Pasar página Wes Anderson, con los años, fue transformándose en uno de los referentes de la cultura popular en lo que respecta al séptimo arte, quizá por su fácil e inmediato reconocimiento de cada uno de sus encuadres: «Esa debe ser de Wes Anderson». Sus rasgos estilísticos se encuentran en el inconsciente del crítico de cine más puntilloso hasta el cinéfilo menos atento. Como era de esperar, The French Dispatch es otro ejemplo más de su vistoso, prolijo, simétrico y delicado repertorio. El título ya lo sugería. La película es un rejunte de crónicas acerca de distintas disciplinas, escritas por los mimados redactores de un periódico estadounidense en una ciudad francesa ficticia en el siglo XX. El espectador asiste al film como si pasara las páginas de una revista, recurso excelentemente llevado a la pantalla por el director. Aunque exista un fino hilo que ata entre sí los relatos del periódico, cada uno se siente separado del otro y tiene su propia esencia, algo que puede jugar a favor o en contra, ya que, por momentos, se hace difícil conectar con los personajes y las historias al no gozar de tanto tiempo en pantalla. Si bien cada crónica tiene lo suyo, en general se sienten de mayor a menor, y no todas brillan lo suficiente. Los personajes principales y secundarios están a la altura de las expectativas, aunque a veces parece un desfile de estrellas del cine sin necesidad alguna. Los que más se destacan son Benicio del Toro y Adrien Brody en la que, personalmente, me pareció la mejor ejecutada de las historias. Quizá la cantidad de relatos de diversa índole sea un punto negativo para mantener enganchada a la audiencia, pero en realidad es el exceso de narración en off (justificado por el formato revista) lo que termina de saturar al espectador. La sobrecarga de información poco pertinente a lo largo de todo su metraje termina provocando tedio e irritación. El recurso de la comedia tonta funciona, pero alejado del nivel del resto de su filmografía. Eso sí, la factura técnica es incuestionable. Wes Anderson regala una de sus películas más bellas y adorables desde lo visual, acompañada de la presencia de una banda sonora magnífica donde prevalece el piano y enciende cada escena. En definitiva, The French Dispatch es una bella carta de amor al periodismo en la que Wes Anderson deposita con vehemencia su única visión del cine, aunque, claro está, se excede un poco de sus propios caprichos y en más de una ocasión dan ganas de pasar página. Puntaje: 6/10 Por Manuel Otero
Tan gigante como su director Un director que se desafía una y otra vez. Con un colchón de excelentes películas tales como Incendies (2010), Prisoners (2013) y Arrival (2016) -por nombrar algunas-, Denis Villeneuve tuvo la posibilidad de realizar la secuela de la mítica Blade Runner (1982) de Ridley Scott. ¡Y qué bien lo hizo! Ahora, siguiendo la línea de la ciencia-ficción, decidió embarcarse en un territorio oscuro que deseaba desde hace tiempo: lleva a la pantalla la majestuosa obra Dune de Frank Herbert. Territorio en el que Jodorowsky no pudo encontrar el rumbo y aquel en que el mismísimo David Lynch (1984) se llevaría una mala recepción de crítica y público por su versión cinematográfica de la novela. La película transcurre casi en su totalidad en el planeta Arrakis, conocido por un vasto desierto que provee de una especia que es de las más valiosas de la galaxia. Cuando la familia Atreides es enviada por el Emperador a administrar esas tierras, se verán involucrados en una serie de traiciones y engaños que no estaban esperando. Para no cometer los errores de sus predecesores, Villeneuve decidió dividir la obra en dos películas (la secuela se espera para 2023). La magnitud de esta historia y el mundo por dar a conocer era casi imposible para una sola entrega. En esta espectacular introducción, no hizo más que dejarnos impacientes por la parte final. La puesta en escena es magnífica, enorme. Hace un tiempo, Denis declaró que desde el rodaje de Incendies ya venía buscando locaciones para llevar a la pantalla grande Dune. Cada fotograma es un suspiro. Cuanto más grande la pantalla, más disfrutable. Y para acrecentar lo monumental, Hans Zimmer compuso una banda sonora que penetra, invade a cualquier espectador, que queda arrojado y perplejo ante este universo tan extraño y gigante que trajo Villeneuve. La trama se siente coherente en toda