El debut de Ryuhei Kitamura en los cines argentinos. Un director japonés bastante popular que se hizo conocido en el 2000 con Versus, una muy buena película de zombies que fusionó con éxito el terror y la acción. Desde entonces el realizador hizo varias adaptaciones de cómics orientales como Alive, Azumi (la primera entrega), Sky High y bizarradas del nivel de Godzilla: Final Wars. En el 2008 debutó en Hollywood con The Midnight Meat Train, otra buena producción de terror, basada en el cuento de Clive Barker. Nadie vive es la segunda incursión de Kitamura en el cine norteamericano y presenta un thriller de horror que tiene muchas similitudes con Cacería macabra (You are next), una producción independiente que se estrenó a fines del año pasado. La diferencia es que este estreno tiene menos humor. Kitamura ofrece en esta ocasión uno de los espectáculos sangrientos más zarpados que llegaron a la cartelera en el último tiempo. Una trama plagada de psicópatas que presenta escenas de violencia bastante gráficas en la que no faltan mutilaciones y tripas que se desparraman por la pantalla. Lo más interesante del conflicto es que no hay un villano en particular y héroes que intentan escapar de sus ataques, sino que todos los personajes son enfermos desquiciados. La película es un proyecto del estudio WWE, la famosa compañía de lucha libre norteamericana, que desde el 2002 empezó a incusionar en el cine para promocionar en Hollywood a sus figuras. The Rock hizo sus primeros filmes con ellos, como El Rey Escorpión y Walking Tall. Dentro del terror la WWE fue responsable de Los ojos del mal (See no evil), una película malísima del 2006 que tenía como protagonista al luchador Kane. Nadie vive está en la misma sintonía en materia de gore, con la diferencia que estuvo mejor realizada y por lo menos tiene actores decentes, donde se destaca principalmente Luke Evans (Los tres mosqueteros). En lo personal estas historias que sólo se enfocan en la violencia extrema me terminaron por aburrir. Sin embargo, para aquellos espectadores que busquen un gran festival sangriento que alimente sus dosis de morbo este estreno puede resultar una experiencia más satisfactoria. Yo prefiero esperar la próxima película de Kitamura donde adaptará al emblemático ícono del manga, Lupin III, en una nueva producción live action.
Noé es uno de los personajes bíblicos que no cuenta con tantos antecedentes en la pantalla grande. La primera película sobre este relato la dirigió Michael Curtiz, el responsable de Casablanca y El Capitán Blood, en 1928. Una de las grandes pioneras de lo que más tarde se conocería como el cine catástrofe, un subgénero que explotaría en los años ´70. Lo cierto es que Noé después desapareció de Hollywood durante muchas décadas hasta que regresó en 1999 con una miniserie protagonizada por John Voight. Salvo por El Arca (2007), la película de animación argentina, no hubo muchos proyectos que abordaran este tema. El nuevo trabajo de Darren Aronofsky es el film más importante que se hizo desde 1928 y seguramente disgustará a más de un purista religioso. Durante la primera media hora, donde se presenta a los protagonistas, el director adaptó esta historia como si fuera un cuento de El Silmarillion, de Tolkien, en el que Noé es retratado como un digno descendiente de Beren y Aragorn. La película trabaja con elementos fantásticos atractivos, como los ángeles caídos que se convierten en gigantes de piedra, algo que ya desató la furia de aquellos espectadores y críticos que esperaban encontrarse con una película clásica de Charlton Heston. Un detalle importante que no se puede omitir es que este film no es una adaptación de la historia de la Biblia, sino del cómic homónimo que el director publicó este año. Por consiguiente, la trama es una interpretación libre y más fantástica del relato que se conoce popularmente. Creo que las virtudes de esta producción se encuentran principalmente en los aspectos visuales y la intención del director en hacer algo distinto con esta historia. La interpretación de Russell Crowe, quien tiene muy buenos momentos, se aleja por completo de la clásica imagen de Noé, quien solía ser retratado como el viejito amante de la naturaleza. El Noé de Aronofsky posee una personalidad mucho más compleja y oscura y por ese motivo el rol de Crowe termina siendo más interesante, debido a los distintos matices que presenta su carácter. Todo el mundo que construye el director previo al diluvio es fascinante y en término visuales la película sobresale por la fotografía de Matthew Libatique y la realización de las secuencias de acción. El problema que tiene este film es que el interés que genera en un comienzo luego se debilita cuando la trama se enfoca más en el melodrama. A partir del momento en que el arca emprende su viaje, la película se vuelve larga y aburrida y la experiencia no llega a ser tan satisfactoria para quienes podían esperar más de un gran realizador como el que estuvo a cargo de