Mujer en Guerra: La soledad de luchar por todos. Bella y simpática comedia ambiental islandesa, que pone a una maestra de coro en la encrucijada de renunciar a sus sueños, de salvar al planeta o redoblar su apuesta saboteando grandes empresas. Pocas comedias tienen la suerte de contar con la belleza de los variados paisajes islandeses, pero aún menos tienen la personalidad y encanto que posee Mujer en Guerra. Una aventura moderna que mezcla el optimismo ambiental con el desgaste de la lucha diaria para salvar a una humanidad que en gran parte sólo expresa apatía ante su inevitable extinción. Halla trabaja como maestra de un coro durante el día, mientras que por las noches se encarga de realizar protestas ambientalistas a gran escala saboteando una de las más grandes empresas de su Islandia natal. Pero en estos últimos días su intranquila estabilidad va a verse puesta en peligro por varios factores. Entre ellos el creciente nerviosismo de uno de sus aliados en el interior de esa empresa, lo difícil y arriesgado que viene siendo subir la apuesta todo el tiempo con sus actos realizados prácticamente de forma individual. Aunque principalmente es una noticia que le sacudirá el mundo a cualquiera: acaban de aprobarle la solicitud de adopción que había hecho hace unos años, y va a recibir a una pequeña huérfana de Ucrania de forma inminente. La maternidad es uno de los temas de mayor importancia en el film, aún antes de que la noticia llegue a su protagonista. No solo la maternidad humana, sino también toda la temática ambiental desde la perspectiva del cuidado de la Madre Naturaleza. Pero la gran mayoría de lecturas se encuentran al alcance de todos al mismo tiempo; que se encuentran sembradas en lo que para casi la totalidad de la audiencia va a ser nada más que una pintoresca comedia para pasar un buen rato. Cabe destacar el acierto de varios elementos que logran salir a flote en la trama de forma natural y que sirven para que más de uno empiece a pensar esa u otra de las tantas temáticas exploradas. Está claro igual, que todo esto que el film hace bien sería en vano si no se tratara de una entretenida experiencia audiovisual para capturar la atención en un océano de productos llenos de brillante colorido comercial. En el caso de Mujer en Guerra, la personalidad innata del proyecto se encarga de rellenar lo que ya es una comedia con encanto para cualquiera en una experiencia de autor compatible con todo tipo de pochoclo. Una estética que desde lo visual tiene el plus de contar con todos lo escenarios, visuales y narrativos, de un país con una belleza imponente como lo es Islandia, pero que además lo complementa con una propuesta musical que llega incluso a trascenderla. La cinta está repleta de música, aunque la misma esté usada contadas veces y venga acompañado de una curiosa salvedad: la interpretan músicos en escena que se mantienen presentes en el mundo sin interactuar o formar parte de la historia de manera literal. Una suerte de coro griego sin palabras, armado con instrumentos y voces para entregar una banda sonora impactante que moldea de forma refrescante lo que sin eso ya era una recomendable comedia. La peli cuanto menos garantiza una excelente velada, pero además se encarga de concientizar dejando de lado toda especie de discurso hostil; entregando en su lugar una experiencia centrada en una protagonista que hace méritos para ganar la simpatía de la audiencia para con su lucha. Por si fuera poco, esa victoria temática y narrativa tampoco hace uso de un villano. No hay personajes sombríos que jueguen con su bigote o acaricien su gato peludo, sino que los momentos de adversidad vienen de los grandes sistemas y conglomerados que atacan de forma anónima todo obstáculo en el camino de las ganancias y la siempre ominosa expectativa de crecimiento económico. Sin dudas un discurso refrescante en tiempos en los que parece imposible realizar declaraciones sin antagonizar, y terminar muchas veces radicalizando, a unos percibidos adversarios morales. Pocas películas en lo que va del año vienen con menos luces y dejan con más ganas de recomendarla a todo aquel curioso que esté dispuesto a darle una oportunidad. Para todas las edades y todo tipo de gustos, Mujer en Guerra sin dudas va a saber hacerse lugar entre las favoritas del año de mucha gente.
