¿Qué poder decir para que nosotros, ya tan desacostumbrados a cines de otras latitudes, tratemos de acercarnos a una película como "Los insólitos peces gato", un estreno que nos llega desde una latitud algo desacostumbrada como es el cine mejicano que no suele estrenarse tan asiduamente en nuestro país? Una de sus principales virtudes es la simpleza, la sencillez y la claridad con la que su directora, Claudia Sainte-Luce, instalada una mirada marcadamente femenina, observa a sus personajes. Con suma delicadeza, prefiere dejar que los diferentes hechos y situaciones cotidianas vayan narrando, por sí solos, el cambio profundo que van a ir transitando sus criaturas. Que cada uno de esos personajes está impregnado por la frescura de lo cotidiano y que evidentemente, en las familias latinas, nos podemos ver mucho más espejados que lo que sucede en otras familias, como las norteamericanas, predominantes en el cine comercial. Que no por ser una historia pequeña, no deja de estar narrada con una intensa profundidad en la mirada y con muchísima ternura que la directora va imprimiendo a lo largo de todo el relato, acompañando a los procesos de sus protagonistas. Si bien hemos visto películas que se estructuran desde el cruzamiento completamente eventual de dos personajes cuyos mundos no parecen tan compatibles, hay "algo" con un sabor diferente cuando los universos de Claudia y Marta se encuentran, cama por medio, en un hospital. Claudia está recién operada de apendicitis, un tiempo después que los médicos finalmente se den cuenta, tal como ella dice, que no está embarazada. Cama por medio se encuentra Marta, madre de cuatro hijos -tres mujeres y su hijo menor, varón- infectada de VIH por su último marido, a quien cuidó hasta el último momento. Planteado así, el panorama parece dramático y desolador. Pero es destacable la inteligencia con la que la directora -debutante en el largometraje y también guionista de la película-, hace que nada de esto caiga en un tono melodramático y menos aún, en ningún lugar común ni en el sensacionalismo. El encuentro casual de Claudia -casi una huérfana emocional, alejada de su familia de origen e inundada por su soledad- y Marta dará lugar a un vínculo más profundo todavía, cuando Marta a la salida del hospital, le ofrezca a Claudia instalarse en su para durante el post-operatorio. De esta forma, Claudia comienza a convivir y adentrarse en el mundo de Alejandra, Wendy y Mariana, las tres hijas de Marta, quienes no podrían ser más diferentes entre si. Los diálogos entre ellas son frescos, reales, nos van permitiendo entrar en esa familia desde el ambiente cotidiano e ir conociendo las aristas de cada personaje, así como también los va conociendo y descubriendo Claudia. No pasará mucho tiempo y Claudia ya es una más del clan. Allí es donde el relato gana forma, cuando se dispone a tratar ciertos temas que van quedando como escondidos dentro de la trama, ya que nada dentro del guión es subrayado ni obvio, pero que se perciben en el ambiente. Es así como aparece la soledad, la inclusión familiar, las diferentes dinámicas dentro de la familia, el amor fraternal, el enfrentar una enfermedad y sus recaidas, la actitud con la que se puede enfrentar una situación dolorosa... Todo esto se va retratando mediante pequeños momentos que viven los personajes y que a manera de un gran collage, se van conectando en una serie de viñetas y retratos de este matriarcado tan particular, en donde su principal figura está perdiendo fuerza y de esta forma se va resquebrajando el equilibrio familiar. Ganadora de múltiples premios en festivales nacionales e internacionales (premio del Jurado Joven a la Mejor Película en Locarno y participó en Mar del Plata, Toronto y Ecuador, entre otros) "Los insólitos peces gato" tiene la enorme tarea de abordar estos temas difíciles sin caer en golpes bajos ni perder el humor e ningún momento. La musicalización y el diseño de arte (hermosa escena de apertura y una creativa escena de títulos finales) son otros de los interesantes puntos de esta película mejicana. Y terminada "Los insólitos peces gato" queda un sabor agridulce, tierno, real, de que la vida está precisamente hecha de estos pequeños momentos que la directora retrata con tanta naturalidad y con tanta exactitud. Esos pequeños recuerdos que siguen vibrando dentro nuestro y que Claudia Sainte-Luce -basada en una historia de su experiencia personal- sabe retratar tan convi
Fundamentalmente, el gran punto de atención en "Todo lo que necesitas es amor"es la firma de su directora, Susanne Bier. Para cualquier seguidor de su filmografía, desde que la conocimos con "Corazones Abiertos", el cine de esta directora danesa que supo enrolarse en las filas del movimiento Dogma que desarrollara Lars Von Trier, siempre tiene apuntes interesantes e historias fuertes para contar. Entre sus otros títulos están la arrolladora "Hermanos" –que luego tendría una remake hollywoodense protagonizada por Tobey Maguire y Jake Gyllenhaal formando triángulo amoroso con Natalie Portman–, la cantidata al Oscar "Después del casamiento" y finalmente su filme "En un mundo mejor" con el que se alzó con el Oscar a Mejor Película Extranjera en el año 2010. Quizás este nuevo estreno esté más emparentado con el tono de "Cosas que perdimos en el fuego", su incursión en la industria cinematográfica de Hollywood que no ha tenido estreno comercial en la Argentina, con las actuaciones de Benicio del Toro y Halle Berry. No justamente porque "Todo lo que necesitas es amor" tenga el mismo tono dramático, sino porque elige contar una historia más ligada a un esquema de cine comercial, siguiendo las convenciones y las recetas que ciertos géneros imponen, alejándose (bastante, para mi gusto) del estilo narrativo y de la temática de su cine más interesante. En este caso se trata de una agridulce comedia romántica que cumple con las exigencias y los guiños que corresponden a un producto de estas características y no logra llegar mucho más lejos que eso. Ida (Trine Dyrholm, protagonista de "La Celebración", "Aguas Turbulentas" y la genial e inédita en nuestro pas "En Soap") es una peluquera que está atravesando uno de sus peores momentos: no solamente padece una enfermedad que ha