¡No hay nada más lindo que la familia unida! Cuando Stieg Larsson murió, en 2004, tenía tres libros terminados y sin publicar. Decía que era la Trilogía Millennium, y que era solo el principio de una serie de libros mucho más grande. Un infarto terminó con su vida y con el futuro de la saga, pero no por eso la saga iba a terminar allí también, junto con él. Es más, en un mundo necrófilo, en donde los artistas muertos venden más que los vivos, una obra de estas características no tiene más que futuro, y eso es lo que pasó. Primero llegaron las adaptaciones suecas de la saga y, un par de años más tarde, la primera entrega de esta trilogía cae en manos de David Fincher, que vuelve a meterse en el oscuro mundo de los asesinos seriales para contar la historia que habla de política, corrupción, ética y, sobre todo, de hombres que odian a las mujeres. Mikael Bloomkvist (Daniel Craig) es uno de los dueños de Millennium, una revista política de mediana importancia en Suecia. Su nombre, de golpe, se ve en todas las portadas cuando el empresario Hans Erik Wennerström (Ulf Friberg) lo denuncia por una nota publicada en ese medio en donde lo acusaba de cometer gravísimos casos de corrupción sin demasiadas pruebas. Wennerström gana y Bloomkvist pierde su credibilidad como periodista, pero una especie de "trabajo" le cae del cielo: el viejo magnate sueco Henrik Vagner (Christopher Plummer) lo contrata para escribir sus memorias. O eso es lo que debe decir en público, porque el verdadero trabajo es investigar qué miembro de su familia asesinó a su sobrina, Harriet Vagner, en la década del '60. A partír de allí, Blomkvist abre las puertas de una saga familiar en donde la oscuridad y la vileza son moneda común. Por otro lado, conocemos a Lisbeth Salander (Rooney Mara), una investigadora privada cuyos servicios fueron solicitados por Vagner para investigar a Bloomkvist y ver si le convenía o no contratarlo. El problema va a ser cuando el periodista se entere, y en lugar de largar todo e irse salga a buscar a esta prestigiosa hacker sociópata para que le de una mano en su caso. Con una fuerte crítica social (la violencia contra la mujer es uno de los ejes de la película) y con imágenes fuertes y difíciles de olvidar (y no para bien), La chica del dragón tatuado es una clásica obra sobre asesinos de David Fincher. Su mano se ve en prácticamente todas las escenas y, por supuesto, esto no está para nada mal. Rooney Mara es la estrella de la película (al igual que en la original sueca, que disparó a la fama a Noomi Rapace) y Daniel Craig se convierte en un excelente patiño, aunque de él sea el protagónico "oficial". Hay dos cosas destacables dentro de esta película: la primera es la secuencia de títulos, un videoclip con superproducción dirigido por el mismísimo Fincher, y la otra (sin ir más lejos) es el score, creado por los ganadores del Oscar Trent Reznor y Atticus Ross. Los paisajes grises y blancos de Suecia parecen mezclarse con los turbios y oscuros sonidos de fondo, creando un ambiente algo claustrofóbico, ideal para mantenerse al vilo en esta caza del gato y el ratón. En definitiva, La chica del dragón tatuado es una historia oscura llena de personajes facilmente odiables, en donde la sutileza no tiene lugar, y en donde el odio llega a niveles tan altos que hasta se podría oler en la sala de cine. Si les gustan las películas emocionales, que despiertan pasiones internas y dan ganas de gritar a la pantalla, ésta es la que tienen que ver.
