Voy a comenzar el año diciendo lo que dije a la salida de la privada de este filme argentino que inaugura los estrenos nacionales del 2012: ¡Estoy desconcertado!!!! ¡Ya no entiendo más nada!! Evidentemente a mis 45 años ya no estoy capacitado para entender un guión de mi cine argento. Me parece que me tengo que jubilarme y dedicarme a otra cosa. Como no lo entendí transcribo lo que dice la gacetilla, y luego daré mi conclusión. "La seguridad es la obsesión de Patricio Podestá. Gran “capo” de la televisión, dueño de grandes ideas, que se transformaron en los mayores éxitos de la tele, es asediado por quienes lo acusan de haberle robado ideas. Patricio Podestá se siente perseguido tanto por “Ella”, la co-conductora del programa de chimentos, como por “Charlie Mad”, un personaje desquiciado que es como el “otro yo” del conductor. Buscando un refugio ante tantas amenazas, obsesiones y miedo, se entrega a una empresa de seguridad que le ofrece poner toda la tecnología del siglo 21 a su servicio, en un bunker superseguro. Pero no estará a salvo de sus fantasmas". Hasta aquí la sinopsis de cómo se la vende a la mencionada producción vernácula. Mi opinión: Cuando veía la proyección no podía creer que la dirigió Eduardo Spagnuolo, a quien respeto por haber hecho “Homero Manzi, un poeta en la tormenta”(2009), un interesante filme que rescata el pasado de ese grande del tango. Cuando veía a Carlos Belloso no entendía cómo estaba involucrado en este proyecto, y para rematarla Antonio Birabent co-protagonizando algo que intenta ser una parodia de cine clase B o un programa de culto al estilo “Cha-Cha-Cha”. Conclusión: La idea no era mala, seguramente al leer el libro los actores también vieron que era muy buena, pero a la hora de filmar poco y nada queda de lo sugerido. Si lo que intentó el director es parodiar a esas producciones donde todo es cartón pintado, donde las puertas y paredes se rompen al estilo increíble hulck y vemos el telgopor y cartón, lo ha logrado. Si la idea era pintar a un héroe y antihéroe a la vez, que se droga, toma vino y le gusta el sadismo como alguien caricaturesco, se logró. Y si la idea era que Birabent hiciese una maquieta de lo que es un periodista movilero en el 2012, también lo logró. Lo lamentable es que no se logró llevar todo esto a buen puerto. “Un mundo seguro” hace agua por todos los costados. Es una lástima, porque el caudal humano con que cuenta entre primerísimos actores y director no lo merecen. Pero... a veces las apariencias engañan.
Cuando el cine entretiene captando el lado negro del pensamiento humano Cuando una película logra provocar mediante la irreverencia, el humor negro y va como el salmón contra la corriente, de una u otra forma está cumpliendo con aquella definición que dice que el arte es provocar. Quienes vemos mucho cine podemos avizorar desde la primera escena hacia dónde va a apuntar un filme. Los primeros planos gestuales y muecas de Mark (Mark Doherty) que tiene un muy mal día nos introducen a esta historia en donde el humor ácido y la muerte son los principales condimentos. Mark es un esforzado actor que ha tenido que pasar por el vía crucis de otra inútil entrevista por un ínfimo papel en una película. Su sufrida novia está a punto de abandonarlo, su casero a punto de desalojarlo, sólo cuenta con su mejor amigo Pierce (Dylan Moran) y el proyecto conjunto de escribir una película que haga despegar su carrera y le permita mantenerse. La vida no es fácil pero las cosas se pondrán peor, mucho peor, luego alguien muere y todo se pondrá realmente muy mal. A partir de aquí el espectador tomará partido por unos u otros. Filmada con mucho ritmo, con gags que recuerdan a las producciones de los ingleses Monty Phyton, con muertes absurdas que provocan risa y un delirante estado de locura. “Cuatro muertos y ningún entierro” se ubica como una realización que abarca varios géneros: humor light, humor negro, humor ácido, grotesco, absurdo, comedia, etc. Es esto lo que hace que el espectador esté preparado para lo peor. Sus protagonistas están encarnados por excelentes intérpretes que se ajustan a los requerimientos del director. Aquí no sólo importa la actuación y lo que se dice, las capacidades histriónicas de cada uno de ellos hacen de esta obra muy buen divertimento. La realización de Ian Fitzgibbon se ubica como un entretenimiento no apto para cualquiera. Es más que nada un filme para cinéfilos que saben entender que el cine además de entretenimiento y dispersión puede ser una vía de escape para captar lo negro que hay en los pensamientos de los seres humanos.
