Tras cuatro años de silencio filmográfico, se estrenó en Buenos Aires Basada en hechos reales, vigésimoprimer largometraje del cineasta franco-polaco Roman Polanski, realizador de obras perturbadoras (aunque necesarias), como El inquilino (Le locataire), Repulsión, El bebé de Rosemary, o la adaptación de la obra de teatro de Ariel Dorfman La muerte y la doncella, así como otras que salen de su estilo más habitual, pero resultan igual de importantes; vale citar aquí a El pianista, Tess, o Barrio chino. En esta ocasión, para adaptar la novela de Delphine de Vigan, Polanski contó con la colaboración en el guión de nada más ni nada menos que Olivier Assayas, director de Irma Vep, Las horas del verano y la más reciente Personal shopper. La historia de Basada en hechos reales se centra en la vida de una famosa escritora, Delphine (interpretada por Emmanuelle Seigner, la esposa de Roman Polanski), quien tras la salida de su última novela, se siente sofocada por sus seguidores, pero a la vez atormentada con la idea de tener que iniciar con una nueva obra, quizás por la falta de ideas, o por el simple esfuerzo que representa la misma concepción de una obra literaria, el trabajo que significa y todo el desgaste entremedio. Será entonces que la aparición de la joven Elle, llevada a cabo por una destacable Eva Green, le brindará nuevas herramientas y formas de tomarse las cosas, y así poder enfocarse sobre su trabajo. Casi de inmediato percibirá la química con esta compañera, que progresivamente le contará hechos de su vida de tinte confidencial, a la par que la ayuda con su nueva novela, y las circunstancias que en el medio se le interponen, y pueden representarle la dispersión, o perdida de enfoque en la obra. No obstante, la actitud de Elle de tomarse como personal ciertas cuestiones, que atañen a la vida de Delphine y no a la de ella, representará un foco de conflicto, y pondrá en cierto peligro la estabilidad de la relación entre ambas. Aunque todo esto impactará en mayor medida sobre la experimentada escritora. Basada en hechos reales lejos está de ser de las mejores cintas de Roman Polanski; de hecho es una de las más flojas, e incluso contrasta con sus tres anteriores, El escritor oculto, Un dios salvaje y La piel de Venus, que por momentos dejaban aflorar lo mejor del realizador franco-polaco. Es cierto que se presentan elementos que forman parte del universo Polanski, que la película mantiene una dinámica interesante, y que la trama te lleva. Es cierto también que tras el cierre invita a la reflexión, y todo esto es válido, pero no podemos pasar por alto que por momentos suena a reiterativo, no solo de su misma obra, sino inclusive de pasajes de películas ajenas, y hasta incluso lugares comunes. En otros momentos, pareciera que la historia un poco se pierde, y no termina de ser clara la dirección, ni las intensiones. Como destacamos más arriba, la actuación de Eva Green es notable, quizás llevando parte de la película, mientras que podemos decir que Seigner cumple como debe su rol, quizás un poco opacada por la labor de su compañera. Por todo esto, Basada en hechos reales es una propuesta interesante y se deja ver, pero está muy por debajo de la obra general de su autor, quien indudablemente ha brindado momentos magistrales al cine, que lo llevaron a ser uno de los cineastas mas interesantes e influyentes; pero este no es el caso.