esta producción. Dentro de la filmografía de Aronofsky creo que Noé será recordada como una rareza mainstream que no está al nivel de sus trabajos más aclamados. No es para nada una mala película. Está muy bien hecha y todos los miembros del reparto brindan buenas actuaciones, pero no es una propuesta que logre apasionarte e inspire a recomendarla con entusiasmo. EL DATO LOCO: Según una leyenda urbana de Hollywood, uno de los motivos por el que no hubo tantas películas de Noé desde 1928 es que esta historia es considerada en el cine lo que Macbeth en el teatro. En otra palabras, un bicho de mala suerte. Esto surgió a partir del grave accidente que ocurrió en el film de Michael Curtiz donde cientos de extras terminaron con heridas graves durante la recreación del diluvio. Hubo personas que tuvieron que ser amputadas y la protagonista, Dolores Castello, sufrió un severo caso de neumonía. Luego de este hecho, que contribuyó después a mejorar las medidas de seguridad en la filmación de secuencias de acción, la historia de Noé quedó en el freezer en Hollywood y muchos productores durante décadas prefirieron no volver a trabajar este relato para no tentar a la mala suerte.
La segunda entrega del Capitán América quedará en el recuerdo entre las producciones más sobresalientes que presentó Marvel en el cine en estos últimos años. Con esta película consiguieron brindar una propuesta completamente superior a lo que fueron las continuaciones de Iron Man y Thor. El film resultó una gran adaptación de la etapa más reciente del cómic de este personaje y no es un dato menor que la trama haya sido concebida por Ed Brubaker, uno de los grandes guionistas de historietas de la actualidad. Un artista, que por cierto, tiene un loco cameo en esta película. Brubaker es un amante apasionado del género policial y esto se reflejó en todos sus trabajos que sobresalieron por la manera en que construye las tramas y el manejo del suspenso. Capitán América: El Soldado del Invierno es un film 100 por ciento Brubaker y eso es lo que hace tan especial a esta propuesta de superhéroes. A diferencia de las recientes producciones de Marvel en el cine, esta película se concentra a pleno en el thriller de espionaje con la particularidad que incluye algunos elementos fantásticos. El prnicipal atractivo del conflicto reside en el misterio que envuelve a la trama y la investigación de los protagonistas para terminar con una conspiración dentro de la organización S.H.I.E.L.D. Una de las grandes revelaciones de esta producción la encontramos en la dirección de los hermanos Anthony y Joe Russo, por quienes nadie daba dos pesos. Después de la realización de Joe Johnston en la primera entrega, que la secuela quedara a cargo de los sujetos que hicieron la comedia Tres son multitud, con Owen Wilson, la verdad que no era una gran esperanza. Sin embargo terminaron por sorprender con una sólida propuesta de superhéroes donde sobresale el trabajo que presentaron en las escenas de acción. Las persecuciones automovilísticas y los enfrentamientos entre el Capitán y el Soldado del Invierno son brillantes. Lo más impactante es que nos encontramos con una película de Marvel donde los efectos digitales quedaron relegados a un segundo plano y por eso también es distinta desde su realización y los aspectos visuales. Entre las nuevas incorporaciones se destacan Anthonie Mackie como el Halcón, emblemático compañero del protagonista, al que le dieron un origen más moderno y Robert Redford (un lujo) como Alexander Pierce. También debuta en este film el gran y clásico amor de Steve Rogers, Sharon Carter, interpretada por Emily Van Camp (de la serie Revenge) que apenas tiene una presentación y seguramente el personaje cobrará más fuerza en la próxima entrega. En lugar de limitarse a trabajar fórmulas repetidas la gran virtud de la nueva película del Capitán América es que abordó las aventuras de superhéroes desde un ángulo distinto y eso la hizo sobresalir de manera especial. Ojalá sigan por este camino en las próximas entregas. EL DATO LOCO: En los primeros minutos del film, el Halcón (quien luego será el nuevo compañero de aventuras del Capitán América) le recomienda al protagonista un disco de Marvin Gaye. Steve Rogers saca una libreta donde tiene anotados grandes sucesos del siglo 20 que le quedan por descubrir. Entre ellos figura un disco de Nirvana, Shakira y LA MANO DE DIOS DE MARADONA! Si prestan atención a la escena se puede leer claramente en la libreta, MARADONA´S HAND OF GOD, dos puestos arriba de la mención de Shakira. Ahora bien, al comparar la lista con la que aparecía en el avance de 10 minutos que se conoció hace poco en internet descubrí que la mención a Maradona y Shakira no figuraban en el cuaderno de Rogers. Algo que tendría sentido ya que Steve nunca fue un muchacho precisamente futbolero. Mi teoria es que en el corte para los cines latinos se alteraron los items de la lista con referencias locales y por eso figuran Shakira y Diego.
