Cine de catástrofe que interesa a su tiempo Lo imposible es el título más acertado que se podría haber encontrado para esta película del mismo director de El Orfanato (2007). Basada en el episodio real vivido por una familia española --los Alvarez Belón-- durante el tsunami que en 2004 azotó a las costas de Tailandia, la película cuenta cómo los cinco protagonistas lograron sobrevivir y reencontrarse, no todos muy sanos, pero al menos a salvo. La manera en que estos sucesos resultaron parecen imposibles luego del cómo se produjeron. No obstante, los sobreimpresos iniciales se encargan de subrayar que así fueron. Por lo tanto --y como titulaba un programa televisivo--: increíble pero real. Coproducción hispano-estadounidense, la cinta cuenta con los protagónicos de la australiana Naomi Watts y el inglés Ewan McGregor como María y Henry, el matrimonio que, residiendo en Japón por razones laborales, deciden pasar la Navidad en un verdadero paraíso terrenal, junto con sus tres hijos. Los días están siendo climáticamente demasiado favorables --según advierte el conserje del hotel--, ideales para la familia, aunque un inconveniente en la organización de las habitaciones hace que los recién llegados no tengan la esperada vista a la playa. Por comodidad, el día siguiente a la Navidad, deciden pasarlo en la pileta, junto con otros veraneantes. Cuando todo apunta a transcurrir en paz, es la naturaleza la que convierte el paraíso en un infierno. En cuestión de segundos, el mar invade kilómetros de playas, palmares y poblados cercanos. La tensión parece ser el metié de este director español, que logra erizar la piel del espectador en la magnífica secuencia de la devastación que produce el maremoto, en el ambiente, pero en especial, en el ser humano. Nuevamente la orfandad, en este caso de quien ve desaparecer bajo el agua a sus seres queridos en pocos segundos; la capacidad del ser humano de reponerse para sobrevivir y salvar a los más débiles, y como aledaña, la solidaridad, son los temas sobre los cuales transcurre este relato que cuenta con excelentes actuaciones, incluso las de los secundarios que pasan unos segundos por pantalla. La del niño Tom Holland como Luca, el mayor de los hijos de la pareja, sobre quien recae gran parte de la acción, resulta de las más destacables. Y esto no es únicamente un atributo del muchachito, sino una virtud de Bayona como director de actores, quien además logra resultados espontáneos y creíbles entre los muchos, restantes, niños del reparto, una tarea nada sencilla. Se le puede criticar cierta tentación a caer en el melodrama cuando de la búsqueda y reencuentro se trata. Pero teniendo en cuenta que se trató de tamañas circunstancias, quién no se sensibilizaría de tal modo. El cine de catástrofe se ha caracterizado por reflejar los temores de la humanidad de su tiempo. Tuvo títulos icónicos en la década del '70, a partir de la duda sobre la seguridad o inseguridad de las mega construcciones -- Infierno en la torre, La aventura del Poseidón o la serie de Aeropuerto, entre otros--. Y aunque desde entonces y en adelante hubo interés por la furia ciertos fenómenos naturales -- Avalancha, Terremoto las más cercanas Volcano, El día después de mañana --, las cintas que se sostienen en hechos, testimoniales o no, que se sostienen en la realidad se agregan a una lista ya abundante para ponerle mayor tensión y sobre la basa de que el cambio climático es una amenaza concreta para los habitantes de este maravilloso planeta. Esta cinta es una muy buena película del género que cuenta con el escalofriante plus de saber que no es ficción y que todo lo imaginable e inimaginable puede sucedernos a cada uno de los pequeños mortales que pisamos el suelo terrícola, por endiosados y omnipotentes que nos atrevamos a sentir.