La Deuda: Pagando a pulmón. Nos ponen en la piel de una mujer con pocas horas para juntar miles de pesos, con un cuerpo y mente que a duras penas van a permitirle lograrlo a tiempo. Una joven utiliza plata de su trabajo para gastos personales, y tiene horas para devolverla si quiere mantener su laburo. No es la primera vez, pero servirá como excusa en un viaje tan tranquilo como tenso que desfilara por familia, amistades y no tanto, en busca de los pesos que le faltan para la mañana siguiente. Una tensa noche llevada a pulmón por alguien acostumbrada a vivir día a día una existencia abrumadora. Su lentitud o tranquilidad pueden no ser para todo tipo de públicos, pero es un film con una intensidad mucho más interna que exteriorizada en secuencias físicas, pero con la fuerza necesaria como para carcomer a su protagonista desde adentro. Producida por Agustín Almodóvar entre otros, resulta una recomendable experiencia que se atreve a hablar tanto del argentino como la Argentina en sí, al mismo tiempo que se ocupa de llevar adelante una trama muy específica de su personaje principal. El film parece por momentos ser una tesis acerca de la influencia que los problemas económicos tienen en la salud, o como causa y consecuencia de problemas afectivos. Una exploración de personaje que por suerte saben abundar año a año en el cine independiente nacional, y encuentra en La Deuda un gran exponente. Gran parte del peso narrativo lo lleva a cuestas la protagonista, interpretada de gran manera por Belén Blanco; en uno de esos casos en que la habilidad en el casting se mimetiza con el acierto de decisiones, tanto del intérprete como del mismo director. Otro nombre para destacar es el de Marcelo Subiotto, en un papel secundario que refuerza y da un segundo respiro a la película para llegar a buen puerto. Pero claramente la influencia más grande que se siente es la del autor, guionista (junto a Gloria Peirano) y director, de la obra. Gustavo Fontán lleva adelante un relato tranquilo de esos que no necesitan mucha acción o movimiento para transmitir ideas o desarrollar sus temáticas. Muy recomendable para casi cualquiera, pero especialmente para aquellos que mes a mes invierten lo que pueden en apoyar alguna que otra peli nacional. Un film hecho y casi que dedicado para los que se encuentran difícil navegar la vida con un bolsillo que día a día cuesta más llenar, y que no da abasto con el esfuerzo individual en pelear una batalla sistemática que debería ser de todos
Sr. Link: Aventuras XXL. La nueva maravilla stop-motion del estudio Laika reúne a un aventurero de grandes aspiraciones con un Pie Grande que sólo quiere algo de compañía. Es una lástima centrar el marketing de esta película en el titular Pie Grande, y no en las aventuras del cazador de mitos y leyendas que protagoniza la cinta. Hugh Jackman le da voz a una peculiar mezcla entre Sherlock Holmes e Indiana Jones, cuya sed de aventuras lo hará toparse con uno de los grandes misterios de la humanidad por las razones equivocadas. Aunque el verdadero reflejo de la cinta se encuentre en el medio de ambas cosas, quizás acentuando un poco más el espíritu aventurero que la envuelve, podría haberle dado mejores réditos a lo que ya es un fracaso de taquilla confirmado alrededor del mundo. Una lástima en definitiva, porque la calidad del film no va de la mano con su pobre rendimiento en los cines. El estudio de animación Laika mantiene vivo uno de los artes cinematográficos más mágicos, el stop-motion a gran escala. Con éxitos como Coraline, ParaNorman o Kubo y Las Dos Cuerdas, su nombre es relacionado con una extrema calidad que es celebrada por la crítica y el público, aunque termine sufriendo a la hora de recaudar. Pero Missing Link propone una evolución interesante del estudio, dejando definitivamente de lado la estética gótica y particular que distingue todos sus anteriores trabajos. Por si fuera poco, además es su primera película protagonizada por un adulto. Aunque claro, viene bien que sea un adulto tan infantilizado. Sr. Link sigue a un aventurero con grandes aspiraciones y una actitud sobradora que termina aceptando una apuesta a todo o nada con el presidente de la sociedad inglesa a la que aspira pertenecer. Todo muy ‘La Vuelta al Mundo en 80 Días’. Solo que la apuesta en sí tiene menos que ver con la rapidez de su travesía y mucho más con traer consigo prueba irrefutable de la existencia de estas criaturas mitológicas que insiste en descubrir. Tanto él como su inevitable compañero de viajes, Pie Grande, resultan personajes tan interesantes como entretenidos; gracias a la armoniosa combinación de diseño de personaje, personalidades tan bien definidas como desarrolladas y excelentes actuaciones por parte de Jackman y Zack Garifalakis. Forman un cuádruple protagónico junto al villano, interpretado majestuosamente por Stephen Fry, y una apasionada viuda con poca paciencia a la que da vida Zoe Saldana. Cuatro personas que o