No Dormirás: Entregarse al miedo. Thriller de terror psicológico con Belén Rueda y Eva de Dominici en el que una joven actriz se brinda por completo a una propuesta teatral que promete llevarla más allá de los límites conocidos. En 2010, una pequeña película uruguaya daba la vuelta al mundo de festival en festival. La Casa Muda, debut independiente del director Gustavo Hernández, hacia girar cabezas y colocaba a un cineasta de género latinoamericano en la envidiable posición de rozar codos con el cine internacional. Aunque se hizo tiempo para dirigir Dios Local en 2014, producción de mayor envergadura y calidad que aún así no logro hacer tanto ruido en su momento, el resultado de esos contactos culmino en esta triple co-producción internacional (Uruguay-Argentina-España) que significa un enorme paso adelante para la carrera del director uruguayo. No Dormirás es un thriller de terror psicológico protagonizado por Eva de Dominici, interpretando a una joven actriz al que le cae del cielo una oportunidad única en su carrera justo en un momento personal y familiar delicado. Una propuesta teatral que la seduce y pone nerviosa a la vez, entregarse en las manos de una renombrada dramaturga (Belén Rueda) que la llevara a los limites físicos y más allá. A pesar de que el insomnio como disparador de terror suene gastado, los personajes y la historia la mantienen bastante más interesante que lo que a priori podría sospecharse. Es importante destacar que, aunque el film se publicita como una cinta de terror, intenta (y en algunos puntos logra) entregar mucho más que solamente miedo. Es un film que aspira a hacer mucho más que solo asustar, y aunque tiene bastantes secuencias de terror y varios jumpscares bien construidos, esta claro que la prioridad para la cinta son sus personajes y la historia que permite desarrollar sus temáticas. El abandono, así como el sacrificio por el arte y el oficio, son algunos de los temas trabajados en esta producción. Con el tamaño de la misma, es algo para resaltar: se nota que Hernández es un director de películas pequeñas y personales, que se encuentra fruto de su trabajo con la chance de hacer una producción gigante (para los estándares de género). Por supuesto, que eso viene con pros y contras. La parte técnica, con un excelente trabajo de fotografía, trabajo de cámara y secuencias en un solo plano que recuerdan vagamente al trabajo de James Wan, y de arte que bajo la dirección del director uruguayo forman una red de contención para mantener la película a flote cuando el guion le suelta la mano. No hay jumpscares fáciles y rápidos, lo sustos son construidos con la paciencia de un pulso justo. El departamento de arte además de crear un espacio físico que transmite todo lo que necesita la película, conspira junto a la dirección, el trabajo de sonido y la fotografía para crear la ambientación de terror que tan vital resulta en cualquier propuesta de género como esta. Los problemas de la cinta vienen por otro lado… Aunque a grandes rasgos el elenco cumple una buena tarea, los personajes más erráticos (puntualmente los de Eugenia Tobal y Juan Manuel Guilera) sufren que el guion y el montaje no hayan logrado ensamblar una experiencia concisa. La película sufre tener algunas escenas aisladas, secuencias de sustos que quedaron en el corte final aunque termino cortándose la escena que estaba alrededor de las mismas. Problemas de guion que evidentemente se empeoraron a la hora de la edición, dejando sustos colgados y personajes que más que inquietar por su comportamiento transmiten dudas en la producción. Esos momentos negativos se sienten, pero aún así los actores (incluso con los dos recién señalados) solo causan un impacto positivo en la cinta, incluso hablando de roles menos centrales como los de Germán Palacios o Natalia de Molina. Es una historia que, a fuerza más que nada de la propuesta y el concepto, se las arregla para dejar buenas sensaciones. Un film bastante irregular que provee a cualquiera con argumentos suficientes para salvarla o condenarla. Por momentos tambalea, pero No Dormirás se mantiene centrada en lo que quiere contar y, a pesar de tener que equilibrar sus flaquezas con sus varios puntos fuertes, se las arregla para meter más que unos cuantos sustos en el proceso. Una propuesta que se aprecia dentro del panorama moderno de terror en el que casi toda producción trata de hacerse lo más barata posible, y que al mismo tiempo no tiene miedo a entregar algo distinto a lo que la mayoría puede ir a buscar a la sala.
