Seis ños después del estreno de aquella muy simpática película animada, “Ralph, el demoledor”, que trabajaba con la nostalgía de los videojuegos de los años 80′ (y sus personajes míticos), llega ahora su esperable secuela. La casa madre de los dibujos animados, Disney, apostó fuerte este año a dos secuelas de cara a lo que será la temporada de premios, una de ellas es “Los increibles 2” (con el soporte de Pixar, claro está), y la otra es “Wifi Ralph”.El cineasta Rich Moore repite de la primera parte, y ahora co-dirige junto a quién había sido su guionista, Phil Johnston. Aquí Ralph y su amiga Vanellope se ven obligados a sumergirse en el mundo de internet en busca del repuesto de una pieza del juego Sugar Rush. Pero lejos de la amabilidad del pequeño universo de las consolas, encontrarán un lugar tan peligroso como atractivo. El año pasado, la penosa “Emoji”, intentaba abordar -con no mucho éxito- las posibilidades tecnológicas del siglo XXI, así como las aplicaciones que pululan por nuestros celulares y las redes sociales. Lo que parecían buenas intenciones terminó siendo un aburrido show animado sin gracia alguna. Asi que “Wifi Ralph” recoge el guante y explora todo lo que “Emoji” dejó trunco, pero lo hace de una manera mil veces mejor. Esta entrega hace principal hincapié en la amistad ‘tóxica’ de Ralph y Vanellope. Todo lo que sucede alrededor de la película sirve para llevar la idea, pero ese mensaje fluye dentro del engranaje de la historia y nunca resulta una búsqueda apresurada y forzada. Rich Moore y Phil Johnston consiguen algo muy complicado, introducir la nostalgía de los 80′ y hacerla chocar con el siglo XXI. En ese sentido, “Wifi Ralph” es una excelente radiografía de internet, lo que va a permitir que esta secuela identifique aún más a los niños, sin por ello dejar exento a los adultos. Las diversas apps permiten fortalecer la parte humoristica de la cinta con momentos muy logrados, y también tenemos como recompensa una larga secuencia protagonizada por las princesas de Disney, que es brillante. Sólido regreso del simpático personaje, Ralph. Se actualizan/modernizan los conceptos y tenemos momentos mucho más divertidos. Gustará a todos por igual. Fabio Albornoz (@fabioalbornoz) para OCIOPATAS
Los Transfomers fueron parte de la generación de los 80′-90′ en materia de juguetes, cómics, videojuegos y series animadas. Fue un fenómeno que comenzó en su país de origen (Japón), para acabar amplificándose a escala mundial. Tal es así, que la famosa empresa norteamericana, Hasbro, termino adquiriendo todos los derechos autorales. Su paso al cine, sin embargo, se hizo esperar mucho tiempo. Llevar adelante semejante producción, demandaba de un despliegue económico colosal que no muchas productoras estaban dispuestas a arriesgar. El que si se animó fue el megalómano Michael Bay (“La roca”, “Armagedón”), quien dio inicio a la muy extensa franquicia de “Transformers” en el 2007, con el tándem protagónico de Shia LaBeouf- Megan Fox. La colosal recaudación, no hizo más que activar el deseo de continuar esta saga, la cual se estiró -yendo de mayor a menor- a cinco entregas en total, todas ellas dirigidas por el propio Michael Bay. Con las ideas agotadas, aparece “Bumblebee”, el primer spin-off de la saga “Transformers”, que hace hincapié en la llegada del primer transformer a la Tierra, allá por 1987. El autobot más pequeño y carismático. Por primera vez, Michael Bay no dirige el film, y solo se límita a ejercer de productor. Su lugar fue ocupado por Travis Knight, director de la cinta animada (nominada al Oscar en 2016), “Kubo y la búsqueda samurái”. En esta sexta entrega, Bumblebee, uno de los autobots, huye de su planeta en busca de encontrar refugio en la Tierra. Una vez llegado, lo encuentra la joven Charlie, con la que enseguida surge una amistad puesta en peligro. Cuando parecía que la saga estaba perdida en un nivel deplorable, llega “Bumblebee”, la mejor cinta de la franquicia. Claro que tampoco necesitaba de mucho para superar a todas las entregas filmadas por Bay, pero justamente es en ese cambio de cineasta donde se produce su primer trinufo. Travis Knight es decididamente un mejor narrador y un buen administrador