Dura de matar. Quien ha seguido la carrera de Luc Besson, sabe que desde Nikita (1990) se le ha dado muy bien el tema de retratar mujeres espías, obligadas por las circunstancias, que se convierten en máquinas de matar. Si bien el origen es distinto, y con tintes fantásticos, en Lucy (2014) con Scarlett Johansson pasaba algo similar. O sea que el realizador francés capta a mujeres resilientes que tienen mucho por hacer y contar, y las transforma en heroínas. También es el caso de Anna: El Peligro tiene nombre, donde reelabora a su Nikita. La fórmula es parecida, la bella Anna Poliatova (Sasha Luss) sometida a una vida de abusos, se enlista en el ejército ruso y cuando la KGB ve su perfil, en un episodio con corte de venas incluido, decide que es perfecta para que se convierta en miembro de la agencia: tiene ira acumulada, a su vez que no tiene nada, ni nadie que perder. Es así que Anna tendrá un duro entrenamiento para poder infiltrarse en las misiones más peligrosas, también para convertirse en una asesina a sueldo de temer. Tras la fachada de una top model que vive y trabaja en Francia, y con una novia tan hermosa como ella, no solo cumplirá los pedidos de su superiora Olga (una excepcional Helen Mirren), también se verá involucrada con un agente de la CIA, Lenny Miller (Cillian Murphy). Utilizando su belleza como arma seduce a todos por igual para lograr cometidos. Y así deviene la historia, entre tiros y peleas, en la que nuestra protagonista simplemente buscará “salir del juego”, tener una vida normal; entre sus distintas facetas y personalidades (como una mamuschka), ella quiere descubrir realmente quién es. Claro que Besson es consciente de la reversión de su Nikita, así como el personaje. Por este motivo da varias vueltas de tuerca al relato. Nada es lo que parece, el realizador juega con las temporalidades, y como todo thriller de espionaje las verdades se revelan a medias. A pesar de una narrativa intrincada, tipo puzzle, en donde la mirada del espectador no es cómplice, todo se resuelve orgánicamente. Al mejor estilo John Wick, Anna sale ilesa de restaurante lleno de matones, armada solo con una pistola vacía; por lo que termina cortando gargantas con platos rotos y matando con un tenedor. De este tipo de escenas hay y muchas, todo se entremezcla con el vacío existencial de nuestra heroína, que a pesar de su atractivo, se le puede reprochar que no logra transmitir demasiadas emociones, como si lo hacía la visceral Nikita (la comparación es inevitable). Si bien el director tiene pulso para el cine espionaje, quizá ya está un poco harto; por eso no le queda mejor opción que acudir a la metadiscursividad, y en cierto punto parodiarlo. Claro que poniendo a disposición todos los recursos del género y a una mujer tan divina como letal.
Chicas de armas tomar Basado en el cómic de DC, The Kitchen, creado por Ollie Masters, Ming Doyle y Jordie Bellaire, llega a nuestros cines Las Reinas del Crimen, un drama enérgico que sigue a tres mujeres que se apoderan de las calles en la New York de los años 70’. Dirigida por Andrea Berloff, está transposición cuenta con protagonistas de lujo: Melissa McCarthy, Tiffany Haddish y Elisabeth Moss, quienes interpretan a Kathy, Ruby y Claire, respectivamente. Tres mujeres sumisas, esposas de integrantes de la mafia irlandesa, que cuando sus maridos son detenidos en una redada, deberán tomar el mando de sus vidas. Toda su existencia pasivas, recibiendo dinero de sus “machos” proveedores, ahora sin estudios ni experiencia laboral, no saben qué hacer. Cada una tiene sus problemas, claro está, Kathy debe mantener a sus dos hijos; Ruby lidia con el desprecio y los prejuicios de una suegra capo mafia; y Claire que padece violencia de género por parte de su esposo. A pesar de tener la estima por el piso, las chicas encontrarán un modo de ser útiles y servir a su barrio. Ahora las coimas y la protección la brindan ellas. Es así que desafían al mafioso que quedó a cargo del lugar, El Pequeño Jackie, y toman el mando creando una sociedad superpoderosa. Tan poderosa que dejan a sus cónyuges