¿Qué tiene de diferente esta producción argentina que pasó por los festivales de Asunción, Cannes, Toronto, San Sebastián, Biarritz, India, Corea, Londres, y además ganó 10 premios? Su realizador Pablo Giorgelli acompaña la peli y no se cansa de realizar entrevistas y guardar estatuitas en sus valijas. ¿Por qué será? Muy simple, “Las acacias” es una historia de vida lineal, cotidiana, casi aburrida, con silencios y, por sobre todas las cosas, con muchas sutilezas e imágenes que nos llevan a la reflexión de lo que en realidad son las relaciones humanas. Rubén es un camionero solitario que hace varias décadas recorre las rutas del país, entre ellas el trayecto Asunción-Buenos Aires. Pero el viaje que está por iniciar, trasladando tronco de acacias en el citado recorrido, será diferente. Esa mañana la partida sufre un atraso en espera de una persona que su patrón le encomendó llevara a la capital argentina. Jacinta llega a la cita una hora más tarde, y viene con alguien, su hija de ocho meses (Anahí). Para Rubén no es el mejor comienzo. Con el correr de los kilómetros la relación entre Rubén, Jacinta y Anahí crecerá. Lentamente, cada uno irá intuyendo al otro. Ninguno cuenta demasiado sobre su vida. Ninguno tampoco pregunta demasiado. Es un viaje de pocas palabras, pero no silencioso. Cuando están por llegar a destino, ambos tienen el mismo deseo: que el viaje no termine. Germán De Silvia compone a Rubén, ese camionero (no tan rústico) que se va encariñando con la inusual pasajera, encarnada por la actriz paraguaya no profesional Hebe Duarte, quien viene con su beba viaja al encuentro de un empleo que le encontró una prima en Buenos Aires. Rubén siente que como consecuencia de este viaje algo puede cambiar su vida para siempre... o no... Esa es la cuestión a revelar. Obra cálida, con buena dirección de actores, que más allá de una serie de observaciones a ser formuladas, tanto en lo narrativo como en lo técnico, deja un saldo prometedor para la carrera de Pablo Girgelli.
