Yo Soy Tonya: Esa maldita rodilla. Una de las deportistas más polémicas de la historia moderna del deporte llega a la pantalla grande en esta producción ganadora del Oscar. Una joven que nació con el mundo en contra, y todos los obstáculos que intento sortear para que se la recuerde no por su habilidad sobre el hielo sino por una rodilla ajena. Yo Soy Tonya será la primera película en estrenarse con el fresco sello de “GANADORA DEL OSCAR” este año. Los premios de actuación siempre atraen la atención del público, pero hace falta más que gente muy bonita diciendo palabras de forma excepcional para obtener la atención que esta divertida recreación de uno de los incidentes deportivos más famosos de la historia supo tener, aún compartiendo momento con tanques de críticas positivas. Toda película basada en una personalidad histórica empieza con una batalla ya ganada, y esta cinta no se queda atrás ofreciendo un relato que gira alrededor de una figura tan polémica como misteriosa y simpática a la vez. Del director de Lars and The Real Girl y la sorprendente remake de Fright Night, Craig Gillespie, llega un film cuya protagonista tuvo que producir para asegurarse que llegara a la gran pantalla. Margot Robbie produce y protagoniza como Tonya Harding, patinadora olímpica estadounidense famosa por las razones equivocadas cuando en 1994 su mayor rival fue atacada de forma brutal justo cuando debían decidirse quienes representarían a la tierra de la libertad y las águilas en los Juegos de Invierno. Una niña que refleja el groso de la población norteamericana al mismo tiempo que todo lo que no quiere proyectar un deporte como el patinaje sobre hielo… y que terminará protagonizando uno de los mayores escándalos de la historia moderna del deporte. El film introduce entrevistas en la actualidad de la ficción, en las que los protagonistas comenzarán a deconstruir como Harding se convirtió en una de las figuras más polémicas de un deporte históricamente sobrio aún antes de que le hayan destruido la rodilla a una inocente joven. Fue criada de forma sorprendente (por todas las razones equivocadas) por su madre, papel que le valió el Oscar como Mejor Actriz de Reparto a Allison Janney, hasta el momento en que conoció a su primer amor y futuro esposo/cómplice/culpable. Tanto su madre como su esposo mantenían una relación de abuso para con Tonya, y parte del hostil encanto del film es que trata estas relaciones tan violentas con la naturalidad asumida por la propia Harding tras vivir sin conocer otras formas en sus primeros 20 años de vida. Aunque mucho se hablo de las actrices que de forma muy merecida se encuentran bajo los reflectores, una de las sorpresas más gratas son las actuaciónes de Sebastian Stan y Paul Walker Hauser como el dúo de la pareja de Harding con su mejor compinche panzalegre. En cuanto a la estructura, la película advierte que todos los testimonios recreados se contradicen constantemente, y mantiene (especialmente durante sus inicios) una entretenida dinámica entre hechos, narraciones y entrevistas. Aquí es dónde entra en juego otra de las facetas celebradas de Yo Soy Tonya, habiendo sido también nominada a Mejor Montaje en los Oscars. No esta de más aparte la ayuda que proporciona una muy buena banda sonora, pero aún cuando uno se va a encontrar varias veces siguiendo el ritmo con la cabeza o los pies es la rítmica visual la que lleva la historia. Constantemente en movimiento, no solo avanzando sino saltando de presente al pasado, de supuestas verdades a directas fabricaciones, y siempre manteniendo tanto la energía como la gracia que la dirección de Gillespie logra sacar de un gran elenco sostenido por un ambicioso guion. Pero la ambición no siempre termina siendo positiva. En esta ocasión nos encontramos con un film que aunque siempre entretenido y ocasionalmente potente, termina victima del ímpetu que tanto Gillespie como el guionista Steven Rogers tienen por hacer de esta un películon para el recuerdo. El problema radica en que la forma utilizada para hacerlo es imitando películas que ellos disfrutan rememorar. Las entrevistas contradictorias que introducen la narrativa son un recurso que hacen recordar una larga lista de éxitos de Hollywood. Pero en este caso no tienen ningún peso real. No introducen tensión alguna y lo único que logran es justificar momentos en los que sus personajes realizan actos ficcionales de forma alevosa, sin la mínima intención de que el público se pregunte que es real y que no. Aunque la dirección de Gillespie combine lo funcional con los fuegos artificiales que el público cinéfilo tanto sabe disfrutar, termina cayendo al igual que el guion en las ganas de hacer de esta su máxima obra. La realización en general se siente falta de maduración, casi precoz, y aunque gracias a eso termine ganando unos cuantos pros también la deja repleta de puntos flojos. Se nota demasiado que es el primer guion que intenta ser “serio” y de un calibre importante en la filmografía de Rogers, y asimismo se siente como un salto en falso que intento dar Gillespie en una carrera que hasta ahora había sabido construirse de gran manera con pasos cortos pero firmes. Tal cómo su protagonista se resistió siempre a entender; son las formas las que terminan ahogando las bondades del film. Pero lo intrigante de su protagonista y la calidad que logra encontrar por momentos hace que el constante entretenimiento que ofrece alcancen para redimir una experiencia que sabe ser grata. Porque no, incluso quizás llegue a ser mínimamente memorable.
