Haunter llega a fines de 2014 a las pantallas argentinas, para ir cerrando un año que no le hizo nada bien al género del terror. Hubo un bastardeo absoluto con respecto a las propuestas que llegaron a las salas y hasta la muy esperada Annabelle decepcionó, aunque siga recaudando dinero cada semana que pasa. Para ser más específicos, no recuerdo en cartelera un estreno de género que sea digno, con la excepción de Oculos, y hasta ahí llegamos. Luego de la sugerente Splice, el canadiense Vincenzo Natali -al que muchos recordarán por ese clásico del '97 llamado Cube- se propuso contar esta suerte de Groundhog Day onírico y tenebroso, en donde una adolescente está atrapada con su familia en el mismo día, fruto de un crimen inexplicable allá lejos y hace tiempo. Descubrir por qué repiten el mismo día es una de las mayores incógnitas del guión de Brian King, un misterio a resolver que atrae al comienzo pero que se enmaraña cada vez más con el incurrir de nuevos artificios de la trama. Abigail Breslin, lejos ya de su memorable Little Miss Sunshine, tiene ese atractivo adolescente a medio camino entre la frustración y el pavor que encaja perfecto en su papel, pero que no resulta creíble en sus primeros momentos y luego va arrastrando el peso de la propia historia, con un talante cansino y agotado. No es algo que le haya sucedido el año pasado en la frenética The Call, donde encarnaba a otra adolescente en peligro con mayor convicción, pero para los propósitos de la historia, funciona. Hay muchos momentos en donde Haunter se propone escapar de sus propias falencias y ahí es donde recae la belleza de su trama. El haber cambiado la rutina tergiversa ese mismo día y diferentes variables comienzan a aparecer, y es donde el villano del genial Stephen McHattie se hace presente. Es una pena que las motivaciones detrás del antagonista sean tan etéreas como la niebla persistente que rodea la casa de Lisa y su familia, y que su plan final no sea tan maquiavélico como uno lo hubiese esperado. Todo lo bueno que haya ido construyendo la película se pierde entre el segundo y el tercer acto, donde la arbitrariedad del guión conduce a una conclusión demasiado sentida. Haunter no es una película mala, pero el haber comenzado de una manera extraña y terminar de una demasiado convencional la afecta bastante. Lejos está en la filmografía de Natali esa irreverencia propia del canadiense de sorprender e innovar.
Tras encender la mecha del Universo Cinemático de Marvel con Iron Man en 2008, y luego enfriar su estela con la regular Iroan Man 2 y la tibia Cowboys & Aliens, Jon Favreau se dio el lujo de descansar y encarar un proyecto pequeño pero con gran corazón. El resultado de esa introspección interna es Chef, una delicada y simpática historia sobre el amor a la cocina que por su perseverancia termina enamorando. En ella, Favreau se reserva el protagónico de su propio guión, encarnando al alguna vez considerado promesa Carl Casper, quien está ahora en un trabajo digno pero que no le permite explorar su lado culinario más experimental y pasional. Con la custodia compartida de su hijo, fruto de una relación pasada con la despampanante Inez de Sofía Vergara, Carl no tiene mejor idea que contrariar al ajustado e indiferente dueño del restaurant donde trabaja -sólido secundario de Dustin Hoffman- y, en el camino, ganarse el desprecio del crítico gastronómico de turno, un despiadado Oliver Platt. Y he aquí el mayor problema de la película, ese que con el tiempo subsanará. El quid de la cuestión, el disparador del resto de la trama, es la ineficacia y la inactividad del personaje de Favreau, al no poder explicar una situación que sencillamente resignificaría toda la historia. Ese hilo tensado nunca se corta, se deja estar, y provoca un malestar ingente en el espectador, ya que la situación pide a gritos una resolución mejor que la presentada en pantalla. Con el desligamiento de la tarea del restaurant llega la reinvención del chef, una road movie en la cual el lazo padre-hijo está presente a todo momento y el sabor cubano prevalece por sobre todas las cosas. Un viaje a Miami y un cameo excepcional del siempre irreverente Robert Downey Jr. son los accionares de esta deliciosa comedia dramática que tiene más del último género que de la primera, una mezcla de sabores tan única como la comida preparada cada cinco minutos en pantalla, que dan muchas ganas de terminarla y salir corriendo a estimular las papilas gustativas. Las licencias de Favreau se notan a la legua y disminuyen la credibilidad de la trama -¿en que momento dos mujeres como Vergara y el cameo de Scarlett Johansson cayeron rendidas a los pies de un hombre como Carl?- pero a partir del viaje de descubrimiento de los personajes, ayudados con un genial acompañamiento por parte de John Leguizamo, suavizan bastante las cosas hasta la recta final, en donde ningún escollo se hace presente en el camino de aprendizaje de los personajes y la película finaliza abruptamente, dejando un raro sabor de boca. Chef es una entretenida y sabrosa pequeña película por parte de Favreau, que descansa de los grandes peliculones fantásticos, antes de sumergirse en una nueva adaptación de la fábula El Libro de la Selva.