Lo mejor de nuestras vidas completa la trilogía del director francés Cédric Klapisch, que empezó en el 2002 con Piso compartido y continuó con Las muñecas rusas (2006). Si bien se puede ver como una película independiente lo ideal es haber conocido las entregas anteriores para disfrutar con más profundidad la historia. De otro modo, es como si empezaras a ver la serie de Richard Linklater con Ethan Hawke y Julie Delpy por Antes de la medianoche. La vas a pasar bien igual porque es una gran película pero no te vas conectar con los personajes de la misma manera si no seguiste la cronología de las entregas previas. Romain Duris vuelve a interpetar al escritor Xavier Rousseau, a quien encontramos en otra etapa de la vida. Con 40 años y padre de dos hijos, esta vez el protagonista tiene que lidiar con varios flancos de conflicto relacionados con las mujeres que forman parte de su entorno social. Xavier decide mudarse a Nueva York para estar cerca de sus hijos cuando su ex esposa se instala en esa ciudad. A los problemas para adaptarse a una cultura diferente y conseguir la ciudadanía norteamericana se suma el hecho que su amiga lesbiana le pide que done su esperma así puede formar una familia con su pareja y la reaparición de Martine, su viejo amor, interpretada nuevamente por Audrey Tautou. El director Klapisch se concentra plenamente en la comedia de enredos para trabajar el tema de la paternidad, el divorcio y la crisis de la mediana edad que enfrentan estos personajes que fueron creciendo y evolucionando con el transcurso de esta serie. Películas con estas temáticas la verdad que hay a patadas y Lo mejor de nuestras vidas no propone ningún enfoque diferente que no se haya visto en este género, sin embargo, fue la química especial que se gestó en este reparto a lo largo de los tres filmes lo que permite que uno se enganche con estos personajes y sus tribulaciones cotidianas. Los espectadores que disfrutaron los capítulos anteriores seguramente van a encontrar una satisfactoria conclusión de esta trilogía que fue muy entretenida y tiene sus seguidores.
Sigue la gran racha profesional del director Wes Anderson, quien vuelve a brindar otra gran película luego de la excelente Moonrise Kingdom, que me sigue pareciendo su mejor labor de los últimos años. El gran Hotel Budapest creo que no va a defraudar a ningún seguidor de este realizador y es una película interesante porque es distinta en algunos aspectos a otros trabajos de su filmografía. En este caso el cineasta presenta una comedia de enredos donde el humor se desarrolla en un contexto más oscuro y violento, algo que no tenía antecedentes en las historias de Anderson. A traves de una intriga de corte policial la película presenta un catálogo de personajes delirantes dentro de un conflicto que trae varias veces al recuerdo las comedias absurdas de los hermanos Marx, las primeras películas de la Pantera Rosa e inclusive algunos dibujos animados. Este último punto lo encontramos en el perfil del varios personajes que forman parte de la trama. La banda de presos que lidera Harvey Keitel, por ejemplo, parece rendirle tributo a Mathew y sus padilleros de Los Autos Locos y el mercenario que encarna Willem Dafoe claramente evoca a Boris Badenov, el criminal ruso de Las aventuras de Rocky y Bullwinkle. Un aspecto especial de esta película es el enfoque narrativo que escogió Anderson en esta producción. El director desarrolló la trama como una especie de Mamushka rusa cinematográfica, cuyos distintos argumentos confluyen en narrar el origen y caída del Hotel Budapest con el que están conectados todos los personajes. Desde la realización esta es por lejos una de las películas más ambiciosas del cineasta quien brinda una puesta en escena especial y diferente para cada periódo de tiempo en el que se desarrolla la trama. El elaborado trabajo que tiene los distintos escenarios y la fotografía es un festin visual para los ojos. También reaparecen las edificaciones en miniaturas, un elemento que Anderson ya había implementado en Vida acuátíca. No es un dato menor que El gran Hotel Budapest nos permite disfrutar a Ralph Fiennes en un rol más cómico, algo que no exploró demasiado en su carrera y es una lástima porque es excelente en este género. En la película sobresale como una de las grandes figuras del reparto junto con Tony Revolori, el joven actor que interpreta a Zero Mustafa, el mejor personaje de la trama. Wes Anderson es un gran narrador creativo de historias y por esa razón se puede dar el lujo de tener en breves cameos a excelente actores que aceptan tabajar con él para aparecer tal vez en una sola escena. En su nuevo film estuvieron presentes casi todos los viejos colaboradores de sus películas previas. Reitero, si te gusta el cine de este director y te conectás con su estilo de humor este es otro gran trabajo de su filmografía que merece ser disfrutado en el cine.