Una cinta imaginativa que une generaciones En independencia de Pixar, Disney se largó a construir la aventura en animación que implica Ralph el demoledor , uno de los primeros estrenos de la pantalla 2013. Debutó con muy buena aceptación de público, logrando más de 200 millones de dólares de recaudación en el mundo y la decisión de comunicar que habrá continuidad del filme para próximas temporadas, incluyendo a personajes del mundo del videojuego familiares para antiguas y nuevas generaciones. En ese planteo se basa la película que cuenta los avatares de Ralph, villano de un arcade, un game de los '80 que, con suerte, se puede encontrar en la colección de máquinas "antiguas" de algún local. Dirigida por Rich Moore, quien se hizo conocido por su participación en la realización de Los Simpsons y Futurama , la historia parte del conflicto que transita Ralph, un villano que está a punto de cumplir 30 años de trabajo y se siente en crisis. El problema es que nunca ha sido reconocido por la ardua tarea de demoler un edificio cada vez que un niño inserta una moneda en la consola. Las medallas son recibidas, literalmente, por Félix el arreglador, el héroe del juego. Siquiera sus compañeros llegan a notar el importante rol que Ralph cumple para que la máquina donde habitan siga funcionando y no sea abandonada en el olvido. Cada noche, al cerrar el negocio, Ralph vuelve solo al basurero donde duerme y mira desde lejos cómo Félix es obacionado por el consorcio que salió ileso de las maldades. Es entonces cuando decide demostrar que él también puede conseguir una medalla de honor. El inconveniente está en el modo, porque para ello se introduce en un videojuego de nueva generación --mucho más violento y devastador-- y llevarse una condecoración. Pero junto con ella arrastra a un insecto que se instala como un virus destructivo, y en su afán de escapar, lo lleva consigo hacia otra máquina. En el nuevo escenario, las cosas se complican aún más con la interferencia de una niña, Vanellope von Schweetz, un alborotador "fallo" de un videojuego de flamantes y dulces coches de carrera, quien también necesita del afecto y consideración de su entorno. Así, mientras un escuadrón de soldados intenta matar al bicho que amenaza con filtrarse y destruir a todas las máquinas del local, Ralph y Vanellope recorren un camino en el que no sólo los villanos, sino los buenos tienen mucho que aprender. Imaginativa y plural en situaciones y enredos, Ralph el demoledor logra una rápida identificación con el espectador, colocando en escena a personajes de videojuegos viejos --algunos incluso en desuso-- y nuevos, uniendo generaciones ante historias no muy diferentes unas de otras, aunque, quizás, más complejas en la definición de perfiles conforme fueron avanzando las generaciones y profundizándose las exigencias de los consumidores. Lo puntual e importante a rescatar en función del relato, es que --con menor o mayor puerilidad en su bosquejo-- cada uno de esos conjuntos de píxeles tiene una identidad, una historia, una razón de ser y motivaciones, no siempre bien entendidas y reconocidas por quienes aprietan botones y deciden situarlos a un lado u otro del límite entre el bien y el mal. Y he aquí el objetivo a conseguir en términos de mensaje, a partir de una película bien desarrollada en términos estéticos y de guión: aunque los valores son absolutos, la valoración es relativa, según el lado de la historia y la experiencia que a cada quien le haya tocado en suerte. Es cierto que le quedan a esta historia pendientes por desarrollar según las exigencias de quien se siente en la butaca. También, que la noticia de una saga se conocía de antemano y que mucho de lo aquí faltante --es esperable-- se puede llegar a profundizar en las nuevas aventuras. Por ahora, una para atender y disfrutar.