Entre las últimas Prometheus y The Counselor, Ridley Scott no estaría pasando un gran momento para con la pantalla grande. Volver al universo xenomorfo le trajo más de un dolor de cabeza, y adaptar el guión del escritor Cormac McCarthy tuvo demasiadas contiendas negativas. ¿La solución de Scott? Volver al terreno de la épica histórica, que ya dominó con la excelente Gladiator, la soporífera Kingdom of Heaven y la reciente adaptación de Robin Hood. El resultado es Exodus: Gods and Kings, una nueva visión de la reconocida historia bíblica que hace bastantes aguas (sic). Escrita a ocho manos entre Jeffrey Caine, Adam Cooper, Bill Collage y el reconocido Steve Zaillian, lo bueno de Exodus llega tarde, cuando ha pasado más de una hora y media de metraje. No hay mucha reimaginación en la historia del libertador Moisés, encarnado por el recio , sino una excelente puesta en escena y un gran trabajo con el uso del 3D en los primeros momentos del film, lugar donde Scott se siente muy cómodo y es lo que mejor le sale. No hay diferencia alguna entre éste producto y una Son of God, con excepción de un elevado coste de producción y un elenco de primer nivel, mayormente desperdiciado o relegado a diferentes cortes de edición en el mercado del DVD. Con esto no se quiere decir que Exodus sea mala: cuando finalmente llega a dejar de lado las cartas de presentación de los personajes y llegamos a los momentos bíblicos más interesantes -léase, las diez plagas- es donde la película se permite alejarse del típico cuento religioso. Hay una inquietud por mostrar a Moisés como un personaje que podría o no delirar el llamado de Dios a ser el líder semita que todos conocemos, y hasta un costado vengativo de parte del Todopoderoso, encarnado en la imagen de un niño en este caso, que hacen que no todo esté perdido -o contado, en este caso-. Mas allá de la fuerte crítica al elenco del film, que mayormente está protagonizado por actores blancos en varios estadíos de bronceado egipcio, lo que importa es el talento desperdiciado en pantalla. Y no es que hay pequeñas partes encarnadas por grandes actores, se nota a la legua que Sigourney Weaver tenía un papel de peso que quedó increíblemente recortado a un puñado de escenas, así como también Ben Kingsley, Aaron "bitch" Paul y hasta el cameo de peso, prácticamente, de John Turturro. El contrapeso de Bale lo hace el australiano Joel Edgerton como el maníaco Ramsés II, que comporta el paso dramático por parte de los esclavistas egipcios. A esta altura, hay muy pocas personas que no sepan cómo comienza y termina la historia de Moisés. Si bien los pequeños cambios son interesantes, llegan tarde para elevar la propuesta épica a otro nivel, a uno más profundo, mas allá de los fantásticos efectos especiales que recrean las plagas y separamientos marítimos.
