En el momento en que todas las plataformas, sin excepción, ofrecen miles de productos navideños que van desde las comedias románticas, películas familiares, productos de animación, hasta especiales navideños de reconocidas series, “LA ULTIMA NOCHE” comienza con el típico planteo de reunión entre amigos navideña, para ir cambiando rotundamente de género, ingresando rápidamente en planteos existenciales y decisiones que deberán tomar cada uno de los protagonistas frente a la posibilidad apocalíptica de una última noche en la faz de la Tierra. Dentro del grupo de personajes, el guion busca representar todos los estereotipos, sin olvidar de ser lo más inclusivo posibles. Familias tradicionales con sus hijos –con su felicidad real o fingida-, parejas homosexuales, noviazgos interraciales: el clan de amigos de toda la vida logra abarcar todas las potenciales opciones. Un grupo donde podremos encontrar el reflejo de la sociedad actual donde el guion juega con diálogos irónicos, con un humor típicamente inglés para clavar el bisturí sobre una clase lo suficientemente acomodada como para poner la lupa sobre los aspirantes a la actual high society. En un giro bastante sorprendente, nos enteramos que una gran nube de gas tóxico está acabando con toda la humanidad, y esta gran fiesta se transformará en una despedida general para pasar juntos esta última noche del título, despedirse de los afectos y enfrentarse a una decisión compleja: tomar o no la pastilla que los gobiernos han decidido repartir para una muerte rápida, efectiva y sin dolor, asegurando un sueño placentero para abandonar este mundo. Todos parecen completamente decididos con lo cual, el personaje más interesante del grupo es Art, el hijo de la pareja que componen Keira Knightley y Matthew Goode, que presenta pequeños actos de rebeldía y plantea preguntas que ponen en jaque a la postura de sus padres. Como un elemento adicional, Art está interpretado por Roman Griffin Davis, quien además de ser el hijo de la directora, es quien todos recordaremos como el protagonista absoluto de “Jo Jo Rabbit” que demuestra una vez más la atracción que produce frente a la cámara. El grupo de amigos tendrá, como sucede en toda reunión, algunos secretos, cuentas pendientes de resolver, situaciones del pasado que parecen salir a la luz en el momento menos pensado, y el tono de comedia agridulce va mutando a un tono mucho más dramático frente a la decisión que tomará cada uno de ellos respecto de consumir o no la pastilla. Camille Griffin acierta desde la dirección en generar los diferentes climas que requiere cada uno de los géneros que “LA ÚLTIMA NOCHE” intenta abarcar. Pero precisamente, en el intento de abordar ese momento apocalíptico de una forma diferente a cualquier típica película del fin del mundo (inclusive en un juego de dígalo con mímica se hace referencia a “El día después de mañana” como una obvia alusión a aquellos productos de los que quiere alejarse) la historia comienza a navegar en ciertas imprecisiones sin saber en cuál de las propuestas puede o debe hacer pie. La narración coral funciona, sobre todo por la solidez del elenco y junto a Knightley y Goode, están Lucy Punch, Lily-Rose Depp, Annabelle Wallis de “The Tudors” y “Peaky Blinders” y Kirby Howell-Baptiste de “Porqué matan las mujeres”. Pero la falta de precisión en la elección del tono de la historia cuando se aleja del humor ácido inicial, esa mezcla de géneros que plantea el guion, resiente demasiado el resultado general. La historia del apocalipsis se convierte en un drama ético sobre el consumo de la pastilla del último día, y una vez que abandona la historia del encuentro de amigos, no logra tampoco generar el ambiente de terror / horror y la dimensión fantástica del relato no aparece más que en un par de escenas aisladas. Sobre el final, un epílogo demasiado obvio para cerrar el filme, no logra dar con el toque novedoso que “LA ÚLTIMA NOCHE” proponía desde las primeras escenas.