La vuelta de Jackson con una muy buena adaptación Es muy posible que para los seguidores de la saga literaria de JRR Tolkien, El Hobbit en su versión cinematográfica resulte un hervidero de críticas acerca de la fidelidad a la letra. Sabido es que las adaptaciones no siempre contentan a los fanáticos y de esto dan cuenta los comentarios que pululan en la web, incluso antes del estreno de la película, partiendo desde el hecho mismo de haber convertido un libro para niños, de 19 capítulos y poco más de 300 páginas en una trilogía. El asunto a atender es que El Hobbit es ahora cine, y desde esa premisa, debe cumplir con lectores y no lectores, lograr un relato nuevo con herramientas lingüísticas diversas y diferentes de las literarias, que ante todo, resulte creíble para el cinéfilo. Si una virtud no ha de negársele a Peter Jackson, es la de haberse transformado desde el traslado a pantalla de El Señor de los Anillos , en un excelente narrador, una cualidad que confirma en la apertura de la serie que ocupa estas líneas y todos los comentarios de los adeptos al cine por estos días. El Hobbit , que no es otra cosa que una historia enmarcada en la misma mitología, escenarios e incluso con algunos de los personajes de aquella saga, resulta una muy buena adaptación, que prescinde de elementos que quizás reserve para su continuidad, de la misma manera en que con total libertad, reordena capítulos o parte de ellos y hasta toma elementos de otros libros del autor, como el propio El Señor de los Anillos, El Silmarillion y en Los cuentos inconclusos. La historia comienza como un recuerdo de Bilbo, hobbit solitario, heredero de un clan tan pacífico como el de los Bolsón y tan tentado por las aventuras como el de los Tuk. Hogareño, afecto a la vida tranquila y la buena comida e incapaz de aceptar cualquier cosa que modifique sutilmente su cotidianeidad, Bilbo se ve movilizado ante la aparición de Gandalf, un Mago Gris, legendario por sus aventuras en la Tierra Media, y la repentina convocatoria en el seno de su hogar de un ejército de enanos liderado por el rey Thorin, que pretende reclutarlo para la nada sencilla misión de recuperar la Montaña Solitaria. Ese lugar al Este de la Tierra Media fue el hogar ancestral de los enanos, perdido en batalla a manos de los malvados orcos. Los enanos están dispuestos a ir por ella, pero deben enfrentar al Dragón Smaug, un ser inteligente que puede detectar la presencia de estos guerreros sólo por su hedor y a grandes distancias. El olor de Bilbo es desconocido para Smaug, y los pasos de sus pequeñas y peludas patas apenas inaudibles. Por las ventajas que esto supone y porque de niño Bilbo mostraba cierta afición a las aventuras, es llamado a sumarse a la campaña, según explica Gandalf. Tribulaciones más o menos, Bilbo carga su mochila y se encamina hacia lo desconocido, algo que un hobbit jamás imaginaría hacer. De la misma manera que en El Señor de los Anillos utilizó, además de las actuaciones, fotografía, iluminación, sonido, música, Peter Jackson hace uso de toda la artillería de soportes tecnológicos a su alcance para llevar adelante un relato de casi tres horas de metraje que jamás decae. Sólo un fisiológico déficit de atención impulsa al espectador a pedir un descanso. Pero si la saga ofreciera su segunda parte la próxima semana, es una certeza que varios miles ocuparían las butacas en las salas del mundo, en principio a la espera de otro capítulo de un cuento tan apasionante como este comienzo, y luego, para probar cómo se las ingenian el director neozelandés y todo su ejército de especialistas para arribar, en la próxima, a este mismo efecto. Críticas más o menos detallistas de las licencias que se toma el guión, El Hobbit es una excelente propuesta a visitar en la presente cartelera, ya sean lectores o no.
