Buen comienzo para lo que será una de las sagas más importantes de la década. Los comienzos del nuevo siglo estuvieron marcados por las sagas. Desde las precuelas de La Guerra de las Galaxias, pasando por Harry Potter y terminando en la Saga Crepúsculo, que tendrá su conclusión el próximo noviembre. Ahora, con el poco interés que hubo en otros intentos de franquicia (Eragon, Percy Jackson, etc), se está buscando desesperadamente una serie que pueda soportar el tiempo y que no se agote después de la primera parte, y al parecer eso fue hallado en Los Juegos del Hambre. La película está basada en la trilogía de libros escrita por Suzzane Collins, cuyas secuelas (En Llamas y Sinsajo) ya tienen luz verde. De hecho, la tercera entrega se dividirá en dos partes, tal como se realizó exitosamente en Harry Potter y Crepúsculo. En ella, se narra una historia post apocalíptica en un mundo devastado por una guerra nuclear. Estados Unidos ahora es Panem (un derivado del dicho latino Panem et Circences, es decir, Pan y circo), un estado totalitario comandado por el presidente Snow (Donald Sutherland) y dividido en distritos, 12 de ellos habitados por pobres, uno desaparecido luego de una revuelta y el capitolio, el hogar de la burguesía, gente que vive pendiente de las modas y, sobre todo, de Los Juegos del Hambre, un evento televisivo anual en el cual los distritos envían a dos jovenes Tributos (o, mejor dicho, dos sacrificios) para participar en una batalla a muerte. En esta ocasión, presenciamos la 74ta entrega de los juegos, en donde los Tributos elegidos del distrito 12 son Peeta Melark (Josh Hutcherson) y Primrose Everdeen (Willow Shields), la pequeña hermana de Katniss (Jennifer Lawrence). Al ver esto, la mayor no puede soportarlo y decide presentarse como voluntaria, ya que sabe que Prim no podría sobrevivir a la crueldad del evento. Peeta y Katniss se conocían desde hacía mucho tiempo, el problema es que ninguno de los dos sabe a ciencia cierta si lo recuerda. Pero si, lo hacen, y con algo más que cariño. Esto, claro, no le gusta nada a Gale (Liam Hemsworth), su mejor "amigo", pero nada puede hacer, y ahora sólo rezará desde afuera para que Katniss salga viva de la carnicería. Así, 24 Tributos salen al campo de batalla, pero lo que Katniss no sabe es que no sólo estará ahí representando a su distrito, sino que será la punta de flecha de algo mucho más grande, algo que movilizará a los pueblos y hará que la pasividad contra el régimen de Snow sufra un quiebre histórico. Los Juegos del Hambre (The Hunger Games, 2012) es una película de Gary Ross con un condimento especial: su director de segunda unidad fue nada más ni nada menos que Steven Soderbergh, su amigo personal y que, al parecer, no tenía nada mejor que hacer que filmar unas tomas en los bosques de Panem. El trabajo de ambos no se luce por su brillantez, pero es correcto, y hacen que una película de casi tres horas fluya como si nada, una tarea nada fácil en estos días. Como comienzo de la saga, Los Juegos del Hambre está muy bien. Tiene algunos problemas, como por ejemplo la casi nula participación del resto del elenco (formado por, por ejemplo, Donald Sutherland, Woody Harrelson, Lenny Kravitz, Elizabeth Banks, Stanley Tucci, Liam Hemsworth y Toby Jones, entre otros), pero es algo entendible, ya que la novela está contada en primera persona por Katniss, por lo que su visión, y lo que pasa en el campo de batalla, es siempre lo primordial. El tema es que, al hacerla cinematográfica, estos personajes deberían haber tenido otro peso, sobre todo el viejo ebrio de Haymitch (Harrelson), el entrenador de los chicos del Distrito 12 y ganador de la 50ta entrega de los juegos. Lo mejor de la película es que no está sólo dirigida a los teens, sino que no tiene reparos en mostrar sangre y violencia, algo similar a Harry Potter. Además, el mensaje sociopolítico de fondo no es algo para tomar a la ligera, ya que se convierte