El realizador santafesino Diego Fidalgo presenta su documental “FOTOSINTESIS” un trabajo, que parafraseando a su título presenta, a modo de síntesis, varias de las problemáticas que viven los pueblos fumigados, logrando un enfoque de múltiples miradas y diversos abordajes centrados en ese tema excluyente. Con marcadas similitudes a la historia que se presentaba en “El Rocío”, el filme de ficción de Emiliano Grieco y al trabajo documental de Pino Solanas “Viaje a los pueblos fumigados” (2018), en cuanto a la preocupación de que esta problemática sea visibilizada y abordada dentro del cine, Fidalgo acompaña al fotógrafo Matías Sarlo en un particular proyecto: registrar los cambios sociales, culturales y estructurales que han modificado potentemente al mundo rural durante los últimos diez años. Es justamente en este periodo, donde ha aparecido fuertemente la repetición de un modelo de desmonte y de “sojización” de las tierras, que se ha arrasado con pueblos enteros y destruido completamente el ecosistema, donde se han perdido especies animales y vegetales y se han producido importantes migraciones de familias enteras en búsqueda de nuevos recursos laborales y de una calidad de vida diferente. Basado fundamentalmente en la observación, el relato se va entramando con diferentes disparadores que el director desarrolla a lo largo del filme. No sólo su intención es la informar, sino también denunciar, exponer, narrar y potenciar la voz de los diferentes actores, frente a una sociedad que los invisibiliza y les da permanentemente la espalda. A diferencia de otros trabajos documentales de similar temática, Fidalgo no sólo se detiene en el terreno de la denuncia sobre el horror sembrado en los pueblos fumigados de Santa Fé y de Córdoba, en los que el veneno que se encuentra en los alimentos y la voracidad de la fumigación que sucede apenas a metros de los habitantes –o inclusive sobre las propias viviendas, escuelas y cualquier establecimiento-. Subraya las graves enfermedades que ha provocado, situaciones terminales, desnutrición, abortos espontáneos, patologías crónicas en los niños y malformaciones de todo tipo en los fetos. Pero también el ojo de su cámara convierte en silenciosos protagonistas y humaniza a los habitantes de estos pueblos que, de otra manera, parecieran ser sólo un dato, un frío número en las estadísticas. Aquellas familias que abandonaron sus casas y sufrieron diversas tragedias familiares, fueron modificando notablemente la composición de esos pueblos, algunos de ellos transformados en regiones desoladas y fantasmas, arrasadas por el impacto de los agroquímicos. Y Sarlo retrata con la lente de su cámara cada uno de esos momentos, convirtiéndose cada fotografía en un documento que habla por sí mismo y deja un registro concreto de la explotación y el despojo sufrido por los pueblos. Con una excelente fotografía y una cadencia que permite la reflexión, aun cuando la diversidad de temas pueda hacer que “FOTOSINTESIS” se presente con algunas dispersiones y digresiones, finalmente todo vuelve se concentra en un punto en común siguiendo los lineamientos de este hilo conductor que teje con sus imágenes. Cada una de las historias abordadas permite que nos asomemos a una realidad muchas veces desconocida y de esta manera, nos pone frente a frente con los diversos problemas que azotan a los pueblos rurales, al trabajo en el campo y por sobre todo, a la salud de los habitantes que permanecen completamente desamparados ante un Estado cruzado de brazos y con políticas públicas que parecen no tener ningún interés en acercar respuestas. Así quedan entonces registrados los más de 50 viajes compartidos por los dos artistas donde no solamente recorrieron pueblos de la Provincia de Buenos Aires (Sarlo justamente nació en Rafael Obligado, al norte de la Provincia de Buenos Aires) sino también llegaron a Corrientes, Santa Fe y Entre Ríos en donde se mezclan historias de vida, chacras abandonadas, el verdadero objetivo de los remates en el campo y el severo problema de la salud y las enfermedades de los pueblos fumigados. Alejado completamente del formato de documental con voz en off + entrevistas + bajadas didácticas, “FOTOSINTESIS” pertenece a aquellos que podríamos denominar documentales necesarios, urgentes. Aunque viendo el tiempo transcurrido y la inacción de los diferentes agentes sociales para encontrar una solución a cada uno de estos reclamos, lamentablemente sabemos que este tema no ha tenido justamente ninguna urgencia en la agenda política de las gestiones de gobierno –con un pequeño fragmento con Víctor Hugo Morales en la radio de un vehículo, que es sumamente concreto e ilustrativo- y ojalá diferentes trabajos como el que ha encarado Diego Fidalgo permitan que tomemos conciencia de la importante y la trascendencia de estos temas, que por momentos los sentimos tan ajenos a nosotros mismos. POR QUE SI: «No sólo su intención es la informar, sino también denunciar, exponer, narrar y potenciar la voz de los diferentes actores, frente a una sociedad que los invisibiliza y les da permanentemente la espalda»