Clasificada en su versión original como comedia dramática, Despedida de soltera significa el debut como directora y guionista de Leslye Headland, con producción del también actor Will Ferrell. Cuenta acerca de la víspera de casamiento de Becky (Rebel Wilson), la cuarta de un grupo de amigas neoyorquinas, compañeras inseparables de colegio, que no se ven desde ya no saben cuántos años, tan frívolas como las mujeres de Sex an the city, aunque mucho más hipócritas respecto de sus sentimientos. Es que Becky es la gordita y looser del grupo, pero se destapó con la noticia de su inminente matrimonio con Dale (Hayes McArthur), el más codiciado de sus ex compañeros. A instancias de la perfecta Regan (Kirsten Dunst) --quien fuera elegida reina del baile de egresados--, regresan a la Gran Manzana Lena (Lizzy Caplan) y Katie (Isla Fisher), para sumarse al séquito de damas de honor (el título original). Una adicta al sexo, la otra cocainómana, son advertidas por Becky acerca de la necesidad de bajar los decibeles. Ella será, en breve, la protagonista de una boda perfecta que no desea ver manchada por algunos eternizados pecados de juventud. Lejos de los pedidos, Regan --recelosa por no haber sido la primera del grupo en casarse-- y las descontroladas Becky y Katie deciden hacer una despedida de soltera sin novia, donde el sexo, la droga y el rockanrol lucen a gusto y placer, máxime cuando las chicas se cruzan en su itinerario con la despedida secreta del novio, donde aparecen algunos amores del pasado y, por qué no, con posible futuro. Comedia al fin, Despedida de soltera intenta reírse del rito de las damiselas que cortejan el paso de una novia de apariencia virginal; ironiza sobre los límites entre la amistad y la conveniencia y procura rescatar valores y resarcir a los protagonistas. El asunto es que banaliza temas tan complejos como el consumo de drogas duras o el aborto, y llega a situaciones que, por procurarse el absurdo, caen en lo grosero. Muy lejos se encuentra esta película de títulos que explotan temas similares, como las amistades adolescentes que persisten tanto como las costumbres non sanctas, las encrucijadas hacia la madurez o su postergación, y una ristra de etcéteras que vienen de la mano, con la serie de American Pie o la más reciente ¿Qué pasó ayer? Avalada por un comediante que se toma o aborrece con idéntica definición, la directora tampoco logra hacer un buen uso del elenco que tiene en sus manos, un grueso de actores de mediana edad de primer cartel. Pochoclera y escasamente inteligente en contenido y forma, tiene muy poco o nada para ofrecer.
Baile caliente para la nueva generación Desde que el cine es tal tuvo en la danza y la música el segmento que le permitió registrar para la posteridad el ritmo de su tiempo. ¿Acaso Ginger Rogers y Fred Astaire no marcaron pasos de tap y figuras de salón que los jóvenes de su época admiraban? Generación tras generación hubo cintas icónicas: los chicos de los '70 bailaron con Fiebre de sábado por la noche y con Grease a principios de los '80. En los '90 fue Baile caliente. De la década pasada a la que transitamos, la propuesta, mucho más segmentada, se dividió entre los High School de Disney para la franja infantil --con las primeras entregas en películas para televisión y un cierre en pantalla grande--; y Step Up para los mayores de 13 según la calificación oficial. La primera vio luz en 2006, con protagónico de un apenas conocido Channing Tatum y se situó en Baltimore. A la secuela de 2008, titulada Step Up 2: The streets, le sucedió la de 2010, Step Up 3D , ya aprovechando los beneficios de la nueva tecnología. Step Up 4: Revolución sigue con la tradición del melodrama romántico, consecuencia de la historia y justificación cinematográfica del baile caliente que, en esta oportunidad, se sitúa en la aún más hot ciudad de Miami. Arena, sol, mar azul y cuerpos bronceados son centro y entorno en el cuento de amor entre Natalie y Luke, la chica rica y el muchacho pobre. Ella desea convertirse en bailarina de una reconocida compañía de danza contemporánea, una vocación que su padre --propietario de la importante constructora Anderson-- no apoya. Él, mientras tanto, subsiste como camarero mientras vive para "La Mafia", un grupo de bailarines de hip-hop que asalta los espacios públicos con megaproducciones coreográficas que luego sube a Youtube, a la espera de que millones de visitas le abran la puerta a un concurso y a la "salvadora" fama. Habitantes de la ribera, estos chicos se ven compelidos a comprometerse cuando Anderson amenaza con convertir ese barrio popular en el epicentro de un moderno proyecto constructivo. Entre tanto, baile y más baile, con coreografías, música y puestas en escena tan espectaculares como costosas. Preguntarse cómo estos chicos de bajos recursos, que danzan al compás de un ritmo de protesta, logran reunir los fondos para realizarlas es tan cliché como la magia con que todo se resuelve. Sucede que la película no está hecha para otra cosa que reiterar, como si se tratara de un sticker, el ideal "lucha por tus sueños", al compás de la danza urbana de estos días. Así sucedió, así seguirá sucediendo desde que el cine es cine, y desde que busca entretener a los jóvenes con el lenguaje musical y corporal de su tiempo.
