia y Piaza tardan una eternidad para establecer el conflicto y esto puede ser un problema para algunos espectadores. Luego cuando los elementos fantásticos empiezan a cobrar fuerza y la historia entra en un terreno más oscuro, el film se vuelve interesante. Aunque las alegorías a los cuentos de hadas se vuelven redundantes, debido a la falta de imaginación de los directores, la película consigue ser atractiva gracias a la excelente fotografía de Luca Bigazzi y la protagonista Julia Jedikowska. Lo mejor de esta película es que los directores no tienen reparos en retratar los elementos más escabrosos del caso Di Matteo, con el objetivo de retratar la brutalidad y sadismo de la Mafia siciliana. Ante tantas producciones clásicas que glorificaron en la cultura popular a estos delincuentes, la historia de Luna nos recuerda que no existe nada remotamente admirable en estos personajes nefastos. Una muy buena propuesta del cine italiano para tener en cuenta.
Hace unos meses cuando se conoció el último avance de Episodio 8, los fans de la saga en todo el mundo enseguida empezaron a elaborar numerosas teorías sobre lo que iba ocurrir con la historia. Todos parecían tener la verdad absoluta sobre el destino que tendrían estos personajes y como los encuestadores del mundo de la política, ninguno la pegó. El problema fue que ignoraron las palabras de Luke. Cuando el señor Skywalker expresó en el avance "esto no resultará como pretendes", no le hablaba a otro personaje sino a los espectadores. En este punto encontramos una de las grandes virtudes que presenta el trabajo del director Rian Johnson. Los últimos Jedi es una película que logra desconcertar permanentemente al espectador con los numerosos giros argumentales que presenta la trama y conseguir eso en la octava entrega de una saga es brillante. Cada vez que pensás que el argumento se encaminará por determinado rumbo, el film toma el camino contrario y hasta el final te mantiene atrapado con el conflicto. Este fue para mí el gran atractivo del Episodio 8 de Star Wars, que si bien no está exento de algunas objeciones (más adelante me encargo de eso) en términos generales es una muy buena película que tiene la impronta del cine de autor. Más allá que se trata del capítulo de una franquicia, la obra de Johnson tiene identidad propia y si disfrutaste sus trabajos previos como Brick y Looper no quedan dudas que la narración lleva su firma. Una lección que nos dejó el 2017 en materia de cine es que no debemos dar por garantizado la excelencia en los efectos especiales dentro las producciones Hollywoodenses. La realidad es que salvo por El planeta de los simios, todas las grandes películas pochocleras de este año presentaron falencias graves en los campos visuales con escenas que se veían artificiales. En ese sentido resulta un placer sentarse a ver una producción de este género, donde el director Johnson consigue que durante más de dos horas nos olvidemos por completo que existe una herramienta llamada CGI. En esta película todo se ve real y el tratamiento de la acción y las elaboradas secuencia de batallas espaciales, sin exagerar, se encuentran entre las mejores de la saga. Cada vez que el relato de Johnson se enfoca en la acción la película se eleva a otro nivel y el realizador inclusive tiene el atrevimiento de incluir referencias a esa gran serie de televisión que fue Galáctica, que a fines de los ´70 exploto el fenómeno que había generado Star Wars. Sin embargo, el corazón de esta propuesta no pasa por las batallas y los duelos de sable sino que se encuentra en las interpretaciones de los protagonistas. La labor de Mark Hamill, actores subestimados si los hay, es extraordinaria y demuestra que está para jugar en las grandes ligas de Hollywood. Lo interesante de su interpretación es que evita caer en una mera participación nostálgica para presentar a Luke desde un enfoque diferente. Toda la explicación de su exilio está muy bien trabajada y representa uno de los puntos más fuertes del argumento. Carrie Fisher