totalmente afuera del negocio del crimen. Pero lo que comienza de manera organizada y sorora, gradualmente irá tomando un cariz cada vez más peligroso. No estamos ante una comedia de mujeres jugando a ser mafiosas… son verdaderas gánster y lo asumen. Al punto que los asesinatos y las traiciones se vuelven moneda común quedando ellas mismas en medio de este embrollo, a esta altura, paranoico. No se sabe lo que puede suceder, ni quien será el próximo en ser delatado. Además de encontrarnos ante una narración con buen ritmo, acompañada de buena música y que utiliza las reglas del género a su favor, también estamos ante una película que respeta a sus personajes femeninos sin subestimarlos ni estereotiparlos, a pesar de estar insertos en un contexto patriarcal. Si, la troupe sabe utilizar armas y no les tiembla el pulso a la hora de asesinar. Un drama criminal potente estructurado a partir de la desesperación de estas mujeres que se reinventan para sobrevivir en un lugar que las expulsa y las objetualiza, llegando a sacrificar a los que más quieren. Es cierto que no está de lo más desarrollada la complejidad de los personajes, pero es en ese punto de vista femenino más generalizado (que antes mencionamos) y desprejuiciado donde radica la potencia del relato. Más vale no cruzarte con estas chicas de armas tomar.
Desde el punto de vista de un adorable labrador ya muy viejito, nuestro protagonista canino Enzo (con la voz de Kevin Costner), repasamos su vida y sus recuerdos junto a su amigo y dueño Denny (Milo Ventimiglia), un piloto de carreras con aspiraciones profesionales que le ha transmitido desde cachorro su pasión por los fierros. Todo comienza con Denny de soltero, cuando de repente siente una corazonada y compra al pequeño Enzo (bautizado con ese nombre en homenaje a Ferrari, claro). Ya la vida de ambos no volverá a ser la misma, se tienen uno a otro. Pero como todo orden natural de las cosas, el joven conocerá a Eve (Amanda Seyfried), quien en poco tiempo se convertirá en su esposa. Enzo, al principio un poco reticente y celoso, la terminará por aceptar, más aún cuando se sienta en la obligación de cuidar a Zoe (Ryan Kiera Armstrong), la dulce hijita de ambos. Sin ánimos de spoilear, las cosas no serán para nada rosas. El perro y su dueño tendrán que enfrentar golpes duros y adversidades, incluso padecer a los poco solidarios suegros de Denny. Como indica la bajada de la nota, estamos frente a un melodrama con una familia angelical y escenas acompañadas por una música emocionalmente extorsiva para que se nos caiga el lagrimón. Vale tener en cuenta que son los mismos productores de Marley y yo, a su vez que se basa en una novela de Garth Stein. Un melodroma que no oculta su condición y aplica todos los clichés del género para causar el efecto deseado. A través de una narración con momentos sumamente tristes, sumados esos adorables ojos brillantes y marrones de un perro moribundo, el director Simon Curtis, manipula nuestros sentimientos a su antojo. Si bien por momentos Enzo plantea chistes, no causan demasiada gracia. Es más que interesante contar una película desde el punto de vista de un perro, pero aquí el recurso está un poco desaprovechado, quizá se relacione al giro dramático intencional. El hecho es que nuestro canino está demasiado “humanizado”, se retrata muy poco de su instinto animal, y es en esos momentos cuando la historia toma un poco más de vuelo. Hay una escena en que Enzo pasa varios días sin comida ni agua, y comienza a delirar. Su lisergia gira alrededor de una cebra de peluche a la cual ve bailar y descontrolarse, destrozando uno a uno los juguetes de Zoe. Enzo culpa al objeto inanimado, pero todos sabemos que es una especie de venganza por el abandono que sufrió (no intencional). Y es el comportamiento que cualquier perro podría tener en esa situación. Fuera de estos detalles narrativos, estamos ante una de esas cintas diseñadas para hacernos llorar (bajo la lluvia según su título original). Si te gusta el drama y sos amante de los perros, prepara los pañuelitos porque estas frente al espectáculo ideal.