Una historia diferente sobre actitudes positivas Conservar la capacidad de asombro, la alegría y la esperanza en los niños es la única oportunidad que el mundo tiene para mantener su luz. El mensaje de El origen de los Guardianes es claro y definido. El asunto de la trama es el "cómo" lograr tamaña meta. Es víspera de Pascuas e inicio de la primavera en el Hemisferio Norte. Todo parece desenvolverse de la manera usual. Los niños norteamericanos corren y juegan --al igual que la mayoría de sus congéneres en el resto del planeta--, confiados de que el Conejo de Pascuas tendrá listos los huevos pintados que les serán obsequiados en la mañana siguiente. Mientras el roedor trabaja contrarreloj, el resto de los personajes de celebración --que unos creen imaginarios y otros siguen esperando con absoluta fe--, se abocan a sus obligaciones cotidianas: el Hada de los Dientes dirige un ejército de haditas que por las noches revisan bajo las almohadas en busca de tesoros que trocan por monedas; Meme, el hombrecito de los sueños vela por el buen descanso y mejores fantasías; y Norte --Papá Noel-- prepara en su taller los regalos para la siguiente Navidad. Cada uno cumple con la misión que les fue encomendada como guardianes de las ilusiones infantiles por El Hombre de la Luna. Sólo un par de seres vagan por el universo como almas en pena, recluidos en el olvido: Jack Frost, un adolescente travieso, que provoca molestias con sus ventiscas, heladas y nevadas, y que congela las narices de los chicos mientras patinan y emprenden viajes en trineo. El otro es Pitch, el Coco o Cuco, un hombre oscuro que se esconde bajo las camas y busca el momento de asaltar a los chicos con pesadillas. Ambos comparten la frustración de haber sido expulsados de las memorias durante siglos, por generaciones de chiquilines. Claro que quedan en bandos opuestos cuando Pitch amenaza con regresar y sembrar el mundo de tinieblas y Jack es elegido por el Hombre de la Luna como nuevo líder y refuerzo del escuadrón de guardianes. El mayor inconveniente reside en que este muchacho rebelde no está dispuesto a renunciar a la libertad de hacer a su antojo, aunque sí lo inquieta averiguar por qué razón se le encomendó esta misión. Entre las cuestiones existenciales de Jack y la lucha para evitar que Pitch se salga con las suyas, transita un relato que fue contado por Peter Rampsey con creatividad y soltura. El director ordena el discurso visual de modo tal de explicar las circunstancias de cada personaje y sus razones de ser y hacer, utiliza flashbacks esclarecedores y equilibra los tiempos de narración. Las secuencias aéreas y de persecución, fantásticos escenarios y nevadas inexplicables, dan sentido al rodaje en 3D, que reserva un instante maravilloso sobre el final. Cine alegórico, dada la cercanía de las fiestas de fin de año, tiene de interesante el hecho de estar contando una historia diferente, que además les habla a los adultos acerca del sentido de mantener vivos los sentimientos, actitudes y capacidades positivas, tan propias de los niños.