Patrick comienza como una entretenida y modesta película de horror psicológico, para terminar en un esperpento clase B que hasta le daría escozor al canal SyFy transmitir en un fin de semana sin mucha actividad. La trama, levantada de la original del año 1978 de un pequeño clásico australiano, tiene lugar en una aislada clínica psiquiátrica, donde una esbelta enfermera -Sharni Vinson, la heroína total de You're Next- se propone hacer una residencia médica. Un paciente llama su atención sobremanera, el joven comatoso Patrick -Jackson Gallagher- quien tiene una musculatura agraciada para un paciente postrado y tiene el mal hábito -entre otros mucho peores- de escupir para comunicarse, cual código Morse con saliva. Poco a poco, la curiosidad de la joven Kathy la irá envolviendo en un ambiente enrarecido y siniestro, en el cual Patrick es amo y señor. No hay problema alguno en traer de vuelta un clásico que en su momento debe haber funcionado. Lo que de ninguna manera funciona, por más loable secundario que se traiga a colación -el frívolo Charles Dance, la aún más gélida Rachel Griffiths-, son las ideas o giros argumentales en este siglo. Con la llegada de nuevas tecnologías, lo que antes era interesante ahora es paupérrimo y ciertas vueltas de tuerca colisionan duramente con la realidad que propone el film de Mark Hartley. No hay manera de subsanar una primera mitad que propone un juego psicológico de sobresaltos bien desperdigados y personajes con cierta ligereza -la enfermera Williams, un gran acierto y una gran caracterización de Peta Sergeant- para una segunda mitad abundante en efectos sangrientos de bajo presupuesto que harían orgullosa a la productora underground Asylum. Tener una locación tétrica, un elenco con muchas ganas de complacer y una trama medianamente llevadera parece que no sirve de nada cuando el guión tambalea tanto como lo hace el de Patrick. Es muy difícil recomendar una propuesta que en verdad bastardea al género del que proviene, así que en este caso, dejen descansar al comatoso muchacho en las salas de cine y si algún día están aburridos, encuéntrenla -con algo de suerte- en SyFy.
Nadie se esperaba el éxito inmenso que tuvo en 2011 Horrible Bosses, donde un excelente elenco supo darle hogar a un sin fin de bromas vulgares, escatológicas, racistas y homofóbicas, donde cada parlamento tenía la misma fuerza y valentía que un texto de Shakespeare. Bueno, quizás tampoco tanto, pero ver a Jennifer Aniston entregarse completamente a su costado más soez era detalle digno de admirar. Tres años han pasado desde que Nick, Kurt y Dale atentaron contra la vida de sus respectivos jefes, en un negrísimo homenaje a Strangers On a Train, y sus vidas han cambiado para siempre, y así también las de algunos de sus empleadores. La dinámica fraternal creada por Jason Bateman, Charlie Day y Jason Sudeikis sigue floreciendo, ahora como jefes autónomos y creadores de un ingenioso aparato para duchas. En búsqueda de patrocinadores no tardan mucho tiempo en cruzarse con una dupla de padre e hijo, que prometen auspiciarlos pero terminan engañándolos de la peor manera. En ese caso el asesinato está fuera de cuestión, así que el próximo paso es bajar un par de escalones y seguir la senda del secuestro. Si tres homicidios fue demasiado trabajo para este trío de amigos, un secuestro parecería adecuarse a un plan más factible, pero es más que obvio que nada saldrá a pedir de boca para estos muchachos. Mientras que el elenco sigue firme, con las notables inclusiones de los "jefes" de turno en Christoph Waltz y Chris Pine, el equipo técnico ha cambiado casi drásticamente, y Sean Anders (Sex Drive) toma las riendas como director, así como también el timón de la historia. Anders viene de una buena racha, luego de escribir la fantástica We're The Millers y la reciente Dumb and Dumber To, y le sigue el juego comenzado por Seth Gordon dirigiendo una secuela orgánica y demasiado entretenida. Sirven como bazas para medir la diversión la estupenda química entre el terceto protagónico y los personajes ya conocidos, como el hilarante gángster de Jamie Foxx o la sexópata Julia de la carismática y zarpada Aniston. Waltz no aporta mucho a la trama, ya que el guión no le exige demasiado, igual que a Kevin Spacey, quién brilló en la primera parte y aquí tiene poco metraje pero lo hace valer. La sorpresa viene por el lado de Pine, un comediante con talento nato que no muchas veces se lo hace brillar de esta manera, como un sociópata adinerado, ventajero y mentiroso compulsivo. La desventaja de Horrible Bosses 2 es que todo el nudo arrastra situaciones enormes -la reunión de adictos al sexo, espectacular- y momentos que se desinflan cuando el plan del secuestro se pone en marcha, llegando a una conclusión forzada y un final que no se sostiene durante mucho tiempo, ni que tampoco satisface como el de su predecesora. Pero aún con sus falencias, es una genial secuela que sabe utilizar todo lo que anduvo bien antes y que no tiene miedo de arriesgarse a unas cuantas situaciones rutilantes y bastante negras. En definitiva, otro paso en la comedia americana que cumple lo que promete.