Enemigos íntimos. Estamos ante un spin off de la franquicia furiosa, y desde el vamos te contamos que no veremos nada nuevo bajo el sol. Los excesos de efectos especiales y las escenas de acción incesantes, estructuran un relato tan veloz como señala el título. Sin Dominic Toretto (Vin Diesel) a la cabeza, serán el agente Hobbs (Dwayne Johnson) y el “sin ley” Shaw (Jason Statham) los que tomarán el mando. Los chicos rudos quienes alguna vez estuvieron enfrentados a muerte y evidentemente no tienen química, serán convocados por la CIA y la inteligencia británica respectivamente, para unir fuerzas y desbaratar el macabro plan del anarquista ultra tecnológico Brixton Lore (Idris Elba). Se suma a la magnánima aventura la agente secreta Hattie Shaw (Vanessa Kirby), si la hermana de Ian, quien es la portadora humana del virus 100% letal que quiere esparcir Brixton. O sea que además de salvar el mundo los muchachos deberán proteger a su familia, constante que queda bien asentada en la cinta, desde el momento que Shaw visita a su madre en la cárcel y se reencuentra con su hermana; o al mostrar como Hobbs interactúa constantemente con su hija, y cuando regresa a su hogar después veinticinco años, claro que obligado por la compleja situación. Entre escena de acción, estampidas y carreras vertiginosas, en Rápidos y Furiosos: Hobbs & Shaw, hay momentos de humor que alivianan la tensión, indispensable las apariciones de Ryan Reynolds; y también surgirá un costado romántico. Indudablemente Hattie y Hobbs se sienten atraídos, aunque no se desarrolla demasiado la historia. Cuerpos perfectos y marcados, habilidades y escenas fantásticas y/o surrealistas, como mantener un helicóptero al ras de la tierra jalado a través de una cadena por uno de nuestros hombres, marcan la constante de una formula ya harta utilizada, y diría esencial de la saga. Claro que parados en el terreno de la exageración, esta buddy movie, a diferencia de sus películas parientes, pone por encima de los cuatro ruedas a los personajes. Aquí, en vez de ser una parte orgánica de la trama, los vehículos solo son funcionales a nuestros forzudos y combativos protagonistas, pero siempre conservando el alma de la franquicia. Una historia que sabrá mantener en vilo a los amantes de las peleas duras, las explosiones y la adrenalina.
Cocodrilos salvajes y una chica superpoderosa. Alexandre Aja ha vuelto y una vez más plasma su huella de autor, dentro a lo que cine de horror se refiere. Es innegable que sabe como disponer de forma audaz la puesta en escena para generar terror y asfixia. Después de las pirañas prehistóricas carnívoras, los cocodrilos gigantes se adueñan de la pantalla. O sea, convierte una casa familiar en una verdadera trampa mortal, para que un puñado de reptiles desaforados, muerdan, mastiquen… y asesinen. La trama es simple, una joven nadadora, Haley (Kaya Scodelario), después de un duro entrenamiento recibe una llamada de su hermana un tanto desesperada, porque el padre de ambas no atiende el celular y se avecina un huracán categoría 5. Nos encontramos en Florida, tierra de vientos violentos y también el hogar ideal de nuestros alligators. Por lo que Haley decide ir en su búsqueda, más allá de las explícitas recomendaciones de las autoridades de evacuar la zona. Y es así que se encuentra con tremendo