¡La vida es una canción alegre! Los Muppets, estas brillantes criaturas de Jim Henson que lograron conquistar durante años la televisión, los cines, el merchandising y, en definitiva, el mundo, vuelven luego de varios años de silencio mediático (siguieron existiendo, claro, pero en otras plataformas, como DVD o internet) a la pantalla grande con una película alegre, feliz, llena de color y optimismo. Una película que hace que uno salga del cine con ganas de cantar y darle un ramo de rosas a una viejita. Una película que, conozcan o no a estas marionetas, deben ver. Pero vamos al principio. La película comienza presentándonos a Water, el chico (marioneta, mejor dicho) más fanático de Los Muppets del universo. Su hermano, Gary (Jason Segel) está en pareja con Mary (Amy Adams) y pronto cumplirán un nuevo aniversario de su relación, por eso planean un viaje a Los Angeles, en donde pasarán una velada romántica. Pero lo que iba a ser una vacación se termina convirtiendo en una salida de amigos cuando Gary invita a Walter al viaje para llevarlo a conocer el teatro de Los Muppets. Cuando llegan allí, ven que el lugar está abandonado y que, para colmo, un malvado multimillonario (Chris Cooper) quiere comprarlo solo para volarlo al demonio y excavar en busca de petroleo. Walter no permitirá eso, así que irá a buscar a la rana Kermit (ex René) para advertirle de la situación. Solo hay una forma de rescatar el teatro, y es juntando diez millones de dólares, ¿cómo podrán hacerlo? ¡Pues claro, reuniendo a todos Los Muppets en un teletón solidario! Pero hay un inconveniente: Miss Piggy no quiere volver, ya que es una empresaria editorial exitosa en Francia, Gonzo es un reconocido fabricante de sanitarios y Fozzie tiene una banda tributo a Los Muppets (Los Moopets) en Las Vegas. Todos tienen cosas que hacer, ¿querrán volver para recordar viejos tiempos y así salvar el teatr0? Con ese planteo arranca una película llena de gags cómicos, canciones, chistes tontos y guiños para los más veteranos. Y es que hay que admitir que esta entrega de Los Muppets está más orientada para los que tenemos de casi-treinta para arriba, ya que no hay una presentación de personajes ni una historia previa: el director James Bobin supuso que todos conocíamos a Los Muppets (¡y deberíamos!) lo cual no es un defecto, pero cierra un poco las puertas al gran publico. Hay muchos puntos altos en esta película, desde Chris Cooper rapeando hasta una decena de cameos que sorprenden y hacen reir muchísimo. Por eso mismo, no los voy a adelantar. Si quieren hacer algo bueno por ustedes, este fin de semana vayan a ver la película de Los Muppets. Cuando salgan, de verdad, van a sentir que el mundo no es tan malo como parece.
Una visión distinta sobre un ataque alienígena, pero con todos los lugares comunes de siempre. Sean (Emile Hirsch) y Ben (Max Minghella) son dos jovenes emprendedores que crearon un sitio web al estilo Forsquare pero específicamente de bares, ideal para jovenes turistas. Ellos, con la esperanza de hacerse millonarios, viajan hasta Rusia para ofrecer su producto, solo para darse cuenta que el tipo con el que se comunicaron, Skyler (Joel Kinnaman) les robó la idea. Frustrados, Sean y Ben deciden pasar la noche emborrachándose en Moscu. Casualmente, en el lugar adonde fueron a ahogarse en vodka, conocen a otras dos turistas norteamericanas: Natalie (Olivia Thirlby) y Anne (Rachel Taylor) con quienes en seguida entablan un diálogo. En ese mismo lugar también estaba Skyler, festejando por la buena recepción de “su” idea. Pero de golpe y sin ningun motivo aparente, la energía se corta y quedan a oscuras. Algo raro pasa, y deciden ir a ver al exterior. Allí ven incrédulos cómo una serie de luces baja del cielo y caen sobre nuestra superficie. Nadie sabe quiénes o qué son, lo que si pueden comprobar rápidamente es que son hostiles. Mientras dura el ataque, los cinco jovenes se meten en una bodega del bar, y permanecen allí, viviendo de latas, unos cuantos días. Al darse cuenta que no podrán quedarse a vivir encerrados y con miedo, deciden salir, sólo para ver que posiblemente ellos sean los únicos sobrevivientes de la invasión. Y como sobrevivientes, harán todo lo posible por sobrevivir y por buscar a más personas vivas en ese mundo devastado para ofrecer una resistencia a estos alienígenas luminosos. La última noche de la humanidad (The Darkest Hour) propone una invasión distinta. Escandalosa y apocalíptica, pero con una amenaza original: los extraterrestres son prácticamente invisibles a la luz del día, ya que parecen ser bolas de energía que tan solo destellan cuando la oscuridad domina el ambiente. Además, generan una especie de magnetismo que enciende todos los aparatos eléctricos que hay a su paso, lo cual pasa a ser la única forma de advertencia que tienen los protagonistas para