Esas raras adicciones nuevas Adam (Mark Ruffalo) es de esas personas que a simple vista parecen tenerlo todo: es lindo, tiene un buen trabajo, y un hermoso departamento en Nueva York. Pero Adam es adicto al sexo, y para poder llevar su vida adelante debe concurrir a reuniones todas las semanas, donde cuenta con la ayuda de Mike (Tim Robbins), su sponsor, que con los años se ha convertido en su mejor amigo. Mientras tanto un nuevo miembro se ha integrado al grupo, y es el turno de Adam de convertirse en sponsor de Neil (Josh Gad) , un joven médico que no se toma el tratamiento demasiado en serio, sino que lo hace por obligación. En una fiesta Adam conoce a Phoebe (Gwyneth Paltrow), y siente que finalmente es hora de comenzar una relación estable, pero no sabe si sera capaz de semejante desafío, tampoco es fácil para su pareja acompañarlo y comprender las limitaciones que tiene para relacionarse. La historia se centra más que nada en la vida cotidiana de quien debe lidiar con una adicción, en la fuerza de voluntad, y en todos los pequeños detalles que debe cuidar diariamente para no recaer. Pero si bien el tema principal es delicado, la película no es un drama si no una comedia romántica, y probablemente allí este lo flojo de la propuesta. Durante la primera parte de la historia los protagonistas plantean situaciones conflictivas muy interesantes, especialmente la relación de Mike con su hijo, pero luego todo se centra en la pareja protagónica y sus escenas románticas, dejando de lado las historias de los personajes secundarios, cuyos conflictos se resuelven rápidamente en los últimos minutos de la película, y son bastante más interesantes que el romance central de la historia. Así, finalmente son las interpretaciones de Tim Robbins y Josh Gad las que hacen que la historia valga la pena, y si bien no es uno de los mejores estrenos del año, es una historia ágil, bien filmada, que plantea un tema difícil, pero lo hace de un modo llevadero, y por momentos hasta gracioso.
Otra basada en dibujitos Las tortugas ninja, aquellos cuatro adolescentes verdes con nombres de pintores del renacimiento, que comían pizza y revoleaban patadas allá por los noventas, tienen ahora una nueva adaptación cinematográfica. La película los presenta como unos anónimos justicieros que enfrentan al malvado Shredder y su aliado el Foot Clan, y defienden a la ciudad de Nueva York ayudados por April (Megan Fox), una curiosa y tenaz reportera que no descansa hasta descubrir la identidad de los extraños vigilantes; y que por esas vueltas del guión también ha tenido algo que ver con la creación de los astutos reptiles. Esa vuelta atrás en el tiempo para mostrar el extraño experimento de laboratorio de donde salieron las cuatro tortugas mutantes, junto con Splinter -la rata que luego se convertirá en su padre y mentor-, es probablemente lo más interesante de la historia, ya que todo lo que viene después es bastante predecible. Con un guión muy simple, la película no ahorra en efectos especiales, chistes, música y demás chirimbolos, para crear casi dos horas de entretenimiento en 3D, con una historia muy común y esperable pero donde se nota la mano de Michael Bay en la producción, que compensa con impacto visual lo que le falta en originalidad. Las tortugas son ahora bastante más musculosas que en su versión original, y su textura verdosa probablemente no sea del agrado de todos, pero seguramente muchos que han sido fanáticos en su infancia irán a ver de que se trata esta nueva adaptación, aunque es de esperar que salgan decepcionados.
Una mujer no puede ser fea Violette Leduc (Emmanuelle Devos) fue una mujer llena de fantasmas, de sombras que la atormentaban. Hija bastarda, fea, y con una vida llena de complicaciones durante la guerra, no tenía la preparación intelectual de otros escritores de su misma época, pero sí muchas experiencias para contar. Luego de leer un libro de Simone de Beauvoir (Sandrine Kiberlain) se obsesiona con ella, busca conocerla, le hace llegar sus escritos y, para su propia sorpresa, Simone los encuentra excelentes. Esta biopic se centra más que nada en la relación entre ambas escritoras. Simone encuentra fascinantes las historias que Violette narra de modo tan viceral, y cree que debe publicarlas para que el mundo conozca más del segundo sexo. El carácter frágil y desequilibrado de Violette no resiste las presiones de ser una autora publicada, no tiene la entereza para lidiar con el rechazo y la crítica -lo que lastima aun más su delicada personalidad-, y termina viviendo la insistencia de Simone como una especie de hostigamiento, porque lo que busca es el amor de la escritora, no su apoyo intelectual. Por la película desfilan varios escritores de la época como Genet, Camus, y se nombra también a Sartre, pero de un modo un tanto forzoso como para contextualizar la historia. La poca importancia que se le da al entorno histórico y social hace que todo se centre más aun en el personaje de Violette, y es Emmanuelle Devos quien sostiene toda las más de dos horas de narración. La química con Sandrine Kiberlain no funciona del todo bien, ya que interpreta a una Simone demasiado fría. Sin dudas Violette Leduc, es un personaje realmente interesante para hacer un filme, pero este no llega a captar toda su complejidad. Aún así es una muy buena historia, con una gran interpretación por parte de Devos.
