Basado en el clásico del cine argentino Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976), dirigida por José Antonio Martínez Suárez, El cuento de las comadrejas supone el regreso del director de cine y guionista Juan José Campanella, después de pasar seis años de su última película Metegol, que lejos estaba de lo que se esperaba tras el éxito de El secreto de sus ojos, un filme que si bien es discutible si está a la altura de las mejores cintas nacionales de los últimos tiempos, ayudó a la industria tanto a lo referido en crecimiento, como expansión por el mundo en forma notable. La historia de El cuento de las comadrejas trata sobre cuatro viejos amigos, tres hombres y una sola mujer, quienes viven alejados del mundo cinematográfico del cual formaron parte en sus mejores tiempos hace décadas. El grupo está liderado por ella, Mara Ordaz (Graciela Borges), quien supo ser la máxima estrella de la época dorada del cine argentino, y desde hace tiempo solo vive del recuerdo de su pasado, en una vieja mansión anclada en el tiempo que parece dispuesta a renegar el paso de los años. Convive desde siempre con suu fiel esposo Pedro De Córdova (Luis Brandoni), un hombre que se desvivió y se desvive por ella, y que nunca tuvo el reconocimiento como actor de prestigio, siendo relegado a papeles secundarios, abocado desde hace tiempo a la pintura, un arte que lo reconforta en mayor medida. El grupo lo completan Norberto Imbert (Oscar Martínez), un director de cine de carácter ácido, pocas pulgas y obsesionado con la matanza de comadrejas y Martín Saravia (Marcos Mundstock), un guionista con un humor especial, y también con un carácter peculiar, lo que lo hace el compinche ideal de Norberto. Pese a su recluimiento del mundo en general y ciertas discrepancias naturales tras pasar tantos años juntos, los cuatro viven a su manera, en un ambiente medianamente pacífico. La llegada de los jóvenes Francisco Gourmand (Nicolás Francella) y Bárbara Otamendi (Clara Lago), que se presentarán como fanáticos de Mara y conocedores de su obra, y la labor realizada en conjunto a todos los miembros del grupo, representará una amenaza para el cálido estilo de vida de estos cuatro amigos. Las virtudes de este nuevo filme de Juan José Campanella son evidentes, desde una puesta en escena descomunal, con todos los detalles en su lugar, y un trabajo de dirección, música y fotografía a la altura de las circunstancias. Si bien se apoya en la versión original de José Martínez Suárez, Campanella logra re trabajar y desarrollar ciertos puntos en la historia que le dan su propia impronta, brindando momentos claros de comedia, pero intercalando con elementos que le imprimen cierto dramatismo, jugando desde ya con el humor negro. La mayor virtud reside tanto en la construcción de los personajes, delineados todos de manera exacta, como en el desempeño de cada uno, iniciando con una Graciela Borges magistral, como lo hace siempre que se le presenta la oportunidad, un Oscar Martínez que no se queda atrás, tan acertado como lo viene haciendo desde sus últimas actuaciones, y la destacada labor de Marcos Mundstock, Luis Brandoni y Clara Lago. Puede que la narración nos haga venir a la cabeza algunos clásicos que evocan a la nostalgia, previos también a la versión de 1976, como Nos habíamos amado tanto de Ettore Scola o Sunset Blvd. de Billy Wilder. Quizás los inconvenientes más notorios se dan a la hora de cerrar las diferentes historias que se entrecruzan en la trama, y en donde las formas no son del todo convincentes; al margen Campanella busca la manera de quedar bien parado, dando un final medianamente convincente.