Lady Bird: Madre, hija y adolescencia. Greta Gerwig debuta como directora en solitario con una comedia dramática repleta de buenas actuaciones, nominaciones y gritos entre madre e hija. Teniendo ya una larga carrera en cine independiente y habiendo pasado por el circuito de festivales con varios proyectos muy celebrados, el debut de Greta Gerwig como directora en solitario termina por valerle infinidad de premios cuando todavía no cumple los 35 años. A la dirección y el guion de la buena de Greta, se suman las también galardonadas actuaciones de Saoirse Ronan (Atonement, Hanna) y Laurie Metcalf (madre experta en ficción, con The Big Bang Theory y Toy Story) como un dúo madre e hija que logra cautivar tanto con gritos como silencios. El film nos cuenta la historia de una adolescente sobrellevando su vida mientras desea ser cualquiera persona menos ella misma al punto tal de descartar su nombre y elegir uno propio: Lady Bird. No hace falta mucho más para una película que explora el coming-of-age, pero cuando nuestra protagonista se arroja del auto en movimiento en medio de una acalorada y repentina discusión con su madre entenderemos que este es un film que ofrece mucho más que el mínimo indispensable. Es esta relación madre e hija que sirve como eje de una comedia dramática que como pocas logra activar un amplio umbral de sentimientos con una trama que se siente como un fiel reflejo de la vida real. Esta cualidad de autenticidad es una de las fortalezas que Gerwig logró brindarle a su debut gracias a todo el trabajo que viene realizando a lo largo de los años. La última mitad de los años ’00 la vieron protagonizando importantes trabajos del subgénero independiente “mumblecore“, basado alrededor de dialogo realista y sobre todo improvisado, mientras que en la primera mitad de los ’10 comenzó a colaborar de forma aún más creativa en importantes proyectos del director Noah Baumbach (valiéndole incluso una nominación al Globo de Oro como Mejor Actriz por su papel en Frances Ha). Toda esa experiencia haciendo foco en el cine realista dentro del circuito independiente hace que Lady Bird no se sienta como un debut. La película logra transmitir una voz precisa y enfocada de la manera justa para entregar una historia que verdaderamente parece imposible que haya sido construida por otro cineasta. Siendo Gerwig una actriz, no es de extrañar la fortaleza que muestra el elenco. Pero sin intención de minimizar la increíble labor realizada no solo por el dúo de actrices nominadas al Oscar sino también por el resto del cast, la realidad es que alcanzaron un brillo impresionante gracias a un trabajo de casting que permitió a un guion descomunal realizarse de forma impecable. La dirección propiamente dicha no tiene muchos brillos, pero la tamaña tarea de organizar todas las facetas cinematográficas y lograr un proyecto que pueda ir de la mano a la perfección con su guion merece mucho mérito para la directora. Es una historia de momentos separados que se sienten constantemente como uno solo. Son recuerdos tangibles en un presente que parece una ventana a la vida real más que una pantalla de cine. En una narrativa impecable como esta es inevitable que haya algunas manchas, puntualmente parece ocurrir un mal que muchos guiones suelen sufrir: el guion sabe la escena que la película necesita en ese momento, pero no tiene idea de como llego a ella. Pocos comienzos son más impactantes en una comedia realista como su protagonista dejándose caer de un auto en movimiento, no importa que la forma de actuar del resto de los personajes en el resto de la cinta haga parecer que ese momento fue borrado de sus memorias. De la misma manera, hacia el final del film la madre tratara de animar a su hija en un momento de vulnerabilidad revelándole a la audiencia que semanalmente suelen ir a la par a ver casas que nunca van a comprar, una actividad que como mínimo es completamente opuesta a sus firmes creencias de que su hija no aprecia lo que tiene y su rechazo total hacia los sueños inalcanzables de la pequeña. Estos pequeños detalles terminan destacando por tratarse de un guion que en el 90% del tiempo alcanza una armonía prácticamente perfecta. Discusiones que se generan de la nada, ambivalentes tensiones auténticas de una friccionada relación entre una madre exhausta por llegar a fin de mes y su hija adolescente con sueños de vivir cualquier vida menos la suya. Relaciones amorosas o amistades que se forman tan intensamente como luego terminan por chocar en llamas. La adolescencia es una época difícil para todos los que la transitan y sobre todo la gente que acompaña, pero si lograron dejarla atrás de forma exitosa (o si todavía estas perdido en ella) hay pocas propuestas mejores que revivirla por un rato con un film que pone lo plástico de las usuales historias de Hollywood en vergüenza.
El Cavernícola: Plastilina, fútbol y dinosaurios. El estudio de animación detrás de Pollitos en Fuga y Wallace & Gromit vuelve a moldear una encantadora comedia tan británica como futbolera. Aardman Animations es uno de los estudios de animación más apreciados y respetados de la actualidad. Con un toque mucho más artesanal que el gigante de referencia, Pixar, se trata de un estudio en el que destaca su trabajo en animación stop-motion. Con clásicos como Pollitos en Fuga, éxitos recientes como Shaun La Oveja y franquicias eternas como los extremadamente británicos Wallace & Gromit, Aardman resulta el balance perfecto para el otro estudio encargado de mantener con vida el arte de la animación stop-motion: Laika, (Coraline, Paranorman, Kubo y Las Dos Cuerdas) que suele ir más por el lado de las producciones espectaculares y sentimentales de Pixar. Aardman, liderados por el director de esta cinta Nick Park, desarrolla un cine mucho más simple y cómodo, con menos destellos o grandes ambiciones pero con el encanto del trabajo duro que solo el dar vida a la plastilina puede crear. El Cavernícola cuenta la historia de una pequeña tribu de la era de piedra, hogar de un joven con aspiraciones tan grandes como dejar de cazar conejos y comenzar a atrapar mamuts. Por supuesto que el desarrollo normal de la historia se vera algo obstaculizado cuando un reino de la edad de bronce se apropie de sus tierras, ocasionando la única salida posible ante este conflicto: un partido de fútbol. Porque claro, olvidaba aclarar que los ancestros de esta tribu de cavernícolas fueron los inventores del deporte más popular del planeta. Debido al país en el que vivimos, uno en el que es inviable económicamente estrenar en los cines la mayoría de las películas animadas en su idioma original, tenemos que tener en cuenta el doblaje. En esta ocasión se pierden voces como la de Tom Hiddleston, Maisie Williams, Eddie Redmayne y Richard Ayoade, nombres que sin dudas podrían llegar a atraer algo de público. Pero afortunadamente este es un particular caso en el que el doblaje tiene sus ventajas: hay personajes a los que la historia y el contexto temático le ponen a cada uno su particular acento. La reina español, jugadores perfectos alemanes, el malvado argentino y hasta un arbitro brasilero. La revolución del fútbol español que lo llevó a reinar el mundo, el futbolista alemán como sinónimo de perfección mecánica y bueno, por si hay que aclararlo, Maradona se encargo de que por siempre seamos villanos ante ojos ingleses. La versión en idioma original carece por completo de ese divertido juego de acentos, y sin dudas no solo le va como anillo al dedo sino que parece que la película fue pensada así: ¡si hasta la ropa del villano principal es literalmente una bandera argentina! Esta es una historia de fútbol, hecha por amantes del fútbol y para que la disfruten todas las edades. Aquellos familiarizados con la historia del deporte sabrán gozar extra por varios detalles, pero por supuesto que la película se puede disfrutar por completo aún si uno usara la palabra “soccer“. Por si no había quedado claro, tal y como los ingleses inventaron el deporte, aquí también lo inventaron los cavernícolas. Además de eso hay una ligera conexión más: ambos son bastante malos en “su” deporte a pesar de poder reclamar su autoría. Es desde la completa falta de habilidad futbolística de