saber si están o no en un lugar seguro. La dirección de Chris Gorak es correcta, y sabe manejar las escenas de acción y explosiones, algo en lo que seguramente tuvo algo de ayuda del productor general, Timur Bekmambetov, conocido director de Se Busca (Wanted) y la saga Guardianes del Día y Guardianes de la Noche. La película divierte, pero da la sensación de ser algo ya visto, de haberle dado apenas un lavado de cara a algo que, en esquema sigue igual. No es que nadie pretenda que las películas de este tipo sean la creatividad hecha cinta, pero la propuesta, original y poco común, termina convirtiéndose en la clásica película en donde los debiluchos terminan siendo el eje de la resistencia en contra de la amenaza externa. Algo altamente criticable a la película es que en lugar de gastar sus tomas recursos en los paisajes rusos, con su arquitectura tan peculiar y sus lugares conocidos, lo hacen tomando imágenes de los locales norteamericanos en el país, como casas de comidas rápidas o cafés. Eso parece querer decir “miren en dónde quedó la unión soviética, ja ja”, pero lo que el espectador comunmente piensa es “miren que imbéciles, en vez de filmar cosas nuevas y estéticas, filman lo mismo que pueden ver en su país”. En definitiva, si son fanáticos del genero, la última noche de la humanidad puede ofrecerles un buen rato de diversión, pero con seguridad seguirán prefiriendo otras obras de igual o menor calidad, pero con una propuesta más fresca.
Mi nombre es Hunt, Ethan Hunt. El cine de acción es, al cine, lo que el juego es a la vida. Es abrir la mente y permitir decenas de licencias irreales por minuto con el fin de divertirnos. Misión imposible: Protocolo fantasma es exactamente eso: diversión. Y no cualquier diversión, sino diversión explosiva. Diversión que hace que más de dos horas de película se pasen en un abrir y cerrar de ojos. Esto, claro, habla bien de la destreza de Brad Bird como director y, sobre todo, pone en un púlpito al increible elenco de la película: Tom Cruise es Tom Cruise, amado u odiado, el tipo sabe cómo hacer su papel. Con él están Jeremy Renner, Simon Pegg y Paula Patton, tres co-protagonistas que por momentos toman la posta del líder y que saben destacarse cuando la oportunidad les es dada. El humor, la sensualidad y la acción (y un poquitito del drama) caen en las manos de este reparto que acompaña y sostiene al protagonista. Pero para hablar de una película de acción necesitamos destacar al malo, y el malo en este caso es un actor que todavía no logró un gran reconocimiento en esta parte del mundo. Se trata del sueco Michael Nykvist, protagonista de la versión de su país de La chica del dragón tatuado, papel que interpreta Daniel Craig en la versión de David Fincher. Él se pone en la piel de Kurt Hendricks, un científico loco que piensa que la paz mundial solo puede lograrse luego de crear un holocausto nuclear. Pero no nos adelantemos, volvamos un poco y retomemos, desde el principio, el argumento central de Protocolo fantasma. La historia comienza con Ethan Hunt (Cruise) encerrado en una prisión serbia por motivos que no están del todo claros. Allí, sus compañeros Benji (Pegg) y Jane (Patton) comienzan una misión de rescate debido a que el IMF lo necesita para recuperar los códigos de activación de una bomba nuclear que le fueron robados al agente Hanaway (Josh Holloway). Para eso deberán viajar hasta Rusia, en donde son víctimas de una trampa (el mismísimo Kremlin vuela en mil pedazos delante de nuestros ojos) en la cual el IMF queda pegado. Por eso, la organización queda desactivada y ahora, si quieren hacer justicia, deberán hacerla a escondidas, con los recursos limitados y, en caso de ser atrapados, el gobierno de los Estados Unidos los condenará como terroristas. Y, para colmo, con las fuerzas rusas pisándoles los talones. De todas formas, para recuperar estos valiosísimos papeles también contarán con la ayuda de William Brandt (Renner), un tipo que no es quién dice ser, pero que se convertirá en una pieza fundamental de la misión. Así, entre balazos, autos que explotan, acrobacias indescriptibles, chistes y muchísimo vértigo, corre la película que los fanáticos de la acción pondrán en un pedestal, y que cualquier amante del cine sabrá valorar como una de esas obras hechas para ver y arengar al héroe entre gritos y pochoclos que vuelan. Hay que reconocerle a Bird una cosa: todo indica que él no quiso hacer una película de Misión imposible, sino tener su propia versión de James Bond en su curriculum. Es que, vamos: crísis nuclear, gadgets, enemigo ruso, galán como protagonista… ¿qué más quieren, que el malo acaricie un gato? Recién empieza el año, y es un placer arrancar con estrenos de esta talla que nos dejan un buen sabor de boca para arrancar un 2012 con el pie derecho, al menos, cinéfilamente hablando.