su extensión, construyendo una mitología e intentando dar a conocer a la audiencia los pormenores de estos planetas y sus habitantes, los conflictos políticos, lo espiritual y lo terrenal. Por momentos parece ser una mezcla de Star Wars y The Lord of the Rings, aunque no deja de gozar de esencia propia, siempre vacilando -inteligentemente- entre lo cerebral y lo más comercial. Del reparto no se podía esperar menos. Cada uno del elenco plagado de estrellas tiene sus momentos, encabezados por un Chalamet y una Ferguson brillantes. Seguramente algunos actores y actrices serán más gravitantes en la segunda y última entrega de Dune. Quizá esto último haya sido un foco de crítica: al ser el inicio de una par de cintas, por momentos se percibe algo introductoria y sin tanta acción como se esperaba. Claro está que el panorama ya está presentado y la segunda cita dentro de dos años se dedicará más a los acontecimientos propiamente dichos. Dune es una de esas películas que recuerdan la poderosa fuerza del séptimo arte. Alejado de producciones pensadas para ver en pantalla chica, Villeneuve vuelve a los cimientos y construye un mundo enorme, que se siente como una declaración de principios: “esto es cine”. Nos embriaga con una complejísima obra de ciencia-ficción que dará que hablar y, por supuesto, esto es solo el principio… Puntaje: 9/10 Por Manuel Otero
El eterno Craig Bond, retirado, pareciera tener una vida tranquila en Jamaica. Obviamente, la calma siempre dura poco tiempo para un agente 007. Antes de los créditos iniciales (que contienen la canción de Billie Eilish) nos muestran una espectacular secuencia introductoria que nos anticipa a lo que veremos en tanto tono y trama en el resto del film. La nueva aventura del legendario personaje se desprende del pedido de ayuda de su viejo amigo de la CIA, Felix Leiter. Es aquí cuando un inoxidable Daniel Craig demuestra que está más vigente que nunca. La película retoma algunos sucesos y personajes de 007: Spectre (2015), esta vez para presentar a otro atemorizante villano interpretado por Rami Malek (quizá lo más flojo de todo). Algunas caras conocidas y otros personajes nuevos van conformando una historia al mejor estilo de Bond, la que, si bien no demuestra el temple oscuro y la madurez narrativa de las anteriores dirigidas por Sam Mendes, nos retrotrae a un agente de la vieja usanza, con una frescura y ritmo que no decaen a lo largo del extenso metraje. La música a cargo de Hans Zimmer transporta a los espectadores a cualquier tipo de tensión con extrema facilidad, siempre apoyándose en la riqueza visual del film en sí. El reparto cumple y son para destacar las intervenciones de Ralph Fiennes y Ana de Armas, así como también de la fascinante chica Bond, Léa Seydoux. Vertiginosa de principio a fin, con efectivos momentos humorísticos y cautivante por sus escenas de acción, la despedida de Daniel Craig en este papel no podría ser más digna. Incluso su emocionante final quizá engrandece un poco más la serie de películas en general que vino realizando el actor en la piel del 007. En definitiva, Sin tiempo para morir es una cinta plenamente disfrutable -mejor si es en sala de cine por su espectacularidad- que, si bien tiene mucha duración, goza de una solidez suficiente y un entretenimiento tan voraz que no deja tiempo ni de respirar. No es la mejor de Bond, seguramente tampoco de Craig, pero claro, qué fenomenal adiós. Puntaje: 7,5/10 Por Manuel Otero
Una vez más, el inoxidable Clint, el vasto desierto y los salvajes caballos. Eastwood encarna a un viejo vaquero -y antiguo campeón de rodeo- de Texas que, hacia fines de 1970, se ve en la obligación de devolverle un favor a su jefe. En lo que parecería ser una tarea sencilla, cruza la frontera a México a buscar al hijo de éste que se encuentra bajo la tutela de su madre. La película pareciera ir de menor a mayor, aunque en ningún momento llegue a alcanzar el nivel de tensión a la que nos había acostumbrado Eastwood a lo largo de su filmografía. La historia se desarrolla sin demasiados problemas narrativos, con una dirección impecable que no deja de engrandecer cada secuencia. Sin dudas, los peores momentos de la película se dan en la visita a la madre mexicana, con su estereotipada caracterización telenovelesca que entorpece la calidad del producto y hasta parece ridículo. Después de ese momento, Clint nos muestra