Harry y Sally ya son abuelos Oren Little (Michael Douglas) es un agente inmobiliario a punto de jubilarse, vive en un complejo del cual es dueño, y detesta convivir con sus vecinos, tanto como sus vecinos lo detestan a él. Oren pone mucha voluntad en ser grosero y desagradable con todo el mundo, y siempre tiene algún comentario irritante para molestar a los demás. Como suele pasar en estas comedias románticas, todo cambia de golpe en la vida de Oren cuando su hijo aparece luego de varios años de ausencia para pedirle que cuide a su hija durante unos meses, una nieta cuya existencia Oren desconocía, y así sin más la pequeña queda en la puerta de su casa. Mientras Oren no termina de reaccionar, su adorable vecina Leah (Diane Keaton) sale a hacerse cargo de la situación y de la confundida niña. El abuelazgo forzoso, y otros varios episodios, van cambiando la realidad y lentamente la personalidad de osco abuelo, al mismo tiempo que este comienza una relación con Leah. Por su puesto que la historia es una comedia romántica de fórmula, de esas que siempre funcionan, pero son sus dos extraordinarios protagonistas quienes logran que se destaque de otras propuestas similares. La película tiene muchísimo humor, y por suerte una gran cuota de acidez y cinismo aportada por Michael Douglas; pero lamentablemente también tiene varios momentos semi-dramáticos y dulzones, que por suerte pasan lo suficientemente rápido como para volver al humor. Siguiendo en la misma linea de "Cuando Harry conocio a Sally", Rob Reiner trae nuevamente una historia de personajes totalmente opuestos que finalmente construyen una interesante relación, donde a pesar de los momentos romanticones, abundan diálogos que vale la pena disfrutar, especialmente los de Douglas con Frances Sternhagen, quien interpreta a una cínica secretaria que no teme decir lo que piensa.
Comedia romántica a la europea Ida (Trine Dyrholm) acaba de terminar un tratamiento de quimioterapia debido a un cáncer de pecho, y mientras espera los resultados del último chequeo debe concurrir a la boda de su hija en el sur de Italia. A pesar del complicado momento que está atravesando, Ida es una mujer positiva, que trata de disfrutar de todo, incluso hasta las cosas pequeñas. Todo lo contrario es su consuegro, Philip (Pierce Brosnan), un hombre que luego de enviudar se convirtió en un adicto al trabajo, que detesta estar rodeado de gente. La boda se realiza en la villa que la familia del novio tiene en el sur de Italia. El paisaje y el contexto son ideales para una típica comedia romántica, donde las familias se reúnen casi por obligación, y las cuentas pendientes e historias inconclusas salen a la luz. La historia tiene como tema central el amor que llega por segunda vez, aquel que encuentra a los protagonistas ya más viejos y un poco decepcionados, que ya no esperan nada, pero encuentran algo. Es un tema bastante visto en el cine, y sería de esperar que una cineasta como Susanne Bier le encontrara una vuelta interesante a la trama, pero eso no es lo que sucede. La historia cae en varios y melosos lugares comunes, y aunque las interpretaciones de ambos protagonistas son muy buenas, no terminamos de creernos del todo ese amor repentino que surge entre ambos. El resultado es una película entretenida, amena, y un tanto pretenciosa. Lo interesante es que en general los filmes de este género que solemos ver son estadounidenses y parecen hechos en serie; pero esta película danesa tiene una muy buena dirección, y actores que no parecen modelos de publicidad, lo que le otorga un poco más de calidad y naturalidad al producto final.