en el tema principal de la historia, superando por lejos el triángulo amoroso entre Katniss, Peeta y Gale. Claro, para alguien que ve cine, la comparación con Batalla Real y The Running Man es bastante previsible, pero pese a eso tiene las suficientes diferencias como para no ser un total plagio. La idea está, pero también hay miles de películas sobre, por ejemplo, zombies, y no necesariamente se plagian las unas a las otras. De hecho, la autora Collins dijo que la idea le surgió haciendo zapping en televisión entre imágenes de la guerra de Irak y un reality. Unió todo en su cabeza, y ¡bam!, la idea del millón de dólares. En definitiva, Los Juegos del Hambre es un gran acierto. Una película divertida, con toques de profundidad y muy bien actuada. Queda ver qué pasará con las continuaciones para confirmar si estamos siendo testigos de un nuevo fenómeno cinematográfico o es solo algo pasajero que quedará a mitad de camino en la segunda entrega. El tiempo y las taquillas dirán. @JuanCampos85
La fiesta inolvidable se convierte en un campo de batalla. En los tiempos que corren, en los Estados Unidos, el poder político vive un nuevo problema: la corriente Occupy (en inglés, ocupar), que se trata nada más ni nada menos que de una corriente social de gente (más que nada jovenes) que cansados de las políticas excluyentes, belicistas y demás asuntos de la cartera gubernamental, salen a tomar las calles. La más trascendente fue la que ocurrió en Wall Street hace unos pocos meses. Ahora, ¿qué pasaría si ésta ocupación no es una protesta, sino la fiesta más grande de todos los tiempos? Por ese lado va el argumento de Proyecto X (Project X, 2012), una película que nos cuenta cómo un grupo de rechazados de la secundaria se convierten en los personajes más populares de la ciudad gracias a una gran fiesta que dieron en su casa. La historia nos presenta a Thomas (Thomas Mann), Costa (Oliver Cooper) y J.B. (Jonathan Daniel Brown), tres amigos que deciden hacer una gran fiesta para celebrar el cumpleaños del primero, a su vez que intentarán subir su status social entre las paredes de su escuela, y, de paso, conseguirse alguna chica para pasar la noche. Al comienzo, Thomas solo busca algo pequeño, una fiesta en el patio a la que no más de 50 personas asistan, pero todo se va de las manos, y el reviente ocupa cada uno de los sectores de la casa hasta llegar a la mismísima calle. Allí, policía y vecinos se complotarán para hacer que esto termine, pero ¿podrán? La rebeldía y la fantasía de una fiesta eterna se enfrentan al orden y a sus fuerzas, en lo que termina siendo una batalla campal de botellazos vs. gases. Esta comedia, dirigida por el debutante Nima Nurizadeh y con la producción del responsable de la saga ¿Qué pasó ayer?, Todd Phillips, tiene algunos pasos acertados dentro de lo que es el humor-adolescente-drogón-virgen, pero falla en, bueno, todo lo demás. Es que, si bien el formato de cámara en mano no le cae del todo mal a la película, el mayor problema que tiene es que hay muy poca historia dentro de este compendio de imágenes-videoclíp en lo que, finalmente, Proyecto X se convierte. Hay más escenas montadas de gente bailando y tomando que de argumento y, finalmente, eso es lo que menos risas saca. Las escenas graciosas son las menos. Los personajes no están mal, y todos podemos identificarnos o identificar a cualquiera de ellos, pero tienen tan poco tiempo de desarrollo, y todo finalmente se convierte en algo tan poco creíble, que termina alejandonos hasta de aquellos a los que más simpatía les teníamos. En definitiva, si bien Proyecto X fue un éxito (no requería demasiado, ya que fue realizada con un muy bajo presupuesto) y su secuela ya está confirmada, no parece haber allí mucho más para explotar. A menos, claro, que vayan con cámaras a cubrir el nuevo Mardi Gras para un compilado de Girls Gone Wild. En lo que a cine se refiere, la historia estaba muerta antes de comenzar.
