¡America! ¡Fuck Yeah! Hay un fragmento de la brillante Team America World Police que puede resumir esta película en apenas dos palabras: "America!, Fuck Yeah!". Porque si pensaban que Katherine Bigelow era la reina de entronar cuanta ocupación o invasión realice Estados Unidos, están equivocados. Ahora apareció el director debutante (ex doble de riesgo) Dan Bradley, que nos plantea cómo un grupito de jovenes en un pueblo estadounidense puede contener una invasión coreana en su país. Desde el vamos la película falla en que una invasión así, como la plantea, es difícil de realizar hasta en el país más tercermundista del globo. Y entendemos que es una remake, pero el timing es todo, y Amenaza Roja quedó fuera del timing. Cuando se estrenó la original, en 1984, la URSS todavía era una amenaza posible, y la Guerra Fría todavía era un hecho, y aunque obviamente exagerada y patriotera, Amenaza Roja funcionaba como entretenimiento. Pero hoy, en 2013, pensar en que Corea puede entrar en territorio estadounidense e intentar tomar el país desde un pequeño pueblito solo nos hace pensar que: A- es imposible o B- Kim Il-sung es más idiota de lo que lo quieren hacer parecer. Pero bueno, supongamos que si, que compramos este paquete; y que al igual que a la original, las juzgamos por el simple y mero entretenimiento que brinda y... no. Y es que Amenaza Roja busca crear un ambiente motivador, busca mostrar como el pueblo estadounidense puede unirse ante la tragedia y puede salir adelante pese a que su propio gobierno les de la espalda. Es decir, busca comunicar a todos los estadounidenses que cualquiera puede ser un foco de resistencia contra cualquiera, solo se tiene que dar la situación. El problema es que este foco de resistencia es bastante cuestionable, y ya no moralmente, sino desde el sentido común: Son tontos, y todo parece salirles bien por el simple azar. Salvo por algunas escenas puntuales, la película no se salva. De hecho, los únicos "atractivos" que tiene la película, y la razón por la cual llega a las salas un año después de su estreno en los Estados Unidos, son Chris Hemsworth, protagonista de Thor y Josh Hutcherson, protagonista de Los Juegos del Hambre, que puede llegar a vender algún ticket. Por lo demás, Amenaza Roja parece directamente salida de una batea de Directo a DVD que apenas puede verse en casa.
Más que una película, el conde más famoso del cine vuelve a la pantalla con un homenaje. Cualquier ojo distraído puede ver en la Drácula de Darío Argento una película sin encanto, bruta, y hasta por momentos, bordeando la calificación de "cine B". Y es que en lugar de adoptar las delicadezas y efectismos del cine actual, el maestro italiano decidió bajar hasta las fuentes, citando en imágenes más que nada la gran película que la Hammer hizo con Drácula como protagonista en 1970, con Christopher Lee como el hombre del castillo. Ahora, el honor le toca al alemán Thomas Kretschmann (que irónicamente interpretará a Van Helsing en una serie de TV donde Jonathan Rhys Meyers será el seductor chupasangres) ponerse la capa y los colmillos en la adaptación más clásica que se puede hacer del monsturo de los Cárpatos ¿Cómo de clásica? Muy, al nivel de pensar que el trabajo de Argento es prácticamente inconcebible en estos tiempos. Y ahí radica la mayor falla, la gigantesca grieta de la película: Por momentos intenta ser un homenaje, pero en realidad atrasa. Y no está mal, claro que no, pero cuando se ofrece algo por el estilo, no se lo intenta decorar, por ejemplo, con una oferta de la película en 3D, porque eso es otro punto en contra para la obra. De todas formas, tiene puntos altos y difrutables. Siempre es grato ver en la pantalla a Rutger Hauer (que, irónicamente, interpretó a un Drácula en Drácula III: Legacy, de 2005; y antes al vampiro Lothos en la serie Buffy), que se despacha con un buen Van Helsing y a Asia Argento, con su encanto y sensualidad excéntricos que parecen salidos de un cine de otros tiempos, tal como la película. En los últimos años, el cine de Argento ni siquiera llegó a las pantallas argentas (perdón, prometo presentar la renuncia cuando termine la nota), y es extraño que Drácula 3D si llegue. Tal vez sea por el mero hecho de que la gente a veces va a ver cine en 3D sin importar el título; o tal vez se intente redimir la situación de Argento que, pese a haber sido desparejo en los últimos años, no deja de ser uno de los grandes maestros del cine vivos que tenemos entre nosotros. @JuanCampos85