Estrenada en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, este tercer trabajo de Manuel Nieto Zas plantea ya desde su título el eterno conflicto de roles, clases sociales y diferencias infranqueables dentro del marco de los vínculos laborales. Pero la narración va descubriendo diferentes capas y, muy pronto, podremos apreciar un guion mucho más profundo y más complejo que aborda otros vínculos que se presentan desde estas dos perspectivas tan opuestas como las de empleado / empleador. Ninguno de los dos, ni patrón ni obrero, cumplen con los arquetipos del entorno rural en donde se plantea la historia. Ni Rodrigo (a cargo de Nahuel Pérez Biscayart, como el hijo de un empresario rural interpretado por Jean Pierre Noher) con sus rasgos liberales y sus problemas económicos a los que enfrenta con suma dificultad, ni Carlos (Cristian Borges) que ante la urgente necesidad de encontrar un trabajo para sostener a su familiar, acepta un puesto para el que no cuenta con ninguna experiencia laboral previa, con una impericia que puede devenir en problemas. A partir del título, se podría entender que el filme intentar trabajar con estos dos universos completamente separados y antagónicos exclusivamente, pero el guion del propio Manuel Nieto Zas lo convierte en un juego de vínculos especulares donde se van reflejando uno en el otro. Sus miedos, sus inseguridades, el vínculo con sus esposas y el hecho de haber sido ambos recientemente padres, los van uniendo en un entramado que propone, finalmente, muchas más similitudes que diferencias. Sin embargo, la verdadera tensión y la diferencia de clases más marcada aparecen en los personajes de sus respectivas esposas (Justina Bustos y Fátima Quintanilla) que no sólo abordan la maternidad desde dos formas diferentes, sino que cada una de ellas deberá atravesar con sus propias herramientas, las complejidades que se presentan con cada uno de sus hijos. Hay algo en la vulnerabilidad de esas madres frente a sus bebés que comienza a anticipar el tono más dramático del relato y si bien los personajes de Rodrigo y Carlos llevan a su cargo el ritmo de la narración, el verdadero elemento desestabilizador va de mano en mano de cada una de las co-protagonistas femeninas, sobre todo en el caso de la mujer de Carlos, cuya personalidad está fuertemente teñida de amenaza y se convierte en un elemento contundente y perturbador. En la estructura y la superficie, el relato parece sereno, contemplativo y observante de las tradiciones campestres, incluidas sesiones de doma y de cacería que se pueden emparentar con ciertos ritos de iniciación que deben atravesar los personajes. Hábilmente, la tensión va creciendo una manera más silenciosa y subyacente. “EL EMPLEADO Y EL PATRON” atraviesa zonas de duro dramatismo donde cualquier historia podría cerrar su moraleja. Por el contrario, en un momento donde parece que la pareja de Rodrigo y su esposa parecen encontrar cierto equilibrio, Nieto Zas lo utiliza para seguir dando impulso a la historia y poder complejizar más aún los vínculos que ha presentado. La incertidumbre, el profundo sentimiento de culpa, el filo de la navaja sobre la que caminan los personajes, el dolor frente a la(s) pérdida(s) de lo querido y lo deseado, el exterior presionando por que algunos de ellos ocupen un lugar del que desertan y las reacciones que despliega cada uno para tratar de encontrar su propio eje, hace que la historia tenga momentos de gran profundidad que van mucho más allá de un simple planteo “dueños” / empleados. Uno de los principales puntos fuertes es, que en ningún momento se plantean bajadas de línea ni discursos morales sobre los personajes. Todo está centrado en los detalles, en lo que no se dice y muchas veces en lo que tampoco puede verse (un excelente trabajo del fuera de campo que utilizar en momentos claves de la historia) y en ciertas simbologías como puede aparecer ese caballo blanco en la segunda mitad del relato. Este tercer trabajo de Nieto Zas apuesta a pintar su aldea para lograr exitosamente retratar el mundo en que vivimos. POR QUE SI: «Ninguno de los dos, ni patrón ni obrero, cumplen con los arquetipos del entorno rural en donde se plantea la historia»
La nueva película del realizador Rodrigo Fernández Engler (cuya ópera prima ha sido “Soldado Argentino sólo conocido por Dios”) propone, ya desde su título un juego de traiciones, dobles morales y falta de códigos, enmarcados dentro de una tradicional empresa familiar manejada por un padre y sus dos hijos. Con un inicio al que se lo puede vincular con algunos toques de “Succession” – salvando las distancias-, seguiremos al protagonista, Máximo Ferradas (Mariano Martínez), en un viaje de negocios en donde se decidirá la venta del paquete accionario de la empresa familiar a un grupo de inversores extranjeros. Como todo emprendimiento familiar, quedará entramado con lo vincular y saca rápidamente a la luz las tensiones que tiene con su hermano (Sergio Surraco). Luego de operar su jugada, Máximo le pedirá a su padre (Jorge Marrale) la parte de la herencia que le corresponde. Este será su primer movimiento para alejarse de las imposiciones familiares y comenzar a construir su destino y su propio imperio, alejando del clan familiar. Se instalará en la Patagonia, en el pueblo pesquero de Perla del Mar (antes llamado Penitentes, cuyo nombre original tendrá más que ver con la historia de redención que encierra el relato) donde finalmente conoce a Caviedes (un gran trabajo de Arturo Puig), el gestor de negocios y apoderado que había intervenido en la venta de la empresa familiar a los americanos. De alguna manera, la figura de Caviedes lo deslumbra, ya sea por sus contactos con el poder, por el ascenso social que a primera vista le representa o por las diversas posibilidades de negocios que aparecen rápidamente sin ningún tipo de barreras ni escrúpulos, lo que facilitará su objetivo de ocupar un cargo en un ministerio y desde allí digitar las modificaciones de la ley de pesca que tendrá un gran impacto para la zona. Al adentrarse en esta contienda interna del pueblo de los pescadores, algunas reglas de la política comienzan a entrar en juego y complican la situación de Máximo, que parece empeorar a cada paso. Es así como se genera el típico espiral descendente del protagonista, donde comienza a ser artífice de su propio infierno personal a medida que se