panorama: su padre desvanecido y con una gran mordedura en el hombro, en la parte de abajo de su viejo hogar. Ese en que alguna vez los cuatro (su mamá ahora separada, su padre, ella y su hermana) fueron una familia unida. A partir de aquí, las cosas se pondrán cada vez peor, ya que los cocodrilos se comenzarán a adueñar de la zona. Los vientos son cada vez más fuertes, las aguas suben y los bichos que en un principio se cuelan por los desaguaderos, se hará un festín cuando se rompan las represas y se inunde por completo el lugar. Haley y su padre, además de en medio de la situación límite limar asperezas (saldrán a la luz viejos rencores y una nostalgia por lo que no fue), se convertirán en verdaderos supervivientes. La disciplina y el temple deportivo de la chica, la harán convertirse en una mujer resiliente y de armas tomar. De este modo, Aja trabaja de forma acertada la metamorfosis del personaje femenino: se transforma en una depredadora más escabulléndose bajo el agua y afinando su instinto animal. En este universo sangriento todo funciona; además de un toque de humor negro, está presente lo emocional como motor para impulsar la narración, y sin dudas un clima sofocante, el realizador no nos da respiro ni espacio para la catársis. Despliega todos sus recursos audiovisuales y lo más importante es que el tempo nunca decae, claro que adicionado una buena dosis gore y un sonido “de la hostia” (dirían los españoles). La lluvia incesante afecta nuestros sentidos de manera perturbadora. Justamente de esto va Infierno en la tormenta, de emociones fuertes y shocks sensoriales.
De golpes duros y skaters. La primera escena es impactante: vemos como un joven alto y robusto muele a piñas a Stevie (Sunny Sulji), su hermano más pequeño. La queja hacia a su madre es inmediata, así como los moretones que se forman en su cuerpo. Stevie tiene 13 años y se siente solo. Como podemos notar su hermano es un maltratador y su mamá, un tanto ausente, trabaja todo el día. No, no es la familia perfecta, ni los suburbios soñados que podemos ver en la mayoría de las cintas estadounidenses. Situados en un barrio clase media baja de la ciudad de Los Ángeles, en los años 90´, seguimos el derrotero de este pequeño, en la transición de convertirse de niño a adolescente. El momento de crecer y de identificarse con el otro, es así que Stevie se involucra con una banda de skaters, utilizando el deporte como excusa para encontrar un lugar de pertenencia. El tímido pero audaz joven, experimentará su primer acercamiento sexual, “aprenderá” a fumar y tomar alcohol, como también a valorar el vínculo de la amistad. Claro que acompañado por una situación familiar para nada ideal, pero que denota que cada miembro de la familia a su manera, y quizá no de la forma más sana, hace lo que puede. El reparto, compuesto por actores pocos conocidos, es notable; demuestran una solvencia y credibilidad asombrosa. Así como su puesta escena y una banda sonora que se acoplan a la perfección a esta coming of age áspera, sensible y madura. Jonah Hill debuta de forma prometedora con una ópera prima naturalista, sin mensajes demagógicos ni aleccionadores, que deconstruye fragmentos de la vida callejera de un adolescente. En una era de remakes y artificios, una inyección de aire fresco, indie, no viene nada mal.