El infierno son los otros. En la obra teatral A puerta cerrada, el francés Jean Paul Sartre postula que el infierno no es un lugar lleno de azufre y demonios que nos torturan por toda la eternidad, sino que está mucho más a mano y es algo mucho, pero mucho, más vulgar: nuestro infierno, el infierno del ser humano moderno, son los demás, la gente que nos rodea, y estar encerrados con gente poco afín a nosotros puede ser lo más terrible que nos puede pasar. Con una postura similar, la dramaturga Yasmina Reza creó Un dios salvaje, una historia en donde dos parejas de padres, a puertas cerradas, discuten un accidente que involucró a sus hijos: uno le dió un golpe en la cara al otro y le rompió varios dientes. Lo que comienza como una educadísima puesta en común de la situación pasa a convertirse en una lucha verbal sin cuartel, en donde ya no es una pareja contra la otra, sino que se arma un todos contra todos en donde el juego de las complicidades va tomando diferentes matices: hombres contra hombres, mujeres contra mujeres, marido contra mujer, etc. Roman Polanski, en su adaptación, creó un ambiente completamente teatral, en donde los cuatro actores despliegan su verborragia en apenas un decorado: el interior del departamento, limitando las escenas fuera de él a apenas un par que no deben ocupar ni diez minutos del metraje. Encerrados a voluntad, a diferencia de los personajes de Sartre, estas dos parejas se exponen a los ataques de los otros que no solo van por el lado de cómo se cría a un hijo, sino que con el correr de la discusión comienza a tomar tintes más personales, llegando a la moral y a la filosofía de cada uno. Los participantes de esta reunión son, como mencionamos, cuatro: la pareja formada por los dueños de casa Penélope y Michael Longstreet (Jodie Foster y John C. Rilley) y la pareja compuesta por Nancy y Alan Cowan (Kate Winslet y Christoph Waltz). Los primeros son, de alguna forma, más mundanos: ella es una intelectual preocupada por los temas sociales de África y él un vendedor de elementos para el hogar. Los Cowan, por su parte, son una pareja de profesionales y, sobre todo en Alan, se ve el dominio del trabajo por sobre la familia en sus constantes interrupciones para hablar por teléfono con sus clientes, los dueños de un laboratorio que lanzaron al mercado un remedio que puede llegar a ser peor que la enfermedad. Los problemas de la modernidad, la incomunicación, los egos y el orgullo son los temas principales de esta historia, en donde pronto la pelea de los chicos queda en segundo plano para dar rienda suelta a una crítica social en donde nadie se salva. Todos, a su manera, pecan de algo, y todos son igualmente expuestos ante el brillante ojo de Polanski, que no solo logra captar absolutamente todo con una sencillez poco vista en él, sino que logra exprimir hasta lo último a sus cuatro intérpretes que dan una de las mejores actuaciones de sus vidas. @JuanCampos85
Katherine Heigl intenta explotar nuevamente la comedia de acción, pero queda a mitad de camino. Stephanie (Katherine Heigl) es una mujer que está en la quiebra económica y moral. Por eso, acudirá a su primo Vinnie (No, no es Joe Pesci , es Patrick Fischler), que la acomodará en el negocio de los garantes de fianza. Allí volverá a encontrarse con un viejo conocido, Joe Morelli (Jason O'Mara), un policía acusado de asesinato con quien Stephanie tuvo algo en la adolescencia. Así, y con los consejos de Ranger (Daniel Sunjata), Stephanie se convertirá en una cazarecompensas un poco torpe y con bastantes conflictos (familiares, de trabajo, etc), pero se pondrá entre ojo y ojo la misión de cazar a Morelli, solo para darse cuenta que pese a cualquier acusación que él tenga, la vieja chispa aún sigue encendida. Sólo por dinero (One for the Money) es una adaptación de la primera de una serie de tres novelas de Janet Evanovich. Tanto este libro como los siguientes (Two for the Dough y Three to Get Deadly) fueron best sellers internacionales, que permanecieron en el ranking de más vendidos durante más de 70 semanas. En esta adaptación hay que reconocer que se hace justicia