La Rueda de la Maravilla: Los trágicos colores del amor Como ya es usual, Woody Allen nos trae un particular romance de época con un elenco estelar: Kate Winslet, Justin Timberlake, Juno Temple y Jim Belushi. Pocos directores combinan un estatus de icono intocable con una prolífica filmografía que se extiende durante varias décadas. Sin duda alguna Woody Allen es sinónimo de cine en todo el mundo, e incontables colegas (en todo rol cinematográfico) se mueren por colaborar y sacar provecho de uno de los nombres más importantes de la industria. Así es como cientos de productores, cineastas y actores, continúan protegiendo, minimizando y haciendo la vista gorda ante las tan serias acusaciones. Uno juzga películas como el objeto que son, pero también se puede tomar el atrevimiento de señalar que por más bueno que un producto sea, la normalización de tales crimenes es quizás un precio demasiado alto a pagar. Polémico el artista, polémica la obra, es importante saber cuando (y hasta donde) separar las cosas. Queda en cada uno como hacerlo. Como en los últimos años, Allen vuelve a crear un romance de época que (como incluso en sus clásicos de antaño) decide mostrar un amor agridulce. No cuesta mucho ver el aprecio del cineasta por el momento y lugar retratados: los muelles de Coney Island en los ’50 transmiten de forma impecable la nostalgia de sus realizadores. El vestuario, la música y por supuesto las locaciones realmente lo llevan a uno a perderse en una ambientación tan colorida como atrapante. Aunque la realización del proyecto sea de especial calidad, es realmente difícil obviar el hecho de que la verdadera estrella de la película es su estelar elenco: mientras Justin Timberlake y Juno Temple hacen un gran trabajo al ser casteados en papeles casi ideales, es imposible estar a la altura del brillante trabajo que Kate Winslet (esperable) y Jim Belushi (pequeña sorpresa) entregan. Pero por supuesto, por más buenas que sean las interpretaciones, deben estar sostenidas no solo por un buen guión sino también por una visión técnica. La colaboración con el genio de la fotografía Vittorio Storaro (Apocalypse Now) sin dudas le devolvió al trabajo de Allen la chispa que hace mucho tiempo le estaba faltando (sacando Blue Jasmine, Midnight in Paris y si quieren Match Point, hace décadas que el trabajo del iconico director es más yerros que aciertos). Cafe Society marcó la primera vez del dúo trabajando juntos, y aunque obtuvo buenos resultados visualmente es en esta ocasión cuando finalmente la maestría cinematográfica de ambos conspira en unisono para entregar una experiencia excepcional. Aunque suenen a palabras mayores, es una colaboracion que recuerda a los grandes clásicos realizados junto al enorme Gordon Willis. En su anterior film Vittorio convenció a Woody de que no era un pecado grabar en digital en lugar de fílmico, y en esta segunda ocasión resulta impresionante ver que se utilizan técnicas tan modernas que incluso hacen posible señalar un punto de comparación entre Woody Allen y David Fincher (por más bizarro que parezca). En la casa que resulta casi protagonista del fin, la de los personajes de Winslet y Belushi, nos encontramos no solo con brillantes colores de neón bañando de emociones las escenas, sino también con fondos realizados por computadora y levemente fuera de foco para engañar al ojo y la mente, muy ocupados con la narrativa desarrollándose. Como mínimo, en la película destaca además de los colores un elegante trabajo de cámara que siempre tiene detrás un propósito narrativo, no hace más que agregar o elevar la historia llena de gangsters y desamores. Por más nombres que haya en el poster, un gran elenco no seria tan alentador si no estuviesen interpretando una variedad de interesantes personajes. Las actuaciones e interpretaciones con acierto tras acierto en casi todos los casos, si de algo sufre la cinta es con una decisión casi tradicional del director: la narración. A diferencia de la repetición de música de época, tan insistente como la narración por parte del personaje de Timberlake, los monólogos del guardavidas no terminan de funcionar. Mientras que la música es breve y nunca intrusiva, la labor del joven actor y musico encuentra en sus recurrentes diálogos a cámara el único punto débil en una performance realmente solida de su parte. Una lástima ya que muchos rápidamente pondrán toda la culpa en él y señalándolo negativamente entre el resto del talentoso cast. Pero por supuesto, como suele ocurrir en los grandes éxitos del cineasta emblemático de Nueva York, la gran estrella es sin dudas su protagonista femenina: en este caso interpretada por una intensa Kate Winslet. No por nada ha declarado que este es “uno de los personajes más estresantes” que le tocó interpretar en su carrera. Un personaje errático y explosivo que sirve como un volátil centro de la historia, encargándose de unir una trágica historia que habla de las tantas veces que el amor sale mal. Como segunda guitarra esta un inmenso Jim Belushi, entregándose por completo en un papel que le pide estar a la altura de Winslet en varias escenas, y dándolo todo para que ella pueda brillar como se debe. En un film de relaciones y decepciones humanas, los personajes de Winslet y Belushi realmente hacen a la película. Algunos tendran sus dudas, pero La Rueda de la Maravilla puede ponerse a la altura de lo mejor del Woody Allen moderno. Una realización brillante que sirve para que la trágica y atrapante historia llegue a su mayor expresión gracias a personajes y actores que entregan algunas de sus mejores interpretaciones. Es un placer ver trabajos de este director en los que, aliado con un director de fotografía más allá de los mortales, entrega una experiencia cinematográfica a la altura de sus guiones y personajes. Suerte por él, ya que su habilidad como cineasta es lo que por ahora lo protege de enfrentar cargos y acusaciones realmente serias desde hace ya muchos años. La rueda de Hollywood sigue girando.
