Drama de ciencia ficción La ciencia ficción, en esta oportunidad, es apenas un vehículo; un medio para la entrega de un mensaje complejo y múltiple, más relacionado con la humanidad que con los extraterrestres. Arrival quizás no sea el tipo de propuesta que la mayoría esté buscando, pero alcanza un grado de profundidad atípico en su género. Entre Interstellar y I Origins, así definiría yo que se posiciona Arrival. Es una película creativa y bien guionada desde la ficción, pero cuyo compromiso narrativo es en realidad dramático. Apelando a algún que otro ingrediente de la ciencia ficción especulativa y a un truco de índole narrativo ya visto antes, la trama se va construyendo alrededor de las emociones de los protagonistas. El resultado es muy bueno, porque Arrival logra un fin bipartito: sorprender y emocionar en dosis casi iguales. Lo que comienza como una invasión extraterrestre termina como una introspección humana. Arrival utiliza a los ovnis para ahondar en las entrañas antropológicas del hombre, y lo hace muy bien. Muy recomendable.
Capitán psicópata Captain Fantastic es una propuesta atípica y extravagante, que explora la sociedad moderna y ahonda en las consecuencias de sus imperfecciones. Con un guión muy bien ideado y eximias actuaciones, es una película original, reflexiva y emocionalmente impactante. Con ciertas reminiscencias de Into the Wild, esta nueva entrega desarrolla una trama de mensaje dual: por un lado, describe los vicios de nuestra sociedad y por otro, expone las consecuencias de obsesionarse al respecto. Es una introspección más que interesante dentro la vida social actual, en la que el desafío es encontrar un balance que permita la convivencia y evite ambos males: la enfermedad de las masas y el aislamiento. La cinematografía, en este caso, pareciera ser una excusa. Captain Fantastic es el tipo de película que acarrea un mensaje contundente; una ficción construida como vehículo de una reflexión profunda y sentida. Para ver, pensar y discutir. Vale la pena.
El súpercontador autista The Accountant es una propuesta inusualmente compleja en su género, porque intenta combinar narrativa y acción en una alquimia difícil de lograr en la pantalla grande. El resultado es mixto. Si bien no se trata de una mala película, queda la sensación de que podría haber sido mejor. A veces más termina siendo menos. En su intento por buscar originalidad, The Accountant cae en el exceso de pretensiones y en su tramo final pierde contundencia con resoluciones banales y giros bruscos, echando por tierra gran parte del desarrollo inicial. Incluso así, es justo decir que la propuesta logra introducir y dar cuerpo a su protagonista exitosamente, acaparando la atención del espectador durante casi tres cuartos de película. Pero la multiplicidad de personajes y sub-tramas terminan conspirando contra la historia y el relato se precipita hacia una conclusión vaga e inverosímil. The Accountant está, durante más de la mitad de su duración, muy por encima del promedio en el género y en su conclusión se desploma. Hay un alto contraste en su guión entre la introducción, el nudo y su desenlace, lo que finalmente termina restándole puntaje y disminuyendo su calidad. El saldo no es necesariamente malo, pero deja un sinsabor. Lo que podría haber sido una muy buena película de acción, termina apenas siendo un mero entretenimiento.
Suspenso que quita el aliento. Entre los múltiples desafíos que propone el cine contemporáneo, la originalidad dentro del género suspenso es sin dudas uno de los más difíciles de lograr. Don´t Breathe triunfa, precisamente, al brindar una experiencia distintiva, que invierte en cinematografía de primer nivel y en buena narrativa al mismo tiempo. La dirección de Federico Álvarez es quizás el punto más saliente de la película. Tanto la fotografía como la edición están milimétricamente pensadas para oprimir al espectador en todo momento y generar un estado de incomodidad permanente, pero no son sólo los aspectos técnicos los que se destacan en la propuesta. Don´t Breathe se guarda, inesperadamente, alguna que otra sorpresa dentro de la historia, lo que envalentona la experiencia vía el aporte de cierta sustancia narrativa extra. Don´t Breathe tal vez no sea la película perfecta, pero está dentro de las mejores propuestas del tipo que hemos visto en los últimos años. Para ver en la oscuridad y en absoluto silencio.