Crónica de un final anunciado Las chicas la adoran. El torso desnudo de Taylor Lautner, la mirada eternamente enamorada de Robert Pattinson y gesto lacónico de Kristen Stewart a la espera de un amor sin final, fueron gancho más que suficiente para hacer de la saga Crespúsculo un melodrama en cuatro entregas a seguir con fidelidad durante los últimos cinco años. El cierre --desglosado en dos partes-- se conocía desde la promoción de la primera parte, el año pasado, así que la segunda, recién estrenada y motivo de estas líneas, no deparaba demasiadas sorpresas, excepto la de saber cómo se desarrollaría el relato. El cuento dice que, luego de casarse con su amado Edward Cullen y de dar a luz a la hija concebida junto con su marido y vampiro, Bella Swan murió y renació transformada en una inmortal. A su despertar, se entera de que Jacob Black, su amigo-hombre lobo, quien se disputaba con Edward su amor, se imprimó de la bebé Renesmee y que de allí la inequívoca atracción que siempre había sentido hacia ella. Entre las noticias, se suman la condición mortal de la niña y un crecimiento veloz que la hace ver como de seis meses siendo apenas una recién nacida. Una más no tarda en llegar, y es que, por venganza, hubo quien se encargó de informarle a los Vulturi --la casta original de vampiros-- que los Cullen han roto el pacto de no transformar niños en inmortales sedientos e incontrolables, y que vienen a presentar batalla, a la caza de Renesmee. Entonces, lo que hasta este punto de la saga fue una lucha por el amor de pareja, se convierte en una guerra de escala mundial por la defensa de la familia, que pliega a las huestes de los Cullen a los licántropos que deciden dejar atrás rivalidades ancestrales para apoyar la necesidad de Jacob de cuidar y hacer feliz a Renesmee. Cierto es que de la serie literaria escrita --y producida para el cine-- por Stephenie Meyers, Amanecer resulta el libro más extenso. Según las explicaciones de producción, a ello --y nadie se atreva a malpensar que a una mejor explotación económica del éxito en salas-- se debe la subidivisión realizada, que deparó para el final el último tercio del volumen, con una promesa de dimensiones épicas. Muy lejos quedaron los hechos de los dichos, puesto que este desenlace parece realizado por quien desea terminar un trabajo para cerrar la puerta y tirar la llave. A pesar de sus cartas de presentación, el oscarizado Bill Condon construye la narración con tropezones y caídas. Sólo algunos momentos en el comienzo logran involucrar al espectador y nobleza obliga a destacar la sorpresa de un extenso flashforward. El resto logra la calidad de las peores películas realizadas para la televisión de media tarde. Claro que, a estas alturas de la saga, cuando la taquilla está asegurada por la fidelidad de las seguidoras y la curiosidad de otros cinéfilos --ver recuadro--, no había mucho para perder, al menos en términos comerciales. ¿El prestigio? Crepúsculo nunca fue Harry Potter, El Señor de los Anillos o Las Crónicas de Narnia; quizás no pretendió serlo. Para el recuerdo, no lo será. La más vista. Amanecer, parte 2 tuvo la mejor apertura local de 2012 y superó en su estreno la recaudación de las cuatro películas anteriores de la saga. Entre el preestreno del miércoles y las funciones del jueves, fue vista por 113.683 espectadores en 242 pantallas de cine de todo el país, informó la oficina de prensa de la distribuidora. El filme, con esa cifra, encabeza la asistencia semanal y se convirtió en la mejor apertura de las películas estrenadas en 2012. Además, se ubicó como la cuarta mejor apertura histórica de los últimos quince años.