Mucho más fresca, lejos de todo didactismo y como una hermosa invitación a la observación “Días de temporada” propone desde el registro documental, sin una narración formal, “invadir” las playas de Santa Teresita en pleno mes de enero y seguir las historias de algunos personajes que Stigliani ha seleccionado para construir su tercer largometraje que es, a su vez, su primer trabajo como documentalista (después de sus ficciones “Bolishopping” y “Mario on Tour”). Tal como reza desde su afiche “trabajar mientras todos se divierten”, la cámara explora y se infiltra en las vidas de diferentes trabajadores que se transforman en los personajes típicos que pueblan cada una de las temporadas en las costas argentinas. Así vemos quienes esperan que inicie la temporada para vender anteojos “importados” de reconocidas marcas, el típico Spiderman que junto con otros personajes puebla el Trencito de la Alegría, los espectáculos que se ofrecen en la peatonal que los turistas podrán disfrutar “a la gorra”, un imitador de Sandro, los vendedores playeros –que pueden ofrecernos desde ropa y bijouterie, hasta churros y pochoclos- y los veraneantes que conforman la infaltable escenografía para que estas historias cobren sentido. Con algunas reminiscencias a “Balnearios” de Mariano Llinás o a “Chapadmalal” de Alejandro Montiel, “Días de temporada” explora en cambio, el revés de la trama, observando no sólo a los protagonistas en acción sino incluso en su cotidiano, viéndolos dentro y fuera de su oficio, compartiendo algunos detalles de sus vidas, de sus aspiraciones, de sus propias historias. Stigliani no recurre ni a entrevistas, ni a una voz en off que (nos) explique lo que está sucediendo, ni siquiera sabemos por qué ha elegido cada una de estas historias. Su idea es sencillamente abrirnos la ventana para poder inmiscuirnos en algunos momentos de sus días, esos días de temporada donde las sus vidas parecen modificarse por un corto tiempo. Los protagonistas van desde un inmigrante africano que apenas pueda visitará a su hijo que reside en Buenos Aires, la vida del adolescente que se esconde bajo el disfraz de Spiderman, una transformista que invita a los que pasean por la peatonal a su espectáculo de café concert pasada la medianoche, hasta una pareja que comienza su labor justamente a medianoche para producir los churros que venderá durante el día. Todos ellos son captados por la cámara de Stigliani con un registro naturalista, íntimo pero cuidadoso de no invadir y guardando distancia, reforzando una propuesta sencilla pero concreta, de cpaturar esos particulares momentos que no necesitan mayores explicaciones que la observación de estos “rituales” que despliegan en cada temporada para regresar luego a sus otras ocupaciones, cuando cada uno de los turistas que invadieron esas playas, vuelva a retomar su propia rutina, lejos del mar y las vacaciones.
Petriz utiliza el registro del documental para narrar una historia, una biografía, la de Vito Dumas y sus proezas que han sido reconocidas a nivel mundial en la historia del a navegación. Esta narración se nutre de archivos, registros periodísticos, testimonios, documentos, bibliografía y fotos, entre tantos otros elementos, que Petriz ordena prolijamente para que en forma de cuento, vayamos conociendo la biografía de este personaje del que no se tiene demasiada información dentro de nuestra cultura popular. Sus travesías realizadas entre 1931 y 1955 entre las que se incluyen la primera vuelta al mundo en la que ha incluso atravesado el Cabo de Hornos son el eje con el que Petriz no solamente quiere documentar un hecho histórico, sino que a través del relato, se permite contagiar la pasión con la que Dumas realizó esta épica y poder, al mismo tiempo, estructurar su trabajo de forma tal de mostrar tanto a quienes lo admiran, como quienes lo consideran una figura innombrable. De esta forma “El navegante solitario” se construye desde su figura, pero no olvida ni el contexto político en el que se desarrolla la historia ni todas las aristas que despierta esta epopeya, echando mano a todos los elementos que le permite el formato, incluyendo dibujos y fragmentos ficcionales.
Diaz explora la vida de cuatro caciques (los 4 Lonkos del título -Juan Calfucurá, Mariano Rosas, Cipriano Catriel y Francisco Pincen-) que han tenido una relevancia histórica por su lucha contra el hombre blanco y su masacre contra los pueblos originarios. Historiadores, escritores, académicos, antropólogos y prestigiosos estudiosos del tema, con más otros testimonios de los descendientes de estos caciques van reorganizando la otra mirada de la historia que plantea Díaz, en donde se intenta deconstruir la imagen gloriosa del Perito Francisco Moreno, quien para algunas páginas de los libros de historia fue un gran científico y naturalista de la iluminada generación del ´80, mientras que el revés de la trama muestra todos los excesos que se han cometido en nombre de la ciencia, profanando tumbas, coleccionando cráneos para finalmente exhibirlos junto con objetos indígenas en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, del que fue fundador y director. Perito Moreno, junto con Roca y Zeballos, tienen otra historia detrás de la propia historia, y en este sentido “4 Lonkos” compila entrevistas, lecturas de fragmentos de textos históricos y recurre también a la animación, para tomar una voz presente y fuerte en esta reescritura de los acontecimientos. En este caso apela –demasiado y sin poder desapegarse- a un registro sumamente didáctico, asistiendo a una clase magistral donde el espectador solamente toma los datos que se exponen pero sin demasiada participación en ese juego que debe proponer todo proyecto cinematográfico. Con explicaciones y relatos de todos los conocedores del tema, reemplaza la dificultad que tuvo que atravesar ante la falta de acceso a material de archivo construyendo este alegato sobre la masacre de los pueblos originarios –mapuches, tehuelches y ranqueles- aunque lo hace con elementos que se suelen utilizarse más para un producto televisivo que para un documental pensado para la pantalla grande.