La Ley de la Jungla: Un cambio de ecosistema. Las penurias francesas de un par de pasantes perdidos en la selva… o quizás, la tranquilidad de saber que podrían morir en cualquier momento sin tener que seguir trabajando para el Ministerio. Marc llego tarde a la entrevista para aplicantes de pasantías del Ministerio, así que lo mandaron a la Guayana francesa a colaborar en el complejo de esquí con nieve artificial en el que el gobierno Francés planea volcar millones de euros. La Ley de la Jungla es una comedia surrealista de burocracia sigue a un protagonista con apego a las estructuras que se pierde en la selva amazonica. Paso de una selva a la otra, y es difícil saber en cual tiene menos chances de sobrevivir. Personajes coloridos, una seriedad irregular (por no decir casi inexistente) y un tono completamente irreverente son algunas de las armas que posee en su arsenal este film de comedia francés. Como buen heredero del linaje del cine francés, rechaza con poco respeto las estructuras convencionales del cine. Aunque esta decisión suele traer ocasionales momentos bastante particulares, en el buen sentido de la palabra, también provoca una total dependencia de los momentos y (sobre todo) de la mente creativa detrás del proyecto. Este tipo de cine depende demasiado de talento y brillante maestría, ya que carece de la base que proporciona el cine que la industria clásica lleva ejecutando hace muchas décadas. La película logra mantenerse entretenida, y ocasionalmente entregar sus buenas dosis de risas, gracias al tono que proporciona un guion dispuesto a jugar con todo elemento que tenga lugar en un mundo tan carente de reglas tangibles, así como una colorida selección de personajes interpretados por actores que evidentemente se mueven con naturalidad en el género de comedia. Todos los personajes en esta historia se comportan con la mayor seriedad en medio de un sinfín de ocurrencias tan improbables como ilógicas, que cualquier amante del trabajo de por ejemplo Mel Brooks o Leslie Nielsen podrá apreciar. Aún con muy pocas caras relativamente conocidas, el valor de producción casi nunca distrae de la cinta como bien podría ocurrir en un proyecto de comedia tan poco interesado en las convenciones de lo usualmente referido como “profesional”. Pasamos de locaciones a sets de forma fluida, mientras que la variedad de flora y fauna adornando este periplo americo-europeo se mantiene a una distancia segura de los temidos efectos baratos. Por suerte la producción del film se mantuvo alejada de una de las duras lecciones de la película: todo lo que puede salir mal, seguro va a salir peor. Aunque el surrealismo y la falta de seriedad este a la orden del día en el minuto a minuto del humor, también es cierto que tiene otra de las ventajas de este tipo de cine francés: no le falta un claro mensaje entregado con un honesto corazón. Que evite ser meloso y torpe es otro tema por supuesto, aunque en esta ocasión el director y guionista Antonin Peretjatko se encarga de que unas pocas gotas de seriedad no terminen por aguar el film. Hablándole directamente a la generación que se encuentra en medio de pasantías ya entrados sus treinta años de edad, comprende la confusión caótica de la nueva vieja juventud extendiéndole una mano de humor apto para cualquier mayor de 13 años (obviamente, porque cine europeo). Con un humor tan particular como universal, La Ley de la Jungla entrega una avalancha de ridiculez que va a entretener a todo público que pueda disfrutar de la falta total de seriedad en sus películas.
Para hacerla simple: “Feliz Día de tu Muerte” (“Happy Death Day”) es “Groundhog Day”. También conocida como “El Día de la Marmota”, un clásico de la comedia estadounidense en el que Bill Murray queda atrapado en una repetición del mismo día por tiempos incalculables. Esta suerte de sub-género logra sentirse como un cliché aún cuando hay limitados ejemplos para sacar de la galera, tal como nos encontramos con películas de “cambio de cuerpos”, pero de todas formas uno siempre se pregunta “¿Otra de esas?”. En esta ocasión, y para mantener las cosas interesantes, la propuesta combina la comedia con género de slashers (asesino con cuchillo grande persigue a protagonista gritona). No toma sus partituras de “Scream” como la mayoría anticipa, sino que más bien sigue la linea la serie “Scream Queens”, que junto a “Happy Death Day” son una suerte de herederas indirectas de la ya 100% comedia de “Scary Movie”. En este film seguimos a Tree, una joven universitaria que revive una y otra vez el día de su muerte (y de su cumpleaños) hasta identificar a su asesino, en una lucha casi eterna por sobrevivir este fatídico día. “Scream” revitalizó el género de slashers en los 00’s con una visión postmoderna, sin embargo en esta oportunidad el postmodernismo viene acompañado de unas ganas de señalar el humor en estructuras ya establecidas. No se trata por completo de