Luego de la bizarra Batalla naval, una cargada al cine de Michael Bay donde los jubilados de Pearl Harbor terminaban salvando al mundo de los extraterrestres, el director Peter Berg vuelve a los cines con un proyecto más serio que representa el mejor trabajo de su filmografía. El sobreviviente es una producción independiente de acción que Berg hizo con un presupuesto de 40 millones dólares, cuyo rodaje se concretó en apenas 40 días. Una historia que narra la fallida operación de los comandos SEAL para eliminar al líder talibán Ahmad Shah en el 2005. La película recrea estos hechos desde la visión del soldado Marcus Luttrell (interpretado por Mark Wahlberg), quien hizo conocido este tema con su libro "Lone survivor". El director presenta una narración similar a la que utilizó Ridley Scott en La caída del Halcón Negro, otro hecho real que tiene algunos puntos en común con esta historia. Es decir, en los primeros 15 minutos del film se muestra a los soldados distendidos mientras se preparan para la misión y luego se mete de lleno en la acción hasta el final. La diferencia es que la batalla de Mogadiscio fue una operación mucho más grande y la película de Scott tuvo un presupuesto tres veces mayor al de El sobreviviente. Lo mejor de este film y el motivo por el que lo recomiendo pasa por el trabajo de los actores y la realización de Peter Berg . El grupo que conformaron Wahlberg con Taylor Kitsch (John Carter), Emile Hirsch (Meteoro) y Ben Foster (quien por fin pegó un papel donde no hace de psicópata descontrolado) es excelente y tienen muy buenos momentos a lo largo de la trama. Esta es una de las pocas películas bélicas recientes donde se puede ver con realismo a los soldados shockeados por el estrés postraumático luego de haber entrado en combate. Hay una escena en particular donde los cuatro protagonistas están acorralados y empiezan a delirar cosas sin sentido, perturbados por el encuentro que tuvieron con las fuerzas de los talibanes, que retrata muy bien esta cuestión. Por otra parte, el trabajo de Berg en las secuencias de acción resultó soberbio. Durante más de una hora logra mantener la atención sobre los hechos con cuatro tipos tratando de escapar de sus enemigos. La manera en que se retrata la violencia brutal de los combates, sumado a la fotografía de Tobías Schliessler (clásico colaborador de este realizador) y los efectos de sonido lograron que dentro de este género, El sobreviviente se destaque por un gran trabajo en los aspectos técnicos y visuales. Me gustó mucho como el director desde su narración logra envolverte con suspenso en la experiencia del protagonista. Creo que ningún ser pensante puede esperar que esta producción repudie a los Estados Unidos por su rol de policía mundial que derivan en estas masacres sin sentido, para ambos bandos en conflicto, como las que se narra en esta historia. De todos modos, cabe destacar que los aspectos más melodramáticos y patrioteros de esta propuesta nunca llegan ser tan terribles y chocantes como otras producciones que se hicieron en los últimos años. En esta película me quedo con el gran trabajo que tiene en los aspectos técnicos, pese a ser una producción bélica de bajo presupuesto y las interpretaciones del reparto. Dos buenos motivos por los que vale la pena conocer este estreno. EL DATO LOCO: Ahmad Shah, el líder talibán al que supuestamente tenían que matar los soldados norteamericanos en la fallida misión Red Wings, tiene una historia que tranquilamente da para otra película aparte. Desde fines de los ´90 y hasta el 2001 peleó contra los talibanes y fue enemigo del grupo terrorista Al-Qaeda. Sin embargo después cambió de bando y teminó liderando a los hombres que solía combatir. Luego de los hechos que se narran en este film se convirtió en un héroe para los talibanes y fue felicitado por Osama bin Laden en una carta. En el 2008 murió en un tiroteo con la policía de Pakistán cuando se negó a revelar su identidad en un puesto de control en la localidad de Khyber Pakhtunkhwa.