por su parte se despidió por la puerta grande, aunque su muerte genera que el visionado de este film resulte en una experiencia agridulce. Se da una situación similar a lo que ocurrió en Dark Knight con Heath Ledger. En este caso todavía es peor porque había una inversión emocional más fuerte con el rol de Leia y en la nueva trilogía ella estaba claramente posicionada como el corazón de la historia. La verdad que es duro ver a Carrie en esta película pero al menos protagoniza una escena que quedará en el recuerdo entre los momentos históricos de Star Wars. Con respecto a los nuevos personajes, Daisy Ridley se consolida en el rol de heroína, Oscar Isaac como Poe finalmente encuentra su lugar en la historia, mientras que Adam Driver en el papel de Kylo Ren sobresale como la gran revelación de este film. Lamentablemente no puedo explicar los motivos sin entrar en el terreno de los spoilers. El guión de Johnson nos permite ver al villano desde otro lugar y es muy interesante lo que hace con el personaje. Ahora bien, aunque la labor del director se anima a tomar riesgos en la trama y sobresale en el tratamiento de la acción, su film presenta algunos inconvenientes. En primer lugar la imperdonable duración de 152 minutos que no tiene razón de ser. Si no sos muy fan de Star Wars (como en mi caso) la película se hace pesada por momentos debido a la segmentación de relatos que presenta el guión. La película es fascinante cuando se concentra en Luke y Rey, mantiene su atractivo y el suspenso con Poe y Leia y derrapa por completo con la aventura individual que protagoniza Finn. Me encanta John Boyega y no me canso de escribir que es el heredero de Denzel Washington en el cine norteamericano, pero en este film la historia que protagoniza aburre y tranquilamente se le podían haber editado 30 minutos. Cada vez que la narración se concentra en la aventura de Finn, la película pierde el foco importante del conflicto que pasa por las relaciones entre Rey, Luke y Kylo Ren. La historia de Boyega no es más que una excusa burda para incorporar un personaje asiático, con el fin de cumplir con la cuota de corrección política que demanda el ratón Mickey en sus producciones. Esta subtrama además incluye todo un mensaje sobre la explotación de los animales que está completamente forzado, junto con la participación de Benicio del Toro, cuyo personaje parece pertenecer a un film diferente. El relato del director se alarga demasiado con estas distracciones que no aportan nada relevante y por eso la película llega a los 152 minutos. La otra cuestión que me hizo ruido en este film (al margen que a los rebeldes no se les cae una idea en materia de estrategias de combate) es la irrupción oficial del humor Marvel en el universo de Star Wars. Si bien es cierto que todas las películas de la saga jugaron con situaciones graciosas en el pasado, en esta entrega hay un marcado aumento de los chistes y el humor tiene el estilo de Marvel. Afortunadamente el guión de Johnson nunca cae en la idiotez de Thor 3, pero hay escenas que tranquilamente podrían funcionar en los Vengadores o la primera producción de Guardianes de la Galaxia. Sobre todo por el modo en que el director las aborda en la narración. Por momentos Los últimos Jedi es una película que parece sentirse incómoda cuando explora terrenos densos y oscuros. Por consiguiente, cada vez que se presenta una situación triste o trágica enseguida aparece el remate chistoso marveliano, que levanta el tono emocional del film otra vez. Episodio 7 también tenía escenas graciosas pero en esta película el modo en que se trabajaron me hicieron ruido, sobre todo por el hecho que algunos chistes están completamente fuera de lugar. Algo que no recuerdo haber visto en otros filmes de la saga. Probablemente en la próxima película que dirigirá J.J Abrams esto sea erradicado. Al margen de estos detalles, Los últimos Jedi es una buena película que honra el género de la ópera espacial y suma otra entretenida entrega en la nueva trilogía de Star Wars.