Crítica de 'El Muñeco Diabólico': El tiempo pasa y Chucky se pone tecno. A preparase, porque estamos ante un reinicio audaz, inteligente y muy divertido. Sin dudas Klevberg sabe lo que hace y ha captado la esencia de la saga, de sus personajes y sobre todo la de nuestro colo maldito. Alejado de la magia vudú y reencarnaciones con asesinos seriales de temer, este remake apuesta por la tecnología, utilizando este recurso al máximo, y dando una bocanada de aire fresco a un mundillo ya harto repetido. Pasemos al argumento, Karen Barcley (Aubrey Plaza) es la joven madre de Andy (Gabriel Bateman). Ella trabaja en una tienda de juguetes, donde la estrella es un muñeco llamado Buddy, tal es el éxito que está por salir la segunda versión de nuestro amiguito, que incluye robots con otros rasgos, color de piel y hasta un dulce osito. Karen tiene un novio que no le cae nada bien a Andy, además del niño tener que sobrellevar la muerte de su padre a tan corta edad. Resulta que en una devolución de un Buddy defectuoso al local, Karen decide quedárselo para regalárselo a su hijo en su cumpleaños. Pero detrás de este simpático muñequito programado a través de inteligencia artificial, y que se maneja con una app, hay un empleado despechado (y mal pago) que al ser despedido decide vengarse hackeando sus protocolos de seguridad. Y no solo Karen y Andy sufrirán las consecuencias, también vecinos y amigos. Al ser una máquina, Chucky no es malvado en esencia, sino que se obsesiona con proteger a su mejor amigo y cual psicótico toma todo lo que este dice de manera literal. A ver, no tiene noción de lo que es el bien y el mal. Por ejemplo, en una escena muy entretenida observa con detenimiento como Andy y sus amigos, disfrutan y se ríen a carcajadas del grotesco y la carnicería que sucede cuando miran La Matanza de Texas 2. Momento que además de funcionar de forma metediscursiva en la cinta, da la pauta de como nuestro killer en potencia aprende a utilizar una cuchilla y se atreve a imitar esta conducta que tan feliz hace a su amo. La franquicia creada por Don Mancini, si bien en un principio (a pesar de ser clase B) se tomaba más en serio la premisa de generar climas de terror; con el tiempo dio paso a la autoparodia, a la comedia negra, sumados los ingredientes gore. Más que nada cuando salió a la luz La novia de Chucky, y la brillante El hijo de Chucky, donde además de los guiños cinéfilos y la participación de John Waters, despliega la tragedia griega de Edipo con nuestros muñecos regalándonos un final apoteótico. Justamente el remake de El Muñeco Diabólico diríamos que empata con esta última en cuanto a solvencia narrativa, incluso puede ser superadora porque logra equilibrar todos los estados: el emocional, el sustento paródico y el horror. La puesta en escena es sorprendente, prepárense para ver los crímenes más delirantes; y además de las buenas actuaciones, Mark Hamill da vida al mejor Chucky de la franquicia, le brinda los tonos y el humor justo. Lo bueno es que la cinta se toma tiempo para desarrollar esta historia que además de divertirnos, plantea unos pasajes de suspenso de lo más perturbadores. De paso también hay un disertación algo crítica al avance desbordado de la tecnología, lo cual abre paso a un final salvaje digno de un episodio de Black Mirror. Sin dudas este reboot es todo lo que está bien y más. ¡Nos declaramos fans!
Entre el legado de Iron Man y la efervescencia adolescente. Después de los hechos acontecidos en Avengers: Endgame, la expectativa era alta ante la primera película post destrucción mundial de Thanos y el consecuente “blipeo”; agregando también la muerte de varios de nuestros héroes favoritos, sobre todo la del líder Marvelita, Iron Man. Más que nada por la conexión especial que siempre tuvo con Peter Parker (Tom Holland), nuestro adolescente arácnido, quién en esta entrega querrá eludir sus responsabilidades como superhéroe para vivir aventuras junto a sus amigos, y sobre todo conquistar a Mary Jane (Zendaya). Es así que evitando las llamadas de Nick Fury (Samuel L. Jackson), se embarcará en un viaje escolar por Europa, con sus compañeros de clase. Pero Fury no tardará en contactarlo, en persona, debido a que el mundo corre peligro. Lo experimenta en carne viva cuando en pleno paseo en Venecia, se materializa