Tim Burton profundiza en su estilo más oscuro Los límites entre la luz y la oscuridad, la realidad y la fantasía, la locura y la cordura, la vida y la muerte. Tan absolutos o relativos como cada ser humano entendió, entiende o entenderá sus bordes, definidos o difusos; cortados por filosas tijeras o unidos por costuras más o menos rústicas, han provocado inquietudes expresadas en diversas materias y formas desde tiempo inmemorial. En literatura llevada al cine la gran icónica quizá sea la novela Frankenstein o el moderno Prometeo , que la británica Mary Shelley escribió en 1818. Obra enmarcada en el género gótico y primer texto de ciencia ficción, explora la moral científica en relación con la vida y la muerte y desde el vínculo de la humanidad con la divinidad; y fue llevada a pantalla por primera vez con Frankenstein en 1931, dirigida por James Whale, con protagónicos del inolvidable Boris Karloff como el monstruo revivido y Colin Clive como su re-creador, el doctor Víctor Frankenstein. En Frankenweenie , Tim Burton profundiza en inquietudes históricas para la humanidad y para su filmografía, acerca de la vida después de la muerte --Beetlejuice, El extraño mundo de Jack, El cadáver de la novia -- y retoma esos antecedentes que fueron su musa en El joven manos de tijera , donde Johnny Depp interpretaba una suerte de monstruo de Frankenstein juvenil y moderno. La nueva película --de animación en stop motion y en 3D-- surgió de un cortometraje realizado por el británico para la Disney, en 1984, donde un niño llamado Víctor decide regresar a la vida a su perrito Sparky, luego de que fuera atropellado. El proyecto que entonces quedó archivado, finalmente encontró su tiempo de revivir, como una película apta para preadolescentes y adultos. El niño en cuestión es un enamorado del cine y de la ciencia, que realiza sus propias películas en el altillo de su casa y al estilo de los primeros directores, atiende con fruición las enseñanzas de su profesor de física y biología. Un trabajo a presentar luego de presenciar una clase acerca de la función de los impulsos eléctricos en la vida, inspira a Víctor a desenterrar a su mascota, rearmar su cuerpo y probar el experimento de las cometas, los generadores y las descargas de alta tensión de los rayos para devolverle la vida a su único y fiel amigo. Pero Víctor no cuenta con que Sparky era un pichicho sociable, conocido y querido por todo el pueblo, que buscará la misma libertad con que siempre vivió y que le será muy difícil esconderlo en su nueva condición. Tampoco con las ambiciones de sus compañeros de clase más siniestros. En la advertencia que el padre de Víctor realiza acerca de jugar con los límites entre la vida y la muerte --literaria de tan directa, quizás por tratarse de un filme, en principio, para niños--, Burton presenta su inquietud de manera concisa, como si procurara presentarle su obra a un público nuevo. Frankenweenie --filmada en blanco y negro-- es un gran homenaje al primer Frankenstein del cine, pero también una confirmación de Tim Burton en sus preguntas más oscuras y el estilo que adoptó, desde los inicios de su filmografía, para responderlas.
Continuidad, a pura adrenalina Afterlife --subtítulo con que se presenta en cartelera a Resident Evil 5 -- significa "después de la vida" y nos sitúa en el tiempo en que se desarrolla la acción de esta nueva entrega inspirada en el videogame japonés. En el futuro de mundo terrenal en que vive Alice (Milla Jovovich), ya se ha producido un apocalipsis generado por el virus T de la corporación Umbrella y la heroína se encuentra ante una nueva batalla contra legiones de villanos y zombies. Alice despierta en las instalaciones subterráneas de la empresa, un espacio donde se reencuentra con la Reina Roja y donde la misiones a cumplir mantienen a los personajes en constante acción. Pero el mundo es más grande y mayor el estrago que se ha producido. Por eso la heroína deberá trasladarse de una punta a la otra del planeta para atrapar y vengarse de los responsables del caos, el objetivo que motiva la traducción al castellano del título. De Tokio a Nueva York, de la Gran Manzana a Washington y de allí a Moscú, Alice remontará los pasos de sus adversarios pero también los de su historia personal, una circunstancia que, se entiende, le servirá como bisagra. Entre la road movie y la acción, Resident Evil propone un viaje que no despega de sus anteriores --un montaje las repasa para seguidores y no tanto, como una suerte de videoclip-memoria de la protagonista-- en términos de relato. Incluso, puede dejar contrariado y con sabor a poco al público menos familiarizado con los detalles de la serie, que no está de más rever si se trata de compenetrarse con la historia. Pero mantiene y eleva la apuesta en cuestión de técnica y para quienes se animan a aturdirse con impresionantes secuencias, una fotografía de altos contrastes y la experiencia única que en el contexto produce la profundidad del 3D. La música --inequívocamente estridente-- cierra el combo, no apto para cinéfilos que buscan evitar todo ataque de adrenalina.