los cavernícolas que proviene el sentido de comedia y aventura del film. Un joven idealista y un montón de inútiles que entrenaran sin recursos para enfrentar jugadores profesionales que viven para ganar en el coliseo del reino una y otra vez. Los simpáticos personajes se aseguraran de que el humor familiar de la película se mantenga siempre entretenido, aunque con más sonrisas que carcajadas. Se trata de una comedia familiar que traerá buena sensaciones pero que decepcionaría a algún insensato que se siente en la sala esperando no poder para de llorar de risa. Hay algo de lo que no se puede escapar: resulta imposible no compararla con Metegol. La relativamente reciente superproducción animada argentina es un paralelo inesquivable de El Cavernícola. Mientras Metegol utiliza superficialmente la temática del fútbol, en esta ocasión la historia se pone en la piel del deporte entregando lecturas de todo tipo al mismo tiempo que obteniendo una experiencia rica en detalles, completamente dedicada por y para futboleros. refiriéndose a la animación casi que es una formalidad: aunque un noble esfuerzo sostenido por el ojo cinematográfico de Campanella, la animación de Metegol es en todo sentido infinitamente inferior al de El Cavernícola. A pesar de esta comparación aparentemente apabullante, resulta innegable que para muchos la experiencia de Metegol es definitivamente superior no solo por el factor si se quiere patriótico (que este otro sea un estudio inglés no ayuda en esto), sino también porque se alinea más con el humor y cine de animación moderno más familiar para todos que con el particular tono de Aardman. El Cavernícola es una película de animación que hace lo suficiente para asegurar un buen rato en familia, interesando un poco más que de costumbre a los amantes del fútbol que acompañen a sus niños y definitivamente satisfaciendo a los amantes de la animación por ofrecer una orden de stop-motion que tan en desuso ha caído. Si el cine es una combinación de arte y técnica, la animación es el pináculo de esa relación, y definitivamente no hay proeza más admirable que haber dedicado miles de horas de trabajo a realizar una cinta en la técnica más impráctica como es el stop-motion, especialmente una tan simpática como esta.
Llámame Por Tu Nombre: Tan intenso como eterno. Una de las películas que pisaron más fuerte en los últimos meses trae un sentido romance universal enmarcado en la Italia de principios de los ’80. Europa es un continente tan romántico como su cine y, aunque se quede algo corto respecto a Francia y Alemania, la realidad es que Italia siempre tuvo un sentimental aporte al séptimo arte. En esta ocasión nos encontramos antes una de las sorpresas más grandes del 2017: el último trabajo de Luca Guadagnino, director con una amplia carrera que sin embargo encuentra en Llámame Por Tu Nombre una explosión de reconocimiento que nadie esperaba. Aún cuando sus anteriores colaboraciones con la actriz Tilda Swinton (I am Love del 2009 y A Bigger Splash del 2015) habían logrado impactar en la escena, esto es algo particular ya que nos encontramos esta vez ante un trabajo que trasciende al público cinéfilo. A principios de los ’80, un joven italiano (Timothée Chalamet) pasa las tardes de verano leyendo libro tras libro, viéndose obligado a compartir su cuarto con los asistentes que año a año su padre (Michael Stuhlbarg) lleva a casa para ayudar en su trabajo de investigación. Pero el ahogarse en música y literatura se vuelve algo difícil cuando le dan la bienvenida a un particular inquilino, la llegada de este joven estadounidense (Armie Hammer) coincidirá con un despertar sexual que promete dejar cicatrices de por vida. El dúo protagónico se lleva con merecimiento todas las luces, Hammer es sincero e hipnótico, con un trabajo tan natural que resulta el balance ideal para un Chalamet salvaje y desatado que a sus verdes 22 años entrega una envidiable actuación que con justicia evoca palabras mayores en la boca de todos. Producto indudable del cine europeo, la sexualidad se encuentran a flor de piel en una historia con total ausencia de ese pudor tan típico de Hollywood. No solo por las escenas explícitas sino también por un trabajo de actuación, dirección y un guion que probablemente sean difíciles de describir sin usar la palabra sensualidad. En un film lleno de puntos fuertes, es imposible ignorar un guion producto de una gran novela, como suele ocurrir, pero que logra exprimir lo mejor no solo de su elenco sino de su director gracias a un impresionante trabajo por parte del gran James Ivory. No por nada Ivory es, con esta cuarta nominación (su primera fuera del rubro de director), el nominado más longevo en la historia de los Oscars. Su cine siempre se describió como “visual” pero esta es quizás la primera vez que a los increíbles paisajes italianos Guadagnino le agrega un toque desde la dirección y cámara realmente a la altura. Seguramente gracias al aporte de su director de fotografía Sayombhu Mukdeeprom (algunos recordaran su trabajo en Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives, ganadora de La Palma de Oro en 2010) con quién comenzó a trabajar hace pocos años. Antes de Mukdeeprom las bellas locaciones hacían todo el trabajo, pero en esta colaboración lograron que lo que solían ser destellos muy puntuales (y no siempre exitosos) de trabajo de cámara logren llegar a buen puerto una y otra vez. Además de todo aspecto técnico, es una historia humana con gran cantidad de matices y temáticas. El deseo y las apariencias, la aceptación de otros y de uno, la naturaleza y la familia. Es inevitable ver la conexión que el director crea entre la relación que florece en pantalla y la naturaleza de una bella Italia. Conexión que se complementa con la civilización y familia, después de todo es rodeados de arquitectura italiana mientras discuten literatura lo que comienza a construir una relacion entre dos extraños unidos bajo un techo familiar. Tan familiar como libre, con una relacion padres e hijo que claramente apunta a formar individuos con la libertar de adolecer, todo culminado en un monologo final por parte de Stuhlbarg que promete no solo emocionar sino permanecer en la cabeza de la audiencia por mucho tiempo. Como en tantas otras instancias, una conexión como la de un guion tan sentimentalmente profundo y la actuación de un actor con letras mayúsculas entregan una experiencia única. Pero por supuesto, no es un film sin sus problemas. Por momentos el montaje, en su intento por mantener un estado casi onírico peca con mostrar prácticamente un rejunte de escenas, puntualmente en el medio de la cinta entre que los personajes se acomodan y el momento en que la historia comienza a tomar velocidad. El resto de los “problemas” que uno pueda percibir, como por ejemplo lo largo que se percibe el film, terminan siendo tan subjetivo como lo explícito de algunas escenas: no hay elemento que realmente atente contra el disfrute del fin, aunque pueda resultar difícil para lograr que cualquiera pueda verla sin inconvenientes. Porque es una historia llena de melancolía, geográfica y generacional, con un corazón salvaje que tiene lo suyo para encantar a todas las edades. A pesar de detalles como estos se trata de una película con una infinidad de fortalezas, además de todas las ya mencionadas también hay que sumar que Sufjan Stevens logro por lejos una de las mejores bandas sonoras del año. Otra de las bondades que este proyecto logro hacer coincidir, y como todas, una que además de ofrecer una gran calidad se encarga por sobre todo de sumar a la cinta como un todo: no se respiraría la época y sensaciones de la manera en que ofrece la pantalla si no fuese por este soundtrack, y lo mismo podría decirse por supuesto de la fotografía, guion y actuaciones. Call Me By Your Name es un film que logra reunir el mejor trabajo de varias carreras de manera impecable, entregando un universal y eterno relato sobre el amor, el deseo y la vida en general. Una cuidada e incontenible muestra de cine europeo e internacional en todo su moderno esplendor. Después de todo, que es más moderno que decirle no a la tecnología y perderse en las memorias idealizadas de unos imposiblemente perfectos ’80.