Para poder abordar mínimamente el universo de “CATS” tendremos que hacer un poco de historia, casi inevitablemente. Ubicándonos en tiempo y espacio, vale recordar que este musical escrito por Andrew Lloyd Webber (“El fantasma de la Opera” “Evita” “Escuela de Rock”) fue estrenado en el West End Londinense en 1981 para emigrar e instalarse simultáneamente en Broadway al año siguiente. Hace casi cuarenta años el hecho de que un musical iniciara en un oscuro callejón de la ciudad, y que cuando apenas sonasen los primeros acordes de la obra, los actores-felinos comenzaran a salir de agujeros en el piso, debajo de las butacas, bajaran del pullman trepando por las columnas del teatro, se mimetizaran entre las butacas y entre lamidos y maullidos se fueran incorporando al escenario sumergiendo a los espectadores en un micromundo felino indescriptible, era verdaderamente una novedad y una gran sorpresa. Pero como ya dijimos pasaron casi 40 años, y Broadway busca permanentemente reformular viejos hits y lanzar nuevos proyectos, lo que en un momento podía ser un excelente golpe de efecto para los espectadores ahora ha sido superado por otras tantas propuestas mucho más creativas, y lo que fue vanguardista en un momento, ahora se ve como un clásico de permanencia maratónica tanto en Londres como en el corazón de Manhanttan. La decisión de llevar “CATS” a la pantalla grande, significaba asumir una cantidad de riesgos en esa trasposición refiriendo no solo de un lenguaje musical en particular sino que además había que lograr en la pantalla, el impacto y las sensaciones que producían como espectadores teatrales, tener la presencia de una importante cantidad de felinos en escena y entre el público, irrumpiendo desde espacios diferentes, rompiendo la tradicional concepción del escenario. Obviamente que este impacto inicial cuando se presenciaba la obra, se pierde por completo en esta trasposición cinematográfica, siendo éste sólo el inicio de una serie de desaciertos que, en mayor y menor medida, ostenta el nuevo trabajo de Tom Hooper, inconcebiblemente ganador del Oscar por “El discurso del rey” y que tiene en su haber trabajos tan disímiles como “La chica danesa”, “Los miserables” o “The Damned United” con Michael Sheen. La canción inicial donde se presentan todos los personajes pertenecientes al clan de los gatos Jélicos –los que son invitados a ir al baile anual en donde se elegirá quien de ellos pasará al Heaviside Layer, a una nueva vida jelical- ya nos pone en alerta de los múltiples problemas que se irán sosteniendo a lo largo del film: el primero y principal, ese impacto en la presentación de cada uno de los personajes, es inexistente. No hay impacto, no hay emoción, todo es un festival de CGI retocado una y otra vez que tampoco termina de convencer la garra, toda su técnica vocal pero el tema no conmueve y se posiciona lejos, muy lejos del “I´m telling you” que la llevara al Oscar por “Dreamgirls”. En la otra orilla, perdidos sin encontrar el rumbo, están Ian Mc Kellen como el gato actor que da pena cada vez que aparece en escena (teniendo a su cargo el momento más bizarro de toda la película), Rebel Wilson al borde del ridículo en uno de los cuadros más apocalípticos y peor planteados del film y la debutante Francesca Hayward que baila muy bien, canta muy bien pero no tiene la mínima técnica actoral para sostener un protagónico en el cine. Su Victoria es absolutamente teatral, exagerada, subrayada: pareciera que nadie, ni siquiera Hooper, pudo avisarle que en el cine hay primeros planos que pueden captar movimientos sutiles. Con un desconocimiento total de su oficio, ella se pasea por la película, a lo largo de toda su duración, prácticamente con la misma cara de sorpresa y los ojos bien abiertos, pase lo que pase. Eventualmente esboza alguna sonrisa, pero su tono es absolutamente irritante y al ser la protagonista, es inevitable que aparezca en forma casi permanente, contribuyendo a propagar el desastre. Lo que podría haber devenido en un interesante producto del llamado “consumo irónico”, ni siquiera logra cumplir esa función. Casi todos se lo quisieron tomar demasiado en serio y ese esfuerzo adicional por que todo sea verosímil lo posiciona más aún en el borde del abismo.