Las películas que utilizan un simple escenario como planteo inicial de su historia son muy arriesgadas. El caso de Cube o Saw son claros ejemplos de lo bien conducidas que pueden resultar estas puestas en escena cuando hay buenas ideas detrás. Exam es el debut del británico Stuart Hazeldine, quien para su primer opus fílmico bebe de las fuentes antes mencionadas y un poco también de la obra El Método Gronhölm, haciendo una mezcla bien agitada que da como resultado una obra de suspenso interesante y poco cotidiana, con muchos puntos a resaltar y apenas fallas en su haber. Ya en los acotados créditos iniciales se deja entrever a los personajes en la tarea cotidiana de arreglarse antes del día D, el de la entrevista para su próximo trabajo. A través de los detalles es que se va construyendo cada una de las personalidades de los ocho candidatos. Una vez dentro de La Habitación, se les dictarán las reglas para poder realizar el examen. Con 80 minutos para resolverlo y una hoja casi totalmente en blanco, los candidatos deberán unir fuerzas para completarlo y quedarse con el puesto por el que muchos morirían. Por supuesto, la esencia que Saw aportó al género se deja entrever en la trama, aunque tomando los mejores aspectos de ella y disfrazándolos para utilizarlos a su favor de la mejor manera posible. Cada dato, cada pista les sirve a los personajes para ir desarrollando y empujando el misterio un paso adelante, donde cada giro vuelve a la historia más interesante y angustiosa. Estas personas no tienen nombre y no están interesados en saber el de los otros, ya que uno correctamente los va apodando uno a uno. Dentro de ellos, el que más destaca es Luke Mably, al comienzo el más desenvuelto de todos, con el que el público genera más empatía, para luego dar un giro de timón inesperado y pasar a convertirse en una persona no tan grata como lo parecía en el comienzo. No sólo él tiene un vuelco en la trama, sino que varios otros también: es una acción constante que tiene la película, sorprender con cada nueva actitud de los personajes. Quizás el actor más reconocido acá es Jimi Mistry, que también tendrá lo suyo, y Pollyanna MacIntosh, una pequeña gran actriz que tiene una escena tan emotiva como pivotal y esencial en la relación entre personajes. A pesar de tener sólidas interpretaciones, hay ciertos personajes que sufrieron de escasez en la historia y no están tan desarrollados como los demás, lo que puede perjudicar la percepción del espectador ya que no todos tienen iguales motivaciones para conseguir el trabajo ni el mismo apuro por él. Un detalle clave es la ambientación. La Habitación es gris y claustrofóbica, sin ninguna ventana y llena de luces: dejando de lado al guardia, no hay nadie más, excepto el vigilante observándolos desde el otro lado del vidrio blindado. En cierto momento, hay un juego de luces muy temático y la habitación toma otras tonalidades. Hay agua en juego, hay vidrios esparcidos, es Saw restándole 90% de violencia, lo cual es genial. Hazeldine se las amañó para realizar una película muy minimalista que le compite codo a codo a los grandes tanques de Hollywood: la definición de las imágenes es muy clara y ciertas tomas de pronto hacen que la habitación luzca más grande de lo que en realidad es. Lo mejor del director es la manera en que logra atrapar al espectador en su juego de tensión, por momentos la acción se va acrecentando, luego disminuye, para dar un tirón de adrenalina más y seguir tensionado y volverse acuciante hasta llegar al final, con una escena no apta para cardíacos mediante. La resolución, si bien es muy clara, puede decepcionar; lo que sí, no es una resolución descerebrada a lo The Forgotten con Julianne Moore o Knowing con Nicolas Cage, a pesar de meterse por momentos con toques de ciencia ficción, pero desde un enfoque muy minimalista. Exam es un gran thriller, bien dosificado a lo largo de su metraje con giros interesantes e inteligentes, que tendrán al espectador firme hasta la resolución del conflicto. Así, se demuestra que con muy poco se puede hacer mucho.