Verano 1993 (Estiú 1993) es el primer largometraje de la joven cineasta española Carla Simón, que tras la presentación de la misma viene cosechando un éxito nada despreciable y una cantidad importante de premios, de los que se destacan un galardón en Berlín a Mejor Opera Prima, la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga, un Goya a Mejor Dirección Novel y, más recientemente, Mejor Opera Prima en los Premios Platino del Cine Iberoamericano. El personaje central de Verano 1993 es Frida (Laia Artigas), una niña de 6 años a quien se le acaba de morir su madre, que previamente perdió a su padre, y que como consecuencia deberá ir a vivir al campo con una familia adoptiva. La parte positiva de tal penumbrosa situación, es que la familia en cuestión está conformada por sus tíos y su prima, quienes ante la dura instancia optaron por hacerse responsables del cuidado y educación de la pequeña. La nueva vida de Frida no parece tener un escenario amargo, triste o melancólico, incluso con la compañía de su prima menor, que pasará a ser (por razones evidentes), como una hermana, y una compañera de aventuras. No obstante nunca es fácil realizar un duelo, y esto por momentos se percibe en el aire, puesto que no será una tarea simple para Frida adaptarse a un primer verano sin su madre. No tardará entonces en surgir el fuerte carácter de la niña, que pese a la aceptación evidente de su prima y sus tíos, sacará a flote algunas malas costumbres, caprichos y demás comportamientos que pueden entenderse por parte de una niña de su edad, pero que pondrán en evidencia cierta confrontaciones con su nueva familia. La historia de Verano 1993 tiene una fuerte connotación con sucesos pasados en la infancia misma de Carla Simón, que también perdió a sus padres cuando era niña. Es por eso que se percibe cierto tacto y sensibilidad que la directora española logra poner en velo, con la ayuda de la notable interpretación de la joven Laia Artigas. También colaboran en este sentido las actuaciones tanto de Bruna Cusi, David Verdaguer, como la pequeña María Paula Robles, cumpliendo en los roles de la familia adoptiva. Simón se toma su tiempo para desarrollar ciertos hechos, utilizando gran parte del tiempo fílmico en narrar momentos de ese verano, enfocando en lo referido al entorno, tratando de esa forma hacer llegar al espectador las sensaciones, tanto positivas como negativas, que la protagonista tendrá que transitar, para poder salir adelante. Si bien todo esto es claramente un punto a favor, también vale reconocer que hay pasajes dotados de cierta densidad, que pueden llegar a hacer perder el foco de interés. Quizás la cinta recuerden (o remita) en algún punto el clásico de Carlos Saura Cría Cuervos, que contaba con la sólida actuación de una inolvidable Ana Torrent, y abordaba una temática similar.
Madame es la nueva película de la directora, guionista y escritora francesa Amanda Sthers, aunque el foco de interés en esta nueva comedia dramática francesa está puesto claramente en el reparto, que tiene como protagonistas a la actriz australiana Toni Colette, al estadounidense Harvey Keitel, a la española Rossy De Palma, y al británico Michael Smiley. El inicio de Madame nos traslada hasta París, y nos muestra a una pareja de americanos, Anne (Colette), y Bob (Keitel), quienes recientemente se instalaron en dicha ciudad. Son de clase alta, y tienen todas las mañas clásicas de quienes pertenecen a dicho estrato social. Mientras se realizan los preparativos para una cena que la pareja celebra esa misma noche, con invitados pertenecientes a la alta sociedad, la inesperada aparición del hijo del primer matrimonio de Bob abrirá el foco de conflicto, ya que el jóven resulta estar invitado a dicha cena y Anne se entera de este hecho a último momento. Esto conllevará a un suceso que no le caerá en gracia a Anne; la mesa dispondrá de trece cubiertos, lo que hará sobresalir el espíritu supersticioso de la anfitriona, quien decide improvisar y añadir un decimocuarto cubierto, para evitar llamar a la mala suerte, sumando a la mesa de invitados a María (De Palma), su empleada doméstica más antigua y de mayor confianza, encubierta como una amiga. Lo que en un principio parecía una idea salvadora, termina siendo una decisión errónea, que hará pasar un dolor de cabeza tanto a Anne, como a Bob, pese a que previamente ambos había sugerido y recomendado a Maria que se abstenga de hablar, y en lo posible no beba, intentando poder sostener la alocada confabulación a lo largo de la velada. Uno de los sucesos que fastidiará a la dueña de casa, es que María captará la atención de uno de sus invitados, un aristócrata británico llamado David Morgan (Smiley), algo totalmente inesperado. Posteriormente, lo que parecía ser un percance de una noche, terminará propagándose, ya que David pedirá el número de teléfono de la empleada doméstica, y se seguirán viendo, naturalmente a escondidas de la adinerada pareja, que no tardará de enterarse de las maniobras que acontecen a sus espaldas. Si bien por momentos Madame resulta simpática y contagia la risa, en otras partes su humor es demasiado vacío, evidente, no llegando a convencer. Se percibe una crítica hacia la alta sociedad, sus falsas costumbres y valores, su marcada hipocresía, y sus rasgos discriminatorios, pero tampoco es que llegan a tomar una fuerza lo suficientemente determinante, quedando en pinceladas esporádicas. Las actuaciones en líneas generales están acertadas, siendo sin duda Rossy De Palma la mejor interprete, pero ni ella, ni el resto del reparto puede sostener ciertos baches. Por ende, Madame como comedia pasatista funciona, pero no tiene la suficiente convicción para ser más que eso, una película para pasar el rato.