vaya alejando de los mandatos familiares, como una especie de castigo divino o compensación por su absoluta falta de lealtad. Mucho de lo que sucede en “YO, TRAIDOR” cumple no sólo con una estructura típica vinculada con la parábola del hijo pródigo sino que, con algunas pequeñas diferencias y adaptaciones, también se relaciona con la construcción del típico camino del héroe al que va siguiendo respetuosamente en todos sus pasos principales. Aparecerá entonces la aventura, los aliados, los enemigos, las pruebas, la aparición del elemento romántico (con un muy buen trabajo de Mercedes Lambre) y la llegada a lo más profundo, para después emprender el regreso e intentar su propia “resurrección” y generar el tan ansiado conocimiento. La película logra tomar un mayor vuelo sobre el tercer acto a partir de que, literalmente, un chiquero conduzca la historia a su parte más animal, más visceral, momento en el que el protagonista logre tocar fondo y el guion pueda asentar la historia, dejar de dar permanentes giros escalando esa ambición desmedida, y se enfoque en el mensaje central que quiere transmitir. Para Mariano Martínez, sin dudas, ésta es una excelente posibilidad de destacarse en un protagónico diferente, pero la complejidad que requiere su Máximo, lo encuentra en algunos tramos sin poder tocar el alma de su personaje y hace que la composición luzca superficial y exterior. De todos modos, tiene momentos muy logrados y el resultado se fortalece más aún con el elenco que lo acompaña donde todos los roles secundarios están muy bien cubiertos. Arturo Puig vuelve a componer un villano temible (tan alejado de su bondad televisiva) junto a Jorge Marrale, Sergio Surraco y Osvaldo Santoro que despliegan todo su oficio. “YO, TRAIDOR” logra fortalecerse entonces en su parte final, que es la que logra un mayor impacto y la que aparece como más sólida –con algunos mensajes sobre la paternidad, el sentido de la pertenencia y una parábola muy interesante que establece con la figura del rio, su corriente y su cauce- que imprimen un toque poético, acompañado de imágenes más luminosas que se contraponen con la Patagonia gris en donde se desarrolla la parte más oscura del devenir de Máximo. POR QUE SI: «Elenco donde todos los roles secundarios están muy bien cubiertos «
Si bien el documental parece ser un homenaje a una de las obras más importantes de Federico Fellini y del cine italiano contemporáneo, el relato se construye casi en su totalidad alrededor de la figura de Peppino Amato, uno de los productores de la película que creyó en el proyecto y lo siguió apoyando plenamente a pesar de sus diversos inconvenientes. Precisamente el documental develará a través de material inédito en cartas originales –que pasan del papel escrito a máquina, a las voces impecables de los dobladores Luca Dal Fabbro y Ambrogio Colombo, quienes le dan vida en la actualidad para generar un interesante diálogo realidad/ficción-, telegramas, fragmentos fílmicos y mediante escenas ficcionadas; todas las complicaciones alrededor de la filmación, producción y el posterior estreno de “La Dolce Vita”. El director, Giuseppe Pedersoli en su primer trabajo para la pantalla grande, es precisamente el nieto de Amato y deja claro su halo de homenaje y de (re)valorización de la enorme carrera que tuvo su abuelo como productor de las películas más importantes de la época, que fijaron además una mirada de vanguardia dentro del cine italiano de posguerra. Obras como “Roma, Ciudad Abierta” –junto con la elección de Ana Magnani como protagonista y ese inolvidable personaje- “Ladrones de Bicicletas” “Umberto D.” o “Francisco, juglar de Dios”, tuvieron a Amato como productor, codeándose con Vittorio de Sica, Roberto Rossellini y el propio Fellini. Pedersoli revela los diversos problemas que fueron complicando cada vez más a la producción de esta película cuyo presupuesto se fue tornando inmanejable hasta llegar a duplicar lo que originalmente se había pactado. No solamente las discusiones rondaron alrededor del material desperdiciado y los millones de liras que se seguían gastando, sino también respecto de su duración, que complicó el proceso de montaje posponiendo el estreno, y que a su vez la haría muy poco comercial y generaría complicaciones para recuperar todo lo invertido. Testimonios de actrices que participaron de la película, de los familiares de Amato, de reconocidas figuras del mundo del cine italiano como Bernardo Bertolucci o Dino de Laurentiis, van permitiendo unir las piezas para recordar a una obra maestra como “La Dolce Vita”, pero al mismo tiempo, para ir armando y poniendo en valor a la figura de Giuseppe / Peppino como el gran productor que fue, un apasionado de su trabajo, una mente obsesionada por llevar a cabo esta película enorme desde que hizo la primera lectura del guion y que defendió contra todos los pronósticos: una película que resistió plena al paso del tiempo y que, todavía, sigue siendo magnética con su inconfundible plata y negro. Las figuras de director y de productor se ponen en tensión y uno de los lineamientos más fuertes que trabaja el documental es justamente la pregunta que en el mundo del cine suele presentarse en más de un caso: ¿le película es finalmente obra del autor o del productor? En palabras del propio Fellini, este proyecto que ahondaba en la burguesía italiana de la época, quería mostrar personajes trágicos en situaciones penosas pero que, en su trasfondo, lograran transmitir esa dulzura misteriosa que tiene la vida. Indudablemente que lo ha logrado con una película que a más de 60 años de su estreno sigue vigente con ese inolvidable encuentro de Sylvia y Marcello (Ekberg-Mastroianni) en la fuente, debajo de la cascada, con una escena romántica de antología. Quienes hayan visto “La Dolce Vita” disfrutarán nuevamente sus fragmentos, sumando la información de los entretelones que rodearon toda su producción. Quienes no la hayan visto, el documental se transforma en una excelente excusa para entrar al universo de Fellini y sus creaciones. Lo más importante que deja “LA VERDAD SOBRE LA DOLCE VITA” es el retrato de Amato y el hecho de pensar que sin Peppino, su tesón, su pasión y su fuerza para insistir y sacar el proyecto adelante, una de las más grandes obras de Fellini y del cine italiano, jamás hubiese sido posible, sin él “La Dolce Vita” posiblemente no hubiese existido.