Hay quienes sostienen que sobre ciertos temas, mejor no hacer humor. Hay temas que, aun hoy, siguen siendo tabú o a los que se estima que se les debe guardar cierto respeto para no herir ningún tipo de susceptibilidades. Uno de ellos es indudablemente, la Segunda Guerra Mundial, que ha sido capturada por el cine en incontables oportunidades yendo desde los tonos más dramáticos como “La lista de Schindler” o “El Pianista” en manos de directores de una vasta trayectoria como Spielberg o Polanski que supieron dejarnos con el alma devastada con sus imágenes, pasando por un Tarantino que en “Bastardos sin Gloria” la utiliza como marco para una historia coral inolvidable, o, en un tono más de comedia, la payasesca presencia de Roberto Benigni en su paradigmática “La vida es Bella”. En esa ocasión, en “JO JO RABBIT”, la acidez y el humor que le imprime su director, Taika Waititi a esta mirada de la guerra nos permitiría afirmar que es perfectamente posible hacer humor aún con temas tan sensibles como éste y que también es posible sostener la idea de que un niño en plena Alemania Nazi, tenga un amigo imaginario como Adolf Hitler y en cierto modo esté orgulloso de pertenecer a su movimiento. Si bien esta idea se sostiene fundamentalmente gracias a momentos de humor desopilante que plantea el guion del propio Waititi basado en una novela de Christine Leunens, “JO JO RABBIT” tiene mucho más para ofrecer que sencillamente un ritmo de comedia disparatada. Primeramente porque en el personaje de JoJo anidan, velados por este humor, las más profundas contradicciones entre un fuerte nacionalismo –su obsesión por la causa nazi- y las situaciones que acontecen periféricamente y que más tarde o más temprano, más central o más tangencialmente, se apoderan de él y generarán un cambio radical en su postura y sus creencias y en su vida. De forma muy marcada y muy notoria, Waititi parece haber dividido la película en dos mitades, tan diferentes entre sí que hasta por momentos, pareciesen disonantes. En la primera, ya desde el inicio con una poderosa “I wanna hold your hand” arranca la película sumergido en un ícono de la cultura pop y que ayudado por un exquisito diseño de arte, nos presenta los personajes dentro de un campamento que parece remitir en forma casi inevitable a “Moonrise Kingdom” y ese universo que planteara Wes Anderson para sus niños enamorados, lejos del mundo adulto. Aquí aparece Roman Griffin Davis como JoJo, con una simpatía y un carisma que traspasa la pantalla y que se convierte en el principal puntal para que la historia funcione. En esta primera parte conoceremos datos de su vida, su cotidiano, lo que va sucediendo en su cabeza en ese contexto político tan particular y su forma de pensar, en donde aparece más presente el humor, pintando con un tono de sátira algunos momentos que sin esa visión, serían sumamente trágicos. Casi totalmente contrapuesta a este puntapié inicial de la historia, todo se vuelve más gris cuando queda al descubierto que su madre refugia a una niña judía en la buhardilla de su casa. Incluso los encuentros con Hitler, pierden esa frescura inicial para tornarse más densos, más espesos y casi con una necesidad de plantear algunos temas éticos y filosóficos, olvidando por completo ese sentido del humor inicial, ese costado lúdico, que le daba sentido a este vínculo. Waititi sorprende en esta segunda mitad con un puñado de escenas que son abordadas con una contundencia dramática tal que nos recuerda que, si bien aparece el humor y está presente a lo largo de todo el filme, jamás se está menospreciando todo lo acontecido. La guerra, el bombardeo, los estallidos, la matanza de los judíos, todo comienza a ensombrecer ese espíritu inicial y aún cuando se rescaten momentos de una rescatable dulzura (el encuentro de JoJo con su amigo Yorki entre medio de los escombros fundidos en un abrazo, es un pequeño momento de poesía muy logrado) “JO JO RABBIT” funciona mucho mejor en esa primera parte mérito de un guion inteligente y arriesgado, novedoso y creativo aun cuando no puede sostener ni el ritmo ni la propuesta inicial y decae, aunque no totalmente, durante la segunda mitad. Los méritos se refuerzan con un excelente trabajo de casting para quien da vida a JoJo (Roman Griffin Davis) como ya fuera mencionado anteriormente y el excelente abordaje de su vínculo con la adolescente judía (Thomsin Mc Kenzie) refugiada en su casa. Ambos intérpretes son piezas fundamentales para que todo funcione, con una espontaneidad y una química que hace efectivo ese tono de comedia y esa melancolía que atraviesa todo el relato. Waititi juega y se divierte en esa gran composición de un Hitler diferente y en el elenco se destacan (y mucho!) Sam Rockwell, Scarlett Johansson y Rebel Wilson. No podemos dejar de mencionar el brillante trabajo de diseño de arte de Radek Hanák y Ondrej Lipensky, el trabajo de fotografía de Mihai Malaimare y el diseño de vestuario de Mayes Rubeo, todos rubros técnicos que con su verdadero afán de perfección elevan la calidad del producto final.