Amigos en las buenas, y en las malas mucho más. Hacer humor utilizando una enfermedad como el cáncer como disparador puede ser o muy fácil o muy difícil. Podemos agarrarnos de la incorrección, reírnos de la tragedia y no buscar mucho más que escandalizar al espectador con el humor más negro que podamos hacer. O, por el contrario, podemos hablarnos a la cara y decir y contar las cosas como son. Claro, es mucho más difícil y por supuesto que es más duro, pero el producto final es algo real y tangible. Eso es lo que vemos en 50/50, una historia ligeramente basada en la vida de Will Reiser, el escritor de la película. Adam (Joseph Gordon-Levitt) es un joven que vive una vida normal, tiene un trabajo decente, en donde -lamentablemente- tiene que tolerar al bobo de Kyle (Seth Rogen) y una novia hermosa (Bryce Dallas Howard). Pero su mundo quedará patas para arriba cuando le anuncien que tiene un extraño caso de cáncer en las vértebras, que lo deja con un 50% de posibilidades de sobrevivir. A partír de allí, todo cambiará. Su madre (Anjelica Huston) querrá estar con él todo el tiempo, su novia se irá alejando de a poco, y Kyle, su psicóloga (Anna Kendrick) y sus veteranos compañeros de quimio se convertirán en sus mejores aliados para enfrentar a la enfermedad. Narrada con delicadeza y con acidez, con ternura y con crueldad, 50/50 es una pequeña obra maestra contemporánea en la que el director Jonathan Levine demuestra que, cuando la historia es buena, la simpleza y los recursos accesibles son la mejor herramienta para llevarla a cabo. La amistad y las relaciones humanas (familia, pareja, etc) son los ejes fundamentales de esta obra en donde se analiza la reacción de los demás ante una tragedia propia: la solemnidad, la sobreactuación, el oportunismo y, sobre todo, el distanciamiento. Mirar para otro lado, se asegura, siempre, siempre, es lo más fácil de hacer. Joseph Gordon-Levitt ya no sorprende como actor, ya que no necesita seguir demostrando que merece un lugar entre los grandes, pero su interpretación, tan agridulce, desesperada, llena de amor y de odio reprimido, resulta irresistible. Recién empezamos el año, y de hecho 50/50 viene en la primera tanda de estrenos de 2012, pero no me tiembla el pulso en asegurar que, sin dudas, esta película será una de las más destacadas el próximo diciembre en los balances de fin de año. @JuanCampos85
Tiburones, jovenes en busca de diversión y un cineasta que se tomó todo muy en serio. Voy a empezar la nota con una apreciación completamente personal, con la que ustedes podrán disentir o compartir: hay solo dos formas de hacer cine utilizando criaturas (monstruos, animales peligrosos, etc) y son o aterrorizando (para no irnos muy lejos, Tiburón, de Spielberg) o tomandose todo con humor, como hizo Alexandre Aja en Piranha 3D. El director David R. Ellis (el tristemente célebre director de Snakes on a Plane) no cumplió con ninguno de estos dos elementos porque ni asusta y, al parecer, el hecho de que haya tiburones azotando las costas de un lago no es algo para risa. Pero dejemos la opinión de lado un segundo y hablemos de la película. Todo comienza a fin de curso, cuando un puñado de universitarios decide irse a la casa de Sara (Sara Paxton), una chica de familia adinerada que posee una coqueta cabaña en una isla. Allí, rodeados por el lago, planean beber, disfrutar de las vacaciones y hacer deportes acuáticos, pero todo se pincha cuando uno de ellos es atacado por un tiburón mientras disfrutaba del wakeboard. A partír de allí, ellos buscarán ayuda, y lo único que encontrarán serán más problemas, ya que un antiguo novio de Sara y su perverso amigo algo tienen que ver con todo este enredo de escualos. Claro que, mientras toda esta historia de amores fallidos y traiciones sucede, los tiburones siguen haciéndose un festín con los chicos. Como decía, el mayor problema de la película es la falta de humor. Está bien, puede sonar perverso de mi parte, pero -y pido perdón por lo repetitivo - recuerden Piranha 3D. Los límites