su mejor versión en una enternecedora buddy movie de un anciano y un adolescente. A lo largo de su recorrido cerca de la frontera, se encuentran con distintos personajes que aportan mucho sentido a la trama y a la misma construcción de los protagonistas. Ya sin tantos vaivenes, el film se afianza a medida que transcurren los minutos, aunque, como ya hemos mencionado, quizá pueda pecar por ser demasiado sencilla, pero no por eso habría que rebajarla. El director busca una película nostálgica, de las que ya no se hacen, y cumple. Cada plano y pieza musical están en concordancia durante todo el metraje, con un montaje fluido en el que se nota que, aunque tenga sus años, el director nunca perdió su pulso para contar una historia en la pantalla. Las actuaciones son convincentes y el mismo Clint es el que mejor ocupa su rol, regalando dos o tres escenas que, aunque chiquitas, penetran en el corazón de la audiencia. Cry Macho es lo que se propone, es lo que el título nos advierte. Una película correcta que, si bien flaquea en alguna que otra secuencia del comienzo, retoma su andar en la pequeña amistad y esa necesidad de re-encontrarse del anciano y el joven. Ojalá que Clint nos siga regalando más de lo suyo. Puntuación: 6,5/10 Por Manuel Otero
Free Guy: Tomando el control finalmente llegó a los cines después de muchas postergaciones por la pandemia. La esperada cinta de Shawn Levy (Una noche en el museo) nos sumerge en el apasionante mundo de los videojuegos. Ryan Reynolds es Guy, un rutinario cajero de banco que termina dándose cuenta que, en realidad, no es más que un personaje no jugable (NPC) de un videojuego. La premisa es interesante por sí misma, y en ningún momento el desarrollo de la historia desengancha al espectador. Una de las principales virtudes de este film es que es consciente de lo que es: una comedia sin demasiadas pretensiones. Con un correcto guión de Matt Lieberman y Zak Penn, Reynolds se mueve como pez en el agua en un papel que parece quedarle pintado. Con muchísimas referencias que adorarán los fanáticos de los videojuegos, es reconocible la capacidad de atraer a cualquier audiencia, adolescentes y adultos, tengan o no conocimientos sobre el tema. El resto del elenco, mención especial para un descontrolado Taika Waititi, cumple con creces y no desentona con el ánimo del film. Otro punto fuerte es la ingeniosa utilización de la música o pequeños gags que se repiten a lo largo del metraje, que van cobrando mayor sentido y gracia a medida que transcurren los minutos. Por si fuera poco, la historia de amor que rodea la película está plasmada en pantalla con una sutileza que es difícil de encontrar en este tipo de comedias, aspecto sumamente destacable. Por último, la idea de consciencia e identidad están bien tratados, sin necesidad de dar sentencias al respecto o “educar” al espectador con lo que tiene que pensar. Free Guy: Tomando el control es una película para pasar un buen rato, reírse mucho (solté más de una carcajada) y salir con una sonrisa de la sala de cine. Altamente recomendable para quienes necesitan despejarse, sin tampoco esperar encontrarse con una obra maestra. Puntuación: 7,5/10 Por Manuel Otero
M. Night Shyamalan es un gran apostador. Y como buen apostador, a veces se gana y otras, se pierde. Old llega con otra premisa singular del estilo de las que el director nos tiene acostumbrados. Una familia se va de vacaciones a un lujoso hotel y, al pasar el día en una escondida playa, comienzan a notar que el tiempo en ese lugar pasa más rápido de lo normal. Con este tipo de tramas que llaman la atención de antemano, es muy importante genera el efecto deseado de incredulidad, de asombro, al momento de ver la película. Sin embargo, ésta es una de las principales fallas del film. A pesar de lo que ocurre, no se aprovecharon los personajes y las situaciones para interpelar a la audiencia como era de esperar. Las reacciones en esa playa, por más que suceda algo de fantasía o ciencia ficción, le quitan verosimilitud y coherencia. Las actuaciones del reparto y la exagerada cantidad de personajes secundarios no ayudan demasiado. Ni hablar de algunas conseciones que toma sin ofrecer explicaciones. De todos modos, existen varios momentos de la cinta que son bien capturados con el ojo de esa extraña cámara errante e incrementan la tensión. Algunas escenas del más morboso horror son las que