un coloso de agua que devasta todo a su paso. En este momento seremos testigos de la presentación de ¿otro superhéroe?: Quentin Beck, un soldado de otra dimensión apodado Mysterio (Jake Gyllenhaal), que detendrá al destructor. Impresionado, Peter entablará un vínculo con Mysterio, quien le parece que tiene el temple y todas las cualidades para suceder a Iron Man. También guiado por la ansiedad de sacarse de encima los compromisos heroicos, el joven le entrega las súper gafas que le ha legado Tony Stark para combatir el mal. Cuando el arco narrativo parece llegar a un desenlace satisfactorio, combatieron a los monstruos y Mysterio es un héroe aparentemente soñado, algo sucede (claro estamos a mitad de la cinta). Otra subtrama toma fuerza: nuestro novel superhéroe ¡es un bluff! En un breve raccontto nos enteramos que es un empleado despechado de Stark, quien junto otros especialistas despedidos de la empresa del multimillonario, deciden recuperar la tecnología que ellos han ayudado a crear; claro que engañado a un tímido adolescente Spider-Man. A través de ilusiones virtuales, la intención de Mysterio es convertirse en el ser más poderoso del planeta para de paso desterrar al grupete Avengers. Cuando Peter se da cuenta de la trampa, se calza el traje sin dudarlo, y asume la responsabilidad de sus súper poderes para enfrentarse a uno de los villanos más temibles y listos de la franquicia. Spider-Man: Lejos de Casa, no va a desilusionar a los fans. Si bien narrativamente no es de lo más sofisticada, se compensa con peleas espectaculares, una buena dosis de humor, una acertada construcción de personajes, y por los elementos identitarios que la hacen pertenecer al MCU. El ingrediente coming of age parace estructurar un relato que le otorga algo de frescura a la solemnidad superheroica; es tan o más importante dar el primer beso a la chica que te gusta, que salvar al mundo. Claro que te debes quedar a las escenas post créditos, la primera es sumamente REVELADORA, todo un sacrilegio, y más que funcional a la trama: en una pantalla gigante, en medio de la ciudad, un Mysterio convaleciente y dejando muy mal parado a nuestro héroe teen, ¡revela la verdadera identidad de Spider-Man! En esta escena también aparece John Jonah Jameson, el editor en jefe del Daily Bugle que ya sabemos que no siente nada de empatía por Spider-Man; seguro que Marvel algo planea con este personaje. La segunda es más una humorada; la escena comienza con Maria Hill y Nick Fury manejando un automóvil, cuando de repente ambos cambian de aspecto, ¡son skrulls! Parece que Talos y su esposa se hicieron pasar por estos personajes, mientras que Fury se encuentra en una especie de estación espacial, trabajando a la par otros skrulls. ¿Significa que Marvel expandirá su universo? Son solo especulaciones a raíz de las cuestiones que dispara está sólida y digna entrega del muchacho araña.
Rebelión en lo de los Warren Finalmente llega a nuestros cines la tercera entrega de Annabelle, la muñequita que funciona como un conducto para atraer espíritus demoníacos. Y bien en claro lo tienen los demonólogos Ed y Lorraine Warren, por este motivo la rescatan de las manos de sus últimos dueños y la llevan a su casa para ponerla bajo llave, y contenida en una caja de vidrio bendecida, en el cuarto de los objetos poseídos. Claro que sin no antes experimentar extraños acontecimientos durante el viaje hacia el hogar. Y es aquí donde tendrá lugar la acción de Annabelle 3: Viene a Casa (justamente), el popular spin off del conjuroverse, en donde toman protagonismo Judy (Mckenna Grace), la pequeña hija del matrimonio, que padece acoso escolar porque sus padres están cualificados por la prensa entre héroes y farsantes; la niñera de Judy, Mary Ellen (Madison Iseman), una joven muy responsable que aprecia mucho a la niña; y Daniela (Katie Sarife), amiga de Mary Ellen, muy curiosa de los objetos frikis de los Warren. Lo cierto es que Ed y Lorraine deben ausentarse por un día, y dejan a Judy al cuidado de Mary Ellen, prometiendo volver para festejar su cumpleaños. Claro que Daniela no tardará en unirse al dúo, motivada más que por su amistad con la niñera, por un problema personal que la aqueja, del que piensa que los Warren la pueden ayudar. Es así que mientras Mary y la pequeña prueban sus flamantes