Mudbound: De la guerra al campo de batalla. Un drama histórico sobre dos soldados que regresan a Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Dos héroes que serán tratados muy diferentes por el país al que vienen de proteger. Mudbound es un drama de época que ya se aseguró quedar en la historia como la primer película en valerle una nominación al Oscar a su directora de fotografía. Rachel Morrison es la primer mujer nominada en esta categoría. Un valor histórico que a su directora y guionista, Dee Rees, sin dudas le encantaría reflejar al contar esta historia sobre dos soldados a los que el color de piel separaba en su Norteamérica natal, pero a los que la experiencia de guerra devolverá con más similitudes de las que su sociedad esta dispuesta a aceptar. Basado en la novela homónima de 2008, el film narra los destinos entrecruzados de dos familias: una desacostumbrada a la vida de campo que acaba de mudarse a sus nuevas tierras y otra que trabajara las mismas, para la cual la agricultura es un trabajo familiar desde hace generaciones. Con las tensiones raciales inherentes de la sociedad norteamericana de la época, ambas procurarán vivir lo más armoniosamente posible hasta que el regreso de sus respectivos héroes de guerra terminara por llevarlos a un violento final. El film posee un guion con la calidad y lograda ambición de adaptar de considerable manera una compleja novela. En el comienzo iremos saltando de narrador en narrador, pero una vez que los soldados regresan a casa, esa dinámica narrativa será abandonada para solo retomarla en el final. Primero sirve como gran herramienta para darle un considerable desarrollo a cada personaje, y a lo último logra concluir la historia de forma mucho más elegante que la mayoría de películas que caen en este tipo narración para abrir y cerrar sus historias. Aunque hay que destacar que ningún personaje queda libre de una corpulenta caracterización, también cabe mencionar que el foco de la historia termina por perderse debido a la escala de la novela original. En literatura las historias pueden manejar una cantidad mucho más grande de personajes y hacerle justicia a todos, en este caso al mantener la cantidad de intérpretes terminó por desenfocarse el protagonismo de la historia: no hay dudas hacia el final de quienes son los protagonistas, pero todo el desarrollo y la atención dada en la primera mitad de la cinta a otros personajes terminan por dejar la sensación de que, o fue un error desterrarlos de la historia hacia el final o nunca debieron haber tenido el protagonismo que amagaron a tener. Es dudoso si sirve como razón o es una consecuencia de esto; pero el film termina por volverse una experiencia valorable aunque muy desenfocada, especialmente en cuanto a temáticas. Es una ley muy cierta que las buenas películas necesitan buenos guiones, pero así también las grandes películas necesitan una gran dirección. La realización cuenta con grandes actuaciones, un buen guion y excelente fotografía, pero no logra elevar sus elementos para engrandecer el todo y lograr ser una gran producción. A pesar de la belleza que consigue generar el trabajo de fotografía, no es una cinta que impresione con la faceta visual de su dirección. Aunque personalmente lo tomo como un punto en contra (le haría muchos favores a las más de dos horas de película), esta parece haber sido una decisión completamente consciente. La fotografía es completamente realista, eligiendo reflejar la época de forma fiel y natural. Una bendición relativamente moderna viniendo de tantos años en los que, gracias a la practicidad de la realización digital de cine, venimos aceptando constantemente films que revolean un filtro o un mismo tono de color en toda la cinta para reflejar una época de forma “sencilla”. Muy valorable aparte que combine la fidelidad histórica, con una calidad técnica y además termine regalando algunos planos realmente excepcionales en el proceso. Mantener la cualidad cinemática y hollywoodense al mínimo parece haber sido un claro objetivo. Solo en un detalle el film parece decidido a no ceder ante lo sucio y realista, seguramente el cambio más importante realizado en la adaptación de la novela: el final. Sin entrar en detalles, la resolución final sirve para darle un mayor valor a la historia. Hay varias cosas que reprocharle a la dirección y al guion pero esa es una decisión que, aunque promete ser divisiva, sin dudas se ajusta perfectamente a la sensibilidad de sus realizadores y de la historia que eligieron contar. Con una realización destacable y una compleja historia más inclinada a la humanidad que a lo racial, Mudbound es una producción que bien ganadas tiene sus destacadas menciones en esta temporada de premios. Mucho más recomendable a los fanáticos del cine de época y de las tensiones raciales inherentes del mismo, también tiene con que atrapar a quiénes decidan disfrutar de un drama con una realización destacable.
