Esta película escrita y dirigida en solitario por Juan Pablo Martínez es un drama intimista de apenas contadas líneas de diálogo. La idea de Martínez parece ser la de contar en imágenes. Y sus protagonistas, una mujer que tras un accidente con su marido queda sola y sin poder entenderse con la gente que lo rodea y un solitario hombre que trabaja en una mina de carbón, no se valen de palabras para comunicarse. Así, "Emma" es una película de tiempos pausados, donde la información nunca está dada más que a cuentagotas. Por eso al principio uno no comprende por qué la protagonista nunca habla. No habla pero entiende, o al menos así parece, de miradas, de gestos. Germán Palacios y Sofía Rangone son los encargados de dar vida a estos dos personajes solos y solitarios que se encuentran y parecen entenderse y conectarse como no lo hacen con el resto del mundo. Todo esto con la fría Patagonia como escenario, lo que le aporta la sensación de soledad y vastedad. Planos y escenas largas, como bien dije antes, sin líneas de diálogos la mayoría, con una música incidental que en ciertas escenas se la siente invasiva. "Emma" está construida a través de los elementos más puros del cine. Como es de imaginar, no es una película hecha para el espectador promedio. Requiere de una atención y, sobre todo, paciencia importante para poder al finar completar la historia. O al menos lo que nos sirvieron, porque nada es explícito y porque hay varios aspectos de los que no te brindan más que algunos detalles sugerentes. Así, uno la completa a su modo más que nada. Con un tono melancólico y emotivo, "Emma" retrata una relación que se construye sin necesidad de comunicarse a través de las palabras. Primero, enfocándose un poco más en el personaje masculino, luego del encuentro en la incipiente relación, y por último cediéndole más espacio a la mujer. En el medio, hay una pequeña participación de Jazmín Stuart (con quien Martínez había co dirigido la película “Desmadre”) pero los protagonistas absolutos no son más que Palacios y Rangone. Un Palacios entregando una interpretación al mejor estilo la sobresaliente “Temporada de caza” y Rangone aportando algo más de delicadeza. A grandes rasgos, "Emma" es una película intimista y efectiva pero con unos tiempos y desarrollos bastantes lentos que hacen que no funcione más que para cierto tipo de espectador. Bellas imágenes y dos interpretaciones sutiles son los grandes ejes de este relato que cuenta poco y mucho al mismo tiempo. Poco de manera servida y mucho sugerente para terminar de construir cada uno al terminar de verla a la película.
Película italiana que data del 2015, “Hablemos de amor” (cuyo título en su traducción literal sería “Tenemos que hablar”) es una película dirigida por Sergio Rubini que apuesta a una historia teatral al mejor estilo “Carnage” de Polanski. Si bien las relaciones, matrimonios que son o que no son, son el principal sujeto de conversaciones y discusiones de estas cuatro personas que terminan pasando toda una noche entre reproches, algunos gritos y algún llanto, también se exponen temas como las clases sociales, la amistad y las profesiones (en este caso dos profesiones bien diferentes, en la rama de la medicina o en la rama de la literatura). Linda y Vanni (interpretado por el director) son una pareja de escritores, él el reconocido, ella la asistente que trabaja a su sombra. Viven alquilando una casa que desde afuera parece soñada, pero por dentro es defectuosa, mal cuidada y está llena de problemas. La noche en cuestión ellos tienen una cena junto a un editor pero les mienten a sus amigos y les dicen que es su aniversario, para que puedan salir libremente ellos solos sin dar explicaciones. Pero Constanza acaba de descubrir que su marido Alfredo le estuvo siendo infiel y cae de prepo primero ella, y luego él, y de a poco la idea de la cena con el editor se va dilucidando a la fuerza. Al final, durante poco más de dos horas y media, seremos testigos de discusiones que ponen en foco a dos parejas en crisis, cuyo motivo principal quizás sea el hecho de que guarden secretos entre ellos. Porque si bien una pareja es presentada como la ideal, de repente esta otra se va a terminar convirtiendo en su espejo y comenzarán a aflorar cosas que no se estaban diciendo. La película que escribe el mismo Rubini junto Carla Cavalluzzi y Diego De Silva es una comedia dramática y se sucede todo en esa misma noche y en ese mismo departamento. Tal como su título lo puede predecir, es un film muy dialogado, sobre explicado siempre a través de lo que los personajes dicen. Y si bien expone aristas interesantes sobre la vida adulta (trabajo, economía, parejas) nunca termina de ser ni lo suficientemente profunda, ni lo suficientemente divertida, ni siquiera lo suficientemente atrapante como para generar algo de interés. Quizás porque los personajes no son demasiado atractivos (la pareja que llega de visita es insoportable, juntos y por separados). Hay en el principio y al final un detalle que podría haberse convertido en algo más y elevado el espíritu del film (dos momentos protagonizados por un pez), pero no termina resultando más que eso: un detalle de color y un intento vano por que la puesta teatral no se coma toda la película. A la larga, “Hablemos de amor” se torna reiterativa y cansina en sus eternos diálogos pobremente construidos que no dan pie a grandes reflexiones ni estudio sobre los temas que expone.