mejor terminan funcionando en la película. Shyamalan, sobre el final, pareciera querer abarcar más cuestiones que no son profundizadas ni en lo más mínimo, sumado a las historias de cada personajes que no captan el interés del espectador en ningún momento. Quizás sea producto de la información arrojada a la pantalla sin pensar demasiado el cómo. Old es una película olvidable que, si bien se apoya en el desconcierto y los (demasiados) misterios de la playa, genera una sensación antagónica a la trama en la sala de cine: aquí pareciera pasar el tiempo mucho más lento. Shyamalan apostó una vez más -algo valiente en las producciones de estos días-, aunque en esta ocasión no puedo ganar. Puntuación: 4/10 Por Manuel Otero
Bienvenidos al Caos El título de la película remite un poco a lo que fue la conflictuada producción de la misma. Desde 2011 se viene dando vueltas alrededor de la adaptación de la trilogía de Patrick Ness (Chaos Walking), y ha habido una danza de nombres de guionistas y directores -entre ellos, Charlie Kaufman y Robert Zemeckis-, hasta que la cinta terminó quedando en manos del cineasta Doug Liman (con créditos de guión que incluyen literalmente seis nombres). La primera película de la saga distópica finalmente llegó a los cines con estrellas como Tom Holland, Daisy Ridley y Mads Mikkelsen a la cabeza, en un intento de éxito taquillero que no pudieron conseguir. Holland encarna a Todd Hewitt en el “Nuevo Mundo”, un lugar en el que, por determinado motivo, no existen más las mujeres y se hace presente lo que denominan el “Ruido”, una especie de consciencia visible en donde se puede escuchar y ver lo que piensa cada hombre. La irrupción de una nave proveniente de la Tierra y una muchacha llamada Viola (Daisy Ridley) cambiarán el destino de Todd y su pueblo. A pesar de la incontable variedad de sagas de ciencia ficción distópicas, Chaos Walking resalta sobre más de una por lo interesante de su premisa y lo bien que quedó plasmado en cine el famoso “Ruido” mencionado anteriormente. Fue un total acierto la manera en que lo llevaron a cabo. De hecho, la introducción en este mundo es realmente lo mejor del film, ya que, sin demasiada exposición, presenta personajes y contextualiza al espectador de manera correcta. La fotografía es preciosa y cuidada en todo el metraje, las actuaciones de los protagonistas son más que convincentes, y la trama, interesante por sí misma. Sin embargo, hay algunas cosas que fallan, que quizá sean producto de los vaivenes de la producción. Por momentos pareciera estar apurada, hay personajes de los que se necesitaba más conocimiento de su pasado para justificar sus acciones, y el final es una seguidillas de sucesos que no fueron lo suficientemente planificados para lograr una mayor tensión; el clímax termina siendo pobre. Un poco más de minutos en la duración podrían haber ayudado a desarrollar cuestiones y conflictos con más eficiencia. En definitiva, termina siendo un prometedor inicio con buenos distinciones comparadas a otras sagas, pero se queda en el molde y no termina de convencer a todos hasta el final. Ojalá no quede en una primera parte como otras tantas que ya han pasado por las salas. Puntuación: 6,5/10 Por Manuel Otero
De crisis amorosas y algo más ¿Qué tan fácil es dejar un amor atrás después de veinte años de matrimonio? La premisa de la película es sencilla: María (Chiara Mastroianni) es descubierta por su marido en uno de sus tantos affaires, y ella decide pasar esa noche en el hotel de enfrente, más precisamente en la habitación 212. Con un guión que nos recuerda a Charlie Kaufman y algo de Fellini, la trama se desarrolla casi enteramente en la habitación y en torno a los personajes que se van sucediendo. Amores del pasado, madres (y abuelas), su marido en versión joven, y una seguidilla de visitantes a la habitación que terminan por enloquecer y confundir aún más a la conflictuada María. Y del otro lado, está su marido, desesperanzado, roto por los años que cree haber perdido en su infiel esposa. El enfoque surrealista o, más bien fantástico, termina por darle a la cinta un sentido más cómico que dramático por momentos, en donde verdaderamente no interesa tanto qué sucede, sino que el énfasis está en las preguntas que se hacen los personajes, muy fácilmente trasladables a la vida cotidiana del espectador. ¿Puede morir el amor? ¿Los años perdidos no vuelven? ¿Qué tanto pesa cada decisión que hacemos? Si bien no es una formidable película, las actuaciones del reparto (fundamentalmente de Mastroianni) y la soltura con que se plantean distintas temáticas, la convierten en un visionado atractivo y distinto al que normalmente estamos acostumbrados. Puntuación: 6/10 Por Manuel Otero