Las Horas Más Oscuras: La victoria de estar en guerra. Para los amantes de la historia, la actuación, el maquillaje, el cine y por supuesto Gary Oldman, llega un drama bélico sobre los momentos más importantes de la vida de uno de los políticos más emblemáticos de los últimos tiempos. Lo nuevo del director Joe Wright (Orgullo y Prejuicio, Atonement, Hanna, Anna Karenina) llegó golpeando fuerte, obteniendo 6 nominaciones a los Oscars y 9 en los BAFTA. Aunque por supuesto la trayectoria de su director, así como su labor en el film, se ven opacados por una figura que resulto tan emblemática como la persona a quién interpreta: Gary Oldman como Winston Churchill continua recibiendo los aplausos boquiabiertos de audiencias alrededor del globo conforme la película va estrenándose en distintos territorios. La cinta tiene todos los ingredientes para evitar ser simplemente una herramienta para que Oldman se lleve un Oscar. Las fuerzas Nazis avanzan por Europa, y el primer ministro inglés es obligado a dejar su cargo por carecer de mano dura. El único candidato que parece tener el apoyo suficiente de ambos partidos es el primer ministro que nadie quería tener: Winston Churchill es resistido por todos, incluyendo el rey, pero caerá en él la responsabilidad de decidir el destino de Inglaterra, mientras Europa va cayendo rendida ante Hitler. Un relato extremadamente inglés, no solo por el obvio carácter histórico, sino que presenta un orgullo británico similar a cualquier cinta Hollywoodense con banderas flameando, fuegos artificiales y rubias en bikini provocando explosiones varias. Los ojos de la historia, de sus contemporáneos y de la audiencia están en una sola persona: Winston Churchill. Para hablar de Churchill, hay cosas que atender antes de adentrarnos en Oldman, puntualmente la increíble labor de efectos y maquillaje. Antes de ver la película uno pudo escuchar que “Oldman parece otra persona” pero lo que no esperaba es que fuese en todo sentido una persona tan real, con su cuerpo, cara y gestos sumados a la impronta inigualable del actor. Uno se permite perderse en el personaje gracias a un trabajo impecable y superador por parte de (entre otros) el nominado al Oscar en tres ocasiones Katzuhiro Tsuji. No es ninguna sorpresa que el artista de maquillaje y efectos especiales detrás de El Grinch, Benjamin Button, Hombres de Negro, Click, Norbit y varios trabajos de Guillermo del Toro este detrás de esta fantástica labor, y hasta amerita una valida discusión para ver si el maquillaje o la actuación terminan ganando el primer lugar en esta carrera por revivir a Churchill. La actuación de Gary Oldman es descomunal, sentida y gigantesca aunque con detalles y varios matices, pero todo eso logra brillar aún más gracias a la gran labor no solo de Tsuji y su equipo, sino también de la excelente dirección de Wright. En alguna entrevista, ya hace unos años, el director británico declaró sin problemas que “no tiene miedo a admitir que le gusta hacerse notar con su dirección“, yendo en contra de muchos cineastas o escuelas de dirección que insisten en que el trabajo de cámara y del director deben pasar desapercibidos y perderse en la historia. Más allá de opiniones sobre el concepto de dirección en general, la realidad es que Darkest Hour esta llena de momentos en los que la dirección y los movimientos de cámara trascienden ser un simple medio y se vuelven el fin de increíbles secuencias que no hacen más que elevar la experiencia. Aunque su estilo no viene sin pequeñas contras, puntualmente en este caso tendremos que disculpar que la cámara imbuya de épica algunos momentos banales como si de los posteriores eventos de gran importancia se tratara, casi como una dirección indiscriminada en donde no importa de que se trate, se intenta mostrar con la mayor espectacularidad posible. No llega a hacer “la gran Michael Bay” de tratar cualquier conversación como si fuese Indiana Jones escapando de las trampas de una tumba milenaria, pero (particularmente en el comienzo de la cinta) visita por breves instantes ese territorio tan particular. El resto de las actuaciones están en un gran nivel, sin necesidad de destacar a nadie podemos hablar no solo de muy buenas interpretaciones, sino de actores que calzan a la perfección interpretando figuras reales y aún así tienen lugar suficiente para entregar momentos tan sentidos como (a falta de un término más apto) Hollywoodenses. Por su parte, el guion debe tener su crédito por encadenar en su estructura a todos estos personajes y ordenar los eventos históricos para obtener un drama tan cinematográfico como la realización merece. Aunque tiene sus problemas, puntualmente un mal que suele afectar a este tipo de películas basada en personajes reales: hasta la mitad del film la introducción de personajes y el desarrollo de conflictos fluye de gran manera combinando la ficción con la vida real pero llega un punto en el que la historia termina comiéndose al drama. Una vez los protagonistas están en su lugar en la mesa, la película se vuelve una secuencia de hechos y eventos como estuviese chequeando una lista para ver si esta todo en orden para los desenlaces, culminando en una escena melodramática con los Oscars en la cabeza. Desde esa escena continuamos con las resoluciones finales y una vez más el “cómo” vuelve a importar tanto como el “qué”. Aunque la inmensa actuación de Gary Oldman podría comerse cualquier película, Las Horas Más Oscuras es mucho más que un film cualquiera. Repleta de grandes actuaciones, destacándose por el gran trabajo de efectos y fotografía, es un retrato de un importante momento en la historia mundial visto tras el lente de un excelente director y con un orgulloso espíritu británico. Recomendable aún cuando uno no tiene ningún interés en la historia de la Segunda Guerra Mundial.