Y finalmente ha llegado ese momento en el que la saga The Hunger Games arriba a su cuestionable y tan polemizado tercer y último capítulo, con el craso error de dividirlo en dos partes para lucrar durante más tiempo. La decisión no es novedosa y bien le funcionó a Harry Potter and the Deathly Hallows: Part I, aunque fracasó estrepitosamente para Breaking Dawn: Part I. Mockingjay: Part I se encuentra a medio camino entre las primeras partes antes mencionadas, teniendo momentos fabulosos así como también cayendo en un sopor sostenido, un desnivel que claramente no ayuda con las altas expectativas que dejó la precedente Catching Fire. Tras el estremecedor final de la anterior entrega, los Juegos han acabado y la rebelión es el próximo paso orgánico en la saga. El Capitolio se enfrenta a los insurgentes de todos los distritos y Katniss juega un papel importante, aún cuando ella no puede reponerse de la captura de su adorado Peeta y la destrucción completa de su hogar. La primera escena crea un paralelismo con la escena de la segunda parte, con una Katniss presa del estrés post-traumático que le ocasionó pelear por su vida no una, sino dos veces en la arena de combate. El saber que es usada como símbolo de libertad produce orgullo pero también inseguridad en Katniss, sabiendo que un paso en falso puede terminar con la vida de aquellos capturados por el oscuro Gobierno. Lejos el aspecto más destacado del libro, y de la película, es el tortuoso viaje de la heroína, conflictuada a más no poder e interpretado con frescura y dolor a partes iguales por Jennifer Lawrence, dueña y señora de la saga. Hay un gran trabajo de parte de los guionistas Danny Strong y Peter Craig por representar la dura alegoría de la propaganda en tiempos de guerra y lo que se muestra como una buena imagen para el pueblo, pero los problemas vienen acarreados desde la versión en tinta. Sinsajo es un libro complicado, que decepciona bastante en términos generales pero que se arriesga a terrenos no convencionales para una novela adolescente. Al haber cortado la trama en dos partes, los momentos de más peso y pura acción quedan para el final, donde la rebelión se encuentra en su momento más álgido, y lo poco que queda se transmite en esta primera parte. Hay ciertas secuencias de acción bien orquestadas, un plano devastador -usado dos veces, para mayor efecto, imagino- pero en definitiva no hay mucha sustancia para sostener las altísimas apuestas esperadas tras la llamarada liberada en la escena final de Catching Fire. No sirve de mucho que se siga insistiendo en el triángulo amoroso entre la protagonista y los secundarios masculinos de Josh Hutcherson y Liam Hemsworth. Es casi imposible pensar una historia adolescente sin un triángulo conflictivo. Ambos actores encuentran sus papeles medidos -Hutcherson bajo las garras del Capitolio, apenas despuntando hacia el final y con la misma química que hermanos para con Lawrence, y Hemsworth nomás una bonita cara que acá puede hacerse uso de sus habilidades técnicas-. Para levantar vuelo aparecen los recurrentes alivios humorísticos de Woody Harrelson y la robaescenas de Elizabeth Banks, y el peso de grandes como el fallecido Phillip Seymour Hoffman y la ingresante Julianne Moore en el papel de la adusta y territorial presidenta del oculto Distrito 13. Mockingjay: Part I es buena. No deja de notarse como un capítulo de transición y es un ejemplo fehaciente de que algo no debe cortarse cuando el material disponible apenas sirve para una sola entrega al completo. Gracias a un virtuoso elenco y a una protagonista inflamable es que esta tercera entrega se salva de caer bajo, pero el tropezón desde la anterior parte a ésta se siente. A esperar la adrenalínica conclusión entonces el año que viene.