“Dicen que es el verano más caliente de los últimos cuarenta años”. Es verano y eran vacaciones para una pareja brasileña hasta que la repentina muerte del hombre deja a su mujer en medio de un limbo esperando a que los tiempos de la burocracia le permitan volverse a su casa con el cuerpo de su marido. Hace calor y el departamento en el que se está quedando, donde transitará su crisis emocional, cuenta con un vergel en su balcón, una cantidad abundante de plantas al mismo tiempo que le brinda una vista sobre algunos otros departamentos, hogares, personas desconocidas. Mientras la mujer maneja su delicado tema como puede, generalmente tratando de ser tranquila y paciente, a veces explota en llantos o en gritos. En algún momento aparece una vecina de abajo que llega con el objetivo de regar las plantas y de a poco se va quedando con ella, acompañándola y también teniendo una relación algo más íntima; a la muerte que está transitando esta mujer se le suma la vida que desprende esta otra. La película escrita y dirigida por Kris Niklison (“Diletante”) es un retrato sobre el dolor y la necesidad de poder dejar ir para poder dejar entrar. Y es además un film donde lo visual predomina y aporta vida (mucha vegetación, luz natural, frutas coloridas) en medio de algo que en realidad es como un momento previo a un duelo. Entre llamadas a la funeraria y al juzgado, y unas llamadas extrañas que recibe de alguien que no conoce, en lo que realmente se enfoca Niklison es en lo que la mujer transita emocionalmente. Y todo esto siempre desde ese departamento alquilado, el enfrentamiento de ella es siempre a través de una voz en el teléfono. La interpretación que entrega la actriz brasileña Camila Morgado es fundamental para la película, visceral y natural simultáneamente. La argentina Maricel Alvárez, la otra actriz que la acompaña, también aporta mucho con su frescura. El resto, son voces, están pero no los vemos, los escuchamos, y sin embargo muchas de ellas terminan siendo fundamental para el destino de la protagonista. Hay algo de absurdo también por momentos en el tono del estilizado film. Entre el desborde de los colores, los efectos visuales realizados por planos muy cercanos a objetos pequeños y sus destellos, y lo extraño de algunas situaciones que tiene que vivir. Todo esto es lo que de a poco va convirtiendo en "Vergel", una película que con su historia fácilmente podría haber sido un drama convencional (y más aburrido) o algo muy teatral, en una narración sutil, amena, entretenida y divertida pero al mismo tiempo emocional y llena de vida, como ese balcón tan verde. Niklison consigue una pequeña gran película, que combina un guión inteligente con un destacado trabajo de dirección. Así, Vergel es tan extraña como fascinante, dejando en evidencia que la belleza puede surgir también del más profundo dolor y no por eso resultar menos atractiva.