A partir de la pandemia y el aislamiento social surgieron, algunas temáticas diferentes y nuevas formas de expresión. Muchas de las historias comenzaron a estar atravesadas por este nuevo contexto de virtualidad incorporando elementos narrativos que no se habían presentado anteriormente e, inclusive, muchas puestas –tanto teatrales como cinematográficas- fueron filmadas desde otros dispositivos, incluyendo los celulares de los propios directores y protagonistas. Con estos elementos, Natalie Morales hace su debut tras las cámaras y protagoniza junto a Mark Duplass, “A UN CLICK DE DISTANCIA”, pareja que también estuvo a cargo del guion. Ambos elaboran una propuesta muy acorde a este nuevo orden que se reforzó con la pandemia: a las clases online, a los vínculos virtuales, a poder construir una historia a pesar de la distancia (situación que ahora pareciese mucho más normal) y a una narrativa que depende, casi exclusivamente de personajes que se comunican, mirando en primer plano, fijamente a la cámara. La pareja se ingenia para que este formato, tan alejado de todas las posibilidades que ofrece el cine, despierte interés y que a pesar de las limitaciones que se imponen con dos personajes que habilitan el diálogo a través de las cámaras de sus computadores o sus celulares, vaya encausando fluidamente la historia. Morales es Cariño, una costarricense que da clases de español a extranjeros y Adam (Duplass) comienza sus clases a partir de un regalo que le hace su esposo para mejorar un idioma que ya conocía en un pack de 100 clases. Lo que desde un primer momento se presenta como un vínculo profesora-alumno que va a perdurar en el tiempo, se irá profundizando rápidamente cuando luego de la primera clase, Adam tenga un problema personal que va a modificar sustancialmente esa relación. Así acompañaremos a los personajes de los cuales sólo tenemos algunos pocos datos, más aquellas apreciaciones que podemos ir sumando a partir de los elementos que aparecen como fondo mientras ellos se comunican, en este vínculo que se irá tornando mucho más personal, aun cuando no se pierde de vista el punto de partida original. Los diálogos son ágiles, sencillos, sin proponerse (re)marcar las temáticas que se van abordando a lo largo de los encuentros y de que vayan tomando más confianza y relaten fragmentos de sus vidas privadas, sin que esto signifique que Morales & Duplass, no tomen cada tema que plantean muy seriamente. Sólo que logran poner una pátina de comedia –tomando algunos elementos de las típicas comedias románticas- para poder procesar sin dramatismos, algunos puntos agridulces de la trama. Ambos aportan frescura y espontaneidad a sus personajes y uno de los puntos a favor que maneja la película es la química que logran en este vínculo a distancia usando las pantallas de sus dispositivos como único medio de comunicación y el registro preciso de los cambios que va teniendo la relación a medida que se suman las clases / encuentros. Morales & Duplass tienen el carisma suficiente para sostener esta historia que habla de la amistad, la pareja, la soledad, los proyectos, las zonas más oscuras que no frecuentemente nos animamos a mostrar y lo hace a partir de un vínculo de dos desconocidos que irá creciendo a medida que cada uno de ellos habilite las zonas más íntimas de su propia historia. “A UN CLICK DE DISTANCIA” cumple con la propuesta y sabe hacer jugar algunas limitaciones propias del formato a su favor, aunque en algunos momentos queda entrampada en los condicionamientos que aparecen frente a una propuesta de estas características e impone algunos avances de la historia a fuerza de golpes de efecto, que, de todos modos rápidamente quedan incorporados a la historia de una forma más orgánica. Presentada originalmente en el Festival de Berlín que le abrió las puertas de una importante trayectoria internacional (Festival de Londres, San Francisco, Melbourne, Toronto y Los Ángeles), este novedoso formato de comedia aporta frescura y reflexión en una cartelera post-pandemia donde parecía no haber lugar para otros productos que no fuesen los tanques hollywoodenses.