alterado gravemente su vida sino que además, mientras atraviesa ese duro momento descubre que su marido le es infiel. Por otro lado áparece Phillip (el impecable Pierce Brosnan), un empresario inglés que vive en Dinamarca, viudo para facilitar aún más las cosas en el terreno del romanticismo, lamentablemente todavía no ha podido superar la muerte de su esposa. Adivinaron? Obviamente! La mesa está servida y la receta no tiene demasiadas sorpresas sino que funciona en general por carriles lo suficientemente previsibles como para dejar contento al público con lo que exactamente esperaba de este producto... entonces cuando Phillip e Ida se encuentren en una hermosa ciudad italiana para asistir a la boda de sus respectivos hijos, la atracción será tan inevitable como sinuosa. Tanto por los hermosos paisajes, el clima de boda y la presencia de Brosnan, muchos momentos hacen recordar a "Mamma Mia!" aunque el tono que le pone Bier a su propuesta no tiene ni el ritmo ni la música de su antecesora. El punto fuerte de "Todo lo que necesitas es amor" es Trine Dyrholm, dúctil, hermosa en pantalla y aprovechando intensamente cada una de las escenas que le tocan sortear (algunas provechosas y otras lidiando con un guión algo ridículo) y Brosnan acompaña discretamente con su buen porte, su simpatía y su elegancia. Pero obviamente, no le pidamos mucho más que eso y justamente en las escenas más complejas de resolver se evidencia notablemente el desnivel actoral entre los dos protagonistas. Aunque, por fuera de eso, la química en pantalla de la pareja es sumamente creíble y efectiva. Nadie que admire a Susanne Bier va a ver en "Todo lo que necesitas es amor" una gran película. Como una vuelta de timón en su carrera, lo que para muchos será como un traspié, para otros será un momento agradable, con una comedia que toca el drama y se apoya más en el giro romántico (la pareja de Dyrholm-Brosnan se contrapone con la de las historias de sus hijos a punto de casarse). Y así, sin demasiadas pretensiones, y habiéndose ganado el voto del público en varios festivales (con lo que entonces se adivina como una crowd pleaser, de esas que "le gustan a todo el mundo"), en este caso nos entrega un producto aceptable que crece cuando su lujosa fotografía nos permite viajar en aquellas escenas donde el paisaje de la paradisíaca Sorrento se convierte en otro de los protagonistas, en una de esas villas que dan ganas de quedarse a soñar.
Cuando se anuncia el estreno de lo que ha sido en su país, un verdadero blockbuster, aparece casi de inmediato una gran curiosidad: qué tiene esta película de un país tan cercano la nuestro como Paraguay pero con una filmografía tan desconocida para nosotros? ¿Qué hizo que estuviese nominada para mejor film Iberoamericano en los premios Goya, que haya ganado la competición Iberoamericana del Festival de Miami, premio del Jurado de la Juventud en el Festival de San Sebastián y nominaciones en el Festival de Toronto? Tiene todo lo que una buena película de género tiene que tener. Todo. La historia arranca un viernes por la noche en el Mercado 4 de Asunción. Un territorio casi desconocido a nuestros ojos de espectador pero que a su vez genera el ambiente propicio para que se plantee sin más trámite, la historia: Victor, un carretillero del mercado de 17 años tiene que repartir 7 cajas con un contenido desconocido y a todas vistas, lo suficientemente dudoso para que el aroma a thriller quede plasmado. Su recompensa? 100 dólares, quien le plantea el negocio parte el billete a la mitad, la otra mitad tendrá que ser ganada con el trabajo cumplido. La situación planteada pareciera sencilla, tiene que cruzar solamente ocho manzanas. Visto de esta forma, en principio, un encargo que no debiese presentar mayores riesgos en un ámbito donde el transporte de cajones en carretillas es abundante y permanente. Pero uno sabe que no siempre las cosas salen como están pensadas...y menos en un thriller. Lo que en principio es una idea, una linea argumental más cercana a un cortometraje, con la pericia del guión desarrollado por el propio director Juan Carlos Maneglia con colaboraciones de Tana Shémbori y Tito Chamorro, va encadenando una situación tras otra (algunas mejor logradas y ensambladas a la historia principal, otras menos) y rápidamente uno se deja atrapar en el ritmo vertiginoso con el que la historia está contada. Además de tener el gran mérito de ir in crescendo durante toda la película y logra no perder en ningún momento la coherencia interna de la historia. Hay otros elementos que hacen que "7 cajas" sea un placer y un deleite para el espectador. Su factura técnica es de un excelente nivel: tiene buen sonido, buen montaje, buena fotografía y por sobre todo eso un muy buen aprovechamiento de esa geografía tan particular que es el Mercado 4. La cámara nerviosa, vibrante, eléctrica va recorriendo todos sus recovecos y todo esto se potencia con la presencia de personajes secundarios muy pintorescos que aún en sus breves apariciones (genial el travesti que aparece en la segunda mitad de la historia, los que acompañan al "villano" de turno, las actitudes y diálogos entre el personal de seguridad del mercado), van aportando y sumando a la historia central de Victor sus propios toques de color y es ahí donde se nota el trabajo detrás de cámara para que surgiese este plus que quisieron darle los directores para que el espectador ganara empatía con ese universo. Si bien el elenco presenta algunos desniveles -con un muy buen protagónico de Celso Franco como Victor, quien lleva el mayor peso de la historia-, todos aportan sus particularidades y el producto final es más que sólido y tiene el gran mérito de poder resolver situaciones con poco presupuesto y con mucha creatividad (cosa que escasea en los tanques de Hollywood de hoy en día, que invierten la propuesta y a ideas magras las dinamitan con un enorme presupuesto). El ritmo, la musicalización y el ambiente que se logra desde un primer minuto suman a que "7 cajas" sea un producto divertido, de muy buena factura y se convierta en una gratísima sorpresa dentro del panorama del nuevo cine latinoamericano. Excelente para pasar un muy buen rato, cumpliendo con creces lo que promete en su planteo inicial.