una comedia, sus personajes se toman las cosas en serio y la trama es tratada con seriedad por el mismo film, pero condimenta todo con una buena porción de buen humor como para encontrar en la audiencia alguna que otra risa. Para cerrar la idea general de la película, es imposible no comentar que se trata de una producción de Blumhouse Productions, estudio conocido por realizar películas de horror con presupuestos microscópicos que terminan recaudando 100 veces lo invertido. En este caso, “Feliz Día de tu Muerte” costó menos de 5 millones y ya pasó los 100 millones solo en Estados Unidos. Actualmente, y luego de obtener nominaciones al Oscar por “Whiplash” (la del joven baterista), grandes críticas con “Split” (el regreso de M. Night Shyamalan) y seguramente repetir galardones este año con la comedia de terror racial “Get Out”, la productora ya empieza a ser identificada como una gran cosechadora de pequeñas grandes ideas. En esta película, la protagonista está lejos de ser una buena persona. Resulta, junto al resto de su sorority, un claro estereotipo del clásico miembro femenino de fraternidad yankee. El egoísmo y la mala actitud es lo único que se ve de ella en un principio. Aunque inmediatamente (y es que un gran mérito de la cinta es no desperdiciar ninguno de los loops de muerte) vemos cómo su personalidad, o más bien esta máscara protectora de mala gente que venía usando, se desploma incluso ante la primera repetición del día. En plena confusión, su primer instinto es dejar su piel de mean girl, mostrándonos que hay algo más debajo. Con el correr de las muertes, conoceremos más su pasado, así como sus eventuales sospechosos. ¿Qué más queda si no investigar tu propio asesinato? Aunque hacia el final decida masticar más sentimentalismo que el drama que había cocinado, resulta una experiencia positiva gracias a un guion eficiente que sabe lo primordial de mantener las cosas moviéndose y a la audiencia expectante. Normalmente cuando algo es simplemente “decente” termina sintiéndose un poco insoportable, pero “Happy Death Day” no es conformista y siempre mantiene cierto dinamismo en pos de entretener (principalmente a la tan volátil juventud moderna). Hace todo de forma más que correcta y, aunque no va más allá de lo que promete, termina entregando un buen entretenimiento para pasar el rato.
El cine de acción surcoreano viene creciendo en popularidad desde hace ya unos años. Con propuestas como “The Raid” en 2011 o la reciente “Train to Busan” en 2016, así como los clásicos de sangrienta venganza que el público cinéfilo ha sabido cosechar de Corea del Sur en las últimas décadas, se llegó a un punto en que leer el país de origen genera una expectativa particular para los films de este género. “La Villana” es la segunda película del director Byung-gil Jung, una historia de venganza y la reconstrucción de una vida tras perderlo todo… tan sólo para correr el riesgo de sufrir el mismo destino una vez más. Protagonizada por Ok-bin Kim, conocida por el protagónico femenino en “Thirst” del director de “Oldboy” y “The Handmaiden”, es una cinta de acción protagonizada por una brutal asesina. Su protagonista no solo tendrá el reto de las exigentes e impresionantes escenas de acción, sino también la oportunidad de desarrollar un trágico personaje de una forma tan efectiva como natural que sus contrapartes Hollywoodenses casi nunca logran igualar. Se trata de un film irregular, no tanto en su calidad, sino por el balance de géneros que propone. Es sin dudas un riesgo, uno que termina más que valiendo la pena aunque sea por sus excelentes secuencias de acción, llegando a parecer interminables en duración y fascinantes en su ejecución. Es un placer tener mercados de cine como el surcoreano donde se encuentran tamañas producciones para equiparar el nivel de calidad de las mejores de Hollywood, mientras que no tienen ninguna obligación a seguir una fórmula o conjunto de reglas para maximizar las ganancias al estudio de turno. No caben dudas de que si este guion hubiese sido producido en un mercado como el estadounidense, no hay forma de que no hubiesen partes alteradas… por no decir completamente eliminadas, seguramente pensada como una locura el simplemente considerarlas antes de verlas finalizadas en la pantalla. Para evitar todo tipo de spoilers, solo diremos que por más que la trama propiamente dicha siga una lógica natural del género, obtiene una personalidad muy particular debido al juego de géneros que propone. Un delicado balance del que sale victoriosa, y digna de celebración, gracias a la capacidad de su director por mantener un tono dinámico pero conciso durante todo el film. Acción imperdible, complementada con un valorable ejercicio por parte del montaje y la dirección, así como un atrapante drama y thriller que se aseguran mantener a la audiencia atrapada mientras trata de procesar todo lo que se le revolea por la cabeza.