Trilogía consolidada. Las terceras partes son el verdadero talón de Aquiles de toda saga. Sin importar el género, desde El Padrino de Coppola hasta las Spiderman de Rami, las trilogías son una prueba difícil de superar y esta franquicia no estaba exenta del desafío. Star Trek alcanzó su punto máximo en la continuación: Into the Darkness. Si a ese hecho se le agrega que J.J. Abrams relegó la dirección de la tercera entrega, entonces las chances de que este nuevo capítulo estuviera a la altura de las expectativas eran verdaderamente bajas. Sin embargo, Justin Lin supo sentarse en la silla del director y replicar lo que veníamos viendo sin necesariamente caer en la monotonía. Por supuesto que es otro estilo de dirección y, en esta oportunidad, el debutante prefirió enfocarse en la acción más que en una historia sumamente elaborada. La decisión, según mi criterio, fue la correcta. Lin le escapó a los riesgos típicos de las terceras partes: el exceso de pretensiones, y puso el foco en el entretenimiento y la interacción entre los personajes. Beyond consolida la trilogía de Star Trek con una historia de escasa narrativa pero brillantemente ejecutada, tanto en lo cinematográfico como a nivel guion. Es una película muy divertida, bien contada y que sabe repartir el protagonismo entre el reparto. No es el mejor episodio de la saga, pero es uno que vale la pena ver.
Negocios riesgosos Y un día Todd Phillips se apartó de la comedia... y no le fue mal. War Dogs es a la industria armamentística estadounidense lo que The Big Short fue a Wall Street: una entretenida e increíble historia basada en un hecho real que desnuda un sector siniestro de la economía norteamericana. Escrita y dirigida en clave de tragi-comedia, War Dogs lleva impreso el sello de su talentoso director, quien supo encontrarle el costado más jocoso a una historia verídica y escalofriante. La guerra, por supuesto, carece de comicidad, pero la forma en que los negocios se manejan a su alrededor no deja de llamar la atención y tiene, sin lugar a dudas, ciertas características insólitas. Phillips logra resaltar estos ribetes tan tristes como desopilantes dentro de la trama y compone una muy buena película que, como toda propuesta norteamericana políticamente incorrecta, divide a la audiencia y genera cierta controversia. War Dogs es divertida y a la vez interesante, en tanto que propone una comedia a partir de una realidad por demás de dramática. Es una excelente primera incursión de Todd Phillips en un género distinto al que lo hizo célebre y está ideada para una amplia audiencia. Vale la pena de principio a fin.
Secuela innecesaria. La trilogía Bourne, quizás una de las mejores sagas de acción de la historia del cine, no necesitaba una cuarta parte, al menos a nivel narrativo. La tercera entrega ya se había encargado de cerrar la historia del amnésico agente de inteligencia con gran precisión y sin dejar interrogantes, pero en el cine son pocas las sagas exitosas que logran escaparle a la ambición desmedida. Jason Bourne no ha sido la excepción y, aunque parezca increíble, este último capítulo es fácilmente olvidable. El regreso de Jason Bourne a la escena es a través de un gancho narrativo forzado, que pone en evidencia la falta de motivación genuina de la continuación. Vincent Casell y Tommy Lee Jones están muy bien en sus papeles (aunque Casell no tenga grandes desafíos) pero no alcanzan para salvar la experiencia. Amén de una secuencia de combate cuerpo a cuerpo muy bien lograda cerca del final, no hay mucho más que recordar dentro del filme, que apenas termina siendo un refrito de escenas ya vistas en entregas previas; una recopilación carente de toda inspiración, en el mejor de los casos, donde se nota la falta de pasión de su director. La gran pregunta que uno debe hacerse es para qué volvió Jason Bourne, y luego de 120 minutos ese interrogante no encuentra una respuesta convincente. Volvió para pelearse, dispararse y manejar a grandes velocidades sin motivos verosímiles. Volvió, en definitiva, porque es un buen negocio y no mucho más que eso. Este es un capítulo prescindible de una saga imprescindible.