Esclavo del amor Realmente con una cartelera tan magra como la actual, sesgada por los efectos del mundial y potenciado por los tanques hollywoodenses que ocupan la mayoría de las salas, que "La mejor oferta" aparezca como estreno en este momento, después de sucesivas postergaciones es, por más de una razón, una rara avis. De todos modos, se celebra tener el estreno de la nueva película de Guiseppe Tornatore, a quien todos recordamos por la inigualable "Cinema Paradiso" su gran obra maestra hasta el momento. Obviamente, pretender que una película de género, más particularmente un thriller alcance el nivel de "Cinema..." es pretender un imposible y ya lo sabemos de antemano. Pero, sin embargo, a los pocos minutos de haber comenzado a ver "La mejor oferta" ya podremos adivinar por más de un motivo que la mano firme de un gran puestista y director como Tornatore está detrás de las cámaras. Fiel a su estética un tanto recargada pero que guarda una fina armonía, la cantidad de detalles con que presenta y va pintando la textura de sus personajes y la minuciosidad con la que describe el mundo del protagonista del film, Virgil Oldman, da clara cuenta de que la presencia de un director con estilo propio y con un sello particular. Virgil Oldman es un eximio marchand, que se maneja en el mundo del arte como pez en el agua, vinculado con las más altas casas de remates de obras de arte, que hace un culto de su profesión y que ha dedicado su vida a su trabajo que es su gran pasión, su vida misma. Severo, rígido, exitoso, implacable, contrapone todo esa grandilocuencia en el terreno de lo profesional con una vida personal sobria, gris, casi minúscula y sin vuelo, con un clima agobiante de encierro que se opone hasta casi desde lo estético en el planteo del director. Todo este delicado equilibrio se rompe cuando aparezca en la vida de Virgil, la enigmática Claire Ibetsson, una cliente que solamente se vincula con él sólo telefónicamente (esa será el primer anzuelo del gran misterio por el que Oldman se verá hipnotizado) y que comienza a encarar el vinculo profesional como una voz para ir luego develando su rostro, su cuerpo, para ir de a poco "personificándose" en la vida del protagonista. En principio, ella necesita darle cierta directivas para que el marchand se encargue de catalogar, valuar y comercializar su herencia. Y ese será el puntapié inicial de su vínculo, nudo central de la película. Esta misteriosa mujer hace que Virgil comience a vivir en un torbellino de sensaciones encontradas. Aparecen la pasión, el deseo, el amor y comienzan a mezclarse y a confundirse además con su vida profesional. Sin olvidarnos que "La mejor oferta" tiene claramente una estructura de thriller, no van a faltar ciertas sorpresas que se vayan develando frente a esa enigmática personalidad de Claire y que con ese motivo, la trama, más acercándose al final, nos regale un par de vueltas de tuerca. El enorme Geoffrey Rush vuelve a entregarse por completo a una criatura elaborada con detalles sutiles, con maestría, con una gran delicadeza en la construcción de su personaje. Sólo logra cierta corrección el resto del elenco, al que obviamente Rush aplana como una topadora y sobre todo llama la atención que un papel tan importante como el de Claire haya quedado asignado a Sylvia Hoeks, una jóven actriz holandesa, sin demasiada trayectoria cinematográfica, que no logra encontrar la complejidad y el misterio que habita en su personaje y que la ocasión requiere. Seguramente la película hubiese crecido enormemente con una Claire que sintonizase mucho más con el misterio que la envuelve y que es el eje central de la película. Para aquellos que son amantes del arte "La mejor oferta" es la exacta combinación de cine y diseño visual, con toda la grandilocuencia que Tornatore sabe imponer y que lo llevaron a que su producto fuese el gran ganador en la entrega de los David de Donatello de su año. Pero lamentablemente el guión desacierta en dejar "señuelos" demasiado obvios, que para cualquier espectador entrenado, resultan de un subrayado innecesario. De todos modos en este tipo de películas siempre hay alguna vuelta de tuerca adicional y un as en la manga que sorprende y da un giro inesperado. Aún cuando Tornatore se desborda en el planteo estético y formal, dejando de lado la intriga para un cierre demasiado convencional para lo que el inicio del film había planteado, aún en sus irregularidades, el gran trabajo de Geoffrey Rush justifica ampliamente ver "La mejor oferta" y encontrarse una vez más con un cineasta interesante y un producto de calidad.
