Mientras disfrutaba de La morgue sentí que la trama podría haber integrado una antología de cuentos de Stephen King. Por ese motivo después me llevé una sorpresa cuando descubrí que el escritor elogió este film en los medios de prensa. King ubicó a esta producción al mismo nivel de Alien, de Ridley Scott, y aunque la comparación resulta un poco exagerada no se puede ignorar que la película ofrece una propuesta decente de terror. Un oasis de buen entretenimiento ante tanta basura que llega con frecuencia a la cartelera. La morgue representa el debut hollywoodense del cineasta noruego André Øvredal, quien llamó la atención hace unos años con Trollhunters. En este ocasión aborda un conflicto de misterio sobrenatural que contó con la ventaja de tener en los roles principales a Emile Hirsch y Brian Cox, quienes lograron darle credibilidad a los personajes y las extrañas situaciones que enfrentan. Una particularidad de este film es que el misterio no es predecible y durante buena parte del conflicto el espectador sigue los hechos con el mismo desconcierto que los protagonistas. Un equipo de médicos forenses, integrado por padre e hijo, experimentan una serie de hechos sobrenaturales cuando llevan a cabo la autopsia de una joven asesinada. Su cuerpo fue encontrado en el contexto de un homicidio múltiple y la policía no pudo identificar la identidad de la víctima. A partir de esa premisa se desarrolla un relato que se vuelve interesante por la intriga que despierta el misterioso cadáver. El director Øvredal presenta un gran manejo del suspenso y logra convertir la sala de morgue en un escenario claustrofóbico y aterrador. Cabe destacar que este relato no es recomendable para espectadores con estómagos sensibles. En este caso optaron por retratar con detalles minuciosos los procedimientos de una autopsia y la película tiene varias escenas fuertes que causan impresión. Es más, creo que desde la autopsia de Jigsaw, en el comienzo de SAW 4, que no se trabajaba con tanta rigurosidad los procedimientos forenses. Entre tantas películas mediocres de terror que llegaron a la cartelera en los últimos meses, La morgue al menos consigue brindar un buen entretenimiento con un exponente decente del género.
Luego de esta octava entrega de Rápido y furioso, Toretto y su familia ya están en condiciones de encontrarse con Optimus Prime y los Autobots para defender el planeta Tierra de alguna invasión alienígena. Sería la evolución natural de la saga después de ver las acciones que emprenden los personajes en la nueva película. A esta altura la serie se convirtió en uno de los grandes placeres culposos del cine, donde somos conscientes que los personajes son un disparate y las historias están plagadas de elementos cutre, sin embargo, en el momento en que vemos estos filmes en la pantalla grande pasamos un momento divertido. Creo que es una pérdida de tiempo analizar demasiado Rápido y furioso, ya que son propuestas que están hechas para sentarse en una butaca de cine y pasarla bien con escenas de acción ridículas que generan unas cuantas carcajadas. Exigirle más contenido sería no entender la razón de ser de esta franquicia. La nueva película fue dirigida por F.Gary Gray, quien ya había trabajado con Jason Statham y Charlize Theron en La estafa maestra y con Vin Diesel en Un hombre diferente, donde el cineasta brindó una de las mejores secuencias de tiroteos filmadas en Hollywood en el siglo 21. Gray abre la historia con una muy buena persecución automovilística en Cuba, que representa el único momento del film donde Rápido y furioso vuelve a sus raíces por cinco minutos. Luego el tono de la acción retoma el estilo exagerado de las entregas previas, donde el director parece celebrar el James Bond grotesco de Roger Moore. El motivo por el que ubico a este film por un escalón debajo de los episodios anteriores se debe a que en las secuencias más impactantes los efectos digitales no quedaron bien terminados y se ven artificiales. En la última película dirigida por James Wan (El conjuro) este aspecto estuvo más cuidado. Al margen de esta cuestión, los fan de la saga en la nueva película van a encontrar todos los elementos tradicionales que son parte del mundo de Rápido y furioso. Desde las canciones de reggaeton a las chicas con shorts ajustados y los héroes super machos a los que les rebotan las balas. Al personaje de The Rock en ese sentido le falta volar y tranquilamente se podría incorporar al universo Marvel. Entre las pocas novedades del film se encuentra Charlize Theron, en el rol de una villana que nunca se llega a desarrollar, una participación delirante de Helen Mirren y Jason Statham en un rol más humorístico que ofrece buenos momentos. Kurt Russell tuvo un papel muy acotado y la inclusión de Scott Eastwood (gran remador de Hollywood) parecería tener la intención de ocupar la ausencia de Paul Walker. El resto es más de lo mismo con la ventaja que el film al menos nunca llega a ser aburrido. Hay que reconocerle a la saga la virtud de haber llegado a la octava película gracias a una sólida base de fans que todavía apoyan estos personajes. Si en el pasado disfrutaste las aventuras de Toretto y compañía también te vas entretener con la nueva película más allá de las situaciones delirantes que presenta.
