Los papeles de Aspern es la ópera prima de Julien Landais, basada en la novela corta escrita por Henry James, y protagonizada por Jonathan Rhys Meyers, Vanessa Redgrave y Joely Richardson. Meyers interpreta a Morton Vint, un investigador literario y biógrafo que está obsesionado con el misterioso escritor Jeffrey Aspern. Él cree que en la antigua casa de los Bordereau podrá encontrar cartas o documentos que le ofrezcan mayor información de la vida de este hombre. Al principio, le escribe a la anciana Juliana Bordereau (Vanessa Redgrave) pero no obtiene respuesta. Entonces se hace pasar por huésped cambiando su nombre y engañando a Juliana y a su sobrina Miss Tina (Joely Richardson). Pero a medida que pasa el tiempo no logra avanzar en la obtención de información sobre Aspern o saber si las cartas realmente existen. La historia escrita por Henry James ha sido adaptada innumerables veces, tanto en el cine como en la televisión, pero, como en todo trabajo literario, las adaptaciones pueden sufrir algunos cambios y llevar al rechazo de aquellos conocedores del material original. Julien Landais hace el trabajo correcto y apoya el peso de su relato en las actuaciones de sus protagonistas. Redgrave con más de ochenta años suma la astucia en sus expresiones a un personaje que no aparece en todo el film pero que cuando lo hace deja sin palabras al mismo narrador Meyers. Los diálogos de Rhys Meyers se sienten un poco forzados, artificiales o de alguna manera teatralizados y, en ciertos momentos, fuera de lugar con el tono del film. La historia se enfoca en Morton, mientras cae aún más en esta espiral de fanatismo por lo desconocido, y en Tina que aprende de su tía y sale de su caparazón para descubrir el mundo. Hay dos mundos que chocan en la historia: el pasado como algo intangible y misterioso y el presente que se siente vacío a la vista del escritor. Finalmente, para ser un film de época no hay un gran trabajo en la ambientación o en los vestuarios y los mismos pasan desapercibidos.
Se estrenó Maligno (The Prodigy) de Nicholas McCarthy, nueva película de suspenso/terror que da una pequeña vuelta de tuerca al concepto de posesión. Maligno comienza con dos historias paralelas. Por un lado una mujer escapa de un asesino que es abatido por la policía. Al mismo tiempo, Sarah Blume (Taylor Schilling) esta dando a luz a Miles (Jackson Robert Scott). Los años pasan y tanto Sarah como su marido John (Peter Mooney) se percatan de que el niño tiene una inteligencia superior a lo normal. Por esto deciden mandarlo a un colegio para dotados. El niño crece y a la edad de ocho años comienzan a suceder extraños sucesos que alarman a los padres. Un carácter violento empieza a emerger en Miles y su madre acude a un especialista que le dice que su hijo puede que tenga dos entidades viviendo en él: la suya y la reencarnación del asesino. Con tantas películas de niños poseídos la premisa no era muy novedosa pero, desde el punto de vista del marketing publicitario, el director Nicholas McCarthy dijo que tuvo que reeditar partes de Maligno porque en un screening de la misma el público no paraba de gritar de miedo. Con semejantes declaraciones la expectativa del espectador termina siendo muy alta para conformar. La historia del asesino reencarnado ya la vimos en Chucky y tanto la inocencia del muñeco como la del joven Miles son suficientes para engañar a los demás protagonistas. Pero el espectador ya está diestro en el cine de terror y más de uno pensará a medida de que avance la historia ¿cómo puede ser que este chico se salga con la suya habiendo tantas pruebas y testigos en su contra? Con respecto al terror -salvo que las escenas cortadas fueran realmente perturbadoras-, el film cumple pero no innova en su dosis de algunos sustos repentinos. El joven Jackson Robert Scott hace un muy bien papel como niño traumado (algo que ya había logrado como Georgie en la película It: Eso).