La vida de un joven cantante de folk en el universo de Greenwich Village en 1961. Peliculón. Cuando los hermanos Coen anunciaron que iban a concretar este proyecto me entusiasmé porque se trata de un período musical histórico y mágico que tuvo lugar en un momento muy especial de Estados Unidos. Como si eso no fuera poco, los directores encima expresaron que tomarían como fuente la autobiografía de Dave Van Rock, ícono del folk y también gran intérprete de blues, que tuvo una enorme influencia en artistas que trascendieron después como Bob Dylan o Joni Mitchell. Es probable que la idea de este film haya comenzado de esa manera pero luego tomó un camino completamente diferente. La realidad es que Balada de un hombre común (Inside Llewyn Davis) tiene muy poco que ver con Dave Van Rock y muchísimo menos con el verdadero mundo del folk de Greenwich Village. La trama sigue durante el transcurso de una semana a un artista perdedor, golpeado por la vida, que intenta sobresalir en la música dentro de una especie de universo alternativo donde la Nueva York de 1961 se presenta como un lugar lúgubre y depresivo para vivir. El mundo de Greenwich Village a comienzos de los ´60 estaba muy lejos de ser un ambiente triste y hostil como el que se muestra en este film. De hecho, es recordado por haber sido justamente lo contrario. Por aquellos días comenzaba a surgir un nuevo movimiento cultural donde aparecieron jóvenes trobadores urbanos como Dylan, Joan Báez, Tommy Manken y los hermanos Clancy, y Judy Collins entre tantos otros. En esas calles de Nueva York se respiraba música y poesía y la gran camaradería que había entre todos los artistas gestaron un momento único y especial. Estados Unidos vivía la era de Camelot. Un tiempo donde se percibía cierta inocencia en el ambiente antes que asesinaran a Kennedy,estallara la guerra de Vietnam y Dylan se convirtiera en una mega estrella que despertaría el interés comercial de las discográficas por el folk. Un género que era despreciado por los músicos de jazz que no consideraban artistas de verdad a la gente que tocaba canciones en los bares con una guitarrita acústica. Este es uno de los pocos aciertos de los Coen en este tema que está muy bien retratado en una gran escena con John Goodman. Mas allá de esta versión exageradamente oscura que se presenta del ambiente del folk, la película nunca desarrolla con profundidad el apasionante mundo en el que se desenvuelve el protagonista. El espectador acompaña a Llewyn Davis en su pobre y miserable vida mientras desciende por el infierno de las adversidades, pero al personaje tampoco se lo llega a conocer en profundidad. Llewyn Davis representa la cara de los que no lo lograron. Un artista que llegó al límite de su talento y se da cuenta que su música no lo condujo a ninguna parte y tiene problemas para encontrar su lugar en el mundo del folk. La idea del cuento que proponen los Coen está buenísima, el problema es el modo en que lo narran. Todos los personajes, incluidos el protagonista, son miserables, depresivos o apáticos y el film divaga demasiado en la nada. El conflicto de la película, al igual que Llewyn Davis en su vida, no va a ninguna parte y por momentos pierde interés y se vuelve bastante aburrido. Pese a todo esta producción también tiene sus méritos que no se pueden ignorar. Hay un gran trabajo de Oscar Isaac, el protagonista, especialmente en las escenas musicales, las participaciones en roles secundarios de Justin Timberlake, John Goodman y Carey Mulligan, que logran que la película sea menos densa, la bella fotografía de Bruno Delbonnel (Amelie) y la banda sonora de T. Bone Burnett. Sería raro que los Coen hicieran una película mediocre alguna vez y este film no lo es. Sin embargo, tampoco sobresale como la gran producción sobre el mundo del folk que se había anunciado en los medios. Ojalá en algún momento alguien filme Outside Llewyn Davis y presente a modo de respuesta una buena película que retrate con más fidelidad este periódo apasionante de la musica norteamericana que acá se distorsionó al antojo de los directores.