El atelier es la nueva cinta del destacado cineasta francés Laurent Cantet, recordado por la realización de grandes películas como Recursos humanos, El empleo del tiempo y Entre los muros (o La clase), en donde supo retratar diferentes instancias de tipo social y laboral, con una mirada certera y categóricamente elaborada. Si bien Entre los muros es considerada por muchos su obra más completa, es difícil elegir una de las tres producciones, ya que cada una tiene rasgos sumamente válidos, y lo ubican a Cantet como uno de los realizadores más interesantes y más comprometidos del cine moderno. Otro dato a destacar es que en esta ocasión cuenta con la colaboración en el guión de Robin Campillo, director de la reciente 120 pulsaciones por minuto, quien contribuyó previamente en los guiones de El empleo del tiempo y Entre los muros. En El atelier la trama se centra un taller de escritura, brindado por Olivia (Marina Fois), una famosa novelista, que parece estar más interesada en ese tipo de experiencias, que en su trabajo actual. La idea del taller es poder concebir en conjunto un thriller policíaco, con la ayuda de la sumatoria de ideas y voces de sus participantes, un curioso grupo de jóvenes en donde visualiza un poco la multiplicidad de etnias que viven en la actualidad en territorio francés, en la pequeña ciudad de La Ciotat, ubicada al sur de Francia, para ser más exactos.. Lo que en un comienzo se manifiesta como un grupo amistoso, en donde el devenir de ideas parece poder tomar forma e ir en una misma dirección, las expresiones, pensamientos, y manifestaciones de Antoine (Matthieu Lucci), uno de sus integrantes, empezará a funcionar como foco conflictivo, no logrando desequilibrar la estabilidad del grupo, pero dejando en claro la diferencia de concepción de la vida y posibilitando su salida del mismo. Deja en evidencia cierta disconformidad, ciertas preocupaciones y una percepción muy distinta al resto en cuanto al contexto social. Estas marcadas discusiones y claras diferencias, serán el motor que llevara a Olivia a acercarse e interesarse de mayor manera por el joven, sus actividades, sus ideales y su mismo entorno. Pese a ser una idea sumamente interesante, dotada de todos los detalles que la historia pide y contar con dos actuaciones acertadas y bien delineadas, como las de Marina Fois y Matthieu Lucci, El atelier no termina de ser del todo convincente. Quizás no se percibe la fuerza de sus cintas previas, donde Laurent Cantet supo manejar una mayor fuerza y convicción, y en donde la narración misma nos permitía adentrarnos en las situaciones. Se percibe cierta denuncia al racismo siempre presente, pero podemos decir que el abordaje termina siendo un poco escueto. Vale resaltar que la cinta sostiene el ritmo durante sus casi dos horas de metraje, brindando información de manera progresiva, conforme suceden las diferentes acciones, exceptuando algún que otro momento de breve densidad, donde la película no llega a estancarse.