El jueves llegó a los cines argentinos el film sueco Border de Ali Abbasi, basado en un cuento corto escrito por John Ajvide Lindqvist (Déjame entrar). Tina trabaja en la Aduana chequeando lo que transportan los pasajeros. Tiene la particularidad de identificar a los contrabandistas gracias a su olfato, incluso si están nerviosos por algo. Un día en el trabajo conoce a Vore, un hombre que parece sospechoso pero que ella no puede percatar. Pronto siente una atracción hacia él y explora la faceta animal que los une. Border continúa algunos elementos ya presentados en Déjame entrar, como por ejemplo la historia romántica y la marginalidad. Aunque el salvajismo es similar, en este nueva película va más lejos. La inocencia de Oskar y Eli nada tiene que ver con Tina y Vore. Estos últimos saben que no pertenecen a la humanidad, la primera acepta su lugar escondiéndose en el bosque, aunque vive la dualidad de haber sido criada por los humanos. Y, aunque no por todos, está siendo usada como una herramienta o un animal para encontrar culpables. Por el otro lado, Vore que vive apartado de la sociedad, ya conoce su cuerpo y acepta su lugar. Todos estos aspectos son reforzados mostrando animales como zorros y perros, y su lugar en el mundo natural. A la par, se cuenta la persecución de la policía para revelar una red de pedofilia y cómo esta historia se conecta con la de Tina y Vore. Dividiendo el film en dos géneros paralelos: el romance y el policial, apoyados en un contexto fantástico. Puede que la forma de contar la historia choque al espectador más tradicional, que espera un policial clásico, pero es la correcta fusión de todos estos géneros lo que destaca a Border. Tanto Eva Melander y Eero Milonoff hacen una increíble interpretación como Tina y Vore respectivamente. Sus cuerpos expresan todo lo que sienten en la película, apoyados por un maquillaje que les valió una nominación al Oscar en este rubro.
Con la reconstrucción de un relato en primera persona y con voz en off, Arábia presenta al espectador la situación social de Brasil durante una década. La historia sigue a Cristiano, que sufre un accidente en una fábrica y muere. El joven André va a su casa para recolectar sus pertenencias y descubre un diario personal. Allí comienza a leerlo y a reconstruir la vida de Cristiano durante diez años: “Hice todo lo que un hombre pudo hacer”. El relato, que deriva de la lectura del diario, desarrolla una numerosa cantidad de situaciones: muerte, romance, castigos y varios trabajos que tiene que hacer Cristiano para subsistir. En el camino conoce a un hombre que fuera dirigente laboral en sus jóvenes comienzos y ésto empieza a florecer en el protagonista, que se da cuenta de las injusticias sociales que atraviesan él y otros compañeros. Lo que se acrecienta cuando pide su paga por un trabajo en un campo de naranjas y el jefe se lo niega y le da frutas a cambio. Los directores continúan la historia épica de Cristiano en un formato poético de road movie. El protagonista va de trabajo en trabajo, conociendo nuevas personas de pueblo en pueblo. El título del film Arábia procede de un chiste que cuenta uno de sus compañeros de trabajo, que también resume esta idea de la labor forzada, sean cuales sean las consecuencias. “Todo lo que tenemos son nuestros brazos y nuestra voluntad de levantarnos al día siguiente”.
El jueves pasado se estrenó la coproducción entre Argentina y Uruguay, Los últimos románticos de Gabriel Drak, protagonizada por Juan Minujín y Néstor Guzzini. La historia se ubica en Pueblo Grande, un sitio costero. El Perro y el Gordo son dos amigos que se la pasan intentando escribir un guion, mientras el primero corta el pasto de las casas vacías fuera de temporada y el otro es el conserje de un hotel que no tiene ningún pasajero. A la par tienen un negocio de venta de plantas de marihuana con Sosa, uno de los policías del lugar. A su vez, un Inspector de policía es trasladado para hacerse cargo de la comisaría. El choque entre el Inspector y Perro y Gordo es inevitable, sobre todo con la aparición de una bolsa con cuatro millones de euros. Los últimos románticos comienza su relato haciendo referencia a los Coen y gran parte de su ritmo hace eco de los directores de Fargo o Sin lugar para los débiles. El film mezcla la comedia con el policial y algunas vueltas de tuerca (aunque en este caso son bastante rebuscadas para la coherencia del relato). Mientras que la primera mitad apuesta a los diálogos, también se enfoca en la construcción de los personajes. Algunos funcionan mejor que otros, mientras que El Perro y el Gordo son estereotipos de dos amigos que viven en un pueblo tranquilo buscando cualquier medio para sobrevivir, el inspector no logra empatizar con el espectador y a medida que avanza la historia pierde gran parte de su motivación. Aprovechando las locaciones, los encuadres de los lugares cerrados están muy bien trabajados, funcionan especialmente cuando los diálogos son extensos, aunque la música colocada en estas escenas no coincide con el ritmo que se le intenta dar a la película.