El medido tratamiento narrativo y su calidad técnica destacan a esta ópera prima Lo primero que surge como apreciación de esta obra es que no incurre en lo panfletario. Eso es muy atinado, porque los que piensan diferente no se van a sentir ofendidos. Esta producción resume la historia de Estela de Carlotto y su marido. Aquí están ellos, sus hijos, su familia, sus amigos. Los afectos y desarraigos. El miedo y la lucha. Narra lo que nos pasó. Aquí no hay mentiras y, lo que es aún mejor, está presentado en forma muy medida. La actuación de Susú Pecoraro como Estela, impacta. En su composición fueron respetaron los tiempos transcurridos en el relato y el maquillaje respectivo, cosa que muchas veces no es común en nuestras producciones. Otro tanto ocurre con Alejandro Awada, Fernán Mirás, Inés Efrón y Carlos Portaluppi. “Verdades verdaderas. La vida de Estela” está muy bien contada. Es una historia de vida que no confunde. Al contrario, Nicolás Gil Lavedra en su debut cinematográfico cuidó todos los detalles y los puso al servicio de los demás técnicos. Digno de destacar es el tratamiento del sonido por parte de Alexis Stavropulos, quien supo ajustar los planos sonoros requeridos por las escenas, donde todos los diálogos, aun los más íntimos, se entienden plenamente, aspecto digno de ser puesto de relieve, pues una de las fallas técnicas más notorias en las actuales producciones nacionales es el muy deficiente tratamiento sonoro, lo que contribuye al alejamiento del espectador de nuestras realizaciones. Estas cosas que aquí se destacan con tanta pasión tendrían que ser normales, pero eso no es lo que sucede con frecuencia en nuestra cinematografía. Por los aciertos puntualizados esta realización es una de las más destacadas del año. Muchos son los motivos: En primer lugar, contribuye a recordarle a las nuevas generaciones que siempre hay que luchar y nunca dejarse avasallar; en segundo término, las actuaciones son impecables; finalmente, la parte técnica cumple al cien por ciento con su cometido, lo cual indica que nuestros cineastas disponen ,en este aspecto, del equipamiento apropiado, por lo tanto, las notorias deficiencias que en tal sentido se observan en nuestros productos audiovisuales con llegada al público se deben fundamentalmente a impericias de los responsables de activar el equipamiento
Paula Hernández hace unos años nos sorprendió con su excelente ópera prima “Herencia” (2001), en ella se contaba una interesante historia y se veía el comienzo de una gran carrera. En su segundo opus, “Familia Lugones” (2007), demostró que los documentales cuando se saben hacer no resultan para nada aburridos. Sin embargo, con “Lluvia” (2008) la historia no estaba a la altura de su debut y se diluía. En su nueva realización, “Un amor”, hay una historia bien contada, bien actuada, pero también se va diluyendo a medida que avanzan los metrajes. La historia transcurre durante unas vacaciones en un pueblo casi fantasma donde la calle principal, el río y un balneario, son los refugios de aquellos adolescentes setentistas. Lalo y Bruno son adolescentes. Dos adolescentes haciendo nada en medio de la nada, pero en una tarde húmeda, y sin pedir permiso, llega Lisa, arrasando con la monotonía del pueblo. Hasta ese momento, ni Lalo ni Bruno habían visto nada igual. Treinta años más tarde, lejos de esa inocencia engañosa, propia de la adolescencia, Lisa vuelve a irrumpir en esas dos vidas, ahora ya adultas, con la misma impronta que a los catorce, produciendo un temor nuevo e inmanejable, aunque teñido por la huella que el tiempo deja en cada uno de los seres vivos. No obstante es una película para ver y disfrutar de las actuaciones de Elena Roger (es su debut en la pantalla grande), Diego Peretti y de Luis Ziembroski. “Un amor” quizás sea para Paula Hernández un peldaño más que la lleve a estar entre las mejores directoras del cine argentino.
Para Rowan Atkinson debe ser muy difícil asumir un papel en donde su personaje no se llame Mr. Bean. Su cara, sin lugar a dudas, es la portación de ese Mr Bean que hemos conocido a través de la televisión y de varias producciones fílmicas. “Johnny English recargado” es el regreso del espía más insólito del servicio secreto del Reino Unido. En esta oportunidad deberá detener a un grupo de asesinos internacionales, antes de que eliminen a un líder mundial y abran la puerta al caos global. El mejor espía del MI7 ha estado puliendo sus increíbles habilidades en una lejana región de Oriente. Pero cuando sus jefes se enteran de que alguien planea atentar contra la vida del primer ministro chino, no les queda más remedio que encontrar al poco ortodoxo agente. El mundo necesita de Johnny English. Hasta aquí la breve sinopsis de lo que se verá a lo largo de cien minutos. “Johnny English recargado” tiene el humor que por momentos nos recuerda a esas producciones que veíamos en los años ‘70. Esta sátira, o parodia, según como cada cual le lea, en la cual se toma en solfa al agente 007, o a las series del Súper Agente 86, quizás despierten sonrisas en niños u adolescentes que no vivieron aquellos antecedentes. No quedan dudas que Rowan Atkinson tiene oficio, y aquí está bastante controlado para no parecerse a Mr. Bean, aunque no puede evitar que su rostro nos recuerde todo el tiempo a aquel hombrecito torpe. Con ritmo ágil, buenos paisajes y algunos gags inteligentes “Johnny English recargado” cumple con la misión de entretener a un público que busca pasar un momento de esparcimiento.