Detroit – Zona de Conflicto: Cruda y violenta tensión histórica. Vuelve a la pantalla la única mujer en ganar un Oscar a Mejor Dirección, combinando una vez más la autenticidad documental con una fuerte ficción retratando los hechos ocurridos en los disturbios de Detroit a fines de los ’60. En el clima moderno de constante puja por conseguir diversidad de voces tanto detrás como frente a la cámara, es realmente valioso tener a una directora ganadora del Oscar (la única hasta ahora) que no sea tenida en cuenta en charlas del tema por el simple hecho de ya estar establecida hace años como uno de los principales nombres en la industria. Kathryn Bigelow se separo de James Cameron el mismo año en que dirigió la ahora clásica cinta de acción Point Break, y desde entonces (pasando por un par de nominadas y ganadoras del Oscar como Zero Dark Thirty y Hurt Locker) dejo atrás el nombre de su ex-esposo, como si fuese fácil salir de la sombra de uno de los directores más importantes de la historia moderna. Lo hizo gracias a excelentes películas y un estilo propio, ya realizado en sus últimos trabajos, que gira en torno a un crudo realismo basado en hechos reales. Detroit: Zona de Conflicto no es la excepción. Eligiendo el camino de un híbrido entre ficción y documental, es un drama histórico que retrata de forma tan incomoda como necesaria la tensión racial que se vivió en la ciudad de Detroit a fines de los años 60. Dónde la violencia tomo las calles durante varios días en los que la policía y la población de color se enfrentaron constantemente en un verano en el que se registraron más de 150 disturbios. Retratar fielmente el aspecto histórico es la prioridad de una trama sin protagonista definido que desarrollara un grupo de personajes que culminaran reuniéndose en un hotel durante una larga noche que cambiara (y en algunos casos, terminara) sus vidas, cuando la policia irrumpe en búsqueda de armas de fuego tras escuchar disparos. El elenco tiene mucho más talento que renombre. Sin dudas John Boyega es un nombre que servirá para atraer algo de público desde una galaxia muy, muy lejana y aunque su papel es limitado termina realizando una correcta labor, tratándose de un personaje integral para el desarrollo de las temáticas que el film propone. Principalmente se plantea a si mismo como un punto de partida para discutir las conexiones entre el color de piel y el abuso de poder. Encarnando esto segundo esta, seguramente, la estrella de la película: el joven Will Poulter con el papel de un oficial con las dosis justas de ignorancia y odio como para reflejar no solo las luchas de ese momento sino también sentimientos todavía demasiado contemporáneos. Aparte de nombres familiares como John Krasinski (The Office), Tyler James Williams (Everybody Hates Chris) y Anthony Mackie (Falcon en el Universo Marvel) en pequeños papeles, el elenco esta compuesto en su mayoría por relativos desconocidos. Las grandes estrellas suelen necesitar mucho talento, y en algunos casos maquillaje, para entregar actuaciones realmente inmersivas o autenticas por lo que la decisión de mantener un joven elenco de bajo perfil solo ayuda al film. Especialmente con casos como el de la revelación de Algee Smith, que en el papel del líder de una banda de R&B atrapado en circunstancias extremas entrega una increíble performance que vale todo tipo de alabanzas que puedan darle. Es un personaje periférico al que los eventos terminan por cambiarle la vida definitivamente, y el desarrollo (o el viaje) de su personaje sirven prácticamente como una película dentro de esta película. Que haya afectado de forma tan fuerte e irreversible a uno de los personajes no tan centrales es importante para el mensaje del film, para retratar el impacto que tuve y tienen eventos como este. La dirección y el guion llevan de buena manera el elenco, aunque por momentos comparte sientas sensaciones negativas con el trabajo anterior de Bigelow. Como con Zero Dark Thirty (sobre el escuadrón que encontró a Bin Laden), esta la sensación de que por más bondades que traiga a la mesa la dirección, termina recurriendo demasiado a la importancia histórica más que ganándose el drama con sus escenas. Es una valiosa lección de historia enmarcada en una impecable ficción llena de tensionante drama, pero no logra trascender la combinación de estas dos facetas para terminar entregando algo verdaderamente especial. Aunque competente y relativamente ambicioso, el guion no logra capturar el peso que si le dan tanto la dirección como las actuaciones a los hechos. A pesar de que en el momento los sentidos sean atacados por el sentimentalismo de las actuaciones y la guía de la dirección y el montaje, sin la fortaleza de un guion que iguale o supere esos rendimientos terminamos con una película que no durara mucho en la cabeza de la audiencia por algo más que el shock sensorial que logra por momentos. Si viste y disfrutaste de los últimos trabajos de Kathryn Bigelow, no solo sabes lo que esta película ofrece sino que seguramente ya sepas que te va a gustar. Tiene todas las fortalezas de su directora, y a pesar de combinarlas con un buen guion y elenco no terminan de hacer un producto tan valioso como la fortaleza de su evento histórico posibilitaba. El respeto quizás le haya ganado la pulseada, condenando la cinta a una experiencia que aunque disfrutable termina solo haciéndole justicia a tantas historias que ocurrieron en ese largo verano de 1967 y que merecen ser contadas.
Un Amor Inseparable: Una romcom muy particular. La gran sorpresa del 2017 llega a cines argentinos tras encantar a críticos y taquilla en Norteamérica con un inventivo giro a las comedias románticas de siempre. Muy probablemente no les suene tanto el nombre Kumail Nanjiani (y seguramente tengan que googlearlo si alguna vez quieren escribirlo), pero no hay dudas de que su cara y sus trabajos van a ser familiares para más de uno. Recientemente su mayor exposición vino en la forma de su protagónico en Silicon Valley, la aclamada comedia de HBO, lo cual le abrió las puertas a incontables apariciones en todo tipo de comedias televisivas y finalmente tanto a escribir como protagonizar en su propia comedia producida por Judd Apatow. Conocida más que nada por su nombre original, The Big Sick comienza desarrollando una comedia romántica ya de por si medianamente interesante: un comediante indio (versión ficcional del propio Kumail) comienza a verse con una colorida y simpática Zoe Kazan, manteniendo la relación secreta para evitar disgustos de su ortodoxa familia. Pero lo que destaca esta cinta por sobre sus pares es el giro que ocurre ni bien arrancan las cosas: ella cae enferma, y la comedia romántica sigue solo con un protagonista que no tiene idea que hacer. Con su muy reciente pareja internada, el joven tendrá que lidiar no solo manteniendo a flote su carrera como cómico de stand-up y sus ya semanales cenas familiares, tan incomodas y obligatorias como los matrimonios que constantemente intentan arreglar para él, sino además con los padres de su comatosa novia (a los cuales, por supuesto, todavía no había conocido). Como toda comedia romántica, esta es una película sobre relaciones. Ejemplificado de gran manera por las varias parejas que populan su guion. Primero tenemos a la pareja protagónica, extremadamente simpáticos y con una química que le da vida aún a los breves momentos en que el film (en un principio al menos) pasea peligrosamente por terrenos tediosamente familiares del género. A ellas se le suman la pareja de los padres, entregando de igual manera sus cuotas de humor y drama, combinación que sin dudas esta en el centro de la película. Para sacar toda duda de que las parejas sean algo buscado especialmente por el guion, tenemos al dúo de amigos y colegas de Kumail. Cuando estos últimos están en pantalla, transforman por completo la cinta en un proyecto cualquiera de las usuales maratones de improvisaciones de Apatow, pero afortunadamente todo se intenta mantener en su justa medida. Justamente el control del tono y de la mezcla de géneros es vital al enfrentarse a un proyecto con estas ambiciones. En particular, uno tan personal para su protagonista y guionista cayó en las más que capaces manos de Michael Showalter, creador y escritor de Wet Hot American Summer. Gracias a él se entiende que la película logre transitar con seguridad mientras cambia de géneros constantemente, siempre manteniendo un corazón sentimental que transpira en cada uno de sus diálogos. Una buena comedia dramática logra entregar tanto risas como drama en una misma escena de forma natural, y esto es algo que Un Amor Inseparable logra unas cuantas veces. Especialmente gracias al gran trabajo de Holly Hunter y Ray Romano, que (interpretando a los padres de Kazan) comienzan con Kumail una relación como si de ellos tres se tratara la película. Aunque tenga muchos positivos (lo más importante lo hace realmente bien), es un film con unas cuantas flaquezas. Antes de que la mitad de la naranja caiga enferma, la película se conformaba con dejarse llevar por la tranquila corriente de las romcoms usuales. Los inicios del film se manejan como una comedia romántica corriente, mientras que en el medio de la cinta es donde encontramos las escenas y el desarrollo más valioso. Finalmente es al final dónde hay más negros que grises: sin entrar en spoilers y sin tratar directamente las decisiones que toma el guion, definitivamente termina reduciendo por completo cualquier impacto que pueda tener la película, eligiendo en su lugar molestarse solo por satisfacer al espectador. Aparte de eso tenemos resoluciones extrañas en las relaciones de varios personajes que sugieren cortes o cambios que debieron realizarse en post-producción, casi como si conclusiones de un personaje se hubiesen mezclado con las de otro. No se encuentran en el film cosas que sugieran especialmente que el futuro de Nanjiani este en ser guionista, los detalles lógicos de un primer guion están a la orden del día y en definitiva no termina de ofrecer más que una interesante premisa, aunque entregando con mayor seguridad un decepcionante desarrollo de la misma. Pero, en general, se trata de una comedia romántica que logra hacer lo suficiente como para tener una voz particular y separarse del resto. Al final termina entregando una película que va a satisfacer a los fanáticos del género mientras que tiene las cualidades como para caerle bien a algún aventurero que se disponga a verla solo por las cosas que la separan del resto. Aunque relativamente ambiciosa, sus aspiraciones son limitadas y seguramente sea gracias a ello que logra dar una experiencia tan justa para todo tipo de público.