Dentro de la compañía Dreamworks el director Tom McGrath (Madagascar, Megamente) siempre se destacó por presentar un gran dominio del humor absurdo. Una cualidad que probablemente adquirió durante los años que realizó clásicas series animadas de los años ´90, como Ren y Stimpy y Kablam para Nickelodeon. En su nuevo trabajo vuelve a brindar una historia disparatada que funciona en distintas clases de espectadores. Los chicos se encontrarán con una historia entretenida, los padres disfrutaran los guiños humorísticos para los adultos y los fans del género con las referencias a los grandes clásicos de los dibujos animados. La película de McGrath tiene una marcada influencia de los viejos cortos del estudio Warner e inclusive le rinde tributo a un ícono de los Looney Tunes como fue Ralph Philips. El recordado niño que inventaba todo tipo de aventuras en su imaginación con el entorno que lo rodeaba. Una referencia que en esta película encontramos en el personaje principal, Tim Templeton, el chico que debe lidiar con la llegada del bebé ejecutivo. El concepto absurdo que propone el film es muy divertido pero lamentablemente el director nunca llega a explotar su potencial. El bebé jefe tiene momentos brillantes en los primeros 15 minutos de la trama, cuando el personaje se establece como un antagonista del niño protagonista. A partir del momento en que el pequeño burócrata pasa a convertirse en un aliado de su hermano la película se vuelve más genérica y pierde el encanto inicial. El tono de la historia elegido es comprensible porque de otro modo la película hubiera entrado en el terreno de la incorrección política, un riesgo que Dreamworks evitó correr. Desde los aspectos técnicos, el trabajo de McGrath no tiene la sofisticación estética de Kung Fu Panda o Cómo entrenar a tu dragón, pero ofrece algunas secuencias atractivas como los juegos imaginarios del protagonista. Un jefe en pañales no quedará en el recuerdo entre las mejores producciones de esta compañía pero ofrece un entretenimiento decente para disfrutar en familia.
