Un poco de tedio francés “El amor dura tres años”, dice el protagonista, un crítico literario que da una imagen bastante creíble de un perdedor nato. Ese patetismo que muchos llevan con orgullo y del que hacen un culto, y que a veces funciona como una característica seductora para con las mujeres, es lo que convierte a este crítico en un escritor de best sellers. Su libro, que lleva el título del film, plantea una tesis -al menos lo intenta- que postula que el amor tiene un tiempo límite. Esa impresión, que podría ser producto de la calentura por el final de su matrimonio, se amplifica y provoca que la historia pierda de vista la tesis inicial. El pobre diablo en simultáneo -además de alcanzar el éxito con su debut- se enamora de una chica que odia la novela por misógina, aunque desconoce que él es el autor porque está publicada bajo un seudónimo. Que el protagonista rompa la cuarta pared en la primera década del siglo XXI en una búsqueda patética -como su forma de ser- de complicidad con el espectador, que sus amigos sean igual de salames que él, que cada acción iniciada tenga la etiqueta de “fracaso”, que los chistes atrasen varias décadas, que la química entre chico-chica no funcione ni de casualidad, que el protagonista -además de todo lo mencionado- juegue el rol de “pobrecito yo, cómo me apalean las mujeres con su locura” a lo Adrián Suar en Un Novio para Mi Mujer, que las actuaciones -a excepción de Valérie Lemercier- sean terribles, entre otros yerros, hacen que una premisa tan simple se transforme en un tedio insufrible. Si en una comedia, que se cree canchera desde la idea del amor en términos materiales y limitados en el tiempo, disfrutamos de los pifies del protagonista y además queremos que le vaya mal, es que algo funciona a contracorriente de lo intencionado por el director...
Prisioneros del miedo En la primera escena de La Sospecha, un joven apunta y con cierto atino mata a un venado de un escopetazo, su padre de inmediato lo palmea felicitándolo. En el regreso a casa, Keller (Hugh Jackman), el padre, le da un discurso acerca de estar siempre preparado ante las contingencias; de hecho, en el transcurso del metraje repite la frase: “Rezar para lo mejor, prepararse para lo peor”. Este nuevo film del canadiense Denis Villeneuve (Incendies) no pone el foco en una historia de cazador cazado, sino en una problemática que opera sobre el peor de los miedos: el secuestro y la desaparición de niños, frente a lo que ciertamente es muy difícil estar preparado. El miedo no está en no saber qué sucedió sino en la idea de nunca saberlo. La Sospecha maneja varias puntas, siempre con la rienda corta para tirar de ella en los momentos en los que la alarma de lo confuso comienza a sonar. Si bien la investigación sobre la desaparición de dos niñas motoriza el relato, las acciones de las víctimas (los padres) son las que están bajo el microscopio de la moral. Esa pregunta tan genérica, acerca de qué hacer bajo una situación tan extraordinaria y angustiante, es la que se traza como correlato de una investigación a contrarreloj. Y precisamente, el tejido narrativo analiza la intervención policial, cuando en vez de ser parte de la solución se convierte, según la óptica del damnificado, en parte del problema. En ese instante Keller debe decidir. El director canadiense cuestiona sus resoluciones y actos posteriores, a partir de la determinación de torturar a un sospechoso al que apuntan todas las conjeturas alrededor del paradero de las niñas desaparecidas...
Porque es un hombre bueno Nicole Holofcener es un nombre del que brotan más títulos en TV que en cine, sin embargo es en este último lenguaje donde se ha destacado, pensemos en Saber Dar y especialmente en Amigos con Dinero. Esta última guarda relación con su nueva película, Una Segunda Oportunidad (otro título horrible que pasa a engrosar la abultada lista de este año), ya que ambas pertenecen al subgénero “comedia de personajes”, un rubro que la directora maneja con destreza. Para definir mejor su cine, podríamos decir que es la cara independiente de Nancy Meyers, la realizadora de Alguien Tiene que Ceder y El Descanso, entre otras. El mejor capital de estas comedias suele ser el elenco. Aquí sorprende la inclusión de Julia Louis-Dreyfus, más conocida como Elaine Benes de la serie Seinfeld. La carga del relato no parece ser pesada para ella: su Eva es una masajista a domicilio, divorciada y con una hija a punto de partir a la universidad, lo que representa todo un cambio en las vidas de padres e hijos en los Estados Unidos. Reproduciendo la lógica de la mencionada Amigos con Dinero, Holofcener recurre al mismo tejido de personajes: la pareja rica y la mujer soltera/divorciada/separada que tiene que remarla para subsistir, no sólo económicamente sino también en el aspecto sentimental. Por eso es que Eva es llevada por su amiga (Toni Collette, siempre luminosa aunque aparezca pocos minutos) y su marido a una fiesta, allí conoce a una poetisa (la genia de Catherine Keener), quien contratará posteriormente sus servicios de masajista, y a Arthur (o James Gandolfini, es lo mismo) en clave bonachona. Entre estos personajes se mueve Eva, con la poetisa su encuentro deviene en amistad y con Arthur comienza una relación amorosa, a pesar del escepticismo inicial...