Estrenada recientemente en todas las salas del país, El hijo es la nueva película del director de cine y guionista argentino Sebastián Schindel, quién obtuvo un importante reconocimiento a partir de su filme anterior El patrón, radiografía de un crimen (2014). En esta ocasión contó nuevamente con Joaquín Furriel como protagonista de la historia, sumándose al elenco actores como Martina Gusmán, Luciano Cáceres, Regina Lamm y la actriz noruega Heidi Toini. La historia en El hijo gira en torno a la vida de Lorenzo (Furriel), un pintor que está en medio de un proceso de reconstrucción de su vida, ya que su ex mujer se mudó a Canadá y se llevó con ella a sus dos hijas, alejándolas de su padre. La espera de un hijo con su actual pareja Sigrid (Toini) lo tiene en estado de ansiedad, especialmente porque sabe que es su gran oportunidad de reconstruir su vida y seguir adelante. No obstante, a medida que avanza el embarazo, la actitud de Sigrid se va tornando cada vez más extraña, demostrando un comportamiento obsesivo y extremadamente controlador, lo que progresivamente irá empeorando y generando un conflicto mayor en la pareja. El nacimiento del bebé en lugar de representar un alivio, evidenciará ciertos trastornos en la joven, quien mantendrá cada vez más alejado a su nuevo hijo de Lorenzo, causa que lo irá devastando lentamente. Con la ayuda de Julieta (Gusmán), una ex alumna y amante que en la actualidad ejerce de abogada, y su actual pareja (Cáceres), tratará de no caer en la locura y poder lograr ver a su hijo. Intercalando momentos del pasado y presente (o presente y futuro, depende la perspectiva que uno prefiere), Schindel logra una interesante, dinámica y efectiva manera de mostrarnos progresivamente como la vida de Lorenzo se irá convirtiendo en un infierno. Podemos decir que por momentos la estructura de El Hijo, con fuertes tintes de thriller, evoca a películas de Roman Polanski como El bebé de Rosemary o El inquilino quimérico, plasmando una atmósfera lúgubre y bastante oscura, y manteniendo la expectativa al límite durante los 90 minutos de duración del filme. Otro de los grandes aciertos de Schindel se da en el camino que decide tomar en el desenlace, y en la forma en que lo hace, dejando al criterio del espectador atento las conclusiones, no dando nada por hecho, sino que mostrando posibilidades a través de pequeñas pistas esparcidas. A la vez logrará un delineado casi perfecto de cada uno de los personajes, lo que invita a sentirnos un poco parte de esta historia, desde la construcción del protagonista (podemos decir que Furriel cumple de gran manera), pasando por los secundarios Toini, Lamm y Cáceres, hasta la siempre destacada Martina Gusmán, fundamental sus aportes en la trama. Sin duda estamos ante una de las grandes producciones nacionales de este año.
La última locura de Claire Darling tiene como atractivo principal contar con la presencia de la icónica actriz francesa Catherine Deneuve, en esta ocasión acompañada de su hija Chiara Mastroianni, que a la vez será hija también en la ficción. Esta comedia dramática francesa viene a ser el tercer largometraje de la directora de cine y guionista Julie Bertuccelli, realizadora de las películas Cartas de París (2003) y El árbol (2010). La historia trata sobre Claire Darling (Deneuve), una mujer de edad avanzada con claros problemas psicológicos que la aquejan, que despierta una mañana de verano con la idea fija de que ese será el último día de su vida. Lo primero que decide hacer entonces, es sacar de su casa la mayoría de los objetos que formaron parte de su vida, y ponerlos a la venta, sin importar en absoluto el dinero que le ofrezcan por ellos, con la idea central de liberarse de todo lo posible. Esta peculiar locura llamará la atención de los vecinos y otros cercanos, entre los cuales se encuentra Martine (Laure Calamy) una amiga de la infancia de su hija Marie (Mastrtoianni) que le hará saber la noticia, y quien tras enterarse de la misma, decide regresar a ver a su madre, con quien no se ven desde hace unos 20 años. Tanto su regreso, como los objetos que circulan en escena, traerán recuerdos y mostrará parte de las historias que atormentan desde hace tiempo a Claire, y que a su vez también visibilizan el distanciamiento entre madre e hija. El tener como protagonista a la inmensa Catherine Deneuve es claramente la razón principal para ver este nuevo filme de Julie Bertuccelli, que vuelca en los hombros de la actriz de clásicos como Belle de Jour o Repulsión todo lo que se puede pedir. La idea central está clara, lo que permite que La última locura de Claire Darling tenga una primera parte a la altura, ciertamente entretenida y con un foco claro. Bertucceli acierta bastante en la forma que decide traer al presente los viejos recuerdos, intercalando con momentos de la actualidad, imprimiendo una dinámica muy favorable a la película. Pese a esto, la segunda parte decae a causa de un guión un tanto confuso, y sin la fuerza inicial, lo que hace que el atractivo se diluya progresivamente. No obstante, sin ser una cinta fuera de serie, las actuaciones de Denueve y Chiara Mastroanni le dan un plus, y la historia en si es aceptable y un poco más, dejando entrever un análisis más que interesante, pese a su cierre no tan convincente.