Nunca digas su nombre y tampoco pierdas tiempo en el cine con esto porque es una película horrenda. Hay que resignarse a que no vamos a encontrar una propuesta decente de terror en la cartelera hasta que se estrene la nueva adaptación de It, de Stephen King. Esta fallida producción fue concebida por el actor Jonathan Penner, quien en 1996 produjo una de las mejores comedias de humor negro de esa década como fue La última cena, con Cameron Diaz. Al igual que en aquella película, su esposa Stacy Title se encargó de la dirección con la diferencia que el resultado final en este caso es un desastre. Una década atrás la realizadora había incursionado en el género con la sátira mediocre a Los cuentos de la Cripta, Hood of Horror, que tenía en su reparto Danny Trejo y el rapero Snoop Dog. Queda claro que el cine de horror no es el fuerte de Title. Nunca digas su nombre intentó refritar un concepto similar al clásico Candyman, donde el misterio sobrenatural se fusionaba con el subgénero slasher. El problema es que la historia de esta producción es muy mala y parece haber sido improvisada mientras filmaban la película. Cuestiones argumentales básicas para construir un relato acá se ignoran por completo, como si dieran por sentado que los espectadores no se van a dar cuenta. The Bye Bye Man es la entidad malvada que persigue a un grupo de adolescentes idiotas en este relato. ¿Cuál es el origen del villano? ¿De dónde salió? ¿Por qué lo acompaña un perro digital hecho con CGI de 1993? No hay respuestas. Bye Bye Man aparece porque así lo dicta el guión y ni siquiera se esforzaron en construir alguna leyenda urbana interesante en torno a su figura. La dirección de Title es un desastre y a lo largo de 96 minutos jamás consigue crear una mínima situación de suspenso. Del terror mejor olvidarse porque brilla por su ausencia. Sobre todo por el hecho que el film fue concebido con la calificación “No apta para menores de 13 años” que impide presentar algo decente en este género. Tampoco ayudó que los productores eligieran un reparto de actores horrendos que parecen haber trabajado bajo los efectos de alguna sustancia tóxica. Los protagonistas de la última versión de El proyecto Blair Witch eran malos pero creo que en este caso fueron superados. El exceso de intensidad que le dan los actores a sus papeles generan risa y la película parece otra infumable entrega de Scary Movie. Resulta triste ver en cameos penosos a buenos artistas como Carrie Ann Moss y Faye Dunaway, una figura legendaria del cine de los años ´60 y ´70, a cargo de personajes que no tienen razón de ser en el argumento. Si tiene curiosidad por descubrir que tan mala es Nunca digas su nombre la pueden esperar en la tele, pero no vale la pena desperdiciar una entrada al cine con semejante bodrio.
Un golpe con estilo es la tercera película como director de Zach Braff (protagonista de la serie Scrubs) quien en el 2004 se destacó con su ópera prima Garden State. En este caso presenta una entretenida remake de Going in Style, una producción de 1979 realizada por Martin Brest, con George Burns y Lee Strasberg, que fue pionera en combinar la comedia con el cine de acción. Un concepto que Brest luego consolidaría en los dos grandes clásicos de su filmografía, como fueron Un detective suelto en Hollywood y Fuga a la medianoche, con Robert De Niro. La nueva versión toma el concepto del film del ´79 pero lo desarrolla a través de una historia diferente. En la película original los tres jubilados que decidían planear un robo tomaban esa decisión para acabar con la monotonía que regía sus vidas, mientras que en la remake el disparador del conflicto tiene un trasfondo más dramático. En este caso los personajes deciden asaltar un banco cuando la empresa para la que trabajaron toda la vida les roba sus jubilaciones. Un golpe con estilo no es una producción memorable que va a quedar en el recuerdo pero ofrece un espectáculo muy entretenido por el trabajo de los tres protagonistas. Morgan Freeman, Michael Cane y Alan Arkin armaron un bueno equipo y las interacciones entre ellos es lo que hace llevadero un argumento que no brinda muchas sorpresas. Arkin hace poco trabajó en una película similar como fue Tres tipos duros, donde el trío de jubilados se completaba en ese caso con Al Pacino y Christopher Walken. En este film interpreta un personaje similar con la diferencia que el tono del film se encamina más por el género de la comedia. Dentro de la carrera de Zach Braff como realizador este es un film más comercial donde aprovechó muy bien el reparto reunido en una película que no aspira más que brindar un buen pasatiempo. Probablemente sea una de las más vistas en los próximos meses cuando llegue a los aviones. Mientras tanto en cartelera es una producción amena que se puede tener en cuenta para disfrutar más que nada del trabajo de sus tres protagonistas.