Una comedia que bien compuesta y afinada "Dime lo que escuchas y te diré quién eres". De esta proposición parte el relato de Días de vinilo , del productor, editor y guionista del ciclo televisivo Perdona Nuestros Pecados (en 1994) y director (en 2008) de la serie Todos contra Juan. Con la misma nostalgia y tragedia del ciclo que protagonizara Gastón Pauls, también atravesada por el humor, se teje la trama de esta cinta que significó el debut en cine del realizador. Un guión, si no original en tema, muy ocurrente en el desarrollo y preciso en su concreción; interpretado por un elenco elegido con lucidez y dirigido de manera cuidada, producen un relato bien enmarcado en la selección musical que remite a tiempos en que las canciones que marcaban existencias se escuchaban en vinilos. Cuatro chicos del barrio descubrieron a un mismo tiempo la amistad, el amor y la buena música. Reunidos en la esquina de siempre, Damián, Luciano, Facundo y Marcelo, se enamoraron por primera vez de sus vecinas; fueron testigos involuntarios del rompimiento de una pareja y blanco de la lluvia de vinilos que cayó de una ventana cuando se producía la traumática despedida. Como si se tratara de un legado a continuar, los cuatro crecieron y se fueron adaptando a las circunstancias y realizando elecciones, siempre acompañados por un fuerte lazo común y los repertorios de Rod Steward, Phil Collins, Queen, The Police y The Beatles --entre tantos clásicos propios y heredados--, que escuchaban en wincos y bandejas. A los treinta y tantos, Damián (Gastón Pauls) se convirtió en un guionista que no superó su ópera prima ni la separación de una exquisita crítica de cine y arte (Carolina Peleritti). Mientras intenta colocar su segunda creación, conoce a Vera (Inés Efron) una estudiante de teatro que subsiste vendiendo cosméticos y se le pega como estampilla procurando solucionarle imprevistos. Luciano (Fernán Mirás) es un locutor radial que expresa sus sentimientos a través de los discos que pasa. Eternamente enamorado de la mujer equivocada, sale con Lila (Emilia Attias), una cantante pop de vida ligera. Luciano trabaja con Karina (Maricel Alvarez), quien está a punto de casarse con Facundo (Rafael Spregelburd), empleado de un cementerio privado y compositor frustrado. Y finalmente anda por allí Marcelo (Ignacio Toselli), mentor de una banda tributo a The Beatles y tan ensimismado en su personaje de Lennon que ha transformado la fantasía en su realidad. En plena fiesta de despedida de solteros de Facundo y Karina se empiezan a trazar los enredos de esta comedia que coloca bajo una lupa crítica el temor a madurar, a comprometerse y a asumir las frustraciones para volver a empezar. Si de las interpretaciones se trata, quizás por las características border de su personaje Mirás se lleva el mérito a la justeza. Spregelburd demuestra que además de su habilidad para la dramaturgia la naturaleza lo ha dotado para la actuación y el discurso sarcástico. Toselli hace un show propio de su alter-Lennon, mientras que Pauls sabe jugar bien a un Damián que homenajea a su antiguo Juan Peruggia. Un párrafo extra merece Leonardo Sbaraglia --como sí mismo-- parodiando a los actores de su edad y enloqueciendo a Damián con sus excentricidades. De entre las mujeres, es Alvarez quien más articula. Y mientras Efrón aporta frescura, Attias hace lo suyo con la sensualidad, y entre todas, equilibrio al conjunto. La película cierra como una banda sonido donde cada tema, verso y nota hilvanan. Y como esos clásicos que evocan los buenos viejos tiempos compartidos en cada generación, esta historia congrega a coro a quienes transitan aquella que creció con la convicción de que "todo lo que se necesita es amor".