La vida de una mujer peruana que mantiene a su familia trabajando como empleada doméstica en una casa en Santiago de Chile parece un tema típico del cine latinoamericano. Lo original de Lina de Lima es la mirada precisa y cariñosa de su directora y la forma en la que cuenta esta historia, combinando un relato realista que muestra las actividades cotidianas de la protagonista con musicales llenos de color y brillo, en los que expresa su rico mundo interior y su propia cultura. La película presenta de forma inequívoca pero sutil las desigualdades económicas y sociales que sufre Lina, quien se sacrifica estando lejos de su hijo y trabajando mucho para darle algunos gustos. Pero no pone a la protagonista en el lugar de víctima, ni de heroína. La muestra como una mujer real a cargo de sus propios deseos, con mucha personalidad y sentido del humor, que lleva lo mejor que puede la soledad y encuentra diversión en pequeñas cosas, yendo a bailes y teniendo encuentros sexuales. Para lograr este profundo retrato, María Paz González no se guió por prejuicios y modelos repetidos sino que se acercó a mujeres que tienen vidas como la de Lina para conocerlas mejor y contar una historia genuina, desde una perspectiva con pura empatía y sin lástima. Esta intención se completa con la excelente interpretación de Magaly Solier, que toca la nota justa propuesta por el film, un trabajo nada sencillo, y se luce en los números musicales.
En una de las primeras escenas, Canela se prueba ropa y se mira en el espejo. Hay un flash en su mirada de esa satisfacción que cualquiera siente cuando le gusta la imagen que le devuelve su reflejo. Suele ser una sensación efímera y así es también para Canela, una mujer trans de 62 años, cuya felicidad de finalmente verse como siempre se sintió está permeada por la duda de someterse a una cirugía de reasignación de género. El documental de Cecilia del Valle es un retrato de cómo Canela vive su proceso de hormonización y se cuestiona hasta dónde tiene que seguir para sentirse una mujer completa y ser reconocida como tal. Todo se cuenta a partir de situaciones y diálogos, como las consultas de Canela con médicos sobre la posible cirugía; una difícil charla con sus hijos, en la que lo económico aparece como un factor clave en la decisión; también se la ve dirigiendo una obra en construcción y dando clases de arquitectura en la universidad. Las charlas con una amiga trans, con su psicóloga y con quien era su novia cuando Canela era Áyax, son íntimas y emotivas, ofreciendo al espectador una perspectiva única sobre las alegrías y frustraciones de su experiencia. La mirada del documental es sensible y tiene un espíritu alegre, sin negar las complejidades a las que se enfrenta su protagonista. Está en perfecta sintonía con Canela, su sentido del humor contagioso y la onda que tiene cuando anda con vestido y tacos en su pickup color naranja.
Incluso en una vida difícil puede haber un momento de luz, que deje una marca para siempre. Eso fue para Alejandra Podestá su trabajo en De eso no se habla , película de María Luisa Bemberg. "Un sueño hermoso" es la forma en la que la propia protagonista definió la experiencia de rodar el film con Marcello Mastroianni y Luisina Brando. El documental de Tomás De Leone narra la historia de Alejandra a partir de su participación en la película, a la que llegó sin ninguna experiencia actoral, pero cumpliendo con un requisito físico necesario para la trama: ser enana. La primera parte del film se concentra en la carrera de Bemberg y en el proceso creativo de la película, un relato que resulta fascinante y de los que no hay muchos dedicados a la historia del cine nacional. La segunda parte trata sobre lo que sucedió con Alejandra después del estreno del film y el brutal crimen que terminó con su vida, en mayo de 2011. La historia de la actriz se revela a través de entrevistas a figuras claves de la producción de De eso no se habla y amigos, material fotográfico de archivo y el audio de una vieja entrevista con ella misma, además de recreaciones, que no resultan imprescindibles. Aunque el film presenta el sufrimiento de Alejandra, sus ilusiones frustradas y la forma violenta en la que murió, Un sueño hermoso apuesta por revalorizar ese momento mágico en el cine que marcó su vida.
La nostalgia por un pasado con menos tecnología y más magia es central en esta historia de dos hermanos elfos adolescentes que emprenden una aventura para realizar un hechizo que les permita resucitar a su padre por un día. La intención de rescatar el pasado también está en la mirada que el director Dan Scanlon le impone a la película. Desde su espíritu lúdico y aventurero hasta un inesperado homenaje a la ochentosa Fin de semana de locura , Unidos se acerca a los films familiares de otra época pero lo lleva al terreno en el que suele jugar Pixar. Se subraya la emoción, recurriendo una vez más al tópico de la pérdida de un padre, que funciona como herramienta para conmover al espectador y convencerlo de que la película no es solo entretenimiento. Esa exigencia atenta contra un mayor desarrollo sobre el potencial del film de ser una aventura aún más divertida, con un tratamiento sutil de lo emotivo, algo en lo que el estudio de animación se especializó en el pasado. Una novedad y acierto de Unidos es su retrato de escenarios sin magia del capitalismo tecnológico (autopistas, estaciones de servicio, restaurantes de comida rápida), representado en una versión élfica de una ciudad norteamericana, que contrasta con el mundo mágico de antaño. Aunque como corresponde a una película de Pixar, el film propone que es posible recuperar la magia perdida, que no solo está en el corazón de los personajes sino también en esos espacios desangelados que habitan.