En defensa propia es otro triste ejemplo de la decadencia absoluta en la que se encuentra la carrera de Bruce Willis. Un actor que hoy es una sombra de lo que llegó a ser alguna vez en Hollywood. Junto con Sylvester Stallone y Schwarzenegger en su momento fueron los reyes del cine popular norteamericano en los ´90 pero en la actualidad la situación es muy diferente. Resulta extraño porque no pasó tanto tiempo desde que brindó una buena interpretación en Moonrise Kingdon, de Wes Anderson, y las dos entregas de Red, que reunieron un gran elenco y fueron muy entretenidas. Sin embargo desde el 2014 Willis inició la etapa oscura de su filmografía donde no paró de trabajar en filmes mediocres que se hicieron exclusivamente para el dvd. Propuestas olvidables que uno podría asociar con Steven Seagal pero no con el actor que alguna vez brilló en filmes como 12 monos o Sexto sentido. Por lo general (y este estreno no es la excepción) sus últimos filmes fueron propuestas que se promocionaron con su imagen pese a que Willis tenía un rol muy limitado en las historias. El problema no es tanto que trabaje en producciones clase B, que de última es un trabajo digno, sino la actitud que presenta en estos papeles. Bruce Willis parece haber perdido la pasión por su trabajo y desde hace un tiempo se lo ve desganado en sus interpretaciones, como si estuviera anestesiado. Es claro que no le interesan en absoluto estos papeles ni las películas en las que se involucra y sólo se limita a recitar sus diálogos en piloto automático. En defensa propia es la tercera película consecutiva que hace con el realizador Stephen C.Miller, que previamente los dirigió en Extraction (2015) y Los conspiradores (2016) que se estrenó hace un tiempo en los cines locales. En este caso Miller ofrece un thriller aburrido y previsible que se hace llevadero gracias a la interpretación de Hayden Christensen, quien tuvo que remar completamente solo un argumento mediocre. El actor de Star Wars fue la figura de esta película que más entusiasmo le puso a su interpretación, pese a que el argumento no le daba muchas chances de destacarse. Willis parece un zombi durante toda la historia y es triste ver que su carisma desapareció por completo porque ya no le importa en absoluto su trabajo. Sólo está ahí para vender su imagen en un póster. Las pocas escenas de acción que presenta Miller están bien elaboradas y no hay grandes espectáculos pirotécnicos ni situaciones absurdas. Sin embargo la película nunca llega ser los suficientemente atractiva para gastar una entrada al cine, ya que es un opción (si no tenés nada mejor que hacer) para ver en televisión. Son esa clase de producciones desapasionadas que se hacen para el dvd, donde nadie tiene un compromiso por brindar un buen producto. En materia de acción El implacable, con Jackie Chan, es una propuesta completamente superior entre las novedades del género. Ojalá M.Night Shyamalan pueda resucitar la carrera de Bruce Willis en Hollywood con la continuación de El protegido que llegará en el 2019.
El implacable es una película que podría marcar una bisagra en la carrera de Jackie Chan. Hasta la fecha el actor siempre se había negado a interpretar villanos o personajes extremadamente violentos que pudieran afectar su imagen de ídolo familiar y Embajador de Buena Voluntad de UNICEF. Esa fue la razón por la que rechazó el papel del psicópata Simon Phoenix en el film El demoledor. Sylvester Stallone lo quería a él en el rol, pero Jackie en su momento sintió que el personaje era incompatible con su imagen pública. Por supuesto esto no impidió que Chan luego sorprendiera en su carrera con personajes más complejos, donde brindó muy buenas interpretaciones dramáticas. Podemos citar Crime Story (1993), New Police Story (2004), Shinjuku Incident (2009) y la remake de Karate Kid (2010). Este año el director Martin Campbell, quien relanzó dos veces la saga de James Bond (en GoldenEye y Casino Royale), consiguió lo que parecía imposible y presenta al actor chino en un rol inédito en su filmografía. La traducción del título de esta película (el original es The Foreigner) sin duda le hace justicia al personaje que interpreta Chan. En esta historia nos encontramos con un Jackie completamente sacado como nunca lo habíamos visto en una película de acción. Mata gente a sangre fría, pone bombas en oficinas públicas y no le importa nada con tal de conseguir venganza por la muerte de su hija. Su personaje, Minh Quan, un veterano de las fuerzas especiales en la Guerra de Vietnam no es otra cosa que la versión china de Rambo. Si sos amante del género de acción esta es una razón más que suficiente para prestarle atención a este estreno, que además aborda una