Si buscamos algunas películas con actores en el centro de la escena podremos encontrar desde “Birdman” -con la despiadada mirada de Iñárritu a la industria del teatro de Broadway y el mundo de los actores que buscan encontrar un lugar de prestigio y reconocimiento lejos de sus momentos de éxitos populares-, “Applause” con Paprika Steen jugando a ser Marta en Virginia Wolf sobre el escenario e intentando lidiar con problemas similares en su vida privada o a Érica Rivas en “Antes del Estreno” la película de Santiago Giralt donde actriz y director ponen en crisis su pareja días antes de estrenar una obra en el Teatro San Martín, homenaje indudable a “Opening Night” de Cassavettes. Pero en todas ellas y en muchos otros filmes, el retrato es de un actor consagrado y los dilemas de su ego, sus miedos, sus inseguridades, sus vanidades en ese camino de llegar o mantenerse en la fama. Pocos casos han enfocado al empeño, la perseverancia y la frustración que sienten los actores que buscan una oportunidad, ser tenidos en cuenta, que alguien pueda ver alguno de sus trabajos y que algo los catapulte a ese nivel de exposición bien entendida que todo actor busca, más en la superficie o más en el fondo de su intimidad. El foco del nuevo trabajo de Clara Picasso (cuya opera prima fue “El pasante” en el año 2010) es Paula, una actriz independiente, que ve que pasados sus 30, aún no ha tenido mucha suerte para encontrar ese papel que le otorgue un reconocimiento en el medio o en el público y hasta tanto llegue ese momento tan ansiado, Paula da clases de idioma a extranjeros para poder ganarse la vida. Justamente mientras está dando una de sus clases en un bar, sucederá un hecho policial que la tendrá en el centro de la escena en todos los noticieros del día y rápidamente su aparición en varios canales de televisión al mismo tiempo, produce ese efecto de que la gente la reconozca por la calle, esa identificación masiva que parece ser uno de los objetivos que Paula tenía dentro de su carrera, convirtiéndose al menos por un momento, en esa protagonista a la que alude el título, que tanto se emparenta con los famosos “quince minutos de fama” que proponía en algún momento Andy Warhol como un derecho en un futuro cercano. Por un lado vemos como “LA PROTAGONISTA” retrata a Paula en una permanente necesidad de construirse un universo ficticio, inventarse una realidad paralela en donde ella tiene una vida no sólo profesionalmente sino socialmente exitosa, mientras que, por el otro, nos cuenta cómo el impacto que produce en su mundo ese hecho fortuito que aparece en su cotidiano para irrumpir y modificarlo todo. Lo interesante del guion de Clara Picasso (en su doble rol de guionista y directora del filme) es que a través del humor se permite una mirada muy incisiva de ese micromundo en crisis en donde Paula se siente insegura y fracasada ante ese presente profesional que está, no solamente muy por debajo de sus propias expectativas sino que, lo que más pareciera pesarle, es que también está por debajo de lo que la sociedad considera que ella ya debiese haber alcanzado, completando ese apocalíptico panorama que parece no tener claro sobre el rumbo de su profesión y quizás, de su propia vida, amparándose en el autoengaño. La potencia de ver cómo ese mundo que construyen los medios de héroes anónimos y personalidades del día, se esfuma estrepitosamente, es claramente uno de los puntos fuertes de la mordacidad y el humor particular con el que se maneja todo el tono de la historia. Si bien la situaciones que plantea el guion tienen numerosos aciertos (con una madurez narrativa que plantea un importante crecimiento si se la compara con “El Pasante”), la presencia de Rosario Varela en pantalla, en la piel de Paula, es indudablemente el punto más alto de “LA PROTAGONISTA”. Tanto en su “manía” como en su “depresión”, en el pico de la efímera fama como en su detrás de escena y del después, Varela puede transmitir todo ese abanico de sensaciones en el lapso de poco más de una hora en la que transcurre el filme. Esa dualidad interior / exterior, realidad / ficción, persona / personaje, queda claramente expuesta en cada gesto y cada mirada de la actriz que tiene el peso completo de la película en sus espaldas y sale airosa de este gran desafío. Y Picasso la acompaña con su cámara para registrar cada pequeño movimiento, cada diálogo, cada pliegue de su heroína completamente en crisis para entregarnos este retrato construido con un humor agridulce y una mirada que, pase a todo, se muestra compasiva y amorosa con su personaje. POR QUE SI «La presencia de Rosario Varela en pantalla, en la piel de Paula, es indudablemente el punto más alto de La Protagonista»