El cine de Céline Sciamma es uno de los más lúcidos y arriesgados del cine francés actual y en cada una de sus películas pone en el centro a figuras femeninas que acompaña de una forma especial. Tanto por la temática, como por el tratamiento visual y la sensibilidad que pone en sus personajes, cada uno de sus filmes representa un desafío porque, además, si bien comparte una mirada y un interés en el rol de la mujer como eje de sus relatos, cada trabajo es bien diferente del anterior. En su quinta película, “PETITE MAMAN”, que fue vista en el reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata dentro de la Competencia Oficial, la directora retoma la figura femenina en la línea de mujeres de la familia (madre / hija/nieta) a partir del desencadenante que se presenta a partir la muerte de la abuela y lo hace desde un punto del personaje de una niña de ocho años. Además de esta atenta a cada uno de los detalles de la puesta, Sciamma es además una excelente guionista que aprovecha el verdadero sentido del cine: sus imágenes reemplazan lo que en otras películas se pone en palabras y se explicita. Ya desde la primer escena en donde la pequeña Nelly se va despidiendo una a una de las abuelas de una residencia geriátrica hasta llegar a una iluminada habitación vacía en donde encuentra a su madre ordenando algunas pertenencias, entendemos perfectamente que juntas deberán iniciar ese camino complejo del duelo y de la ausencia: la abuela de Nelly, ya no está. Desmantelando la casa, Nelly se irá despidiendo de cada uno de los rincones de su abuela, al mismo tiempo que la profunda tristeza de su madre se evidencia por los silencios y ese encuentro con ciertos objetos de la infancia que proponen un recorrido por los recuerdos y por la nostalgia. Cada una se aproximará al doloroso territorio de la muerte de un ser querido, de la manera que cada una de ellas pueda, a veces enfrentando la realidad, a veces escapando. Cuando Nelly sale a recorrer los alrededores y va penetrando en el bosque que rodea la casa de su abuela, encontrará la casa de madera donde jugaba su madre. Ahí será cuando Sciamma duplique la apuesta y juegue, como la Alicia de Carroll, a que se atraviese el espejo. Nelly encuentra a una niña, Marion, cuyo rostro le es sumamente familiar y encontrará varios puntos en donde espejarse hasta que el pasado y el presente confluyan, en ese continuo que es la línea de tiempo que tantos científicos proponen inexistente. Rápidamente Sciamma borra el tiempo y el espacio como convencionalmente lo concebimos. Nelly y Marion entablan un relación profunda, un total entendimiento, una pequeña simbiosis que lo va explicando todo (acertadísima la elección de dos hermanas gemelas para los papeles) cuando cada una de ellas, se sumerge en la vida de la otra y el relato va creciendo en sensibilidad y poesía. Esos pequeños diálogos entre las niñas que parecen intrascendentes, en cada mirada, en los espacios y los lugares donde el tiempo se torna difuso, gracias a cada uno de esos detalles “PETITE MAMAN” va creciendo hasta llegar a ser una pequeña gran película. La delicadeza y la profundidad con la que Sciamma aborda un tema tan complejo y tan sensible, son realmente exquisitas. El diseño de arte está en cada uno de los detalles y la iluminación va generando diferentes climas para una historia que nos invita, finalmente, a bucear en nuestro propio niño interior y en el reencuentro con nuestros propios seres queridos.
Hay varios puntos sobresalientes en la ópera prima de Felipe Gómez Aparicio pero indudablemente uno de los mayores aciertos es el de un guion que propone múltiples formas de explorar la historia. El protagonista es David (Mauricio Di Yorio), un adolescente tan compenetrado en el mundo del fisicoculturismo que parece estar completamente alejado de la vida social que llevan sus compañeros de colegio y que tiene como única obsesión la de buscar la perfección de su cuerpo basada en un riguroso entrenamiento diario. El guion de Gómez Aparicio coescrito con Leandro Custo, multiplica los símbolos y los entramados a medida que vamos descubriendo que esa obsesión de David se confunde con la de su madre, una artista plástica que lo va modelando con la misma pasión con la que crea sus propias obras. Viven refugiados en una relación simbiótica que coquetea permanentemente con el límite, la tensión sexual, la patología de un vínculo incestuoso, que la película trabaja en un tono acertado, sin sentencias ni subrayados, construido en base a detalles, miradas y sobre todo con la manera en que dialogan los cuerpos. ¿Cuánto de esta obsesión por el cuerpo tallado y perfecto le pertenece y cuánto es lo que su madre impone como un mandato inexorable? Durante el último festival de Mar del Plata pudimos ver “9” de Barrenechea y Branca, que mostraba un vínculo tóxico en el mundo del fútbol con un padre que oficia de manager de su hijo, potencial estrella que puede llegar a jugar en el fútbol europeo. Algo de esto se trasluce en “EL PERFECTO DAVID” pero se potencia y se oscurece más aun cuando Juana (excelente composición de Umbra Colombo) modela a su hijo con deseo, manipulación y abuso. La confusión de David no parece pasar solamente por descubrir cuánto de su deseo le pertenece y cuánto se impone frente a cumplir con los mandatos de su madre. Se desconoce, comienza a vivir una violencia en su cuerpo que antes no había aparecido, hay un deseo sexual que queda atrapado dentro de ese propio caos personal y esa indecisión y la sombra de