Dirigida por Justine Triet y escrita junto a Thomas Lévy-Lasne, Victoria y el sexo es una comedia francesa sobre una mujer treintañera que intenta lidiar con los diferentes aspectos de su vida sin mucho éxito. En esta película de Justine Triet (La batalla de Solferino), Virginie Efira interpreta a una exitosa abogada cuya vida personal se cae a pedazos. Con dos hijas pequeñas a su cargo, Victoria lleva una vida desordenada. En su casa hay libros y papeles por todos lados y su oficina tiene una estructura parecida. En cuanto a lo personal, vive discutiendo con un ex que además escribe, y no de manera amable, sobre ella en un blog que se torna viral, y las noches las pasa con diferentes hombres a los que conoce a través de sitios online, pues disfruta de su sexualidad de una manera despojada. La aparición de Samuel (Vincent Lacoste) no parece generar demasiado en su vida en un principio, pero a la larga termina siendo fundamental. Sólo que, entre tantas cosas que vive, Victoria, al mismo tiempo, no suele ver cuando tiene algo distinto frente a ella. Y en este momento, su principal preocupación es el caso de un amigo que es acusado de querer asesinar a su mujer. Si bien esta subtrama gira en torno al peculiar juicio (un juicio donde el único testigo que tienen es un perro), Triet decide enfocarse y dedicarle mayor tiempo a la vida personal de Victoria. Virginie Efira se entrega a su personaje en cuerpo y alma y brinda una interpretación auténtica aún en medio de las situaciones más increíbles y absurdas. Porque Victoria es una mujer con defectos, con contradicciones y que no puede evitar cometer errores, es decir, muy humana. Entre idas y vueltas, muchas caídas, encuentros y desencuentros, Victoria y el sexo es una película en la que todo el tiempo suceden cosas, todo el tiempo le suceden cosas a Victoria, quien amenaza con terminar de derrumbarse en cualquier momento. Algo de todo ese caos, por momentos insoportable, ya estaba retratado en La batalla de Solferino pero acá se torna más íntimo (todo explota en interiores) y cotidiano y, afortunadamente, con un tono bastante menos dramático.
Escrita y dirigida por el documentalista Jorge Leandro Colás, su primera película de ficción, Barrefondo, es la adaptación de la novela homónima de Félix Bruzzone. Un policial del conurbano protagonizado por un piletero interpretado por Nahuel Viale. Es verano y el calor es agobiante. Tavo trabaja de piletero. Vive o sobrevive de limpiar y cuidar piletas de gente con una posición económica bastante mejor que la suya. Su trabajo es tranquilo y silencioso y tiene que tratar con todo tipo de personas: desde los demasiado simpáticos hasta los que lo tratan como si fuese alguien inferior. Mientras en su casa su mujer transita un ya avanzado embarazo y le toca lidiar con un suegro que suele invadir su hogar de manera manipuladora, territorial, también haciéndolo sentir inferior por no poder brindarle a su familia un más sólido sustento económico. Hasta que aparece la figura del Pejerrey, un delincuente que lo contrata (sin otra opción realmente) para que le brinde información sobre las casas donde trabaja: horarios, entradas, en fin, lo que sirva para poder asaltarlas sin problemas. Así, de a poquito, la economía de Tavo -un personaje que al principio no parece tener grandes ambiciones hasta que ve que es posible llegar un poco más lejos que donde está- comienza a crecer y puede brindarle a su familia necesidades tan simples como la de un aire acondicionado. Pero a medida que los “trabajitos” se van sucediendo, aparece un detective que no tarda en notar que las casas asaltadas suelen tener en común una cosa: el piletero. Barrefondo también se percibe algo impregnada del cine documental, retratando estos mundos de un modo siempre muy realista y naturalista. Tomas largas, cámara en mano, como una observación y seguimiento de estos personajes. Todo esto de una manera simple, sin artificios y prolija. Un policial en el cual se suceden robos pero no los vemos, en el cual no hay tiroteos. Un policial donde lo que, generalmente, hace al policial, acá sucede en un fuera de campo. Ahí radica también parte del encanto de esta película chiquita pero no por eso simple, donde la trama de los robos da lugar a un retrato social. Y tampoco es un film muy oscuro, de hecho en la caracterización de los personajes que viven en estas casas -todos muy distintos entre sí-, hay una sátira que le brinda frescura al relato y lo saca de la monotonía. Las actuaciones también ayudan a imprimirle este tono realista. Nahuel Viale interpreta a su Tavo de manera calma y contenida. El Pejerrey de Sergio Boris es algo más desenvuelto pero nunca sobreactuado ni excéntrico.