El gran escape. ¿De qué se huye cuando se huye? ¿De la rutina? ¿Del peligro? ¿Del destino? Sea como sea, siempre que una persona encuentra una excusa para escapar, y logra juntar el valor para hacerlo, debe andarse con cuidado, porque en cualquier momento ese pasado puede extender una sombra sobre su cabeza. De esto se trata Habi, La Extranjera, pero también se trata de otras cosas, porque el escape, prácticamente casual, es solo una excusa para abrir un abanico de nuevas posibilidades para nuestra protagonista, Analía (Martina Juncadella), que decide huír del futuro prefijado por su madre para convertirse en Habi, una huérfana libanesa con muchas ganas de conocer la cultura de sus antepasados mientras trabaja en un negocio árabe en Buenos Aires. ¿Cómo tomó esa desición? Entrando por accidente a un funeral musulman. Lo que vió, lo que sintió es algo que nunca pensó ver ni sentir, un "llamado", por decirlo de alguna forma. Y aunque el Islam condena a los mentirosos, ella decide mentir, hacer borrón y cuenta nueva y meterse de lleno en su nueva vida. Habi es adoptada casi inmediatamente por la comunidad musulmana, aunque las cosas no serán tan sencillas para adaptarse a esa cultura tan diferente a la que traía en su mochila. La opera prima de María Florencia Álvarez puede no aportar nada nuevo en cuanto a lo argumental. Pero la forma, delicada y simple, con la que ejecuta sus movimientos son una verdadera sorpresa. También Juncadella, en su papel de la inocente y casi traviesa Analía deja una buena impresión y, sobre todo, logra empatizar con el espectador. Habi, La Extranjera es una grata sorpresa que logra mezclar y repartir desde cero una historia que escuchamos decenas de veces.
Autoayuda en tono de comedia. Google es una de las empresas más grandes del mundo, y en eso todos tenemos que estar de acuerdo por mera objetividad. También sabemos, según nos cuentan, que las oficinas detrás del Gran Buscador son unas de las más divertidas, cómodas y sofisticadas para trabajar. Pero entrar a trabajar allí no es ningún juego, metafóricamente hablando, ya que si es un juego. Un juego muy complicado. Casi como Los Juegos del Hambre, pero con nerds expertos en C++ y Java. Eso es lo que intenta mostrarnos Aprendices Fuera de Línea (The Internship, 2013), pero esto queda opacado por la historia de los protagonistas, dos cuarentones venidos a menos que ven su futuro en Google, pese a no tener idea de cómo se vacía la papelera de reciclaje. Obviamente, la historia de los protagonistas debe opacar el entorno. Pero en este caso, el entorno es mucho más divertido que las permanentes moralejas y tonterías que nos dejan Owen Wilson y Vince Vaughn cada vez que aparecen. Es decir, todo el tiempo. Y es que una comedia alrededor del ingreso a Google es divertida. Pero una comedia así, que intenta enseñarnos autosuperación y adaptación a entornos hostiles, no. La historia nos cuenta cómo dos vendedores de relojes quedan desocupados en tiempos en que el mercado no está buscando exactamente gente de cuarentaytantos con experiencias tan lejanas a las formas de comunicación modernas. Pero el soñador Billy (Vaughn) descubre que su futuro y el de su amigo Nick (Wilson) podría estar tranquilamente en Google ¿Por qué elige esto?... Porque las oficinas son lindas y divertidas. Nada más. Cuando viajan comienzan las desventuras típicas de dos personas que no saben ni cómo terminar un solitario en un contexto de jovenes genios que se burlan de ellos. El chiste "soy viejo" se agota a los 10 minutos, y después es solo repetición. Una vez en Google, ellos son puestos en el equipo de perdedores, y como nos podemos imaginar, al principio los odian y todo sale mal, pero luego descubren el significado de trabajar en equipo y bla, bla, bla. Es decir, Aprendices Fuera de Línea es una película que vimos 200 veces, pero con la diferencia que le sacaron toda la gracia posible para dejarla sencillamente como una clase de autosuperación para cincuentonas que no tienen nada que hacer en casa. Los pocos chistes efectivos que tiene se pierden en la marea de solemnidad y de consejos inútiles. Si van a buscar algo en Google, que sea cómo evitar encontrar esta película en cable dentro de un par de meses.