3 Anuncios por un Crimen: El dolor de hacer lo necesario. El director de In Bruges y Seven Psychopaths vuelve con un galardonado relato sobre una madre dispuesta a volverse la villana de un pueblo cuando la policía parece haberse rendido ante el caso de su hija asesinada. Tarantino, Shane Black y hasta los hermanos Coen son algunos de los nombres que suelen revolearse cuando se habla del trabajo en cine de Martin McDonagh. Es necesaria la aclaración de “en cine” porque el director, guionista y dramaturgo británico tiene un saludable cuerpo de trabajo en teatro acompañando las dos o tres películas con las que ya le ha volado la peluca a más de uno. Primero con un pequeño y oscuro relato de comedia en In Bruges y luego con una ambiciosa odisea de delirios en Seven Psychopaths, se mantuvo siempre en las conversaciónes del público cinéfilo gracias a su particular humor y capacidad narrativa. McDonagh parecía definitivamente haber decidido seguir con su filmografía un camino punk, tal como en su carrera teatral, eligiendo abrazar con orgullo la faceta juvenil de sus trabajos y mostrándole el dedo más vulgar a quienes busquen en su cine lo que suelen ofrecer los directores más “serios”. Bueno, eso es lo que parecia, pero acá estamos: con su film más laureado hasta ahora, nominado ya a cualquier cantidad de premios y ofreciendo una experiencia que se encuentra al alcance de cualquier espectador que este aunque sea de paso por su cine. 3 Anuncios por un Crimen es un drama con risas y lagrimas por igual, la despiadada historia de una madre que comienza una batalla pública con la policía de su pueblo cuando cree que dejaron de lado el caso de su hija recientemente asesinada. Una historia con varios protagonistas pero sin villanos, donde todos se verán enfrentados y nadie quedara con las manos limpias de sangre. Como siempre, la violencia y oscuridad de sus historias se encuentran enmarcadas en un juego de personajes repletos de corazón. Aunque claramente vamos a dejar su lado teatral de lado en esta reseña, resulta imposible separarlo totalmente debido a su estilo tan teatral y literario. Esta es una historia que tiene todo como para convencer a cualquier desprevenido que se trata de una adaptación de una gigantesca y best-sellera novela. El tono, el lugar y los personajes resultan inmediatamente comparables a algunos de los trabajos de los hermanos Coen. Aunque McDonagh se encarga de rellenar y decorar esa base con su humor característico. Repitiendo actores con los que ya colaboro, como Woody Harrelson y Sam Rockwell entre muchos otros, e incorporando por ejemplo a la siempre increíble Frances McDormand (Fargo). Completan un númeroso elenco nombres como Abbie Cornish, Peter Dinklage y Caleb Landry Jones (Get Out) junto a tantos otros que gracias a un guion interesado en crear una red de desarrollados personajes tuvieron su recompensa ya con varias nominaciones a Mejor Elenco. Si bien es cierto que los aspectos técnicos no pueden dejarse de lado a la hora de analizar una trabajo cinematográfico, también es verdad que en algunos casos (como este) ocurre que las facetas de producción, fotografía y sonido se integran tan perfectamente que se vuelven parte de un todo homogéneo que le permite a sus estrellas brillar. Esto se lo suele decir refiriéndose a películas en las que las actuaciones son las protagonistas, y en este caso la utilizamos para referirnos a un film en el que destacan por sobre todas las cosas la visión de un cineasta realizada mediante un excepcional guion y un impecable trabajo de dirección. Cada uno de sus tres protagonistas logra explorar por su cuenta, y en conjunto, todas las temáticas increíblemente fuertes que explora la película: la muerte, la culpa, el deber y el perdón son solo algunas de las cuestiones que se plantean y desarrollan. McDonagh no solo se mete de lleno en estos temas sino que se ensucia las manos entregando mediante sus personajes y las acciones de estos mismos, su visión o respuestas frente a cuestiones que todos elegimos ignorar en nuestra vida y tantos cineastas deciden tratar superficialmente en sus trabajos. Es una historia donde solo hay intermedios entre villanos y victimas, donde el egoísmo esclaviza y libera por igual. Es una excelente película con una capacidad increíble para ponerle un tono único a una trama llena de dolor e intentos de vencerlo. Aunque valga la pena solo por su guion y actuaciones, también es una valiosa experiencia para cualquiera que disfrute de un cine tan profundo como amplio en cuanto a su combinación de humor y drama. McDonagh es un escritor con una voz particular y la capacidad para realizar su visión en varios medios, pero en este caso (y algunos dirían por segunda vez) completó un proyecto que es, y será, celebrado por toda la industria como el trabajo de un maestro de su arte.