Aunque el ambiente que construye dentro del clima vivido en la Alemania de la Guerra Fría (más particularmente dentro de Alemania Oriental) parece remitir directamente al logrado por otro gran film alemán como fue "La vida de los Otros", en el nuevo trabajo de Christian Petzold, "Bárbara" esta temática es abordada desde un plano más íntimo y personal. Todo ese clima de tensión de la época, se filtra de acuerdo a la mirada y las vivencias de su protagonista, casi excluyente dentro del relato. Y ya desde el título "Bárbara" centraliza toda su narración en el papel encarnado por Nina Hoss, de la que iremos tomando algunos datos a medida que avance el relato, de forma tal de ir completando un complejo rompecabezas en tanto y en cuanto vayan surgiendo elementos en la trama, que nos den la posibilidad de ir reconstruyendo su pasado mientras somos testigos activos de lo que pasa en su presente. Corre el Verano del '78 y de Bárbara, sabemos que es médica y que en algún momento ha estado presa en Berlín Occidental. También sabemos por su trabajo actual, que una vez que ha salido de prisión ha sido enviada a un hospital de un pueblo pequeño y distante de la parte Oriental. Petzold -quien pertenece al movimiento cinematográfico de la Escuela de Berlín, comparabale desde alún punto a la nouvelle vague francesa- muestra a través de diversos elementos en el laboratorio y en el hospital, de la vida de los médicos y del equipamiento casi obsoleto, el sistema imperante en la Alemania del Este. Barbara comenzará a entablar una relación con el médico y jefe de la clínica, André (Ronald Zehfeld) quien en alguna de sus charlas termina por confesarle el motivo por el cual él también está cumpliendo sus funciones en ese mismo hospital. Lo interesante de los dos planos narrativos que plantea "Bárbara" es la tensión y el alerta permanente en la que ella tiene que vivir, lidiando con su presente y en cierto modo, atrapada todavía en su pasado, con todo lo que esto significa en el contexto político e histórico en el que se encuentra planteada la historia. Barbara tiene sus movimientos casi calculados, se encuentra fuertemente controlada y deberá resistir inspecciones periódicas de rutina practicadas por la policía secreta, completamente vejatorias -tanto de la forma en que revisan su departamento como en que la revisan a ella misma- y esto tampoco Petzold lo pinta sin ningún tipo de subrayado, sino simplemente dejando correr la cámara con total naturalidad. Todo el panorama se va reconstituyendo a partir de pequeñas pinceladas, situaciones que van indicando como es el universo en donde la protagonista debe moverse y Petzold elige una manera de narrar dejando solamente algunas señales, alguna marcas en las acciones que Bárbara va desarrollando. De esta forma, nunca contamos con absolutamente toda la información y progresivamente, podemos ir teniendo datos de la doble vida que ella lleva. Mientras se desarrolla la historia central, dos subtramas a partir de situaciones vividas por pacientes que ingresan al hospital van creando lazos entre Barbara y André y se constituyen en otras herramientas de las que se vale el director para presentar elementos del escenario político de ese momento. Logran además, agregar misterio y tensión al relato y mostrar la postura de nuestra heroína ante determinadas situaciones que aparecen en su vida profesional. Así se presentan los casos de Stella (Jasna Fritzi Bauer), una jóven embarazada en campos de prisioneros que es perseguida por la policía y Mario, un jóven suicida. Pero el eje de la historia es la posibilidad que aparece junto con André de darle a su vida una nueva dirección. Sin embargo, hay algo en Barbara que no la permite sentirse tranquila, el mismo clima de duda y de exposición que pretende mostrar el director sobre la vida de Alemania en aquel momento. Nina Hoss es una presencia casi omnipresente en pantalla, una elección perfecta para un rol protagónico complejo, pliegues que logra transmitir a través de sus miradas, sus gestos contenidos, sus expresiones de alarma constante y algunos pequeños momentos en donde ella puede sentirse relajada, liberada (prácticamente relegados a los encuentros furtivos con su amante). Sus trabajos anteriores con el director hacen que Petzold conozca claramente las posibilidades para hacer brillar a estar gran actriz y ambos explotan al máxima cada una de esas posibilidades. "Barbara" redituó a Petzold el Oso de Plata al Mejor Director en el Berlinale de ese año, y también fue seleccionada para representar a Alemania en los Premios Oscar a Mejor Película en Lengua Extranjera. Un film que retrata toda una época a través de los ojos de su protagonista y que siendo filmado en la actualidad remite a una tierra dividida aún cuando en general, se piensa que en la Alemania de hoy las divisiones ya se han esfumado. Tal como ha dicho el director en una entrevista, esa división no está aún en el pasado y sobre el particular declara "Dicen que si no tenemos una sóla identidad, estamos como esquizoides" y agrega "Pero pienso que cuando te sentís esquizoide es un buen momento para el arte". Y quizás así se resuma todo.
Para nuestra cartelera, el director de "Seis sesiones de Sexo", Ben Lewin es prácticamente un desconocido. Sus films anteriores como "Georgia" "Paperback Romance - El amor es un golpe de suerte" y "The Favour, the Watch and the very big fish" nunca llegaron a estrenarse a pesar de contar con figuras como Anthony LaPaglia, Natasha Richardson, Judy Davis, Jeff Goldblum o Bob Hoskins en sus interesantes elencos. De este modo, este primer acercamiento a la filmografía de este director de probada carrera televisiva es una grata sorpresa. Primeramente por la forma en que está narrada la película, pivotando entre el punto de vista del protagonista y el punto de vista de su "terapeuta", de forma tal de poder percibir un mismo tema desde dos miradas completamente distintas. En segunda instancia porque el elenco es perfecto, cada uno logra explotar al máximo las posibilidades que les da el guión y sobre todo capturan desde las primeras escenas la esencia de cada uno de sus personajes, construyéndolos desde una naturalidad, que hace que el espectador empatice rápidamente con ellos. Por último, Lewin sabe perfectamente cómo quiere contar la historia y no se aparta en ningún momento de su consigna ni se deja tentar por ningún golpe bajo -a pesar de que los distintos repliegues de la historia habrían podido dar lugar a que el material tuviese otro tono absolutamente diferente-. Basada en el artículo “On seeing a sex surrogate” de Mark O’Brien, con quien el director ha trabajado conjuntamente en la construcción del guión, se cuenta de forma autobiográfica la decisión que toma un enfermo de polio con un pulmón artificial -de acero- de perder su virginidad a los 38 años. Para ello emprenderá un camino terapéutico con una especialista en la materia pero también con íntimas charlas con su sacerdote confesor. John Hawkes se calza la piel de Mark como un guante, mostrando la imperiosa necesidad de sentirse no solamente hombre en el terreno sexual sino de ir por su integridad y su capacidad de sentirse amado y poder retribuirlo. El actor que fuese nominado al Oscar por su trabajo en "Lazos de Sangre" y que participó en "Contagio", "Lincoln" y la festivalera e independiente "Martha Marcy May Marlene" hace un trabajo absolutamente extraordinario, convicente, emotivo y profundo aún cuando justamente por la discapacidad que presenta, sólo pueda expresarse con ciertas facciones en su rostro. Su cura confesor es William H. Macy quien vuelve a validar su título de gran actor, tan dúctil para el drama como para la comedia y que encuentra en esas confesiones, un elemento francamente perturbador aunque sea él quien deberá contener a Mark y guiarlo en ese camino a la búsqueda de su completud y la construcción de su identidad. Completa el excelente trío protagónico Helen Hunt en el rol de Cheryl, la terapueta sexual que ayudará profesionalmente a que Mark cumpla con su cometido. El pacto son solamente seis encuentros en los que ella intentará ayudarlo a Mark, aunque cuando la historia gira hacia el punto de vista de Cheryl, en esos momentos en los que llega a su casa, a su vida familiar y la encontramos redactando los informes que hace sobre las sesiones que mantienen juntos, el espectador podrá ver también lo que esto está produciendo en ella, que más allá de ser una probada profesional, se ve emocionalmente comprometida con la historia. Este papel le dio a Helen Hunt la posibilidad de brillar en un rol comprometido, diferente a lo que ella había hecho hasta este momento, con escenas completamente desacostumbradas para una estrella de la televisión y de Hollywood y que le valió una merecida nominación al Oscar como mejor actriz secundaria. Siendo ésta la única nominación que ha logrado la película, una pequeña historia independiente filmada con un nivel actoral impecable y con una historia tan sólidamente contada, nos deja el sabor que la estampida de las grandes producciones, la han dejado relegada injustamente en las entregas de premios que se fueron dando a esta altura del año, tanto para el guión pequeño pero sólidamente construido y por sobre todo a una brillante actuación protagónica de Hawkes. Pero no solamente uno puede deleitarse con tres grandes actuaciones, sino que además cuenta con un rico elenco secundario (Moon Blodgood y Annika Marks como las cuidadoras de Mark y en papeles menores las participaciones de Adam Arkin y Rhea Perlman) y el ritmo particular que le imprime Lewin a la historia. Eligiendo contarla desde la simpleza y la honestidad con la que la despliega, eludiendo en todo momento caer en el lugar común y poniendo el acento en la dignidad del personaje central, hacen que "Seis sesiones de sexo" sean esas pequeñas películas que aparecen de tanto en tanto que enamoran con su pequeña historia y salimos del cine modificados, distintos. Muy recomendable.
La educación prohibida Basada en la obra de teatro "Bachir Lazhar" de Évelyne de la Chenelière el director canadiense Philippe Falardeau -con otros cuatro largometrajes en su trayectoria, pero desconocidos en nuestro país- logró posicionarse entre las cinco mejores películas en lengua extranjera para la edición de los Oscars del año pasado. Con algo de retraso y después de posponer la fecha de estreno en reiteradas oportunidades, el público argentino finalmente podrá ver "Profesor Lazhar" un trabajo por demás interesante con el agregado de la posibilidad de acercarse a una filmografía como la canadiense, que excepto por algunos trabajos de Denys Arcand ("La decadencia del imperio americano" "Las invasiones bárbaras")Incendies" llega muy pero muy esporádicamente a nuestras pantallas. o la brillante " En pleno Montreal, Bachir Lazhar (Mohamed Fellag), profesor e inmigrante argelino, es contratado por un colegio para reemplazar a una de sus docentes, luego de que haya sucedido un hecho trágico dentro del aula. Apenas con este puntapié inicial el guión ya tendrá el disparador necesario para poder abordar varios temas al mismo tiempo, los que va enhebrando sutilmente, en forma armónica y sobre todo, evitando todo tipo de aleccionamientos o de moralinas escolares. La historia de "Profesor Lazhar" -con algunos puntos de contacto con "Entre los muros" y la próxima película de Ozon "Dans la maison" como con tantos otros relatos escolares de vínculos alumnos/docentes y docente/sistema - muestra básicamente la particular revinculación de este profesor con sus nuevos alumnos. En plena crisis personal, Lazhar aborda a este curso, con sus alumnos ya acostumbrados a su maestra de grado lo que generará las obvias complicaciones en la adaptación a este nuevo maestro. Y en ese nuevo vínculo habrá que sumar el hecho traumático acontecido previamente, más las diferencias culturales entre el profesor y su entorno como así también el estilo particular que impone la presencia de Lazhar, algo así como un docente de la vieja guardia, algo "chapado a la antigua". El protagonista deberá lidiar con su propio infierno personal ligado con un hecho de su pasado que aún no ha logrado superar y con esta dificultad propia de insertarse en el nuevo sistema escolar, con todas las limitaciones que rápidamente se le presentan. Pero poco a poco, Lazhar va echando raíces y la historia comienza a apoyarse, además, en dos de sus alumnos con los que él establecerá un contacto diferente. Alice y Simón son los encargados de ir desenredando la historia de la clase, mientras que por su lado, Lazhar va desenredando su historia personal y sus propios fantasmas de su pasado vinculados con una dura historia familiar. El trabajo de Mohamed Fellag encuentra el punto exacto para ir nutriendo de dulzura una historia tan llena de hostilidad encubierta y logra el tono apropiado para dar vida a este profesor algo estricto, pero de muy buen corazón. Quizás justamente por esa intención del director, de suavizar la dureza y la aspereza inicial del relato volcándolo al tono amable y sincero -hasta algo bonachón en algunos momentos- del Profesor Lazhar, el film va diluyendo una fuerte presentación inicial girando hacia un tono de comedia dramática, más amigable pero con el que pierde efectividad y tensión. Obviamente el colegio no querrá hablar demasiado de todo lo que ha ido sucediendo en ese tiempo y Lazhar tiene sus ideas demasiado claras y se expone en un ambiente que no vibra en su misma sintonía. Así como hace la dirección del colegio de esconder más de lo que se sabe, Falladeau deja marcas sin dar demasiadas puntualizaciones y en algún momento prefiere esconder algunos datos durante el relato que sólo develará si son necesarios, por lo que muchos de ellos los iremos construyendo desde nuestra mirada como espectadores. No solamente el trabajo de Fellag logra cautivarnos en varios momentos sino que los trabajos de Sophie Nélisse y Émilien Néron como Alice y Simón respectivamente, son intensos y conmovedores en esa angustia de aquellos alumnos que se sienten culpables en algún punto de todo lo que está ocurriendo. Un trabajo sólido y que acude a la reflexión, con una invitación a mirar más en profundidad las tramas dentro del ámbito escolar, poniendo énfasis en aquellas cosas que se esconden bajo la superficie de un sistema que prefiere no lidiar con los problemas ni del alumnado, ni de los profesores, ni de los padres. Frente a esto, la imperiosa necesidad de este profesor de asumir el compromiso de llevar a sus alumnos hacia el único camino posible: el de la verdad.