Cuando el terror es tomado en serio. En los últimos años, el cine de terror se limitó en mostrar chicas con poca ropa, sádicos torturadores o enmascarados que perseguian a chicas sin ropa para luego tomar el rol de sádicos torturadores. O, peor, nos metió en realidades ficticias tomadas por inquietas cámaras en mano. Es decir, no pasó mucho. The Cabin in the Woods fue un soplo de aire fresco y, unos años antes, Insidious cumplió el rol de referente y punta de lanza como película de terror, pura y dura, pero con respeto hacia el género. Ahora se dió un nuevo ejemplo con El Conjuro (The Conjuring, 2013), una película que -nada casualmente- también dirige James Wan, responsable de Insidious. Su historia, en teoría basada en un hecho real (algo que podemos creer o no, a la hora que empieza la película no importa, lo terminamos creyendo de todas formas), nos mete de lleno en la familia Perron, una pareja joven con cinco hijas que se acaba de mudar a una vieja casa campestre. Desde el comienzo, vemos que hay algo extraño, ya que la mascota de la casa no quiere ni acercarse al umbral de la puerta, pero todo empeorará por la noche, a las 3:07 de la madrugada, hora en que todos los relojes de la casa se paran y comienza la fiesta de los espíritus. Cada noche, la "actividad paranormal" empeora, hasta que se hace insostenible y la familia decide recurrir a los Warren, una pareja dedicada a la cacería de fantasmas, espectros, demonios y demás criaturas del inframundo que pasan de plano para arruinarnos la vida. Al comienzo, reticentes por un evento que afectó gravemente a Lorraine Warren (Vera Farmiga) prefirieron mantenerse alejados, pero la empatía (ellos también son padres de una chiquita) los acercó y decidieron que si, que se iban a ocupar de lo que sucedía en su antiguo caserón. Pero lo que se encontraron allí fue más que un simple embrujo. Algo antiguo y maligno habita en la casa, y su fin no es solo dejarlos insomnes. El demonio tiene una misión, y va a hacer todo lo que esté en sus garras para lograrla. Lo más interesante del backstory de El Conjuro es que, pese a que uno crea o no los eventos, los Warren existen. De hecho, ellos fueron los responsables de la difusión y "limpieza" de la famosa casa del 112 de Ocean Avenue en una localidad llamada Amityville. Tal vez les suene de algo. Según cuenta el mito, los Warren nunca quisieron difundir el caso de los Perron, hasta el día de hoy ¿Qué los llevó a contar la historia? No lo sabemos y, en el fondo, no debería importarnos, porque como dije, no importa que sea real o no. Las brillantes actuaciones, los momentos de terror bien controlados y el clima, que puede cortarse con un cuchillo, nos meten en la maldita casa junto a ellos. Sufrimos y vivimos a través de ellos, y también logramos empatizar. Porque los protagonistas, a diferencia de muchas películas de terror, no son simplemente carne de cuchillo, son personas comunes y corrientes, sin nada extraordinario. Son gente como cualquiera, y llegamos a pensar que eso no es algo que solo le sucede a "los elegidos". Cualquiera puede estar en esa situación, y eso es lo más aterrador. Mención aparte para la historia paralela de la película, en donde una muñeca poseída aterroriza a dos universitarias. Con ese segmento al comienzo, Wan no solo logró satisfacer su fetiche con los muñecos (pensemos en Billy en El Juego del Miedo, o la oda a las marionetas diabólicas que fue Dead Silence), sino que también nos alimenta un poco más las pesadillas con un detalle que en un principio parece descolgado, pero que con el correr de la película toma sentido. El Conjuro es la película de terror perfecta. Con dósis de humor efectivas, pero a cuentagotas; con escenas escalofriantes y previas insoportables (no por lo malo, sino por la tensión) y con, sobre todo, actuaciones de nivel y coherentes, James Wan logró meter el terror más clásico en una pantalla moderna, sin que parezca anacrónico. Y por eso, sin dudas, Wan es el director de terror mainstream más importante de la generación Siglo XXI.