de absurdidad a los que llegaba esa película la convertía en algo hilarante, y no solo eso, ya que también tenía algún que otro salto. Ni que hablar - y yendonos al demonio- de las películas producidas por Roger Corman de las que hablamos ayer, en donde absolutamente nada tiene sentido y, sin embargo, son una fuente de diversión inagotable. En Terror en lo profundo lo que nos encontramos es una mezcla entre Viernes 13, Hostel y si, algo de Tiburón, pero tan poco, tan sin sabor que se convierte, más que en un tributo, en una parodia realizada con triste solemnidad. En definitiva, si disfrutan ver este tipo de películas, si de verdad les gustan, no pierdan el tiempo con ésta. De verdad, el poco encanto que la rodea provoca que la única parte relativamente graciosa (y lease muy marcado el relativamente) es el rap tonto que puede verse después de los créditos. Si toda la película hubiera tomado ese perfíl, la historia (y esta review) sería muy distinta. @JuanCampos85
Mucho antes de su aparición en Shrek, el Gato con Botas (voz de Antonio Banderas) vivía en un orfanato de un pequeño pueblo. Allí conoció el amor gracias a su mamá adoptiva, y el valor de la amistad junto a Humpty Dumpty (voz de Zach Galafinakis). Ellos, inseparables, planearon durante toda la vida recuperar las habichuelas mágicas, llegar al castillo del gigante y robarse a la gansa que pone huevos de oro, pero algo se pudre entre ellos, y el Gato será quien pague los platos rotos. Un tiempo después, el Gato con Botas vuelve a su ciudad porque escuchó el rumor de que dos grandulones sanguinarios, Jack y Jill (voces de Billy Bob Thornton y Amy Sedaris) tienen en poder estas semillas mágicas, e intentará conseguirlas a como de lugar. Pero no será el único, ya que la temeraria Kitty Patitasuaves (voz de Salma Hayek) también las quiere, y no sólo para ella, ya que es tan solo el brazo de acción de un cerebro que funciona más rápido que el de todos: el de Humpty Dumpty. Ahora, en una supuesta tregua, los tres intentarán conseguir el preciado tesoro, para ascender a los cielos y tener riqueza infinita gracias a la gansa de los huevos de oro. Esta nueva producción de DreamWorks fue dirigida por Chris Miller, responsable de Shrek 3, que vuelve sobre su personaje favorito de la saga para contar algunas de las cosas que pasaron antes de cruzarse con el ogro, Burro y los demás. Si hay algo verdaderamente interesante en esta película es que no vemos a ninguno de los personajes de la saga de donde el Gato salió, sino que la desición fue que él sea el protagonista absoluto de esta historia, en su universo y en su lugar, y la desición no podría haber sido mejor, ya que sin dudas El Gato con Botas es una de las mejores películas animadas del año. Por empezar, las referencias a otras películas de aventuras y hasta de westerns son increíbles. Si se tiene un mínimo conocimiento cinéfilo, El Gato con Botas podrá disfrutarse el doble. Por otra parte, y al igual que otra película que tributó westerns (Rango), no es del todo recomendable para audiencias más pequeñas, porque si bien el humor muchas veces cae en las cachetadas, otras se convierte en algo bastante subido de tono. Si no les gusta explicar cosas incómodas, esperen unos añitos. Es posible que todo esto sea gracias a la pequeña manito que ofreció en la película otro confeso fan del personaje, Guillermo Del Toro, que también agregó algunas voces. Por su parte, Antonio Banderas y Salma Hayek asumieron sus roles con total naturalidad. Se podría decir que entre esos dos gatos hay una tensión amorosa nunca vista en un dibujo animado. Y, como si fuera poco, hay coreografías. Con gatos. Vuelvanse locos. En definitiva, si van a ir al cine en estos días, El Gato con Botas es sin dudas una de las mejores opciones. Y como consejo, les recomiendo que la vean en español (¡de verdad, es mucho más graciosa!) y en 3D, ya que los escenarios tienen una profundidad hermosa y pocas veces vista desde el boom masivo de esta tecnología. En otras palabras, no se la pierdan.