quieren comerse el mundo o temen ser devorados. Además de la excelente tarea de todo el elenco, repleto de talento en comedia y voces que derrochan personalidad, el nombre a destacar es ineludiblemente el del guionista y director del film. Chris Butler cumplió esa misma doble función en la espléndida y subvalorada ParaNorman, por lo que un proyecto de animación difícilmente podría estar en mejores manos. Maneja el ritmo de la trama con gran precisión, pasando de conversaciones introspectivas a secuencias de acción, comedia o de puro espectáculo visual. Es su dirección y el talento de los artistas detrás de cámara y delante de los micrófonos que hacen tan placentera la hora y media de duración de la película. Quizás no desarrolle un mundo de magia y fantasía como las mejores de Laika, pero su dirección y protagonista definitivamente la elevan hasta ser una muy buena opción de aventuras animada para toda la familia
High Life: En el espacio como en la Tierra. En lo nuevo de la directora francesa Claire Denis la humanidad decidió investigar el espacio con misiones tripuladas por presos, por lo que no hace falta que Robert Pattinson se encuentre con algún alien para estar en peligro. No sabemos si será saludable que el cine moderno dependa de directores que estén rondando las siete décadas para traer algo de frescura, pero si tenemos bien en claro que siempre que ellos decidan tomar esa batuta van a ser más que bienvenidos. En esta oportunidad tomó la palabra la directora francesa Claire Denis, cuyo trabajo moldeo en buena parte el carácter del cine europeo contemporáneo de las últimas décadas. No es extraño tampoco que evidencie una fogacidad adolescente a pesar de la edad, siendo que realizó su ópera prima pasados sus cuarenta. Esa chispa sigue más viva que nunca en sus proyectos y definitivamente es lo que atrae nombres con sensibilidades similares como los de la siempre excelente Juliette Binoche o el ex-vampiro adolescente y actual padrino de cine festivalero que es Robert Pattinson. Aunque los nombres dicen mucho de la cinta, también da lugar a uno de esos conceptos que resultan inmediatamente interesantes. Un futuro relativamente cercano en el que la humanidad decidió mandar al espacio a presos seleccionados para llevar a cabo distintas misiones de investigación. En la práctica ellos terminan evitando la pena capital a cambio de donar su vida a la ciencia, sabiendo muy bien que probablemente nunca vuelvan a pisar nuestro planeta. Esta historia en particular tiene lugar completamente dentro de una de estas naves, enviada con varios jóvenes reos y una profesional médica bastante cuestionable a acercarse demasiado a un agujero negro. Seria a la vez muy amplio y vago decir que el film es un microcosmos de la humanidad representada por criminales volviéndose locos mientras flotan en el espacio, pero también bastante acertado. Como siempre en la buena ciencia ficción, todo el artificio resulta más que nada como excusa para explorar cuestiones de forma mucho más cercanas a las dolencias terrenales de su época desde la seguridad que brindan realidades tan lejanas a las propias. Sin cavar demasiado ya puede verse una exploración no sólo del sistema de cárceles, sino también de la potencial rehabilitación de criminales al igual que la siempre polémica pena capital. Usualmente la pena de muerte es lo único que puede generar conversación de vez en cuando, y la verdad no hace falta mandar presos al espacio exterior para que todos nos preguntemos si realmente el que está en marcha es el mejor sistema posible para tratar criminales de todo tipo. Pero vale la pena decir de todas maneras que si uno busca en esta película no pensar para nada en nuestro planeta más que real, va a hacérsele fácil. En parte por el siempre hipnótico protagónico a manos de Pattinson, como una suerte de monje granjero espacial que la película nos presenta primero cuidando de un bebé y luego rechazando los insistentes pedidos del personaje de Binoche, una suerte de chamán conjurando el poder de una rama particularmente psicosexual de las ciencias. Saltos en el tiempo, intriga y hormonas disparatadas son la norma en High Life. Para destacar especialmente en la realización que todo el proyecto tenga un aire teatral, desde la humilde pero efectiva labor de producción hasta los espacios simples y reducidos que envuelven a un elenco corto en números pero con bastante para hincar los dientes. Es una película que afortunadamente parece obtener un poco de la atención que merece gracias a los nombres que atrae la visión de su autora, y que verdaderamente se siente como el resultado de la pasión cinematográfica que sólo un alma adolescente podría generar. Recomendable para cualquiera, es una experiencia controlada para liberar un poco la imaginación (o sea un éxito de la ciencia ficción) que además logra condimentar de forma refrescante el género con un espacio exterior de menos espectáculo y más «Fuckboxes«.