Bad Cat: El peor amigo del hombre. Llega a los cines una película de animación turca que propone la reversión más para adultos de Garfield. La primer escena puede capturar o no a la audiencia, pero definitivamente debe indicarles que tipo de película están por ver. Un primer plano o una primera linea de dialogo tienen tanta importancia como sus hermanos el último plano y el dialogo final (que tantas veces se llevan los aplausos y alabanzas de los tíos y críticos). Siendo así, resulta más que apropiado que la primer escena de Bad Cat ubique a nuestro protagonista en el inodoro, fumando e insultándose con su dueño mientras una sinfonia de música pesada y “sonidos de baño” rellenan el ambiente. Bad Cat es una cinta animada proveniente de Turquía, y a pesar del prejuicio que todavía tiene el género, se trata de un film dirigido exclusivamente al público adulto. No precisamente por su madures o tratar temáticas más allá del gusto o entendimiento de los jóvenes. Aún cuando uno sepa ya hace tiempo que la animación esta lejos de ser solo para chicos, puede llega a impactar la insistencia de la película de llenar su dialogo con insultos y la sexualizacion de sus personajes. Se encuentra basada en la novela gráfica turca Kötu Kedi Şerafettin. Un trabajo que, desde la impunidad que proporcionan las revistas de comics (como por ejemplo la Hierro en nuestro país), proporciona al historicamente conservador pueblo turco un humor bastante subido de tono desde hace ya casi una década. Desbordando con orgullo de una inmadurez propia de un trabajo adolescente, es un film que tiene como principal objetivo la vulgaridad. Su rebeldia incluso termina por esconder varias imperfecciones, pudiendo pasar como decisiones más que errores dependiendo del punto de vista. La inmadurez no es algo inherentemente negativo, sino que es cuestión de ver como se desarrolla y busca alcanzar una entretenida falta de madurez. Prácticamente no hay dialogo libre de insulto, o que no tenga como objetivo un violento altercado. Así como unos sorprendentes niveles de acción, con extensas secuencias de pelea dignas de un fanático de Tarantino que acaba de descubrir Matrix. La acción esta bastante lejos de ser mala, pero si puede volverse algo repetitiva ya que nunca varia lo suficiente para justificar que haya luchas felino-humanas una y otra vez. Estas escenas de pelea sufren como el resto de la animación, ya que es un noble esfuerzo de un estudio que claramente esta intentando rendir lo más posible como los grandes del género. Con un personaje distante de nuestra simpatía y una trama tan inconexa como desinteresada en contar una continuidad de eventos significativos, rápidamente caemos en una formula que se repite con mucha más energía que dinamismo narrativo. Sus provocaciones nunca llegan a buen puerto y terminan mostrando una historia bastante difícil de disfrutar. Quizás para mejor resumirla se debe decir que el doblaje resulta insoportable pero al mismo tiempo su principal virtud, ya que le da una personalidad que va codo a codo con la ambición visual y la falta de interés en construir algo conformista. Bad Cat es una película que busca llamar la atención y solo podrá sacarle alguna que otra sonrisa al público que más en contacto este con su lado adolescente. Dispuesto a reírse de insultos y barbaridades, así como pasar por algo irregularidades de un estudio de animación inexperto. Corta pero amarga, consumir con cuidado que es para pocos.
The Square: El arte es cosa de primates. Llega la ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, dónde la vida del director de un museo de arte en Estocolmo cambiará para siempre por la exhibición de una obra de arte de origen argentino. Uno de los nombres más interesantes y que mayor éxitos viene juntando en el cine europeo es el del sueco Ruben Östlund. Joven director que apenas comenzada su cuarta década de vida ha creado un interesante cuerpo filmográfico explorando el comportamiento humano. En 2008 dirigió Involuntary, cinco historias reflejando la perversión de la dinámica de grupos, en 2011 trajo a la gran pantalla la historia de unos jóvenes vándalos que robaban sin violencia sino con trucos psicológicos con Play, y recientemente deleito a los cinéfilos del mundo con Force Majeure (o como destruir la dinámica patriarcal de una familia en un segundo de mal juicio). ¿De que se trata su último trabajo? La ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes invita a que se la comente de una forma sencilla: la exploración de la vida del encargado de un museo de arte contemporáneo en Estocolmo mientras prepara la exhibición de una obra titulada The Square, o más precisamente cómo su persona irá cayéndose a pedazos. Una sátira que busca complicidad en la condena e invita con humor negro a incomodarse un rato. Christian es el curador del museo, su principal responsable así como también su más importante exhibición. Venderse es vender las obras al publico, y este film ubica a la publicidad en el centro del arte moderno. La trama sirve como excusa (sin restarle ninguna importancia) para establecer un sinfín de escenarios explorando las temáticas como el arte, el ego, la responsabilidad y las apariencias. Una vez planteados, todos juntos sirven para impulsar unos días bastante movidos en la vida de Christian, utilizando como disparador la campaña publicitaria para una nueva exhibición creada por una artista argentina. El guion y la dirección a manos de Östlund se encuentran en el centro de esta puesta cinematográfica. Con las actuaciones, la fotografía, el montaje y el sonido limitándose con un gran nivel a acompañar y servir en pos de crear una historia que permita brindar la precisa experiencia que un auteur invita a explorar. La mayoría de los films que podemos ver utilizan la expectativa e “ignorancia” de la audiencia para manipular y generar giros de tuerca para compensar con algo de impacto el dinero gastado en pochoclo. Pero Östlund rechaza el uso ordinario de estas herramientas para entregar pequeñas sorpresas que de manera cruda dejan al espectador descolocado y disparando especulaciones. Si Hollywood te grita en la cara para que “reacciones” por unos seg y sigas tu camino como si nada, cintas como esta se limitan a chasquear los dedos desde una dirección incierta para dejarte moviendo el cuello un buen rato. El film busca que comprendamos y juzguemos a su personaje principal durante más de dos horas, pero aún así no termina de sentirse como alguien definitivamente central. No por deficiencia sino por una elección, la película decide usar a una (pobre) persona para juzgar las sociedades que se generan en torno al arte, a los artistas y al negocio de las apariencias. El reloj corre ligero sin que nos demos cuenta, y todos los fuegos de artificio del cine se pierden en el todo de la historia y los escenarios planteados. Es una entretenida y atrapante experiencia para todo curioso de la gran pantalla. Una sana opción que a muy pocos les vendría mal.