patines en el exterior, Daniela no tendrá mejor idea que abrir el cuarto de los objetos poseídos y sobre todo el cofre vidriado donde se encuentra Annabelle… ¡Sacrilège! A partir de este suceso imaginen el descontrol, nuestra muñeca de pelo rojizo alterará a cada uno de los objetos que se encuentran en el cuarto, generando una anarquía paranormal en la casa de los Warren. Serán las tres chicas las que padecerán las consecuencias, además de un joven enamorado de Mary Ellen. Sin dudas Gary Dauberman ha estudiado cada uno de los detalles de este terrorífico universo, porque muestra astucia y conocimiento a la hora de elaborar el guion de esta secuela. En esta receta tenemos todos los ingredientes del conjuroverse, algo de motivaciones personales: el bullyng, el primer amor y la muerte de un padre; combinados con la peor pesadilla sobrenatural, que todos los objetos poseídos se activen a la vez. Todo un legado de sangre para la pequeña Judy, quien posee la misma sensibilidad hacia los espíritus que su madre. Si bien la película no da una vuelta de turca al género, sabe jugar con los tópicos. Propone una puesta en escena funcional, buenas actuaciones y una narración con timing que se nutre a base de grandes sustos. O sea, hay tensión, hay humor, hay frescura, salen a luz nuevos demonios y sobre todo hay autorreferencias; a agudizar los sentidos que vas encontrar más de un easter egg de este temible universo. Sujeta el crucifijo e ingresa a la sala, porque si sos fan de la saga la tercera entrega de Annabelle brinda lo que promete y más.
Dev Patel sobrevive a terroristas en la ópera prima de Anthony Maras. Corría el año 2008 cuando en Bombay, capital financiera de la India, se sucedieron doce ataques terroristas coordinados por un grupo islamita. Los objetivos fueron la atestada Estación Chhatrapati Shivaji; dos hoteles de lujo, el Oberoi Trident y el Taj Mahal Palace; el Leopold Cafe, un restaurante turístico; y la sede del departamento de policía del sur de la ciudad. El resultado de esta carnicería: 173 muertos y 327 heridos. La ópera prima de Anthony Maras, toma esta tragedia como referencia para relatar una historia a pura tensión; más específicamente se basa en lo ocurrido en el interior del lujoso hotel Taj Mahal Palace, con sus empleados y huéspedes, cuando abordan el lugar los jóvenes terroristas quienes disparan a mansalva a cualquiera que se cruce en su radar. Una voz en off omnipresente los incita y les ordena aniquilar al enemigo, aquellos que a su criterio no responden a los preceptos de su religión. Dev Patel, aquí oficia de empleado del hotel de lujo, quien trabaja sin pausa para llevar el pan a su casa, en donde vive con su mujer embarazada y su pequeña hija. Situación que realza la desigualdad social que existe en la ciudad de Bombay. En un establecimiento en donde el cliente “es Dios” (todos se deben someter a los caprichos de los extranjeros), junto al chef del lugar y un grupo de trabajadores más, se ordenarán para proteger a los alojados cuando los terroristas los tomen de rehenes. Con una puesta en escena muy lograda, el uso del espacio es sumamente inteligente, la película transcurre con un nerviosismo a flor de piel. Aquí no hay héroes, sino personas tratando de sobrevivir ante una situación límite insospechada. A diferencia de otros relatos de este género, no se ubica desde afuera del conflicto, sino en el corazón y somete al espectador a ser un rehén más. El punto de vista de la historia es el de los atacados, quienes tratan de eludir a este grupo que no dudará en jalar el gatillo. Una verdadera cacería. ¿Se preguntarán por la policía? Bien, gracias. La ciudad no está capacitada ni tiene el equipo suficiente para afrontar un evento de tal magnitud. Por lo que esperan a las fuerzas especiales del ejército de Nueva Delhi que, burocracia de por medio, llegan cuando la tragedia ya se cobró cientos de víctimas. Hotel Mumbai: El Atentado, que mezcla imágenes de archivo con las de ficción y con cámara en mano logra un registro semi documental, se presenta como entretenimiento y no esperemos más. No se sume en aguas ideológicas ni políticas, sino que se limita a mostrar el brutal ataque desde un flanco más físico y vivencial, tomando como recurso la supervivencia. Desde este aspecto funciona y es demoledora.