Basada en la novela de Henry James, Los papeles de Aspern es el largometraje debut del joven cineasta francés Julien Landais. No obstante, lo más atractivo de esta co-producción entre Inglaterra y Alemania gira en torno a su elenco, encabezado por la mítica actriz británica Vanessa Redgrave, el célebre actor irlandés Jonathan Rhys Meyers y completando la nada despreciable Joely Richardson. Ambientada a fines del siglo XIX, la historia de Los papeles de Aspern trata sobre el interés que tiene el joven editor Morton Vint (Rhys Meyers) sobre el poeta Jeffrey Aspern (de quien es admirador) y su corta y extraña vida, de la cual se sabe poco y nada. Para ello viaja a Venecia, con la intención de conocer más sobre el mismo, intentando establecer contacto y aproximarse a Juliana Bordereau (Redgrave), quien fuera su amante en aquellos años, y a su vez guarda cartas que el poeta le enviaba. Una vez allí para poder tener éxito en su cometido, se hace pasar por otro hombre, ocultando su verdadera identidad. Pese a demostrar los modales que la situación requiere y no tener inconvenientes en pagar el dinero que se le pida, nota que el carácter de la anciana no es el más amigable, percibiendo cierta desconfianza. No obstante, Morton verá la posibilidad de obtener información a partir de su sobrina Tina (Richardson), que se muestra más abierta a la hora de hablar sobre Aspern y otros temas generales, logrando progresivamente tener la confianza necesaria con la misma, y entablando una relación que puede serle útil para sus fines. Pese a tener una ambientación adecuada, y una temática de interés, Los papeles de Aspern pierde fuerza apenas unos minutos iniciados el filme, demostrando cierta lentitud y un eje en la trama poco claro, siendo por momentos una cinta insípida y que queda a mitad de camino en sus intenciones. Las actuaciones puede que sean correctas, pero tampoco le terminan de imprimir la fuerza necesaria a la historia, siendo la de su protagonista Jonathan Rhys Meyers la menos convincente de todas, y no es un dato menor, puesto a que el filme por momentos depende de su impronta. Puede que la forma en que Landais plantea Los papeles de Aspern sea un tanto añeja, dejando en claro que para esta clase de películas si se pasan por alto algunos detalles, la fórmula no funciona. Sobre el final se puede decir que hay un intento de remontar la historia, pero quizás sea demasiado tarde, o ni siquiera este sea del todo convincente, y quede el sabor a decepción. Poco recomendable.