Los buscadores es la nueva película de Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori, la dupla de directores paraguaya que realizó la recordada 7 cajas, una de las producciones más relevantes en la historia cinematográfica de su país, que gozó de un éxito y repercusión considerable, logrando poner en foco al cine de Paraguay en diferentes partes del mundo, un dato nada menor, ya que el cine paraguayo no ha tenido tanta historia como otros en el continente. Este segundo largometraje de Maneglia y Schémbori trata sobre la historia de Manu (Tomás Arredondo), un joven canillita que está sumamente interesado en la búsqueda de un tesoro de plata yvyguy que data de 1870, en la época de la Guerra de la Triple Alianza, y que hasta la actualidad sigue siendo un misterio sin resolver que despierta un montón de preguntas y bosquejos indescifrables. Nuestro protagonista empezará a visibilizar la posibilidad de encontrar dicho tesoro, tomando como fuente de información la aparición de un libro y un mapa; será también de ayuda su abuelo, quien en su momento estuvo relacionado con el tema de las búsquedas y excavaciones. Para proseguir con la citada búsqueda, motivará a su amigo Fito (Christian Ferreira), intentando convencerlo de que hay grandes posibilidades, y de que el valor del mismo es considerable. Posteriormente se sumarán a la aventura otros personajes; primero Don Elio (Mario Toñanez), un hombre de mayor edad, pero con experiencia y útiles conocimientos sobre el tema, y posteriormente Ilu (María Cecilia Torres) y Lili (Sandra Sanabria), dos empleadas que trabajan en el domicilio donde supuestamente habrá que excavar para poder encontrar el mencionado tesoro. Dotada de una producción vistosa, y con una suerte de cruza de cine de aventuras, toques de comedia y algún elemento propio del cine de Intriga (sin pasar por alto sus pasajes históricos), Los Buscadores resulta una película sumamente interesante y entretenida. Si bien tiene un enfoque inicial que promete un poco más, desvariando la historia sobre la media hora final, llevando algunas instancias al borde de delirio y con salidas quizás algo destartaladas, es una cinta que vale la pena ver. Maneglia y Schémbori tienen la virtud de mantener un ritmo preciso durante los 95 minutos de duración, logrando cumplir con un cometido más cercano al cine de entretenimiento, pero en el que podemos encontrar algún que otro elemento que la hace destacarse. Si bien su desenlace es algo tosco, el final de la película invita a una interesante reflexión final, y eso también es valorable, retomando quizás a su primera parte, donde el filme se movía en un terreno más serio y con referencias históricas.
El estreno de una nueva película de la mítica directora belga Agnes Varda, debería ser un acontecimiento anunciado a los cuatro vientos y presentado con grandilocuencia. Por el contrario, termina siendo un film menospreciado, que se estrena en menos salas de las merecidas, y que con suerte estará más de una semana en los cines argentinos. Quizás muchos no sepan quien es Agnes Varda, y valga la pena hablar de ello, a modo de introducción; esta cineasta ha sido uno de los nombres claves de la Nouvelle Vague, junto a directores como Francois Truffaut, Jean-Luc Godard o Eric Rohmer. También podemos decir que es una de las realizadoras mujeres más relevantes de la historia del cine, y que, sin duda alguna, su película emblema es Cleo de 5 a 7, una cinta obligatoria para quien se reconoce como cinéfilo, aunque podemos citar otras tantas, como La felicidad, La pointe courte o Sin techo ni ley. En esta ocasión, la directora y guionista nacida en Bélgica, contó con la colaboración con el artista callejero francés JR, destacado en lo referido a fotografía e intervenciones urbanísticas. A modo de introducción, ambos hablan del reconocimiento que tienen por sobre la obra del otro, donde vemos segmentos de filmes de la directora, y algunos trabajos fotográficos de el joven JR. Visages Villages es una suerte de encuentro entre ambos artistas. La diferencia de años que existe entre ellos es abismal; ella al momento de realizar el documental tenía 88 años, él tan solo 33. No obstante, cuando dos artistas se respetan mutuamente, y encuentran un punto de abordaje en común, suceden estas cosas, y el arte es el principal beneficiado. Visages Villages es el arte en su máxima expresión, pero también es un hermoso viaje, y es la cruza perfecta entre el cine y la fotografía. El documental retrata un poco de todo, con la excusa de fotografiar gente a lo largo del camino, realizar gigantografías, y exponerlas en diversos sitios, con diferentes enfoques y la creatividad como bandera, nos trasladan a una experiencia visual y sensorial que vale la pena ver. A lo largo de los 90 minutos de cinta, presenciamos las distintas intervenciones urbanísticas que terminan resultando del trabajo en conjunto, mediante diversidad de ideas, van decorando paredes y lugares, dotándolos de sentido y significado, sin pasar por alto la belleza de algunas puestas. Sin dudas que el enfoque central de Visages Villages es el arte, aunque por momentos se cruzan situaciones sumamente ocurrentes, que nos sacan una sonrisa, y se percibe cierta naturalidad que ayuda al avance del relato mismo, dotándolo de cierta versatilidad, y sacándolo del estatismo de un documental tradicional. La gracia que sobresale de Agnes Varda también es admirable, su forma de manejarse con la gente, su energía, su simpleza. Estas son las pequeñas, pero suficientes razones, que justifican el visionado de la cinta en cuestión.