Y hubo un jueves que volvieron las películas épicas e históricas, así se podría titular esta crítica sobre “Fontana, la frontera interior”, una realización de Juan Bautista Stagnaro. A diferencia de “La patria equivocada” (Carlos Galletini) que se estrena también hoy, Stagnaro sale airoso de esta historia nunca abordada por nuestro cine. La historia comienza en 1880, cuando una partida de soldados exhaustos navega por el Pilcomayo. Un hombre a la cabeza del grupo duda qué camino tomar. Es el Coronel Fontana. De su decisión depende la vida de muchos hombres. Y él lo sabe muy bien. El territorio de un país no es algo que cae del cielo; que las fronteras que se dibujan en los mapas son producto, en algún momento de la historia, de la voluntad y la determinación de algunos pocos hombres. Fontana fue uno de esos hombres y ésta es la película que narra su historia. Guillermo Pfeninig como Fontana luce seguro y medido. Quizás una de las falencias del filme es que cuando pasan los años prácticamente no envejece el personaje. Pero eso no es problema del actor. También se luce Jorge D'Elia como Fontana viejo. Además de estas dos notables actuaciones hay que destacar las locaciones de exteriores y la fotografía. Teniendo en cuenta que el cine argentino hace rato que no presenta filmes de época, se puede decir que estamos preparados para afrontar esta oleada de cien épico e histórico. Todo esto que comienza con motivo de la celebración del bicentenario es muy bueno. Que los cineastas argentinos se lancen a filmar películas históricas es muy interesante. Lo que hay que apuntar ahora es a escribir guiones y libros que lleguen a la gente y no aburran. Porque si hay algo que aleja al público de ver este tipo de cine es el lenguaje que se utiliza. Fontana...” sale airoso, pero es un caso aislado entre muchos que se están viendo.
Eva Perón no sólo vive en el corazón de todos, desde hace muchos años está viva gracias al teatro y al cine. En los últimos años muchos realizadores han llevado su vida a la pantalla grande, sin embargo a nadie se le había ocurrido hasta el momento contar la historia de Eva, la abanderada de los humildes, para el cine en dibujitos animados. La realizadora de “Eva de la Argentina”, María Seoane, además de ser la actual directora de Radio Nacional, y de haber escrito varios libros sobre lo que pasó en la dictadura, nos regala esta belleza poética que la van a disfrutar desde los chicos hasta los grandes. Narra desde la perspectiva del periodista Rodolfo Walsh la extraordinaria historia de Eva Perón. La obsesión de éste escritor y periodista por la presencia de Evita en la acontecimientos contemporáneos de nuestra historia es, al mismo tiempo, la reconstrucción de su propia vida y muerte y del destino de los argentinos. Considerada una santa para los humildes y un mito para el mundo, “Eva de la Argentina” narra la gesta de una heroína del siglo XX que se fue del mundo con la promesa de volver y ser millones. El film está realizado en un 95% en animación cut-out, con un 5% en imágenes de archivo, basándose en los diseños del maestro Solano López. Está narrado de una manera muy didáctica para que la entiendan todos, y ese objetivo ha sido logrado. Si bien los dibujos son estáticos (si los comparamos con los que vemos en las animaciones que vienen de exterior), se presentan muy vistosos y entretienen. “Eva de la Argentina” es una muy buena idea. Tiene varios valores por los que amerita ser vista: Dibujos de Eva y el peronismo, que en algunos casos conservan la impronta peronista del 40 y en otros son futuristas, buena música y, por sobre todas las cosas, impera el buen gusto. Quizás sea la película más panfletaria que se haya filmado hasta ahora. Pero eso no importa a esta altura, porque Eva es de todos.