La misma sangre es la nueva película del director de cine y guionista argentino Miguel Cohan, recordado por la realización de largometrajes como la recomendable Sin retorno (2010), posteriormente Betibú (2014), y la serie televisiva La fragilidad de los cuerpos (2017). En esta ocasión cuenta con un reparto de altura, con nombres como Oscar Martínez, Dolores Fonzi, Paulina García, Diego Velázquez o Norman Briski. La cinta comienza con un hecho ocurrido hace siete años atrás: Un hombre de edad avanzada (Briski) tiene un incidente con la electricidad en el campo. Decide llamar a su hijo Elias (Martínez), pero este le responde que es el equivocado,y que el hijo con el cual quiere hablar murió hace 30 años. Tras esto vuelve a la actividad y cae desde lo alto de un molino. La historia de La misma sangre continúa, ya en la actualidad, con una cena familiar que desencadena en la posterior muerte de Adriana (García), esposa de Elías, ambos padres de Carla (Fonzi). En aquella cena además de ellos tres se encontraba Santiago (Velázquez), el marido de Carla, quien desconfía de su suegro a partir de comportamientos que no cuadran, alguna mirada entremedio, y hechos que presenció esa misma noche previo a irse con su esposa e hijo de la casa de los mismos. Resulta que pese a ciertas comodidades, la situación económica que atraviesa Elías no es del todo buena, y esto acrecienta las sospechas sobre su responsabilidad en el deceso de su esposa. Tras una reconstrucción de los sucesos de ese primer momento, Cohan vuelve a contar los acontecimientos, aclarando un poco el panorama inicial, y dando detalles más exactos de la sucesión de hechos, que llevaron al confuso episodio que finalizó con la muerte de Adriana, cuando Elías se encontraba bajo el mismo techo. Miguel Cohan en La misma sangre navega en aguas que le resultan cómodas, enfocado notoriamente en el género thriller, como en el caso de Sin retorno, su opera prima. La historia funciona, tiene un entramado sumamente interesante, y mantiene un ritmo (a veces más pausado, por momentos más acelerado), pero brindando información en forma progresiva, manteniendo la expectativa a lo largo de las casi dos horas de película, destacándose esto especialmente en la primera hora. Quizás se pueda cuestionar algunos giros de más, cierta sobrecarga de datos, que terminan entorpeciendo la idea central, o un desenlace un tanto abrupto, que quizás se podría haber resuelto de forma menos truculenta, pero el resto de los elementos que componen La misma sangre están en su lugar; actuaciones acertadas, personajes bien trabajados (quizás los más destacables sean Martínez y Fonzi), una buena labor de fotografía, y diálogos con fuerza propia, conformados creíblemente. Recomendada.
Quizás muchos no tengan presente el nombre de la actriz, directora de cine y guionista libanesa Nadine Labaki, realizadora de películas como la recomendable Caramel, ¿Y ahora adónde vamos?, (en ambas además es protagonista) y la recientemente estrenada Cafarnaúm: La ciudad olvidada, ganadora del Premio de Jurado en el Festival de Cannes pasado, y nominada a mejor película extranjera en los pasados Premios Cesar, Oscar, Bafta y Globos de Oro. Sin dudas, el de Labaki es un nombre a tener muy en cuenta, más después del estreno de este filme. Este nuevo largometraje de la cineasta libanesa trata sobre Zain (Zain Al Rafeea), un niño de unos aproximados doce años de edad que cumple una condena por un crimen, y decide demandar a sus padres por haberle dado la vida. Tras esta introducción (en donde Labaki hace de abogada del pequeño), mediante un flashback empieza a narrar la serie de acontecimientos por los cuales Zain llega a esa instancia. Él es uno de los tantos hijos de una familia que vive en un lugar muy pequeño, en donde no hay espacio suficiente y la escasez de comida es preocupante. La situación lleva a que Zain deba trabajar para poder sostener parte de esa estructura, que naturalmente ambos padres no pueden mantener por si solos. Zain, pese a ser un niño 12 años, tiene una mentalidad mucho más madura que la de cualquier chico de su edad; la vida que le tocó es lo que lo lleva a ser así. Es por eso que una gran parte de la responsabilidad del cuidado de sus hermanos caen en sus brazos, sintiendo un especial cuidado por su hermana Sahar (Haita Cedra Izam), que es tan solo un año más chica que él. Será una determinación de sus padres para con su hermana Sahar, lo que llevará a enojarse al pequeño, y al abandono posterior de su familia, que conllevará a conocer más tarde a Rahil (Yordanos Shiferaw), una mujer de Etiopía que va al trabajo con su hijo pequeño a escondidas, y que tiene problemas para conseguir los papeles para el mencionado. Alejado de su familia original, Zain estableceré un vínculo muy importante tanto con ella, como con su hijo. Acusada por algunos de recurrir a la manipulación sentimental, y de utilizar una fórmula desgastada para lograr el afloramiento de lágrimas, poco podemos cuestionarle a Nadine Labaki, si no pasamos por alto que las temáticas que aborda a lo largo de las dos horas de Cafarnaúm forman parte del mundo en el cual vivimos, que muchas reflejan tradiciones que se sostienen en el tiempo, y que cuesta derribar; acusar de tales cosas por ende, no es más que darle la espalda a una triste realidad. La mirada de Labaki es sensible, sincera y necesaria, y eso es lo que vale. El enfoque principal denuncia temas que siempre están presentes, como los diferentes tipos de maltrato infantil, el abuso de menores, la comercialización de los mismos, la superpoblación, y el trato hacía los inmigrantes ilegales. Si bien prima el contenido social por sobre lo artístico, a diferencia por ejemplo de Roma de Alfonso Cuarón, los encuadras, planos y fotografía en general están trabajados a la perfección, induciendo al espectador en la cruda historia. Pese a su fuerte tinte dramático, la realizadora libanesa en Cafarnaúm por momentos da ciertas pinceladas de humor, como para aflojar un poco en una historia que es desgarradora. Sumamente necesaria.