Sí, la película se ve así. Es una pintura animada de hora y media. Con el espíritu de un documental biográfico, pero siendo totalmente una obra de ficción, nos encontramos con una hermosa sorpresa envuelta en este particular paquete de animación. No perdamos ni un segundo: “Loving Vincent” es la primera película animada al óleo. Cada uno de los 65 mil frames fueron pintados al óleo en un lienzo, usando técnicas características de Van Gogh replicadas por más de 100 artistas. Pintores profesionales que fueron re-educados para replicar al padre del arte moderno al mismo tiempo que fueron instruidos en animación. Por supuesto que esto significa que el film es inmediatamente ambicioso y valioso en lo que se refiere a lo superficial: visualmente es una hermosa locura, posible solo por tratarse de una obra homenajeando a uno de los artistas más influyentes y respetados de la historia. Tranquilamente podríamos haber obtenido una cinta que no alcanzara a rellenar esta admirable superficie con algo que llegue a un valor similar, pero afortunadamente los directores Dorota Kobiela (principal hacedora del proyecto) y Hugh Welchmann (ganador de un Oscar a Mejor Corto Animado) lograron que el dinero recaudado y las miles de horas-hombre invertidas consiguieran quizás el máximo potencial al que se podía aspirar. Aún si no se tratara de una propuesta tan particular y única, la trama y los personajes convierten a esta pequeña gran película en algo digno de ver. Resultaba imposible, pero contra todo pronóstico se creó una historia tan interesante y emocionante como su objeto de estudio. Se trata de una ficción en la que un joven es encargado para entregar la última carta que Vincent Van Gogh escribió antes de quitarse la vida. Se topará con varios personajes, todos y cada uno de ellos basados en personas (y cuadros) reales que conocieron al pintor en vida, los cuales tendrán sus historias y anécdotas, sus lecturas y opiniones acerca del extraño holandés. Poco a poco, nuestro protagonista irá aprendiendo un poco más de Van Gogh, al mismo tiempo que comienzan a nacer en él las ganas de finalmente tener todas las piezas del rompecabezas para así saber realmente qué sucedió y por qué Vincent tomó aquella fatídica decisión de acabar con su vida. Se explora la vida y obra del pintor de una forma única. Los conocedores de sus pinturas sin dudas esbozarán más que una sonrisa al ver sus cuadros incorporados tan fluidamente a la trama. Con un argumento casi noir que juega con el misterio y la curiosidad del espectador para explorar la mente de uno de los genios artísticos más destacables de los tiempos modernos. Una de las decisiones que condenaron al éxito a esta cinta es algo muy simple: todos los personajes hablan un pelirrojo holandés a quien nadie comprendía y que siempre estaba solo, pintando. Los personajes se refieren a un pobre diablo que eligió quitarse la vida, no se refieren a él como esta eminencia artística o a un mito, sino que hablan de un simple hombre, logrando así una perspectiva única y de un impacto infinitamente superior a (por ejemplo) lo que podría inspirar un documental hablando con expertos de arte en la actualidad. La banda sonora, creada por el genial Clint Mansell (usual colaborador de Darren Aronofsky), por momentos conquista por completo el audio de la cinta, tapando incluso el diálogo de manera consciente, creando un ambiente melodramático que logra ser efectivo gracias a una aplicación correcta y punzante. Un riesgo que va de la mano con el recuerdo de un artista con las emociones a flor de piel, tanto en la vida como en el trabajo. Es un film que de forma ambiciosa crea una ficción con espíritu de documental biográfico, que combina la pintura y la animación de forma emocionante, una obra que trasciende lo superficial de la propuesta y alcanza a crear una de las películas más representativas del género biográfico. Como pocas, o ninguna si uno se aventura a decirlo, “Loving Vincent” se anima y logra reflejar todo vestigio de identidad que su objeto de estudio dejó en el planeta. Van Gogh no es un objeto de admiración en el film, no se lo trata como un objeto sino como un hombre: una persona que sufrió e hizo sufrir, pero que sobre todo vivió y continúa haciendo vivir a través de su arte. Sin descuidar el respeto por temas como la depresión, e imbuyéndose de un significado tan amplio como para entrar en la conversación sobre cualquier artista. No solo lo que uno podía esperar antes de verla, sino que va mucho más allá y logra ser un film para el recuerdo.