La segunda película del realizador Fernando Salem («Cómo funcionan casi todas las cosas»), se presenta como parte de la Competencia Argentina del 34 Festival Internacional de Mar Del Plata. “Tanto libro, tanta película en los que todo se resuelve con amor, por amor. Donde el amor salva. Y acá, en el mundo real, en esto que reconozco como real, el amor no sólo no salva sino que ni siquiera es suficiente“. (“Agosto”, Romina Paula, 2009) No es fácil presentar una segunda película para un cineasta después de una exitosa ópera prima, así como puede suceder con una segunda novela en la producción de un escritor. Fernando Salem, en su segundo filme (luego de un promisorio debut con “Cómo funcionan casi todas las cosas”), decide adaptar libremente la novela “Agosto” de Romina Paula, que justamente ha sido la segunda novela de la autora. La elección de la adaptación que ha realizado junto con Esteban Garelli, es de por sí acertada. Si bien en este tránsito se modifica la primera persona que marcaba fuertemente el pulso de la novela y también hay algunos cambios en algunos detalles de los personajes secundarios, lo que sobresale en “La muerte no existe y el amor tampoco” es ese espíritu que toma Salem para armar un relato que resuena, en tono y en estilo, con su primer largometraje. Emilia es una joven psiquiatra que ha logrado conseguir un trabajo en un hospital en Buenos Aires –más particularmente una institución neuropsiquiátrica-, después de haber dejado su pueblo natal, Veintiocho de Noviembre, para venir a estudiar a la “gran ciudad”. En un pequeño alto en una de sus jornadas laborales la visita el padre de Andrea, su mejor amiga, quien le pide encarecidamente que vuelva al pueblo para poder estar presente cuando exhumen los restos de su amiga y procedan a la cremación. Emilia, si bien duda en un principio, finalmente decide dejar por unos días a su novio, para viajar a la Patagonia y acompañar a la familia de Andrea en ese momento tan difícil. Ella sabe que ese viaje es por un lado una despedida pero que inevitablemente, por el otro, producirá muchos reencuentros. No solamente con los propios padres y la hermana de Andrea, con los que compartirá unos días en su casa, sino que también visitará a su padre (ahora con una nueva familia y nuevos hermanos con los que Emilia prácticamente no tiene contacto) y aparece también su viejo amor, Julián. Una amiga del pueblo que “saltó” de camarera a regentear un conocido bar del pueblo, le brindará algunos datos sobre Julián y despertará más aun la curiosidad de Emilia por reencontrarse con ese viejo amor que dejó “suspendido” desde el momento en que decidió emprender su viaje a Buenos Aires. Salem logra escenas de una potente belleza en el sur argentino con el marco de la nieve recortando los personajes, y la presencia fantasmal de Andrea (con el rostro dulcemente delicado de Justina Bustos que transmite sin palabras todo lo que sucede en este momento de duelo, de despedida pero también de recuerdos y de complicidad) demuestra con creces la primera parte del título. Para la segunda afirmación, Salem vuelve a poner en el centro de la escena a una protagonista femenina (como la Celina de “Como funcionan casi todas las cosas”) que se encuentra en una búsqueda de su propia identidad. Una necesidad profunda, que quizás no se manifiesta tan conscientemente en Emilia, sino que va develándose poco a poco en este viaje introspectivo del que se irán desprendiendo pequeñas historias que van realimentando el relato. Un viaje donde principalmente Emilia refuerza, casi sin quererlo, todas sus dudas, donde aparece esa clara sensación de incertidumbre no sólo en la mirada hacia el futuro sino en la construcción de este presente. Nuevamente en “La muerte no existe y el amor tampoco” , Fernando Salem toca esa cuerda melancólica y emotiva que le permite construir una historia querible y de una enorme ternura. Otro gran acierto del filme es la Emilia de Antonella Saldicco que sostiene un protagónico excluyente con el tono necesario para que la armonía que propone Salem con el texto de Paula se vea plasmado en pantalla. Además de los mencionados trabajos de Saldicco y Bustos, hay un seleccionado de brillantes actores dando vida a los personajes secundarios con los que Emilia se vincula: Francisco Lumerman como su novio (a quien vimos recientemente en “Iniciales S.G.”), Agustin Sullivan como aquel fuerte amor de adolescencia que intentará revivir en este reencuentro y Fabián Arenillas como su padre (junto a Lorena Vega en una breve participación como su nueva esposa). Se destaca, una vez más, la exquisita composición de Susana Pampín como la madre de Andrea, atrapada en ese dolor que la lleva casi a la locura pero del que ella misma se salva por su pulsión de vida y Osmar Nuñez como su esposo. Salem vuelve a poner su marca personal dentro del universo femenino, de sus pequeñas heroínas en crisis y lo hace siempre con un acompañamiento amoroso, con una melancolía dulce y terapéutica, y contrastando con ese frío patagónico, dota a sus personajes de un calidez interior, que permiten en este segundo film, poder afirmar que ya los construye con un estilo propio, con su marca personal. POR QUÉ SI: «Salem vuelve a poner su marca personal dentro del universo femenino, de sus pequeñas heroínas en crisis y lo hace siempre con un acompañamiento amoroso»