La favorita es la nueva película del director de cine y guionista griego Yorgos Lanthimos, recordado por la realización de cintas muy peculiares como El sacrificio del ciervo sagrado, Colmillo, Langosta, o Alps, títulos que le permitieron ir haciéndose un lugar importante como cineasta en la actualidad. Este nuevo filme, estrenado el jueves pasado en las salas argentinas, también adquirió cierta repercusión a partir de las diez nominaciones obtenidas para la próxima entrega de los Premios Oscar, que van desde mejor película y mejor director, a la nominación tanto de la actriz protagónica Olivia Colman, como Emma Stone y Rachel Weisz en lo que respecta a actriz de reparto. En la reciente entrega de los Premios Bafta obtuvo el premio a mejor filme británico, guion original, mejor actriz para Colman y mejor actriz secundaria para Weisz. Para esta ocasión, Lanthimos tomó de base una historia real, el caso de Ana Estuardo, también conocida como Ana de Gran Bretaña, quien fuera reina de Inglaterra, Escocia e Irlanda en los comienzos del siglo XVIII, época en que Inglaterra estaba en guerra con Francia. Por ese entonces Ana (interpretada por Olivia Colman), estaba debilitada tanto física como psicológicamente, ya que venía de sobrellevar la pérdida de un total de 19 hijos, entre otras cuestiones, que marcarían negativamente su vida, dejándola claramente afectada. Lanthimos inicia el filme ya demostrando el deplorable estado de la reina, quien no tiene mejor opción que confiar en su amiga y mano derecha Lady Sarah (Weisz) que aprovecha el precario estado de salud de la misma para gobernar y tomar determinaciones desde su favorable posición. La llegada de una nueva sirvienta llamada Abigail (Stone), que a la vez es prima de Sarah (y previamente había formado parte de la aristocracia), no caerá en gracia para la misma en un comienzo, pero con el transcurso del tiempo, sus encantos convencerán en primer término a Sarah, y posteriormente a la reina, que no tardará en preferirla como compañera y asistente. Esto llevará a una serie de peleas, conflictos y demás situaciones cargadas de violencia que derivarán en el peor de los escenarios. En La favorita Yorgos Lanthimos una vez más usa la historia central como excusa para demostrar un estilo único, con un despliegue visual descollante, su ácido y corrosivo húmor negro, y con elementos surrealistas que siempre afloran de sus obras, sirviendose de un contexto favorable para dejar en claro su impronta y su poderío narrativo. El enfoque natural en esta ocasión es el cuestionamiento al abuso de poder, la manipulación que se va dando entre los (tres) personajes centrales, y la crítica al sistema institucional y político, poniendo como eje la emancipación del feminismo. La puesta en escena, fotografía, sonido y principalmente las actuaciones de Colman, Stone y Weisz (en ese orden) refuerzan nitidamente todo el entramado de la historia. Si bien están presentes todos los elementos característicos del universo de Lanthimos, toma ciertos caminos y realiza giros que le permiten salirse de lo esperado, y sostener la frescura que el griego logra reflejar en cada nueva cinta, no exento de ciertos excesos que también son parte de su construcción y cosmovisión artística en sí. Por último; probablemente esta nueva experiencia que nos ofrece Lanthimos merezca más de un visionado, siendo un filme tanto, e incluso, más recargado que los anteriores.