Descubriendo a mi hijo es un drama sobre la pérdida de un hombre que intenta rastrear de manera obsesiva el pasado de su hijo, al cual nunca conoció. Ariel Bloch es un hombre de negocios, dueño de una fábrica y sin hijos. Recibe la visita de una antigua novia de la universidad a quien no veía hacía veinte años. Ella le dice que después de estar juntos quedó embarazada y que tuvieron un hijo que acaba de fallecer en un accidente de auto. Ariel decide ir a descubrir a los amigos y conocidos de ese joven para reconstruir lo que fue su vida. Descubriendo a mi hijo no es el drama común sobre un hombre que intenta conectarse con su hijo. Desde ese punto de vista la película apuesta a un concepto totalmente diferente, pero es este mismo punto lo que le juega a favor y en contra. Por un lado, Ariel conecta con el crecimiento de su hijo, sus amigos, su gusto por la música y la poesía, sus amores idílicos y también la relación de él con su madre. Mientras que como padre lo único que ve son los detalles buenos y positivos de él, niega completamente sus fallas. Pero por el otro, el film se mueve en un lugar muy absurdo que lo aleja de lo verosímil que puede ser un drama clásico. La actuación de Shai Avivi es muy correcta y todo el relato está construido desde su punto de vista, pero el espectador nunca genera empatia con su personaje. Imposible sentir compasión por su dolor, hay una pena oculta del protagonista que nunca se menciona y se da a entender con sus actos, pero algunos de estos son tan extremos que nos ponen en contra de sus decisiones todo el tiempo.
Victoria Chaya Miranda (Eso que llaman amor) construye una historia coral sobre la vida nocturna de Buenos Aires en A oscuras, su última película. El film se constituye como un relato coral entres tres historias principales: Lola (Esther Goris), una actriz que recuerda mejores momentos y siente que su vida es un fracaso, tomando alcohol y pastillas para olvidar; Ana (Guadalupe Docampo), una joven del interior que quería ser bailarina pero termina siendo prostituida por su novio Víctor (Alberto Ajaka); y Lucio (Francisco Bass), dueño de un bar en Palermo que para evadir sus problemas consume cocaína. Estos tres personajes se conectan a través de la mirada y participación del taxista Mario (Arturo Bonín), un ancla a la realidad. La mayor parte de la película transcurre de noche y en interiores, esta idea refuerza el concepto de adentrarnos en las vidas de estas personas que viven de noche y duermen de día. Es este punto el que une a los personajes y sus adicciones, pero no hay un gran peso en desarrollar las historias de cada uno de ellos, más teniendo en cuenta que toca temas como el abuso, la trata o el olvido. Hay una construcción de la Buenos Aires nocturna, mostrando la Avenida Corrientes o el Obelisco, bares y teatros, aunque se siente alejada de la realidad actual de la ciudad. Y la música termina quitándole aún más peso realista al relato. Con respecto a los personajes, muchos se sienten como estereotipos o caen en lugares comunes, pero fuera de eso hay un buen trabajo de actuación por parte de Guadalupe Docampo y Esther Goris, en demostrar la pesadumbre de la vida que llevan.
Antes de que termine el año, el cine noruego se hace presente con Terremoto, la segunda parte de La última ola, film de desastres naturales que se apoya más en la credibilidad del relato que en otra cosa. El film vuelve a contar la historia del geólogo Kristian Eikjord (Kristoffer Joner) que vive recluido en las montañas sufriendo por no haber salvado más gente del desastre en Geiranger tres años atrás. Su familia que vive en Oslo respeta su decisión pero quiere que vuelva con ellos. La muerte de un colega hará que Kristian investigue lo que aparentemente es movimiento sísmico y la posibilidad de un gran terremoto en la zona. Trata de avisar a su familia y a la población pero ya es demasiado tarde. Cuando se piensa en grandes producciones de desastres naturales la mente del espectador siempre va a Estados Unidos. Pero mientras que los efectos y la acción son la moneda corriente de esas producciones, en Terremoto el foco está puesto en el drama. Más de la primera mitad de la película la historia se enfoca en la vida de Kristian, abatido por la tragedia que pasó y también paranoico por lo que pueda llegar a pasar. Esta lo distancia de su familia pero lo prepara para continuar la investigación que llevará al clímax. Pero lo interesante de esta producción es que no hay grandes héroes, sí hay casualidades y la magia del cine puede generar alguna escena inverosímil, pero los protagonistas actúan como personas ordinarias en situaciones extremas. El único personaje que queda fuera de lugar es el de Marit, hija del investigador fallecido, que acompaña a Kristian sin presentar resistencia o duda. Aunque los efectos son pocos, sí son impactantes, generan el vértigo buscado y se refuerzan con una lograda puesta en escena. Se podría cuestionar que hay una gran elipsis al final en donde los personajes salen de un edificio casi destruido, sin saber si esta fue una decisión de presupuesto o de guion.