temática de máxima relevancia como es el terrorismo internacional. El director Campbell sorprende con un thriller político donde se tratan cuestiones que en este momento son noticias recurrentes en los noticieros. No hay escenas delirantes ni situaciones estúpidas y todo el conflicto es desarrollado con mucha madurez. Hay que darles el crédito a los realizadores que se esforzaron por evitar los clichés clásicos de las películas de acción hollywoodenses. En este caso hay una trama elaborada y los personajes principales están muy bien desarrollados. Pierce Brosnan también sorprende con una muy buena interpretación dramática en un rol interesante que el actor no suele interpretar a menudo. Debido a que la acción está más contenida en la trama, Jackie no hace las piruetas alocadas que suele emprender en sus comedias familiares. Sin embargo el desempeño físico que demuestra a los 63 años, donde pelea con actores que lo doblan en edad, es extraordinario. Si hubiera algo que objetarle algo a esta propuesta es la dirección del rol de Chan, que de repente pasa de ser un viejito frágil y afable a la versión china de Rambo. Al principio el cambio radical en la personalidad del ex militar genera un poco de ruido, pero al menos sus habilidades de combate están explicadas en la trama. Será interesante ver si el actor se anima a interpretar más papeles de este tipo o este film sólo representa una rareza de su filmografía. Más allá de esta cuestión El implacable es una muy buena película de acción que no defraudará a los amantes del género.
En La posesión de Verónica el director Paco Plaza, uno de los creadores de REC, aborda el terror sobrenatural con una historia inspirada en uno de los casos reales más famosos de la parapsicología española. Pese a que la temática de hechos paranormales se explotó hasta el hartazgo en los últimos años y eso podría atentar contra el atractivo de la propuesta, esta producción sorprende con una historia más compleja de lo que daba a entender su premisa. En la historia de Verónica encontramos dos películas diferentes que se fusionan entre sí. Por un lado el relato de horror, donde sobresale el talento de Plaza para crear situaciones sólidas de tensión. Algo que el realizador ya había demostrado en la saga de los zombis. Plaza evita caer en las escenas trilladas de susto y logra generar tensión con el manejo de los silencios y situaciones sencillas. Por ejemplo, el ruido de un vaso que rueda contra una puerta y parece insignificante, en esta historia produce más escalofríos que las apariciones de fantasmas en otras películas. Desde la excelente secuencia inicial, que le da a la trama el marco de tensión y horror que vendrá después, el film construye una atmósfera constante de suspenso que genera interés por el misterio de la historia. Una cualidad que se ve acentuada por una gran banda sonora retro, en la que sobresale el uso de sintetizadores, que evoca las viejas películas de terror del cine italiano de los años ´80 y por supuesto el siempre recordado John Carpenter. Pese a que el relato es familiar porque el cine hollywoodense lo desperdició en centenares de películas malas, el director consigue que el conflicto sea interesante por las situaciones que atraviesa la protagonista. Sin embargo, lo que hace especial a La posesión de Verónica es que también funciona como un dramático coming-of-age ambientado en la España de la década del ´90. Este es un aspecto muy interesante del film ya que evita que el personaje principal se convierta en un cliché. Más allá de los elementos fantásticos, Verónica tiene que lidiar con una difícil situación familiar donde está obligada a asumir un exceso de responsabilidades, debido a que su madre pasa la mayor parte del día ocupada en su trabajo. La angustia adolescente, la incertidumbre por el futuro y la soledad que acarrea la protagonista le dan a esta película una complejidad especial que rara vez encontramos en las producciones norteamericanas de terror. Cabe resaltar la tremenda interpretación de Sonia Almarcha en el rol principal, un tremendo hallazgo del director. La joven actriz no tenía antecedentes en el cine y en este film sorprende con una intensa interpretación donde logra expresar distintos matices de la personalidad de Verónica. También acompañan muy bien los niños actores que interpretan a los hermanos de la protagonista, impecablemente dirigidos por Plaza. Como ocurría con REC la trama se permite incluir algunos diálogos graciosos que en ocasiones contribuyen a descomprimir la tensión de la trama. Dentro de los estrenos de terror del 2017 La posesión de Verónica es una de las propuestas más interesantes que pasaron por el cine y recomiendo darle una oportunidad.