Guillermo Del Toro apostó a lo grande, pero sin olvidarse de las personas pequeñas. Las expectativas alrededor de Titanes del Pacífico (Pacific Rim, 2013) eran tan enormes como un Kaiju salido del fondo del mar, y a fuerza de creatividad, buenas actuaciones, excelente dirección y un brillante 3D, logró superar todos y cada uno de los prejuicios (de los buenos, claro) que teníamos antes de sentarnos a ver este espectáculo que tiene las dósis justas de drama, comedia y acción. La película comienza contándonos cómo comenzaron las invasiones Kaiju. Estos monstruos gigantes proceden de otra dimensión, y encontraron una brecha para pasar a través de un portal en el fondo del océano pacífico. Así, comenzaron a venir, primero cada tanto, y luego cada vez más seguido. Ante esto, la humanidad debió plantearse un nuevo plan y, como dice el slogan de la película, para luchar contra monstruos debieron crear monstruos. Así nacieron los Jaegers, moles metálicas con reactores nucleares que deben ser piloteadas por dos personas, cuyas mentes deben unirse y formar una, ya que el link mental entre solo un individuo y un piloto puede ser mortal. Así, los pilotos de los Jaegers deben moverse en perfecta sincronía y tener sus conciencias unificadas. Las victorias comenzaron a acumularse, y tanto los pilotos como los robots se convirtieron en personajes diarios, casi en estrellas de rock. El entretenimiento frivolizó la batalla por la humanidad, pero la humanidad seguía presentando batalla. En este contexto conocemos a Raleigh Becket (Charlie Hunnam) un ex piloto de Jaeger venido a menos luego de un enfrentamiento con un Kaiju que terminó de la peor manera: con su hermano, su copiloto, muerto. Él ahora trabaja en el muro, un nuevo intento de contención de los gobiernos contra los montruos, pero pronto van a necesitarlo, y va a ser el mismísimo Stacker Pentecost (Idris Elba), el líder del proyecto Jaeger el que va a buscarlo. Por supuesto, el renegado al principio se niega, pero finalmente volverá a pilotear a su querido Gipsy Danger, reconstruído luego de la catástrofe que sufriera con su hermano. Lamentablemente, no tiene copiloto, y aunque la mano derecha de Pentecost, Mako (Rinko Kikuchi) muera por pilotear, la historia entre el líder y la jovencita es demasiado profunda para que el jefe le de la autorización. Mientras tanto, los ataques se suceden, y cada vez con más periodicidad. La brecha parece estar creciendo, y en poco tiempo, el mundo podría estar poblado de Kaijus. Las cosas se ponen críticas, y es ahí en donde comienzan a surgir los héroes. Porque, a diferencia de prácticamente todas las películas de la actualidad, los heroes son los hombres. Los Jaegers no son más que herramientas que se manejan directamente con nuestras mentes. Estos hombres nos preocupan, nos interesan y nos hacen confiar en que la humanidad si tendrá una salvación. Tienen convicciones y no es necesario que las griten para que las entendamos. Son, en definitiva, personas, y ese es sin duda el mayor logro de Guillermo Del Toro: Que personas que podemos ver todos los días nos interesen más que moles de acero caminando por el mar. Pero, ojo, que la parte de las moles de acero también es increíble. Visualmente, Titanes del Pacífico da un nuevo paso en la revolución 3D que comenzara Avatar. Sus profundidades y texturas tienen sentido en 3D, al igual que los planos que Del Toro cuidadosamente eligió. Esta película está hecha para este formato, y verla en cualquier otro sería casi un crímen. Posiblemente este sea el gran comienzo de la carrera de Guillermo Del Toro. Si, ya se, todos lo conocemos, pero esta es sin duda la película más grande que hizo, y la hizo sin olvidarse de quién es, de sus raíces y de su estilo. Eligió un elenco sin grandes estrellas y lo elevó al máximo gracias a un guión escrito con maestría. La película tiene un solo punto flojo, y es hacia el final, por lo tanto prefiero no marcarlo. Por lo demás, Titanes del Pacífico es, hasta el momento, la gran superproducción del año.