La maldición renace difícilmente marque el comienzo de una nueva etapa de películas inspiradas en el terror japonés, como sucedió a principios de la década de 2000. El film escrito y dirigido por Nicolas Pesce es un intento fallido de darles nuevos aires a las historias de espíritus que acechan a quien se atreva a entrar en la casa que habitan. La espina dorsal del relato es la historia de una policía que luego de enviudar se muda con su hijito a un pueblo en el que hubo una serie de muertes ligadas a una casa. A medida que va descubriendo datos de los distintos hechos, se muestra lo sucedido a través de flashbacks. Esta estructura que busca la originalidad tiene un efecto anticlimático, por la forma en la que cada una de las historias está cortada y retomada varias veces. Además, el rompecabezas no encierra un misterio atrapante para resolver. Tampoco se construye en la película un verdadero clima de terror y tampoco se profundiza en el origen de la maldición. Depende completamente de los sobresaltos (sonidos, apariciones repentinas) y de las imágenes repulsivas para asustar. El espíritu de pelo oscuro y largo que sale de una bañadera, típico de estas historias, no es suficiente para causar miedo. Lo más decepcionante de La maldición renace es que desperdicia a un elenco muy talentoso, encabezado por Andrea Riseborough, cuya presencia enigmática no logra salvar el film.
Esta película de Lucas Bucci y Tomás Sposato incursiona en el aspecto menos glamoroso del mundo del cine con una "docuficción" en la que los dos realizadores y el actor Jerónimo Freixas filman su viaje a presentar un cortometraje en un festival de Florianópolis, en el que nada sale como esperan. El foco sobre una foto de Orson Welles, cuya F de falso es una obra maestra del juego entre la realidad y la ficción, resulta una declaración de principios. Acá también los límites entre ambas son poco claros: los datos reales se mezclan con situaciones creadas para generar comedia, con buenos resultados. El humor es el fuerte de Los payasos, pero también es atractivo el planteo de varias cuestiones de la realización cinematográfica, como las decepciones creativas y de recepción de la obra; además de las dificultades para definir qué se quiere contar y encontrar el cómo.
La muerte acecha desde una aplicación para teléfonos celulares. El concepto de La hora de tu muerte contiene lo peor y lo mejor de este tipo de producción de terror de presupuesto modesto. Por un lado, es original y genera intriga. Por otro, es una clara explotación de una cuestión que está de moda y que envejecerá a la película de forma muy rápida. Al menos el guionista y director Justin Dec parece ser consciente de las limitaciones de su film. Por eso se dedicó a construir muy bien el suspenso y mantener cierto sentido del humor para contar una historia bastante delirante. Quinn, una joven enfermera, baja en su teléfono una aplicación que promete informar al usuario de la hora exacta de su muerte. Pero mientras a sus compañeros del hospital el conteo les muestra que les quedan varias décadas de vida, a ella le advierte que sólo faltan unos días para dejar de existir. La narración de la búsqueda de Quinn para cambiar el destino que la aplicación le anuncia está poblada de vueltas de tuerca ingeniosas, en especial una que tiene que ver con la aceptación ciega de los términos y condiciones, y otras que no lo son tanto. La trama cuenta con personajes graciosos, como un cura especialista en demonios y fanático del hip hop. Pero también tiene momentos con un dramatismo demasiado cliché. Por todo lo entretenida que resulta, gracias al suspenso y la comedia, no consigue lograr un verdadero clima de terror.
Mientras Martin Scorsese opinaba públicamente que las películas de Marvel no son cine, Tom Hooper estaba terminando Cats, un film que lleva esa discusión hacia otro territorio, con sus códigos de puesta teatral y un uso de la tecnología CGI que convierte el kitsch de la obra original en algo más perturbador que divertido. Los gatos protagonistas tienen la forma humana de los actores que los interpretan pero están cubiertos de pelo y tienen otros detalles de la fisonomía gatuna. Son bípedos y sus movimientos parecen una versión de lo felino canalizada por un coreógrafo de Broadway, cargados de una energía sexual que los hace aún más inquietantes. El film sigue la trama mínima del musical original de Andrew Lloyd Weber, basado en los poemas de T.S. Eliot. Algunos de los gatos que se presentan a través de canciones están interpretados por actores famosos puestos en situaciones grotescas, como Ian McKellen tomando agua a lengüetazos. James Corden y Rebel Wilson son el blanco de chistes relacionados con su peso; Jennifer Hudson le pone su potente voz al clásico "Memories" pero su canto llanto no tiene el poder emocional que lograba en Dreamgirls y que le valió el Oscar; el guapo Idris Elba se presenta como una criatura a la que es preferible no mirar. Entre todos ellos, es Judi Dench, entregada a esta misión imposible, la única cuyos ojos son capaces de prestarle algo de emoción a esta tierra baldía.