El director ruso Svyatoslav Podgaevskiy (La novia) apuesta nuevamente al terror con La sirena, pero cae en lugares comunes, leyendas o cuentos de pueblos que no tienen impacto. Basada en una antigua leyenda rusa, La sirena cuenta la historia de una joven que se ahogó en un lago muchos años atrás y que ahora busca el amor de aquellas parejas que se acercan. Marina y Roman están comprometidos y enamorados. La sirena seduce a Roman para atraerlo a las profundidades y Marina debe superar su miedo al agua para rescatarlo y no caer en la maldición. La sirena es la excusa del cierre de año para tener un estreno de terror en cartelera. La película rusa llega a los cines hablada en inglés, algo que ya había ocurrido con La novia y, dejando de lado los problemas de sincronización en las voces y la imagen, la credibilidad del film pierde mucho peso con este cambio de idioma. El miedo al agua puede ser un gran incentivo para construir una película de terror y las sirenas se han usado en varias películas de manera similar pero, mientras que en films como The Lure, las bellezas del mar y su concepto pueden generar una reflexión sobre la bestialidad del hombre, en La sirena de Svyatoslav Podgaevskiy no hay reflexión, ni grandes cuestiones que intente desarrollar. En lo que respecta al terror, hay uno o dos sustos bien logrados que buscan el impacto y el salto de la butaca en el espectador, pero nada más. Hay muchas posibilidades de construir un terror psicológico o profundizar esta idea del amor eterno y el abandono pero por lo contrario usa los mismos clichés vistos en decenas de películas del género como la pareja joven y víctima de la situación, la casa abandonada, el lago embrujado, etc.
El director paraguayo Marcelo Martinessi estrena su ópera prima Las herederas, un reflejo de la clase alta paraguaya y la posición de la mujer frente a ciertos temas tabús. La historia sigue la relación amorosa entre Chela y Chiquita, ambas pertenecientes a una clase alta conservadora en Paraguay. Su vínculo comienza a deteriorarse cuando pasan por una difícil situación económica y deben empezar a vender sus objetos heredados para poder subsistir. A su vez, Chiquita es llevada a la cárcel por un supuesto fraude. Buscando otra alternativas, Chela decide armar un especie de servicio de taxi para sus vecinas mayores. Y en uno de estos viajes conoce a Angy, un mujer un poco más joven y extrovertida que genera un gran cambio en su forma de ser. Las herederas está construida como una gran metáfora a la prisión que sufren sus personajes, especialmente el de Chela. A pesar de que es Chiquita la que cae presa, su forma de ser no le impide sociabilizar en el lugar donde está y no se siente oprimida. Todo lo contrario a su pareja Chela. Ella está atrapada por esa casa que comienza a vaciarse, esos objetos que la atan entre el pasado y el presente. Su vecina y las otras mujeres que transporta en su auto sólo la hacen recordar qué tan alejada de la realidad se encuentra. Pero su principal obstáculo es su sexualidad. No poder demostrar quién es realmente y blanquear su relación con Chiquita. Todas estas inhibiciones comienzan a desmoronarse cuando conoce a Angy. Parte de las experiencias que cuenta esta mujer son las que liberan a Chela de su encierro. Ana Brun, quien interpreta a Chela, hace su debut en el cine siendo una actriz de teatro. Esta profesión se nota en su carácter al afrontar el personaje, que casi no tiene diálogos y que en su mayor medida se expresa con los gestos de su rostro y su cuerpo. Gran trabajo del director por enfocar la atención en esos detalles. La película afronta otra realidad también: la de las mujeres en Paraguay. Los hombres en el film son escasos o secundarios, y el punto de vista se orienta al femenino, tema que funciona como una crítica social y política a la realidad de Paraguay hoy en día, donde la mujer es apenas visible en una sociedad machista.