Por Gracia de Dios: La Iglesia como pecado. Una elegante crónica francesa de los casos de abuso que sacudieron al mundo en los últimos años, aprovecha la ficción para hacerle justicia a una realidad que al día de hoy deja a miembros culpables de la Iglesia en libertad, y lo hace sin crudeza ni melodrama. «Por Gracia de Dios» arranca con un intercambio demasiado cordial de cartas entre un padre de familia cristiano a una de las cabezas de la iglesia de Francia. Apenas si se nota por el tono y las formas que están discutiendo la implicación de uno de sus más importantes curas en múltiples casos de abuso durante las últimas décadas. Una reacción en cadena y un efecto dominó de extrema valentía cuando una serie de víctimas, de ese mismo sacerdote, comienzan a levantar sus voces cuando se enteran que él mismo continuó trabajando con niños en total impunidad durante todos estos años a pesar de constantes acusaciones ante la Iglesia. Basada en la historia real que sacudió Francia puntualmente y el cristianismo en general en los últimos años, se trata de un retrato de las consecuencias con las que deben sobrevivir las víctimas de abuso. Particularmente se trata de hombres que luego de décadas encuentran la fortaleza de enfrentar de forma pública el ataque que sufrieron cuando niños en manos de un miembro de la Iglesia que traiciona su confianza desde una posición de poder y privilegio en comunidades sumamente cristianas, pero al mismo tiempo trasciende lo particular para reflejar la lucha de sobrevivientes de abuso de forma mucho más general y universal. Comienza de forma elegante y sumamente estructurada, pero pronto descubriremos que eso es consecuencia de su primer protagonista. La cinta va a pasarle la batuta un par de veces entre sus personajes principales, cuando el rol más vital de uno culmina pasa a presentar y enfocarse completamente en otro. Estas transiciones resultan sumamente orgánicas a la narrativa, permitiendo no sólo mostrar variadas reacciones de las tantas víctimas sino además explorar los distintos grados de impacto que tiene este tipo de abuso. En ningún momento se vuelve cruda, más allá de testimonios en palabras, y prácticamente no toca momentos melodramáticos. La tarea de todo el elenco es fantástica, con infinidad de personajes medianos y pequeños que dan vida con suma naturalidad a un relato llevado por el pulso experto del director François Ozon. No vemos solamente sobrevivientes enfrentarse a su pasado, sino la respuestas de sus familiares, padres, hijos, jefes, amigos y parejas que apoyan o se incomodan ante la valiente lucha que están intentando ganar contra el estigma. Sumado por supuesto a una de las instituciones más poderosas del planeta. El resultado es una ficción sobria pero potente que utiliza la historia real para explorar de forma fantástica temáticas como el abuso, la religión y la respuestas de la sociedad ante sobrevivientes, al mismo tiempo que le hace justicia a los hechos. Presenta además variedad de perspectivas, incluyendo fieles cegados por su fe o creyentes que se ven reforzados en el cristianismo aún luego de sobrevivir tal abuso. No es una película que condene a la Iglesia o la religión, pero definitivamente no tiene pudor en cuestionar las formas nefastas en que se ha manejado la misma por los siglos de los siglos. A