Estrenada el jueves pasado en los cines argentinos, La reina del miedo es la cinta debut tanto de la aclamada actriz Valeria Bertuccelli, como de Fabiana Tiscornia, quien está a cargo de la co dirección. El rol en Bertuccelli en la misma es completo; dirección, guión y papel protagónico, poniendo un peso enorme sobre si misma, y un máximo de compromiso con el proyecto. Vale añadir también que la actriz argentina ganó un premio por su actuación en el último Festival de Sundance. Quizás no haga falta decirlo, porque muchas veces los títulos son engañosos, pero no es el caso; el foco principal en La reina del miedo está puesto exactamente sobre el miedo mismo. La película inicia con la protagonista Tina, una exitosa actriz, interpretada por Valeria Bertuccelli, que tras un corte inesperado de luz en el medio de la noche siente pánico. Sus movimientos, su voz, su rostro lo expresan; la sensación de pánico que vive en el momento está latente, por lo que acude a la empleada doméstica para que la asista y la saque un poco de esa instancia, que pese a todo persiste. Eso será Tina a lo largo de toda la cinta, y la actuación de Bertuccelli será tan acertada y pertinente, que su presencia siempre estará en el aire. Su entorno es escandaloso; gente trabajando todo el día en su casa, una obra que está por estrenar que representa un sinfín de presiones, un ex marido que acaba de abandonarla sin muchas explicaciones, y demás instancias que sostendrán a la actriz en un constante estado de estrés. Tras enterarse de la compleja situación de salud de un amigo que vive en Dinamarca, al cual en algún punto descuidó, decide ir a visitarlo, un poco por culpa, otro poco porque le importa, y quizás otro tanto porque necesita escapar de un entorno que la aqueja, la sofoca y la amedrenta, exponiendo su frágil estabilidad psicológica constantemente, dejándola al al borde de un colapso. Sin dudas estamos ante una gran película; pese a que tanto Bertuccelli como Tiscornia son debutantes en la dirección, Bertuccelli supo construir y desarrollar un personaje en base a sus capacidades actorales, que no son pocas; quizás este sea su papel más completo y complejo hasta la actualidad. La actriz logra sobrellevar a la perfección a una mujer que lucha tanto contra el miedo externo, así como demonios propios, con inseguridades, y con un constante estado de estrés y una ansiedad insostenible. Otro de los grandes aportes es la actuación de Diego Velázquez, así como las breves, pero oportunas, apariciones de Gabriel Goity y Darío Grandinetti. La historia está delineada casi a la perfección, con un más que interesante trabajo de guión. Por momentos jugando con la comedia, pero sin dudas sobre un trasfondo puramente dramático, a veces la cinta incomoda, y eso es logro tanto desde el despliegue actoral, como desde la dirección. El trabajo de cámara, fotografía, y encuadres, brindan a su manera fuerza a la historia, así como algunas pausas, y pasajes, que en su totalidad la dotan de ciertos rasgos que la aproximan al cine de autor, aunque algunos lo renieguen. Quizás haya algún que otro detalle a cuestionar, pero son mínimos, en una historia que vale la pena ver.
En Pedazos es la nueva película del realizador alemán de ascendencia turca Fatih Akin, recordado por la dirección de cintas celebradas y galardonadas como Contra la Pared y Al Otro Lado, en donde Akin pone en foco el malestar que pueda aquejar a los turcos, tanto en su territorio, como en países vecinos, en los casos mencionados en Alemania. En ese sentido, podemos decir que el cineasta alemán sostiene en este film esa marcada tendencia, haciendo mella en la discriminación. La protagonista de la película en cuestión es la actriz alemana Diane Kruger, quien ganó un Premio en Cannes por dicha interpretación. La historia de En Pedazos se centra en la familia de Katja (Kruger), compuesto por ella, su marido Nuri, de origen turco, y un hijo pequeño llamado Rocco, Unos pocos minutos le alcanzarán a Fatih Akin para introducirnos en la felicidad que la familia goza, empezando por la celebración del casamiento de la pareja, y llevándonos luego hasta la actualidad. Tan solo horas más tarde de despedirse de ambos, llegará el hecho que representará un quiebre para la vida de Katja; se entera de que fallecen en un atentado, del cual no hay muchas razones que lo expliquen. El hecho negativo sin duda golpeará a la joven mujer, quien estallará en llanto. Aún quebrantada por la dolosa instancia que Katja atraviesa, será sofocada por los encargados de la investigación, quienes sospechan que su marido, encarcelado y vinculado al negocio de las drogas hace mucho tiempo atrás, había vuelto a las andanzas, y que por algo alguien tuvo la intención de matarlo. Pese a que el dolor mismo la sacuda, llevará con ayuda de un abogado amigo las instancias hasta donde sea posible, encontrando a los supuestos culpables del atentando e incluso lograr llevarlos a juicio. Una vez allí la tensión crece, y