Historia realimentada de violencias en un áspero mundo marginal La marginalidad es un tema que siempre le ha preocupado al cine argentino. Producciones como “La tumbas” (1991) y “Crónica de un niño solo” (1964) son muestras de ese mundo para muchos alejado de la realidad. No obstante esta realización de Eduardo Pinto, en la doble condición de guionista y realizador, redobla el tema marginal desde la mirada del tercer milenio. El filme, cargado de violencia y realidad, narra aspectos de la vida de Panceta, un traficante de armas que escudándose en su herrería fabrica artesanalmente caños dorados, un arma “tumbera” de gran popularidad en el conurbano bonaerense. Tina Serrano compone el personaje de La madre de Panceta con soltura, viviéndolo de lleno en la piel de esa progenitora que no sabe en qué anda su hijo. La historia se va a retroalimentar de violencia cuando Panceta se escapa por el Delta con una adolescente de 16 años, nieta de un hombre respetado en el vecindario. Huyendo por riachos y ríos de la zona deberá esconderse de la policía y resguardarse del tumbero más peligroso de la región, quien lo busca para aplicar la justicia a Panceta, según los códigos propios de un mundo marginal. “Caño dorado” por momentos nos hace acordar a “Ciudad de Dios” (2002) por toda la carga de vejaciones y marginación que se va viendo. La música y el lenguaje lunfardo le dan credibilidad. En boca de los personajes se escuchan todo el tiempo los siguientes términos tumberos y lunfardos: gato, chabón, birra, faso, pedo, solo por citar algunos. Eduardo Pinto, que ya antes había dirigido “Palermo Hollywood” (2004) se va al otro extremo de la realidad y de la vida. La estética que predomina todo el tiempo es el ambiente pesado, con muy buenas actuaciones de todo el elenco que durante los 103 minutos de metraje no nos dejan respirar de la tensión que contagia. “Caño dorado” es una realización que durante todo su desarrollo bordea una realidad que no es ficción. Párrafo aparte para la fotografía, las escenas de violaciones y los desnudos. Lo que se ve ocurre a diario en el país, aunque muchos cierren los ojos.
Sin lugar a dudas lo que más le preocupa a los 102 años a Manoel de Oliveira es el tema de la muerte. Este realizador portugués ya es un récord a esta altura de la historia del cine. Tal es así que al estrenarse esta película se encuentra filmando una nueva con Claudia Cardinale y prepara otra para el 2012. Lo que se cuenta acá es la historia de Isaac, un fotógrafo con un misterioso pasado, que al llegar a un poblado vinícola de Portugal recibe un insólito encargo en mitad de la noche: realizar el último retrato de una joven que acaba de fallecer, Angélica. “El extraño caso de Angélica” enlaza el tema de la muerte, encarnado por el personaje (Angélica) de Pilar López de Ayala (protagonista de “Medianeras”, estrenada también el 13 de octubre), en un relato sobre la obsesión por el sujeto amado. Isaac (Ricardo Trêpa) se enamora de la belleza de la joven Angélica, inspirado por una experiencia estética que le abre la puerta a una nueva dimensión. La muerte que se encuentra presente a lo largo de casi todo el metraje adquiere ribetes de fábula y de poesía cuando se ve el cuerpo de la difunta volar como un hada. Manoel de Oliveira ha cuidado la estética (fotografía impecable) y ha sabido entretener con esta historia que no empalaga ni asusta. Simplemente nos ofrece su preocupación por lo que hay en el más allá. Algo que seguramente nos preocupa a todos.