al texto de Evanovich, pero falla por tres elementos clave: el primero es Katherine Heigl. Su interpretación de heroína de acción aún no está del todo cocinado. Si bien es la segunda vez que hace un papel similar (recuerden Asesinos con estilo, junto con Ashton Kutcher), nos cuesta separarla de la comedia romántica y de Grey's Anatomy, y se nota que a ella también. El segundo problema es el tiempo. No el de la película, sino el momento en el que sale. Hace no tanto se presentó El caza recompensas, con Gerard Butler y Jennifer Aniston, y pese a que cambian los roles, es prácticamente la misma película. Claro, la novela de Evanovich fue antes, por lo tanto, Sólo por dinero sería la más original, pero eso en el gran público pasa desapercibido, y lo que la mayoria notará es el alarmante parecido entre las dos cintas. Por último, el tercer problema, y posiblemente el más destacable, sea su formato. No está mal, claro, pero da la sensación de que quedaría mucho mejor separado en episodios y emitidos por un canal de televisión. De hecho, la directora Julie Anne Robinson estuvo detrás de decenas de episodios de Grey's Anatomy (junto con varios integrantes del elenco de ésta película, ¿casualidad?), Weeds, Pushing Dasies y muchas otras, lo cual explica el lenguaje que maneja en cámara que, repetimos, no está mal, pero falla para la pantalla grande. En definitiva, en cuanto a diversión, Sólo por dinero sale bien parada, ya que las escenas de acción y las cómicas están bien pensadas, pese a ser muy inocentes para una película de este estilo. Por el otro, tiene ciertas fallas que dejan las buenas intenciones del elenco y la directora a mitad de camino, por lo cual nos deja cierto sabor amargo. Pero, hey, si lo único que buscan es pasar un rato, reirse un poco e irse, definitivamente la película no los va a defraudar. @JuanCampos85
Huele a espíritu adolescente. Andrew (Dane DeHaan) es un adolescente con muchísimos conflictos. Su madre está muy enferma, su padre es un idiota y vago que vive maltratándolo y él no es exactamente el chico más popular de la escuela, por lo cual sufre los constantes abusos de sus compañeros. Su único amigo (o algo así) es su primo Matt (Alex Russell) y más recientemente con Steve (Michael B. Jordan), el ejemplo de popularidad en la clase, candidato a presidente de los alumnos. Una noche, ellos encuentran una misteriosa caverna en donde no pueden evitar meterse. Allí se toparán con una roca brillante que nunca habían visto ¿Qué es? Nadie lo sabe. Lo que si saben es que al día siguiente se despiertan con poderes sobrehumanos, como la capacidad de mover objetos con la mente y de volar, entre otras cosas, y que el lugar en donde se habían metido ahora está cubierto y custodiado por la policía. Entonces, ¿qué pueden hacer tres jovenes con superpoderes? Presumir de ellos. Al comienzo, claro, en secreto. Juegan bromas pesadas y se filman haciéndolo, pero a medida que sus cualidades van aumentando, se ponen más ambiciosos creando así un peligrosísimo juego en donde Andrew es la pieza más letal. Y es que, al igual que Magneto de los X-Men, él ve estos poderes como un nuevo grado de evolución, convirtiéndolo en algo más que el resto. Poder sin límites (Chronicle) es una película de Josh Trank, un cineasta que debuta en la pantalla grande, y con el pie derecho. Y es que su obra, pese a no contar con grandes recursos técnicos (es filmada con cámara en mano desde dos puntos de vista, el de Andrew y el de Casey (Ashley Hinshaw), una blogger a la que Matt quiere enamorar) cuenta una excelente historia, real dentro de su irrealidad y, sobre todo, atrapante. En sus apenas 80 minutos, Poder sin límites habla mejor de la adolescencia y de la corrupción del poder que muchas obras literarias que gastan tinta y papel para no llegar a un punto tan claro. Gracias a su espíritu independiente y a sus paisajes de Seattle, Poder sin límites también esconde cierta nostalgia para aquellos que viven por y para la cultura alternativa, convirtiéndose sin dudas en una película que ocupará un rincón especial en la historia del cine de culto del siglo XXI.