La última parte de la trilogía dirigida por Wes Ball, escrita por T.S. Nowlin y basada en los libros de James Dashner nos sitúa unos meses después que donde terminó la entrega anterior y reúne a varios personajes para poder luego darle el cierre esperado a la historia. La película nos llega un año más tarde que lo previsto inicialmente a causa de importantes lesiones que el protagonista sufrió rodando la película. Y es que desde la primera secuencia, en la que persiguen y se terminan subiendo a un tren en movimiento con el fin de rescatar a su amigo Minho, se es testigo de escenas de acción muy jugadas físicamente (saltar de edificios, atravesar ventanas de vidrio, molerse a golpes). La aventura y la acción, garantizados. En cuanto a la trama, el mundo fuera de ese laberinto se encuentra más cerca que nunca de llegar a su fin si pronto no se encuentra la cura para el virus que de a poco va atacando a todos (incluso a alguien muy cercano a Thomas) pero eso no es fácil cuando la corporación a cargo de hacerlo sigue reglas muy propias con las que es difícil estar de acuerdo. Se descubre una ciudad todavía de pie, que estaba resguardada y reservada sólo para los más afortunados, y es allí donde radica el corazón de WCKD (CRUEL en español), la corporación en cuestión. El personaje de la directora, interpretada por una desaprovechada Patricia Clarkson, acá pierde bastante presencia y se erige como villano principal Aidan Gillen y su Janson, un malo de esos que son simplemente muy malos. Es que no hay muchos grises por acá. A nivel actoral es quien mejor se luce, aunque si bien ninguno de los actores más jóvenes sobresale en general todos están bastante bien. De todos modos, después del traspié que significó la secuela, esa película recargada pero al mismo tiempo superficial y aburrida, el final apela a brindarles por fin a cada personaje y cada relación entre ellos la dimensión que se merecían y el cierre que cada uno necesitaba. Hubo un propósito en estar en ese laberinto y en correr todo este tiempo escapando de o hacia algo. El film dura algo más de dos horas pero lo cierto es que en ese tiempo pasan cosas continuamente. Uno de los problemas que tiene el film es que si bien se supone que gira (como su título lo indica) en torno a la cura tan buscada y preciada, esto no forma gran parte del relato. Lo importante para el protagonista es rescatar a su amigo y después poder escapar a tierras alejadas. A nivel técnico hay un gran diseño de producción que permite sumergirnos en este mundo de una manera muy creíble. La construcción de las ciudades, los edificios, los transportes incluso. A la larga, esta tercera parte es un digno cierre de la saga distópica, mejor que algunas predecesoras como "Divergente" pero ni tan novedosa ni profunda como "El Juego del hambre". No puede evitar caer en ciertos clichés del subgénero, aun así logra ser un producto disfrutable y pasatista.
La artista Graciela Traquini debuta como directora con esta curiosa película escrita por Andrés Duprat, una especie de híbrido entre documental y ficción sobre la figura del arquitecto suizo Le Corbusier. El film tres líneas narrativas (por así decirlo): por un lado, la figura del arquitecto reflexionando en francés sobre el arte y la vida a través de las calles de La Plata retocadas digitalmente; por otro la de un arquitecto (Daniel Hendler) devenido en guía y su forma de trabajar con la gente, intentando ser más simpático de lo que le sale mientras recorre una y otra vez la Casa Curutchet; y por el último, simplemente fotografías de arquitectura tomadas por Mario Chierico que terminan de ilustrar los conceptos. A nivel narrativo lo más interesante está sin dudas en Elio, este personaje interpretado por Elio. Porque además de ver repetidas veces su modo de guiar la visita y contar lo mismo una y otra vez, también nos introduce de a ratos a su vida personal relacionada con la figura del arquitecto, cómo llegó a él y cómo de estudiar arquitectura terminó trabajando de guía. Si bien no estamos ante un personaje precisamente querible o encariñable (es algo intolerante y por momentos hasta patético, como cuando quiere seducir a una de las visitantes), el carisma del uruguayo le brinda mucha frescura a una película que fácilmente podría haber caído en un producto pretencioso y snob. Es que más allá de lo ambicioso de conjugar estos diferentes registros y líneas, de abordar a una figura que por ahí alguien ajeno a la arquitectura ni siquiera conoce, el film cuenta con una efectiva simpleza reforzada por la voz en off de este Le Corbusier y su modo de amar la arquitectura desde el mismo momento en que se toma un lápiz y se pone a dibujar. Por último, resaltar el gran momento que es ese reencuentro final, o esos reencuentros finales. El admirador con su admirado, y el arquitecto con la casa que diseñó pero nunca pudo ver en persona. “La obra secreta” es una película interesante en su modo de homenajear al arquitecto, por sus formas y maneras de conjugarlas. Es también la forma que encontró Traquini de hacer cine a través del arte que conoce, de cuestionar y discutir ideas con sus personajes, un experimento que salió sin dudas muy singular, en el mejor de los sentidos.