Uno de los raros casos donde la traducción del título de una película (el original en este caso es The Founder) le hace más justicia a la historia. Hambre de poder narra el increíble origen de la cadena de comidas rápidas McDonald´s a través de una de las mejores biografías que se estrenaron en el último tiempo. La trama no sólo es apasionante sino que además brinda una tremenda interpretación de Michael Keaton como Ray Croc, el hombre que convirtió un restaurante de hamburguesas familiar en una de las corporaciones más poderosas del siglo 20. El film fue dirigido por John Lee Hancock (colaborador de Clint Eastwood como guionista), quien previamente realizó otras buenas biografías como Un sueño posible (Sandra Bullock) y El sueño de Walt (Tom Hanks). Su nueva producción es la más interesante dentro del género por el modo en que encaró la narración de la historia. Lejos de ser una película complaciente y ofrecer una oda a McDonald´s, Hambre de poder no deja muy bien parado a Ray Croc ni al origen de esta compañía. El trabajo que hicieron Michael Keaton y el director con la figura de Croc es muy interesante. En la primera mitad del film, el protagonista es presentado como una especie de Jerry Maguire de los años ´50 que enseguida se gana la simpatía del espectador por sus aspiraciones y la tenacidad con la que intenta salir adelante en su trabajo. Hasta ese momento Hambre de poder parece la típica biografía del soñador incomprendido que busca realizar el sueño americano. La vida de Croc cambia para siempre cuando conoce a los hermanos McDonald, quienes fueron los responsables de crear el concepto de lo que hoy conocemos como comidas rápidas. Su casa de hamburguesas tenía un concepto novedoso y llevaban adelante su negocio con éxito sin problemas. Croc logra convencerlos para que desarrollen una franquicia en los Estados Unidos y a partir de ese momento la historia da un giro inesperado. El héroe idealista que presentaba Michael Keaton al comienzo del film luego se convierte en el villano de este relato que uno termina por detestar. La película de Hancock expone de un modo brutal la frialdad del mundo de los negocios y como el hambre de poder que menciona el título y la codicia convirtieron a Ray Croc en un ser despreciable. Un empresario y vendedor brillante en su campo que no obstante terminó por traicionar a las personas que lo ayudaron a salir adelante en su vida. Un gancho muy interesante de este film es la tensión permanente entre Croc y los hermanos McDonald, quienes no querían convertir su proyecto familiar en una corporación porque sabían que esto afectaría la calidad de sus productos. Conocer a Ray Croc, que tanto se alaba en las publicidades de McDonald´s, es lo peor que les pudo haber ocurrido en sus vidas y el destino que tuvieron en esta historia es muy triste. Michel Keaton se carga la película al hombro y hace un trabajo brillante con la transformación que tiene su personaje desde el momento en que consigue el éxito en su negocio. Esta producción presenta un relato fascinante sobre una de las corporaciones más famosas del mundo cuyo origen no era tan popular. Simplemente conocíamos la versión oficial de la compañía que ignoraba algunos hechos importantes. Hambre de poder es una gran película que recomiendo. Después de disfrutarla no vas a ver al Big Mac y en especial los conos de helados con los mismos ojos.
Cuando era chico solía viajar a menudo a Brasil y recuerdo que me quedaba pegado a la televisión del hotel para ver una serie muy bizarra llamada Super Sentai. En Argentina no se emitía ni se vendían los juguetes y fue toda una novedad descubrirla en ese momento, a fines de los años ´80. Años después aparecieron los Power Rangers que eran la remake norteamericana de estos personajes que había visto en Brasil y tuvieron un enorme impacto en una nueva generación de chicos. Por entonces yo entraba en la adolescencia y el televisor no se movía de MTV, la buena época cuando era un canal de música. En consecuencia, no llegué a tener una conexión con la serie pero si recuerdo la llegada que tuvo el programa en el público infantil, como me había pasado a mí con la versión japonesa. Ya sea Super Sentai o Power Rangers el concepto de los personajes es fabuloso y resulta imposible que los chicos no se enganchen con esta propuesta. La nueva película que llega a los cines es una de las grandes sorpresas de la temporada y ofrece la mejor producción que se hizo con esta franquicia en Hollywood. Al menos la de mayor calidad en términos de realización. Esta versión para la pantalla grande relanza los personajes originales con un enfoque un poco más serio, donde los protagonistas son menos inocentes y lidian con temáticas complejas que no tenían los héroes de la serie de televisión. El director Dean Israelite (Poyect Almanac) abordó el relanzamiento de los Power Rangers como un coming of age de superhéroes donde desarrolló de un modo impecable la historia de los personajes principales. La narración de Israelite se toma su tiempo para presentar a los