Y un día, Harry y Lloyd volvieron. Nadie esperaba volver a verlos, ya que la primera entrega es un clásico absoluto -obviemos la pútrida precuela, por favor- pero veinte años después, acá están. Lisa y llanamente, una de las mejores películas de los hermanos Bob y Peter Farrelly en años, Tonto y Retonto 2 vuelve a captar el espíritu de aquella desfachatada primera vez, con los dos amigos inseparables en camino hacia una nueva aventura. Gracias a un disparatado gag que justifica la ausencia de estos dos personajes durante veinte años -utilizado en el trailer, pero que no pierde su vigencia en el cine- Tonto y Retonto 2 vuelve a la comedia estilo road movie, en este caso para encontrar al retoño perdido de Harry, concebido mucho tiempo atrás. Muchas de las situaciones del primer acto no funcionan porque tardan en encontrar su ritmo, pero para cuando estos idiotas comienzan su camino, la aventura será imparable. Haciendo uso de varios golpes de nostalgia -que los fanáticos reconocerán instantáneamente- los Farrelly se desempolvan a sí mismos con situaciones cómicas fantásticas, que verdaderamente entienden las motivaciones y lo cabezahuecas que pueden llegar a ser Harry y Lloyd. Lo primero que uno puede llegar a pensar es que Tonto y Retonto 2 es una secuela que llega tarde. Todo lo contrario, es una continuación que llega justo a tiempo, ya que los protagonistas tienen sus cuerpos envejecidos pero su estado mental no ha cambiado ni un ápice. Eso mismo comprenden tanto Jim Carrey como Jeff Daniels, que se dan rienda suelta a recuperar el tiempo perdido con personajes aclamados en su filomgrafía. Por parte de Carrey, la elección es una muy obvia, ya que su carrera no ha estado teniendo el alto vuelo que tuvo en su momento, y por parte de Daniels, se nota el amor por su Harry porque tiene su carrera como actor serio asegurada -sin ir mas lejos, me remito a su excelente trabajo actual en la serie The Newsroom-. No tendrán la misma energía que en el pasado y así lo demuestra ese clip final en los créditos, que recapitula de alguna manera sus andanzas: ambos han envejecido, pero el carisma y la química están intactos. La sorpresa mayor es Carrey, cuyas morisquetas y juegos faciales todavía tienen chispa para rato. Inesperadamente divertida y orgánica en su tratamiento de los personajes, Tonto y Retonto 2 es una genial comedia, que funcionará mejor para aquellos que crecieron viendo a Harry y a Lloyd darse de a bastonazos en smokings celestes y naranjas.