Un padre (Alberto) lleva a su hijo menor (Fede) y a su hija adolescente (Lucía) a unas termas cerca de Salto, en Uruguay. En Tanta Agua hay un antagonista definido, la lluvia. Esta aparición se da en los primeros minutos y parece marcar el terreno para la linealidad: agua y más agua que saca a flote los conflictos entre los tres personajes. Este núcleo narrativo no se traduce en gritos y pasadas de facturas sino más bien en un trato frío, que se hace presente en las respuestas monosilábicas o en las negativas de los hijos a cualquier propuesta del padre para apaliar la lluvia constante. No se trata de una escalada de situaciones hasta llegar al punto de un destape para ventilar asuntos no resueltos, es el "hacer lo que se puede" con cada uno cumpliendo su rol de la mejor manera...
Cine berreta Contar la historia personal del mayordomo de la Casa Blanca durante seis administraciones, atravesando varias décadas de sucesos determinantes, para narrar la “evolución” de un país, golpeado y dividido por la segregación y el odio racial, puede generar expectativas e interés. Claro está, una buena premisa no hace una buena película por default, por eso es necesario entrar en el terreno del “cómo”. El “cómo” es el factor que marca la diferencia entre un director y otro que hace uso y abuso de la tilinguearía… y en este último casillero se encuentra Lee Daniels. El berretismo de El Mayordomo tiene su lógica porque quiere impactar y aleccionar con argumentos de madera balsa, sin tacto, sin la pericia para narrar ni para construir climas dramáticos. En una palabra: busca avanzar a los tumbos. El tercer plano de la película -después de un par que nos presentan al protagonista- ya nos sitúa en la época del Sur profundo, allá por la década de 1920: dos hombres aparecen colgados en un tamaño corto y levemente contrapicado que remarca la dureza de semejante quiebre, por si hacía falta arrugar aún más la nariz al presenciar tal golpe bajo. Luego la cámara vuelve al pobre Cecil Gaines (Forest Whitaker), en versión anciano, sentado en la Casa Blanca a la espera de vaya a saber qué. Para no descuidar a un espectador desprevenido, Daniels insiste con la muerte gratuita y bien de frente: violan a la madre y matan al padre del niño Cecil. Irónicamente estos hechos representan el comienzo de su camino “triunfal” ya que a partir de ese momento desarrolla una carrera como sirviente al convertirse en un “house nigger” para la ama de casa de buen corazón, inmediatamente luego de perder a sus padres a mano del hombre blanco (el hijo de la señora), dueño del campo de algodón en el que todos trabajaban...
Fragmentos de un tejido Quizá a más de uno se le venga a la mente, mientras ve este film llamado Vidrios, cualquier otro que también se divida en episodios y en el que los personajes se muevan alrededor de un eje. Uno de esos ejemplos puede ser Café y Cigarrillos, ese proyecto en blanco y negro de Jim Jarmusch en el cual todos parecían estar divirtiéndose mientras… tomaban café y fumaban, por supuesto. En Vidrios, de los directores Tachella y Bollini, casi todos los personajes parecen obligados a mantenerse estoicos, lo que podría llevar a pensar que ese es el rasgo que comparten todos los segmentos. Es un desafío mantener la atención direccionada en el diálogo -que en esta clase de películas opera como motor de las historias- porque la mayoría son intrascendentes. Y el problema no es la intrascendencia o la apariencia catalítica que le aporta a las escenas -todas las historias de Vidrios son secuencias sueltas, como arrancadas de una narración más extensa- sino la pose formal general, todo el tiempo se siente un cartel que dice: “esto es intrascendente pero de tan intrascendente es trascendente”. El aliento de esta idea ya se impone desde los primeros minutos, en esa charla abúlica entre los dos amigos, con el whisky a un costado...