Niños desarmados Apenas terminada la segunda guerra, cuando los aliados ocupan Alemania, los oficiales y jerarcas nazis no tenían demasiadas opciones: huir o ser detenidos. El padre de Lore (Saskia Rosendahl) llega a su casa al final de la guerra solo para quemar rápidamente todo documento que lo vincule con el régimen y sacar a su familia de la casa para llevarlos a una granja donde cree que estarán mas seguros, para luego abandonar el país. Su madre se entrega a las autoridades, porque cree que eso es mejor que quedarse a esperar a que vengan por ella. Así Lore, la hermana mayor, queda a cargo de sus cuatro hermanos, y debe atravesar Alemania para llegar a la casa de su abuela en Hamburgo. La vida de estos cinco hermanos cambia en minutos, de repente se encuentran solos, atravesando a pie una Alemania llena de peligros, donde la comida escasea, y deben aprender a sobrevivir, lo que los lleva a aceptar la compañía y la ayuda de un extraño, el que probablemente represente todo aquello que les han enseñado a despreciar. El camino que los niños recorren es tanto interno como externo; esos zapatos que se rompen y se llenan de barro muestran el paradigma que ha caído, como todo aquello que alguna vez ha sido motivo de orgullo es ahora motivo de vergüenza, y a cada paso descubren que el mundo tal vez no es como se los han contado. Cada detalle es mostrado de forma extremadamente realista, y con una crueldad que por momentos es difícil de ver. Los chicos se enfrentan con una realidad tremenda, donde la guerra ha sacado lo peor de la gente, no es fácil conseguir ayuda y la crueldad abunda. La reconstrucción de época es precisa, y no solo es coherente históricamente, sino que en cada detalle muestra los estragos de la posguerra, sin golpes bajos, pero con veracidad. Los niños son creíbles en sus actuaciones, especialmente la protagonista, que con pocos diálogos sabe expresar en su rostro el dolor de lo que le ha tocado atravesar.
Corre, carretillero corre Victor (Celso Franco) es un carretillero que trabaja en un enorme mercado paraguayo, uno de esos mercados donde se consigue de todo, desde tomates hasta celulares. Y es justamente un celular el objeto de deseo de Victor, quien acepta llevar a cabo una changa un tanto dudosa con tal de conseguir el dinero para comprar el teléfono. La changa consiste en transportar siete cajas, cuidarlas como si fueran su vida; en algún momento le comunicarán dónde debe entregarlas. Las cajas, como sospechamos desde un comienzo, no son mercadería legal y esconden un poco de todo, un crimen, delincuentes torpes, policías corruptos, etc. Dinámica y llena de contratiempos, la historia recuerda a "Corre Lola Corre", pero en el contexto surrealista y colorido de un mercado paraguayo, que sirve como escenario para retratar la idiosincrasia guaraní. A contrarreloj y corriendo por el mercado, varios personajes se cruzan en esta historia que de a poco vamos desentrañando, y desemboca en un explosivo final que dejará contentos a todos. La película es un producto muy bien hecho, en el que podemos reconocer varias fórmulas que, ya se sabe, funcionarán bien en la pantalla, y tiene un humor muy particular que la distingue de otras producciones.
Simios con defectos humanos La segunda parte de esta saga continúa en la ciudad de San Francisco, donde los simios se han ido al bosque a vivir en comunidad liderados por Cesar (Andy Serkis), y siguen evolucionando: cazan, pescan, construyeron viviendas, y utilizan el lenguaje que aprendieron del hombre. Los humanos casi se han extinguido a causa de la epidemia, y su vida se ha retrasado notablemente. Viven hacinados, la ciudad está devastada y sueñan con recuperar la vida que alguna vez tuvieron. En busca de ese sueño, un grupo de humanos explora el bosque para encontrar una represa que les permitiría volver a tener luz eléctrica. Pero ahora el bosque es territorio de los simios, y unos desconfían de los otros. Los humanos están menos organizados, pero tienen armas de fuego, mientras los simios aún guardan rencor hacia aquellos seres que los guardaban en jaulas y los usaban para experimentos. Lo interesante de la historia es que aquí nada es blanco o negro, no todos los hombres son malvados exterminadores, y no todos los simios son seres benévolos que buscan evolucionar. Las epidemias y dificultades exponen el lado animal de los humanos, y a medida que los simios evolucionan, experimentan un lado humano no del todo positivo, ya que surgen los celos, las traiciones y la necesidad de liderar e imponer ideas. Esta historia de ciencia ficción no solo tiene un guión sólido e interesante, sino que visualmente es aún más impactante que la primera, se ha redoblado la apuesta, ahora los simios son mucho más expresivos gracias a la técnica de motion capture, y todos los rubros técnicos de la película son excelentes, tanto en efectos visuales, como en montaje y sonido. En cuanto a las actuaciones, Andy Serkis a esta altura ya es un experto en materia de motion capture, y en el bando de los humanos Jason Clarke realiza una convincente interpretación, en tanto Gary Oldman, como de costumbre, se destaca interpretando a un líder que no tiene reparos en arrasar con lo que sea para proteger lo poco queda de la humanidad. En este caso segundas partes sí son buenas, la historia continúa, y las cosas se ponen cada vez mejores. Nuestra calificación: Esta película justifica el 80 % del valor de una entrada.