Robert Rodríguez vuelve a una de sus franquicias más exitosas pero sin demasiadas novedades. Cuando salió la primera entrega de Mini espías, allá por 2001, evité verla. Fue un poco por prejuicio (tenía 16 años, no iba a ver una "película para nenes") y un poco por falta de oportunidades. Lo mismo pasó con sus subsiguientes secuelas, que salieron con un año de distancia entre ellas. Ya más grande, en 2008 o 2009, enganché en cable la segunda entrega y me quedé viendola. Al día siguiente, alquilé las otras dos. Créase o no, me había convertido en un fanático de Mini espías. Es que el desenfado, el humor tonto y las aventuras, además del entorno caricaturesco, me atraparon desde algún lugar nostálgico. Siempre ví esta saga como una especie de Inspector Gadget moderno, y teniendo en cuenta que las adaptaciones al cine de este gran personaje fueron lamentables, esto era lo más cercano que tenía. Ocho años después de la tercera parte, Robert Rodríguez decidió volver a su éxito y realizó Mini espías 4: Los ladrones del tiempo. La formula es prácticamente la misma, los chistes muy similares y los gags dignos de Bugs Bunny siguen estando allí. La historia, en general, es también idéntica, solo que en este caso la única detective (en un comienzo) es Marissa Wilson (Jessica Alba). Ella, a minutos de entrar en el quirófano para tener a su primer hijo, detiene a Tick Tock, un villano que intentó robar datos cruciales para comenzar el proyecto Armaggedon, un plan malévolo que le robará (literalmente) el tiempo al mundo. Luego del parto, Marissa decide retirarse y dedicarse a su familia, ocultando su vida como heroína. Su hogar está formado por su marido Wilbur (Joel McHale), un conductor televisivo que busca el éxito con un programa que propone cazar espías, y a sus dos hijastros, Cecil y Rebecca (Mason Cook y Rowan Blanchard). Con la segunda no tiene una gran relación, ya que todavía lamenta la pérdida de su madre biológica y no termina de aceptar a Marissa dentro de la familia. Su forma de expresarlo es a través de bromas pesadísimas. En medio de su retiro, Marissa se entera que el proyecto Armaggedon volvió a marchar y que el villano detrás de todo esto es el Guardián del tiempo, el jefe de Tick Tock, que buscará robar el tiempo para sus propios fines. El tema es que para marchar con su plan necesitan una piedra caida del espacio que está en poder de la hijastra de Marissa. Por eso irán a buscarla, pero en ese momento el secreto de mamá es revelado y los chicos huirán automáticamente hacia el centro de mandos de la agencia de seguridad en donde trabaja, la OSS, escoltados por Argonauta, su perro-robot (con la voz de Ricky Gervais). De más está decir que a partír de allí los chicos se involucrarán en el caso y, con la ayuda de los anteriores Mini espías, Carmen y Juni Cortéz (Alexa Vega y Daryl Sabara, ahora veinteañeros) intentarán detener al malvado Guardián del tiempo. Hay dos problemas grandes con Mini espías 4: el primero es que hartan (literalmente, hartan) todas las referencias al tiempo que se dan en la película. No solo por el caso en sí, sino que cada tres frases se hace alguna metáfora o juego de palabras que involucra al tiempo que aburren antes de la primera media hora de la película. El segundo conflicto es que, si bien la película no está nada mal, es lo mismo que las anteriores entregas. No hay nada novedoso ni destacable, solo chistes y recursos repetidos. Pese a eso, y si no se tienen muy en cuenta a las anteriores partes, Mini espías 4 funciona, y será una película que los chicos de entre 7 y 11 años sabrán apreciar más que cualquiera de los que se sienten a escribir una review.