Nosotros los argentinos tenemos ya incorporado desde siempre el reirnos de nuestro horrible país para sobrevivir, por lo que la propuesta de “Astrogauchos” definitivamente suena tan natural como tentadora. Siguiendo las desventuras de un profesor universitario que, en medio de la Guerra Fría, lucha por conseguir los fondos necesarios para convertir a la Argentina en el primer país en llegar a la luna. Aunque por supuesto, como suele ser tradición en nuestro país, alcanzar sus objetivos va a traer inmediatamente problemas imprevistos. El programa espacial argento, después de todo, no podría avanzar más lento o de forma todavía más misteriosa, nuestro protagonista vive en la duda de si realmente se están construyendo los bocetos en los que pone tanto empeño. Por si fuera poco, esta nueva pero familiar infelicidad va a traer consigo consecuencias seguras en su matrimonio y en todas sus relaciones. Una comedia que lleva de gran manera la impronta de época desde un gran trabajo de producción, que es complementada con buenas actuaciones entre los tantos coloridos personajes que habitan un mundo que sirve como un tragicómico recordatorio del país en que vivimos. Lamentablemente, todo ese trabajo no está acompañado de lo más importante. Aunque el guion logra brillo en muy pocos momentos, es la dirección lo que termina de aguar de la peor manera a “Astrogauchos”, con varios recursos empleados de forma burda y simplona a la vez, además de lo peor de todo: una profunda incapacidad por llevar a la pantalla gags que claramente estaban ya a mitad de camino de la cocción entre las páginas y las actuaciones. Una verdadera lástima, pero son esas pequeñas y vitales fallas la que no dejan disfrutar tanto la película. Pero, afortunadamente, como nuestro país mismo, no le va a ser muy difícil a cualquier argentino encontrar la forma de sacarle jugo a una experiencia que aunque simpática no logra ser más que prometedora.
A muy poco tiempo de haber competido por la Palma de Oro en Cannes y de haberle valido el premio de Mejor Actor a su protagonista en el mismo festival, nos llega lo nuevo de una de las grandes voces del cine no solo hispano o europeo sino mundial. Antonio Banderas protagoniza a un director de cine que se encuentra luchando contra su retiro obligado por cuestiones de salud. Varios dolores corporales y mentales lo vienen aquejando, haciéndole imposible realizar el cine que tanto lo llena. El disparador de la historia será una propuesta para presentar uno de sus antiguos éxitos, con el problema de que no se habla con su actor protagónico desde el estreno de la cinta hace ya más de tres décadas. Lamentablemente, ambos están reacios a reconectarse y afortunadamente pueden recurrir a algo de droga “medicinal” para hacerlo más sencillo. Como es costumbre en los trabajos de Almodóvar, podemos disfrutar de un elenco ecléctico repleto de grandes actuaciones. Acompañando a Banderas se encuentran nombres que podrán no ser tan conocidos por la mayoría y que entregan espléndidos rendimientos, como Asier Etxeandia en el papel del complicado actor y Nora Navas como la asistente del director. Aunque también tiene nombres muy familiares para todos, como lo son Cecilia Roth, Leonardo Sbaraglia y Penélope Cruz como la madre de la versión infantil de nuestro protagonista. Y es que la cinta fluye entre el presente, los recuerdos del director y las experiencia que va a ir construyendo mediante empiece a meter el pie en las aguas de las drogas, los amores pasados, las nuevas oportunidades y los dolores que se rehúsa a procesar. La película comienza con Banderas enlistando las varias dolencias, tanto físicas como mentales, que aquejan a su personaje pero durante el desarrollo del film veremos cómo intenta sobrevivirlas hasta llegar al punto en el que debe aceptar y de alguna manera enfrentar aquellas que no se atrevió ni a nombrar en un principio. El del cineasta español es siempre un cine familiar, celebrado y sentido. “Dolor y Gloria” no desentona para nada con el resto de su filmografía, y ofrece una gran alternativa para todo aquel dispuesto a pasar un buen rato en las reflexiones de una de las voces más valiosas de la industria contemporánea.