El alimento que no miramos Desierto Verde pone de manifiesto una problemática casi invisible: las consecuencias del monocultivo. En los últimos años, países como Argentina y Brasil comenzaron a exportar toneladas y toneladas de soja, principalmente a China, como forraje. Ulises de la Orden (Río Arriba, Tierra Adentro) analiza la situación a partir de un caso particular, el del Barrio Ituzaingó Anexo, en la provincia de Córdoba, que sufrió -y sufre todavía- la fumigación con agrotóxicos en campos de soja que se encuentran pegados a barrios residenciales. Este caso es paradigmático porque ha llevado a juicio a dos productores rurales gracias a la fuerza de un grupo llamado Madres de Ituzaingó, conformado por nueve mujeres que han perdido a sus hijos o tienen familiares con agroquímicos en la sangre producto de la contaminación que generan los pesticidas en tierra, aire y agua...
Gran cierre para la temporada de animación En Monsters University y en Mi Villano Favorito 2 (dos de las segundas partes de animación de este año), los personajes transitaban caminos diferentes al de los films originales. La primera era una precuela de iniciación que funcionaba dentro de un dispositivo iconográfico, la universidad, que se oponía al escenario principal de Monsters, Inc. En Mi Villano Favorito 2, Cru tenía que calzarse el traje de padre y afrontar esa nueva experiencia. De alguna manera, Lluvia de Hamburguesas 2 también se ve urgida por crearle un escenario diferente a sus personajes. A pesar de que se desarrolla en la misma isla, el lugar ha cambiado de fisonomía ya que se ha convertido en una selva virgen habitada por criaturas -a priori- peligrosas; algo parecido a una metamorfosis animal/alimento, como consecuencia de los resultados de la máquina creada por Flint, el científico naif de la primera película. Hay elementos, citas y hasta planos que homenajean a la saga Jurassic Park, incluso tenemos la sorpresa de los personajes que arriban a la isla y se encuentran con las criaturas gigantes que la habitan. En definitiva, hay una alegre filiación nostálgica con el cine de aventuras, ese género que supieron revivir Steven Spielberg y George Lucas en los años 80’s...
Elogio del plano detalle Que la nueva película de Wong Kar Wai se venda localmente como “inspirada en la historia real del maestro de Bruce Lee” indica que es crucial la inclusión de algún atractivo popular en los dispositivos mediáticos para que una película asiática tenga algún espacio en la cartelera comercial de hoy en día (a pesar de no existir mención alguna al mítico actor de Operación Dragón). La realidad es que El Arte de la Guerra -otro horroroso título local- es primero un film de Wong Kar Wai antes que una biopic sobre Ip Man o “una de kung fu”. El director hongkonés nunca se desvía de su centro narrativo, léase el derrotero de un hombre atravesado por la coyuntura de un imperio que llega su fin, en el prólogo histórico del maoísmo, y con la carga de ser maestro de wing chun y representar a las escuela del Norte en su lucha contra Gong Er, la representante de las escuelas del Sur y única heredera de la “técnica de las sesenta y cuatro manos”. Entre ellos hay un amor silente, imposible siquiera de ser mencionado, que además es cortado por el relato en una gran elipsis...
Los límites de la reflexión (sobre el superhéroe) La virtud que tiene Kick-Ass 2 es la de independizarse como obra, sin la necesidad imperiosa de repetirse temáticamente a su antecesora, la que funcionaba como un film de iniciación. Si bien el protagonista, Dave / Kick-Ass (Aaron Taylor-Johnson) y su amiga Hit Girl (Chloe Grace Moretz) son personajes derivados de la primera película, el camino que entablan aquí es diferente, es el de la búsqueda urgente de la identidad agregado a la cotidianeidad adolescente y sus motivos: el deseo sexual, las castas escolares, etc. El comienzo promisorio, en el que aparentemente ambos van a formar un dúo para continuar la lucha contra el mal, se desvanece poco a poco hasta quedar separados, cada uno por su bando. Kick-Ass se une a un grupo de “vigilantes” comandados por el Coronel Bands and Stripes (un sutil Jim Carrey) mientras que Mindi, luego de prometerle a su padre sustituto dejar el uniforme para siempre, busca encajar en el submundo superficial de las adolescentes denominadas “mean girls”, aunque su alter ego nunca desaparece por completo. La búsqueda de la identidad, en el tormentoso período de la adolescencia, no está limitado a los buenos sino, que también, es el objetivo del villano de turno: Motherfucker, el hijo del mafioso D’Amico asesinado en la primera película por Big Daddy, el padre de Hit Girl, quien también falleció...