El Seductor: Tentaciones conflictivas. Sofía Coppola regresa a dirigir en la pantalla grande con una nueva adaptación de esta novela llena de seducción, traición y engaños en el marco de la guerra civil estadounidense. Una casa llena de jóvenes mujeres, un soldado herido en batalla. Deseos y recelos despiertan en medio de la guerra civil estadounidense. La novela original ya tuvo su adaptación al cine en 1971, protagonizada por Clint Eastwood y de la mano del director de Dirty Harry. Pero la nueva versión de esta historia no solo tiene la particularidad de provenir de una visión femenina, sino que se trata de la guionista y directora Sofía Coppola. Rápidamente disipando toda duda de que sea una “hija de” más, irrumpió en la escena con su debut The Virgin Diaries. Pero fue su segunda película, Lost in Translation, la que se encargo de ponerla en el mapa para todos y cada uno de los amantes del cine. En esta ocasión se trata de, citando sus propias palabras, “una película con mayor dialogo que sus anteriores proyectos“, y no es precisamente que estemos ante una obra shakespeariana de cientos de palabras por segundo sino más bien que los films de la directora suelen trabajar más con los silencios y las cosas que quedan sin decirse. Aunque mucho más corriente que su otro proyecto para este año, una versión de la ópera La Traviata grabada en vivo para cine, no hay dudas de que sigue siendo algo completamente distinto a las introspecciones silenciosas que suele proponer con sus usuales personajes. Los hombres y esclavos se han ido. La enorme propiedad que servia como institución educativa para señoritas ha quedado prácticamente vacía. Su dueña (Nicole Kidman) solo tiene la compañía de una maestra (Kirsten Dunst) para llevar el día a día del reducido grupo de jovencitas que no pudieron encontrar otro destino una vez se desatara la guerra civil. Sin dudas, sus días cambiaron completamente aún antes de que la menor de las alumnas trajera a un soldado herido (Colin Farrell) que había encontrado en el bosque. Presencia que comenzara a causar tensiones de todo tipo. Los escenarios dónde la trama se desarrolla son impecables, tal y cómo el trabajo de vestuario para transportarnos a la época. Los encuadres de Coppola causaran que incluso nos lamentemos que la historia salga de los bosques en donde inicia, y que se haga sentir el encierro de nuestros personajes en la enorme mansión. Asimismo, la dirección de fotografía (con la luz natural y de vela como sus mejores herramientas) realiza un trabajo impecable que ayuda a la total inmersión en todo momento. Pero por supuesto que no podríamos estar hablando de inmersión si no ayudaran el guion y el elenco. Las actrices le dan vida a un grupo de personajes que vienen de varios cambios en el estatus quo (y el desgastante roce que esto implica) aún antes de la irrupción de un tentador Colin Farrell, que consciente de su encanto jugara algunas cartas para intentar aprovechar al máximo su estadía en esta casa de mujeres. Kirsten Dunst y Nicole Kidman en particular realizar un trabajo esplendido, con la actriz australiana encargándose de que cada una de sus escenas resulten interesantes incluso por ella sola. Se puede apreciar las relaciones que conectaban a las habitantes de la institución, y (sobre todo en el caso de Elle Fanning) la huella única que todas poseen. Sin dudas que el gozar de personajes que logren destacar y diferenciarse a pesar de su gran número es muestra de la capacidad de visión de su directora y guionista. Aunque el guion, lamentablemente, nos lleva al otro lado de la moneda. Los personajes y actores conspiran para que el groso de la trama resulte fácil de consumir, pero es la otra parte en la que la película flaquece. La trama por si misma, los hechos que van aconteciendo, nunca deja de ser una lista de supermercado. Desde los 15 minutos de película uno ya tiene una sospecha de a dónde ira la cosa, y la lamentable realidad es que en ningún momento se desvía del camino más obvio. El primer acto del film resulta impecable, y lo lamentable es que con todas las herramientas que uno podría desear, el resto de la cinta nunca logra validar esta nueva adaptación más que disfrutar de las ocasionales interacciones silenciosas entre las protagonistas femeninas, o la tensión sexual que empapa la hora y media de pantalla. Apenas si termina liberando aunque sea algo de la tensión que comenzó a crear, con un último acto que alterna entre lo lógico y aburrido, a pesar de que lo protagonice un ebrio en muletas armado y con aparentes poderes de teletransportación. No se trata tampoco de un pedido por giros de tuerca o revelaciones inesperadas que no hagan más que sazonar un corte de mala calidad, sino que se hace difícil disfrutar de un film (por más repleto de calidad y excelente trabajo en todo aspecto imaginable) cuando parece más una operación matemática que un trabajo artístico o de entretenimiento. Luego de A viene B, y aún cuando finalmente sea C lo que siga es vital que el público se pregunte si será definitivamente así, o al menos termine aliviado y festejando de alguna manera que finalmente se llegó a la C como destino; de otra manera, nos vamos a encontrar preguntándonos si realmente vale la pena sentarnos hasta llegar a la Z. La corta duración, para esta era moderna en la que toda película no baja de las dos horas, y lo poco acostumbrada que debe estar Coppola a tener que encajar una serie de eventos estructurados en sus guiones (más cómodos con ser una sopa de letras que un alfabeto) sin dudas le jugaron una mala pasada al producto final. El Seductor es un drama de época con toques de suspenso, que aunque logre evocar drama gracias a un excelso elenco y aspectos técnicos envidiables, no llega a justificar su existencia. Una verdadera lástima considerando que viene de una voz siempre apreciada como es la de Sofía Coppola, una cineasta a la que se la suele llamar brillante, pero que sí no conjura un proyecto que este a la altura del comienzo de su carrera terminara concretando una serie de decepciones que constara ya de los cinco mediocres proyectos con la salida de su ópera en 4K a fines de este 2017. Despertate Sofía.