A grito pelado. Las comedias dramáticas basadas en hechos reales son difíciles, porque requieren de una alquimia difícil de lograr: una historia interesante + un guion que sepa contarla con comicidad + un director que logre plasmar el guión en la pantalla. Florence Foster Jenkins logra la proeza y entrega, sin lugar a dudas, una comedia memorable. Es verdaderamente increíble la historia de esta acaudalada aficionada al canto, que en manos de cualquier otro director podría haber terminado en un melodrama punzante. Stephen Frears, sin embargo, rescata la esencia del relato con humor y se escapa con elegancia de los golpes bajos. Como resultado, nos hace reír con una historia triste, sin que sintamos culpa al respecto. Por supuesto que, además de la fantástica dirección y ambientación del filme, contribuyen enormemente al éxito del mismo las actuaciones de un soberbio reparto, donde se destacan la infalible Meryl Streep, un Hugh Grant quizás inédito y Simon Helberg, con un personaje excéntrico y divertido. La peculiar historia de Florence Foster Jenkins merecía contarse con grandeza y Frears lo logra. Es una comedia dramática divertida y original que arranca sonrisas y rescata ciertos valores del espíritu humano, sin incurrir en las típicas recetas de Hollywood.
Solo para fans. Hollywood ha aprendido, hace ya varias décadas, a adaptar best sellers literarios a la pantalla grande. Más recientemente ha logrado también extrapolar ese éxito a los cómics, luego de intentarlo durante mucho tiempo con muy escasa eficacia. Los videos juegos, sin embargo, siguen siendo una materia pendiente como musa cinematográfica, y Warcraft es otra prueba de ello. La versión fílmica de uno de los video juegos más populares de la historia brilla por partes. La magia de Duncan Jones está presente en múltiples escenas de acción y fantasía eximiamente logradas, pero el problema es que al ensamblarlas no se alcance una obra consistente. Warcraft acarrea los estigmas típicos de su sub-género: se enfoca en los elementos que hicieron célebre al juego, soslayando el aspecto narrativo. No hay una adecuada introducción ni de los personajes ni de la historia, dejando al espectador a la deriva visual. Como resultado, ésta quizás sea una gran película para los fans y apenas un regular entretenimiento para el resto de la audiencia. Es innegable que por momentos es una película impactante, pero también es cierto que resulta indiferente quién protagoniza los épicos combates, al carecer de protagonistas adecuadamente construidos. Las adaptaciones de los cómics comenzaron a funcionar cuando los realizadores entendieron que el cine necesita sustancia narrativa para convencer a una audiencia amplia. En lo que respecta a los video juegos, sin embargo, seguiremos esperando.
Risas, trompadas y tiros. Luego de haber brillado en los 80´ y los 90´, la buena comedia policial prácticamente desapareció de la pantalla grande en las últimas décadas, salvando ciertas excepciones. Shane Black, quizás uno de los máximos promotores de este subgénero cinematográfico, logra resucitarlo y reivindicarlo con The Nice Guys. Más satírica y menos dramática que Arma Mortal, esta nueva entrega del cine negro policial esconde una gran comedia y viceversa, difuminando los límites entre géneros. Si bien no tomarla del todo en serio es casi un reflejo para el espectador, The Nice Guys posee un guión lo suficientemente elaborado como para tampoco tomársela en broma. Hay buenos chistes y muchas situaciones jocosas, pero también hay logradas escenas de acción, sin ahorro de violencia o sangre. The Nice Guys es una grata y singular propuesta para quienes buscan humor, acción y una pizca de suspenso en dosis iguales. Está muy bien dirigida e impecablemente protagonizada por una dupla que sin lugar a dudas dará que hablar, como en su tiempo lo hicieron Mel Gibson y Danny Glover.