Somos una familia es la nueva película del aclamado cineasta japonés Hirokazu Koreeda, realizador de obras maestras como De tal padre, tal hijo, After life: La vida después de la muerte o Nadie sabe, y que gracias a este nuevo filme obtuvo la Palma de Oro del pasado Festival de Cannes, además de estar nominada como mejor película de habla no inglesa para la próxima edición de los premios Oscar. Somos una familia trata sobre una familia compuesta por una abuela, una pareja, una hija adolescente y un hijo más pequeño. Cuentan con pocos recursos económicos, por lo que tienen que delinquir para poder obtener los bienes necesarios para sobrevivir, ya que la pensión que recibe la abuela les resulta escasa, y los ingresos que obtienen tanto el padre Osamu, como su esposa Nobuyo, apenas alcanzan para costear algunos gastos. Después de volver de robar en una tienda, Osamu y su hijo se encuentran con una niña pequeña que se encuentra sola y expuesta al frío; pese a la endeble situación económica que afronta la familia, deciden albergarla, ya que su familia real ni siquiera se preocupa por el estado de la misma. Tras un rechazo inicial por parte de la madre, la compleja instancia que la pequeña parece haber pasado con sus padres reales, hace cambiar de opinión a Nobuyo, que se compromete con la situación. La niña pasará a cooperar en los pequeños delitos que Osamu y su hijo realizan, pese a que son conscientes de que no es bueno el concepto que ella puede tomar de los mismos, y de los riesgos que corren. Cuando la familia parece lograr cierta estabilidad, un accidente pondré en velo una verdad que cambiará el destino de todos los integrantes. Decir que Hirokazu Koreeda es uno de los grandes realizadores de la actualidad es una obviedad. Lo interesante es que puede demostrarlo una vez más en su nueva película, donde expone nuevamente ese estilo tan personal, quizás sin el vuelo de otras como De tal padre, tal hijo o After life, pero demostrando su sensibilidad y sus condiciones para abordar historias de índole familiar, con un tacto que lo hace único, con pequeñas reminiscencias al cine de Yasujiro Ozu. Quizás se tome demasiado el tiempo en lograr profundizar sobre algunos temarios, permitiéndose algún que otro bache, pero lo importantes que Koreeda llega al fondo de la cuestión, y otra vez los planteos y reflexiones surgen, demostrando la fuerza de la historia y su guión. Las actuaciones dan un aporte esencial, así como la puesta en escena, fotografía, y todo lo que gira alrededor del filme para lograr sus cometidos y llegar hasta el espectador. Recomendada, como suele pasar generalmente con todas las películas de este gran realizador japonés.
Enamorado de mi mujer es la cuarta película realizada por el actor, guionista y director de cine francés Daniel Auteuil, quien además interpreta al personaje principal de dicha cinta. Completan el resto del elenco Gerard Depardieu, Adriana Ugarte, Sandrine Kiberlain y Brigitte Audry, resultando un reparto nada despreciable. Enamorado de mi mujer trata sobre el reencuentro de dos viejos amigos; por un lado Daniel (intepretado por Auteuil), quien es editor y convive con su esposa Isabelle (Kiberlain), y por el otro Patrick (Depardieu), que por el contrario recientemente se separó de su pareja, y en la actualidad sale con Emma (Ugarte), una mujer mucho más joven que él. La sugerencia por parte de Patrick de realizar una cena en casa de Daniel para que conozcan a su nueva novia no parece ser una idea muy conveniente ni amigable, principalmente por ser Isabelle la mejor amiga de Laurence, la ex pareja de Patrick, y estar indignada por el hecho en cuestión. Pese a la negación inicial, y de buscar Daniel la forma de evitar la realización de dicho evento sin ofender a su amigo, Isabelle termine accediendo, de forma inesperada. Una vez presentados, Daniel no tardará en sentir deseos sobre Emma, replanteándose en algún modo su forma de vida, dispersándose con demasiada facilidad, y quedando expuesto en más de una ocasión. Pese a tener dos de los más grandes actores de su generación, ni Auteuil ni Depardieu (a quienes siempre podremos recordar por protagonizar cintas imborrables como Jean de Florette de Claude Berri, o El placard de Francis Veber), logran sacar a flote está comedia francesa con cruces dramáticos, que a la larga no cumple ni funciona como una cosa, ni la otra, quedando a mitad de camino en todo sentido. Y es que el problema no son las actuaciones, ni las elecciones de cada personaje, sino el entramado mismo del relato. Si bien en un comienzo algunas ocurrencias invitan a la risa,y la historia tiene de por sí un enfoque interesante, que podría llevarse a otro plano, a medida que avance la película, los chistes van perdiendo efecto, algunos muy simples, otros muy insulsos, las situaciones terminan hasta sintiéndose forzadas, y la propuesta cae al vacío. Quizás uno de los mayores méritos de Auteuil es lograr que Enamorado de mi mujer no se estire más de la cuenta, durando menos de una hora y media, y evitando al menos el aburrimiento del espectador, aunque ciertamente tal filme no merecía durar ni un minuto más.