El coro de chicas nunca fue tan incorrecto. ¿Qué pasa cuando una película utiliza absolutamente todos los clichés que puede tener su género en poco menos de dos horas? Habitualmente, queda una goma, estirada e inmirable, que solo los más fanáticos pueden llegar a comprender. Con Ritmo Perfecto (Pitch Perfect, 2012) pasa exactamente lo mismo. La película sigue un reglamento: Grupo fundido, chica nueva con mala actitud que no quiere sumarse, pero que finalmente termina salvando al grupo; y en el medio una historieta de amor entre ella y uno de los cantantes del equipo rival. Es decir, tiene absolutamente todo para ser horrible. Pero no, Ritmo Perfecto es divertida, y todo es gracias a su elenco. En la cabeza la tenemos a Anna Kendrick como la chica nueva en la ciudad que es prácticamente obligada a sumarse a The Bellas, el Glee Club de la universidad que cayó en desgracia cuando una de sus líderes vomitó salvajemente en una presentación. Luego nos quedan Anna Camp y Brittany Snow como las únicas dos miembros originales del conjunto vocal. La primera, la que dejó toda su porquería en el escenario, es una insoportable que solo quiere que las cosas salgan como ella dice; mientras que la otra -si bien se disfraza de dura- tiene formas más pacíficas para con las demás. Y por último, pero no al final, Rebel Wilson como la Gorda Amy, un personaje que aporta el humor, el desenfado y la escatología necesaria para que esta película no se convierta solo en un destino para chicas en los cines. Porque Ritmo Perfecto, pese a tratarse de chicas que cantan, tiene mucho de humor sexual y desagradable (es decir, vómito, gases, etc), cosa que parecía terreno exclusivo de películas más "masculino-adolescentes", pero que exitosas películas como Damas en Guerra (Bridesmaids, 2011) convirtieron en algo sin barreras de género. El director Jason Moore es un debutante en la pantalla grande, pero en su curriculum pueden verse episodios de Dawson's Creek y Brothers and Sisters, entre otros shows. Es decir, tiene cierta experiencia, pero tal vez el formato de pantalla grande todavía le quede, valga la redundancia, grande. A no confundir, la película es correcta, pero se nota que tranquilamente también podría haber sido un producto para televisión sin hacerle demasiados cambios, y esa es la gran falla de la Ritmo Perfecto: Difícilmente pueda ser calificado de algo más que telefilm. Y no es por su presupuesto (casi 20 millones de dólares), sino por la elección artística que Moore tuvo al editarla. Pero pese a ese detalle, que a muchos debe importarles un comino, Ritmo Perfecto es una película buena, divertida y que hace pasar un buen rato. Aunque, claro, si están cansados de ver las mismas historias con los mismos remates de siempre, ni lo intenten.
La película con producción más desastrosa de los últimos tiempos logra, al menos, llegar a un resultado decente. La vieja ley de Murphy reza que cuando algo puede salir mal, sin dudas saldrá mal. Y bajo ese preconcepto decenas de miles de personas irán a ver Guerra Mundial Z (World War Z, 2013), una película en la que -dicen- el director estuvo ausente y sin tener idea de cómo hacer escenas de acción, y que requirió no solo muchísimas inyecciones de dinero que elevaron su costo hasta las nubes sino que muchísimas partes debieron ser reescritas, ya que el resultado final no conformaba a los financistas. Así, con prejuicios, muchos se sentarán a esperar el cáos y el fin de la carrera de Brad Pitt, pero no. No esta vez. No vamos a decir que Guerra Mundial Z es una obra de arte, ya que ni siquiera puede llegar a entrar en un top 5 coherente de películas sobre zombies. Y si ponemos en la balanza el costo y el beneficio de la película, probablemente Paramount salga perdiendo, pero pese a todo lo que podría haber sido un revuelto gramajo de muertos vivientes y Pitt haciéndose el héroe terminó contando una historia que, a fin de cuentas, deja a uno la sensación de que no perdió el tiempo en el cine. Pero vamos al comienzo: Guerra Mundial Z está (holgadísimamente) basada en el libro homónimo que Max Brooks sacó a la venta en 2006, y que inmediatamente se convirtió en un