No es novedad que el cine de Clint Eastwood ya tiene una marca registrada, que no sólo el actor y director se ha convertido hoy en uno de los más prestigiosos autores dentro del cine americano contemporáneo, revisitando en cada nuevo trabajo, sus propias obsesiones y preocupaciones, sino que ya es dueño de un estilo propio que hace que apenas comience a desarrollarse la historia, ya no tengamos dudas de que se trata de una narración al mejor estilo Eastwood. Como lo ha hecho en sus últimas películas, vuelve a tomar una historia basada en hechos reales como trampolín para volver a trazar una radiografía social sobre las propias contradicciones de un sistema imperfecto y corrupto: en este caso se ocupará del importante atentado ocurrido en el marco de los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996. Centennial Park era el lugar destinado para aquellas actividades que se desarrollaban en forma paralela a los juegos olímpicos y justamente en ese parque, pasada la medianoche del 27 de Julio, Ricard Jewell da aviso de que ha encontrado una mochila con explosivos, oculta debajo de un banco. La historia ha aparecido en las primeras planas y noticias alrededor del mundo, con lo cual al iniciar la historia ya sabemos que ese bolso explotará y dejará cientos de heridos más una víctima fatal. El hecho de que Jewell haya dado aviso oportunamente, permitió crear un cerco perimetral, pudo comenzar a evacuarse el multitudinario espacio y por lo tanto salvar una cantidad incontable de vidas y de esta forma, amortiguar el impacto de la tragedia. Esto lo convierte al protagonista de nuestra historia, casi de la noche a la mañana, en un héroe nacional. Pero el relato tiene como principal objetivo mostrar como rápidamente esa construcción del héroe se desmorona a los pocos días cuando un artículo publicado en el periódico local, deja al descubierto que el propio Jewell ha pasado a ser, para el FBI, el principal sospechoso de lo todo lo acontecido y de esta forma se ha comenzado a cimentar fuertemente la idea de un terrorista solitario. Eastwood inteligentemente arma el retrato del protagonista en la primera parte del filme, de forma tal de dejar al descubierto los puntos de la vida privada de los que se nutre el FBI para demonizar un inocente, desde las ambigüedades de un hombre adulto sumamente aniñado, con una madre sobreprotectora, su gusto por las armas, la caza y la figura policial y tomando como punto de partida el artículo firmado por Marie Brenner que hubiera sido publicado oportunamente en Vanity Fair titulado “Una pesadilla americana: la balada de Richard Jewell”, otra vez más vuelve a desnudar a la sociedad americana con todas sus imperfecciones y su feroz e incisiva autocrítica al sistema. La construcción de un ídolo o un demonio según las necesidades de encontrar rápidamente un culpable aún con una marcada negación a la falta de pruebas o a aquellos elementos que señalaban a las claras, los errores que viciaban la investigación del FBI y por otra parte, la corrupción en los medios y la búsqueda de noticias que causen impacto a cualquier precio. El entramado del caso, se “complica” más aún cuando la película pone al descubierto que la periodista que empuja el caso a la primera plana del diario local, Kathy Scruggs (interpretada por Olvia Wilde), había obtenido los datos del caso a través del vínculo que mantiene con el agente del FBI Tom Shaw (a cargo de Jon Hamm), intercambiando sexo e información confidencial. Esto también permite que el guion de Billy Ray (guionista, entre otras, de la remake para Hollywood de “El secreto de sus ojos” de Campanella, de “Capitán Phillips” por la que obtuvo una nominación al Oscar y “Gemini Man” con Will Smith) muestre todos los repliegues de una historia en donde la mirada sesgada de una información y la manipulación, permita pivotar entre generar desde los medios la figura de un héroe nacional o la de un terrorista e instalarlo en la sociedad con igual facilidad. “EL CASO DE RICHARD JEWELL” lo vuelve a encontrar a Eastwood trabajando sobre esa idea que ya había elaborado en “Sully” –aunque en este caso, el ritmo de thriller enmarcando la investigación le imprimía un registro diferente- y que en cierto modo también sucedía en “La conquista del honor”, sobre la reflexión de cómo se construye la figura de un héroe, aún con todos los dilemas morales que ello implica, y fundamentalmente en el uso / omisión de ciertos datos para favorecer / perjudicar, según convenga, a sus protagonistas y al entramado político que está detrás de cada caso. Aquella idea de un hombre común en medio de una situación extraordinaria vuelve a estar presente y particularmente en esta ocasión, la ingenuidad y hasta cierta inmadurez de la que dota a Jewell durante toda la primera parte de la película hace que como espectadores, tomemos partido rápidamente apenas comienza a presentarse los elementos de la historia. Esto se acrecienta más aún con el extraordinario trabajo de Paul Water Hauser (quien había tenido secundarios en “Infiltrado del KKKlan” de Spike Lee, “Late Night” o “Yo, Tonya”) quien con este protagónico absoluto logra dar con la fibra indicada, no sólo en su aspecto físico sino también en la construcción emocional al que lo muestra con todas las inseguridades, dudas y dobleces de su personaje. Esta sensibilidad a flor de piel se potencia en las escenas que desarrollan ese patológico (?) vínculo que mantiene con su madre, interpretada por Kathy Bates, papel que le ha valido una nominación al Globo de Oro como mejor actriz de reparto, en donde la simbiosis que hacen en pantalla es verdaderamente formidable. Completa el elenco otro excelente trabajo de Sam Rockwell como el abogado que acompaña a Jewell en todo su proceso judicial, en otro de los rasgos humanizadores que presenta la historia, otro de los casos reales que sirven para la radiografía implacable que traza Eastwood sobre estos tiempos que corren.