la actitudes que se verán por parte de los acusados y el mismo defensor, generarán aún mas enojo tanto en Katja, como en su abogado, ambos convencidos de la culpabilidad de los acusados. Si bien en la película se entrecruzan dos temáticas harto conocidas, la existencia de defensores del nazismo y la discriminación, y muchos de los elementos habituales en estas ocasiones, Fatih Akin logra enhebrar una historia con personalidad, dejando en claro rasgos que se han visto en cintas anteriores. Las cosas están en su lugar, y eso hace que el film fluya sin entorpecimientos, dotado de un ritmo pertinente, y sosteniendo la atención en todo momento, generando la empatía necesaria con el espectador. Ayuda mucho la forma en que Diane Kruger desarrolla su personaje, llevándolo hasta donde la historia lo pide, así como la aparición de una figura que siempre suma como Ulrich Tukur, o la actuación de Johannes Krisch. Todo lo referido a fotografía, puesta en escena y dirección, termina de imprimir la fuerza necesaria en lo que concierne a la narración de los sucesos. El cuestionamiento a la forma en que funciona la justicia está presente, así como una fuerte crítica a ciertas tendencias discriminatorias, de las que los alemanes claramente no pueden despojarse, siempre latentes al menos en sectores de su población. Por tanto, no podemos negar la naturaleza de cierta parte del público a esquivarle a determinados dramas en donde están presentes fuertes emociones e instancias dolorosas que pueden a uno tocarlo, En Pedazos es una película a ver, siempre y cuando uno esté preparado para presenciar esos momentos.
El hilo fantasma es la nueva película del cineasta estadounidense Paul Thomas Anderson, recordado por la dirección de cintas como Magnolia o Petróleo sangriento, con el curioso dato de que, diez años después de la realización de esta última, Anderson vuelve a tener al enorme actor británico Daniel Day-Lewis (Mi pie izquierdo, En el nombre del padre, The Boxer, Pandillas de Nueva York), como protagonista de su filme. La historia de El hilo fantasma nos lleva al Londres de 1950, en la era de la posguerra, y a la forma de vida del famoso modista Reynolds Woodcock, llevado a cabo por el citado Daniel Day-Lewis, que como habitualmente suele suceder, se sabe poner en la piel de los personajes que interpreta. Su hermana Cyril (Lesley Manville), es su consejera y ayudante en el negocio de la moda británica, la cual entre ambos sostienen a fuerza de trabajo, profesionalismo y consistencia, enmarcados en una estructura rutinaria férrea. La aparición de la joven Alma (Vicky Krieps) en la vida de Woodcock, se presentará como un posible cambio en lo que refiere a las estructuras de esa vida rutinaria y planificada, en donde todo está previamente estipulado. En un comienzo el espíritu de Alma parece adaptarse a los mecanismos de funcionamiento del modista y su entorno, hasta siendo parte del engranaje mismo de operación, pero conforme se van dando los acontecimientos, ella parece sofocada por un ritmo de vida que le resulta monótono, excesivamente mecánico y hasta incluso falso, y que la termina agobiando. Por el contrario, Reynolds está demasiado acostumbrado, es un hombre grande y no quiere modificar su estilo de vida; su carácter no ayuda, por momentos obstinado, sumamente obsesivo, meticuloso, y netamente afianzado a una idea, una sola forma de hacer las cosas, y una especie de pasión/amor por su trabajo, rozando por momentos el fetichismo. Evidentemente el enfoque de Paul Anderson en El hilo fantasma recae más sobre los perfiles de los protagonistas, que en la historia en sí, que podemos decir sirve más de excusa que como relato. Hay un interesante desarrollo en lo referido a los matices de cada personaje, trabajados en forma minuciosa; sin dudas uno de los puntos fuertes de esta película son las actuaciones, no solo la de Daniel Day-Lewis, de quien no se espera menos, sino tanto de la categórica Lesley Manville, como de la joven Vicky Krieps. Hay una historia de amor, pero no se presenta en la forma convencional, y eso también vale resaltarlo. Es cierto que podemos entrever cierta influencia de algunos filmes de Alfred Hitchcock y Max Ophuls, dos cineastas de gran desarrollo en las décadas del 30′, 40′ y 50′. El despliegue del director estadounidense es impecable, y mantiene muchos de los elementos presentes en su cine, con una puesta en escena a la altura, una gran fotografía, más sus detalles varios, tomas y tiempos. Quizás haya un exceso en lo referido esto último, puesto que Anderson tiende a extender siempre la duración de sus películas, lo que hace que a veces recaiga la atención y la narración un tanto se diluya, notándose que el relato fílmico pedía un metraje algo más corto, más la presencia de escenas que no terminan de darle fuerza a la historia central, o que quizás se dilatan un poco más de lo correspondido. Por todo lo demás, podemos decir que El hilo fantasma es una cinta digna de verse.