La historia de Bella, Edward y Jacob comienza a cerrarse en esta anteúltima entrega de la saga. Calificación: 2.5/5 Esta nueva película de la saga nos ubica momentos antes de la boda entre Bella (Kristen Stewart) y Edward (Robert Pattinson), cuando todo es felicidad para los Cullen-Swan, pero todo es oscuridad para Jacob (Taylor Lautner), que ve cómo el amor de su vida se arriesga casándose con uno de sus peores enemigos. Él, al principio, quiere intervenir, pero el líder de su manada se lo prohibe. Luego del casamiento, la feliz pareja se va de luna de miel a la isla de Esme, un lugar privado de los Cullen en las costas brasileñas, y allí Edward y Bella tienen relaciones por primera vez, algo muy peligroso, ya que el “salvajismo” del sexo vampírico podría herir a Bella. De este encuentro, Bella queda embarazada, pero algo no está bien: el bebé crece demasiado rápido, y parece consumirla en vida. Edward busca por todas las formas que aborte a esa criatura que está matándola, pero ella se niega. Este bebé se convierte en un peligro para la tribu Quileute, que le declarará la guerra a los Cullen por traer al mundo a una criatura hambrienta y sin control, y Jacob se parará en su contra, aliándose con el enemigo de la manada y, a su vez, encontrará a un nuevo e inesperado amor. Ese escenario es el que nos plantea esta primera parte de Amanecer, la última entrega de la Saga Crepúsculo. Desde que comienza, la película plantea al espectador una incógnita que nada tiene que ver con el argumento, sino con la producción: ¿era necesario dividir en dos partes esta conclusión? Es que, a lo largo de las dos horas que dura Amanecer, nos da a pensar que no pasa mucho en realidad, que todo se limita a tres o cuatro eventos importantes y lo demás es todo relleno. Por ejemplo, todo lo que es la previa de la boda, la boda en sí y la luna de miel, hasta el embarazo de Bella, parece más uno de esos videos de vacaciones que nos hacen ver ciertos (malos) amigos que una película. Y así con todo. Todo parece forzado, incluso la música, que aparece en los momentos y en las formas más inoportunas. De todas formas, cualquier cosa mala que se diga se verá opacada cuando el viernes Amanecer sea la película más vista del país. Esto está orientado a alguien, no a todos. Y ese alguien son los y las millones de fans que tienen tanto los libros como los actores, que llevó a las chicas en dividirse en equipos (Team Edward y Team Jacob). En definitiva, ésta es una película casi exclusiva para fans de la saga. Aquellos que no sean muy fanáticos de las películas van a aburrirse con esta larga declaración de amor que explota en la primer hora y con el drama que se desarrolla en la segunda. Pero los fans se van a emocionar con este nuevo escalón que nos acerca al final.