Si efectivamente acordamos que existe una nueva corriente dentro de la comedia americana actual, Judd Apatow es claramente uno de los referentes dentro del género y dentro de la búsqueda de un nuevo estilo de comedia. Quizás como una especie de mezcla entre varios registros de comedia, no llega a ser tan escatológica como la de los hermanos Farrelly, ni completamente plagada de gags como Todd Phillips y sus "Que pasó ayer?" ni con tantas mariposas y corazones como las más livianas de Nora Ephron. Judd Apatow tiene una mirada incisiva e inteligente, un humor sutil pero mordaz a la vez, puntualizado en un interesante poder de observación con el que desarrolla a sus personajes. Toma y abreva en distintas proporciones, de cada uno de los estilos, para crear uno propio. Una comedia con toques agridulces, más parecido a la vida misma, más auténtica donde el director logra como en sus otras películas, pintar toda una generación y una idiosincracia. Tarea que no es sencilla y que Apatow logra con una impronta personal, tanto en los productos en los que se pone al frente como director como en los que él mismo produce. Es así como surgieron trabajos que lograron romper con el esquema típico como "Virgen a los 40" que le dio el espaldarazo definitivo en la pantalla grande a Steve Carell, "Ligeramente Embarazada" con un muy buen timing para desarrollar ese tema desde un punto de vista completamente diferente con Seth Rogen y Katherine Heigl y exploró con muy buen tino, al universo adolescente de "Supercool". Como productor, fue mentor de "Damas en Guerra / Bridesmaids" que incluso tuvo nominaciones al Oscar y de la divertida "Como sobrevivir a mi novia" que sólo circula en DVD en nuestro país. En este caso ya habiendo retratado la adolescencia en "Supercool" y a los treinta y tantos y los dilemas de la nueva paternidad/maternidad en "Ligeramente Embarazada" llega el turno de poner la lupa en los cuarenta. Edad complicada si las hay para reflejar todas las variables que se ponen en juego. Y quizás de una manera un poco ambiciosa, Apatow como guionista intenta abordarlas a todas juntas. Los vínculos de pareja, los hijos -lo que es peor aún los hijos entrando en la adolescencia-, el desgaste de los años de matrimonio y la necesidad de revitalizar la pareja, las experiencias laborales, el grupo de amigos... y pone el acento en esa etapa tan particular en donde hay que estar pendiente de los hijos y también hay que estar pendiente de los padres. La pareja central de "Bienvenido a los 40" son Paul Rudd (con un enorme "prontuario" dentro de las comedias con títulos como "La cena de los tontos" "¿Cómo saber si es amor? "I love you, man" o "El objeto de mi afecto" -una de mis preferidas junto a Jennifer Aniston-) y Leslie Mann (cumpliendo con su primer gran protagónico y habiendo prestado voces en "Rio" o "Paranorman" y con participaciones en otros productos de la factoría Apatow como "Ligeramente Embarazada" y "Hazme reir" o filmes como "I love you, Phillip Morris" y "17 otra vez"). Ello serán quienes se encuentren en medio de todas estas encrucijadas típicas del grupo de los '40. Y Apatow se hace una fiesta posando su mirada desprejuiciada y conocedora del tema, condimentando todos las variables mencionadas anteriormente con apuntes de actualidad (se nombran músicos, actores, series de televisión, marcas, productos) que, como espectadores, nos permiten sentirnos mucho más involucrados en los diálogos y en las situaciones. Los acompaña un elenco secundario de lujo encabezado por los padres de los protagonistas, brillante Albert Brooks como el padre de él y una pequeña pero enriquecedora intervención de John Litgow como el padre de ella. Dentro del equipo se encuentran Megan Fox (una vez más desplegando un físico despampanante y una belleza que la cámara no se priva de mostrar), Jason Segel -otro clásico de la factoría Apatow- y una políticamente incorrecta Melissa Mc. Carthy (de "Bridesmaids"). Pero vale resaltar la labor de Maud e Iris Apatow como las dos hijas de la pareja que brillan cada una en su rol. Por un lado está la conflictuada hermana menor que ve cómo su hermana se enfrasca en su planeta adolescente dejándola de lado, y por el otro, la hermana adolescente que quiere rebelarse contra los padres. Y esa adolescente reticente a aceptar límites será quien tenga en la mayoría de sus intervenciones, las líneas de diálogo más jugosas de la película, poniendo en jaque a la pareja protagónica que pierde un poco la brújula ante este torbellino de rebeldía y planteos, que no saben bien como dominar. Pero tal como fue dicho anteriormente, Apatow pretende abarcar todos y cada uno de los temas. En algunas situaciones logra imprimir el tono justo y brilla con diálogos geniales y tremendamente reconocibles para cualquiera que haya pasado por esas situaciones. Pero en algunos otros momentos, se estiran o repiten situaciones, se les da un cierre demasiado grotesco para el registro que venía manejando, y sobre todo por tratarse de una comedia, los más de 130 minutos de duración resienten la efectividad del producto con algunas sublíneas de la trama que podrían haberse evitado en función de que el resultado total ganara en contundencia, ya que una vez entendida la idea central, algunas escenas donde se vuelve a reforzar lo ya mostrado, parecen estar sobrando. Asi y todo, con sus altibajos y sus situaciones exageradas o reiterativas, el exceso de Apatow por querer abarcar diversas líneas del relato e incorporar situaciones y personajes a la trama central, "Bienvenido a los 40" cumple con la función de entretener sin dejar de transitar por ese tono agridulce y reflexivo que tan bien sabe lograr este director, con su particular mirada a éste y tantos otros micromundos. Los protagonistas se muestran sólidos y tanto Rudd como Mann parecen divertirse en lo que hacen y estar a gusto con sus personajes aún en las escenas más "incómodas", además de estar acompañados por un elenco secundario de lujo. Sean bienvenidos entonces, al universo de los cuarentones en plena, plena, plena crisis.