Her es la mejor película de zombies que se creó en los últimos años. La invasión comenzó hace rato y los muertos vivos ya están entre nosotros. Los encontrás en la calle, en el trabajo, restaurantes, negocios, transportes públicos, etc. Los zombies reales le entregaron sus vidas y neuronas a WhatsApp, Facebook, Twitter y el teléfono celular. Ese es su alimento. Son aquellos seres que no empezaron a correr en la pantalla del cine los créditos finales de esta película cuando ya están idiotizados con el Twitter para ver que se perdieron en las últimas dos horas que estuvieron desconectados, como si su vida dependiera de esa información. La culpa no es de la tecnología, que es maravillosa, sino del uso desequilibrado que se hace de ella. Her es una joya cinematográfica de Spike Jonze que nos hace reflexionar sobre la enorme involución que produjo paradojicamente la evolución tecnológica que es parte de nuestra vida en la actualidad. Una crónica brillante de un aspecto de la sociedad de estos días que a través de la ficción plantea como el hombre parece estar encaminado a experimentar la vida de un modo más mecánico y deshumanizado, donde el contacto personal pierde cada vez más fuerza en las relaciones cotidianas. Jonze explora estas cuestiones a través de una gran historia de amor surrealista sobre un tipo que se enamora del sistema operativo de su computadora. Después del fiasco de Donde viven los mosntruos, un film que el director hizo por encargo para el estudio Warner, con este proyecto volvió a sus fuentes para brindar la película más lograda de su filmografía. A diferencia de Balada de un hombre común donde es imposible conectarse emocionalmente con los personajes por el modo en que estuvieron trabajados, en Her la humanidad que tienen las interpretaciones es lo que logra que podamos comprender las tribulaciones de los protagonistas y en consecuencia engancharnos con los conflictos que viven. Joaquin Phoenix hizo un trabajo brillante con el personaje de Theodore y es uno de los pocos actores del cine actual que se puede a cargar a los hombros un film de este tipo y al mismo tiempo brindar una actuación de primer nivel. También se destaca Scarlett Johansson, quien le da vida al sistema operativo Samantha, y logra transmitir distintas emociones con su voz. Un punto en donde también fue clave el guión de Jonze. Algo genial de Her es el trabajo que hicieron todos los actores con las composiciones de sus personajes. Sobre todo en los casos de Phoenix y Amy Adams, donde a través de sus vestimentas y expresiones corporales dicen muchísimas cosas sobre esas personas que encarnan. La película presenta un equilibrio perfecto entre el drama y la comedia que va más allá del tema de la tecnología y logra brindar una historia romántica distinta y emotiva que profundiza en el amor y las relaciones humanas. Gran regreso de Spike Jonze que no se puede dejar pasar. DATO LOCO: La actriz Samantha Morton, que es productora del film, originalmente interpretó al sistema operativo del que se enamora el personaje de Joaquin Phoenix. Sin embargo, como al director no le convenció el trabajo final terminó regrabando todas las escenas con Scarlett Johansson.