de recursos. Allí donde las películas de Michael Bay derrochaban millones de dolares en parafernalia, Knight prefiere esparcirlos en un relato que posee mucho del cine de Spielberg, -o al menos algo de esa ternura-, y una noción equilibrada entre historia-espectáculo. Otra prueba de que a veces ‘menos’ es más. El tercer punto por el que también triunfa es su duración. “El último caballero” y “La era de la extinción” pasaban las 2 horas y media. Esta, por su parte, establece una postura totalmente distinta, dura 110 minutos. Decisión correcta que permite a Knight mantener su película bien justa a lo que propone, sin entrar en la necesidad de estirar el relato de una forma exhaustiva y exagerada. La mayoría de las actuales películas comerciales tienen como gran problema su excesivo metraje, y “Bumblebee” sale muy airosa. El hecho de transcurrir en los años 80′ le permite al realizador jugar con la nostalgía de la época. Suena un repertorio de hits musicales y vemos posters de films clásicos como “La cosa” o “Alien”. No es que la historia los requiera en algun momento, pero es uno de esos lujos que el film se da. La película se divide en tres tramas paralelas, una es la relación de Bumblebee con Charlie, la otra es la típica trama militar, y por último esta la de los autobots que vienen a destruir la Tierra. Todo fluye con coherencia, clasicismo, y una muy buena distribución de las escenas de acción a lo largo de la estructura. Nunca hay un empache de efectos, e incluso las batallas estan filmadas con mayor claridad y calidad. “Bumblebee” es la mejor película de la saga. Travis Knight logró darle todo lo que las anteriores entregas no tenían o padecían. El exceso nunca es una buena herramienta en las producciones de acción, y Knight lo entendió mejor que nadie. Muy correcta. FABIO ALBORNOZ para OCIOPATAS (@FABIOALBORNOZ).
CINE: “ROMA”, DE ALFONSO CUARÓN. 29 diciembre, 2018 Editar Después de una larga conversación con Libo, una mujer de origen mixteca que fue su niñera de la infancia, Alfonso Cuarón escribió un guión minucioso e íntimo, y se dispuso a filmar una película dolorosamente autobiográfica, consagrada por la crítica (no toda), que se transformó en una obra de arte universal casi sin proponérselo por aquello que dijo Tolstoi: “Pinta tu aldea y pintarás al mundo”. La película plasma una serie de escenas de la vida cotidiana centradas en Cleo (exquisita y conmovedora actuación de Yalitza Aparicio en el rol de la niñera), y alrededor de ella, como en círculos concéntricos, de una familia, que habita en una casa de la Colonia Roma en el DF de México en la década de 1970. Cuarón se obsesionó por reconstruir sus recuerdos de esa vida de clase media, ese mundo de la infancia con perro, abuela, hermanos, escuela, donde parece que no pasa nada pero se desatan las catástrofes que nos atraviesan y nos marcan, casi sin que nos demos cuenta, diluidas en juegos en el patio bajo la lluvia a la hora de la siesta. El ganador del Oscar (“GRAVEDAD”), decidió filmar en secuencia cronológica e ir compartiendo el guión día por día, para que su elenco y su equipo no supieran lo que iba a pasar al día siguiente, como en la vida misma; filmó en un bellísimo blanco y negro, como para transformar la bruma de los recuerdos en un personaje que interactúa con los protagonistas, y el trabajo con el sonido logra que el espectador se sienta un habitante más de la casa. El director muestra pinceladas de la vida socio política de esos convulsionados años de la historia mexicana vista a través de los ojos de Cleo, pero logra un verdadero vuelo artístico ahondando en lo más puro y más humano de los personajes en ese universo ordinario, profundo y personal de los habitantes de la casa, con una potencia poética que me recordó la escena final con el “Rosebud” en El Ciudadano, de Orson Wells, o el clima y el simbolismo casi ominoso de La Ciénaga, de nuestra maravillosa Lucrecia Martel. Si bien no ha sido aclamada en forma unánime, ya que parte de la crítica la considera lenta, aburrida y con una endeble estructura narrativa, Roma se consagró como Mejor Película en el Festival de Venecia y es la gran candidata al Globo de Oro y al Oscar en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa. No dejen de ver esta emocionante oda a la nostalgia que los va a conectar con chispazos de infancia propia aunque no se hayan criado en Ciudad de México. Y si pueden véanla en una sala de cine: hay funciones gratuitas en el auditorio del Malba y también se proyecta en el Bama Cine Arte todos los días a las 22hs hasta el jueves 3 de Enero de 2019. Calificación: Excelente Cecilia Della Croce – TW: @cecidepalermo/ IG: @cecidepalermook para OCIOPATAS