De haberse estrenado en los años '90, Before I Go to Sleep hubiese disfrutado de una aceptación mucho mayor que al presentarse en pleno 2014. Y es que la trama, un thriller donde una mujer amnésica debe vivir el mismo día una y otra vez, funcionaba más en los inimputables años dorados de este tipo de propuestas, cuando Ashley Judd era la reina del crimen y el suspense, y la ridiculez de ciertos planteamientos podía salir impune gracias a la fuerza de su elenco. Desafortunadamente, no mucho puede hacer Nicole Kidman para sobrevivir al mismo día una y otra vez... Y no es porque no lo intente. La australiana, hermosa a sus 47 años, juega el papel de la olvidadiza Christine con pocas ganas, con una apatía que debería traducirse en empatía por parte del espectador de su situación pero que genera más de un bostezo. Esa presencia, etérea y frágil que posee Kidman, agota y agobia con el correr de los minutos, mientras su fragmentada vida va reconstruyéndose con la ayuda de un cansado marido interpretado por Colin Firth y un serio psicólogo que la ayuda a acomodarse todos los días a su presente, encarnado por ese destacado secundario que siempre es Mark Strong. El gran crimen que comete la película de Rowan Joffe -quien también adapta el bestseller de S.J. Watson- es que la historia de una protagonista amnésica es una carta muy jugada en Hollywood, pero que igualmente nunca debería caer en los lugares comunes. Hay mucho espacio para explorar, hay detalles que recopilar, y todos son sospechosos. Acá, los posibles culpables son tan sólo dos y la tensión es poca para que la revelación, el giro sorpresivo, aporte mucho peso a la trama. Importa cuando dicho giro toma un cariz sinietro y la violencia se apodera de la pantalla. Si en los primeros minutos Kidman se anima a un jugado desnudo -¿será su cuerpo? ¿habrá sido una doble? Misterio- a partir de la segunda mitad hay una intensidad y arrojo en su interpretación que hace un chasquido enorme frente a la platea y exige, demanda, toda la atención posible. Sólo por ese subidón de adrenalina es que Before I Go to Sleep no termina de caer en el olvido y al menos se dignifica a sí misma con el tramo final.
Definitivamente, Adore es una película que tanto Naomi Watts como Robin Wright hicieron para vacacionar y tomarse unas cuantas copas en las paradisíacas costas de Australia, donde tuvo lugar la filmación de la última incursión de la directora Anne Fontaine. Basada en una historia corta de la novelista y ganadora del Nobel Doris Lessing -que vio la película y se revolcó por los suelos, uno puede imaginar- la escandalosa trama del film transita a través de sus libidinosos tópicos con una ligereza extremadamente preocupante y con una facilidad de textos bochornosa. Debo imaginar que la prosa de Lessing seguro se prestaba a un análisis más profundo de qué es lo que mueve a estas dos mujeres hermosas, en el cenit de su vida, a buscar amor en el hijo joven y musculoso de la otra. Pero durante las angustiosas dos horas de metraje es imposible discernir más allá de la dimensión unilateral de hacerlo por el simple hecho de poder hacerlo. Pasando de la relación estrecha que tiene el cuarteto -madres e hijos toman sol en la playa juntos, y cenan y beben prácticamente todas las noches- no hay mucho más criterio que justifique las acciones de los personajes. Miradas profundas, incómodas, situaciones que rozan lo ridículo, transiciones entre una escena y otra casi vergonzosas y sin ningún otro motivo más que escandalizar. Es pavimentar el camino para el festín pornográfico menopáusico que ofrecerá 50 Shades of Grey el próximo febrero. Hoy en día son preocupantes las elecciones de Naomi en cuanto a proyectos. Saliendo de una nominación al Oscar por la increíble The Impossible, duele cuando tiene una seguidilla horrible como la impresentable Diana y el film que nos ocupa. Aquí se limita a tener una creíble amistad con Robin -el costado más sólido de una película endeble- con una copa de vino blanco ambas para sobrevivir a la tortuosa travesía, Wright siempre con una sonrisa deslumbrante de lado a lado. De los jóvenes calenturientos, Xavier Samuels es quien mejor sale parado, mientras que James Frencheville no logra salirse de las líneas acartonadas de su actuación y nunca le da el dinamismo necesario para que el espectador se interese por su destino. Como secundario, Ben Mendelsohn no tiene mucho para trabajar como el bastante centrado marido de Wright. De no ser por la hermosa fotografía y por la cantidad de risas inesperadas ante cada situación que presenta, Adore sería un desaprobado absoluto. Aún con la colosal cantidad de malas decisiones de guión, podría convertirse en una de esas películas que de tan malas resulta buena, y hasta puede conseguir seguimiento de culto en un futuro cercano. Cuando un concepto polémico tiene un tratamiento tan inoportuno, el resultado es un descarrilamiento en cámara lenta como éste.