Lo primero es la familia Julie Delpy, más reconocida en su carrera como actriz ("Blanc", la trilogía de Linklater con Ethan Hawke "Antes del amanecer" "Antes del atardecer" "Antes del anochecer", "Flores Rotas" de Harmusch o sus propios films "2 Días en Paris" "2 Días en New York") que como realizadora, cumple aquí ambas funciones y retrata en "Verano del '79" una típica reunión familiar en la zona de la Bretaña francesa. El cumpleaños de la abuela Amandine -eje de una familia completamente matriarcal- es la excusa perfecta para pasar un par de días juntos: primos, tíos, parejas, adolescentes, niños, hermanos, familia política ... todos los lazos familiares sobre los que Delpy pondrá su lupa, observándolos detenidamente y retratándolos durante este gran festejo. Lo más interesante del planteo es que durante la mayor parte del relato, las situaciones están atravesadas por la mirada de Albertine, que hoy vuela con el recuerdo hasta ese momento, en donde tenía once años y estaba en plena etapa transicional. Ese momento en donde abandonar la niñez resulta complicado, pero más dificil aún parece ser la entrada en el universo adolescente. Los momentos donde Albertine lleva las riendas del relato son precisamente los más sólidos y los mejor logrados, no solamente porque el pulso ficcional es claro y preciso, sino porque además Lou Alvarez tiene una frescura y una simpatía, una naturalidad totalmente contagiosa, además de un hermosísimo rostro para la pantalla. El título original "Le Skylab" hace referencia a que justamente durante ese fin de semana estaba pronosticado que cerca de esa zona, caería el satélite. A partir de varios comentarios del peligro que esto puede significar, aparece en la cabeza de la pequeña protagonista el tema del fin, de la muerte, que de todos modos apenas sobrevuela livianamente el relato y no se encuentra tan presente como en otros filmes de reuniones familiares en donde el punto de reunión se genera justamente por la muerte de algún familiar. Sin dejar de estar presente (Albertine va a saludar a la noche a sus abuelas antes de dormir, por las dudas que se mueran mientras duermen), el tono del relato de Julie Delpy no está abordado desde el drama ni desde la tragedia. Todo por el contrario, siempre tiene una mirada simpática y tierna para con sus personajes, llena de sentido del humor y sobre todo con esa mirada infantil, de recuerdos, de experiencias vividas que atraviesa completamente el relato. En que se diferencia Delpy de otros realizadores de su generación como Desplechin (y sus disfuncionales familias de "El primer día del resto de nuestras vidas") o Rémi Bezançon (de "Amor de familia" o "Un suceso feliz")? Que no logra tener ni la acidez de Desplechin ni la profundidad en el análisis de ambos. Uno de los puntos flojos del guión es que la abuela Amandine ha tenido seis hijos, con diferentes maridos. Con lo cual, en la reunión familiar cada uno de ellos asistirá con sus parejas más sus hijos, se le sumarán otros personajes como el tío desmemoriado y extraviado como hay en cualquier familia más algunos lazos políticos. Entonces Delpy tiene que lidiar con una gran cantidad de personajes sin terminar de profundizar y darles características distintivas a cada uno de ellos, habiendo algunos personajes que no asoman más allá de lo meramente decorativo (incluso la Albertine adulta, un desperdicio para semejante actriz como Karin Viard). En este caso, más termina siendo menos y Delpy padece el hecho de tener que lidiar con un batallón familiar en pantalla. Por el contrario, algunas escenas del grupo de los chicos o inclusive las de los adolescentes de la familia, son desconectadas hábilmente fuera del gran bullicio familiar -que se retrata desordenado en el encuadre en pantalla pero también se desordena en el guión- y se constituyen en el punto fuerte del relato. Con un registro más cercano a otra realizadora francesa sumamente interesante en el abordaje de la mirada de los niños en el mundo familiar adulto, Carine Tardieu, de quien se ha visto en varios ciclos la deliciosa "La tête de maman" y en la última edición de Les Avants "Du vent dans mes mollets", Julie Delpy prefiere pintar a esta gran familia a través de algunas pinceladas que van desde las diferencias de cada una de las parejas hasta las rencillas por temas que jamás conviene abordar en una mesa familiar (política / religión) incluyendo acertadamente algunos momentos muy tiernos como los juegos de cartas en familia, cantar canciones en la sobremesa o las travesuras infantiles que festejan los adultos. Es una pena que el guión de "Verano del '79" no haya podido abordar a fondo alguna de las lineas del planteo, quedando como a mitad de camino y sin poder definir exactamente lo que quería contar aunque si acierta completamente en el tono narrativo ágil y simpático. Estas postales que elige a manera de "polaroids" de una época, alcanzan para trazar el retrato de los años '70 de esta típica familia francesa de provincia, ya sea desde las ideas políticas o progresistas de los padres de Albertine como de ese recuerdo plagado de ternura que tiene ella sobre sus padres -hay mucha dulzura y naturalidad tanto en el vínculo entre sus padres como los lazos de ella con cada uno (notables los diálogos entre y su padre o en el momento que les anuncia que se ya es toda una "señorita")-. Y más allá de ciertos desniveles en el guión, un punto fuerte es el elenco que Delpy ha logrado conducir exitosamente, logrando trabajos deliciosos tanto en Emanuelle Riva y Bernadette Lafont como las abuelas, la propia Julie Delpy y Eric Esmolnino como los padres de Albertine y los roles de Noémie Lvovsky (tia Monique), Dénis Menochet (tio Roger) y una graciosísima Valérie Bonneton como la tía Micheline. Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián 2011, "Verano del '79" es una mirada con humor y ternura a un tiempo pasado en el que han quedado guardados algunos momentos imborrables y un puñado de anécdotas que son parte de los personajes y de nosotros mismos.