la duda, es otro de los puntos que están delicadamente trabajados en un guion que sabe lidiar con la incertidumbre. Gómez Aparicio monta una puesta precisa sin regodearse excesivamente en la desnudez de los cuerpos (que quizás sea una marca registrada del cine de Marco Berger) sino que el ojo de su cámara invita al espectador a participar de una forma voyeurista al sumergirse en el mundo del fisicoculturismo y de esos cuerpos fragmentados y transformados en objetos, con cada mirada que nos comparte la cámara. Umbra Colombo, que se había destacado en papeles protagónicos en “Julia y el zorro” (Inés María Barrionuevo, 2018) y “Azul el mar” (Sabrina Moreno, 2019) logra en esta oportunidad un trabajo de excelencia, con pocas palabras y un lenguaje corporal perfecto. La química que logra con Di Yorio es otro de los puntos fuertes con los que cuenta “EL PERFECTO DAVID” además de los logrados trabajos en los rubros técnicos. Más allá de las palabras, la propuesta narrativa pasa más por lo que se oculta y lo que no se expresa abiertamente, ese subtexto de lo que se recorta. La historia se va armando hábilmente con cada plano de los cuerpos, las miradas, nuestra mirada que se filtra en ese mundo y una fuerte sensación de que lo táctil, cada recorrida sobre esos músculos en busca de la perfección, se transmite por fuera de la pantalla.
Presentada el año pasado en la Competencia Internacional del Festival de Cine de Mar del Plata. “ISABELLA” se suma a la galería de realizaciones de Piñeiro que giran en torno a la figura de las heroínas shakesperianas y que se entremezclan con el mundo del teatro y la actuación. En esa ocasión, la pieza teatral elegida es “Medida por medida” en la que se reflexiona sobre la misericordia, lo sacrificial, la gratitud y la entrega a través de la historia de dos hermanos: Isabella y Angelo. En la obra original, Isabella es la hermana de un condenado por haber dejado embarazada a una mujer soltera y tendrá la posibilidad de salvar a Angelo siempre y cuando se entregue carnalmente al juez que tiene a cargo el caso como “pago” para salvarlo de la terrible sentencia. En este juego de espejos típico de las realizaciones de Piñeiro, conoceremos los detalles de la obra a través de una puesta teatral en proceso de producción. Allí, dos actrices intentan audicionar para el rol principal de Isabella, una de ellas particularmente implicada con la protagonista, dado el vínculo que mantiene con sus hermanos, con sentimientos encontrados respecto de los lazos filiales que, dada su propia complejidad permiten diferentes tomas de posiciones. Piñeiro suma entonces a Isabella a la larga lista de heroínas shakesperianas que ha sabido filmar en “La princesa de Francia” “Viola”, “Hermia & Helena” o “Todos mienten”, princesas literarias que en forma autoreferencial también se mencionan en los diálogos, a lo largo del filme. Lo que se convierte como la marca propia de autor y la singularidad de su cine, que tantos otros directores buscan sin suerte, es al mismo tiempo una forma limitante, una especie de “trampa” en la que Piñeiro parece plagiarse a sí mismo y volver otra vez sobre un dispositivo creativo que calca y pega en un mismo molde, una forma de presentación de su discurso teatral / cinematográfico que, para quienes ya se han acercado a su cine en sus filmes anteriores, puede sonar algo reiterativo y ya visto. De todos modos “ISABELLA” no solo presenta un texto reflexivo e inquieto que demuestra una vez más la atemporalidad de los textos de Shakespeare de plena vigencia, sino que además cautiva por el trabajo de fotografía a cargo de Fernando Lockett quien frente al planteo que hacen las protagonistas sobre la luz púrpura que se presenta como oportunidad para la toma de decisiones, aprovecha para jugar con los colores y mostrar imágenes potentes y de una profunda belleza. Las dos actrices que se disputan el papel son: Mariel (María Villar), insegura, dubitativa, con problemas vinculares con sus hermanos –justamente uno de ellos dentro de la producción de la obra- y Luciana (Agustina Muñoz) que se presenta con una personalidad más segura y con mayor trayectoria, que provoca un mayor desequilibrio en Mariel quien se siente en inferioridad de condiciones, cerrando el triángulo con Miguel (Pablo Sigal) hermano de Mariel que en tren de confesiones entre ellas, descubren que es el amante de Luciana. Piñeiro recurre hábilmente a una fragmentación temporal, rompiendo toda cronología y dejando solo algunas marcas para que el espectador pueda seguir la narrativa que se propone en tres tiempos. Aumenta la audacia de su puesta con la mirada que hace dentro del propio universo teatral, por ejemplo frente a las audiciones, donde incorpora el uso de la Cámara Gesell con toda la riqueza de significados que este dispositivo implica. María Villar y Agustina Muñoz conocen con exactitud el universo del director, ya han trabajado juntos en realizaciones anteriores con lo cual se adaptan con suma naturalidad a este universo y se entregan a las diversas experimentaciones que propone Piñeiro frente a los textos shakesperianos, luciéndose sobre todo cuando por medio de ciertos objetos proponen cambios en los tonos de sus personajes y demuestran todo su potencial y su ductilidad, aunque algunos tramos suenan algo declamados. “ISABELLA” aun con sus reiteraciones dentro de la unión de la dupla Piñeiro-Shakespeare, sigue siendo un filme interesante por su planteo disruptivo, críptico y pendular y una propuesta atractiva y diferente.