Tolkien: Deconstruyendo la Tierra Media. Era inevitable y ya llegó: la biopic del autor del Hobbit y El Señor de los Anillos nos lleva a una vida más que literaria interrumpida por la Primera Guerra mundial. Tolkien es uno de los estrenos más lógicos y esperables de los últimos años. Después de todo, Hollywood ama las biopics tanto como supo amar la trilogía del Señor de los Anillos. Historia del cine y la literatura fantástica por igual, J.R.R. Tolkien es un mito cuya vida verdaderamente resulta merecedora de un tratamiento biográfico. Huérfano desde una corta edad, creció con la nariz en los libros y con una pasión por lo académico. Su esfuerzo lo llevó hasta la universidad de Oxford, su espíritu artístico a conocer el amor y el destino hacia el evento que marcaría su vida como la de todo el planeta: la Primera Guerra Mundial. Como una biopic común y corriente, realmente no hay demasiado que decir sobre ella. Hace las cosas bien, particularmente con un excelente despliegue de producción tanto en la escala del film como todo el trabajo necesario para que una película de época se transforme exitosamente en un pequeño viaje en el tiempo. Puntualmente vale la pena destacar además la labor de casting: desde el protagonismo de Nicholas Hoult hasta llegar a los roles más secundarios, el elenco realmente esta moldeado de la manera justa. Y es que aún los personajes pequeños son importantes en crear la ambientación que hace bastante especial a esta biografía, ya que difícilmente hay escenas que no están rellenas de todo tipo de referencias a los trabajos de Tolkien. Desde detalles en la escenografía hasta elecciones por parte de los actores, esta es una película particularmente condimentada con un hermoso bingo en el que todo fanático de la Tierra Media puede ir susurrándose todas las referencias que encuentran en la pantalla. Y es que además de aquellas inspiraciones reales que llevaron a la vida del autor a culminar con sus trabajos de ficción, están complementados varios detalles por parte de una dirección y guion dispuestos a jugar con la imaginación de la audiencia. En cuanto al guion, afortunadamente acompañando al espíritu imaginativo de Tolkien y a su amistad de toda una vida con su círculo más íntimo de amigos, no hay un romance que se adueñe por completo de la trama. Por supuesto que tiene su debida presencia, ya que la relación con su futura esposa fue parte importante de sus experiencias. Pero es un alivio que no haya sentido la presión tan hollywoodense de transformarse en una cinta romántica que vender. A pesar de eso, la fuerte presencia de Lilly Collins en su papel al igual que la química con Hoult y sobre todo como el director finlandés Karukoski elige capturarla en cámara claramente hace que su estampa en la película se extienda mucho más allá de sus meros minutos en pantalla. Quizás no tenga un impacto demasiado grande en la historia del cine o incluso en la taquilla. Pero Tolkien es una pequeña, humilde y ambiciosa biopic que logra hacer justicia a una figura más que interesante al mismo tiempo que la condimenta con suficientes detalles artísticos y referencias para los fanáticos. A decir verdad, la experiencia más recomendable para aquellos interesados en la película es sin dudas verla con un grupo de amistades fanáticas de la Tierra Media (aún si es solo de las películas) y apreciarla en una sobremesa en la que vayan repasando las varias referencias tanto al Hobbit como al Señor de los Anillos. Así, difícilmente pueda fallar.
“Abrakadabra” es un viaje en el tiempo tan nacional como italiano, en manos de Luciano y Nicolás Onetti. Nuestros Coens nacionales alimentados a base de mate y terror italiano. Promete y asegura una producción a la altura de la memoria sobre aquellos clásicos cinéfilos con asesinos inciertos, colores chillones y cinematográfia más que osada para la época. Aunque el año pasado su película “Los Olvidados” haya tenido comercialización masiva, los hermanos Onetti son reconocidos en el circuito de festivales de género internacionalmente por su estrecha relación con el terror italiano multicolor; Giallo para los amigos. Con su debut, “Sonno Profondo” en 2013, y “Francesca”dos años después, los Onetti se ganaron un buen recibido impacto no solo en nuestro país sino en Europa a fuerza de sus honestos y fieles homenajes al género. Sin ir más lejos, este último proyecto suyo ha tenido lugar en Sitges, uno de los festivales de género más importantes del planeta. Desde el principio, “Abrakadabra” es un topetazo de estética. La cámara, las puestas de luces, los colores y todo el descomunal trabajo de sonido resultan en una abrumadora experiencia que promete transportar a cualquiera exactamente a la