best seller en los Estados Unidos. En su libro, Brooks recopilaba lo que había sido la Guerra Mundial Z, el gran enfrentamiento de proporciones bíblicas entre los vivos y los muertos, y en forma de relatos, crónicas y entrevistas, podíamos ir rearmando los días oscuros, ya -afortunadamente- pasados. En su adaptación, la historia es completamente diferente. Gerry Lane (Brad Pitt) es un empleado de las Naciones Unidas que debe recorrer el mundo para encontrar una cura para el vírus que convierte a los cadáveres en bestias salvajes y hambrientas. Él no es un héroe, y se le nota, y eso es lo que provoca nuestra atención. Lane es padre, ama a sus hijos y a su esposa, y de golpe se convierte en el faro de la humanidad en peligro. Porque lo que Guerra Mundial Z si hace bien es vendernos un peligro real. A través de escenas de noticieros e informes gubernamentales, no nos cuesta demasiado meternos en ese mundo en franca caída e identificarnos con las víctimas que, después de todo, son nosotros, la gente común. No hay lugar para héroes en la película, solo para valientes y corajudos que consideren que su vida valga menos que el bien común. Pero obviamente no todo es color de rosas. Los problemas de producción se hacen notar en la pantalla y, si bien no es el agujero negro que la prensa y los “infiltrados” nos prometieron, ahí están, imposibles de omitir. Desde el relato, la película tiene lagunas imposibles de tapar -que, si somos buenos, también le agregan verosimilitud a la película. Pero no somos buenos. Afectan y bastante- y todo parece recaer (al igual que el mundo entero) en los hombros de Brad Pitt, que se la jugó con un papel que termina siendo casi el único interesante de la película. Guerra Mundial Z podría ser peor. Y esa es la mejor review que se le puede dar, dadas las circunstancias.
Un buen primer paso para una saga que promete más de lo que muestra. La expectativa es alta: No solo se estrena Superman: Hombre de Acero (Man of Steel, 2013), sino que también comienzan a establecerse las piedras fundamentales del muro que será, en un futuro cercano, la película de La Liga de la Justicia con la que Warner sueña (y tiene pesadillas) cada noche desde el hit internacional que fue Los Vengadores para Disney/Marvel. Con la reciente confirmación de que, antes de ver La Liga de la Justicia veremos otra Superman, esta película queda en una posición algo incómoda, pero que en cierta forma la deja bien parada: Zack Snyder, David S. Goyer y Christopher Nolan nos presentaron un mundo, el de Kripton y el de La Tierra en un contexto especial, y es el de la salida a la luz de que no estamos solos en el universo. Así vemos la historia de Kal-El (Henry Cavill), un bebé nacido naturalmente en un planeta en donde eso ya estaba prohibido, que es enviado a La Tierra minutos antes de la destrucción total de su hogar y, al parecer, de su raza. Así Kal-El se cría como Clark Kent, un jovencito con poderes especiales que no logra controlarlos y que, por eso, es tratado como un fenómeno. No importa lo que sus padres, Jonathan y Martha Kent (Kevin Costner y Diane Lane, respectivamente) le digan, él sabe que es especial, y cuando la verdad le sea revelada, comenzará un viaje para conocer sus orígenes y, además, para ocultarse. Pero en cada lugar sucedió algo que lo obligó a utilizar sus poderes y a volver a desaparecer como un paria entre las sombras. Pero la llegada del General Zod (Michael Shannon) y Faora (Antje Traue), otros dos hijos de Kripton, obligarán a Clark a salir del closet y, gracias a los sabios consejos que la conciencia de su padre natural (Russell Crowe) le da, el hombre que vivió más de tres décadas entre nosotros se pone el uniforme de la esperanza (eso quiere decir la S de su traje en kriptoniano) y sale a luchar por la raza que lo alojó, no sin miedo a ser temido y expulsado de la sociedad. Y ese es el punto más fuerte que tiene Superman: Hombre de Acero. No nos construye la historia alrededor de Clark Kent, sino de Kal-El, de Superman, que debe convertirse en ese Clark ñoño y torpe que todos conocemos. Él naturalmente no es así, él es especial, y disimular eso es su verdadero