El estreno de una nueva película de Álex de la Iglesia siempre es un hecho a tener en cuenta. Si bien el cineasta español es considerado algo irregular a la hora de hablar de sus realizaciones, al menos en lo referido a sus últimos trabajos, no podemos olvidar el hecho de haber engendrado es su momento cintas como la ya mítica El día de la bestia, la delirante y ocurrente Crimen Ferpecto, la traumática, aunque sumamente valiosa, La habitación del niño y la menospreciada 800 balas. No pasaron muchos meses de la llegada a las salas argentinas de El bar, que ya tenemos una nueva propuesta, aunque se trate de una remake de la notable película de Paolo Genovese Perfectos desconocidos, un film que fue un éxito en Italia, y que no es para menos considerado su brillante impronta. La historia de Perfectos desconocidos inicia de la misma manera que su versión original; se trata de un grupo de amigos conformado por tres parejas y un soltero que se reúne a cenar en la casa de una de esas parejas, siendo Eva (Belén Rueda) y Alfonso (Eduard Fernández) los anfitriones. El último en llegar al punto de encuentro es el soltero, quien había prometido llevar a su nueva novia, pero termina arribando en solitario, lo cual decepciona un poco al resto de los invitados. Una vez dispuestos en la mesa, y tras comentarios que afirman que nadie tiene nada que ocultar, y que no hay secretos (ni entre parejas, ni entre amigos), porque se conocen hace añares, surge la propuesta de dejar los celulares a la vista de todo el grupo, y que todos tengan acceso a la llegada de mensajes, whatsapp y llamadas de cada uno, con la consigna inclusive de leer los mensajes en voz alta y poner las llamadas en altavoz. Si bien no todos los integrantes lo toman como una buena idea, tras la insistencia de la mayoría, y el hecho de que aquél que no se anime deja en evidencia algún posible misterio, la alocada propuesta es llevada a cabo. Lo que iniciará como un simple juego entre amigos, conforme avance la noche, tomará un rumbo poco agradable. Si bien el sello de Alex de la Iglesia por momentos se hace notar y genera algunas situaciones de tono hilarante, en la mayor parte del film el director español prefiere no arriesgar y respeta en demasía lo que es la historia original. Quienes no hayan visto la sobresaliente película de Genovese, se reirán naturalmente ante gran parte de la cinta; el problema reside en que muchos de esos chistes y ocurrencias son calcadas del film previo, la cual a lo largo de esta nueva versión, no hará más que hacer sobresalir a su predecesora. Tampoco es que todo lo agregado por Alex de la Iglesia sea categórico; mientras en algunos pasajes vale ciertamente la pena destacar su aporte, así como ciertos detalles, en otros cae en instancias mucho menos ocurrentes, de menor creatividad y hasta incluso algo burdas. El reparto es de altura, otro punto innegable, pero exceptuando la acertada actuación de Juana Acosta (tanto en lo referido a la concepción del personaje, como por la forma en que ella lo lleva adelante), ninguno del resto de los actores sobresale por encima de los originales; Rueda y Fernández cumplen, como es de esperarse, pero quizás se perciba que no alcancen el grado de entrañabilidad que logran transmitir Marco Giallini y Kasia Smutniak. Por ende, esta nueva versión de Perfectos desconocidos se deja ver, y para quienes no hayan visto la original puede ser una propuesta más que interesante, y ciertamente entretenida, pero en la comparativa con su versión original, poco hay por rescatar.