Cine de acción de la vieja escuela. Esta es una película basada en el videojuego de autos más grande de todos los tiempos que en materia de realización evoca el espíritu que solían tener las producciones clase B de H.B.Halicki (60 segundos, The Junkman), Richard C.Sarafian (Vanishing Point) y Hal Needham (Smokey and the Bandit). Si bien decayó en los últimos años en sus ventas, porque los productores del juego se alejaron de la esencia que tenía esta propuesta, Need for Speed sigue siendo el superclásico del género de autos. El primero que salió en 1994 era increíble y ofrecía una experiencia distinta que elevó la calidad de lo que eran los juegos de este estilo en aquellos días. La película adapta muy bien los elementos clásicos que hicieron famoso a Need for Speed en una producción que se destaca principalmente por su realización. Sí, la historia es un catalogo de lugares comunes y es bastante predecible, pero este no es un film que se hizo para debatir en las universidades. Las grandes estrellas son los autos y las persecuciones están filmadas como se hacía en los años ´70, cuando el cine de acción dependía exclusivamente de los dobles de riesgo para impactar a los espectadores, ya que no se podía acudir a la animación computada. La película no presenta las infames carreras artificiales de Meteoro ni secuencias bizarras que desafían las leyes de la física como en las últimas entregas de Rápido y furioso. Queda claro que el director Scott Waugh intentó alejarse de la comparación con los filmes de Vin Diesel al brindar una propuesta distinta en materia de realización. Acá no hay tiroteos, peleas, ni grandes despliegues de pirotecnia ya que la acción pasa exclusivamente por los autos, los escapes y las carreras. Salvo por un par de momentos donde es obvio que tuvieron que acudir a los efectos digitales, en general la acción se abordó como en las películas de antes. El director Waugh había hecho previamente el film ultra patriotero, Act of valor, que Chandler comentó en su momento, y que fue elogiado por el realismo con el que retrataba los operativos de los comandos militares de Estados Unidos. Salvo por Aaron Paul (Breaking Bad), Dominic Cooper (Capitán América) y una participación de Michael Keaton no hay grandes caras conocidas en el reparto y la verdad que en esta producción no era necesario. No hay que darle muchas vueltas al asunto. Si querés ver una película profunda con contenido argumental te va a interesar conocer Her, de Spike Jonze. Si por el contrario, sólo querés disfrutar un entretenimiento decente en materia de acción, esta es una gran opción que se suma a la cartelera.
300: El origen de un imperio es un muy buen complemento del film original que Zack Snyder presentó en el 2006. Una película bastante castigada por algunas mentes brillantes que esperaban ver un drama histórico en una producción basada en un cómic de Frank Miller, con todo lo que eso representa dentro del mundo de la historieta. Los 300 espartanos, la película de 1962 de Rudolph Maté, que inspiró la novela gráfica de Miller, fue un gran drama que se acercó a los hechos reales. Estos filmes recientes, por el contrario, son propuestas de fantasía que se enfocan más en los aspectos visuales que en un guión con gran contenido que respete rigurosidades históricas. En consecuencia, los que odiaron la película del 2006 no van a cambiar de opinión con la nueva entrega y los fans, que no son pocos, seguramente la disfrutarán un poco más. Lo mejor de este estreno pasa por la manera en que Snyder estructuró el guión y la fabulosa interpretación de Eva Green. Algo interesante de la historia es que los primeros diez minutos funcionan como una precuela de 300 que se relaciona con el origen de Xerxes (Rodrigo Santoro), luego el conflicto central se desarrolla de manera paralela a los eventos de la batalla de las Termópilas, y la media hora final narra los hechos posteriores a la muerte de Leónidas. Está bueno como la película se conecta con el film del 2006 y por eso me pareció que es un complemento de aquella producción. Dentro del reparto, Eva Green se roba por lejos el film con su particular composición de la reina Artemisia, que tiene muy buenos momentos. Una versión comiquera y más gótica de este personaje histórico que se adaptó a la interpretación fantasiosa que propone 300. El líder de los espartanos, Temístocles, quedó a cargo de Sullivan Stapleton (Fuerza antigángster), un muchacho que carece del carisma de Gerard Butler y por ese motivo también Eva Green logra destacarse en cada escena en la que aparece, ya que es la figura más importante y talentosa del reparto. La dirección corrió por cuenta de Noam Murro, un realizador desconocido sin antecedentes de renombre, que este caso tomó el estilo de narración de Zack Snyder y lo adaptó de manera rigurosa al nuevo film. De hecho, si el estudio Warner hubiera querido mentir y el crédito de dirección se lo otorgaban a Snyder nadie se hubiera dado cuenta porque en términos visuales la película es un calco de la primera. La única diferencia que se podría mencionar es que en esta oportunidad se incrementó bastante el contenido de gore. En lo personal odio las escenas de acción que se centran en el uso de la cámara lenta (salvo que sean dirigidas por John Woo, el único realizador que sabe usar ese recurso de manera correcta), además de la sangre artificial hecha con animación computada. Sin embargo en este caso son elementos que tienen que ver con la identidad de 300. Quejarse por esto sería como protestar que Superman vuela con una capa roja en el cine. Aquellos que se enganchan con esta manera de trabajar la acción van a disfrutar este film ya que es un clon en materia de realización de lo que vimos en la película del 2006. La verdad que esta nueva entrega de 300 no era necesaria pero resultó un acierto que Eva Green fuera la protagonista porque la hizo más entretenida.