Ya a comienzos de enero llega la que probablemente se convierta en la película más controvertida (léase amada u odiada) de todo el año. El director, guionista y actor neozelandés (el mismo de Flight of the Conchords, Casa Vampiro y Thor: Ragnarok) ratifica su apuesta por la audacia, su capacidad de provocación y su excelente manejo del humor para una comedia que se atreve nada menos que con la figura de Adolf Hitler... y sale indemne (y fortalecido) del mayúsculo desafío. Un chico con aspiraciones de soldado nazi y que tiene como amigo imaginario a Adolf Hitler descubre que su mamá está escondiendo a una chica judía en su casa. La premisa de la nueva película de Taika Waititi es provocadora y aún más lo es su tratamiento de comedia. Pero el desarrollo demuestra de nuevo lo que todos los que aman el género saben: el humor es un medio muy poderoso para atacar los temas más difíciles. Por más complicado que parezca aceptar a un Hitler gracioso y medio torpe, interpretado por el propio Waititi, su presencia es clave para el camino moral y emocional que recorre Jojo, el joven protagonista. Con qué se puede hacer humor y con qué no es una discusión que surge constantemente en los medios. Una respuesta posible es que siempre es válido mientras que sea realmente gracioso. El guionista y director neozelandés tiene el talento para lograrlo y se entrega a ello desde la impactante secuencia de títulos inicial, que combina imágenes de muchedumbres de fanáticos nazis con la versión en alemán del hit beatle I Wanna Hold Your Hand. La potencia de este comienzo, como sucede con otros tantos momentos en la película, recuerda el peligro que aún hoy implica el fanatismo con ciertas figuras políticas y sus ideas extremistas de racismo, xenofobia, y todo tipo de prejuicios contra cualquiera que sea diferente a ellos. El humor no llegará intacto hasta el final del film porque en el trayecto la guerra va cobrando ante los ojos de Jojo toda la dimensión de su horror y sinsentido. El cambio de tono termina resultando necesario, pero todavía habrá lugar para la esperanza, el amor y el humor, como en los encantadores planos finales. Jojo Rabbit tiene una estética que remite al cine de Wes Anderson, pero con mayor contenido y ambiciones. El elenco sostiene incluso las escenas más jugadas, desde los excelentes protagonistas Roman Griffin Davies, que encarna a Jojo, y Thomasin Mackenzie, la adolescente que le enseña a dejar atrás sus ideas nazis; hasta los adultos: Scarlett Johansson, en una interpretación impecable; Sam Rockwell, Rebel Wilson y Stephen Merchant.
El enorme éxito de Frozen: una aventura congelada dejó la certeza de que habría una secuela. La historia no necesitaba continuarse, pero las posibilidades comerciales de semejante fenómeno no podían ser derrochadas. Como suele suceder, lo que comenzó siendo algo novedoso y sorprendente pasó a ser conocido y a generar expectativas muy difíciles de cumplir. Frozen II recurre al pasado de la familia de Elsa y Anna en busca de una trama. Las hermanas deben viajar a un bosque que quedó atrapado en una especie de neblina luego de un enfrentamiento entre los soldados del reino de Arendelle y el pueblo originario de Northundra. Ese lugar fue muy importante en la historia de sus padres y tal vez contenga alguna clave para entender la naturaleza mágica de Elsa. Por supuesto que las protagonistas están acompañadas en la aventura por Kristoff, el amor de Anna, y Olaf, el adorable muñeco de nieve que aporta encanto y comedia. Continuando con el cambio de paradigma de las historias de princesas que popularizó Frozen: una aventura congelada, en esta secuela las preocupaciones románticas están puestas en Kristoff, ocupando un segundo plano, y tratadas con mucho humor (incluyendo una divertida escena musical que imita un videoclip de balada romántica). El centro del film siguen siendo Anna y Elsa, reforzando una vez más su lazo fraternal, ambas en búsquedas que tienen que ver con sus identidades y ambiciones, muy lejos de las historias de princesas rescatadas por príncipes valientes. Son cambios bienvenidos en este tipo de relatos orientados al público familiar. Pero, por otro lado, la falta de un personaje antagónico fuerte les quita algo de emoción a las aventuras de las hermanas, quienes se encuentran con muchos obstáculos en su camino, además de los internos propios, pero no con una amenaza terrorífica, al estilo Maléfica (la de La bella durmiente, no la versión Angelina Jolie). Más allá de todo esto, Frozen II se destaca en la calidad de la animación. Vale la pena pasar por alto los detalles de una trama poco apasionante por la admirable secuencia en la que Elsa intenta cruzar el mar y se encuentra con un caballo de agua. Describirlo es superfluo: basta con decir que está a la altura de los grandes clásicos animados de Disney y, aunque toda la película tiene una estética de gran belleza, esa secuencia condensa el poder de la animación como materialización de la fantasía en la pantalla.