protagonistas y retratar el contexto familiar del que provienen. La primera mitad del film logra ser atractiva por el modo en que se construye el conflicto y el trabajo de los protagonistas. El reparto principal es muy bueno y todos los actores lograron darle mayores matices al carácter de sus personajes. Si bien el nivel de las actuaciones es parejo, R.J.Cyler, el muchacho negro que interpreta al Power Ranger azul, se roba claramente la película con su carisma y la simpatía que le dio al rol. Billy Cranston ahora es autista y tiene una mayor complejidad que la versión televisiva. Lo mismo ocurre con el rol de Trini Kwan, a cargo de la cantante latina Becky G, quien no tiene definida su sexualidad y se encuentra en la búsqueda de su identidad. A diferencia del progresismo tilingo de Marvel y Disney que te tiran la agenda de la corrección política por la cabeza, en esta producción estos detalles se trabajaron con más sutileza sin la necesidad de llamar la atención. Para tratarse de una propuesta donde un grupo de personajes que se denominan Power Rangers intentan salvar el mundo de una villana llamada Rita Repulsa, el argumento de esta película es más elaborado de lo que se esperaba. La otra virtud del film que no se puede ignorar es el trabajo brillante que tiene en los efectos especiales. Las secuencias de acción estuvieron muy bien elaboradas y la calidad de los efectos digitales es brillante. Cuando el director presenta una batalla de robots gigantes o se enfoca en las naves espaciales lo que se ve en la pantalla resulta creíble y desde los visuales es una película muy cuidada. Power Rangers le acerca estos personajes a una nueva generación de espectadores pero al mismo tiempo se regodea en el tributo nostálgico para los adultos que en su momento crecieron con la serie de televisión. Me gustó mucho el trabajo que hicieron con esta película y dentro de su género, no referimos a una propuesta familiar, es una muy buena recomendación para tener en cuenta.
Ghost in the Shell es una obra maestra de la ciencia ficción japonesa que en los años ´90 elevó los contenidos intelectuales que se trabajaban en la animación y los cómics a otro nivel. Dentro del cine el director Mamoru Oshii brindó un animé complejo que hacía pensar a los espectadores y abordaba cuestiones filosóficas, a través de un conflicto introspectivo que exploraba el concepto de la humanidad. Aquella producción de 1995 enseguida se convirtió en un fenómeno popular y luego se expandió en una exitosa franquicia. En esta versión hollywoodense, que se desarrolló a través del cine live action, Ghost in the Shell perdió todos sus elementos atractivos para convertirse en una aburrida versión femenina de Robocop. La película del director Rupert Sanders, cuyo único antecedente era la olvidable Blancanieves y el cazador, simplifica de un modo grosero el argumento original y trata al espectador como si fuera un chico de siete años. El concepto de la trama y la crisis de identidad que vivía la protagonista ahora se explica de un modo burdo con el objetivo que el público piense lo menos posible. Por consiguiente, el resultado es una producción que carece de una visión creativa y nunca llega a explorar en profundidad el mundo futurista que presenta ni las relaciones entre los personajes principales. El director Sanders desarrolla una recreación superficial de este argumento que no le hace justicia a la obra original, sobre todo porque el misterio central del relato ahora es muy previsible. Más allá de esta cuestión, la narración de Sanders presenta una incompetencia notable para generar situaciones de suspenso y las secuencias de acción son bastante ordinarias y tampoco llegan a trascender. La película de animación de 1995 lograba desarrollar un thriller complejo en 85 minutos, mientras que la versión hollywoodense se expande a dos horas en un film que por momentos se hace interminable. Scarlett Johansson no fue una elección acertada para el rol principal pero la verdad es que el guión tampoco le ofreció muchas posibilidades de destacarse. Algo similar ocurre con los actores secundarios donde hay buenos artistas como Juliette Binoche y Takeshi Kitano, quienes expresan sus líneas en piloto automático. Lo único positivo de Ghost in the Shell se encuentra en los aspectos visuales donde se concentró toda la atención del director. La construcción del mundo ciberpunk que ambienta esta historia está muy bien lograda y los efectos especiales son impecables. Una vez más sobresale la labor de un genio en este campo como John Dykstra, responsable de los efectos de la película original de Star Wars de 1977. Lamentablemente ese es el único atractivo de esta adaptación hollwoodense que no está a la altura de las producciones que hicieron los japoneses con esta saga en la animación. Los espectadores que desconocían Ghost in the Shell no van a encontrar su relevancia en el género a través de esta versión, ya que es una película olvidable de ciencia ficción que no tiene mucho para ofrecer más que una cuidada puesta en escena.