Esta nueva propuesta del director de “Guerra de papas” y “Guerra de papas 2”, es una grata sorpresa para toda la familia que relata la historia de una pareja que decide formar su familia recurriendo a un programa de “padres temporales”, encontrando no solo a un grupo de personas en la misma situación que ellos, si no la posibilidad de llenar el vacio de su cotidianidad con un grupo de tres hermanos. “Los temporales”, como se los llama en la película, deciden hacerse cargo de los niños por un tiempo, para luego concretar el proceso de adopción, o bien, si los padres biológicos están aptos según la mirada de justicia para volver a estar con sus hijos, desprenderse de ellos, con el dolor que esto implica, si bien uno sabe a qué se somete cuando decide ingresar en ese sistema. En el filme, Mark Wahlberg y Rose Byrne se consideran demasiado adultos para tener sus propios hijos, y lo que empezó como una idea hasta alocada termina conviertiendose en una decisión: adoptar. Mas allá que las miradas de la familia intimidan y prejuzgan a la pareja por lo decidido, ellos siguen adelante y convierten esa idea en realidad. Los diferentes modelos de familia, que no corresponden ya a padres que conciben a sus propios hijos, sino que también considera la adopción como una forma para cumplir el sueño americano de familia ideal se relata de forma inteligente, sensible y enternecedora, y si bien a la pareja ideal que componen Whalberg y Byrne se les complica convivir con 3 niños después de haber estado solos por mucho tiempo, se dan cuenta, a lo largo de la película del amor que les tienen y de lo desolador que seria vivir sin ellos Los dos grandes ejes sobre los que trata el filme son la relación adoptado/adoptante, pero también hijo/madre biológica, estos dos mundillos, que tienen como protagonistas a los más chicos (que llevan adelante un conmovedor trabajo), es una arista que la película recorre para mostrar la parte más dura del proceso adoptivo. De forma simple pero eficiente, con pasajes emotivos y cómicos, “Familia al instante” no solo logra emocionar al espectador si no que también permite reflexionar sobre un modelo de familia que no necesita de una cuestión genética para consolidarse. Una opción divertida para toda la familia
El director, productor y guionista Craig Macneill es el responsable de este thriller psicológico, que narra una historia basada en hechos reales, y de la cual tuvo un contacto muy particular durante su niñez en Nueva Inglaterra, al vivir cerca de Fall River, lugar donde transcurre la misma. Durante su infancia, el asesinato de la familia Borden era un tema que se solía tocar cuando se hablaba de homicidios e historias aterradoras, sin embargo, el director de “The boy” (2016), decidió encarar el filme para contar, mas allá del asesinato en sí, las condiciones sociales y personales que rodeaban a Lizzie Borden, personaje principal del relato. Ambientada en 1892, “El asesinato….” nos presenta a los Borden, una poderosa familia de cierto nivel conformada por un padre dominante, su esposa, y dos hijas adultas que sufrieron no solo la pérdida de su madre, sino que también deben lidiar con la figura autoritaria de su padre. Lizzie (Chloe Sevigny), una de las hijas, no solo lleva una vida claustrofobica y solitaria, si no que sufre ciertos ataques que aparentemente no tienen una explicación médica: las peleas con su padre y su particular forma de ver la sociedad en la que vive la vuelven “la oveja negra” de la familia. La inesperada llegada de Bridget Sullivan (Kristen Stewart) cambiará la cotidianidad de Lizzie, y le dará el impulso y la confianza para llevar adelante una serie de decisiones que sola no hubiera podido afrontar. Macneill logra