Escrita y dirigida por Pablo Solarz, "El último traje" cuenta la historia de Abraham cuando ya es un hombre mayor, un judío ahora abuelo y a quien su familia de a poco empieza a despojarlos de su hogar para quedar destinado a pasar sus últimos días en un geriátrico. No obstante no es eso lo que quiere Abraham, al menos no sin cumplir con una tarea que dejó pendiente durante más de cuarenta años. Así, sin avisar a nadie, escapándose de su familia, Abraham viaja a Europa para poder llegar a su destino final, Polonia, el lugar donde nació y país que ni siquiera puede nombrar en voz alta. Un viaje que lo irá cruzando con diferentes personajes a medida que va sorteando cada uno de los destinos previos que deberá cruzar antes de llegar a su destino final. Abraham es una persona graciosa cuando quiere, seductora pero también testaruda y orgullosa. Y si bien tardó varias décadas en decidirse a llevar a cabo esta promesa de viajar a Polonia para llevarle un traje a un amigo que lo ayudó cuando eran jóvenes, cuando le tocó sortear uno de los momentos más duros y difíciles (e inentendibles) de la historia mundial como fue el Holocausto, ahora Abraham no permitirá que su viaje se trunque. Las adversidades son varias: que no lo quieran dejar entrar a España, que una vez que lo lograra le roben todas sus pertenencias y dinero en un hotel barato, un reencuentro casi forzado con su hija cuando se ve obligado a pedirle ayuda, la negación a que el tren que se va a tomar pase por Alemania, aquella tierra que detesta. La primera parte de la película apuesta a un humor tierno acompañando a este peculiar personaje (con su también peculiar misión: simplemente llevar un traje), mientras que después de la mitad la cosa se va poniendo más difícil. Ahí empieza a introducirse demasiado ese pasado nunca pisado y el miedo a que aquello que está yendo a buscar quizás no esté, a que ya sea demasiado tarde. El film se torna mucho más emocional y melancólico hasta llegar a un final conmovedor de esos en los que es muy difícil contener una lagrimita. Miguel Ángel Solá es el alma de esta película. Su Abraham avejentado pero al mismo tiempo lleno de vitalidad y firmeza nos seduce desde el minuto uno. Durante el viaje lo acompañan otros actores como Martín Piroyanski, Natalia Verbeke, Ángel Molina, Julia Beerhold y Olga Boladz. De hecho el film cuenta con una atractiva galería de personajes femeninos que deambulan a su lado y acompañan a Abraham en cada uno de estos encuentros. Este segundo largometraje de Solarz (más reconocido por su faceta como guionista, incluso de éxitos taquilleros) es un viaje íntimo y físico a un lugar y a una parte de la historia que siempre estará vigente. Es también una película que fácilmente podría haber caído en golpes bajos y lugares comunes y sin embargo se la siente más bien sutil y genuina.
Nicolás Gil Lavedra dirige Las grietas de Jara, coguionada con Emiliano Torres, la adaptación de una novela de Claudia Piñeiro que reflexiona sobre el éxito y lo moral en la vida cotidiana. Pablo Simó es un hombre de mediana edad con su vida ya armada. En lo que respecta a lo laboral es un arquitecto que desde hace veinte años trabaja en el mismo estudio para las mismas personas: el arquitecto Mario Borla, que le da nombre al estudio, y su socia, Marta, exitosos constructores de palacios de cartón, como bien define Pablo. En su vida personal estuvo siempre casado con la misma mujer y con ella tiene una hija adolescente que suele poner muy nerviosa a su madre con esas vivencias tan típicas de su edad. En líneas generales Pablo vive su vida de manera tranquila y cómoda sin, aparentemente, grandes aspiraciones. No obstante, él sueña con construir un edificio de once pisos que no se cansa de dibujar y que, si sigue sin moverse, nunca va a levantarse. La vida de Pablo podría haber seguido así como estaba, inmutable, si no fuera por una mañana y la aparición de una chica joven preguntando por un tal Nelson Jara. Pablo, Borla y Marta niegan recordarlo, saber algo de él, pero lo cierto es que a cada uno esa pregunta, mejor dicho ese nombre, les mueve algo dentro de ellos. Nelson Jara es quien, años atrás, amenazó con arruinarles el negocio porque unas grietas aparecieron en su departamento al mismo tiempo que ellos