Lejos, muy lejos quedaron aquellas princesas clásicas como Blancanieves, la Bella Durmiente o la Cenicienta, en donde el príncipe azul era la pieza fundamental para rescatarlas del sueño eterno, de los hechizos o de una vida miserable limpiando sin parar y a merced del maltrato familiar. Mucho más cerca en el tiempo, desde “La Sirenita” –rebelde con la figura de su padre- y “La Bella y la Bestia”, aparecen nuevos modelos en donde la propia libertad, seguir al corazón y dejar de depender del príncipe que las salve de sus desgracias, parece ser el verdadero impulso vital. Son princesas de fuertes decisiones, de “armas tomar”, que enfrentan el mundo con una mirada diferente -lo que hoy llamaríamos empoderada-, con un giro radical en su construcción, casi opuesta a la de las princesas clásicas. Desde las guerrera Pocahontas, la intrépida Mulan y Mérida, la princesa del estudio Pixar protagonista de “Valiente” –que justamente hace honor al título-, el temperamento de estas nuevas heroínas Disney, cambia por completo el viejo paradigma para construir junto con la Rapunzel de “Enredados” o la misma adolescente de Moana, todo un nuevo imperio alejado de cualquier estereotipo. “FROZEN 2” desde este punto de partida, es un paso atrás en el tiempo. Mientras las mujeres van ganando poder y privilegio en la pantalla, Elsa y Anna, parecen volver a ajustarse a un esquema más convencional donde la orfandad, el hechizo y el príncipe valiente, vuelven a ser el eje de la propuesta. Pero estas princesas tan lejanas de los nuevos vientos de cambio, no serían justamente el problema que presenta la continuación de la exitosísima producción de Disney de 2013. Hay detrás de la historia un guion que no termina de definir el rumbo y que toma las peores decisiones vistas en una película de animación en mucho tiempo. Primeramente “FROZEN 2” no intenta esconder ni por un minuto, la inmediata posibilidad que tiene el estudio de montar una nueva obra musical en pleno Broadway. Prácticamente su primera media hora no tiene mucho más que larguísimas canciones donde más que narrar los acontecimientos o avanzar en la trama, se estancan en pensamientos y reflexiones que los personajes hacen sobre la situación por la que están atravesando –que por momentos nos recuerdan a la soporífera “Into the Woods” de Rob Marshall-, mostrando muchas imprecisiones y escasas concreciones dentro del planteo inicial. Todos los personajes tienen su momento de lucimiento musical y aun cuando demoran notablemente el ritmo de la película, cada uno tendrá su canción: lejos del impacto de la “Let It Go” de la primera entrega, acá Elsa (Idina Menzel y su voz privilegiada) entonará “Show Yourself” con un cúmulo de frases de autoayuda compiladas en una sola canción y tiene a su cargo el hit de esta edición “Into the Unknown” cuya versión latina está, inexplicablemente, a cargo de la voz masculina de David Bisbal. Por su parte Kristoff también tendrá su solo musical en “Lost in the Woods” una canción que no parece llegar a ninguna parte pero que al menos propone un tono cómplice, divertido y un ritmo ochentoso al mejor estilo de una canción de los Air Supply, para descontracturar un poco la solemnidad y la ausencia de humor que parece haber invadido esta secuela. Luego de una extensísima demora en la presentación de los personajes, la historia navega a dos aguas entre el mensaje ecológico presentado con los cuatro elementos de la naturaleza y fundamentalmente un relato vinculado con los ancestros, los antepasados y los secretos que quedaron escondidos dentro de la historia familiar, más particularmente se develará algo desconocido en torno a la figura de su abuelo. Así, si bien Elsa es la reina de Arandelle, juntas descubrirán que en su pasado hay una clara vinculación con la tribu Northuldra y de esta forma, comenzará la aventura para reestablecer ese necesario orden social, si es que pudiese llamárselo de esta manera. Lamentablemente la historia no tiene humor (excepto en algunas situaciones donde Kristoff intenta pedirle matrimonio a Anna, una y otra vez, sin lograr encontrar el momento propicio, gag que se repite al infinito y más allá) ni despliega demasiada creatividad, ya que recorre todos los lugares comunes y, lo que es peor aún, intenta aleccionar con sus diálogos tanto en el terreno de lo ancestral y de los vínculos familiares (que parecen salidos de un manual de Constelaciones Familiares), como del cuidado del medio ambiente, la violencia del hombre contra la naturaleza y el mensaje políticamente correcto en torno a la ecología. Las escenas de aventuras recae sobre todo en el personaje de Anna y la imposibilidad que tiene el guion de explicar sucesos injustificables, se resuelven por medio de los poderes o de la “magia” como si eso ayudara a solucionar todo lo que el equipo de guionistas no pudo resolver productivamente en la historia, de ninguna otra manera. “FROZEN 2” –así como en su momento pasó con “Cars 2”- es una de las secuelas más decepcionantes que seguramente servirá para seguir facturando diversos productos del merchandising que las princesas y el muñeco de nieve han sabido instalar, pero que los cinéfilos recordaremos como un gran traspié dentro de la búsqueda de productos de excelencia de la factoría Disney. PORQUE NO: «Es una de las secuelas más decepcionantes que seguramente servirá para seguir facturando diversos productos del merchandising que las princesas y el muñeco de nieve han sabido instalar»