construir este vinculo a lo largo de la película con planos que recorren la intimidad de los mundos de ambos personajes y lo que pasa entre ellos cuando se encuentran, el director no le teme a la escenas arriesgadas, al contrario, las utiliza de forma inteligente y en buena dosis, evita lo obvio y no abusa de los recursos que plantea. Los flashbacks y flashforwards se complementan con el relato, que se toma su tiempo en profundizar con detalle las expresiones corporales, faciales, y los planos cortos que exhiben las emociones que los personajes atraviesan. El trabajo ambientación y dirección de fotografía son dignos de destacar, y mas allá de que la película no nos invita a recorrer diferentes locaciones (pues la historia se desarrolla prácticamente en la casa de los Borden), se logra crear el clima de intimidad y angustia que el relato contiene. Los trabajos de interpretación y composición de Chloe Sevigny y Kristen Stewart son impecables. “El asesinato…” es un filme muy bien logrado, que logra generar suspenso y seducir con sus actuaciones. Calificación: Muy buena. Manuel Germano
Cuando se trata de género de terror, sabemos que es más factible encontrar una producción floja que una agradable sorpresa, y no lo digo como prejuicio (de hecho es mi género favorito), lo digo porque aún en esta época con muy buenas cintas, sigue siendo el terror un negocio rentable que se produce a mansalva, y muchas veces producir a mansalva significa terminar haciendo cualquier cosa. En Argentina, el terror siempre funciona bien -o casi-, y esa parece ser la única razón para que llegue a nuestro país una película como “Demonio de medianoche”, que en Estados Unidos fue lanzada directo a DVD/mercado doméstico hace dos años atrás, en 2016. Travis Zariwny dirige y escribe esta película que es un remake de otra cinta irlandesa (de mismo título) realizada por Rob Kennedy. Para esta versión, Zariwny contó con la presencia de dos íconos del terror, Robert Englund -el ex-Freddy Krueger-, y Lin Shaye (“Insidious”), que enriquecen la pantalla al menos por un breve rato. -La trama de “Demonio de medianoche” es bien simple. Alex vive en una antigua mansión donde cuida a su abuela, Anna, quien padece una enfermedad mental. Mientras busca un espejo de su abuela, Alex y su amigo, encuentran una caja en el ático que contiene un juego. Decididos a pasar una noche divertida, se ponen a jugar y terminan despertando a un demonio que los pondrá frente a sus peores miedos. Nada nuevo que ver en “Demonio de medianoche”, una cinta que parece tomar algunos de los conceptos principales de “IT” (enfrentar a las personas con sus miedos), y algo de “Pesadilla en lo profundo de la noche” (un demonio simpático), pero sin lograr construir una propuesta sólida, fluida y con algo más de riesgo o inventiva. Como película de terror barata que es, todo se desarrolla y resuelve en un escenario, la casona, sin exteriores y con un puñado de personajes que van entrando en acción de acuerdo a cuando el film los necesita. El hilo conductor, sin embargo, lo llevan los dos adolescentes, quienes cometen los errores necesarios para que “Demonio de medianoche” saque a lucir los sustos efectistas, las muertes violentas y otra tonelada de recursos trillados. A Travis Zariwny no parece interesarle demasiado la forma. Todo esta realizado con la mecánica de lo predecible, lo obvio, y nunca se termina de desprender del molde del terror habitual. El guion se queda rápidamente con pocas ideas dando vuelta, y entonces a Travis Zariwny no le termina quedando otra que intentar complejizar el tejido de la historia con los pliegues del pasado. Se incorporan flashbacks que rozan lo absurdo en ese intento de rebuscar el relato y estirarlo al máximo. Probablemente uno de los mayores premios (o el único) que obtengamos en “Demonio de medianoche ̈ sea el de ver compartiendo escena a Robert Englund y Lin Shaye, dos leyendas del terror totalmente desperdiciadas por irrelevantes papeles. Una película del montón. ¿Es entretenida? Solo de a ratos. Para ver y olvidar. Fabio Albornoz (@fabioalbornoz)