Si lees la sinopsis de Life o mirás el trailer es imposible que no recuerdes de inmediato Alien, de Ridley Scott, debido a que ambas producciones comparten premisas muy parecidas. Aunque esta relación podría haber resultado negativa, ya que la obra de Scott es difícil de superar y se hicieron muchas copias malas en el pasado, el director Daniel Espinosa sorprende con una producción muy entretenida que fusiona a la perfección la ciencia ficción con el terror. Life consigue atraparte con su conflicto desde los primeros minutos y hasta el final se vuelve un thriller fascinante por el gran dominio del suspenso que tiene su director y el reparto que reunieron que es estupendo. Espinosa presenta a los personajes de un modo muy dinámico y las acciones que emprenden siempre se desarrollan dentro de un realismo lógico. No hay escenas absurdas ni secuencias de acción extravagantes y esto le otorgó a la película un marco dramático interesante. La gran virtud de esta producción es que trabaja una premisa extremadamente sencilla y la convierte en un sólido thriller que ofrece un buen entretenimiento. No esperen encontrar una obra de ciencia ficción de la complejidad de La llegada o Interestellar, por citar estrenos recientes, ya que el tono del film va por otro lado. Sin embargo, como propuesta de suspenso y me atrevería afirmar también, como película de terror, Life es una muy buena opción que se puede tener en cuenta.
CHIPS es una firme candidata a quedar entre las peores películas del 2017. Queda claro que Warner no aprendió la lección de la horrenda película de Los Dukes de Hazzard, en el 2005, que comparada con este estreno es una obra de Robert Altman. Otra vez tomaron una serie popular de televisión para convertirla en una comedia idiota que trata al espectador como si fuera un pre-adolescente adicto a la masturbación. CHIPS era una propuesta policial, que aunque nadie pedía una adaptación en el cine, podría haber brindado una buddy movie de acción divertida. Lamentablemente el estudio delegó la dirección en Dax Shepard, un comediante inepto de televisión que no fue la mejor elección para este proyecto. Shepard además brinda una patética interpretación del oficial Jon Baker, mientras que Michael Peña encarna al policía Frank Poncherello, rol que hizo famoso a Erik Estrada en los años ´70. La película es muy aburrida y todo el humor pasa exclusivamente por las referencias sexuales y los chistes trillados sobre penes. El tratamiento de la comedia es tan pobre y limitado que se vuelve redundante a los cinco minutos y enseguida termina por cansar. Todos los chistes son forzados y en ningún momento brindan una escena que logre ser graciosa y efectiva. No ayudó tampoco que los personajes principales sean retratados como dos sujetos desagradables, un elemento que atenta contra el atractivo que tiene el subgénero de la buddy movie. Por otra parte, el argumento central es extremadamente estúpido y desperdicia en el rol de villano a un buen actor como Vincent D´Onofrio. Inclusive la serie de televisión ofrecía historias más elaboradas. Shepard contamina varias veces su relato con escenas que no aportan a nada a la trama central y estiran la resolución del conflicto sin sentido. Un film que apenas dura 100 minutos y se hace interminable por su extrema idiotez. CHIPS es tan mala como auguraban los trailers y no merece el costo de una entrada al cine. Hay mejores opciones en la cartelera para evitar perder el tiempo y dinero con este bodrio olvidable.