Geo-Tormenta: El peor apocalípsis posible. Llega una nueva película del subgénero de disaster porn para saciar la sed de destrucción y efectos por computadora que la muchachada exige cada tanto. Suele gustar este tipo de cine, el de desastres naturales llamado coloquialmente como disaster porn. Desde el estreno de Día de la Independencia y su descomunal éxito en 1996. Aunque los ejemplos de este estilo sean pocos, y parezcan haber desaparecido luego de la lógica 2012 y lo mal que salio Día de la Independencia 2 el año pasado, la sed de destrucción sigue siendo saciada si no es en una película dedicada particularmente al género será en la última batalla de casi todo blockbuster en la última década (sea Transformers, Marvel o DC). Liderados por el trabajo de Roland Emmerich, el creador o padre de este particular sub-género de acción, director de Día de la Independencia, El Día Después de Mañana y 2012. Ahora su compañero de aventuras Dean Duvlin, quien supo producir todos los trabajos nombrados anteriormente, llega con su debut en la silla de director: Geo-Tormenta. Su experiencia como productor no tarda en notarse, realmente sabe como vender escenas de desastres con muchos efectos por computadora (aún cuando los efectos en sí no sean de particular calidad). Por ejemplo entendiendo que adyacente al quiebre de la tierra los autos deben tambalearse, o que haya destrozos periféricos aparte de lo que sucede en el centro de la escena para dar una sensación de mayor escala e impacto. Pero lamentablemente, aunque tenga secretos de oficio para realizarlas visualmente, no tiene la menor idea de como darles a las espectaculares escenas de catástrofe algún tipo de valor. Toda escena de desastre queda totalmente separada de la trama central, hasta el punto de que casi ningún evento climático ocurre en un lugar donde haya personajes de los que sepamos nombre. Por supuesto, que eso no significa que los personajes que tienen nombre sean de alguna manera memorables así que se me pudo haber pasado alguno. Todos los personajes son extremadamente aburridos, y no ayuda que estén en medio de una trama sin ningún tipo de personalidad o gracia alguna. Lo único positivo para decir del guion es que, cuando en la estación espacial estamos repletos de intriga y preguntas, lleva aceptablemente el simple misterio. Pero la realidad es que durante la película padeceremos ante eternas escenas de dialogo dramático de lo más plástico y poco interesante posible, con las ocasionales escenas de “acción” intercaladas como para evitar los ronquidos. Una red de satélites creados por la unión de todas las naciones del mundo para controlar el clima comienza a causar desastres en lugar de evitarlos, y Gerard Butler será enviado al espacio para detectar exactamente cual es el problema. Pero no se dejen engañar por la premisa deliciosamente estúpida: se trata de una película que no parece entender que se trata de algo creado para entretener. Gerard Butler hace de Gerard Butler, oscilando siempre entre fastidiado y enojado, mientras que Andy Garcia interpreta a Andy Garcia disfrazado de presidente. Abbie Cornish es quien mejor termina actuando (ya que ser uno mismo no es tanto actuar) al ser su personaje el cliché de una dura agente femenina del servicio secreto estadounidense, y a su lado Jim Sturgess podría engañar a algún desprevenido poco familiarizado con su ya usual capacidad para sobreactuar e improvisar de manera completamente encantadora, pero siempre faltándole un poco para que su trabajo termine siendo disfrutable. Hacia el final hay breves y contados momentos que amagan a indicar que los creativos detrás de cámara tenían al menos alguna idea de lo que tenían que hacer. Pero las instancias en las que la película sabia exactamente lo que era y lo aceptaba en pos de entretener son demasiado pocas y muy débiles como para contar. Geo-Tormenta harta inmediatamente, y quienes cometan el error de comenzar a verla solo les queda rezarle al señor que algún desastre natural más real que los efectos baratos de esta cinta pase por su ciudad y acabe piadosamente con esta tortura de casi dos horas.