Diego Peretti es Eduardo, un trabajador de la industria del petróleo del cual en principio contamos solamente con algunos datos a nivel laboral con algunas primeras escenas que ofrece la película. Más tarde, cuando llega a su casa, ya nos sumergimos un poco más en su mundo y con sólo algunos primeros detalles es evidente que se encuentra atravesando desde hace mucho tiempo, un momento particular, de crisis personal. Con situaciones que lo muestran casi al borde del abandono, no contaremos sino hasta más avanzado el film, con los datos necesarios que el guión irá aportando progresivamente, para tener más claro el cuadro de situación de este personaje central del filme. Un guión que elige ir dejando marcas, pistas, muy lentamente sin invadirnos de información en las primeras imágenes, con lo que requerirá la paciencia necesaria para ir armando su perfil y su historia personal. Sabemos que también inicia su periodo de vacaciones y conjuntamente con esto, aparece el llamado de un viejo amigo que hace que Eduardo deba trasladarse hasta Ushuaia. Mario (Alfredo Casero) vive allí con su esposa (Claudia Fontán) y sus dos hijas adolescentes y necesita pedirle que se quede a cargo del negocio familiar de regalos y souvenires patagónicos, sólo por una semana. Ya desde un primer momento, la dinámica familiar en la casa de su amigo y el contacto que comienza a tener con el público en el negocio, hacen que Eduardo tenga que romper en cierto modo con esa desconexión básica que parece tener con el exterior. Ese será quizás el primero de los muchos movimientos internos, vivencias, emociones, cambios, que se irán gestando y desplegando en ese tiempo. Un tiempo que finalmente quedará grabado como mucho más profundo que unas simples vacaciones. "La reconstrucción" es una sorpresa por varios motivos. Primeramente porque es un propuesta arriesgada y más aún si viene de la mano de Juan Taratuto, de probadísima eficiencia y éxito en el terreno de la comedia con sus anteriores trabajos en "No sos vos, soy yo" "Quién dijo que es fácil?" (ambas con el protagónico de Diego Peretti, una especie de actor fetiche del director) y otro gran éxito de taquilla como fue "Un novio para mi mujer". Casi absolutamente ninguna de las marcas de sus trabajos anteriores aparecen en "La Reconstrucción" donde uno de las pilares sobre los que parece trabajar, es no solamente mostrar el proceso de cambio del personaje central, sino testimoniar en cierto modo su propio proceso de cambio. Demuele todo el camino construido por el director, para iniciar algo completamente antagónico, cinematográficamente hablando, aunque Taratuto logre la misma precisión y muy buenos resultados. El paisaje helado e inhóspito de la Patagonia parece ser el escenario ideal para que se mueva Eduardo, congelado hace tiempo en sus sentimientos. Ya desde el cuadro geográfico en el que está inmerso aparecen la desolación, la incomunicación, las distancias y la soledad, con lo que se convierte en el espacio óptimo para plantear esta historia de desconexiones afectivas y de posibles reparaciones. Peretti una vez más le pone el cuerpo a este nuevo personaje -con el que no es fácil lograr una empatía a primera vista- y se carga prácticamente la película a sus espaldas construyendo a Eduardo desde el fondo, para que aparezca luego, indiscutiblemente, en la forma. Taratuto elige más contar la historia y construir a sus personajes, desde los silencios o desde las pequeñas acciones que desde los diálogos. Y aún cuando hay situaciones en donde imprime un ritmo demasiado ceremonioso, más apuntado a lo formal y parezca un tanto solemne, con el discurrir de la película logra el clima intimista que se necesitaba para retratar este proceso. Junto a Peretti, dos actores de probada trayectoria en el terreno de la comedia, también demuestran un cambio, desplegando su veta más dramática: Alfredo Casero aparece en un Mario mucho más contenido y sereno que en sus trabajos anteriores (como "Dos más Dos", "El día que me amen" o "Todas las azafatas van al cielo") aún cuando siempre pone su impronta personal en cada papel. Claudia Fontán, por su parte, transmite toda la emocionalidad a flor de piel de Andrea, sus contradicciones, sus quiebres, sus dudas. Y en muchas de las escenas que le toca jugar, su fuerte presencia en la pantalla ya dirá todo, sin necesidad de subrayar demasiado con diálogos que expliquen lo que pasa. Fontán acierta en la construcción de un personaje completamente en las antípodas de sus trabajos televisivos, llenos de extroversión y casi construidos al ritmo de sitcom. Muy en el sentido en que Taratuto traza un camino completamente nuevo dentro de su filmografía, Fontán transita en el mismo andarivel, entregando un trabajo visceral y absolutamente diferente a otros anteriores como en "Igualita a mi" "Un día en el paraíso" o "El hijo de la novia" y quizás más compatible con la película que rodó en España junto a Eduardo Blanco, "Pajaros Muertos", aún inédita en nuestro país. Otro acierto en el casting son las dos adolescentes, hijas de Mario y Andrea, Maria Casali y Eugenia Aguilar que son quienes aportan la cuota de chispa en algunos diálogos y distienden algunos momentos dramáticos del guión. Una apuesta fuerte de Taratuto de la que sale triunfador. Seguramente en caso que elija seguir transitando por este camino, logrará también descomprimir un poco más ese rictus ascético que le imprime sobre todo a la primer mitad del filme en la construcción de sus personajes y poder liberarse un poco más y transitar el terreno del drama sin que esto implique olvidarse por completo de los momentos de comedia que aún en todo buen drama, pueden coexistir. Un trabajo fuerte, comprometido, que nos deja como descolocados, pensando en lo efímero de algunas cosas. Y hablando del resultado de "La Reconstrucción" creo que eso es lo mejor que puede pasar como espectadores, quedar atravesados por un sentimiento que permanece en uno, mucho después que se prendan las luces de la sala.