En épocas de deconstrucción masculina y nuevos roles femeninos demoliendo las estructuras patriarcales, “EX CASADOS” dirigida por Sabrina Farji, se presenta como una receta de comedia que aporta su mirada de género y acorde a los tiempos que corren. Tanto en “Los Felices” como en “Desmadre”, sus dos trabajos documentales con rasgos de docu-ficción, Farji logra abordar las temáticas propias del universo femenino con algunas propuestas novedosas, las mismas que paradójicamente se encuentran completamente ausentes en sus ficciones (como la reciente “Trópico”) en las que pierde rápidamente el eje, además de tener luchar con guiones endebles y superficiales. En esta nueva película nos presenta al matrimonio de Sonia (Jorgelina Aruzzi) y Roberto (el debut cinematográfico y con un protagónico de Roberto Moldavsky) que se encuentran atravesando una fuerte crisis. Justo en su reunión de cumpleaños, en el momento de soplar las velitas y pedir los deseos, Sonia se rebela y sorprende más que con sus deseos, con sus ganas de separarse definitivamente de Roberto. Intentando poder dar cierre a los trámites de divorcio, la pareja se reencuentra después de un tiempo y por los mecanismos propios de la comedia de enredos, volverán a convivir, a pesar de que cada uno de ellos ya tiene nuevas parejas: ella sale con su abogado y él con la figura protagónica de su nueva película que comenzó un exitoso recorrido por festivales europeos. En el momento de su estreno, “Corazón loco” el producto de la factoría Suar dirigido por Marcos Carnevale, cosechó duras críticas por reflejar a personajes de una clase media acomodada plagada de arquetipos machistas y seguir insistiendo en la idea de un macho bígamo que se cree “piola” por mantener dos familias sostenidas por mentiras permanentes, que, como argumento de una comedia disparatada, ya atrasa como mínimo veinte años. Lo que más sorprende de “EX CASADOS” es que dirigida por Farji era esperable un cristal diferente para tratar el tema de la pareja y los roles de cada uno en esta deconstrucción de los sexos. Sin embargo el Roberto de Moldavsky es un compendio de lugares comunes, cosificando a la mujer en cada uno de sus diálogos y la Sonia de Aruzzi (una muy buena comediante absolutamente desperdiciada) es una catarata de palabrotas, una tras otra sin solución de continuidad como si una mujer de “avanzada” se sostuviese en base a insultos y puteadas. Las bajadas de línea sobre el machismo y el patriarcado son tan obvias y subrayadas como el tema del cigarrillo y ser fumadores pasivos o la mujer objeto en el mundo de la publicidad. Todo muy remarcado como si al espectador hubiese que advertirle que en ese momento el guion intenta decir algo importante. Sumado a que los diálogos parecen escritos por los hermanos Sofovich en el punto máximo de su carrera y que hay unos cuantos pasos de comedia sostenidos desde lo escatológico, la mayoría de las situaciones que plantea el guion tiene resoluciones completamente inverosímiles y seguramente el hecho de haber filmado en pandemia hizo que algunas decisiones de producción lastimasen más todavía el resultado general del producto: los decorados no sólo suenan artificiales sino que es imposible que la sala de espera de un sanatorio luzca idéntica a la de un consultorio médico de un ambiente o que el médico que encarna Gabriel Corrado aparezca de la nada como si hubiesen llamado a un delivery que toca timbre a los pocos minutos. Alguna idea del poliamor con la que se coquetea en las primeras escenas queda completamente diluida frente a la imposibilidad de sostenerla a lo largo de la historia y una resolución absolutamente convencional –previo paso por los viñedos de La Rioja que dan el toque de infaltable spot turístico de este tipo de producciones-, tira por tierra cualquier intento de actualidad y las intenciones de marcar la diferencia frente a una propuesta dirigida por una mujer. Fallida por todas estas razones “EX CASADOS” sólo tiene algunos momentos de sonrisa a cargo de Campi (siempre correcto y con el timing para la comedia que salva más de una situación) y con algún momento de humor autoreferencial a cargo de Liz Solari. Y no mucho más que eso.