El realizador francés de “La vida soñada de los ángeles”, “El pequeño ladrón” y “Julia”, regresa luego de 10 años a la pantalla grande con el thriller “Sin dejar huellas”. El film es una adaptación de la novela israelí “The missing file” (2011), del autor Deror Mishani, y tiene como protagonista al reconocido Vincent Cassel. El propio Érick Zonca junto a Lou de Fanget Signolet escribieron este libreto en el que seguimos a un policía alcohólico que se sumerge en la investigación sobre la desaparición de un adolescente. El camino para hallar la verdad, será turbulento y plagado de trampas. Decepcionante al máximo, Zonca marca su regreso al cine con un thriller fallido y torpe que se pliega a los esquemas más rutinarios del policial, y que resulta demasiado manierista hasta perder todo el interés por la película, que parece estar filmada con una desidia preocupante que va desde los problemas narrativos que tiene, pasando por unas interpretaciones débiles y una absoluta ineficacia para abrir y cerrar la obra. “Sin dejar huellas” toma estrictamente las reglas del policial negro para construir el personaje del detective (Vincent Cassel) que por supuesto, es alcohólico, está con prostitutas, es violento, machista y ordinario. Representa la peor parte del humano, pero Zonca hace de ese acercamiento al policial negro una experiencia fallida: el personaje pasa a ser realmente irritante e insoportable. Todo luce demasiado subrayado y manipulador. Ansioso por ir al disparador argumental, Zonca inicia su obra con un Vincent Cassel que ya recibe el caso de forma apresurada. Esto hace que de entrada la película cargue todas las características del detective en poco tiempo. La desprolijidad del comienzo no hace más que acentuarse a lo largo del metraje cuando se va visualizando un guion malo que expone demasiado a los actores con situaciones ridículas. Lo de Vincent Cassel sorprende: compone una actuación altamente sobreactuada y olvidable, casi al borde del papelón. Para no reducir toda la trama a un caso policial, “Sin dejar huellas” propone una subtrama que se desarrolla con deficiencia, sobre el hijo del detective y sus negociados con la droga. El resultado es de nuevo muy malo. Ya en la segunda mitad, el guion se aferra en falsos sospechosos que le permiten ‘complejizar’ la investigación, incluso cuando esto signifique rizar los hilos de forma demasiado rebuscada y cayendo en algunos golpes bajos. Un thriller decepcionante y rutinario que tiene grandes problemas de dirección y guión. Cuesta creer que haya sido filmada por Érick Zonca. Lo que pudo haber sido un efectivo acercamiento al cine negro, acaba en un espectáculo de golpes bajos y manipulación forzosa. Calificación: Regular Fabio Albornoz (TW @fabioalbornoz).
En esta oportunidad, el director de “Venganza” (2008), y “Caza al asesino” (2015), Pierre Morel, nos presenta un relato cargado de acción, pero que lejos de escapar de lo predecible, subraya lo obvio. Con un argumento pobre y un guión que no logra convencer al espectador, “Matar o morir” se transforma en una película de venganza más condenada al olvido. En la búsqueda por vengar un hecho trágico que marca su vida, Riley North (Jennifer Gardner) se enfrenta a un sinfín de criminales, que si bien dan batalla, no logran contra la fuerza inconmensurable de una mujer que lo ha perdido todo (¿un poco cliché, no?) Las secuencias de lucha y disparos, que constituyen el núcleo de la película son abundantes y casi siempre iguales: vemos a la protagonista pelear de forma incansable hasta lograr su objetivo. El filme tiene dos grandes bloques, en el primero se relata como es la cotidianidad de los personajes, su presente, y tras el punto de inflexión que desencadena el accionar de la protagonista, un segundo bloque, que podríamos llamar “la venganza”, en donde Riley acomete contra todo y todos los que se oponen a su objetivo. El argumento es sencillo, y si bien podría resultar efectivo, no logra su fin: la historia se vuelve predecible desde el comienzo. Sin sutilezas, y con un guión fallido, a cargo de Chad St John, “Matar o morir” cuenta con un factor a su favor: su protagonista, Jennifer Garner, a quien es difícil dejar de ver durante la película. La actriz demuestra su profesionalismo y versatilidad de poder interpretar el rol que se le presente.