El terror más clásico vuelve a la pantalla grande. Luego de un tiempo en donde las torturas y el dolor físico se apropiaron de las carteleras de terror, parece que de golpe una forma más tradicional de asustar comienza a dominar las pantallas. Pese a haberlo hecho de una forma no-tradicional, el boom de Actividad Paranormal nos encierra en el no saber qué pasa, en la amenaza de los fantasmas y no en un sádico amputador de piernas. En esta misma línea, La noche del demonio (Insidious) fue también punta de lanza, ya que casi tributando el horror de los '80 creó lo que será una nueva franquicia que continuará en 2013. Ahora, y desde la casa del terror mundial, la productora Hammer de Inglaterra, el director James Watkins (responsable de la escalofriante Eden Lake) nos trae una adaptación de un libro de fantasmas escrito por Susan Hill, La dama de negro. En la historia, ambientada a principios del siglo XX, conocemos al abogado Arthur Kipps (Daniel Radcliffe), un joven viudo que vive junto a su hijo Joseph (Misha Handley) y la niñera Stella (Sophie Stuckey). A él le es asignado un nuevo trabajo relacionado a la propiedad en donde pronto pasará un tiempo bastante oscuro. Allí verá la figura de una mujer vestida de negro, algo que para su mente racional no puede ser más que una intrusa. Es por eso que decide denunciar el hecho a la policía, en donde se entera-de una forma traumática- la leyenda de "la mujer de negro", un fantasma que viene a quitarle la vida a los chicos en venganza por el que le fue arrebatado. La batalla entre el abogado y el fantasma se hará cada vez más dura. Él intentará salvaguardar su trabajo, ignorando a todos los locales que le piden que se vaya, mientras es testigo de cómo muchos niños se suicidan, bajo las órdenes de este espectro resentido. Con esa base, y no con mucho más, se sostiene toda la película, que casi tributa a los clásicos de fantasmas de la historia del cine con largas escenas sin diálogos y con mucha tensión, con un uso de imágenes y sonidos raramente vistos en el cine moderno y, sobre todo, con una historia sencilla y sin demasiadas vueltas de tuerca. A veces menos es más, dicen, y en este caso funciona. Es por eso que si son fanáticos del género del terror, y quieren pasar un buen rato cargado de sustos, La dama de negro es el estreno que deben ir a ver sin falta.
Ascenso y caída de uno de los personajes más polémicos de Inglaterra. Margaret Tatcher fue un ícono, eso es innegable. Fue la primera mujer que llegó al gobierno en Inglaterra y lo hizo sólo con su carisma y su fortaleza. También es cierto que su gobierno fue, objetivamente, uno de los más terribles que tuvo el país, dejando miles de desocupados, cerrando fábricas y, como si fuera poco, metiendose en una guerra con Argentina que, si bien ganó, le costó millones de libras y miles de vidas. Al ver la película, nos sentamos sabiendo el final, y es que si bien la ex primer ministro aún vive, está derrotada. La dama de hierro nos presenta a una anciana con serios problemas psíquicos. Aún piensa que está en el gobierno, olvida cosas y tiene permanentes visiones de su marido muerto, que aparece para provocarla durante toda la película. Allí, desde lo más bajo y lo más triste, comienza a recordar sus años jovenes, cuando era la ayudante de su padre en el almacen. Más tarde llegaría la política y un lento y marcado ascenso a lo largo de los años que la llevaría hasta el mayor cargo. Meryl Streep se pone al hombro prácticamente toda la película, dejando a los demás actores en un nivel secundario, o hasta terciario. Es verdad que Alexandra Roach, que interpreta a la Margaret joven, y Jim Broadbent, el marido-fantasma de la señora, tienen un importante destaque, pero desde el principio, el guión fue escrito solo para ella. La directora Phyllida Lloyd hizo una película sin muchas sorpresas en cuanto a la narrativa. La dirección está bien y las imágenes de archivo que utiliza son interesantes, pero a primera vista no es nada demasiado distinto a lo que hizo Tom Hooper en El discurso del rey. De hecho, hay una escena en donde Margaret realiza entrenamiento vocal que parece calcada. En definitiva, La dama de hierro es una muy buena película que no se casa con nadie. Porque los que algunos pueden ver como "la valentía de una mujer", otros lo verán como "la tozudez de una mujer". En donde algunos verán coraje, otros verán resentimiento; y así. Si les interesa la historia, y quieren dar un paseo en la trágica (porque, en el fondo, es trágica) vida de Tatcher, ésta es la mejor manera.