empezaron una construcción vecina. Y quien tuvo que manejarlo, poner la cara, fue Simó. A partir de ese momento, Pablo comienza el difícil trayecto de encontrarse con él mismo. Por un lado por lo que pasó hace tres años y ocultó bajo varias capas y también por lo que esta chica comienza a provocar en él, al mismo tiempo que empieza a replantearse qué hizo, qué está haciendo y qué va a hacer con esa vida que parece vivir en modo automático. Y para eso tiene que decidir ponerse “del lado del que tiene que estar”, en un mundo donde estos bandos tienen límites siempre difusos. Un mundo de grises. Las grietas de Jara es una película que apuesta al thriller y al suspenso, aunque con un tono algo monocorde. Un policial que no necesita de muchos de los elementos típicos de este género para generar un misterio que no radica en el simple quién lo hizo. Porque nada es simple, las aristas son muchas y en cada decisión que uno toma son muchas las cosas que se ponen en juego. A grandes rasgos, la adaptación de la novela es bastante lineal, con apenas algún cambio fuerte y una gran cantidad de diálogos calcados del libro. Diálogos que a veces de tan precisos se perciben algo calculados. Con respecto a lo actoral, la película cuenta con intérpretes de reconocido e indudable talento como Joaquín Furriel, Oscar Martínez, Soledad Villamil, Santiago Segura y Laura Novoa, quienes dan vida a una gama de personajes a veces insoportables y poco empáticos, pero también sorprenden los rostros de Sara Sálamo, como aquella joven que con su aparición le mueve el piso a Pablo, y Zoe Hochbaum, como la hija adolescente que, tras transitar ese momento de cambios, se convierte un poco en el reflejo del Pablo que también comienza a transitar su propia crisis.
Rodada en sólo cinco días, Colmena está escrita y dirigida por Majo Staffolani y es una película coproducida junto a José Celestino Campusano, de quien absorbe mucho su forma de hacer cine. Nachi y Nina se conocen una noche en un bar. Mientras Nina lleva una vida tranquila, conforme, viviendo y trabajando en un estudio de grabación, a la vez que canta por las noches (es la forma que encontró de hacer lo que le gusta), la vida de Nachi se siente estancada como una aspirante a actriz cansada de hacer castings y comenzando a considerar la idea de escribir su propia obra. Nina vino del interior pero se asentó acá y tiene su grupo de amigos. Nachi es solitaria (sabemos que tiene una amiga aunque nunca lleguemos a verla), tiene un novio cuya relación comienza a agobiarla y en la casa de sus padres tampoco logra encontrar el aire fresco que necesita, con una madre adicta las píldoras y un padre que abusa sexualmente de su empleada. No hay de hecho una gran construcción de otros personajes más que el de ellas dos, los secundarios resultan todos bastante unilaterales y desdibujados. Nachi y Nina se encuentran y Nachi de a poco va a ir también encontrándose a ella misma. Es que ella está a la deriva y Nina es alguien que supo siempre tomar el timón del rumbo de su propia vida. Coproducida por José Campusano, la película toma de su cine no sólo un par de rostros sino además su hincapié en retratar un mundo, en este caso el de sus protagonistas, del modo más verídico posible. La realizadora Majo Staffolani se encarga -ni bien empieza y ni bien finaliza el filme mediante un cartel- de recalcar que Colmena es una película comunitaria y que se rodó en sólo cinco días. Hay también una intención de reflejar estados e inquietudes propias de cualquier joven que todavía está buscando un lugar, no necesariamente físico, pero lo cierto es que no sólo se nota que está hecha a las apuradas, sino que muchas de las ideas trabajadas (en especial aquellas sobre lo que le sucede a Nachi) las pone tan explícitamente en los diálogos que éstos terminan sintiéndose como lugares comunes. Flor Bobadilla Oliva y Lara Crespo demuestran que tienen muy buena química y sus escenas compartidas son las que mejor funcionan, mientras otras tantas se tornan largas y repetitivas. Tampoco se percibe una buena construcción de los personajes masculinos sobre todo. Y se hace tanto hincapié en sus protagonistas que se desdibuja a los personajes que las rodean. Se entiende que es una película sobre mujeres hecha para mujeres.