En un mundo perfecto, el estreno de una película como La batalla de los sexos hubiera servido para reflexionar sobre la evolución que tuvo la sociedad del siglo 21 en lo referente a la desigualdad de género. Aunque en algunos campos hubo ciertos avances, comparado con la situación de los años ´70, el machismo recalcitrante que manifestaba un tenista mediático como Bobby Riggs no fue erradicado por completo y queda mucho por hacer al respecto en materia de educación. Sin ir más lejos, hace unos meses en Estados Unidos un famoso jugador de fútbol americano menospreció a una periodista en una conferencia de prensa, ya que entendía que las mujeres no debían opinar sobre estrategias de ese deporte. Dentro de este contexto aparece un film como La batalla de los sexos en los cines y es imposible no apreciarlo por el mensaje que expresa y la enorme actualidad que tiene el conflicto central. Los directores de Pequeña Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris, presentan una dramatización de los eventos que llevaron a la tenista Billie Jean King (número 1 del mundo en 1973) y el ex campeón Bobby Riggs a jugar un partido que paralizó en su momento al público estadounidense e hizo historia en este deporte. La trama retrata en detalle el menosprecio que existía hacia el tenis femenino por parte de quienes organizaban los campeonatos y el romance de King con su estilista, en un momento donde tener una pareja del mismo sexo podía significar el fin de la carrera para cualquier atleta. Emma Stone presenta una gran interpretación de Billie Jean en la que logra transmitir con convicción los diversos conflictos que la deportista enfrentaba en su vida por aquellos días. La actriz es el corazón de esta producción y con su carisma se carga la trama en sus hombros, apoyada por un reparto que tuvo un gran casting en los personajes secundarios. A lo largo del film se pueden apreciar muy buenos momentos de Sarah Silverman, Bill Pullman y Andrea Riseborough en el rol de la amante de la protagonista. En el caso de Steve Carell su labor resulta un inconveniente y seguramente dividirá las opiniones entre los espectadores. En mi caso me pareció muy sobreactuado y las apariciones del tenista generan una distracción constante. Bobby Riggs tenía un temperamento extrovertido pero Carell por momentos lo convierte en una caricatura y la intención de los directores por humanizarlo en algunas escenas no son muy efectivas. Un aspecto donde los realizadores hicieron un gran trabajo es en la puesta en escena de los años ´70, que se ve favorecida con una fotografía granulada que remite a la estética que solía tener el cine de esa década. Un recurso que Ben Affleck también utilizó en Argo. Al margen de las cuestiones técnicas, la gran virtud de La batalla de los sexos pasa por la representación acertada que brinda sobre el concepto del movimiento feminista. Un tema que en la actualidad quedó distorsionado por ciertos sectores fundamentalistas, cuyo resentimiento y violencia no hacen otra cosa que convertir al feminismo en la cara opuesta del machismo. Billie Jean King y la primera camada de tenistas del circuito Virginia Slim, al igual que las periodistas de Newsweek que luchaban por la misma causa en el campo de la prensa durante los años ´70, no buscaban la erradicación de los hombres en el planeta, sino una sociedad más justa. El feminismo nunca tuvo que ver con una cuestión de superioridad sino de igualdad. Algo que se predicó curiosamente durante más de 75 años en los cómics de Wonder Woman y que muchas feminazis con fuga de neuronas de la actualidad jamás llegaron a entender. Entre tanta confusión y pensamientos extremistas es agradable encontrar una película que rescata la verdadera ideología de la lucha que estas mujeres emprendieron hace cuarenta años y todavía sigue vigente. La batalla de los sexos es uno de los estrenos destacados de este mes y merece su recomendación.