"La misma bosta de siempre, ahora en 3D" Estamos rodeados de entretenimiento: televisión, radio, internet, medios escritos. Todo nos invita a despejar la cabeza, ya sea vacua o intelectualmente, y eso es lo que plantea desde el principio esta película que, más que película, es una sucesión de segmentos con una línea conductora. Aquí, a diferencia del programa de televisión, no lo vemos a Peter presentando a sus personajes, sino que es Violencia Rivas (justamente, uno de sus personajes), la pionera del punk argentino, la que sirve como centro para explotar el planteo "filo-comunista" en contra del entretenimiento. Los personajes que explotaron en televisión y en youtube, como Bombita Rodríguez, Jesus de Laferrere, Mickey Vainilla y otros dicen presente en la pantalla grande, y básicamente lo que hacen es lo mismo que en sus ya históricos gags ("la misma bosta de siempre", como dice Saborido). La diferencia, claro, está en la inversión del fílmico, los nuevos recursos y, sobre todo, el 3D, muy funcional con la película y realmente bien hecho, pese a ser la producción argentina hecha con esta tecnología. Hay gags que, como en la televisión, funcionan mejores que otros. Bombita Rodríguez, por ejemplo, es lo más alto de la película; mostrando en forma documental cómo este cantante popular montonero llevó al peronismo a Hollywood. Por otro lado, el sketch de Jesus de Laferrere se convierte en algo largo y repetitivo que, finalmente, no va hacia ninguna parte. En sí, esta primera aproximación del programa al cine, dirigida por Pedro Saborido, uno de los cerebros del programa, sale venturosa gracias a cierta frescura que supieron mantener, pese a explotar los mismos recursos que en su programa semanal. Es decir que, más allá de algunos altibajos, la película funciona. Esto, claro, es para aquellos que no sean fieles de Diego Capusotto. Para los fieles no hay más que decirles que corran al cine porque, lo que buscan, lo que quieren ver, está ahí.
El policial dice presente esta semana en las carteleras argentinas con un muy buen representante para el género. Un hombre se levanta, va tranquilamente hacia un hotel, pide una habitación y un desayuno de reyes. Apenas termina el banquete, escribe una nota y se para en la cornisa del edificio, a más de setenta metros de altura, y la gente comienza a mirarlo ¿Qué busca ese loco?, ¿atención o realmente quiere suicidarse? No, lo que Nick Cassidy (Sam Worthington) busca es justicia. Es que Nick solía ser un agente ejemplar, hasta que un día se lo acusó injustamente del robo de un valiosísimo diamante, propiedad del magnate David Englander (Ed Harris), un tipo que tiene prácticamente comprada a la policía. Luego de un tiempo de prisión, encuentra la forma de salir en libertad y junto a su hermano y la novia (Jamie Bell y Genesis Rodríguez) idean un plan para probar su inocencia. Pero no estarán solos en esto, ya que lo primero que solicita Nick para no saltar al vacío es la presencia de la negociadora Lydia Mercer (Elizabeth Banks), una mujer que está pasando por un pésimo momento a causa de un suicida al que no pudo rescatar. Ella escuchará a Nick, y le tomará la mano en esta empresa, mientras que la policía busca todas las formas de hacer que salte o, por el contrario, sacarlo de la vista para borrarlo del mapa. Al borde del abismo es el primer trabajo como director de ficción de Asger Leth, quien empieza con el pie derecho una carrera que promete, y es que la película tiene todo lo que promete: tiene mucho suspenso, tiene acción, muy buenas persecusiones y algo de humor como para descomprimir el asfixiante ambiente de la ley corrupta y la manipulación de medios. Por momentos, esta cinta nos recuerda a El mediador, aquella película que protagonizaran Samuel L. Jackson y Kevin Spacey a fines de los ’90 que también ponía a un ex agente de policía en la mira por un crimen que no cometió, y a un negociador que se pone de su lado para descubrir el entramado que hay detrás de eso. Pero esta similitud no es del todo mala, y es que no hay demasiadas formas de hacer una película de acción creatíva. Todas tienen algo de otras y está bien que eso pase, por eso Al borde del abismo es una película que, en definitiva, está bien y que dejará satisfechos a todos los que vayan a buscar una hora y media de cine tenso y explosivo.