J.J. Abrams ha dirigido un puñado de películas (entre ellas “Super 8”, algo de “Star Trek”, y “Star Wars”), pero es mucho más conocido por su labor como productor en la industria de Hollywood. Su empresa, Bad Robot Productions, es ya signo de garantía, ingenio y calidad dentro de un margen de producción comercial sin creatividad alguna desde hace tiempo. Ahora, la nueva cinta producida por Abrams es “Operación Overlord”, que está dirigida por Julius Avery -en su segundo largometraje-, y co-escrita por Billy Ray (“Capitán Phillips”) y Mark Smith (“Habitación sin salida”, “Miedos 3D”). El título de la película hace alusión a un momento bélico acontecido en la Segunda Guerra Mundial, que sirvió como puente para liberar a Europa del nazismo. La reciente “Dunkirk” ya trabajaba en mayor medida eso, pero “Operación Overlord” va por otro lado: intenta mezclar la acción, el acontecimiento bélico, con el fantástico: infectados que son parte de un experimento nazi. Hay sobradas teorías y algunas muestras de que efectivamente los nazis intentaron reanimar a los animales muertos, en otra alocada obsesión de Hitler por conformar soldados inmunes. Y de eso se agarra “Operación Overlord” para llevarlo al extremo. La acción se inicia cuando un grupo de paracaidistas estadounidenses cae tras las líneas enemigas para realizar una misión crucial. Pero, a medida que se acercan a su objetivo, empiezan a darse cuenta de que algo más que una simple operación militar está sucediendo en esa aldea ocupada por los nazis. La primera secuencia del film es muy buena por varias razones: establece perfectamente el punto de vista del protagonista, configura el contexto, trabaja brillantemente las capas de sonido y está dirigida con un pulso verdaderamente bueno que logra el rápido efecto de sumergirnos en el combate como si estuviésemos allí (es importante que la película sea vista en una sala con buen sonido). “Operación Overlord” no engaña con lo que es, ni tampoco se toma mayor molestia en profundizar sus personajes. Acá lo que avanza es el entretenimiento, pero uno bien filmado que aprovecha el dinero invertido y los recursos para conseguir una sólida propuesta de acción. Si bien no es la primera vez que se ha hecho, el cruce que el film ejerce entre lo bélico y lo fantástico le da una frescura y un estilo propio del cine de serie B, empaquetado en un alto presupuesto. En la película hay mucho de “Planet terror” (sin llegar a la locura ni la violencia de la obra de Robert Rodriguez) y mucho de las naziexploitation en cuanto a lo caricaturesco con que son representados los nazis. Ametralladoras, explosiones y una dosis que revive a los muertos, son las herramientas que construyen un combo por momentos alucinante. La narración de Julius Avery es clásica, pero verdaderamente prolija. Los elementos están bien dosificados, y lo que comienza siendo una cinta de guerra tradicional en los primeros 30/40 minutos, muta a una historia de género que tensa los hilos. Por supuesto, el patriotismo norteamericano no se queda de lado, los chistes entre soldados tampoco faltarán, y hay algo de la sobrecarga musical que subraya mucho las situaciones. Pero en general, este es un impecable ejercicio de producción Hollywoodense que se anima a ir más allá. Muy entretenida,”Operación Overlord” es un valioso aporte que prueba que Hollywood de vez en cuando sigue arriesgándose en amalgamar géneros. Calificación: Muy buena. Fabio Albornoz para OCIOPATAS.
La película escrita y dirigida por Tomás Sanchez (“Otro corazón”, 2012), nos presenta otro producto de cine nacional, pero que queda muy por debajo de los estrenos potentes que este año pudimos disfrutar. En la historia conoceremos a Aralia (Betiana Blum), una pianista que logra sobrevivir tras ser trasplantada de corazón. Aprovechando esta nueva oportunidad, reunirá a sus hijos y a su banda para brindar un concierto y despedir juntos a su marido. Allí resurgirán las relaciones de amistad y de familia, sus facetas oscuras, antiguos reproches, y atravesando todo esto, el amor por la música. Si bien la idea de la historia resulta tierna y emotiva, la dirección y el guión fracasa en ese propósito: la película se vuelve predecible y monótona. Recorre lugares poco novedosos y no sorprende ni logra atrapar al espectador durante su desarrollo. Si bien resulta simpática por momentos, el resultado es fallido. Ni el carisma de Betiana Blum, a la cual se la ve divertida e hipnótica, logra salvar la historia. En relación a las locaciones donde se filmó “Todavía“, resulta muy lindo ver el paisaje de Purmamarca, este lugar y su gente tiene una magia que le aporta al filme una estética de la cual carece durante la primer parte. Con esta propuesta, “Todavia” se transforma en una comedia destinada a pasar desapercibida, en comparación a productos muy logrados y taquilleros de la actual cartelera. Calificación: Regular Manuel Germano