En Saint-Lyé, una población al noroeste de la campiña francesa, el 2 de julio de 2008 a las cinco y media de la tarde, un hombre de 53 años llamado Jean-Michel fue arrollado por un tren. ¿Accidente o suicidio? Esta será la punta del iceberg que toma Sandra Gugliotta (que vuelve al terreno del documental después de su trabajo en “La Toma” (2013) y directora de “Las vidas posibles” , “Un día de suerte” o “Arrebato” con Pablo Echarri, Leticia Brédice y Mónica Antonópulos) para comenzar a trazar un doble recorrido. El caso de Jean-Michel es la punta del ovillo para el inicio de una investigación que irá reconstruyendo los hechos que conducen, directamente, a graves problemas laborales, los que tendrán conexión directa con la historia del padre de Gugliotta y su situación laboral en pleno menemismo, época de reestructuración del Estado, privatizaciones y desmantelamiento del aparato fabril nacional. Sólo por mencionar dos ejemplos dentro de la filmografía francesa, Laurent Cantet desde sus “Recursos Humanos” o “El empleo del tiempo” ha podido comenzar a plantear en la pantalla, la voracidad con la que las empresas se transforman en una verdadera picadora de carne, en la que sus empleados quedan atrapados como un objeto más dentro del proceso de industrialización. Objeto, que es impiadosamente descartado según la conveniencia de los empresarios, demoliendo psicológicamente la psiquis de aquellos que sostienen sobre su puesto de trabajo: “un trabajo es para toda la vida”. Otro gran director, Stéphane Brizé a través de “El precio de un hombre – La loi du marché” o “La guerra silenciosa” usa su cine como un fuerte instrumento de denuncia frente a la manipulación que ejercen las corporaciones –e indirectamente el Estado apoyándolas con artilugios legales- sobre los derechos laborales. Sus trabajos dejan expuestos el abuso de poder, la presión y el maltrato psicológico que se ejerce sobre el capital humano que debe mantenerse sumiso ante la imperiosa necesidad de contar con su puesto de trabajo. “RETIROS (IN)VOLUNTARIOS” comienza a poner el ojo sobre el fenómeno de la placarización donde el empleado se convierte en un mueble más de la empresa, incluso con estrictas órdenes por parte de las esferas gerenciales de que el resto de los compañeros no le dirijan ni siquiera la palabra o no compartan, por ejemplo, los espacios comunes como el comedor o la cafetería, empujándolo al aislamiento absoluto que representa una tortura psicológica extrema. Así un primer caso conecta con otro, y otro más, hasta descubrir una alarmante cantidad de suicidios dentro de la firma France Telecom, quienes ocupaban cargos importantes y fueron abruptamente recortados de sus funciones y sometidos a manejos impiadosos. Inclusive, la crueldad en las formas de suicidio elegidas, que llegan inclusive a inmolarse y prenderse fuego en el propio lugar de trabajo, hablan a las clases de una extrema responsabilidad por parte de la empresa, que obviamente a través de su equipo de abogados no hace más que esquivar la verdad aduciendo que estos empleados tenían problemas personales, desmarcándose de toda responsabilidad. “Era muy frágil, no pudo soportarlo” es el común denominador de lo que expresan los testimonios de familiares, pareja, amigos de las víctimas que han elegido el suicidio como única salida a un problema grave al que no pudieron encontrarle otro tipo de solución o un pedido de ayuda a tiempo. Hay, por suerte, algunos sobrevivientes que fallaron en su intento o aquellos que pudieron salir del espiral y pueden contar su propia historia y ser la voz que no podrán acallar, por todos aquellos que no pudieron lograrlo. ¿Qué fue de aquellos trabajadores que tomaron los retiros voluntarios menemistas en plenos años 90, donde los terrenos fabriles terminaron transformándose en zonas devastadas? Aquí en “RETIROS (IN)VOLUNTARIOS” son evocados en la figura del padre de la directora, uno de los 28 mil trabajadores que aceptaron esas tentadoras ofertas de hacerse con una suma importante de dinero que la mayoría de ellos perdería al poco tiempo, licuados por los efectos inflacionarios o por la falta de habilidad sostener sus emprendimientos comerciales después de haber estado muchos años en relación de dependencia y sobre todo dentro del Estado. A modo de homenaje, Gugliotta rearma el retrato de su padre, valorando su posibilidad de reinventarse, de volver a recobrar su dignidad por medio de un nuevo trabajo y de otra forma de vida, uno de los escasos sobrevivientes dentro de un mar de desempleados que perdieron en poco tiempo su puesto de trabajo y sus ahorros, sin poder acariciar ni de cerca, esa falsa felicidad prometida en esos retiros que parecían ser la mejor elección. El retrato de todo lo ocurrido con los trabajadores de France Telecom, combinado y potenciado por la historia personal de la realizadora, conviven a la perfección es este documental necesario y potente, con momentos de una angustia arrolladora, donde Gugliotta pone su cámara al servicio de la denuncia, de desenmascarar estos mecanismos perversos donde los trabajadores pierden sus vidas y las empresas siguen dando la espalda. No son más que empleados, no habría nada de qué preocuparse, son fácilmente reemplazables. Demoledor.