Detrás de las paredes Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es un millonario excéntrico y solitario, dueño de una afamada casa de subastas. Un experto en arte, capaz de diferenciar una obra autentica de una reproducción, pero según sus propias palabras: en toda falsificación hay algo de real. Un día recibe el llamado de una misteriosa mujer, Claire Ibbetson (Sylvia Hoeks), quien ha heredado una antigua propiedad de sus padres con obras muy valiosas, y desea contratar los servicios de Oldman para evaluarlas. A pesar de ser un hombre malhumorado y de poca paciencia acude una y otra vez a citas donde la mujer no aparece. Cuando finalmente logra entrar a la casa para comenzar con su trabajo, ella solo se comunica con él por celular. Tanto misterio lo agota, pero de algún modo también lo atrapa. Durante su trabajo en la antigua propiedad Virgil va encontrando pequeñas piezas de metal que llaman su atención; se las lleva a un experto con quien siempre trabaja, Robert (Jim Sturgess), quien descubre que son partes de un antiguo autómata, una pieza invaluable. Cada visita a la casa es el encuentro de una nueva y rara pieza, y es también un paso más hacia esa extraña mujer que no se deja ver; pero de a poco ambos rompecabezas se van armando. Por un lado, el autómata; por el otro, la relación en donde va descubriendo a esa mujer, como si también estuviera desentrañando una antigua y misteriosa pieza de arte. La película está rodeada de misterio, cada escena en la casa es como un viaje en el tiempo, y un viaje dentro de la historia de los complejos personajes. La impecable estética refleja el inmenso amor que Virgil siente por el arte, se rodea de él y forma parte de cada segundo de su vida. La construcción visual sumada a la música de Ennio Morricone crean hermosos climas de intriga y misterio, pero también reflejan la enorme soledad y el desconcierto en el que se encuentra el protagonista. La trama es extremedamente detallista, con el tiempo vamos descubriendo cada vez más piezas, tantas que por momentos nos perdemos y la historia se vuelve pesada. Geoffrey Rush compone de forma excelente a un complejísimo personaje; Donald Sutherland también está a la altura de su composición, como un amigo que a veces lo ayuda a cometer pequeños fraudes en las subastas, el único que conoce sus secretos. Como el "trompe l´oeil" pintado en la pared a través de la cual se comunica con Claire, esta historia es como desentrañar una extraña y antigua pieza de arte, donde lo falso se funde con lo real, y cada pequeño fragmento es parte de un todo.
Volver a los clásicos Iván Drago (David Mazouz) es un niño de diez años; su pequeña altura y poco amor por los deportes lo distinguen del resto de los niños y de las aspiraciones de su padre. Por esas cosas del destino, o no, cae en sus manos una historieta en cuya última página hay un concurso para crear juegos, y así Iván descubre que tiene un talento innato para esa actividad. Sus juegos son cada vez más creativos y complejos, de manera que consumen casi todo su tiempo. Iván se encuentra fascinado con su nueva tarea, hasta que un accidente hace que su vida cambie por completo, y deba sumergirse en una peligrosa aventura que requerirá de todo su ingenio para recuperar la vida que tenía, y en el camino descubrir quién está detrás del misterioso concurso de juegos. Iván es un niño que recorre el camino del héroe, atraviesa tragedias, vence obstáculos, y llega a su meta. En el camino vivirá de todo, y más también. Las aventuras del protagonista nos recuerdan a clásicos como los Goonies, donde niños inexpertos viven situaciones extraordinarias, y descubren talentos que hasta el momento estaban dormidos. La ambientación y la estética surrealista y atemporal son excelentes, es casi imposible no reconocer influencias de Terry Gilliam o Jean Pierre Jeunet, y es maravilloso que se hagan productos para chicos con esa calidad estética de manera que acostumbren los ojos a algo más interesante y sofisticado que las formas redondeadas y los colores estridentes. Dinámica, colorida, y con la sensación por momentos de estar en una montaña rusa (con mareo incluido) la película es recomendable para chicos de más de diez años, que puedan entender y disfrutar una historia que, además de un sólido guión y hermosas imágenes, cuenta con excelentes actuaciones entre las que se destacan Megan Charpentier, como una misteriosa niña con la capacidad de pasar inadvertida en todas partes, y Joseph Fiennes, quien interpreta al extraordinario Morodian. Basada en el exitoso libro de Pablo De Santis, y dirigida por Juan Pablo Buscarini, la película es una coproducción entre Argentina, Canadá e Italia; la mayoría de sus actores son norteamericanos o Europeos, y está hablada en inglés, pero filmada íntegramente en Argentina donde, cabe destacar, encontraron excelentes locaciones para recrear cada uno de los universos de la historia.