dimensión de sensaciones que los Onetti tanto disfrutan. La fotografía y la banda sonora fueron premiadas por el BARS con justicia, definitivamente dos de los pilares de la película. Lamentablemente lo que las rodea terminan de condenarla a seguir siendo un gustito para amantes del giallo, y ni siquiera para todos ellos. Durante gran parte del film seguimos, como no podía ser de otra manera, una serie de asesinatos perpetrados por una figura misteriosa. Usualmente en grandes exponentes del género, cómo la trama y el protagonista van pasando de cuchillazo a cuchillazo termina siendo de mucha importancia para mantener el interés del espectador más allá del obvio espectáculo audiovisual. Pero en este caso, los Onetti terminan entregando un guion que se queda apenas en lo menos interesante del género. Ese es el caso con demasiados aspectos del film: las actuaciones, el clásico doblaje en post-producción de todos los diálogos, el montaje y especialmente el guion. Todos y cada uno de estos elementos individuales apenas llegan a la altura de ser ejemplos olvidables de un género con puntos altos tan excepcionales. Algunos incluso lo hacen bajo un evidente pretexto de imitación, no solo conformándose con imitar sino eligiendo aspectos de giallos “inferiores” para hacerlo. Afortunadamente lo visual y sonoro están ahí para sostener todo el proyecto. Lo hacen de tal manera que incluso termina siendo por demás disfrutable, independientemente de la cantidad de asteriscos que uno le ponga. Admirable que proyectos de tan bajo presupuesto puedan reflejar de forma casi perfecta la ambiciosa visión de cineastas argentinos con alcance internacional. Pero entre todos los halagos que los Onetti se han ganado en su carrera, también se ganaron el que tengamos que pedirles algo más.
Todo film biográfico termina irremediablemente esclavo de la figura histórica que deside explorar. Lo ideal, por supuesto, es que también acabe atado a una interpretación a la altura, por lo que un gran Willem Dafoe nominado al Oscar como Mejor Actor no viene nada mal. El brillo de la nominación le viene bien a una película que, en una de las ediciónes del Oscar con mayor promedio de taquilla en la historia, destaca entre otras nominadas por la poca cantidad de ojos que acabarán disfrutandola en la gran pantalla. No es un proyecto que aspire a cientos de millones ni mucho menos, y viene apenas dos años luego del estreno de (la también nominada al Oscar) “Loving Vincent”. Pero afortunadamente se trata de un film diferente en todo sentido posible, que logra evocar el espíritu de Van Gogh de una forma única. Su director, Julian Schnabel, es también pintor. Aunque, por supuesto, es fácil olvidarlo cuando durante los 00s se cansó de recibir los más grandes galardones cinematográficos en Cannes (donde ganó Mejor Director en el 2007), los Oscars, BAFTAs y hasta cuatro nominaciones por el León de Oro en Venecia. Pero su pasión y renombre en el circuito artístico terminó manteniendo viva la idea de esta película durante muchos años, hasta que finalmente se decidió a volver al ruedo tras casi una década desde su último film. El resultado es un retrato íntimo, errático y de una belleza incontrolable. Anclada por supuesto en un maravilloso Willem Dafoe, que logra poner en crueles términos terrenales la figura emblemática e inmortal del artista que hasta hoy en día representa no solo la idea del artista torturado sino también del éxito póstumo. La presencia de Oscar Isaac e incluso un cameo del gran Mads Mikkelsen sirven para condimentar un proyecto que de todas maneras no está interesado en virar mucho de su protagonista. Incluso el estilo visual del film se encarga no solo de retratar de forma apropiada vivencias ya bastante conocidas, sino también ensuciarlas con el realismo justo como para que el contraste logre hacer brillar lo máximo posible toda su tragedia y esperanza. Es un film realizado con un estilo particular que referencia los trabajos de Van Gogh, combinando un realismo ultraestilizado, cómodo con sus propias imperfecciones. La ambición visual y la interpetación protagónica son dos faros que se encargan de iluminar la película en todo momento, pero de todas maneras se encuentra perdido en muchas ocasiones debido a un guion pretensioso por de más. A pesar de ello, es realmente una experiencia que consigue triunfar por sobre el producto final, entregando un proyecto a la altura del espíritu salvaje de su trágico protagonista. Aquellos que logren conectar con las cualidades tan particulares del film van a encontrar una biopic con el valor suficiente para atreverse a ir más allá de lo ordinario, algo que todas las películas sobre gente extraordinaria deberian tener como prioridad.