superpoder. Pero pese a este punto fuerte, y a un buen puñado de buenas escenas de acción, la película termina pareciendo una simple historia de inicios. Más original, con un argumento relatado a través de breves flashbacks en lugar de mostrarnos tooodo de nuevo, pero una historia de inicios al fin. Y eso, para un personaje tan establecido, ya aburre. Otro dilema es la seriedad: Superman puede darse el lugar de ser una película más pochoclera y explosiva, y no necesita para nada esas tomas "artísticas" que tanto le gustan a Zack Snyder, ni tampoco tanta solemnidad a su alrededor. Si, estuvo muy bien cómo adoptaron el código moral de Kal-El, pero lo llevaron a la seriedad extrema. Lo "Nolanizaron" a là Batman. Y es algo que al extraterrestre no le cae muy en gracia. Por último, los personajes. Solo Superman y Lois llegan a importar, y apenas. Los demás están de decorado, y el nuevo Zod no es un villano demasiado temible. Es torpe, atropellado y paga sus errores de manera muy sencilla. Faora, por otro lado, es una asesina temible, y en ella recae el verdadero protagonismo en el rol de contrafigura. En definitiva, Superman: Hombre de Acero es la promesa, como lo fue Batman Inicia (Batman Begins, 2005). El camino para este héroe nunca estuvo tan despejado y claro y, admitámoslo, probablemente esta entrega esté al nivel de la original de Richard Donner. Pero aún le falta trabajo, le falta desarrollo y le faltan buenos enemigos. Lex, te necesitamos. Vení pronto a nosotros. @JuanCampos85
La mentira es una bola de nieve. Lucas (Mads Mikkelsen) es un hombre con dos caras, pero no en el mal sentido. Por un lado debe aparentar la felicidad frente a los chicos que cuida en la guardería en la que trabaja, pero por el otro tiene que enfrentar la soledad, la depresión y, a su vez, una lucha por la custodia de su hijo adolescente con su ex mujer. En este contexto, una nena, la hija de su mejor amigo, desliza una acusación aberrante contra Lucas, fundada apenas en confusión y algo de resentimiento ante ese hombre al que inocentemente ama. Así, las palabras de la chica formarán una bola de nieve que irá creciendo y creciendo hasta convertir a Lucas en un paria dentro de la ciudad en donde vive, sin posibilidad de defenderse. Porque ahora no importa que incluso Klara (Annika Wedderkopp) la nena que lo acusó al principio, diga la verdad. Él es el pedófilo y ella solo está confundida por el shock, o al menos, eso es lo que quieren creer todos. Thomas Vinteberg es uno de esos secretos a voces que siempre circulan entre los cinéfilos. Es un tipo extremadamente famoso dentro "del ambiente" (junto a Lars Von Trier fue uno de los padres del Dogma '95) y, aunque no aparezca en los créditos, es el responsable de La Celebración (Festen, 1998), una de las piedras fundacionales del estilo. En los últimos 15 años, Vinteberg demostró versatilidad en su cine, e hizo desde dramas complejos y hasta comedias livianas, pero siempre con un estilo marcado. En La Cacería (Jagten, 2012) el director vuelve al drama más trágico: el inevitable y, a su vez, evitable. El prejuicio y la mentira son las protagonistas de esta película brillantemente protagonizada por Mads Mikkelsen, que transmite desde su voz y sus gestos la indignación pasiva que siente por la situación en la que vive, mientras vemos cómo un caldero a presión está a punto de estallar en su interior. La sociedad y la cultura danesa vuelven a ponerse en la vidriera desde los ojos de Vinteberg, que marca el ritmo del costumbrismo del país escandinavo, desde las borracheras completamente avaladas hasta la cacería, un tema que en la película se toma tanto de forma literal como merafórica: A Lucas le gusta cazar ciervos, y a su vez, Lucas es cazado pero por su entorno más cercano, sin posibilidad de defenderse, sin chance de explicarse. La Cacería es desesperante. Logra generar empatía e indignación a la vez, y nos obliga a ponernos del lado del "malo", ya que, bueno, solo nosotros y Lucas tenemos la seguridad de su inocencia. Nosotros somos los que nos paramos delante de él y, a la vista de todos, defendemos al pervertido. Porque los chicos no mienten. @JuanCampos85