Pequeña Gran Vida: Querida, encogí a Matt Damon. La humanidad encontró la manera de achicar a las personas a doce centímetros de altura, reduciendo no solo el impacto ambiental de la especie en el planeta sino también el costo de vida: todo es más barato tras la reducción, es una ruta directa a ser millonario. Parece ideal ¿no?, Matt Damon dice que no. Cada una de las películas de Alexander Payne recibió no solo el halago de la crítica sino también nominaciones y galardones en todo tipo de entrega de premios. Es una de las voces más apreciadas en Hollywood justamente por ser tan poco hollywoodense, entregando films personales e íntimos rebosantes de un humor tan negro como irreverente ante normas sociales, pero mucho más rico en calidad crítica y no tan juvenil como podría encontrarse en trabajos ajenos con un tono similar. En esta ocasión Payne se enfrenta ante un reto mayúsculo, dejando atrás totalmente las producciones independientes que acompañaron toda su carrera para trabajar con el mayor presupuesto con el que contó hasta ahora. El tamaño de la producción viene acompañado de un ambicioso guion. Pequeña Gran Vida nos coloca en un futuro cercano/actualidad alternativa dónde la humanidad desarrollo una respuesta ante los problemas de superpoblación y de impacto climático negativo por parte de la especie: encontraron la manera de reducir las personas a menos de 12 centímetros de altura. En unos pocos años el proceso se encuentra al alcance de todo quien este dispuesto, tentando a los potenciales clientes con un cambio drástico en su situación económica, ya que todos los gastos cuando uno se “reduce” pasan a abaratarse de tal manera que prácticamente todos son pequeños millonarios. El film se centra en el personaje de Matt Damon, puntualmente como rearma su vida una vez se achica. Si ya tenia complicaciones antes, imaginen lo complicado que lo tiene midiendo 11,9 centímetros. Se trata de un concepto increíblemente ambicioso e interesante. Es una premisa tentadora para cualquiera, como las grandes historias de ciencia ficción suelen serlo. Aunque de ese género se encuentre lo mínimo indispensable en este film. Se desarrollan varias temáticas, entre ellas la concientización ambiental, el impacto negativo que tenemos en el planeta, así como también las dificultades económicas y el altruismo. El sacrificio personal es sin dudas el debate que propone el film bajo su superficie, encarnado en su protagonista: un hombre amable que piensa primero en los demás, y al que nada le sale bien. Payne siempre tuvo en sus guiones su mayor fortaleza, pero también se destaco siempre el tono que logra imprimirle a sus films. Por eso resulta una sorpresa que esta vez el tono presenta varios problemas. Como es usual en sus trabajos, hay un constante humor en la cinta, pero en esta ocasión (como también le pudo suceder a más de uno cuando vio en su momento Los Descendientes) los chistes terminan errando más de lo que aciertan. Aunque eso no signifique que uno vaya a encontrar varias risas durante la película, el humor que siempre le facilito a sus pasados actores ese encanto que tanto gusta a la hora de entregar premios no termina haciéndole un favor a nadie en esta ocasión. A pesar de ellos, varios actores (puntualmente Hong Chau y, dependiendo de gustos, Christoph Waltz) logran destacarse, pero quizás un retoque en el humor le habría hecho muy bien a la misma. En ocasiones se siente como que la narrativa se desarrolla como si fuera una lista de supermercado, pasando de evento en evento de forma fría y calculada para completar el tremendo viaje que nuestro protagonista tiene por delante. No hay grandes yerros en Pequeña Gran vida, más bien pequeños detalles que terminan evitando que llegue a la grandeza que el concepto pedía. Lamentablemente la dirección no terminar elevando el material, incluso hay ocasiones en las que empeora secuencias que en papel deberían rendir de mejor manera. El resultado final sugiere que un excelente cineasta logro crear un trabajo competente y entretenido, aunque por sus características o limitaciones nunca logro ser capaz de llevar a cabo un guion tan ambicioso. Aunque palabras como “limitaciones” puedan sonar fuertes, no todos los directores tienen las características necesarias para trabajar con presupuestos cerca de las nueve cifras, por más buenos que sean. Ciertamente hay directores que con facilidad trabajan con mucho éxito en el circuito de blockbusters y no están ni cerca de ser seriamente considerados superiores a sus colegas más independientes. La parte técnica de la película resulta tan irregular como la cinta en general. Por un lado el trabajo del departamento de arte, así como seguramente cientos de personas prácticamente anónimas que trabajaron en el diseño (físico o digital), le da vida de forma maravillosa a un mundo tan cercano pero a la vez alejado de lo cotidiano. Pero por el otro, tanto la música como la dirección de fotografía no logran darle especial personalidad al film. A pesar de lo irregular (frase que le va al film como anillo al dedo) del rendimiento final de los distintos departamentos de producción, casi todos los ambientes dónde nos encontramos una vez la reducción se lleva a cabo agregan una capa de ambientación increíblemente valiosa. Estos son, junto a las actuaciones, lo único que sugiere que una versión cinematográfica sea verdaderamente el medio ideal para esta historia: tiene una tremenda cualidad literaria. Los primeros trabajos de Payne habían mostrado la fortaleza de su personalidad como cineasta, entregando historias con fuertes personajes y un humor extremadamente punzante. Recientemente su enfoque paso a entregar relatos mucho más íntimos, con Los Descendientes y Nebraska. Esas cualidades de color tan independiente son los que lo convierten en una valiosa, y tan apreciada, voz en Hollywood. Pero la realidad es que en la mayoría de los casos las grandes producciones, así cómo los ambiciosos proyectos de carácter épico, no suelen conectar de la mejor manera con lo personal e íntimo. Usualmente no se busca hacerlo, y en la mayoría de las ocasiones en que se lo intenta terminan fallando. Este parece ser uno de esos casos, nada de que avergonzarse ya que no todas las películas consiguen lo que (por dar un ejemplo) logra hacer Forrest Gump. Son incontables la cantidad de “valorables esfuerzos” que no cuentan con un producto final tan correcto y entretenido como este. A Pequeña Gran Vida el termino que mejor le va es el de una oportunidad perdida, ya que a pesar de entregar una entretenida historia llena de personajes y experiencias interesantes, se queda en la puerta de llevar un excelente concepto a una realización digna del recuerdo. Pero más que lamentarse por la excelencia no alcanzada, es mucho mejor sentarse a disfrutar de una película cuyas limitaciones no ofuscan sus elementos más valiosos. Si la premisa te genera cualquier tipo de interés, definitivamente vas a encontrar mucho que disfrutar en la experiencia.