Estrenada recientemente en las salas de Argentina, Uruguay, Colombia, Perú y Chile, y disponible también en la plataforma de Netflix, Roma es la nueva película del aclamado cineasta mexicano Alfonso Cuarón, realizador de filmes un tanto dispares como Children of men, Y tu mamá también, Solo con tu pareja o Gravedad, entre otros. En esta oportunidad, Cuarón también se encargó del trabajo de guión y fotografía de esta cinta, filmada en blanco y negro, y que cuenta con una serie de premios, de los cuales se destaca un León de Oro en el pasado Festival de Venecia. Roma nos traslada al México de comienzos de la década del 70′, mostrándonos la forma de vida que lleva una familia de clase media-alta, que vive en una Colonia llamada como la película en cuestión. Allí trabajan dos sirvientas, Cleo (Yalitza Aparicio) y Adela (Nancy García); ellas se encargan tanto de la comida y limpieza de la casa, como del cuidado de los cuatro hijos, con los que llevan un vínculo amigable y con cierto tinte familiar. Un viaje a Canadá alejará temporalmente al padre de sus hijos, que quedan al cuidado total de su madre y las dos empleadas. A partir de allí, se dan una serie de eventos que giran en torno a Cleo, que toma el rol de protagonista, pero sin perder de foco todo lo referido tanto al entorno familiar que forma parte de su vida, como a la situación socio política que atravesaba México en aquellos años. Vale añadir a este punto, que Cuarón se inspiró en su propia infancia para el armado de la historia de Roma, lo que le permitió una mejor reconstrucción de época. El mayor logro de Cuarón en Roma es sin dudas todo lo referido a fotografía, la elección de cada plano, la puesta en escena, edición de sonido y la mencionada reconstrucción de época, demostrando un trabajo impecable y milimétrico desde la concepción misma, invitando al espectador a sentarse, viajar en el tiempo y formar parte de la historia. Una serie de escenas resultantes de esta labor de gran factura probablemente sean las que dejen huella en el imaginario de quien se aventure a visualizar Roma. Otros puntos a destacar son; por un lado, un claro mensaje que se deja entrever referido a las diferencias entre clases y estratos sociales, un fuerte machismo presente, y ciertas reminiscencias al cine de Roberto Rossellini; y por el otro, un claro acierto en lo que concierne a las actuaciones, muy acordes a lo que la historia pide. Sin embargo se percibe demasiado la intención del realizador mexicano de estirar escenas, de jugar con los tiempos, y de amplificar lo minucioso y cotidiano, siendo por momentos ameno, y de clara utilidad para reforzar el eje del relato, y por otros un tanto excesivo, llevando al límite la capacidad de concentración del espectador, algo no siempre aconsejable. Al margen, el nuevo filme del cineasta Alfonso Cuarón, es de esos en que cada uno debe vivir su propia experiencia, dejarse llevar y sacar sus propias conclusiones, siempre y cuando se entienda de base el concepto de cine como arte, claro está.