El agente más estúpido del MI7 vuelve para salvar al mundo. Calificación: 2/5 Rowan Atkinson es un genio de la comedia física. Con una cara, puede decir más que con páginas y páginas de guión, y eso es lo que más sabe explotar. Claro, también es un excelente actor, pero eso es algo que no vemos todos los días, y es algo que no veremos en Johnny English Recargado. Y es que la película parece configurada como un show de gags, en donde se salta de uno a otro como si fuera el show de Mr. Bean, olvidandose por momentos del argumento central, que si bien es simplísimo, se deja en un ridículo tercer plano. La historia nos cuenta como English se interna en un templo de monjes expertos en artes marciales luego de cometer un error tremendo que le costó la vida al presidente de Mozambique. Años después, el MI7 (servicio secreto inglés) vuelve a necesitar su ayuda porque sospechan que un grupo de terroristas planean matar al presidente chino. English, junto con su compañero, deberá atrapar a los conjurados, miembros del MI7, del CIA y de la KGB, que tienen un arma secreta que planean usar para el atentado. Y, de a poco, se podrá ver cómo la muerte del presidente de Mozambique y este nuevo operativo tienen más de un punto en común. El director de esta película fue Oliver Parker, un tipo acostumbrado a adaptar grandes obras de Shakespeare o Wilde al cine, y que no tiene muy claro cómo son los tiempos de la comedia. Porque, como marcabamos antes, la comedia se basa únicamente en gags prácticamente mudos en donde Atkinson está atrapado en algún embrollo idiota. Como Mr. Bean. De todas formas, algunos de estos momentos son hilarantes y, sobre todo, una escena paródica a la persecusión-parkur de Quantum of Solace que se roba la película. En definitiva, esta segunda entrega de Johnny English solamente funciona para fanáticos MUY fanáticos de Mr. Bean, de Atkinson y de la comedia liviana. También podría funcionar para algún que otro nerd, gracias a la aparición de Gillian “Scully” Anderson, pero prefiero dejar eso en las fantasías de cada uno. @JuanCampos85
Steven Soderbergh nos da un panorama realista sobre el fin del mundo. Calificación: 3/5 El cine nos llevó de viaje a través de los últimos días de la humanidad muchísimas veces: holocaustos zombies, guerras interminables, invasiones extraterrestres y otras intervenciones exteriores amenazaron con acabar a la raza dominante del planeta muchísimas veces. En esta oportunidad, Soderbergh nos pone en un lugar cercano, probable, que inquieta y, a su vez, nos parece mundano: un virus. En el mundo se vivieron decenas de epidemias que estuvieron más cerca del golpe mediático que de la amenaza real, y el director toma ambas posibilidades para crear Contagio, uno de sus últimos trabajos en la pantalla grande, antes de retirarse de la industria. Contagio nos cuenta cómo, a causa de una serie de casualidades (¿causalidades?) una mujer (Gwyneth Paltrow) se infecta con una extraña mutación de un virus que combina enfermedades de los cerdos y de los murciélagos, creando así una enfermedad nueva y sin cura. Ella es el detonante de una pandemia que amenaza con acabar a una buena parte de la población mundial. Este es el disparador para que Steven Soderbergh se centre en un puñado de historias: por un lado vemos a una científica que viaja a oriente (Marion Cotillard) para ver de dónde pudo salir este virus; por el otro, seguimos a los científicos más brillantes del planeta (Laurence Fishburne, Kate Winslet) en una carrera por descubrir el antídoto contra esta enfermedad mortal. Las historias más interesantes, sin embargo, recaen en el marido del personaje de Paltrow (Matt Damon) y en la de un Blogger (Jude Law) que denuncia que el gobierno esconde cosas en esta historia y que, por su lado, promueve una droga que asegura que es la cura definitiva, pero que no tiene apoyo oficial. Este es el escenario de lo que podría ser el fin del mundo: hombres comunes luchando contra una amenaza terrible, pero también común. El espectador es un infectado más en esta película, en donde no se nos da información adicional y que nos pone en el mismo lugar que los protagonistas: en lo incierto. Esto convierte a Contagio en una película sumamente humana, en donde los hombres son los peores enemigos de los hombres, en donde la miseria humana sale a la luz luego de que todos seamos condenados por ese virus desconocido. En donde la vida es algo efímero y donde la incertidumbre de un nuevo día recae en nuestras espaldas. Si bien, por momentos, la película se torna larga y aburrida, hay que reconocer que Soderbergh supo crear un espacio de miedo real en donde todos podemos identificarnos. La paranoia y la muerte son las protagonistas de esta historia, en donde no hay más cuco que el que cada uno lleva adentro. @JuanCampos85