Los intrusos (The Owners) llegó a las salas presentándose como una atractiva propuesta de terror protagonizada por la estrella en ascenso Maisie Williams, famosa por interpretar a Arya en la exitosa serie de televisión Game of Thrones. Situada en la Inglaterra rural de comienzos de los años noventa, la trama despega desde el intento de robo de tres jóvenes a la mansión de un acaudalado médico y su esposa. Maisie Williams interpreta a Mary, la novia de de ellos, quien, a pesar de estar en contra del acto, se ve involucrada en el asunto. Utilizando el factor sorpresa y el constante misterio desde el principio, el director logra aferrar al espectador a la película sin problemas, la cual siempre está provista de un adecuado ritmo. Sin embargo, a medida que avanza la trama, va perdiendo el sentido el accionar de varios personajes y da la sensación de querer abarcar más tópicos de los que realmente este film puede. Termina explorando temas sin suficiente profundidad, y ante la gran cantidad de giros -abusando del factor “ya no tan sorpresa”-, se convierte una seguidilla de eventos absurdos y espeluznantes. Es indudable que la tensión está presente a lo largo de todo su metraje, pero la mezcla de lo grotesco y lo morboso finaliza siendo tan terriblemente exagerado que el espectador abandona un interés real por lo que ocurre en la pantalla, y quizá continúa mirando esperando, por curiosidad, la próxima absurda y forzada situación que seguirá a la anterior. Los intrusos es un película más que no aporta nada nuevo al explotado género de terror y que, si bien tiene buenas actuaciones del reparto, peca por exageración y falta de lógica. Puntaje: 5/10
El poder de lo invisible Una nueva versión de la novela de H. G. Wells de 1897 llegó a los cines. Tras varias adaptaciones y secuelas desde la primera en 1933, esta vez fue Leigh Whannell (Upgrade) quien se puso detrás de cámaras para realizar una moderna y actualizada película sobre el mítico personaje de Universal. Cecilia (Elisabeth Moss) intenta recuperar su vida luego del fallecimiento de su maltratador ex-novio, pero nada es tan fácil. El problema se agudiza cuando ella tiene la certeza de que, en vez de morir, su ex se hizo invisible y no deja de acosarla, pero nadie le cree. La premisa, de por sí, está más estrechamente vinculada a la realidad social que sufren las mujeres y su visibilización hoy en día que el resto de las versiones anteriores de El hombre invisible. Nadie mejor que Elisabeth Moss (Mad Men, The Handmaid’s Tale) para interpretar el personaje de una atormentada mujer que quiere dejar el pasado atrás. La cinta entera se deposita sobre sus hombros y no le pesa nada. Quizá sin su actuación no podría haberse alcanzado generar esa desesperación, ese miedo a lo que parece imposible, el terror con algo que no se puede ver. Otro de los factores que, sin dudas, colaboraron con la credibilidad de la cinta fue todo el aspecto técnico. Desde los efectos visuales -sin resultar ordinarios ni falsos- hasta el manejo de la cámara. Este último punto fue vital para colocar a la audiencia en una relación de complicidad con el hombre invisible, con una utilización de los espacios rigurosamente genial, que generaba una tensión y, a su vez, atención en el espectador para no despegarse de la pantalla. Los detalles en lo visual tuvieron mucho más impacto que cualquier otro recurso de la película. El guión, dentro de lo esperado, correcto. En más de una ocasión pudo haberse despegado hacia algo más efectista pero no sucedió en ningún momento. Quizás hubo algún giro de más, pero es innegable que varios de ellos le sumaron impredecibilidad a la cinta, sin resultar extraños ni sinsentido. Y, por sobre todo, las dos horas de metraje no se hacen en ningún momento largas. El hombre invisible es un remake satisfactorio que se apoya en el excelente trabajo de Elisabeth Moss y una factura técnica bien aprovechada. Mucha tensión e intriga desde el principio hasta su catártico final. Una valiosa apuesta para disfrutar en cine. Puntuación: 7/10 Manuel Otero